lunes, 21 de abril de 2014

La mañana de Pascua

Mateo 28, 8-15. Pascua. Que la "Pascua" por nuestras vidas no nos deje indiferentes, que nos libere y transforme.
 
La mañana de Pascua
Del santo Evangelio según san Mateo 28, 8-15

En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos. En esto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «¡Dios os guarde!» Y ellas, acercándose, se asieron de sus pies y le adoraron. Entonces les dice Jesús: «No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán». Mientras ellas iban, algunos de la guardia fueron a la ciudad a contar a los sumos sacerdotes todo lo que había pasado. Estos, reunidos con los ancianos, celebraron consejo y dieron una buena suma de dinero a los soldados, advirtiéndoles: «Decid: "Sus discípulos vinieron de noche y le robaron mientras nosotros dormíamos." Y si la cosa llega a oídos del procurador, nosotros le convenceremos y os evitaremos complicaciones». Ellos tomaron el dinero y procedieron según las instrucciones recibidas. Y se corrió esa versión entre los judíos, hasta el día de hoy. 

Oración introductoria

Cristo, de nuevo me recuerdas que no hay que tener miedo. Bien conoces mi debilidad que produce ese temor que obstaculiza mi esfuerzo por hacer el bien. Por eso te suplico que me des la luz que busco en esta oración, esa luz de tu resurrección, que me llena de alegría y me fortalece para buscar el bien y la verdad.

Petición

Jesús Resucitado, ilumina mi fe y mi vida.

Meditación del Papa Francisco

Lo que era un simple gesto, algo hecho ciertamente por amor – el ir al sepulcro –, ahora se transforma en acontecimiento, en un evento que cambia verdaderamente la vida. Ya nada es como antes, no sólo en la vida de aquellas mujeres, sino también en nuestra vida y en nuestra historia de la humanidad. Jesús no está muerto, ha resucitado, es el Viviente. No es simplemente que haya vuelto a vivir, sino que es la vida misma, porque es el Hijo de Dios, que es el que vive. Jesús ya no es del pasado, sino que vive en el presente y está proyectado hacia el futuro, Jesús es el "hoy" eterno de Dios.
Así, la novedad de Dios se presenta ante los ojos de las mujeres, de los discípulos, de todos nosotros: la victoria sobre el pecado, sobre el mal, sobre la muerte, sobre todo lo que oprime la vida, y le da un rostro menos humano. Y este es un mensaje para mí, para ti, querida hermana y querido hermano. Cuántas veces tenemos necesidad de que el Amor nos diga: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? Los problemas, las preocupaciones de la vida cotidiana tienden a que nos encerremos en nosotros mismos, en la tristeza, en la amargura..., y es ahí donde está la muerte. No busquemos ahí a Aquel que vive. Acepta entonces que Jesús Resucitado entre en tu vida, acógelo como amigo, con confianza: ¡Él es la vida!
Si hasta ahora has estado lejos de él, da un pequeño paso: te acogerá con los brazos abiertos. Si eres indiferente, acepta arriesgar: no quedarás decepcionado. Si te parece difícil seguirlo, no tengas miedo, confía en él, ten la seguridad de que él está cerca de ti, está contigo, y te dará la paz que buscas y la fuerza para vivir como él quiere. (S.S. Francisco, 30 de marzo de 2013). 

Reflexión

La Pascua se refiere al paso del Señor sobre la tierra de Egipto antes de la liberación del pueblo de Israel. Aquella noche, Yahvéh hizo sentir el brazo de su justicia sobre los egipcios y liberó al pueblo elegido. Su paso no fue indiferente. Para todo cristiano, la Pascua, no puede sucederse sin más. La vida de estas mujeres de las que nos habla el Evangelio, no fue la misma después del encuentro con Cristo Resucitado. Los resucitados son los que tienen un «plus» de vida, un «plus» que les sale por los ojos brillantes y que se convierte enseguida en algo contagioso, algo que demuestra que la vida es más fuerte que la muerte.

