martes, 23 de julio de 2013

Vida Eremitica

Ermitaño

 
 
Representación de Pablo de Tebas, conocido como Pablo el ermitaño o Pablo el egipcio, venerado por la Iglesia católica y la Iglesia copta como el primer santo en llevar una vida eremítica.
Un ermitaño o eremita es una persona que elige profesar una vida solitaria y ascética, sin contacto permanente con la sociedad. El vocablo ermita procede del latín eremīta, que a su vez deriva del griego ἐρημίτης o de ἔρημος, que significa «del desierto». En sentido laxo, el término se extendió para significar a todo aquél que vive en soledad, apartado de los vínculos sociales.
En el cristianismo, la vida eremítica tiene por finalidad alcanzar una relación con Dios que se considera más perfecta. La vida del ermitaño está por lo general caracterizada por valores que incluyen el ascetismo, la penitencia, el alejamiento del mundo urbano y la ruptura con las preferencias de éste, el silencio, la oración, el trabajo y, en ocasiones, la itinerancia. Se considera que el eremitismo en el cristianismo nació a fines del siglo III y principios del siglo IV,[1] particularmente tras la paz constantiniana, cuando los llamados «Padres del Desierto» abandonaron las ciudades del Imperio romano y zonas aledañas para ir a vivir en las soledades de los desiertos de Siria y Egipto, sobresaliendo el desierto de la Tebaida.
La práctica del eremitismo también se encuentra presente en la historia del hinduismo, el budismo, el sufismo y el taoísmo.
En el mundo moderno suele verificarse una variante que, si bien no puede catalogarse como eremitismo propiamente dicho, mantiene algunas de sus características. En este caso, no se verifica una «fuga geográfica» del mundo, sino un aislamiento respecto del estilo o de la forma de vida que el mundo presenta. Se trata de un «eremitismo en medio del mundo», impregnado por rasgos de soledad, oración y trabajo, que huye de cualquier tipo de publicidad y que florece, en el decir del periodista Vittorio Messori, como «reacción a la borrachera comunitaria».[2]

El ermitaño cristiano

El eremitismo en el cristianismo temprano

El eremitismo es un modo de vida nacido en Oriente, particularmente en Egipto y Siria, hacia el siglo III, pero con algunos precedentes precristianos, como el de la comunidad judía de los Terapeutas, curadores de almas, con asiento en Alejandría, que propugnaba la soledad y el aislamiento como camino para alcanzar la perfección espiritual.[3]
Ermitaño fue el nombre dado desde el siglo III al V al cristiano que, para entregarse con toda libertad a la vida contemplativa y penitente en busca de Dios, se apartaba de los vínculos sociales usuales, para habitar en los desiertos de la Tebaida (a unos mil kilómetros del delta del Nilo) y en las comarcas vecinas. La norma de vida de aquellos eremitas era de un ascetismo llevado a sus límites: vivían en el desierto, se alojaban en albergues precarios o en cuevas, y subsistían gracias al trabajo manual. Sus ayunos eran muy prolongados y mantenían una vida espiritual durísima.
El modelo inicial de eremitismo, propio de los anacoretas orientales del siglo III, tendría más tarde imitadores -aunque con reservas- en la vida monástica occidental.[1] Sucesivamente y por extensión, se asignó el mismo nombre a todos los que se retiraron a lugares solitarios para vivir una vida libre de las ataduras de la sociedad. Algunos fijaban su misión en el cuidado y protección de una ermita dedicada a algún santo, por lo general, en algún territorio despoblado y poco visitado. El retiro del ermitaño se consideraba parte de su vida espiritual y de su entrega cristiana.
En su evolución posterior, la Iglesia generó una tendencia hacia la transformación de aquellas primeras comunidades eremíticas en órdenes religiosas estables, que permitieran una vida ascética pero evitando prácticas extravagantes o exageradas, reglando las horas de oración, de trabajo y de estudio. Se mantenía la pobreza, pero con vestimenta y comida adecuadas. Así, se dio el nombre de ermitaños a ciertas órdenes religiosas como las de San Pablo, San Jerónimo o San Agustín.
Ejemplos de eremitismo temprano
Se dice que el primer ermitaño fue Pablo, el egipcio que vivió noventa años en el desierto (desde 250 a 340 d.C.).[4]
Entre los ejemplos más notables de eremistisno de los siglos III a VI se cuentan:
 
San Onofre

El eremitismo en los siglos XI y XII

En la Edad Media, el eremitismo consistió principalmente en la renuncia ascética a una patria, a lo que se unía la llamada peregrinatio pro Christo (la condición de itinerante por amor a Cristo).
El eremitismo, tal como se generalizó en Europa a partir de las severas reformas monásticas en los siglos XI y XII, se verificó como una alternativa a la regla vivida por los monjes en los grandes monasterios o abadías. Ya no tenía las características del practicado en la Alta Edad Media, sino que se generó en ciertas personas (aristócratas, clérigos o monjes insatisfechos) como reacción de carácter espiritual frente a la vida de opulencias. El «progreso» económico y la vida de opulencia se prodigaba particularmente en las nuevas ciudades y entre los propietarios de campos. El «eremitismo» suponía aquí un cambio o «conversión», que implicaba un salto desde la «opulencia» que se abandonaba a la «suma pobreza» que se asumía sin atenuantes, dejando las ciudades.[5]
Es así como muchos monjes volvieron a la soledad del desierto, solos o en pequeños grupos. A los asentamientos eremíticos que se produjeron en el siglo XI corresponde la aparición de las órdenes de los cartujos y los camaldulenses, en tanto que el siglo XIII surgen los ermitaños agustinos, identificados con las órdenes mendicantes. Así se produce la unión del anacoretismo y el cenobitismo en una orden centralizada.[1]
Además de las distintas formas de eremitismo organizado, existieron hombres y mujeres llamados «inclusos» o «reclusos» que, temporalmente o de por vida, se encerraban voluntariamente en una celda que hacían tapiar.[1] Estas salas carentes de puertas poseían como único medio de acceso una ventana pequeña por la que entraba algo de luz. A través de esa apertura, la gente le hacía llegar alimento y bebida utilizando una polea. Solían gozar de gran prestigio por las virtudes heroicas que se les atribuía. Esta forma perdió prontamente importancia en el siglo XV hasta desaparecer por completo en el siglo XVII. Sin embargo, el eremitismo como tal continuó existiendo.
Ejemplos de eremitismo en los siglos XI y XII[editar]
Entre los ejemplos más conocidos de eremistisno de los siglos XI y XII se pueden mencionar:
En los siglos XIII al XV se presentaron casos paradigmáticos de eremitismo, entre los que sobresalen el de Celestino V quien, en una decisión espontánea, renunció al papado para retornar a su vida eremítica,[6] y el de Juliana de Norwich, considerada una de las más grandes escritoras místicas de Inglaterra.[7]

El eremitismo en tiempos contemporáneos

Luego de la secularización que significó la ilustración alemana del siglo XVIII, surgió en la primera mitad del siglo XIX una nueva fraternidad eremítica en la diócesis de Ratisbona (en alemán, Regensburg), Alemania. Los miembros de la fraternidad vivían como terciarios de San Francisco de Asís, y se extendieron por zonas yermas de Alemania, Suiza y Austria.[1]
En el siglo XX, el eremitismo tomó diferentes formas.
 
El beato Carlos de Foucauld en 1904, ermitaño en Argelia
Algunos ermitaños famosos pertenecen a órdenes religiosas, aunque solicitan permiso para llevar una vida eremítica. Tales son los casos de María Boulding (monja benedictina, 1929-2009) o Thomas Merton (monje cisterciense, 1915-1968). Otros ermitaños son consagrados según el canon 603 (ver más adelante), como Scholastica Egan. Hay ermitaños que no pertenecen a ninguan orden religiosa, como la hermana Wendy Beckett (quien perteneció a las hermanas de Notre Dame de Namur), o Jan Tyranowski, figura central en la formación de Karol Wojtyla.
El beato Carlos de Foucauld (1858-1916) constituye un caso emblemático. Habiendo sido un militar de vida disipada y un explorador de Marruecos, se convirtió al catolicismo y vivió como monje trapense, primero en Francia y luego en Siria. Más tarde abandonó la Trapa para llevar una vida eremítica aún más exigente en el Sahara argelino, aunque su espiritualidad incluyó numerosos rasgos de servicio hacia los más abandonados. Su figura, simbolizada en la célebre «Oración de abandono» constituye una renovación del eremitismo y de la llamada «espiritualidad del desierto» en pleno siglo XX.

El Código de Derecho Canónico y el eremitismo

El Código de Derecho Canónico, promulgado por la autoridad de Juan Pablo II el 25 de enero de 1983, contempla el eremitismo diocesano-canónico en el canon 603:
1. Además de los institutos de vida consagrada, la Iglesia reconoce la vida eremítica o anacorética, en la cual los fieles, con un apartamiento más estricto del mundo, el silencio de la soledad, la oración asidua y la penitencia, dedican su vida a la alabanza de Dios y salvación del mundo. 2. Un ermitaño es reconocido por el derecho como entregado a Dios dentro de la vida consagrada, si profesa públicamente los tres consejos evangélicos, corroborados mediante voto u otro vínculo sagrado, en manos del Obispo diocesano, y sigue su forma propia de vida bajo la dirección de éste.[8]
Código de Derecho Canónico, canon 603
En España y en distintos países de América hispana existen hoy ermitaños y ermitañas consagrados según este canon.

El eremitismo en otras religiones y culturas

La práctica del eremitismo está presente además en la historia del hinduismo, el budismo y el sufismo. El taoísmo también cuenta en su haber con figuras ascéticas y eremíticas, aunque raramente el eremitismo fue una forma de vida permanente para los taoístas practicantes.[9] Desde un punto de vista religioso, la vida solitaria se torna así en una forma de ascetismo, en donde el ermitaño renuncia a las preocupaciones y placeres mundanos. En la vida eremítica asceta, el ermitaño busca la soledad para la meditación, la contemplación y la oración sin las distracciones de contacto con la sociedad humana, el sexo, o la necesidad de mantener otros estándares socialmente aceptables (por ejemplo, de alimentación o vestimenta).
En China, la vida ascético-eremítica típica de la espiritualidad del budismo y del cristianismo pre-protestante no formó parte de la cultura antes de la introducción del budismo, y hasta la actualidad se la ve con cierto recelo desde el punto de vista de los valores normativos de China. Por otro lado, existe un inusual eremitismo no ascético, que tiene en China una historia que precede al budismo. Para una élite, el equivalente de la vida eremítica en China en la actualidad consiste en negarse a ocupar cargos gubernamentales o en ser forzado a retirarse. Este fue un estilo de vida entendido como religioso —a menudo relacionado con la experiencia extática religiosa—, así como el mantenimiento de los más altos valores éticos. El ascetismo no estaba implicado sino que, de hecho, podría tratarse de un estilo de vida dedicado a búsquedas estéticas.[10]

Véase también

Referencias

  1. a b c d e Schwaiger, Georg (1998). La vida religiosa de la A a la Z. Madrid: San Pablo. pp. 214-215. ISBN 84-285-2033-X. http://books.google.com.ar/books?id=SU-Oj_YRJ7AC&pg=PA214&dq=eremitismo&hl=es#v=onepage&q=eremitismo&f=false. Consultado el 10 de diciembre de 2011. 
  2. Religión Digital. «Vocación: los nuevos ermitaños» (en español). Consultado el 9 de septiembre de 2011.
  3. Martínez Tejera, Artemio Manuel (2006). «La realidad material de los monasterios y cenobios rupestres hispanos». En José Ángel García de Cortázar (en español). Monjes y monasterios hispanos en la alta Edad Media. Editorial San Esteban. pp. 59-97. ISBN 84-89483-98-1. http://books.google.com.ar/books?id=e2jnvQbghoIC&pg=PA61&dq=eremitismo&lr=&hl=es&cd=21#v=onepage&q=eremitismo&f=false. Consultado el 9 de septiembre de 2011. 
  4. Diccionario enciclopédico popular ilustrado Salvat. Madrid: Espasa Hermanos y Salvat. 1906-1914. 
  5. Aniz Iriarte, Luis V.; Díaz Martín (1996) (en español). Santo Domingo de Caleruega. Contexto eclesial religioso. IV Jornadas de estudios medievales. Editorial San Esteban. p. 25. ISBN 84-8260-024-9. 
  6. Madrid-Malo, Mario (2005). Tú eres Pedro. El papado en la Historia (1ª edición). Bogotá: San Pablo. p. 224. ISBN 958-692-727-X. http://books.google.com.ar/books?id=QYb01Jmq2fAC&printsec=frontcover&source=gbs_ge_summary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false. Consultado el 11 de febrero de 2013. 
  7. Davis, Carmel Bendon (2008). Misticism and Space. EE. UU.: The Catholic University of America Press. p. 31. ISBN 978-0-8132-1522-8. http://books.google.com.ar/books?id=3R-ln3I3wNAC&pg=PA31&dq=%22julian+of+norwich%22+eremitism&hl=es&sa=X&ei=NpgbUeDSNsqt0AG_jYDwCA&ved=0CCsQ6AEwAA#v=onepage&q=%22julian%20of%20norwich%22%20eremitism&f=false. Consultado el 13 de febrero de 2013. 
  8. Libreria Editrice Vaticana (ed.): «Parte III: De los institutos de vida consagrada y de las sociedades de vida apostólica. Sección I: De los institutos de vida consagrada. Título I: Normas comunes de todos los institutos de vida consagrada» (en español). Código de Derecho Canónico (2003). Consultado el 10 de diciembre de 2011.
  9. Katz, Paul R. (2008). «Taoism and local communities». En Pregadio, Fabrizio. The encyclopedia of taoism. Abingdon, Oxon (EE. UU.): Routledge. pp. 167-169. ISBN 978-0-7007-1200-7. http://books.google.com.ar/books?id=t8h8myrpxAUC&pg=PA169&dq=eremitism+Taoism&hl=es&sa=X&ei=-BocUZTiMOTJ0QHo8oDwDg&ved=0CDAQ6AEwAA#v=onepage&q=eremitism%20Taoism&f=false. Consultado el 13 de febrero de 2013. 
  10. Paper, Jordan (1999). «Eremitism in China». Journal of Asian and African Studies 34 (1):  pp. 46-55. ISSN 0021-9096. 

Enlaces externos

Anacoreta

    
La palabra anacoreta procede del latín medieval anachorēta, y éste del término griego Ανα-χωρέω, que significa 'retirarse'. La definición del término puede tener varios matices, si bien interrelacionados: el de aquél que vive aislado de la comunidad o también para referirse a quienes rehúsan los bienes materiales, y el de alguien que se retira a un lugar solitario para entregarse a la oración y a la penitencia.

Contexto histórico

Los anacoretas conocidos ya en tiempo de los judíos comenzaron a extenderse desde los principios del cristianismo y se multiplicaron durante los siglos II y III a causa de las persecuciones, refugiándose gran número de ellos en la Tebaida (Egipto).[1] Pensaban que apartándose de la sociedad humana, obedecían además el mandato cristiano de «no ser parte del mundo».
Si fueseis del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, sino que yo os escogí del mundo, por esto el mundo os aborrece. (San Juan 15:19)
El anacoretismo es un tipo de vida que surge como consecuencia de una corriente espiritual de la iglesia de Cristo a inicios del siglo IV: la espiritualidad monástica. Esta corriente espiritual buscaba la limpieza de corazón la cual la conseguían mediante el desprendimiento de todo lo creado (apartamiento del mundo) y la práctica de la caridad. La limpieza de corazón era el requisito para la posesión del Reino de Dios, que en este mundo se obtiene por la contemplación divina y cristalizada en una forma de vida que se denomina vida contemplativa.
La primera manifestación de importancia de la vida anacoreta se dio en Egipto en torno a San Antonio Abad, quien congregó a su alrededor un gran número de discípulos que poblaron desiertos como los de Nitria y Scete. Su modo de vivir se caracterizaba sobre todo por la soledad y el silencio. Habitaban cuevas o cabañas, bien aislados o bien en grupos de dos o tres, dedicados plenamente a la oración, la penitencia y el trabajo manual. Una vez por semana, el domingo, los solitarios acudían a la iglesia en común para asistir a los oficios divinos y escuchar los consejos de los presbíteros.[2]

Ejemplos

Se tiene noticias entre otros anacoretas de los santos Pablo, primer ermitaño (250), Antonio Abad, San Onofre, Pacomio, Simeón, etc.
En los siglos XIX y XX, Carlos de Foucauld constituye un ejemplo singular. Después de su conversión, rehusó conservar su gran fortuna, aunque no pareció tener intención de vivir aislado de la comunidad. Sin embargo, su deseo de servir a "los últimos" lo llevó al Sahara argelino, donde ejercitó largamente la oración y a la contemplación. Sin dudas, Foucauld constituye un ejemplo del retorno a la espiritualidad del desierto en la era contemporánea.

Véase también

Referencias

  1. Diccionario enciclopédico popular ilustrado Salvat (1906–1914)
  2. Orlandis, José (1982, 4ª edición). «VII». Historia de la Iglesia — La Iglesia antigua y medieval. pp. 113–116. 

