martes, 22 de abril de 2014

El Sepulcro del Señor



XIV estación: dan sepultura al cuerpo de Jesús

Bajando del Calvario y regresando al atrio de la basílica, encontramos la Piedra de la Unción, que es muy venerada por los cristianos ortodoxos. Se trata de una losa de piedra rojiza con vetas blancas, que recuerda los cuidados que José de Arimatea y Nicodemo dedicaron al cuerpo de Jesús.

Yo subiré con ellos al pie de la Cruz, me apretaré al Cuerpo frío, cadáver de Cristo, con el fuego de mi amor..., lo desclavaré con mis desagravios y mortificaciones..., lo envolveré con el lienzo nuevo de mi vida limpia, y lo enterraré en mi pecho de roca viva, de donde nadie me lo podrá arrancar, ¡y ahí, Señor, descansad!

Cuando todo el mundo os abandone y desprecie..., serviam!, os serviré, Señor. 
Via Crucis, XIV estación, 1

Continuando hacia el oeste, se llega a la Rotonda o Anástasis, el monumento circular cerrado con una cúpula, en cuyo centro se levanta la capilla con la tumba del Señor.

Muy cerca del Calvario, en un huerto, José de Arimatea se había hecho labrar en la peña un sepulcro nuevo. Y por ser la víspera de la gran Pascua de los judíos, ponen a Jesús allí. Luego, José, arrimando una gran piedra, cierra la puerta del sepulcro y se va (Mt 27, 60).

Sin nada vino Jesús al mundo, y sin nada —ni siquiera el lugar donde reposa— se nos ha ido.

La Madre del Señor —mi Madre— y las mujeres que han seguido al Maestro desde Galilea, después de observar todo atentamente, se marchan también. Cae la noche.

Ahora ha pasado todo. Se ha cumplido la obra de nuestra Redención. Ya somos hijos de Dios, porque Jesús ha muerto por nosotros y su muerte nos ha rescatado.

Empti enim estis pretio magno! (1 Cor 6, 20), tú y yo hemos sido comprados a gran precio. Hemos de hacer vida nuestra la vida y la muerte de Cristo. Morir por la mortificación y la penitencia, para que Cristo viva en nosotros por el Amor. Y seguir entonces los pasos de Cristo, con afán de corredimir a todas las almas.

Dar la vida por los demás. Sólo así se vive la vida de Jesucristo y nos hacemos una misma cosa con Él.
Via Crucis, XIV estación.

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