El Evangelio de hoy nos ofrece dos de las posturas que podemos adoptar tras la Resurrección del Señor. Por una lado, las mujeres que se acercan a los pies de Jesús, se postran y le adoran; por otro, los guardias y los príncipes de los sacerdotes han visto, saben lo que ha ocurrido, pero se niegan a aceptarlo. Vendieron su libertad, su salvación e incluso, un recuerdo digno en la memoria de la historia: «Esta noticia se divulgó entre los judíos hasta el día de hoy».

Y es que, no basta ir a la playa para mojarse. Hace falta ponerse el bañador y sumergirse sin miedo en el agua, penetrando las profundidades del mar. Dejémonos penetrar por la fuerza de la Resurrección del Señor. Que su “Pascua” por nuestras vidas no nos deje indiferentes, que nos libere y nos transforme como lo hizo con los primeros cristianos que fueron capaces, incluso, de dar su vida por la causa del anuncio de la Buena Nueva. «El Evangelio de Jesucristo es un mensaje de libertad y una fuerza de liberación. Liberación es, en primer lugar y de modo más importante, liberación radical de la esclavitud del pecado. Es el fin y el objetivo la libertad de los hijos de Dios, como don de la gracia». (Libertatis Nuntius, Introducción). Acerquémonos a Jesús Resucitado como aquellas mujeres y, postrados de rodillas, adorémosle, pidámosle que nos libere con su gracia de todo aquello que nos impida ser testimonios de alegría y de amor para nuestros hermanos.

Propósito

Que mi testimonio de vida sea un medio de evangelización.

Diálogo con Cristo

Jesús, que la celebración de tu resurrección me renueve en el amor. Que me lleve a un estilo de vida comprometido y responsable en la vivencia de mi fe. Que con perseverancia y astucia busque los medios para que seas conocido y amado por los demás, empezando por mi propia familia, que tanto necesita de mi testimonio y amor.





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El Viernes Santo, empezó la Novena a la Divina Misericordia. cuya fiesta se celebra el domingo siguiente a la Resurrección.


Segundo Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia 

"En nuestros tiempos, muchos son los fieles cristianos de todo el mundo que desean exaltar esa misericordia divina en el culto sagrado y de manera especial en la celebración del misterio pascual, en el que resplandece de manera sublime la bondad de Dios para con todos los hombres.

Acogiendo pues tales deseos, el Sumo Pontífice Juan Pablo II se ha dignado disponer que en el Misal Romano, tras el título del Segundo Domingo de Pascua, se añada la denominación "o de la Divina Misericordia" ..... " (Fragmento del Decreto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, de 5 de mayo de 2000.

Indulgencias en el Segundo Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia


"Se concede la indulgencia plenaria, con las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Sumo Pontífice) al fiel que, en el domingo segundo de Pascua, llamado de la Misericordia divina, en cualquier iglesia u oratorio, con espíritu totalmente alejado del afecto a todo pecado, incluso venial, participe en actos de piedad realizados en honor de la Misericordia divina, o al menos rece, en presencia del santísimo sacramento de la Eucaristía, públicamente expuesto o conservado en el Sagrario, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús misericordioso (por ejemplo, "Jesús misericordioso, confío en ti")". 

lunes 21 Abril 2014

Lunes de la Octava de Pascua

San Conrado (Juan Evangelista) Birndorfer de Parzham

Leer el comentario del Evangelio por
Papa Francisco: Jesús va a su encuentro y les dice: "Alegraos” (texto original griego)

