Tus lágrimas son preciosas
para Dios
Hola
¿Has sentido alguna vez el abrazo de Dios?Las lágrimas que son lloradas durante la oración son muy valiosas, son como gotitas de diamantes. No hay nada malo con ponerse sentimental y derramar nuestras penas sobre Dios. Cuándo tu corazón está agobiado con penas por cualquier pérdida, cualquier preocupación, o cualquier herida, Jesús espera que compartas la carga con él. Date permiso para que todo salga verdaderamente, desde lo más profundo de ti. Dios no tira estos diamantes. El los aprecia. El llora contigo.
¿Si las lágrimas no fueran diamantes de oración, por qué lloraría nuestra Santísima Madre en el cielo? ¿Por qué sería ella Nuestra Señora de los Dolores? ¿No se supone que el cielo es un lugar de alegría, donde no hay más penas? Sin embargo, ella llora por el pecado en el mundo. Ella llora por ti cuando te alejas de su Hijo. Ella llora cuando alguien peca contra ti. Ella llora contigo cuando tú lloras, y así también Jesús.
El llanto parece ser un rasgo femenino; por la manera que fuimos creados biológicamente, las mujeres lloran más a menudo que los hombres. Los científicos explican que las hormonas de los hombres transmiten su pena a enojo, y sin embargo Jesús - completamente un hombre - lloró por los demás cuando él los vio llorando sobre la muerte de Lázaro, y él lloró por Jerusalén cuando él previo su destrucción, y él lloró por él mismo cuando él encaró la crucifixión.
para Dios
Hola
¿Has sentido alguna vez el abrazo de Dios?Las lágrimas que son lloradas durante la oración son muy valiosas, son como gotitas de diamantes. No hay nada malo con ponerse sentimental y derramar nuestras penas sobre Dios. Cuándo tu corazón está agobiado con penas por cualquier pérdida, cualquier preocupación, o cualquier herida, Jesús espera que compartas la carga con él. Date permiso para que todo salga verdaderamente, desde lo más profundo de ti. Dios no tira estos diamantes. El los aprecia. El llora contigo.
¿Si las lágrimas no fueran diamantes de oración, por qué lloraría nuestra Santísima Madre en el cielo? ¿Por qué sería ella Nuestra Señora de los Dolores? ¿No se supone que el cielo es un lugar de alegría, donde no hay más penas? Sin embargo, ella llora por el pecado en el mundo. Ella llora por ti cuando te alejas de su Hijo. Ella llora cuando alguien peca contra ti. Ella llora contigo cuando tú lloras, y así también Jesús.
El llanto parece ser un rasgo femenino; por la manera que fuimos creados biológicamente, las mujeres lloran más a menudo que los hombres. Los científicos explican que las hormonas de los hombres transmiten su pena a enojo, y sin embargo Jesús - completamente un hombre - lloró por los demás cuando él los vio llorando sobre la muerte de Lázaro, y él lloró por Jerusalén cuando él previo su destrucción, y él lloró por él mismo cuando él encaró la crucifixión.
Dios aprecia nuestras oraciones llenas de lágrimas, porque significa que somos honestos con él y con nosotros mismos. Tales oraciones vienen de una pasión profunda. No sólo son ofrendas de dolor, como diamantes preciosos para Dios, sino que son también un acto de rendición. Hemos alcanzado el fin de nuestra capacidad de ser fuertes, felices, y la aceptación de las dificultades de la vida. En esa rendición humilde, Dios tiene espacio para entrar y aliviarnos y darnos su propia fuerza para continuar hacia adelante.
¿Has sentido alguna vez el abrazo de Dios? Uno de los nombres bíblicos para el Espíritu Santo es el Consolador, ¿pero cómo podemos sentir el abrazo de un Dios que es invisible e intangible? A menudo nuestras lágrimas vienen de no poder sentir su toque cuando más lo necesitamos. Y entonces, tenemos que buscar las varias maneras en las que él se hace conocer. A través del día, Jesús está a nuestro lado haciéndonos favores grandes y pequeños. Generalmente, sin embargo, nosotros permitimos que nuestro dolor nos distraiga de darnos cuenta de sus regalos.
En la lectura del Evangelio de hoy, el abrazo consolador de Dios se hace palpable entre María y el discípulo Juan. Mientras él sufría por el dolor y la pérdida de su querido amigo, ella sufría con un tormento que sólo una madre puede sentir. Y Jesús, en medio de su propio dolor, dio el regalo del consuelo a su madre y al amigo dándoles a ambos el uno al otro.
Es por medio de la comunidad - el regalo del uno y el otro - que encontramos el consuelo. No hay dolor más grande que sufrir solo. Dios no quiere que sufras solo, nunca. El te proporciona con amigos que te darán su abrazo, tal como lo hizo con María y Juan. Si no sabes quiénes son estos compañeros que brindan alivio, mira con atención, hacia nuevas direcciones; ellos ya están allí para ti.
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