Mons. Ottavio Michelini
20 de noviembre de 1975
INVITACIÓN A LA ORACIÓN
Escribe hijo mío:
Muchas veces he lamentado la crisis de fe que contagia a mi Iglesia, del vértice a la base.
Mi Iglesia languidece, mi Iglesia sufre porque mis ministros están gravemente contagiados.
Cuando el cuerpo no se alimenta, las fuerzas disminuyen; el cuerpo debilitado no reacciona contra los enemigos que lo atacan y que, más o menos lentamente, lo matan.
La lámpara no alimentada se apaga.
También la lámpara, no alimentada, de la fe se apaga y en el alma entonces se hace la oscuridad, se hace la noche.
Hasta el más pequeño hilo de hierba, incluso la flor si no son alimentadas, mueren pronto.
¿Qué cosa es una hoja de hierba agostada?
¿En qué se convierte una flor fresca y perfumada dejada sin alimento?
Pocas hojitas marchitas y secas, un tallo sutil y frágil que se parte al contacto con otro cuerpo.
Ángel prisionero
¿Qué es el alma del cristiano sin fe?
¿Qué es el alma del sacerdote que no reza?
Es lo más frágil y vulnerable que existe.
Inmersa en la oscuridad se pierde y es arrollada inexorablemente por la concupiscencia del espíritu, o por la de los sentidos, frecuentemente por una y por la otra.
Es el ángel encarcelado por Satanás en la podredumbre de los sentidos o en la impureza del espíritu, en el error y la herejía.
¿Qué cosa es el ama del sacerdote que está en crisis de fe por falta de vida interior?
Es el hazmerreír y el juguete de Satanás, quien desfoga sobre ella su odio, sus celos, ensuciándola
con todas las porquerías, y de ella hace una esclava.
Es la revancha desesperada de Satanás que vomita toda su baba venenosa sobre esa pobre y desventurada alma, que no ha querido usar los medios eficacísimos de defensa que Yo he puesto a su disposición.
Oxígeno del alma
El primer medio de defensa es la oración.
— la oración que eleva el alma hasta Dios.
— la oración que es la respiración del alma.
— la oración que es el oxigeno del alma.
— la oración que une el alma a Dios de un modo íntimo y profundo.
Cuando un alma se aferra fuertemente a Mí ¿quién la podrá arrancar de Mí, de mi Corazón?
El alma que no reza es como un fruto agusanado: nadie advierte la creciente podredumbre en su interior. Pero al final el fruto caerá a tierra, y se sabe como terminan estos frutos: en el estercolero.
Yo, Jesús Hijo de Dios, he rezado día y noche aun no teniendo necesidad. He querido que a la enseñanza precediera el ejemplo; pero para muchísimos cristianos y sacerdotes mi ejemplo no ha servido para nada.
Si alguien se niega a comer no me puede imputar a Mí la disminución en él de la fuerza física; si alguien se niega a orar no se me puede imputar a Mí el que se apague en él toda energía espiritual. Quien no reza es como un náufrago entre las olas tempestuosas de un mundo que no es de Dios. Si no nada ¿cómo puede salvarse?
Un número impresionante de sacerdotes que han dejado caer en el vacío mis invitaciones a la oración ¿cómo podrán salvarse? ¿No advierten que su febril actividad es estéril, que no está bendecida por Dios? Muchas veces hasta es contraproducente.
Ya no creen en los Sacramentales, de los que ya casi no hacen uso, salvo siempre las excepciones; Viven fuera de la viva Realidad espiritual; están como hipnotizados por el Maligno.
¡Enciéndanse fuegos!
Hijo, creen sólo en sí mismos, creen en las revistas vacías y en los periódicos. De estas fuentes beben ávidamente.
Bastaría una mirada tranquila y retrospectiva a la vida de la Iglesia para darse cuenta que sin la oración ningún Santo se ha santificado. Ningún mártir (y son millones) ha dado testimonio con su sangre de su fidelidad a Mí, a la Fe, sin ser sostenido por la oración.
A esto no miran. Pero ¿de qué alimentan su alma?¡ La vida de la Gracia está apagada en muchos!
¡Cuánta ceguera! Qué noche tan profunda...
Es terrible, han rechazado y rechazan la luz y la vida los elegidos para llevar luz y vida a las almas.
Hijo mío, Yo soy el Amor que ellos rechazan, Yo soy la vida que ellos apagan. Yo soy el fuego. ¿Qué quiero si no que este fuego arda?
Por esto quiero que se enciendan muchos fuegos en los pueblos y en las ciudades. ¡Ay de aquellos pastores que se opongan a esta mi voluntad!
Quiero, por ejemplo, los amigos de Mí Eucaristía como te he dicho.
Te he elegido para una gran cosa: ¡para llevar mi Palabra a los sucesores de los Apóstoles, a los sacerdotes, a mis fieles!
¡Es una última oportunidad de salvarse y de salvar a las almas!
No me han creído a Mí, no han creído a mi Madre. No creerán; muchos persistirán en su ceguera, pero Yo quiero que sepan que ¡la hora está cercana!
Te bendigo, hijo mío.
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