Enlaces externos

Padres del Desierto

   
 
Icono de la Iglesia Ortodoxa Copta de Alejandría que representa a Antonio Abad.
Con la denominación Padres del desierto, Padres del yermo o Padres de la Tebaida se conoce, en el Cristianismo, a los monjes, eremitas y anacoretas que en el siglo IV tras la paz constantiniana abandonaron las ciudades del Imperio romano (y otras regiones vecinas) para ir a vivir en las soledades de los desiertos de Siria y Egipto (famosa se hizo la Tebaida por tal fenómeno).
El primero, entre los conocidos, de tales anacoretas fue el egipcio Pablo el Ermitaño, que fue conocido gracias a Antonio Abad, también anacoreta. En Siria hubo otros, como Simón el Estilita.
En la ascesis solitaria tales «padres» (en arameo sing.: abba) y «madres» (amma) buscaban lo que en griego se ha llamado hésykia, es decir una «paz interior» para posibilitar la re-unión o «unión mística» con Dios.
Al ser el testimonio de una especie de fe cristiana radical, tuvieron numerosos discípulos durante toda la Edad Media y sus dichos o Apotegmas fueron recopilados y traducidos a numerosos idiomas originando de este modo un género literario, el llamado de los Pateriká, con algunos de estos escritos se inicia también la tradición de la Filocalia.
Junto a la Vida de Antonio escrita por el obispo de Alejandría Atanasio el Grande y a la Historia Lausaiaca de san Paladio, las diversas recopilaciones resultan los documentos más importantes para tener nociones de la historia de estos personajes.

En las artes

El tema de los Padres del Desierto ha sido motivo para diversas obras, en pintura Paolo Uccello, Sassetta, El Bosco, Mathis Grünewald trataron el tema (en particular las célebre Tentaciones de san Antonio, retratadas luego surrealísticamente por Max Ernst y Salvador Dalí. En literatura, Gustave Flaubert y Anatole France (siempre para mencionar a los artistas más renombrados) tomaron este tema, y en música lo han hecho Paul Hindemith y Ottorino Respighi.

Véase también

Bibliografía

Enlaces externos



Madres del desierto

   
Con la expresión Madres del desierto o "ammas del desierto" se conoce a las primeras mujeres del cristianismo primitivo que decidieron llevar, en el desierto, una forma de vida ascética, propia de ermitañas, anacoretas y monjas, similar a la forma de vida que adoptaron los Padres del Desierto. En los apotegmas que escribieron los padres, hay referencias a las ammas y a los apotegmas que algunas de ellas escribieron. Se sabe que hubo mujeres que practicaron la vida anacorética. Algunas veces tuvieron que hacerlo vestidas como los hombres. Ѕаrа, Sinclética de Alejandría у Теоdоrа, а quіеnеѕ ѕе lеѕ аtrіbuуеn арорhthеgmаtа, no ocultaron su identidad femenina.

Historia

La religión nacida en Palestina en el seno de comunidades judeocristianas,logró propagarse por otras ciudades y países del Imperio romano, llegando a organizarse bajo el primado de la comunidad romana.
No hay duda de que las mujeres estaban involucradas de un modo más intenso en la primera difusión del cristianismo de lo que las fuentes, bajo su prisma centrado en el hombre, sugieren. En consecuencia, los estudios actuales sobre la mujer se esfuerzan en gran medida en redescubrir a las primeras mártires cristianas, las profetisas y las maestras.[1]
En el siglo II se planteó la polémica entre los partidarios de una religión que prometía la gnosis, el conocimiento redentor de los orígenes del mal, y los que promovían la fe en el conocimiento de la verdad revelada. Estos últimos fueron los mayoritarios y establecieron cánones sobre qué era cristiano. Uno de estos cánones es el que estableció a quién correspondía el cargo de obispo y en qué consistiría. Entre otras cosas les correspondía decidir la correcta enseñanza «apostólica» en base a la «sucesión apostólica». Los obispos, explica Hans Küng, desplazaron a los doctores carismáticos, y también a los profetas y a las profetisas.
Desafortunadamente, el establecimiento de estructuras jerárquicas imposibilitó especialmente la verdadera emancipación de la mujer, y aún es así.(...)El ethos de «igualdad» de los primeros cristianos se hacía valer predominantemente en la esfera privada, pero la educación, un noble ideal helénico, normalmente se le negaba a las mujeres. La dominación masculina se estableció por completo, especialmente en la esfera de lo sagrado. Incontables teólogos y obispos abogaban por la inferioridad de la mujer y contrariamente a todo lo permitido y deseado en la iglesia primitiva reclamaban la exclusión de las mujeres de todo ministerio en la iglesia.[1]
A comienzos del siglo III el emperador Constantino decretó que el cristianismo fuera equiparado a la religión pagana (Edicto de Milán, 313). Promovió la tolerancia religiosa . Al mismo tiempo logró la unidad ideológica y administrativa del Imperio Romano, a través del Concilio de Nicea que como emperador convocó en el año 325. La capital fue trasladada a Bizancio. A la muerte de Constantino, las demás religiones fueron erradicadas hasta que, a finales del siglo IV, Teodosio decretó la prohibición general de los cultos paganos y los ritos de sacrificio. Después del fallecimiento de Teodosio, el Imperio se dividió en el de Oriente y el de Occidente. Aquél perduró como Bizancio hasta mediados del siglo XV. A finales del siglo V se produjo la caída del Imperio Romano de Occidente, después de haber sido invadido por los hunos durante los siglos IV y V.

Fuentes

Se conoce como Ammas o madres del desierto a las primeras mujeres ascetas que en el siglo IV abandonaron, como también hicieron los padres del desierto, las ciudades para ir a vivir a los desiertos de Siria y Egipto. Paladio de Galacia se refirió a ellas como:
[...] muјеrеѕ аnсіаnаѕ у “mаdrеѕ” ејеmрlаrеѕ quе роѕеídаѕ роr lа fuеrzа dе Dіоѕ, luсhаrоn соn еѕрírіtu vаrоnіl. Раlаdіо hіzо аluѕіón а quе dichas muјеrеѕ еrаn un ејеmрlо раrа аquеllаѕ оtrаѕ quе quеríаn ѕеguіr еl саmіnо dе lа саѕtіdаd у dе lа іnосеnсіа, у роr еllо rеmаrсó еn lаѕ рrіmеrаѕ еѕtе рrіnсіріо аѕсétісо.[2]
María J. Albarrán Martínez
La vida de las ammas fue recogida por los autores de la antigüedad cristiana. Uno de estos autores, Paladio de Galacia, explicó en su obra Historia Lausiaca, el significado de la palabra Abba (“padre espiritual”) y Amma (madre espiritual) y en ambos casos significa "lleno del Espíritu Santo". Ahora bien, el término Amma debía sеr арlісаdо а lаѕ muјеrеѕ dе mауоr реrfессіón аѕсétіса.[3]
Еn rеfеrеnсіа аl mоnасаtо fеmеnіnо Раlаdіо mеnсіоnó еn еl рrólоgо quе dеѕсrіbіríа lаѕ оbrаѕ dе lоѕ vіrtuоѕоѕ аѕсеtаѕ quе vіvіеrоn еn еl dеѕіеrtо у аѕí mіѕmо ехрlісó quе tаmbіén еvосаríа lоѕ rесuеrdоѕ dе muјеrеѕ аnсіаnаѕ у “mаdrеѕ” ејеmрlаrеѕ quе роѕеídаѕ роr lа fuеrzа dе Dіоѕ, luсhаrоn соn еѕрírіtu vаrоnіl. Раlаdіо hіzо аluѕіón а quе еѕtаѕ dісhаѕ muјеrеѕ еrаn un ејеmрlо раrа аquеllаѕ оtrаѕ quе quеríаn ѕеguіr еl саmіnо dе lа саѕtіdаd у dе lа іnосеnсіа, у роr еllо rеmаrсó еn lаѕ рrіmеrаѕ еѕtе рrіnсіріо аѕсétісо.
Existen investigaciones basadas en documentación papirológica que refieren al término «Amma»:
Lоѕ раріrоѕ dеmuеѕtrаn quе lа muјеr quе роrtаbа еѕtа dеnоmіnасіón tеníа un саrgо dеntrо dе lа јеrаrquíа mоnáѕtіса, о bіеn а nіvеl аdmіnіѕtrаtіvо, ѕіеndо lа ѕuреrіоrа dе lа іnѕtіtuсіón, о bіеn а nіvеl еѕріrіtuаl, ѕіеndо соnѕіdеrаdа un mоdеlо dе vіdа аѕсétіса. Ѕе trаtаbа рuеѕ dе unа “mаdrе еѕріrіtuаl”. Ἄμμα fuе un еmрlеаdо еn еl аmbіеntе mоnáѕtісо соmо un títulо hоnоrífісо dе rеѕреtо аdmіnіѕtrаtіvо у/о dе аltо grаdо аѕсétісо еquіvаlеntе а lоѕ títulоѕ Ἄπα у Ἄββα quе dеѕіgnаbаn а un hоmbrе соn еѕtаѕ mіѕmаѕ соndісіоnеs.[4]
María J. Albarrán Martínez
Isabel Pérez de Tudela argumenta que el ideal mariano es un espejo que refleja, para las religiosas, el modelo a imitar. Por ello, desde los primeros siglos del cristianismo algunas mujeres, por su condición de guías espirituales, están entre los padres de la Iglesia. Son las llamadas "madres del desierto".[5]

Ammas

Amma María (hermana de Pacomio) fue la fundadora de los primeros cenobios femeninos. Cuando en el año 320 Pacomio organiza la vida cenobítica en la Tebaida las monjas del monasterio de Panápolis eran más de cuatrocientas.[6]

En una celda se recluyó Thais, nacida en el siglo IV, con provisiones para tres años, después de haber sido aceptada por la Iglesia, tiempo durante el cual hizo penitencia por sus pecados. Cuando salió se dice que vivió entre las monjas del desierto egipcio sólo durante un breve período de quince días, luego murió.

Véase también

Referencias

  1. a b Küng, Hans (2002). «La Iglesia Católica». Consultado el 3 de marzo de 2012.
  2. Albarrán Martínez, María Jesús (2009). «El ascetismo femenino en Egipto según la documentación papirológica». Tesis doctoral (Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Alcalá de Henares):  p. 39. http://dspace.uah.es/dspace/handle/10017/6392. Consultado el 27 de marzo de 2012. 
  3. Camino Cisterciense (5 de octubre de 2011). «Madres del desierto: las fuentes de la espiritualidad monástica (Capadocia)». Consultado el 27 de marzo de 2012.
  4. Albarrán Martínez, María Jesús (2009). «El ascetismo femenino en Egipto según la documentación papirológica». Tesis doctoral (Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Alcalá de Henares):  p. 321. http://dspace.uah.es/dspace/handle/10017/6392. Consultado el 27 de marzo de 2012. 
  5. Pérez de Tudela y Velasco, María Isabel (1993). «El espejo mariano de la feminidad en la Edad Media española». Anuario filosófico 26 (3):  pp. 621-634. ISSN 0066-5215. http://www.vallenajerilla.com/berceo/perezdetudela/mariayfeminidad.htm. Consultado el 26 de marzo de 2012. 
  6. Regazzoni, Quinto. «La cultura de las Ammas de Egipto». Revista Umbrales,. Consultado el 3 diciembre de 2011.

Enlaces externos


Movimiento cenobítico

 
 
Icono copto de San Pacomio, fundador del monasticismo cenobítico cristiano.
El movimiento cenobítico es una tradición monástica iniciada desde los tiempos más remotos del cristianismo, que enfatiza la vida en común. Se caracterizaba por el comunitarismo monacal, que preservaba el aislamiento de los monjes del común de la sociedad. En Occidente, cada comunidad pertenecía a alguna orden religiosa, y la vida del monje cenobítico estaba regulada por una regla (una colección de preceptos).
El movimiento cenobítico se aseguraba de poner un orden a la vida en común de los monjes, en lo que respecta a la administración de los bienes y productos, así como la formación en la fe, la disciplina y los intereses filosóficos del cristianismo naciente. Se realizaban actividades de meditación y recogimiento, propias de las comunidades religiosas.

Etimología

Las palabras españolas cenobita y cenobítico derivan (por vía del latín coenobĭum) del griego κοινός (koinós: común) y βίος (bíos: vida’), que significan ‘vida comunitaria’. El adjetivo griego es κοινοβιακόν (koinobiakón). Un grupo de monjes viviendo en comunidad se llamaba cenobio; en latín cenobium (monasterio).

Orígenes

Es comúnmente aceptado que la versión organizada del monacato cenobítico cristiano comenzó en Egipto durante el siglo IV. Los monjes cristianos en los siglos anteriores eran usualmente eremitas, especialmente en Oriente Medio. Esto fue lo común hasta el declive de la Cristiandad en Siria a finales de la Edad Media. Sin embargo, esta forma de vida en solitario no satisfacía a todos y la soledad y las dificultades, si no se estaba espiritualmente preparado podía llevar a desarreglos mentales.[1]
Por esta razón, comenzaron a crearse comunidades monásticas organizadas para que los monjes pudieran tener soporte en su lucha espiritual. Mientras que los monjes eremitas tenían un elemento de socialización al encontrarse una vez a la semana para orar conjuntamente, los cenobitas se juntaban para rezar conjuntamente de forma más regular.[2] Los cenobitas también socializaban más porque los monasterios donde vivían estaban localizados a menudo en un pueblo habitado o cerca de él. Por ejemplo, la versión de la Vida de San Pacomio en dialecto bohaírico del idioma copto señala que los monjes del monasterio de Tabennisi construyeron una iglesia para los habitantes de la cercana ciudad del mismo nombre incluso "antes de que construyeran una para ellos mismos".[3] Esto significa que los cenobitas estaban en contacto con otras gentes mientras que los eremíticos no eran muy sociables, sólo juntándose para orar ocasionalmente.

San Pacomio

Los cenobitas fueron también diferentes de sus predecesores, los eremitas o anacoretas, en sus viviendas. Mientras que éstos vivían solos en un monasterio que consistía exclusivamente en una cabaña o en una cueva (celda), los cenobitas vivían juntos en un monasterio que comprendía un complejo de uno o varios edificios, donde cada vivienda podía albergar alrededor de veinte monjes y dentro de la casa había habitaciones separadas o celdas que podían ser habitadas por dos o tres monjes.[4] Esta estructuración ha sido atribuida al mismo hombre al que se le reconoce como el padre del monacato cenobítico, San Pacomio. Esta idea de Pacomio puede que se debiera al haber vivido en cuartos como éstos cuando estaba en el ejército romano, ya que su estilo "recuerda a las barracas del ejército".[5]
No obstante, aunque a Pacomio (nacido entre 287 y 294 y fallecido entre 346 y 348) se le considera como el "padre del monacato cenobítico", es más seguro pensar en él como el "padre del monacato cenobítico organizado" ya que fue el primer monje que aprovechó pequeños grupos comunales que a menudo ya existían y los juntó en una federación de monasterios.[6]

Otro tipo de monasticismo

  • Hay otra forma de monasticismo posterior, que se encuentra generalmente en Oriente, que se llama skete.En Occidente hay monjes semi-anacoretas, entre cenobitas y ermitaños, como los cartujos y los camaldulenses.

El monasticismo cenobítico en otras religiones

El monasticismo cenobítico existe en varias religiones, aunque el budista y el cristiano son los más prominentes.

Referencias

  1. C.H. Lawrence, “Chapter 1: The Call of the Desert” in Medieval Monasticism, 3rd edition, (Toronto: Pearson Education Limited, 2001), 7. (En inglés)
  2. James E. Goehring, "Withdrawing from the Desert: Pachomius and the development of Village Monasticism in Upper Egypt," Harvard Theological Review 89(1996), 275. (En inglés)
  3. Goehring, "Withdrawing from the Desert," 282.
  4. Lawrence, 8; Marilyn Dunn, “Chapter 2: The Development of Communal Life” in The Emergence of Monasticism: From the Desert Fathers to the Early Middle Ages, (Malden, MA: Blackwell Publishers Incorporated, 2000), 30 (En inglés).
  5. Dunn, 29.
  6. Dunn, 26.

Enlaces externos

La Vida Eremítica
Hombres dedicados a la oración, a la contemplación y al sacrificio mediante sus obras de penitencia.
 
La Vida Eremítica
La Vida Eremítica

Los así llamados eremitas o anacoretas son personas que se consagran a Dios mediante los votos de pobreza, castidad y obediencia. Su estilo de vida es muy peculiar: viven apartados completamente del mundo, en el silencio de la soledad, dedican su vida a la oración asidua y a la penitencia de forma que buscan ser una constante alabanza a Dios y una intercesión por la salvación del mundo.

Los ermitaños o anacoretas son reconocidos por el obispo y dependen de él. No hay que confundirlos con las órdenes monásticas eremíticas, que si bien se apartan del mundo para dedicarse a la oración y a la penitencia al igual que los ermitaños o anacoretas, hacen vida común en fraternidad, observan una regla de vida o estatutos y viven bajo la obediencia de un Superior. Estos individuos pertenecen a los institutos de vida consagrada o religiosa y entre ellos nos encontramos a los camaldulenses.

Los ermitaños, eremitas o anacoretas pueden elegir el lugar en el que desean vivir, siempre alejado del mundo, pero su estilo de vida estará sujeto a la dependencia del obispo del lugar en el que fijan su residencia.

La vida de un ermitaño posee un valor extraordinario para la Iglesia. Al ser hombres dedicados a la oración, a la contemplación y al sacrificio mediante sus obras de penitencia y el mismo testimonio de su vivir cotidiano, son signos elocuentes de un amor a Dios que intercede constantemente en favor de los hombres. Por lo tanto, no debemos considerarlos como algo accesorio para la vida de la Iglesia o como reliquias de un pasado histórico. Su vida es fuerza que ayuda a arrancar gracias de Dios y a distribuirlas en toda la Iglesia.