Hechos 2,14.22-33.
El día de Pentecostés, Pedro poniéndose de pie con los Once, levantó la voz y dijo: "Hombres de Judea y todos los que habitan en Jerusalén, presten atención, porque voy a explicarles lo que ha sucedido.
Israelitas, escuchen: A Jesús de Nazaret, el hombre que Dios acreditó ante ustedes realizando por su intermedio los milagros, prodigios y signos que todos conocen,
a ese hombre que había sido entregado conforme al plan y a la previsión de Dios, ustedes lo hicieron morir, clavándolo en la cruz por medio de los infieles.
Pero Dios lo resucitó, librándolo de las angustias de la muerte, porque no era posible que ella tuviera dominio sobre él.
En efecto, refiriéndose a él, dijo David: Veía sin cesar al Señor delante de mí, porque él está a mi derecha para que yo no vacile.
Por eso se alegra mi corazón y mi lengua canta llena de gozo. También mi cuerpo descansará en la esperanza,
porque tú no entregarás mi alma al Abismo, ni dejarás que tu servidor sufra la corrupción.
Tú me has hecho conocer los caminos de la vida y me llenarás de gozo en tu presencia.
Hermanos, permítanme decirles con toda franqueza que el patriarca David murió y fue sepultado, y su tumba se conserva entre nosotros hasta el día de hoy.
Pero como él era profeta, sabía que Dios le había jurado que un descendiente suyo se sentaría en su trono.
Por eso previó y anunció la resurrección del Mesías, cuando dijo que no fue entregado al Abismo ni su cuerpo sufrió la corrupción.
A este Jesús, Dios lo resucitó, y todos nosotros somos testigos.
Exaltado por el poder de Dios, él recibió del Padre el Espíritu Santo prometido, y lo ha comunicado como ustedes ven y oyen. 

Salmo 16(15),1-2a.5.7-8.9-10.11.
Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti.
Yo digo al Señor: «Señor, tú eres mi bien.»
El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz,
¡tú decides mi suerte!

Bendeciré al Señor que me aconseja,
¡hasta de noche me instruye mi conciencia!
Tengo siempre presente al Señor:
él está a mi lado, nunca vacilaré.

Por eso mi corazón se alegra,
se regocijan mis entrañas y todo mi ser descansa seguro:
porque no me entregarás a la Muerte
ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro.

Me harás conocer
el camino de la vida,
saciándome de gozo en tu presencia,
de felicidad eterna a tu derecha.


Mateo 28,8-15.
Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos.
De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense". Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él.
Y Jesús les dijo: "No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán".
Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido.
Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero,
con esta consigna: "Digan así: 'Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos'.
Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo".
Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy. 


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

Papa Francisco
Homilía del 24/03/2013 (trad. © copyright Libreria Editrice Vaticana)

Jesús va a su encuentro y les dice: "Alegraos” (texto original griego)

“¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en lo alto” (Lc 19,38)… Se respira un clima de alegría. Jesús ha despertado en el corazón tantas esperanzas, sobre todo entre la gente humilde, simple, pobre, olvidada, esa que no cuenta a los ojos del mundo. Él ha sabido comprender las miserias humanas, ha mostrado el rostro de misericordia de Dios y se ha inclinado para curar el cuerpo y el alma. Este es Jesús. Este es su corazón atento a todos nosotros, que ve nuestras debilidades, nuestros pecados. El amor de Jesús es grande… Jesús es Dios, pero se ha abajado a caminar con nosotros. Es nuestro amigo, nuestro hermano.

Y esta es la primera palabra que quisiera deciros: alegría. No seáis nunca hombres y mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo. Nunca os dejéis vencer por el desánimo. Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona, Jesús; que está entre nosotros; nace del saber que, con él, nunca estamos solos, incluso en los momentos difíciles, aun cuando el camino de la vida tropieza con problemas y obstáculos que parecen insuperables, y ¡hay tantos! Y en este momento viene el enemigo, viene el diablo, tantas veces disfrazado de ángel, e insidiosamente nos dice su palabra. No le escuchéis. Sigamos a Jesús. Nosotros acompañamos, seguimos a Jesús, pero sobre todo sabemos que él nos acompaña y nos carga sobre sus hombros: en esto reside nuestra alegría, la esperanza que hemos de llevar en este mundo nuestro. Y, por favor, no os dejéis robar la esperanza, no dejéis robar la esperanza. Esa que nos da Jesús.


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