Por gracia de Dios hemos vivido un fin de semana muy intenso, como ya habíamos anunciado tiempo atrás.
Dos monjes, José Ignacio Berarducci e Ignacio Berretta, hicieron su profesión perpetua el sábado 14 (memoria de San Juan de la Cruz) y fueron ordenados diáconos, al día siguiente, por don Alfonso Milián, obispo de Barbastro-Monzón.
Quizá sean los primeros votos perpetuos en este Santuario, después de aquellos profesados por Dom Aurelio Boix, mártir benedictino del Pueyo (el más joven de la comunidad y beatificados el 13 de octubre p.p.), un mes y medio antes de morir mártir (el 11 de julio de 1936), testimoniando con la sangre lo que había profesado con los labios.
Por eso, es ciertamente un hecho histórico, y de gran importancia para nuestro pequeño Instituto, para este Santuario-Monasterio y para toda la Iglesia.
Momentos antes de derramar su sangre por Cristo escribía el beato Aurelio:
«En poco tiempo ¡Qué dos gracias tan señaladas me concede mi buen Dios! ¡La profesión, holocausto absoluto… el martirio, unión decisiva a mi Amor! ¿No soy un ser privilegiado?»
Que la intercesión y el ejemplo de los beatos mártires podienses, cuyas reliquias se guardan y veneran en este santo monte, nos ayuden a ser fieles a nuestra consagración especial, aquí, en la vida monástica.
P. Emmanuel Ansaldi, IVE
Dos monjes, José Ignacio Berarducci e Ignacio Berretta, hicieron su profesión perpetua el sábado 14 (memoria de San Juan de la Cruz) y fueron ordenados diáconos, al día siguiente, por don Alfonso Milián, obispo de Barbastro-Monzón.
Quizá sean los primeros votos perpetuos en este Santuario, después de aquellos profesados por Dom Aurelio Boix, mártir benedictino del Pueyo (el más joven de la comunidad y beatificados el 13 de octubre p.p.), un mes y medio antes de morir mártir (el 11 de julio de 1936), testimoniando con la sangre lo que había profesado con los labios.
Por eso, es ciertamente un hecho histórico, y de gran importancia para nuestro pequeño Instituto, para este Santuario-Monasterio y para toda la Iglesia.
Momentos antes de derramar su sangre por Cristo escribía el beato Aurelio:
«En poco tiempo ¡Qué dos gracias tan señaladas me concede mi buen Dios! ¡La profesión, holocausto absoluto… el martirio, unión decisiva a mi Amor! ¿No soy un ser privilegiado?»
Que la intercesión y el ejemplo de los beatos mártires podienses, cuyas reliquias se guardan y veneran en este santo monte, nos ayuden a ser fieles a nuestra consagración especial, aquí, en la vida monástica.
P. Emmanuel Ansaldi, IVE
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