La regulación de este tipo de vida consagrada está consignada en el Código de derecho canónico, número 603 y en el Catecismo de la Iglesia Católica en los números 920 y 921.
Aislamiento o soledad.
<> Lam. III,28.
Dios se manifiesta cuando le place y a quien le place. Dueño absoluto de sus dones. Los dispensa según su agrado, sin que nadie tenga derecho a preguntarle: ¿Por qué éste tiene más y aquél tiene menos? Dios es el Amo y jamás pensó establecer una igualdad de inteligencia, ni de gracia. No debiendo nada a ninguno, nos da a todos más de lo que debe, aunque no a todos por igual. No tenemos derecho a investigar sus razones, pero sí debemos agradecerle la parte que se digna concedernos.
Los dones de Dios son gratuitos, pues si no, no serían dones, sin embargo, ya sea de un modo, ya de otro, siempre tenemos que corresponderle. Dios otorga, según sus designios, las peticiones que le presenta la humanidad. Pero lo que es indudable es que aquel que ha recibido más, saborea alegrías que los demás no pueden conocer y experimenta, en cambio amarguras que a éstos siempre les serán desconocidas.
"Los Santos y en un plano inferior los grandes genios, los poetas, los artistas, puede considerarse como los hijos mimados del dolor. Pero en compensación gustan en su corazón de tan dulces emociones y aún en este mundo sienten tales consolaciones, que dejarían de pertenecer a la humanidad si el dolor no les reservase sus más escogidos frutos".
Así, pues, si más o menos pertenecéis a una de estas categorías, aprestaos a sufrir.
Sufriréis, por que veréis flotar muy pronto el ideal ante vuestros ojos y sin embargo, a pesar de vuestros esfuerzos, no lograréis aquí en la tierra alcanzarle.
Sufriréis, por que, aparte vuestra propia impotencia, a cada paso encontraréis algún obstáculo. Aún sin fijarnos en los celos, la envidia, productos repugnantes del infierno, que no sufren la virtud y el mérito, bastará una simple e inocente incomprensión por parte de vuestros semejantes para haceros sufrir un oscuro, pero verdadero martirio.
A Dios plugo, por ejemplo, descubriros, sin que se conozca el motivo, más bastos horizontes que al resto de los mortales, y entonces admiráis regiones del espíritu que han permanecido ocultas hasta ahora. Llenos de esperanza y de ardor, os lanzáis a conquistar esas tierras inexploradas.
Pero el espacio que de ellas os separa está interceptado por una muchedumbre de ciegos y miopes, que os impiden el camino.
-Apartaos un poco- les rogáis-; ved que corro tras lo que Dios me manifiesta.
Y en ligar de apartarse, se estrechan más y se alinean reforzando la barrera.
-Dejadme paso- insistís-; allí existe inmensos tesoros que he visto yo mismo; si queréis, seguidme, y los repartiré con vosotros.
Pero no os siguen; no os entienden lo que decías, y no sólo no os cree en, si no que compasivamente se encogen de hombros; y por que no ven, dicen del que ve: - es exaltado, un alucinado, está loco.
En efecto, este es el mundo.
"Cuando un hombre vislumbra algo 24 horas antes que los demás, durante estas 24 horas le tiene el mundo por loco".
Sufrís, por tanto, la común sentencia. Los dones que Dios os ha dado tenéis que purgarlos, pues la humanidad no soporta que se den gratuitamente.
¿Intentaréis acaso en vuestra indignación y dolor romper a barrera? Seréis vosotros los que os sucumbáis; os causaréis grave daño sin poder triunfar del obstáculo; el enemigo es muy numeroso y no puede comprender, mejor aún, no quiere comprender.
No insistáis más es inútil. Os rechazarán a vosotros y lo que llaman vuestros sueños y he aquí que os veréis condenados, con esos dones que no podéis aprovechar, a vivir en aislamiento, en el peligroso aislamiento. No es bueno que el hombre este solo. (Gen 2, 18).
El aislamiento... ¡El triste aislamiento!... A menos que vuestra mirada, iluminada por una luz divina, descubra que podéis convertir este aislamiento en soledad; lo cual es bien distinto. El aislamiento es el desierto, es el tedio, es la muerte.
La soledad, es el lugar de los profundos pensamientos, de los descubrimientos maravillosos, de las gracias abundantes, de las resoluciones generosas, de las heroicas santificaciones.
En el aislamiento se vive solo; en la soledad se vive en compañía de Dios. El sabio necesita de la soledad para encausar sus investigaciones por un camino útil a la humanidad. El Santo necesita de ella para penetrar a la intimidad divina, que le sumerge en profundidades harto más hondas que las de la ciencia y tanto más útiles que los humanos descubrimientos, cuanto que aquéllas alcanzan en sus aplicaciones una vida eterna.
¿Lo aceptáis así? ¡Os conformáis con que el hombre se aleje y os olvide? ¿Admitís el vivir solos, apartados, envueltos en la sombra para no mostraros más?.
Entonces cambiará todo. Sin despecho ni rencor, entrad dentro de vosotros mismos; transformad vuestras fuerzas activas en fuerzas meditativas. Llegaréis a ser poderosos; ejecutaréis actos elevados; en vuestra soledad seréis grandes y seréis Santos y de vuestra santidad y de vuestra grandeza se aprovechará la humanidad. En el silencio y sin nadie sospecharlo, por vuestro trabajo, por vuestras oraciones, por vuestros méritos, por aquel sacrificio de vuestras propias iniciativas, prepararéis a los hombres a aceptar y a comprender más tarde eso mismo que hoy son incapaces de aceptar y comprender.
Sin duda, sufriréis en la soledad; ¡Ah, sí!, sufriréis; pero con un sufrimiento saludable que os inunda de satisfacción al fin de la jornada; ese sufrimiento en el que se piensa con dulzura al despertar del día siguiente; el sufrimiento que más tarde se siente no haber conocido antes y que no cedería por todos los tesoros del mundo, por que se adivina su verdadero dolor. El sufrimiento iluminado por relámpagos de alegría y de luz celestial, el sufrimiento que explica el sufrimiento insensato, en apariencia, de una Teresa de Jesús: "O padecer o morir"; o aquel otro del Apóstol Andrés, crucificado como su Maestro: "¡ Oh, Cruz amada!".
Este sufrimiento acaso os revele que no sois los designados para ejecutar por vosotros mismos la empresa; pero puede suceder que las causas segundas, es decir, los hombres, perturben los planes de la causa primera, o sea de Dios. Pero puede también suceder que tales causas los secunden. Son dos actos muy distintos: enseñar un terreno que queréis hacer fértil y el comisionar a alguien para que ejecute vuestro proyecto. Así, por ejemplo, enseño el terreno a un amigo mío; pero a quien llamo para explorarlo es jardinero. De igual modo puede Dios querer haceros el honor de una confidencia, sin tener intención de encargaros que ejecutéis sus planes.
Quizás vuestra misión este limitada a orientar la tensión de vuestros prójimos sobre cual es la divina voluntad, lo cual es ciertamente bien hermosa misión y elevada muestra de confianza.
Luego, alguien se apropiará vuestros proyectos y acabará por proponer lo mismo que mostrasteis antes que él y entonces se le acogerá con entusiasmo, se le aclamará como a un profeta de la ciencia, se le llevará en triunfo, y con su consentimiento se coronará con vuestra gloria como si fuera propia. Su nombre será conocido en todas partes, repitiéndooslo el eco mismo de vuestra soledad, en tanto que el vuestro caerá en el olvido.
En efecto, así ocurre; pero habréis de tener paciencia. Sabed esperar un poco; el balance final no se hace en la tierra; no se confía en manos de un subalterno; es preciso elevarse, llegar hasta la divina región, donde os esperan agradables sorpresas.
-¡Paciencia! No ignoro “que la injusticia produce en el alma una conmoción particular; la ataca en su mismo centro, y el silencio que se sigue y en el que se refugia es un silencio desconocido antes de haberlo experimentado. Es una sensación en la que el alma aprende lo que no conocía; y en esta prueba retrocede, o avanza purificada por el camino de la virtud.
Vuestra alma se santificará con la prueba y entonces no puede concebirse mayor gloria.
De fuera nada, absolutamente nada, podréis adquirir que no sea engañoso, injusto o efímero; la verdadera grandeza está dentro de vosotros mismos, en vuestra soledad, que pueblan Dios y sus dones.
Estáis solos, a solas con vuestro pensamiento, solos con vuestra alma; ¡Cuán provechosa situación!, en tanto que aquellos que os contradecían, aturdidos allá en la agitación de la multitud, están como impedidos para el bien obrar, vosotros, en la sombra de lo exterior y a la luz de vuestro interior, en la oración y el silencio, trabajáis por Dios y por las almas. Estad seguros que vuestro trabajo será fecundo: en el silencio es donde se forjan los héroes sacrificáis ciertamente lo pasajero, pero amontonáis lo eterno.
Trabajad, pues, trabajad sin cansaros, sin quejaros. Bendecid vuestro silencio, bendecid vuestra soledad; ella os ayudará a engrandeceros, a elevaros, a haceros santos y a santificar a otros. Nadie sospechará nunca lo que se encierra de sublime en el espacio limitado por los muros de vuestra habitación; ni vosotros mismos lo sospecháis, o si algo vislumbráis será quizás bien escaso. Pero Dios lo ve todo; Dios lo sabe todo y también un día vosotros y el Universo lo sabréis todo.
EREMITAS
  


Los eremitas (del griego erémos = solitario), llamados también anacoretas (del griego anachórétés = apartado), empezaron a aparecer en Egipto y en otros lugares de la cuenca mediterránea a partir del siglo III. >Egeria encontró muchos de ellos, hombres y mujeres, durante sus viajes, desde el Sinaí hasta la actual Palestina. Un eremita arquetípico fue san Antonio (251-356), que fue también en cierto sentido un fundador monástico. Particular importancia tuvieron los padres del desierto, muchos de los cuales fueron eremitas. Dejaron una rica herencia de sabiduría espiritual, conocida como Apotegmas o Dichos de los padres, consistentes en breves historias llenas de doctrina e instrucciones.
Los eremitas dejaban el mundo para buscar a Dios y al mismo tiempo para servir al mundo al nivel de sus necesidades más profundas. Aunque a partir de la vida eremítica se desarrollaría luego el monaquismo, los eremitas nunca estuvieron enteramente ausentes de la historia de la Iglesia, con un especial florecimiento de vocaciones durante los siglos X y XI en Europa y un particular apogeo de las ermitas, tanto para hombres como para mujeres (Richard Rolle, Julián de Norwich), en Inglaterra durante el siglo XIV. Después de la II Guerra mundial hubo un renovado interés por la vida solitaria.
El Vaticano II menciona a los eremitas en un texto referido implícitamente a la vida eremítica: la vida en soledad (LG 43; PC 1).
El Código sitúa el único canon sobre los eremitas dentro de los dedicados a la >vida consagrada. No se refiere este á los que, sin dejar de ser religiosos y bajo la dirección de sus superiores, viven una vida eremítica aparte de la comunidad (práctica reconocida desde los tiempos de san Benito). Describe primero la vida eremítica, para luego establecer normas: «La Iglesia reconoce la vida eremítica o anacorética, en la cual los fieles, con un apartamiento más estricto del mundo, el silencio de la soledad, la oración asidua y la penitencia, dedican su vida a la alabanza de Dios y salvación del mundo. Un ermitaño es reconocido por el derecho como entregado a Dios dentro de la vida consagrada, si profesa públicamente los tres consejos evangélicos, corroborados mediante voto u otro vínculo sagrado, en manos del obispo diocesano, y sigue su forma propia de vida bajo la dirección de este» (CIC 603). El lenguaje usado por el Código recuerda el parágrafo sobre los contemplativos de PC 7. La Iglesia oriental tiene su propia legislación en relación con los eremitas (CCEO 481-485).
En la Iglesia latina las disposiciones canónicas en torno a la vida eremítica son recientes. La principal responsabilidad legal recae en el obispo diocesano. Hay muchas cuestiones importantes que varían de un país a otro y de una cultura a otra: la madurez y la salud físicas y psicológicas, la formación, el seguro médico, la financiación, el discernimiento, la dirección espiritual, la seguridad física y la disposición de las estructuras necesarias para el sostenimiento de esta vocación única.
El lugar de un eremita moderno puede estar en un lugar apartado o en la soledad de una ciudad moderna. La Iglesia tiene todavía mucho que aprender sobre esta vocación que el Espíritu ha revivido en su seno.
 

Estatutos de Vida Eremítica

 
Decreto de 10 de enero de 2006 por el que se aprueban los Estatutos de la vida eremítica
 
 los estatutos de la vida eremítica vigentes en nuestra archidiócesis, para adaptarlos al momento presente, todo recogiendo la experiencia de los años en que han estado vigentes, visto el nuevo proyecto de estatutos de la vida eremítica presentado por el P. Eduard Canals Casas, que tiene encomendada la atención a este ámbito de la vida diocesana, hechas las consultas pertinentes al fiscal para el estudio de estatutos y reglamentos de asociaciones, fundaciones y otras entidades u organismos eclesiales y al delegado de Vida Consagrada, por el presente decreto apruebo los adjuntos estatutos de la vida eremítica en el ámbito de nuestra archidiócesis, los cuales sustituyen a los hasta ahora vigentes.
Lo decreta y firma el Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo de Tarragona.
† Jaume Pujol Balcells
Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado
Delante de mí,
Joaquim Claver Caselles
Secretario general y canciller
I. LA LLAMADA EN EL DESIERTO
1. El Espíritu Santo que fecunda la Iglesia con sus dones y carismas, ya en los primeros siglos suscitó entre los creyentes hombres y mujeres llamados a seguir a Jesús de Nazaret en el desierto «profundo» de la soledad, el silencio, la oración y la contemplación, imitando su estilo de vida austera y penitente durante cuarenta días y cuarenta noches, antes de empezar su vida pública itinerante para anunciar la buena nueva del reino de Dios.
2. Este estilo de vida anacorética, tan presente en la primitiva Iglesia con los Padres del desierto (Antonio, Pacomio, Pablo, Hilarión, etc.), que define muy bien el perfil propio de la vida anacorética, fiel al Jesús del evangelio orando solo en la montaña, fue la primera forma de vida consagrada reconocida por la comunidad cristiana, junto con las vírgenes dedicadas al servicio de su único Señor y de sus hermanos y hermanas del mundo.
3. Nunca han faltado en la Iglesia familias religiosas con una espiritualidad eremítica (la Camàldula, la Cartuja, el Carmelo, Charles de Foucauld …), y es que el Espíritu, siempre presente y actuante, continúa llamando algunos seguidores del Jesús del evangelio, llevados por el amor indivisible a Él, a vivir en el desierto para dedicar «su vida a la alabanza de Dios y la salvación del mundo a través de una separación más estricta del mundo, el silencio de la soledad, la oración asidua y la penitencia »(CIC, c. 603).
4. En la Iglesia de Occidente, desde hace unos años, vuelve a estar vivo este carisma de la vida eremítica, con la radicalidad genuina del monaquismo más primitivo. Esta recuperación de la vida anacorética, no hay duda, es una gracia y un don del Espíritu a la Iglesia en general, en un proceso de renovación de la vida consagrada. Hay que recordar que nuestra Iglesia de san Pablo y san Fructuoso fue en otro tiempo una de las vanguardias de la vida eremítica, sobre todo en el Montsant y Samuntà, como en otros lugares. Y por eso, hoy, quiere ser la continuadora de aquellos eremitas que se establecieron en nuestras montañas y ser sal y levadura del Reino en estos tiempos.
5. Nuestra Iglesia metropolitana y primada, tras el reconocimiento oficial de esta forma de vida consagrada por parte de la Iglesia universal (CIC, c. 603), y después de unos años de experiencia con los estatutos aprobados ad experimentum el 29 de abril de 1986, quiere reconfirmar oficialmente y a perpetuidad este estilo de vida consagrada y evangélica, es decir, el camino personal del monje o monja eremita que, en el silencio contemplativo, busca la alegría de amar, adorar, alabar y bendecir al Padre de nuestro Señor Jesucristo orando por sus hermanos y hermanas del mundo y evitando posibles pseudoeremitas, de los cuales tampoco se veía libre el eremitismo los Padres del desierto.
II. EL CARISMA DEL DESIERTO
6. Para que la vida eremítica tenga el reconocimiento conveniente y su validez a nuestra Iglesia, será necesario que tenga como base un compromiso serio y público de vida cristiana y consagrada, empapada de oración contemplativa, de silencio y soledad, de austeridad y pobreza, de virginidad por amor al Reino y de disponibilidad evangélica, de acuerdo con aquella vivencia evangélica de los Padres del desierto, y también con la actual normativa canónica de la Iglesia y las orientaciones de estos Estatutos.
7. Este carisma propio del monje o monja eremita es, en el mundo de hoy, una interpelación a nuestra sociedad del bienestar por la forma radical de vivir los valores del evangelio de las bienaventuranzas. Todo esto, que es obra y gracia del Padre del cielo, hace que el eremita anticipe y acelere la venida del Reino en nuestro mundo, sin ser del mundo.
8. El eremita, llevado por un amor apasionado a Jesucristo, está presente, pero de manera muy original, en nuestro mundo, situándose con su contemplación en el corazón mismo de la Iglesia, y muy cerca de Jesús, el Señor Resucitado, que ha venido, está con nosotros y tiene que venir. Esta contemplación, sin embargo, no le hace sentirse extraño en la creación ni a los hermanos, porque el Espíritu que hace nuevas todas las cosas, humaniza el corazón contemplativo haciéndolo más fraterno, solidario y acogedor.
9. Este estilo de vida monástica y eremítica tiene como espacio o lugar de realización el silencio y soledad del desierto más profundo, de acuerdo con las palabras bíblicas: «Le llevaré al desierto y le hablaré al corazón.” Este desierto es un don del Espíritu que crea las condiciones necesarias de silencio y soledad para escuchar la Palabra, y esto ya sea en la montaña o la ciudad; haciendo de la ciudad el propio desierto, gracias al Espíritu, pero siempre con «una separación más estricta del mundo» (CIC, c. 603), característica propia del anacoreta.
10. Este desierto al que el Espíritu lleva el eremita pide la debida estabilidad, garantía de autenticidad. El eremitismo itinerante (tombaire en el original), ya lo sabemos suficiente, es una señal clara de que no es el Espíritu de Dios lo que a llevado a este cristiano al desierto. Por ello, una vez elegido el lugar donde quiere vivir su llamamiento al desierto, el eremita no cambiará sin hablar con el Arzobispo o con su delegado, después de hacer el debido discernimiento personal.
11. Estas normas u orientaciones generales quieren ayudar a discernir, tanto para el bien de la Iglesia diocesana como para el ‘eremita mismo, lo que en nuestra Iglesia de Tarragona se entiende y se reconoce como vida eremítica o anacorética, sin intentar ahogar el Espíritu que suscita en su Iglesia nuevas formas de vida evangélica de acuerdo con las necesidades de los tiempos.
Queremos estar siempre abiertos y atentos a este Espíritu que hace nuevas todas las cosas.
III. LA NORMA DE VIDA
12. Los eremitas y las eremitas, con su seguimiento del Jesús del evangelio, virgen, pobre y disponible, «muestran a cada uno este aspecto interior del misterio, de la Iglesia, que es la intimidad personal con Cristo ».
«Escondida a los ojos de los hombres, la vida del eremita es predicación silenciosa de aquel a quien ha dado su vida, porque, para él, lo es todo. Se trata de un llamamiento particular a encontrar en el desierto y en el combate espiritual la gloria del Crucificado » (Catecismo de la Iglesia católica,n. 921).
13. Si bien la vida supera todas las leyes, y a pesar de que esta llamada personal sea plenamente autónoma, la Iglesia establece para la vida eremítica una norma de vida propia y personal, bajo la guía del obispo diocesano (cf. CIC, c. 603 § 2), que es su superior legítimo.
14. Esta norma de vida evangélica se convierte en pública, por la profesión de los consejos evangélicos, en manos del Arzobispo, ya sea en forma de voto o de promesa, después del discernimiento imprescindible y la formación necesaria.
15. Esta norma de vida ha de concretar el compromiso personal con la oración, que le lleva a «la intimidad personal con Cristo» (Catecismo n. 921). El monje o monja, fiel al sacerdocio real del bautismo, hace de su vida una liturgia constante, dedicándose totalmente a la alabanza de Dios. Toda su vida de fe se nutre de oración que hace crecer en el conocimiento, el deseo y la amistad de Jesús, el Señor.
«La contemplación de las cosas divinas, la ‘asidua unión con Dios en la oración deben ser el deber primero y principal de todos »(CIC, c. 663) los que consagran a Dios su vida. Más que dedicar un tiempo a la oración cada día, el eremita convierte todo el día en oración.
Le es una invitación constante la presencia sacramental y familiar del Señor en la ermita, con la debida autorización, y una ayuda reconfortante la comunión diaria, comulgando en una pausada celebración litúrgica de la Palabra, a la hora más adecuada.
16. Esta oración contemplativa y constante dará un sentido de trascendencia y esperanza cristiana en toda su vida, haciendo que esté al acecho de la venida del Señor Jesús, del que se ha enamorado y por quién lo ha dejado todo. Son una ayuda a la Liturgia de las Horas, la lectio divina, etc. Y le da, sobre todo la oración litúrgica, un sentido profundo de Iglesia, ya que lo hace sentir en solidaridad y comunión con los hermanos y hermanas, orando constantemente al Padre por la salvación del mundo.
17. La propia norma de vida debe marcar los límites del desierto personal o separación del mundo (cf. CIC, c. 603 § 1)-relaciones familiares y sociales-, ya que el desierto es, con su silencio y soledad, la experiencia cristiana más característica del eremita, un desierto donde Dios habla al corazón de la persona y donde hay que hacer silencio para escucharlo, como María, la madre de Jesús, que acogía en su corazón contemplativo la Palabra del Señor.
18. Las relaciones humanas, familiares y sociales del eremita serán siempre fraternas, cordiales, empapadas de sencillez y de caridad evangélica. Tendrá de los acontecimientos tan sólo aquella información necesaria que le ayude a rezar más intensamente por sus hermanos y hermanas del mundo.
19. Con un constante discernimiento en el Espíritu, el eremita verá que estorba el verdadero silencio y rompe la soledad del desierto donde ha aceptado vivir siguiendo la llamada de este mismo Espíritu, y ello tanto en cuanto a visitas como correspondencia, teléfono, viajes o salidas de la ermita.
20. «Escondida a los ojos de los hombres, la vida del ermitaño es predicación silenciosa de aquel a quien ha dado su vida, porque, para él, lo es todo » (Catecismo de la Iglesia católica, n. 921).
Este es su carisma y esta es su misión eclesial. Así pues, no formará parte de organismos pastorales, diocesanos o parroquiales, ni llevará habitualmente a cabo en la parroquia ningún tipo de actividad catequética ni social organizada, cosas que si bien son buenas, corresponden a otros carismas en la Iglesia.
Esto no quiere decir que, en caso de necesidad, por ausencia del presbítero, y con el consentimiento habitual del Arzobispo, no pueda animar la asamblea eucarística y llevar la comunión a los enfermos de la parroquia, y ocasionalmente podrá ser convocado o convocada a salones adecuados, para dar testimonio de su opción por el desierto. Aunque su presencia «sea escondida a los ojos de los hombres», como miembro que es por su consagración a la Iglesia diocesana, constará en la Guía del Arzobispado, con la dirección postal de su ermita.
21. El acogimiento, tan propio de los Padres del desierto, lo practica el eremita según el espíritu amistoso y evangélico que debe animar siempre su vida; también, pero, con esa prudencia que le hace huir de las visitas de curiosos y los profesionales de la información, que no son a veces una buena ayuda para su vida de silencio y soledad.
22. La acogida por unos días de alguna comunidad contemplativa conocida puede ser una buena ayuda para reafirmar su propósito de fidelidad al  llamamiento personal al desierto y edificar mutuamente, y más aún si es con la propia comunidad, en el caso de pertenecer a un instituto de vida consagrada de acuerdo con lo que hace a esta experiencia eremítica.
23. Cuando por necesidad o caridad deba dejar la ermita durante quince días o más, lo hará saber al arzobispo, bajo la guía del que ha de vivir, o a su delegado. Y eso, no por verse limitado o limitada en su libertad, sino para sentirse confirmado o confirmada en esta fidelidad al propio carisma de silencio y de desierto.
24. La misma norma de vida del anacoreta determina de qué manera quiere vivir el sentido cristiano de la penitencia. Si «todos los fieles, cada uno a su manera, están obligados por la ley divina a hacer penitencia »(cic, c. 1249), el eremita hace, de la penitencia, según la definición eclesial de vida eremítica (cf. CIC, c. 603), un rasgo fundamental de su opción por el desierto.
25. Esta penitencia se concreta en un estilo de vida pobre en todo, sin seguridades temporales, sin comodidades, sin compañía, una vida necesariamente obligada a la ley del trabajo, fiel a la consigna monástica “ora et labora” para ganarse el pan de cada día. Este estilo penitente va llevando el eremita en la conversión del corazón, a una austeridad de pobre, a una confianza total en el Padre celestial que cuida de las flores del campo y los pájaros del bosque, y a la plena libertad de los hijos de Dios.
26. Con este sentido de penitencia, el eremita se ajustará su horario personal, que presentará a la aprobación del Arzobispo o de su delegado. El horario dará prioridad a los espacios de oración, a las horas obligadas de trabajo y al tiempo de descanso necesario, así como a las posibles idas a visitar a la familia para cumplir con los deberes de piedad filial o de relaciones familiares. El horario le ayudará a aprovechar el tiempo ya evitar la ociosidad, dando, sin embargo, espacio a aquellos imprevistos imposibles de programar que vienen exigidos por la educación o la caridad. Este horario puede ser diferente según la época del año, ya que normalmente suele regirse por las horas de sol.
27. Se le recomienda que en ciertas fiestas y tiempos litúrgicos intensifique esta compunción del corazón con vigilias de oración y días de ayuno más intenso, siempre habiendo hecho el debido discernimiento y con el consejo de su maestro espíritual.
28. Con fidelidad a esta “norma personal de vida» bajo la guía de el Arzobispo, el eremita «encontrará en el desierto y en el combate espiritual la gloria del Crucificado »(cf. Catecismo de la Iglesia católica, 921).
IV. EL ITINERARIO DEL DESIERTO
El discernimiento
29. El discernimiento, como en tiempos de los primeros Padres del desierto, debe acompañar el eremita en su opción por este estilo de vida evangélica en el seguimiento de Cristo. Y es que la vida eremítica es una gracia de vocación cristiana que conlleva una fuerte exigencia de oración personal, de silencio contemplativo, de soledad y penitencia.
Esto exige de la persona bautizada que se cree llamada a este estilo de vida en la Iglesia, que haga un serio discernimiento de esta llamada antes de tomar ninguna decisión. Si es miembro de una familia religiosa, necesita, no hace falta decirlo, la autorización escrita del superior competente y aceptar estos Estatutos, el tiempo que viva como eremita en nuestra Iglesia. Esta decisión debe ir acompañada de una larga reflexión y de una intensa oración para ver cuáles son los caminos de Dios.
30. La persona que se siente llamada a este estilo de vida evangélica tendrá su maestro del espíritu, que puede ser muy bien otro u otra eremita con experiencia que le ayude en este discernimiento y formación inicial.
31. Ayuda a este discernimiento, además de asimilar todo lo que hemos dicho del carisma del desierto, conocer las posibles desviaciones, impropias del auténtico eremitismo, según la doctrina de los Padres del desierto, es decir: la independencia de todo vínculo eclesial, la voluntad propia, el cierre en los propios intereses y la piedad personal, la impermeabilidad de cara los demás prescindiendo de todos, el orgullo espiritual para creerse fiel a el evangelio, instalarse en una vida fácil y mediocre manteniendo unas apariencias de pobreza y soledad que no son otra cosa que romanticismo, etc.
32. Al hacer el discernimiento necesario hay que tener presente que el eremitismo, o mejor el pseudo eremitismo, puede ser el recurso momentáneamente fácil para personas inquietas, inconstantes, inestables, inmaduras o descontentas de todo. Aún así se les puede admitir a un tiempo de experiencia, pero velando por las exigencias de este estilo de vida. Esto les ayudará a ver que no es ésta, la llamada de Dios.
Si se trata de una persona de la que el Arzobispo duda que sea llamada por el Señor a esta vida de desierto y de silencio, la experiencia ayudará a discernir si es una verdadera vocación o el radicalismo de un nuevo convertido.
La formación
33. La formación inicial, que, con la guía del Arzobispo o de su delegado, durará al menos tres años, comprenderá, en primer lugar, una ascética firme y constante de fidelidad a la oración, a la soledad, al silencio, la escucha de Dios, evitando posibles evasiones piadosas, como pueden ser excesivas lecturas espirituales .
34. Ni que decir tiene que esta formación comprenderá también los aspectos bíblicos, catequéticos y teológicos, espirituales e históricos necesarios para iniciarse en la vida monástica eremítica, según la capacidad y el nivel ya conseguido por el aspirante. La persona que no viene de un instituto religioso, y, por tanto, sin experiencia de vida consagrada, se intentará que no viva sola en la ermita, antes de que experimente la vida comunitaria en algún monasterio que benévolamente lo acoja durante un tiempo discrecional, conl trabajo personal a cambio de la acogida.
35. La formación, no hace falta decirlo, debe ser permanente y sin desánimo. Pueden ayudar  las reuniones fraternales, convocadas periódicamente por el Arzobispo o por su delegado, sobre todo en los tiempos fuertes de la liturgia, que el eremita debe vivir intensamente. En este estilo de vida en soledad son muy necesarios estos encuentros para tener un diálogo y contraste de experiencias y, sobre todo, la oración en común de personas que han hecho una misma y difícil opción.
Estas reuniones generales no excluyen ni impiden la visita fraternal, discreta y edificante entre las personas que han hecho esta misma opción por el desierto.
El compromiso
36. Pasado este tiempo de discernimiento, de formación y de prueba, el Arzobispo reconoce al eremita como consagrado a Dios en la Iglesia, mediante la profesión pública de los tres consejos evangélicos (cf. CIC, c. 603 § 2), ya sea con votos o promesas y, en un primer momento por un plazo de tres años, después de una forma definitiva. Si es miembro profeso perpetuo de un instituto religioso, valdrá la misma consagración hecha y sólo hará una promesa especial que lo vincule como eremita a la Iglesia local.
Si es clérigo extradiocesano, por la profesión perpetua, queda adscrito a nuestra Iglesia diocesana, notificandose  al obispo correspondiente. Unos y otros, según la ley de la Iglesia para las personas consagradas, «antes de la profesión perpetua, harán testamento que sea válido también según el derecho civil »(CIC, c. 668 § 1).
37. Esta profesión pública o promesa especial en manos del Arzobispo se hará, tanto como sea posible, a la parroquia a la que pertenece la ermita, dentro de la celebración eucarística y ante la comunidad cristiana del lugar, de manera que el eremita se sienta vinculado a la Iglesia diocesana a través de la comunidad parroquial.
38. La Iglesia local, por su parte, a través del Arzobispo o de su delegado, buscará los sitios idóneos para vivir los fieles llamados por el Espíritu, con la estabilidad necesaria propia de este estilo de vida consagrada, y con un convenio escrito con el Arzobispado que concrete las condiciones de la ocupación y estancia, si el sitio es de la Iglesia, o bien con el propietario del lugar. El lugar puede ser una ermita tradicional, la abadía de una parroquia del mundo rural, etc. o en núcleo urbano. Se admite también la creación de Lauras, tradicionales otros tiempos en el desierto contemplativo, pero con la independencia propia de cada eremita, que vive «su propia norma de vida ».
39. El Arzobispo o su delegado tienen el compromiso de velar por estas personas que, aceptando las normas establecidas en estos Estatutos, hagan opción por el monaquismo eremítico, velarán por su vida espiritual, su salud física y estado de ánimo y estarán atentos a los problemas que puedan surgir de este estilo de vida evangélica.
El Arzobispo y el eremita buscarán juntos la solución a los problemas de asistencia sanitaria y de vejez, procurando que no sean onerosos para nadie, poniendo siempre, sin embargo, la confianza en la providencia del Padre que tenemos en el cielo. Se pondrán también de acuerdo para los gastos de mantenimiento y conservación de la ermita, teniendo presente que la presencia del eremita es una garantía de seguridad y mantenimiento para el edificio que ocupa.
40. Compromiso del eremita es vivir con generosidad constante y renovada en el seguimiento de Cristo, con una vivencia fiel de los consejos evangélicos, profesados de manera pública y eclesial. Estos consejos los vivirá como expresión de amor a Jesucristo esperanza en Él, que lo ha llamado al silencio contemplativo del desierto para “hablarle al corazón».
41. La virginidad por amor al reino del cielo es un compromiso de amor apasionado a Jesucristo que hace que el eremita lo busque por encima de todo, aunque sin hacerse extraño a los demás, a las realidades temporales ni a los eventos sociales, dé con alegría y esperanza un testimonio de amor total y universal al Padre ya los hermanos.
Demostrará que hoy y aquí el Señor puede llenar y desbordar de amor toda una vida, eliminando egoísmos y cierres estériles. Será, también, un testimonio pascual de las realidades que han de venir y que serán definitivas en ese estado de resucitados, «cuando los hombres no tendrán mujer ni las mujeres tendrán marido ».
42. La pobreza eremítica es un compromiso radical que reduce los gastos a los mínimos indispensables en cuanto a la casa, el mantenimiento, los viajes, etc. ya que para el monje o monja eremita la única riqueza ha de ser aquel que llena el corazón de quien lo busca. Vivirá del fruto del su trabajo, trabajo que hará en la ermita o a su alrededor dedicando las horas laborales necesarias para sacar su abastecimiento y que le sirva también de ocio, pero sin la inquietud que quita la paz del corazón. Hay que vigilar que el trabajo no se coma el tiempo señalado para la oración y se convierta en una evasión peligrosa cuando se siente desgarradora la soledad del desierto.
Sin estar nunca ocioso o ociosa, dará siempre un testimonio de confianza en el Padre que tenemos en el cielo y que es la fuente de toda subsistencia. Compartirá con los pobres y necesitados el fruto del su trabajo. Al menos una vez al año revisará, con el Arzobispo o su delegado, sus gastos, y esto no por un afán de control, sino para discernir esta fidelidad a la pobreza evangélica, tan propia de la vida anacorética.
43. La obediencia será, aunque parezca un contrasentido, el compromiso evangélico que determinará y garantizará el auténtico monje o monja eremita. Buscar siempre y en todo la voluntad del Padre es una exigencia quizás más fuerte en el hombre o la mujer que vive en el desierto y que más fácilmente, quizás, puede hacer su voluntad. Esta obediencia es docilidad a las mociones del Espíritu y se concreta en una sumisión a la guía de el Arzobispo, según la norma propia de vida, y también a los consejos y orientaciones del maestro del espíritu.
Es docilidad a los rasgos característicos que acreditan una verdadera vida monástica eremítica, dentro de la libertad  y autonomía propias de este estilo de vida. Y es, sobre todo, fidelidad a el evangelio de Jesús, con la docilidad de María de Nazaret, que decía: «Hágase en mí según tu Palabra.”
44. El eremita tiene el compromiso, también, de ser una persona plena y contagiosa de alegría pascual, del gozo evangélico del Reino, similar al de aquel hombre que encuentra un tesoro escondido en un campo, y «lleno de alegría, se va a vender todo lo que tiene y compra aquel campo »(Mt 13,44).
El eremita ha encontrado ese tesoro escondido. Por encima de todo, busca a aquel que es fuente de alegría y que siempre le sale al paso, se esfuerza en vivir para Él, que lo ha llamado a vivir las bienaventuranzas con una fidelidad generosa y total al Espíritu. Jesús, el primer eremita que vivió, lo acompaña con su ejemplo, su fuerza y su esperanza. Y eso lo hace sentir feliz en medio de las incomprensiones y críticas de la gente por su aparente inutilidad pastoral.
Como contemplativo o contemplativa valora su misión especial en la Iglesia, una vida orante  y fraterna escondida en Dios, muy unida a su maestro y amigo, incomprendido y perseguido, encontrando en el desierto y «en el combate espiritual la gloria del Crucificado »y Resucitado (Catecismo de la Iglesia católica, n. 921).
El alejamiento del desierto
45. El aspirante a la vida eremítica puede interrumpir, durante el tiempo de prueba, su experiencia de desierto en cualquier momento en que crea que no es este su camino, tras el debido discernimiento y habiendo hablado con el Arzobispo o su delegado.
46. Una vez hechos los votos o promesas, si cree el profeso o la profesa que ha de abandonar este estilo de vida consagrada, después de seria reflexión y de hablar con su maestro del espíritu expondrá por escrito al Arzobispo las causas que lo mueven a pedir la dispensa de los votos y el retorno a la vida secular. Será un alejamiento definitivo del desierto, sin posibilidad de retorno en esta nuestra Iglesia.
47. Si alguno o alguna eremita no cumpliera estos Estatutos y su manera de vivir no se ajustara al espíritu de la vida eremítica, el Arzobispo podrá, después de la debida corrección fraterna, invitarle a dejar este estilo de vida. Y en el caso de no aceptar la amonestación del Arzobispo, éste podrá hacer público mediante un decreto que la Iglesia local no lo reconoce como eremita.
48. Confiando, sin embargo, en el Señor que nos salva, atento a su Palabra, compartiendo el pan y el vino eucarísticos y contemplando constantemente a María, la Virgen fiel, el eremita irá viendo confirmada su fidelidad en los momentos difíciles de su camino por el desierto, hasta llegar a adentrarse en el misterio de la Trinidad Santa, Padre, Hijo y Espíritu Santo, a la que sea dada toda gloria por los siglos de los siglos.
Certifico que los presentes Estatutos, por los que se regirá la vida eremítica en el ámbito de la archidiócesis de Tarragona, han sido aprobados por decreto del Sr. Arzobispo de Tarragona de fecha de 10 de enero de 2006.
Sellamos en documento original por duplicado ya un solo efecto: uno es entregado a la Delegación Diocesana para la Vida Consagrada otro es depositado en el archivo de la curia archidiocesana.
VIDA EREMÍTICA según Pablo Giustiniani, fundador de los ermitaños camaldulenses de Monte Corona
“S O L O  CON DIOS"

V I D A E R E M I T I C A



Según la Doctrina del Bienaventurado PABLO GIUSTINIANI



“S O L O C O N D I O S”



Escrita por Juan Leclercq, benedictino de Clervaux y Prólogo de Tomás Merton, monje contemplativo Cisterciense.



PENSAMIENTOS:



1) Todos los que son hijos de Dios son conducidos por el espíritu de Dios, según doctrina de San Pablo.

2) El eremita es un solitario que siempre busca a Dios y por eso es un alma contemplativa.

3) Sin una eficaz soledad exterior, la soledad interior sería sólo una ilusión.

4) Para los Padres de la Iglesia, el eremita tiene una altísima vocación. Así nos lo recuerda el P. Anselmo Stoltz.

5) San Benito tenía en gran estima la vida solitaria y sugiere que algunos monjes después de una larga prueba puedan ser llamados a la vida eremítica.

6) San Romuldo dio a los monjes la posibilidad de vivir en soledad sin perder en nada el “Bien de la obediencia”que es el tosoro de la vida monástica y sin separarse de la vida común en una vida de practica de la caridad fraterna.

7) Los eremitas o ermitaños quieren vivir el .heroismo que vivió San Antonio Abad en su soledad.

8) El “Sacro Eremo” de Camaldoli es una comunidad de eremitas, en una pequeña aldea con la Iglesia y rodeada de celdas, escondidas en un bosque de pinos a unos mil metros de altura, en los montes Apeninos de la región de Arezzo, Italia.

9) Pablo Giustiniani entró a la Camaldoli y en una época en que había perdido su antiguo fervor, buscó la soledad y fundó la Congregación que hoy se demonina Monjes Camaldulenses de Monte Corona.

10) San Romualdo quiso una vida esencialmente solitaria para buscar a Dios en una soledad sagrada, enteramente consagrada a El.

11) Para buscar a Aquel que es inaccesible, el eremita mismo se torna inaccesible.

12) LA CELDA. En esa pequeña aldea hay una soledad todavía más perfecta: la celda donde vive cada eremita. Esa es su propia soledad.

13) La soledad sagrada verdadera es la infinita soledad del mismo Dios, en quien los eremitas son solitarios: SOLO DIOS.

14) La celda es el lugar del silencio, estabilidad, recogimiento, mortificación, trabajo, ayunos, vigilias y oración. Así el alma se desprende de todo lo que no es Dios.

15) No olvida el solitario que debe vivir en discreción o sea según la ley interior del Espíritu que permite distinguir entre la voz de Dios y la del mal que es la carne.

16) La DISCRECION enseña a no ser cobardes ni a hundirnos en el abismo de la vanidad, del orgullo o de la presunción.

17) La perfecta vida eremítica: “eremitica puritas” da la paz a quien se conforma con lo estrictamente necesario. Donde no hay pobreza verdadera, no hay paz.

18) El heroismo de la vida solitaria es ser sucesor de los mártires.

19) La soledad del eremita se define en tres palabras:”Vivir con Cristo.”

20) Pablo Giustiniani como los Padres de la Iglesia, veía la vida eremítica como la via exclusiva para la contemplación.







21) El eremita no tiene secretos o misterios, su realidad es la humildad y la pobreza en Cristo y la seguridad de que Dios levanta a los caídos.



22) Por la humildad, el contemplativo se acoge a su refugio en la seguridad que sólo Dios lo conoce y no los hombres.



23) El fruto del eremita en la Iglesia de Dios depende de su fidelidad al llamado a la soledad, a la oscuridad y en la humillación con Cristo.



24) La vida cenobítica (comunitaria) y la eremítica (solitaria) se completan la una con la otra.



25) Cuando nos olvidamos del fin de esta vida y nos damos a la curiosidad inútil, descuidando el tiempo mas sagrado destinado a la contemplación. Olvidamos el ser de hombres de Dios.



26) Nuestro monaquismo tiene una función en el mundo: proclamar ante quien lo quiera escuchar: “Yo estoy con vosotros todos los dias hasta el fin de los tiempos.”



( Hasta aquí el Prólogo de Luis Merton, de la Abadía de Getsemaní. Noviembre de 1953).



INTRODUCCION

Pablo Giustiniani, nació en Venecia en 1476 y estudió en Pádua. Se retira a la isla de Murano con deseos de encontrar la anhelada soledad.



A los 34 años, de 1.510 ingresa como novicio a la comunirad de eremitas de Camaldoli, luego es llamado a reformar la Orden.



En 1520 deja la comunidad para hacer una vida más solitaria y con un pequeño grupo de seguidores funda la Compañía de ermitas de San Romulado que luego tomó el nombre de Eremitas Camaldulenses de Monte Corona.



Después de su muerte en 1528, sus hijos le dieron el título de Bienaventurado. Escribió mucho pero la gran parte está inédita. Tiene una doctrina original y segura sobre muchos temas.



La vida espiritual de Giustiniani explica toda su obra. De espíritu abierto, ampliamente cultivado, formado en todas las disciplinas filosóficas, literarias y teológicas de una alta época de la civilización.



Conocerdor de la tradición, manejaba los ejemplos y textos de la antiguedad, al igual que los de la edad media. Escribió para mantener su atención, su fervor, para animar a sus amigos con sus cartas y escritos de alta espiritualidad.





LA FUENTE PRINCIPAL



La fuente principal de documentación es la serie de “Reglas” escritas en 1516: La “Regula vitae eremiticae”( Regla de la vida monástica) en 1520 y las Constituciones en 1524.



VOCACION EREMITICA ( Del Capítulo 1º )



PENSAMIENTOS:



1) La meta de la Iglesia es la Jerusalén celeste, todos los modos de vida crstiana conducen a ese fin pero existe un modo de vida que la anticipa: la vida eremita que nos hace semejantes a los angeles y nos une a ellos.



2) En la Iglesia hay diversidad de vocaciones. “A unos les es dada la contemplación, es decir, el reposo del alma en Dios; a otros solo la acción, que es darse por Dios a las cosas exteriores.



3) Cuando decimos que la vida religiosa es mas perfecta que a vida en el mundo, no queremos decir que cualquier religioso sea más perfecto que cualuier los laicos.





4) Han existido en el mundo eremitas, sin serlo, en verdad. Su manera de vivir no estaba garantizada por la autoridad de la Iglesia.



5) Con relación a la vida en el mundo, la vida religiosa es un medio más seguro de ir al cielo. Así lo reconocen los Padres de la Iglesia y los Concilios.



6) La vida contemplativa exige una vida eremítica y se confunde con ella.



7) Mucho se habla de la vida activa y la contemplativa. La última palabra la da el Señor: “María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada.



8) Distingue la vida religiosa: Los votos, una regla aprobada por la Iglesia y la autoridad a la cual es necesario obedecer.



9) Se puede alcanzar la santidad sin pertenecer a un “estado de perfección.” El ejemplo es el de San José Benito Labre que se santificó en medio del mundo y en la forma más humilde: como un pobre mendigo, sin techo, ni abrigo, ni familia...



10) En la práctica los reformadores y legisladores monásticos han denunciado como peligrosa toda vida solitaria que no recibe la garantía de una regla y un superior legítimo.



11) La vida eremítica era considerada como lo más hermoso e ilustre dentro de la religión católica y del estado religioso, pero ha perdido mucho ante el mundo actual.



12) Los votos religiosos son importantes porque introducen al cristiano a un estado garantizado por la Iglesia y asegurado por la obediencia que preserva de ilusiones.



13) Los “Votos” son un eminente acto religioso, es una consagración que realza el valor y aumenta el mérito de las acción de quien los hace.



14) Hacer un voto solemne es un acto de adoración a Dios y el que más le agrada, pues confiere a todas sus obras una perfección y excelencia elevada.



15) Quien hace un voto ofrece a Dios no solamente sus acciones, sino que se ofrece a si mismo; consagra al Señor, una vez por todas, su libertad y no sólo el buen uso que hará de ella; se compromete a una relación nueva que asemeja realmente los votos a un segundo bautismo.







16) Se llama “vida contemplativa,” no a la que esperamos para después, en la visión beatífica; tampoco al éxtasis espiritual dado a algunas almas, sino al género de vida en el cual, habiendo renunciado a todo preocupación temporal, uno se ocupa sólo de si mismo y de Dios: “sibi soli et Deo vacat” en una continua meditación de las realidades eternas.



17) Entre la vida activa y la contemplativa, su valor se juzga de acuerdo a sus actos propios: La vida contemplativa es más perfecta por estar dirigida al acto de amar y conocer a Dios, que es más perfecto y lo más útil al prójimo, aunque su utilidad no parezca real.



18) A San Benito se le considera como el patriarca de los cenobitas de Occidente, aunque hubo quienes la pracaticaron antes de él como es el santo Abad Antonio.



19) San Romualdo legó a las generaciones venideras las instituciones y las reglas de la vida eremítica; no lo hizo por escrito, sino mediante el ejemplo de su vida y de su enseñanza, imitando a Cristo, que no escribió lo que instituía actuando y enseñando, pero dejó que otros escribieran después.



20) En el Antiguo Testamento encontramos que Elías observó la forma de vida solitaria mientras que Eliseo, su discípulo, relizó, junto a otros numerosos discípulos, la vida conobítica.



21) Se llama “Monasterio” a la casa común de varios monjes. Los cenobitas y eremitas se consideran solitarios si huyen de la multitud exterior, es decir, si por su vida exterior se separan de todos los hombres que viven de distinta manera que ellos, o sea entregados a la mortificación para vencer las pasiones y entregarse totalmente al servicio de Dios.



22) San Benito enseña que por medio de los débiles comienzos de la vida cenobítica se llega a las vigorosas instituciones de la vida eremítica. Es el camino ascendente de la perfección.



23) Si leemos la Regla de los cenobitas deberíamos avergonzarnos de ver algo más positivo en ellos que por descuido no las practicamos estrictamente nosotros.



24) En nuestros días, lo más importante es que la Regla y las instituciones de la vida eremítica que deeben ser conocidas, especialmente por aquellos que desean servir a Dios.



25) Los que deseaban llevar vida eremítica buscaban lugares solitarios pero las perturbaciones causadas por las guerras o por el deseo de ayudar a la salvación de los laicos, los monjes dejaron las sagradas soledades y se mezclaron con la multitud de las ciudades. Abandonaron un paraíso de delicias y adoptaron una prisión llena de miseria.



26) Ahora los que viven en las ciudades sufren los inconvenientes de las guerras, más aun que en los lugares desérticos, y la conducta de los monjes ya no es una ayuda para la salvación de los laicos. Es pues el momento de volver a los lugares apartados para llevar vida de soledad.





EL LLAMADO DE CRISTO



27) Existe la institución eremítica. Es un hecho. Es el refugio de la vida contemplativa, desde los tiempos de Pablo Giustiniani. Pero, ¿ quién puede ser admitido?



28) La vida eremítica exige una vocación tanto más manifiesta, cuanto es ella más perfecta y difícil que cualquier otra. ( Un monje decía en estos días de finales del siglo XX: Si para una vocación sacerdotal Dios elige a uno, entre miles de cristianos, para una vocación eremítica, lo elige entre millones de cristianos ).



29) Para conocer esta vocación es preciso saber lo que no es vocación. “Hay hombres que no sienten ninguna devoción en el alma, ningún deseo de enmendar su vida, ningún celo por la gloria de Dios; sin embargo, quieren entrar en religión. ¿Cuál es el motivo? Esperan hayar en la vida religiosa tal o cual comodidad que les atrae, el descanso del cuerpo, o una posibilidad para el estudio y la lectura.



30) A veces, es una manera de asegurarse la comida y el vestido y los cuidados necesarios en caso de enfermedad o vejez.



31) Otros lo hacen por vanagloria y búsqueda de estima, o por el deseo de ser considerado virtuoso, o de adquirir en el estado religioso una ubicación mejor; una condición más elevada que la que se podría obtener en el mundo.



32) Es necesario desalentar a los que experimentan tales deseos. Hay que recordar al aspirante que se presente con tales disposiciones, la palabra del Sabio:



33) “Hijo mio, si vas a servir a Dios, no prepares tu alma para las delicias, la gloria, ni las dignidades, sino para las tentaciones y las pruebas.”



34) El Señor cuando alguien le dijo: “Te seguiré a todas partes,” le respondió: “Las zorras tienen su guarida, los pájaros del cielo, su nido, pero el Hijo del hombre, no tiene donde reclinar su cabeza.”



35) Es como si Jesús me dijera: ¿Dices que me sigues, porqué esperas tal vez encontrar así más comodidad en la vida, o mayor gloria que en el mundo, o dignidades sobre la tierra? Debes saber que no es así.



36) Jesucristo no da comodidad alguna a quien lo sigue, sino toda clase de dificultades; no da gloria, sino todos los desprecios, injurias, infamias y calumnias.



37) Aquel que quiere entrar en religión, no para servir, sino para ser servido, para descansar, y no para cansarse, se le dice: Vete hermano, vete. Piensas hallar el reposo? Encuentras la inquietud.



38) Piensas recibir alabanzas, aparecer como bueno y santo? Eres ultrajado, injuriado, recoges desprecios, hasta por tus buenas acciones.



39) Piensas escalar posiciones? Te aseguro que vivirás en continua servidumbre, en sujeción perpetua; y si llegas a un cargo importante, tu sujeción será más fuerte que nunca: Servidor de servidores.









40) Se entra a la vida religiosa para seguir a Cristo, tan solo a El. Grandes santos como Domingo, Francisco, Agustín, Benito...se esforzaron para imitar a Cristo, El es la meta a donde se dirigen nuestros deseos.



41) Los santos trataron de acercarse a la meta; hagamos como ellos: La humildad y la pobreza de San Francisco nos enseña a seguir a Cristo pobre y humilde.



42) Santo Domingo, San Agustín y San Benito nos orientan a Cristo con sus Reglas. Nos muestran el camino pero no se ofrecen como jefes. Sólo hay un jefe, para ellos y para nosotros.

43) Que la regla de nuestra vida sea la vida de Cristo; que nuestra regla escrita sea el Evangelio: debemos tenerlo en las manos. Allí están las normas de toda perfección.



44) Que hay en la regla de estos santos que no esté en el Evangelio? Imitando a San Pablo podemos decir: Domingo, Francisco, Benito, etc. acaso nos redimieron con su sangre?



45) Como la esposa del Cantar: “Trahe me:” Atráeme, es decir, fuérzame, hazme violencia para que vaya detrás de ti...sino me atraes no soy capaz de seguirte.



46) La vocación es una gracia de elección: supone una elección de parte de Dios; el papel del hombre es el de consentir ese llamado.



47) El hombre no puede entrar en religión si Dios no lo ha llamado: “No eres tu quien me ha elegido, dice el Señor, sino Yo que te he elegido.”



48) ¿Como hace oir Dios su llamado? “Dios llama de diversos modos a la vida religiosa: a unos, por inspiración interior, por el ejemplo de alguien, por exhortaciones humanas; a unos, por la prosperidad, a otros, por la adversidad.



49) Si has oido este llamamiento, de dejes de seguirlo, de esto depende tu felicidad eterna. Si has empuñado el arado: ¡no mires hacia atrás!



50) La vocación es exigente. Respeta la libertad, pero crea una obligación. No hay que recorrer todas las órdenes religiosas bucando un lugar donde servir a Dios.



51) No hay necesidad de esperar un signo extraordinario, un milagro que te muestre el camino. Hay que buscar a Dios con toda tranquilidad pero con generosidad.



52) El buen perfume de Cristo, es olor de vida para unos y olor de muerte para otros, nos dice el Apóstol San Pablo.



53) No se puede seguir a Cristo y al mundo. Algunos quieren seguir con relaciones con todos los suyos sin hacer la ruptura valerosa que exige esta vocación.





54) Quien siente la vocación no debe comunicarlo de inmediato a los suyos, puede encontrar dificultades que lo pueden hacer cambiar de propósito.



55) La vocación por ser un don de Dios, confiere la fuerza, aptitudes y salud necesarias. “Si un médico compra un esclavo inválido, es porque sabe los medios para curarlo y tener un sevidor.”



56) En la práctica se ven casos sorpendentes de personas que no eran capaces de ayunar o con una salud débil que han logrado superarse y más aun se rejuvenecen.



57) Es una vanidad esperar de Dios una ayuda extraordinaria que El no acostumbra dar. Pero cuando se elige una comunidad con su regla y vida austera, Dios no abandona a los que la siguen. Puestos en las manos de Dios, todo es seguro.



LA PREDICACION SIN PALABRAS



58) En la Iglesia existe el eremitismo y muchos cristianos son llamado a él. Se presenta un problema: ¿Cuál es el papel del eremitismo? “Muchos creen que, dentro del conjunto de los cristianos, la vida solitaria es, o totalmente inútil, o el miembro menos útil a si mismo. Hay quienes condenan dicha forma de vida , o la abandonan al temer la suerte del servidor que oculta, sin hacer producir el talento que se le había confiado.”



59) Veamos algunos principios: “La salvación del prójimo y la gloria de Dios deben ser buscadas por todos los servidores de Cristo, pero de distintas maneras. Hay que buscar la gloria de Dios y con el mismo fin, la salvación del prójimo. Esta es la función del solitario, sin agitarse pero siempre en oración y silencio.



60) La fecundidad de la vida de todo cristiano, depende de su fiidelidad a su vocación: “Ve y anuncia el Reino de Dios.” Seguir a Cristo, es anunciar el Reino de Dios.



61) Los Apóstoles anunciaron ese Reino de Dios. Los mártires, vírgenes, doctores y eremitas, lo anunciaron. Los Apóstoles, predicando y haciendo milagros en nombre de Jesús.



62) Los mártires anunciaron el Reino de Dios afrontando con alegría los tormentos y la muerte, para confesar a Cristo.



63) Las vírgenes, negándose a los goces terrenos para adquirir las castas delicias del cielo. Los doctores, defendiendo la verdad al precio de incensantes estudios.



64) Los eremitas, renunciando a todo, abandonandolo todo, huyendo de todas las alegrías del mundo, anuncian el Reino de modo manifiesto, no sólo con la lengua, sino con todas sus obras, durante toda su vida, y con todos sus miembros.



65) La vida del eremita se compara al mártir: Abandona riquezas, placeres, honores. Habita en los desiertos, practica la austeridad, el ayuno y la oración. Viste un tosco hábito y vive sin otro programa que la vida oculta sin futuro humano, despreciando el mundo y caminando tras la cruz de Cristo, pronto a sacrificarse a si mismo en todo sentido.



66) Proclama ante el mundo que hay una verdad: seguir a Cristo como el siervo prudente y sabio que con la vida grita al mundo que sólo hay una patria verdadera y eterna, noble, real que en su comparación todo es humo y vanidad.



67) Esta es la predicación más elocuente aunque sin palabras: Todo lo considero basura comparado con el conocimiento de Cristo, como afirma el Apóstol.









68) El sólo vivir la vida eremítica es el acto de misericordia espiritual más perfecto, más agradable a Dios, de más provecho al prójimo que todas las que podría hacer el hombre a lo largo de toda su vida permaneciendo en el mundo.



69) Por medio de esta vocación se predica todas las virtudes y se hace odiar todos los vicios. Con la fidelidad a su vocación el religioso, predica insensantemente las realidades eternas.



70) Pobres de nosotros si nuestra luz no brilla ante los hombres para que, viendo nuestras buenas obras, glorifiquen al Padre que está en los Cielos!





71) Nuestro silencio es confesar ante el mundo que no hay otra vida ni otra felicidad que la de servir a Dios con toda fidelidad.



72) En el Evangelio de Marta y María, “la inactividad de María no es menos fructífera que el trabajo de Marta, pues esa inactividad no es inercia ociosa, ni somnolienta.”



73) La inactividad de María es más laboriosa que cualquier trabajo y es más útil para si y para los demás porque es más útil actuar que hablar, dar ejemplo, que predicar.



74) Entre los paganos se puede decir lo que se ha escrito de Cicerón: que en poco tiempo de inactividad sirvió a sus conciudadanos, y a toda la posteridad, más que con el trabajo de muchos años...



75) Como el alma en reposo esta más libre y tranquila, la vida oculta vale más que la vida pública. La vida activa es buena si, según la opinión de los peripatéticos, modera y refrena las pasiones, e impide que pasen de ciertos límites, más allá de los cuales, son viciosas y condenables.



76) La vida inactiva, al decir de los estóicos, no tiene valor si no se libera enteramente de todas las pasiones, no dejándoles ningún lugar, y arrojándoles fuera de sus froteras.



77) La fecundidad de una vida no se mide únicamente por su resultado inmediato, sino ante todo, por la fecundidad del ser a quien se consagra: una vida consagrada a Dios es mas útil que una vida compartida entre Dios y lo que no es Dios.



78) Es más útil al género humano el que puede ayudar a más personas, de muchos modos y durante más tiempo, no en las cosas temporales, sino en las del alma; no en esta breve vida, sino para la vida futura.



79) Es más útil el que orienta a la humanidad hacia el fin que todos desean, es decir, a la bienaventuranza eterna por un camino más breve y más expedito. Eso hace el eremita.



80) Hay tres maneras de ayudar a los hombres en las cosas del alma y de la vida eterna, que son más importantes que las del cuerpo y la vida eterna: El buen ejemplo, implorado la ayuda divina con la oración y con toda una vida de acciones virtuosas.



81) Dios liberó a Lot por amor a Abraham y no porque Abraham se lo pidiera, sino porque vivía santamente.



82) El contemplativo ayuda a su prójimo más que los otros hombres, lo mismo que el que obtiene el favor de un príncipe, ayuda a su familia más que aquel que trata de acumular dinero trabajando: el príncipe da más en una sola vez que todas las fatigas durante muchos años.



83) Todos los días decimos en el Credo que creemos en la comunión de los santos. Esto quiere decir que todas las oraciones, buenas acciones y todos los méritos de los santos, son comunes a todos los servidores de Cristo.



84) Dice Santo Tomás que todos los cristianos son miembros del cuerpo cuya cabeza es Jesucristo. Y así como el alimento del cuerpo es común a todos sus miembros, el bien que se hace a ese cuerpo, es común a todos sus miembros.



85) Para justificar el eremitismo en la Iglesia, el Beato Pablo Giustiniani habla más a menudo del ejemplo que se debe dar a los otros, que de la oración por ellos.



86) Cuando el eremita pide perdón y gracia, piensa en si mismo, porque se siente pecador. Pero el confiesa en su persona la miseria de toda la humanidad.



87) El religioso sirve al prójimo rezando, pero no necesariamente rezando por su intención. La oración posee un valor en si misma, independienemene de su objeto y de su oportunidad.



88) Lo importante no es saber por qué se reza, sino a Quién se reza. Fijar objetivos a la oración, por numerosos que sean, pero siempre limitados, es restringir su alcance universal.



89) Dios es el Padre común de todos los hombres; rezándole, se hace bien, necesariamente, a todos los hombres.





Del Capítulo II: LA VIDA EREMÍTICA



1) El eremitismo es el nombre genérico que se adapta a todos los modos de vida en soledad.



2) Existen tres clases de eremitas: La primera es la de los que sin hacer votos, ni regla, ni profesión, sin superior, dice San Benito que son la peor categoría de monjes. Los santos cánones los reprueban y los llama acéfalos, es decir, sin cabeza.



3) La segunda clase son los que después de un tiempo de prueba en la vida cenobítica, luego de hacer los votos y emitir la profesión, abandonan el monasterio y van a vivir en soledad, como hacían los Padres de Egipto.



4) Esta segunda clase de monjes, como afirma San Jerónimo, es más perfecta que la cenobítica, pero también mucho más peligrosa. No admite compañía alguna y no puede estar al pie de los sacramentos que la Iglesia recomienda frecuentar.



5) La tercera forma de vida eremítica camaldulese es la de los que se alejan del mundo, o del monasterio se retiran lejos de toda ciudad; evitan dentro de lo posible, todo trato de los hombres que no viven como ellos. Estan en el desierto como en la casa del Señor y cada uno se aprovecha de la compañía de todos. Si uno cae, otro lo levanta. Se estimulan unos a otros.



6) Este tercer género de vida eremita fue inspirado por el Espíritu Santo a San Romualdo en Occidente. San Bruno no había fundado la Chartreuse, ni San Juan Alberto su Valleumbroso, ni San Roberto el Císter, ni San Bernardo a Claraval.



7) San Romualdo apareció como una luz en las tinieblas. Fundó la Camaldoli e instauró la vida eremítica.



8) La vida de reclusión. Este mismo santo fundador, después de numerosas pruebas dió la oportunidad a monjes de edad madura para encerrarse en una celda para no salir más, con el fin de contemplar las realidades celestes con mas tranquilidad.





9) N.B.: En esta fecha: 19 de Diciembre del 2002, vive en Monte Rua el monje: P. Juan María que por más de ocho años no ha salido de su celda sino los días del Triduo Sacro cuando va a la Iglesia a la Concelebración en la Misa conventual. Dice que “ vivo como el pez en el agua.”



10) La reclusión es pues el eremitismo camaldulense llevado a su perfección. Es propio de aquellos que están invadidos por el deseo de una contemplación más libre, que ha sido inventada por Dios y no por los hombres.



11) La gran exigencia de la vida eremítica es conservar la soledad. Gracias a ella el religioso se encuentra como en una fortaleza y liberado de los enemigos.



12) Yo soy esa vida solitaria que convierte a los hombres terrenos en seres celestiales y a los carnales, en espirituales. Yo soy el que reune en su dispersión a los hijos de Israel.



13) En el momento de la Transfiguración, los Apóstoles cuando levantaron los ojos no vieron más que a Jesús sólo, porque la contemplación no ve nada fuera de El.



14) En la soledad Abraham vio tres hombres, pero adoró a uno sólo...Cuando estaba solo recibió también la promesa del Salvador.



15) Juan Bautista fe inundado de amor por la soledad, en el desierto fue instruido y en el desierto encontró siempre a Dios.



16) Oh soledad llena de encantos! No eres suficientemente conocida más que por los que te conocen por experiencia.



17) La soledad nunca es suficientemente alabada! Conduce de la miseria humana a la felicidad de los ángeles. Hace a los hombres ángeles.



18) La soledad anuncia la venida del Espíritu Santo, así como la aurora anuncia el día.



19) “Yo no viví, en verdad, mientras no estuve solo; me encontraba conmigo mismo únicamente cuando estaba solo y únicamente me aproximaba a mi Creador cuando estaba solo.”



20) Si San Romualdo eligió el desierto de Camaldoli, fue porque estaba muy alejado de toda ciudad, y porque la vasta extensión que lo rodeaba lo ocultaba, lo hacia casi inaccesible.



21) Todo el terreno delimitado por el círculo de árboles que rodea las celdas, así como los caminoos que conducen de las celdas a la Iglesia, serán considerados como cláustro.



22) “Es en el secreto de cada celda separada donde el eremita podrá gustar la profunda paz de la santa soledad.”



23) “Ninguna soledad matearial puede dar la tranquilidad al espíritu, sin la ayuda de la verdadera soledad, que es interior...el lugar no santifica al hombre: es éstee quien santifica el lugar.”



24) No hay soledad sin recogimiento. “El silencio es el principal ornato de la soledad.”



25) “El solitario encerrado en una celda se abstiene del trato humano sólo para hablar con el Creador en la oración y consigo mismo en la meditación.



26) El silencio no fue estituído para que nos transformemos en animales mudos, sino con el fin de que cesemos en nuestros coloquios exteriores y no dejemos de hablar con Dios.



27) El solitario puede también escribir, ya sea para mantener su atención, ya para ayudar a la memoria, o para exhortar a su prójimo.



28) El silencio está colmado del pensamiento de Dios, “se transforma en suavísimo y muy deseado alimento del espíritu. El dulce y solitario silencio me eleva más hacia Dios, me hace vislumbrar una sombra más diáfana de la sublimidad infinita de nuestro Redentor.



29) También dice el Beato Pablo: “El estudio de Platón o Aristóteles u otro escritor que leí en otra época, pienso que el silencio enseña más.”...



30) Se evitará toda conversasión con los laicos, pero los eremitas no están obligados a un silencio tan estricto entre ellos.



31) El silencio es la condición de la verdadera soledad...sin el silencio no hay soledad.



32) No se debe escuchar nunca con gusto, ni informarse sobre las guerras ni otros acontecimientos del mundo.



33) De nada sirve alejarse del mundo, si se dejan subir los ruidos del mundo hasta el yermo.



34) Los eremitas pobrán tener conversaciones espirituales entre ellos; habrá horas de recreo y podrán salir juntos a caminar...hasta podrán conversar con los reclusos antes de la cuaresma sin entrar en la celda. El silencio no será pues, absoluto, para nadie.



35) No hay ninguna comunidad, por poco numerosa que sea, en la que no haya mucho que soportar de parte de los otros. Aunque sean sólo dos, los hombres juntos, se hieren en muchos puntos. Donde haya personas, habrá imperfecciones que es necesario soportar.



36) ¿Hay algo más alejado de la bondad divina que el hecho de no soportar, imperfectos como somos, las imperfecciones de nuestros hermanos, cuando el Señor, que es perfecto, soporta con paciencia los vicios y las injurias de tantos hijos suyos?



37) Un monje que se creía sin mperfecciones se fue con otra al desierto y vio que aun sentía la dificultad de estar con otro. Se retiró a vivir solo y palpó sus imperfecciones que no estaban en los otros sino en su propio corazón.



38) Cuando estamos en el Yermo podemos decir: “Esta es mi morada para siempre, aquí habitaré porque la he elegido.”



39) El monje descrubre poco a poco la belleza de la soledad y de la naturaleza que le rodea: el canto de los pájaros, el aire puro, los arroyuelos que corren, la vegetación, todo es una invitación a cantar las maravillas de Dios.



1. Desdichado el que encuentra los días demasiado largos! Acostumbra antes de dormir, hacer una lectura piadosa que sea breve y fácil.



2. El sacramento de la confesión sea frecuente como lo recomienda la Iglesia: decir los pecados de manera sencilla, pura, sin repeticiones.



3. Los alimentos sean tomados sin precipitación. Mientras se come se puede meditar o leer algún libro de interés espiritual.

Yermo de Monte Cuco donde vivió el Beato Pablo en una

cueva humilde antes de esta nueva construcción.



4. Mantener el aseo de la celda, tener todo en orden y barrer a menudo, lo mismo que todo lo de uso personal, que su cuerpo y ropas estén siempre limpios. Tener también cuidado del jardín.



5. Al salir de la Iglesia después el oficio, hagan una genuflexión y digan una breve plegaria, por lo menos un Padrenuesto y un Avemaría o sólo: “Señor, Jesús, Te adoro, ten piedad de mí, ayúdame.”



6. “Hagan un trabajo manual de acuerdo a las necesidades de cada uno, o exigido por la salud, o si lo necesitan para relajar los músculos.







7. Prefieran las tareas más humildess y modestas y sobre todo las que sean más útiles a los hermanos. No olvide que el alma no es para el cuerpo, sino el cuerpo para el alma o sea que los trabajos del cuerpo están destinados a las obras del espíritu.



8. Los que no conocen la vida religiosa se imaginan que un solitario está sin qué hacer, hastiado y triste, como si estuviera dormido o fuese un animal irracional que deja transcurrir el tiempo sin hacer nada.



9. “Y yo, Señor y Dios mío, te hablo como solitario. Me encanta hablar contigo y cuando te hablo, no me está permitido mentir. Y se, por mis largos años de experiencia, que cuanto más solo estoy, menos ocioso me hallo; precisamente, es cuando no estoy solo que me siento inerte, a merced del aburrimiento y la tristeza.”



10. “Nunca los días me perecen tan cortos, las noches tan breves, tan rápido el tiempo, como cuando, libre de toda ocupación exterior, lejos de los hombres, puedo gozar de la dulce soledad.”



40) Los eremitas que salen deben conservar las prácticas de la vida eremítica. Huirán como del fuego, de los monasterios de monjas de cualquier orden aunque sean camaldulenses.



41) El monje al salir llevará consigo una pequeña Biblia. Su porte exterior dará la impresión de simplicidad y prudencia.



42) No mantendrán excesiva familiaridad con nadie: “Solus esse, solus iubilare, gaudere.”



43) Que aprendan a estar consigo mismos, abstenerse de conversariones mundanas y hablar siempre de Dios.



44) Con el esfuerzo de estabilidad y la gracia de Dios, les resultará agradable la vida solitaria. Si tienen que salir por cualquer motivo verán la celda como una presión pero si se sale raras veces siempre se vuelve a ella con más avidez y se encuentra con más dulzura.



45) La mejor manera de estar en la celda es haciendo el mismo trabajo y no ceder al hastía ni a la necesidad de cambios. Es allí donde encentra un refugio contra las tentaciones.







LAS OCUPACIONES DEL E R E M I T A



1. La soledad libra al eremita de las ocupaciones ordinarias y se convierte en un descanso lleno de laboriosidad, se dice en el latín: “negotiosissimum otium.” (O sea un ocio riquísimo).



2. Dice la Regla: Cada uno se esforzará en dedicar ciertas horas al trabajo manual, a la oración, a la lectura y demás disciplinas en tal manera que el día y la noche parezcan cortos para todo esto.

3. La vida del eremita es un arrepentimiento de las faltas pasadas, ordenar el presente y prever con prudencia el porvenir. Alejarse cada día más de la ocasión de pecar. Pensar en la muerte ocupándose de meditar las realidades humanas y divinas.



4. Pero lo más sublime de esta vida es poder alabar a Dios, día y noche, aun de viva voz, con salmos, cánticos e himnos...saliendo de este mundo para conversar con los ángeles en el cielo y con Dios Creador nuestro.



5. Contemplar las perfecciones de Dios como en un espejo y exhortar de palabra a los presentes y por carta a los ausentes.



6. Vestir muy sencillamente, alimentarse con sobriedad, dominar el orgullo de esta vida y refrenar los deseos de la carne, practicando largas vigilias y ocupándose en cosas humildes y despreciables.



7. Esta vida nuestra está muy ocupada pero no en asuntos del mundo sino en ejercicios nobles y fructíferos que sirven para la vida eterna.



8. En cuanto a mí, tú lo sabes, Señor, que lo ves, cuanto más solitario estoy, más ocupaciones me asedian las que debería y quisiera hacer.



9. Aunque algunos creen y dice que los solitarios están ociosos e inactivos, yo no dejaré de pensar y de decir que ningún género de vida es tan activo y laborioso como el del solitario, servidor de Dios.



10. ¡Cuántas cosas quisiera leer, pero me falta el tiempo! No es que pretenda leer de nuevo a los filósofos y poetas antiguos paganos, pues lamento haber empleado más tiempo en ello; leer las Escrituras Santas y lo que me mueva a la devoción y al arrepentimiento.



11. Cuánto me gustaría poder, como dice Santa Cecilia, llevar siempre sobre mi corazón el Santo Evangelio y no interrumpir esa divina lectura ni de día ni de noche.



12. Leer y escribir, son, los ejercicios más fáciles y los más imperfectos de la vida del solitario...Por eso es preciso meditar, orar, elevarse en la contemplación de las celestes realidades.



13. Pensar con amargura de todos los días mal empleados de la vida, vencer las pasiones actuales, poner el futuro en manos de Dios y pensar en la muerte y prepararse a ella.



14. Que los hombres del mundo no digan que estamos ociosos porque no compramos ni vendemos, no construímos, ni navegamos, no criamos hijos, ni pleitiamos. Tendrían que llamar ociosos a los Santos Angeles de Dios que le aman sin cesar, su intelegencia siempre está ocupada en su Creador.



15. Por estar en este mundo, el solitario mira que sus pies están manchados del polvo y del lodo que tiene que pisar, por eso debe purificarse a menudo, dada la humana fragilidad.



16. La única acción del solitario consite en llorar, ya por haber ofendido a Dios, ya de dulzura a causa de las divinas gracias y las celestes visitas que recibe, ya a causa del ardiente deseo de la patria celeste.



17. El solitario tiene coloquios a menudo con su Angel guardián y demás criaturas celestes y con los seres que amó en este mundo y supone gozan ya de Dios en el cielo.



18. Aunque digan lo contrario, yo me glorío de haber elegido el estar al servicio de Nuestro Señor Jesucristo y ser despreciado y tenido por inútil e inactivo.



19. Sé que este mundo pasa y nada es duradero...no pienso en otra cosa más que en dirigir mis pasos hacia la patria celeste y verdadera y hago lo posible por invitar a los demás.



20. Te alabo sin cesar, Dios mío, me afano en conocerte, en amarte siempre hasta que llegue a aquella patria donde podré conocerte perfectamente y sin fin, perfectamente amarte, alabarte y siempre contigo, dentro de este reposo que no es inactivo ni ocioso, donde todos podemos descansar en paz.







LA ORACIÓN DEL EREMITA ( Capítulo III del libro en la página 99 )



EL UNICO MAESTRO



1. “El tiempo que los eremitas no pueden emplear en el trabajo manual, está destinado al estudio de las letras, a los salmos y a las oraciones.”



2. El estudio, la salmodia, la oración privada y pública, forman parte de un mismo régimen. Las tres ocupaciones se complementan y son igualmente necesarias.



3. El estudio es totalmente necesario, lo importante es el precisar bien su objetivo, que a su vez, determinará el método.





4. Al creer en Jesucristo como verdadero Dios, no necesitamos buscar en otra parte una disciplina moral, ni tampoco la doctrina; basta leer y releer el Santo Evangelio, donde la doctrina y los ejemplos de Jesucristo son proclamados abiertamente a todos.



5. Con Jesucristo no necesitamos buscar otro maestro que enseñe qué es la virtud, qué es la vida, qué es el bien y el mal, lo verdadero y lo falso.



6. No deseamos que otro hombre ilustre y excelente nos instruya con los ejemplos de su vida: él es verdadero Dios y hombre, con todos los ejemplos de las más altas virtudes, reunidas en ningún hombre que sea sólo hombre, sin defecto ni imperfección.



7. Que no se busque, otro maestro. Cristo es el único libro “el libro donde está contenida toda la sabiduría divina. Mi libro debe ser Jesucristo: libro escrito enteramente con su sagre preciosa, precio de mi alma y redención del mundo, libro cuyos cinco capítulos son las cinco llagas.



8. San Pablo no sabía más nada que no fuera Cristo y Cristo crucificado. Este libro debe ser leído en el silencio.



9. Ciegos están los que piensan hallar en este mundo la verdad en otra escuela o en otro escritor que no sea Jesucristo y sus Evangelios. Cualquier otra verdadera doctrina, deriva de la suya.



10. Cristo se nos propone como luz, guía, espejo, regla infalible y como único y verdadero preceptor.



11. Jesucristo es un libro en el cual, para quien sabe leerlo, están resumidas todas las doctrinas, todas las disciplinas, todas las disputas, todos los tratados, todas las exhortaciones que fueron o serán hechas en lo relativo a Dios, desde el comienzo hasta el fin del mundo.



12. Los escritores sagrados no trasmitieron más que una partecita de la doctrina total contenida en ese libro; han sido sólo pequeños arroyos por donde pasa el agua de esa fuente inagotable.



13. Lo que cada uno ha escrito no es más que un capítulo, un corto pasaje de este libro bendito que es Jeuscristo, abismo y fuente de todas las doctrinas intelectuales y morales.



14. A los eremitas les está permitido dedicarse a todo estudio que la Iglesia acepta; no leerán libros prohibidos o que traten de superstición.



15. Cuando algún religioso predicador pase por el Yermo, el Prior le pedirá que hable a los eremitas para exhortarlos...



16. Todos los eremitas podrán entrar a la bibliteca y con el debido permiso, podrán llevar a la celda los libros que necesite con la condición de indicar por escrito los libros que ha sacado.



17. Se comprarán cada año los libros que se juzguen mejores y más útiles. Para las almas religiosas el estudio estimula todas las virtudes.



18. Duante todo su vida religiosa, el beato Giustiniani predicó con su ejempo lo que él prescribía. Nunca dejó de trabajar, especialmente en la esfera de las ciencias sagradas.







19. El Beato Pablo Giustiniani hace una lista de los escritos de Arisóteles, de Platón, de Plotino...toma nota de los autores clásicos. Se documenta en los Padres de la Iglesia: Orígenes, Rufino, Eusebio de Cesarea, San Agustín, Casiano, San Gregorio el Grande, Casiodoro, el Seudo Dionisio y San Bernardo.



20. Lee a Santo Tomás, a San Alberto el Grande y al Dante; traduce al italiano opúsculos atribuídos a San Basilio, a San Bernardo y a Ricardo de San Victor.





21. No descuida ni el derecho canónico, ni la historia de la Iglesia. Toma apuntes sobre la historia del monaquismo y de lo que él llama: “la república camaldulense.”



22. Hace la lista de los que han escrito contra el Corán, a partir del Pedro el Venerable. En el escrito contra las superesticiones se basa en la historia y en el derecho, en los Santos Padres y en Santo Tomás.



23. Redacta para los novicios iletrados, un compendio de la doctrina de Jesucristo, basada en los Evangelios.



24. En las Sagradas Escrituras, el Evangelio, es la fuente de toda perfección, por los motivos que ya sabemos: Cristo es Dios y hombre, su enseñanza posee la autoridad divina y se dirige a todos los hombres.



25. La suprema filosofía de Cristo se encuentra en los Evangelios. Hagamos como Arcesilao: leamos todas las mañanas y al acostarnos alguna página de la vida y de la enseñanza de Cristo y escuchemos a San Pablo cuando nos muestra a Cristo.



26. Amemos a Cristo y hagamos lo que El quiere. No dijo: “Quien me ama observa mi palabra? “Llenémos de Él nuestra memoria. Los que no leen el Evangelio, difícilmente aman a Cristo.”



27. Si se quiere llegar a la perfección interior de la vida eremítica, es absoluntamente necesario leer el Evangelio y los mejores comentarios que existan, el principal las Epístolas de San Pablo.



28. También deben ser leídos, los Padres de la Iglesia, que el beato se alegraba de vivir en su compañía. Exalta al quien llama nuestro Salustio y nuestro Cicerón cristiano, el papa León el Grande, que en todos sus escritos demuestra que Cristo es Dios y hombre verdadero y en Él está la verdad y todos los misterios y los sacramentos de la perfección evangélica.



29. La autoridad de los Evangelios se funda en el Encarnación y su lectura orienta el espírtu hacia el misterio por el cual “el Señor Dios se recluyó en las entrañas de la Virgen María.”



30. La encarnación se prolonga en la Eucaristía y este misterio inspira también al bienaventurado Giustiniani ardientes y altas meditaciones.



31. ¿Por qué escribe tanto este eremita? El mismo nos lo dice: “Lo que escribo, no es tanto lo que he aprendido, como lo que deseo aprender escribiendo. Progreso escribiendo.







32. Al escribir he podido hallar lo que no encontré ni en la lectura, ni en la oración. (Parece decir que es una fruto de la contemplación).



33. No está excluído el hecho de ser útil a los demás. “Escribe todos los días algo para utilidad propia y además para utilidad común y para buscar consolación.”



34. El estudio es una obligación de la vida eremítica; escribir para el bien de otro no es finalidad del eremita, podrá ser uno de los frutos d la contemplación.



- LA DIVINA CANTINELA



1. Lo mismo que en el estudio, la vida espiritual se alimenta de la “salmodia” o sea el oficio divino, o Liturgia de las Horas, donde los salmos tienen tanta importancia.

2. “En el coro recordamos que la función del monje es la de llorar sobre sí mismo y sobre el mundo y cantamos rara vez; no debemos tatar de proporcionar placer al mundo.

3. Según la tradición los eremitas no cantan nunca; ellos celebran la obra de Dios ( el Opus Dei ) con la modulación, con una voz que no sea ni demasiado grave ni demasiao aguda sino devotamente y si embargo con alegría y virilidad.

4. La función del eremita no es la cantar ni exultar, sino la de llorar y hacer penitencia.

5. No se hará la salmodia de modo demasiado lento ni demasiado rápido, sino con calma, sin confusión ni precipitación, pronunciando de manera clara e inteligible.

Capilla del Yermo de San Jerónimo en Monte Cuco



6. Nunca debe comenzar un coro antes de que el otro haya terminado. Se hará siempre una pausa en medio de cada versículo.



7. En las solemnidades, la salmodia se hará de modo más lento y grave. Lo mismo se hará en invierno, en las vigilias, aprovechando las noches más largas.



8. Alegrarse todos los días con la recitación de los salmos. Es una de las prácticas tradicionales del eremitismo y toda la vida religiosa. Que nunca se transforme en una carga.



9. El B. Giustiniani he hecho el elogio de los salmos cuando los llamaba “esas divinas cantinelas” o sea esas divinas repeticiones de los Salmos que hay que estudiarlos para apreciarlos.



10. Recomendaba el beato que en la recitación de los salmos hay que atender al sentido literal, es decir lo que quería decir el buen David en el momento en que componía los Salmos.



11. David es un gran filósofo que contempla los Salmos como los grandes misterios de Dios, las criaturas en sus manos y las cualidades de nuestra alma.



12. No hay duda que es muy difícil entender las Escrituras y sobre todo los Salmos pero gracias a Dios, cada día se hace más inteligible, gracias a tantos estudiosos que mejoran las traducciones.



13. Decía San Jerónimo: ¡Qué dulce es la lectura de los Salmos! Lejos de fastidiarme ella me agrada. ¿Qué podría hacer que me gustara más que ésto? En ellos alabo y glorfico a mi Creador; en ellos le llamo, le honro, le ruego, en ellos le doy gracias, lo bendigo; en ellos, confieso mis pecados e imploro misericordia. En ellos me veo como en un espejo, comprendo la fragilidad de esta vida, lo poco que se debe amar el cuerpo mortal, hasta qué punto los sentidos nos alejan de Dios si el alma se deja gobernar por ellos; hasta qué grado el alma es noble si quiere conocerse a sí misma y cómo es igual a los animales si eso le falta.





14. Añadía: “En los Salmos, contemplo la infinitud del poder, de la sabiduría y la bondad de Dios”...



15. Si se estudian los Salmos se hallaría más encanto poético que en los sonetos de Petrarca o en las odas de Horacio. Sólo quien no haya estudiado los Salmos de cerca, puede pensar de otra manera.



16. ¡Para mí, los Salmos son mis sonetos; mis odas son los Salmos! Los aprendo de memoria, para poder decirlos sin tener el salterio en la mano. El sólo sentido literal me arrebata en extremo.



17. En el profeta David se encuentra la dilecadeza y la dulzura del poeta, la elevación y la sutileza del verdadero filósofo, el sentimiento y la ternura del hombre enamorado de una belleza verdadera, eterna y celestial.



18. En los Salmos se ve profetizado Jesucristo de manera tan directa, que se podría creer de algunos de ellos que fueron compuestos después de la muerte de Jesucristo.



19. Al aprenderlos de memoria, los recito en las enfermedades y en otras oportunidades. David deja ver todos los sentimientos de un cristiano y aún más de un eremita: el desprendimiento del mundo y el deseo de Dios.



20. El Salmo 118 en particular nos debe llenar de entusiasmo, contine los misterios de Cristo, con todo lo que es necesario a nuestra perfección. El amor a los Salmos es el signo de los verdaderos monjes. Infelices aquellos que los desprecian!



21. Si se estiman los Salmos, se recitan con gusto, y uno alcanza consolación: “Puesto que la verdadera preocupación del monje debe ser la de llorar sus faltas, alabar a Dios por su misericordia sin fin para nosotros, con todo el afecto de que su alma es capaz, no puede ocuparse de nungún ejercicio espiritual con más satisfacción.



22. Los Salmos tienen las palabras más eficaces para mover el alma, para confesar las faltas y para pedir perdón a Dios.



23. En el Salterio se alaba y se glorifica a nuestro eterno Creador y Redentor tal vez más que en ninguna otra parte de la Sagrada Escritura.



24.La lectura de los Salmos, conviene al monje de manera tal que en otro tiempo se le rocomendaba que, en el momento de su profesión tuviera entre sus manos el salterio o en los labios.



25. Siempre que esté libre de toda ocupación, nada le conviene tanto como leer los Salmos...Nada puede ser m ás útil al monje que, en la soledad y silencio quiere meditar siempre, rezar a menudo y, a veces, contemplar.



26. El estudio y la salmodia son ya auténticas formas de oración, en la medida en que se comprenden una lectura atenta y meditada de las Santas Escrituras.



27. Es necesario trabajar con todas las fuerzas para alcanzar la perfección, no obstante las tentaciones y las pruebas. Apresúrate a ser señor de tus pasiones y de tus vicios, a fin de que admitido al secreto del Rey puedas unirte a él como uno más de su casa.



28. El tentador ocasiona la turbación del espíritu, mientras que el Príncipe de la paz busca al hombre manso y humilde de corazón para r eposar en él.



29. En los asaltos de este dura combate, recuerda constantemente la realidad de la muerte. Así como un cadáver te ofrecerás al asalto de las pasiones.



30. En la inminenicia de la tentación, sígnate el corazón con la cruz; ella te será escudo y defensa. El enemigo te quiere recuerdar los pecados para que te complazcas una vez en la voluptuosidad.





- LA ORACIÓN SIN MÉTODO ( Libro Vida Eremítica, página 112).

1. Las Constituciones nos señalan dos horas, al menos, de Mediación diaria, que es la Letio Divina: Una hora después de Maitines y otra hora en la tarde.



2. Sin la ayuda divina, ni la lectura, ni la meditación serán provechosas y además, toda observancia es imposible. Es necesario, ante todo, practicar la oración, pues es la tarea propia del eremita y religioso.



3. “Aquellos que vienen del mundo, o del monasterio, serán formados, en el Yermo, sobre todo, en la oración, pues el que no se consagre a la oración durante dos horas al día, suficientemente instruído, no podrá perseverar.





4. Es tan imposible crecer en la vida espiritual sin oración, como en la vida corporal, sin alimento.



5. La oración hace que el espíritu aún más vigoroso tenga necesidad de la lectura y la meditación y éstas, a su vez, favorecen la oración: las tres actividades se enlazan la una en la otra y se ayudan mutuamente.



6. Son eremitas sólo de nombre, aquellos que no se dedican todos los días, a la lectura, a la meditación y a la oración.



7. La lectura debe ser atenta y no superficial; la meditación, es un esfuerzo de reflexión: exige que el pensamiento no sea inestable y reviste la forma de un coloquio directo con Dios, que lo inspira; pues también en ese momento el único maestro es el Señor.



