«Preparaos un retiro apacible en vuestro corazón, un lugar donde estéis a los pies del Señor. Tan pronto como sintáis turbación, entrad rápidamente e invocadle con asiduidad, como si quisierais conjurar algún flagelo. Dios os ayudará y todo volverá a estar en orden.
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No existe absolutamente nada en el mundo por lo que valga la pena perder la calma. Pues, ¿qué hay más precioso que el alma y su paz?
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Sin el ascetismo espiritual, nada sería el ascetismo corporal; el primero da sentido al segundo… La renuncia monástica por excelencia es precisamente la guarda o vigilancia de los pensamientos».
“Consejo a los ascetas “de Teófano el Recluso
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