Papa Francisco en la Misa de Santa Marta, viernes 20 septiembre 2013: el dinero ni salva ni da la felicidad
El dinero enferma el pensamiento y la fe y nos hace ir por otro camino. Lo dijo el Papa Francisco en la Misa de esta mañana en la Casa de Santa Marta. El Papa subrayó que, de la idolatría del dinero, nacen males como la vanidad y el orgullo que nos vuelven “maníacos de cuestiones ociosas”.
“No se puede servir a Dios y al dinero”. El Pontífice desarrolló su homilía partiendo de las palabras de San Pablo sobre la relación “entre el camino de Jesucristo y el dinero”. Hay algo “en la actitud de amor hacia el dinero – observó – que nos aleja de Dios”. Hay “tantas enfermedades, tantos pecados, pero Jesús – continuó el Santo Padre – sobre esto subraya tanto”: “la avidez del dinero, de hecho, es la raíz de todos los males”. Posesionados por “este deseo”, constató el Papa, “algunos se han desviado de la fe y se han procurado muchos tormentos”. Y con amargura el Obispo de Roma aseguró: “Es tan grande el poder del dinero, que te hace también desviar de la fe”, es más “te quita la fe: la debilita y tú la pierdes!”:
“El dinero también enferma el pensamiento, también enferma la fe y la hace ir por otro camino. Estas palabras ociosas, discusiones inútiles… Y va más adelante… De eso nacen las envidias, los litigios, las maledicencias, las sospechas, los conflictos de hombres corruptos en la mente y privados de la verdad, que consideran a la religión como una fuente de lucro. ‘Yo soy católico, yo voy a la Misa, porque aquello me da un cierto estatus. Soy bien considerado… Pero por debajo me ocupo de mis intereses, ¿no? Soy un cultor del dinero. Y a este punto dice una palabra, que encontramos tan, tan frecuentemente en los periódicos: ‘Hombres corruptos en la mente’. ¡El dinero corrompe! No hay escapatoria”.
Si eliges “el camino del dinero”, advirtió el Papa, “al final serás un corrupto”. El dinero, continuó, “tiene esta seducción de hacerte resbalar lentamente en tu propia perdición”. Francisco hizo notar que “Jesús es muy enérgico” sobre este argumento:
“‘No puedes servir a Dios y al dinero’. No se puede: ¡o uno o el otro! ¡Esto no es comunismo, eh! ¡Esto es Evangelio puro! ¡Estas son las palabras de Jesús! ¿Qué cosa sucede con el dinero? Al inicio el dinero te ofrece un cierto bienestar. Está bien, luego te sientes un poco importante y viene la vanidad. Lo hemos leído en el Salmo cuando aparece esta vanidad. Esta vanidad que no sirve, pero tú te sientes una persona importante: esa es la vanidad. Y de la vanidad a la soberbia, al orgullo. Hay tres escalones: la riqueza, la vanidad y el orgullo”.
“¡Ninguno – recordó el Papa – puede salvarse con el dinero!”. Sin embargo, observó, “el diablo toma siempre este camino de tentaciones: la riqueza, para sentirte autosuficiente; la vanidad, para sentirte importante; y, al final, el orgullo, la soberbia: es precisamente su lenguaje la soberbia”:
“¡Ninguno – recordó el Papa – puede salvarse con el dinero!”. Sin embargo, observó, “el diablo toma siempre este camino de tentaciones: la riqueza, para sentirte autosuficiente; la vanidad, para sentirte importante; y, al final, el orgullo, la soberbia: es precisamente su lenguaje la soberbia”:
“‘Pero, Padre, yo leo los Diez Mandamientos y ninguno habla mal del dinero. Contra cuál Mandamiento se peca cuando uno comete una acción por el dinero’”. ¡Contra el primero! ¡Pecas de idolatría! He aquí el por qué: ¡porque el dinero se convierte en ídolo y tú le rindes culto! Y por esto Jesús nos dice que no puedes servir al ídolo dinero y al Dios Viviente: o a uno o al otro. Los primeros Padres de la Iglesia – hablo del siglo III, más o menos el año 200, el año 300 – decían una palabra fuerte: ‘El dinero es el estiércol del diablo’. Y es así, porque nos hace idólatras y enferma nuestra mente con el orgullo y nos hace maníacos de cuestiones ociosas y nos aleja de la fe, corrompe’”.
San Pablo, agregó el Papa, nos dice evitar estas cosas, y tender “a la justicia, a la piedad, a la fe, a la caridad”. Y también a la paciencia, “contra la vanidad y el orgullo” y “a la docilidad”. Este, afirmó el Papa Francisco, es “el camino de Dios, no aquel del poder idólatra que puede darte el dinero”. La humildad es “el camino para servir a Dios”. “Que el Señor – concluyó el Obispo de Roma – nos ayude a todos a no caer en la trampa de la idolatría del dinero”.
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