8. Ningún libro puede enseñar a hablar a Dios, sólo el Espíritu Santo puede sugerirnos la manera de adorar a Dios y de llorar nuestras faltas. Cada uno ora de diverso modo.



9. Es preciso una seria preparación a la Oración. Que el espíritu esté libre y en calma. Dejar que la gracia actúe. Así se llegará a la contemplación.



10. Este proceso está de acuerdo a los dones que Dios da a cada alma. Feliz aquel a quien una breve lectura y una corta meditación le bastan para alcanzar una oración prolongada.



11. Esto es propio de los ángeles y de los santos pero a veces Dios todopoderoso la concede a quienes practican en un cuerpo una perfección que se acerca a la de los ángeles. Su naturaleza se eleva más allá de sus propias fuerzas y su espíritu goza de la dulzura de Dios.



12. Bienaventurados aquellos cuya naturaleza soporta a menudo esa violencia y que hacen que por más largo tiempo, la experiencia de tal éxtasis.



13. Nunca se encontrarán dos almas que oren de la misma manera y en cada una la manera de rezar varía casi todas las veces que lo hace.



14. El Espíritu Santo es un artista incomparabe en ese dominio; no hay más que dejarse llevar por El, sin mirar hacia atrás para saber por qué camino nos lleva.



15. Como un navío que surca el mar sin dejar ningún rastro, el alma llevada por el Espíritu Santo a través del océano de las divinas contemplaciones, no puede, aunque mire hacia atrás, ver, ni por dónde pasó, ni a dónde ha llegado.



16. Si se quiere exponer el método que no admite método, pero admite todos los modos de oración es preciso afirmar desde el principio que, en oposición a lo que sugiere la misma palabra: Orar, la oración no se realiza solamente cuando se le pide algo a Dios; muy a menudo la oración es más auténtica, más eficaz, cuando no se le pide nada.



17. Puede decirse que cada Salmo y cada versículo es una oración, aunque en muchos de ellos no se la pida nada a Dios. Muchos al leer un versículo sólo, encuentran tema para hacer larga oración.



18. San Pablo la sugiere a Timoteo cuatro manera de orar, de las que, una sola consiste en “pedir.” Parece más fructífero el “dar gracias” a Dios por un beneficio, que pedírselo.



19. Es más grata a Dios la oración reconciendo nuestra debilidad o su misericordia que aquella en que imploramos la ayuda de esa misericordia para esta debilidad.



20. Que cada uno busque libremente el modo de orar al cual se siente atraído. Que no trate de observar tal o cual modo de orar. Siga al Espíritu Santo, que lo llevará de uno a otro.







21. Existen oraciones redactadas, que se pueden recitar, pero esta manera de rezar, se aproxima más a la lectura que la oración mental.



22. La verdadera meditación es un estado en que el alma está “suspendida en Dios” sin ayuda de ningún texto impreso, la oración que ella emite bajo el hálito del Espíritu Santo, los clamores y gemidos que profiera, tal vez hasta con palabra constituye precisamente una oración mental.



23-Por todo esto, sería bajar la oración a la lectura, el indicar un orden a seguir un método; el procedimiento normal debe ser a la inversa: la lectura debe dar nacimiento a la oración.



24. Debemos inistir que la oración no admite método, sino un método de ascética previo.



25. En lugar de buscar cómo comportarse en la oración, sería mejor buscar con qué ardor, con qué pureza, con qué contrición se debe orar, sería mejor enseñar a alcanzar ese fervor y esa pureza, que querer fijar un método para la oración.



26. La verdadera manera de orar es la de no observar ningún sistema en particular, o, si se quiere, de observarlos todos.



27. El bienaventurado Giustiniani declara que si él se expresa así, es porque esta doctrina corresponde a su experiencia: “la verdad lo fuerza” a hablar como lo hace.



28. Al tratar el tema de cómo él ora, hay siete palabras que resumen todas sus actitudes:

a) Adoro,

b) Alabo,

c) Confieso,

d) Doy gracias,

e) Invoco,

f) Espero y

g) Deseo.



29. Son que siete abismos donde el espíritu puede hundirse infinitamente; cada una de ellas sugiere tantas maneras de oración, que ningún espíritu, por elevado que sea podrá agotar en una larga vida de oración.

21. Uno comienza por reconocer su propia miseria luego, se dirige a Dios para adorarlo y alabarlo, confesarlo, darle gracias, invocarlo, suplicar y desear.

22. Pero también se podrían realizar otros actos, tales como bendecirlo, glorificarlo, magnificarlo y exaltarlo.

23. Un ejemplo permite la constantación de los recursos inagotables de cada una de estas palabras.

24. Por ejemplo: la confesión. Si quisiéremos introducir divisiones entre las múltiples consideraciones que sugiere esta palabra, podría pensarse en la natural indignidad del hombre, después en la que procede de sus propias faltas, en fin, aquellas cuyas causas están en sus negligencias, sus ignorancias, su frialdad, sus debilidades.



25. Él se consagra a lo largo de más de 10 páginas, a la confesión de sus miserias. Ese acto de humildad permite ver mejor que ninguna teoría, cómo un alma contemplativa encuentra siempre la manera de hablar con el Señor sin esfuerzo.



36.Tampoco se puede expresar “la amarga duluzura” y “las lágrimas suaves” que acompañan ese diáologo interior.



37. La confesión de las propias miserias basta para mantener el alma en presencia de Dios: “sibi soli et Deo vacat.” Se desarrolla luego el diálogo con Dios; es la humanidad entera que dice su pobreza y recibe la respuesta de Dios; es la gracia de la salvación.







38. La oración sin método y casi sin petición, es posibe, existe. La única prueba de ella es la experiencia de quien la practica.





39. El alma llega a expresar su fe y su deseo de Dios. No interrumpe su adoración más que para mendigar un dón, que es el Señor mismo.



40. Tu oración se convierte en oración de la Iglesia y a la vez “que no es posible salvarse sin hacer todo lo que se puede por la salvación de los demás.”



41. La conversión del Islam, de los cristianos separados, interesan a la Iglesia entera y están presentes en el espíritu del bienaventurado Giustiniani. También ora por sus familiares, por sus amigos y por sus enemigos.



42. ¿Cuál es la causa de que el alma, aunque sienta gran placer en la oración, se entregue a ella con tanta dificultuad? En cambio a los placeres del mundo se siente tan atraído?



43. Explica lo anterior: “El alma es una substancia noble, tenue, sutil, mientras el cuerpo es materia dura y grosera, por eso recibe con más facilidad dichas impresiones.



44. El placer de la oración, toca al espíritu que es la parte del alma más alejada del cuerpo. Así cuando el alma inflamada del placer de la oración, quiere volver al cuerpo, éste, que no ha gustado ese placer, o que no la ha retenido, niega su consentimiento en el alma.



45. Aclarando mejor: Aceptamos fácil las acciones de común acuerdo, el alma y el cuerpo, es la razón por la cual se vuelve con facilidad a los placeres, cuando en el alma no opone resistencia al cuerpo; mientras que es dificil volver al placer espiritual de la oración cuando el cuerpo opone resistencia al alma.



46. Es más fácil bajar de la montaña porque el cuerpo está de acuerdo con la voluntad del espíritu, pero al subir, la pesadez del cuerpo rechaza ésto y el alma debe violentarse.



47. Así en la oración: La violencia que el alma debe hacer al cuerpo causa tal desagrado a éste y al alma que ambos concuerdan en huír del placer de la oración.



48. Aunque muchos hacen oración con mucho agrado, el cuerpo siempre se resiste. Es la violencia que siempre sufre el cuerpo. El placer de la oración no es natural, no porque sea antinatural, sino porque está por encima de lo natural.



49. El alma no puede llegar a la oración por sus propias fuerzas; es necesario que sea atraída por un dón especial de Dios: una moción actual de su parte.

50. Por eso nos explicamos que no es fácil hacer oración aunque sintamos gran placer cuando se llega a ella. La causa puede ser la falta de ejercicio. Las acciones difíciles se hacen fáciles para los que se acostumbran a ellas.



51. Los filósofos paganos dicen que el hombre debe elegir el camino más perfecto, aunque sea penoso, porque la costumbre lo hará fácil. Así el alma con un ejericio continuo por la costumbre hace que sea ágil y capaz de arrastrar al cuerpo en su seguimiento.



52. La moción divina que parecía violenta al principio, se vuelve, connatural y el placer experimentado, atre cada vez con mayor fuerza, disminuyendo el esfuerzo para llegar a él.



EL QUE QUIERA ORAR FACILMENTE QUE ORE ASIDUAMENTE



De la anterior página, se concluye que nada dificulta tanto la oración, como el no ejercitarse en ella y nada agiliza más, como la práctica habitual. El que quiere orar fácilmente, que ore asiduamente. El que quiere gustar la dulzura de la oración, que adquiera la costumbre de hacerla y será colmado de alegría.



Tampoco se debe tomar como finalidad de la oración, el placer que se siente al practicrla: es un medio para elevarse más a Dios y refiriendo todas las cosas a su gloria, unirse más estrechamente a su amor.”

( De la página 124 del libro “Vida Eremítica” según la doctrina del bienaventurado P. Giustiniani ).

LA ASCÉTICA EREMÍTICA. Del capítulo IV del mismo libro “Vida Eremítica” página 127:



Pensamientos

1. Puesto que se trata de vivir con Dios solo, es necesario realizar un desprendimiento radical de todo lo que no es Dios, con el fin de hallar la verdadera soledad, que es la del espíritu.

2. La ascética invita al despojo interior que es difícil y por eso debe estar salvaguardado por un esfuerzo constante.

3. Hay algo que es duro: dominar el espíritu, obligarlo a abandonar el mundo –si así puede decirse- efectiva y afectivamente; dejar de preocuparse por ver a los familiares y amigos, de escuchar noticias; estar realmente separdo del mundo como un nuevo Melquisedek, sin padre y sin madre, ni hermanos, ni patria, sin atarse a nada de este mundo, para vivir sólo con Cristo.

4. El desprendimiento interior está amanazado por: el amor propio, que el beato Giustiniani denuncia: La vida entera del hombre es una lucha ardua, renovada sin cesar: es necesario tomar clara conciencia de ese drama interior: cada uno de los elementos del hombre, la carne y el espíritu, están en lucha uno contra el otro. La carne combate la carne.

5. Dormir, comer y beber poco, presentan inconvenientes, lo mismo que dormir, comer y beber mucho. Si se cuida la carne, se corre el riesgo de perjudicarla; si se la trata duro, lo mismo. Es necesario una justa medida.

6. La carne no cesará en su lucha contra el espíritu, pues sus tendencias son contrarias.

7. Hay un cambate más difícil: la lucha del espíritu contra sí mismo que se transforma en su propio enemigo y se ataca a sí mismo.

8. Así por ejemplo, si se hace el bien, viene la complacencia. Se mortifica? Piensa que la ascética debe ser moderada. El espíritu a veces miente para engañarse a sí mismo.

9. Los vicios se presentan bajo la apariencia de virtudes y no se sabe discernir el bien entre unos y otros...Hay que temer las emboscadas de sí mismo que las de los otros.

10. Hace falta una ascética severa, controlada por la obediencia. Una vida más perfecta es una via más exigente.

11. Los que han abrazado esta vida más perfecta, deben pacticar una austeridad más estricta: no se exige nada más grande y sublime.

12. El eremita está más obligado que el cenobita pues debe siempre hacer algo mejor: - arctiora et perfectiora.-

13. El comienzo de esta vida ascética es privarse de todo placer. Llega el momento en que lo que parecía austero a otros, se le hace muy llevadero y hasta agradable.

14. En la comida, comer lo necesario pero liberarse de la necesidad de comer.

15. Así también el sueño será corto pero tanto como lo exija la naturaleza.

16. El vestido será humilde, tosco, usados, escasos: se tendrá estricamente lo necesario.

17. Si se desea llevar cilicios será con moderación y voluntariamente. En toda mortificación está la moderación que es el “condimentode todas las virtudes.”

18. El trabajo manual aunque no sea necesario a los eremitas para ganarse la vida, forma parte de la ascética, porque mantiene el alma en la humildad.



19. Las mejores oportunidades de practicar la mortificación son las que no se eligen y que no se imponen artificilamente.

20. El frío, la lluvia, humedad, son inevitables en ciertos Yermos. Hay que soportar con gusto la interperie.

21. En nuestros yermos las celdas no están unidas a la Iglesia por corredores y techo como en otros monasterios. Es necesario ofrecer muchas veces, el sacificio de la lluvia, por amor a Cristo.



22.“Contra el frío, acuérdate que Cristo nació en invierno; fue envuelto en míseros pañales, lo calentó el aliento de los animales en un establo. Fue crucificado desnudo, en una estación fría, así dice el evangelio: Se calentaban cerca del fuego porque hacía frío.”



23. Piensa en los mártires que fueron muertos mediante el suplicio del frío glacial, de San Máuro que salía sin vestidos en medio del invierno para sufrir el frío.



24. La ascética eremítica no impone mortificaciones extraordinarias. Exige, que se acepten las que trae la vida cotidiana y que se reciban con alegría.



25. La palabra que se usa para cumplir los deberes del eremita es: “alácriter” o sea “alegremente, con ánimo, con entusiasmo, con la alegre tranquilidad que se debe ver en un alma que se goza de sufrir por Cristo.



26. “Servir a Dios voluntariamente del modo más perfecto, por amor a Cristo, en la alegría espiritual.”





EL DESPOJAMIENTO ( Página 133 del libro "Vida Eremítica)



1.“Las reglas no contienen la perfección misma, pero son modos de alcanzar las perfección de la doctrina evangélica y apostólica." 2. La perfección consiste esencialmente en dos puntos: Amarse los unos a los otros y renunciar a todo, para seguir a Cristo: Obediente, casto y pobre. 3. La vida en común da la oportunidad de practicar la caridad fraterna y la pobreza que lo lleva a usar las cosas necesarias y conformarse con lo que hay de más despreciable, dejar todo apego a las cosas que utiliza para ser auténticamente eremítica según la norma apostólica.



4. “Estar en el mundo como si no lo estuviera y usar de lasa cosas, como si no las usara. ¿ Qué comeremos, qué beberemos? Con qué nos vestiremos? –Buscad el Reino de Dios y su justicia y el resto se os dará por añadidura.”



5. La pobreza extrema responde también a otra exigencia del eremitismo: la simplicidad. Elimina lo superfluo y reduce su existencia únicamente a las necesidades primordiales y esenciales; se conforma con el mínimum vital.



6. La pobreza es simplicidad: “eremitica puritas.” Ella realiza un paralelo con la humildad de su estado.

7. El eremitismo no tiene cabida por parte alguna en el gobiero del mundo o de la Iglesia. Es la clase más humilde de la sociedad. Aceptar un cargo, sería cometer una infidelidad.



8. Se evitará comparar su vida con la de otros religiosos. Cuando esté de vieje y tenga que vivir con cenobitas, realizará las tareas más desagradables y más de acuerdo a la humildad de su estado.



10. Si es Prior, actuará como el último de los eremitas: no tomará nada, sino después de haber servido a los demás, comenzando por los últimos; lo que sobra será para él.



11. El eremita no es propietario de nada, usa en la medida necesaria. La comunidad misma debe poseer pocas cosas.



12. No ser dueño de nada. Dejar las cosas en el mismo estado en que las ha encontrado y estar dispuesto a que se las quiten en cualquier momento.



13. “Nada de lo que todos usan debe estar bajo llave.”



14. Cuando alguien quería ingresar, el bienaventurado Giustiniani le decía: Entre nosotros hallarás muchas debilidades, somos pecadores. Nuestra manera de vivir es la de penitentes. No te ocultamos lo que encierra muchas austeridades...pero todo se hace fácil en quien confía en Dios más que en sus propias fuerzas.



15. No amamos las riquezas de la tierra, que rechazamos una vez por todas, por amor a Cristo.. Deseamos la gloria de Dios y la salvación de las almas, por sobre todas las cosas.



16. Es a tí y no a tus bienes, a quien recibimos. Si te recibimos no es para ser más ricos con tus riquezas, pues queremos continuar siendo pobres.



17. Al ingresar, te haces pobre con nosotros, siguiendo las huellas de Cristo, pobre y desnudo, así llegarás más fácilmente, bajo el yugo de la obediencia a las riquezas eternas.



18. Deseamos verete llegar hasta nosotros, lleno de virtudes y no cargado de plata y oro...debes saber que ganarás mucho al dejar todo para seguir a Cristo.



19. Nuestro santo fundador habló muy a menudo de la pobreza. Una de sus preocupaciones constantes y efectivas fue la de mantener en el eremitismo una pobreza real y perfecta.



20. En lugar de escribir sobre la pobreza, describió la vida pobre de los Yermos, en el momento en que éstos se aprozimaban al ideal que él se formaba de ellos.



22. “De la vida de los eremitas, padres y hermanos míos, sólo les diré las cosas más comunes y manifestas. En lo referente al alimento, observen de manera inviolabe los ayunos del Yermo de Camáldoli y aún otros severos...

23.

24. “Sus ropas son de lo más pobre y malo: una túnica, un humilde escapulario...Me he vestido enteramente como eremita...”



25. Bienaveturada el alma muerta a así misma y convertida en nada, que vive en Cristo y no en sí, absorta totalmente en su amor. Mejor aún, es aquella que está como fundida en el fuego del amor, anonadada a sí misma y a Cristo. No vive en Cristo, sino solamentee vive para que Cristo viva en ella.









26. A ninguno desprecies o tengas en poco la simplicidad de aquellos que se ocupan de los ministerios externos y los gobiernan, porque a menudo aquello que aparece despreciable al exterior es muy bello al interno...



27. