La meditación en el Pesebre nos enseña muchas cosas, muchas virtudes… entre todas destaca ciertamente “la pobreza”.
El Dios infinito y todopoderoso nace en una carne mortal, finita… infinitamente pobre.
“El mundo entero duerme inconsciente el pesado sueño de la carne… Hace mucho frío esta noche en las tierras de Judá… Las estrellas que bordan los cielos, son los ojos de los ángeles que cantan el «Gloria a Dios en las alturas»…, canto hecho para Dios y oído por unos pastores, que vigilan sus rebaños y acuden a adorar con sus almas infantiles, a Jesús que acaba de nacer.
La primera lección del amor de Dios, que busca como primer apoyo en el mundo, el amor entrañable de María, la castidad y pobreza de José, y la humildad y sencillez de unos pastores… Este es el cuadro que el Hijo de Dios ha escogido para hacer su aparición en el mundo.
Cerca de dos mil años llevan transcurridos desde aquella noche a nuestros días, y también ahora el milagro de Jesús se repite”[1].
-Dios elige para salvarnos la pobreza, la busca, la ama, como el esposa a su esposa. Como San Pablo escribe a los corintios: “Dios que era rico se hizo pobre, para enriquecernos con su pobreza”. En la pobreza está nuestra riqueza.
En bello romance canta el poeta[2]:
El p. Llorente (gran misionero en Alaska), se lo recuerda fuertemente a unas monjas carmelitas, que le contaban contentas las reformas del Carmelo:
“No sabía que estuvieran tan adelantadas las obras del Monasterio. Como ya les dije una vez me da cierta pena verlas viviendo en una casa tan rica. Dios ha de ser menos generoso con sus gracias; ya lo verán. La pobreza en religiosos es fuente de gracias divinas muy especiales. Los grandes edificios con capillas muy vistosas engendran soberbia y vanidad secretas. Decimos que es para Dios, pero Dios ve los secretos de los corazones. San Juan de la Cruz dijo que el fausto en las solemnidades religiosas con grandes gastos eran menos agradables a Dios que la pureza del corazón con menos solemnidad y más pobreza; porque se corre el gran peligro de pararse en lo exterior que encandila los sentidos. Al menos hagan por tener celdas sin lujo alguno. Coman bien y duerman bien y solácense en los recreos para no enfermar; pero que el ajuar sea poco y pobre.
No me inviten a la inauguración, porque los Misioneros no disponemos de nuestras personas y no me permitirían los Superiores un viaje tan largo para eso. No se apuren; tendrán un enjambre de sacerdotes que ni sitio tendrán para tantos”.
Amemos la pobreza de Jesús Niño, nacido por amor en un pobre portal.
Y ofrezcámosle nuestra vida, toda entera, como nos enseña el Santo hno. Trapense:
“Ya pasó el día de Nochebuena… Día en que fui también a adorar a Jesús Redentor…, día en que también como entonces, hacía frío en la tierra, y aunque mi alma no tiene la castidad de José ni el amor de María…, ofrecí al Señor mi pobreza absoluta de todo, mi alma vacía; y si no le entoné himnos como los ángeles, procuré cantarle coplas de pastores…, la canción del pobre, del que nada tiene, la canción del que sólo miserias puede ofrecer a Dios… Pero no importa, pues las miserias y flaquezas ofrecidas a Jeús por un corazón de veras enamorado, son aceptadas por El, como si fueran virtudes… Grande…, inmensa, es la misericordia de Dios”.
Santa María del Belén nos los conceda, nos haga pobres como el Niño Dios.
¡FELIZ NAVIDAD!
¡FELIZ AÑO NUEVO!
P. Emmanuel Ansaldi, IVE
El Dios infinito y todopoderoso nace en una carne mortal, finita… infinitamente pobre.
“El mundo entero duerme inconsciente el pesado sueño de la carne… Hace mucho frío esta noche en las tierras de Judá… Las estrellas que bordan los cielos, son los ojos de los ángeles que cantan el «Gloria a Dios en las alturas»…, canto hecho para Dios y oído por unos pastores, que vigilan sus rebaños y acuden a adorar con sus almas infantiles, a Jesús que acaba de nacer.
La primera lección del amor de Dios, que busca como primer apoyo en el mundo, el amor entrañable de María, la castidad y pobreza de José, y la humildad y sencillez de unos pastores… Este es el cuadro que el Hijo de Dios ha escogido para hacer su aparición en el mundo.
Cerca de dos mil años llevan transcurridos desde aquella noche a nuestros días, y también ahora el milagro de Jesús se repite”[1].
-Dios elige para salvarnos la pobreza, la busca, la ama, como el esposa a su esposa. Como San Pablo escribe a los corintios: “Dios que era rico se hizo pobre, para enriquecernos con su pobreza”. En la pobreza está nuestra riqueza.
En bello romance canta el poeta[2]:
“Para eso al mundo ha venido
en la noche de provechos,
aquel que siendo riqueza
en pobreza resultó hecho;
aquel que pudiendo tener
las riquezas y portentos
de los reyes y monarcas,
y sus reinos tan inmensos
quiso ser pobre en miseria
para ser pobre en extremo.
que por ganarnos el alma,
quiso ser pobre naciendo
en agudas soledades
para darnos ejemplo
de una vida de mendigo
implorando sufrimientos.
Y al fin de tantos dolores,
en cruz de pobre muriendo.
¡Jamás dejéis de admiraros,
Pastorcillo de estos suelos!,
¡que Dios obra sus milagros,
a través de los pequeños!”
Y a nosotros nos impele de un modo especial a vivir su pobreza, tanto la material como la espiritual. Debe ser un constante esfuerzo de nuestro corazón consagrado el querer buscar y amar a la Dama pobreza, y vivirla del mejor modo, con alegría de corazón.El p. Llorente (gran misionero en Alaska), se lo recuerda fuertemente a unas monjas carmelitas, que le contaban contentas las reformas del Carmelo:
“No sabía que estuvieran tan adelantadas las obras del Monasterio. Como ya les dije una vez me da cierta pena verlas viviendo en una casa tan rica. Dios ha de ser menos generoso con sus gracias; ya lo verán. La pobreza en religiosos es fuente de gracias divinas muy especiales. Los grandes edificios con capillas muy vistosas engendran soberbia y vanidad secretas. Decimos que es para Dios, pero Dios ve los secretos de los corazones. San Juan de la Cruz dijo que el fausto en las solemnidades religiosas con grandes gastos eran menos agradables a Dios que la pureza del corazón con menos solemnidad y más pobreza; porque se corre el gran peligro de pararse en lo exterior que encandila los sentidos. Al menos hagan por tener celdas sin lujo alguno. Coman bien y duerman bien y solácense en los recreos para no enfermar; pero que el ajuar sea poco y pobre.
No me inviten a la inauguración, porque los Misioneros no disponemos de nuestras personas y no me permitirían los Superiores un viaje tan largo para eso. No se apuren; tendrán un enjambre de sacerdotes que ni sitio tendrán para tantos”.
Amemos la pobreza de Jesús Niño, nacido por amor en un pobre portal.
Y ofrezcámosle nuestra vida, toda entera, como nos enseña el Santo hno. Trapense:
“Ya pasó el día de Nochebuena… Día en que fui también a adorar a Jesús Redentor…, día en que también como entonces, hacía frío en la tierra, y aunque mi alma no tiene la castidad de José ni el amor de María…, ofrecí al Señor mi pobreza absoluta de todo, mi alma vacía; y si no le entoné himnos como los ángeles, procuré cantarle coplas de pastores…, la canción del pobre, del que nada tiene, la canción del que sólo miserias puede ofrecer a Dios… Pero no importa, pues las miserias y flaquezas ofrecidas a Jeús por un corazón de veras enamorado, son aceptadas por El, como si fueran virtudes… Grande…, inmensa, es la misericordia de Dios”.
Santa María del Belén nos los conceda, nos haga pobres como el Niño Dios.
¡FELIZ NAVIDAD!
¡FELIZ AÑO NUEVO!
P. Emmanuel Ansaldi, IVE
No hay comentarios:
Publicar un comentario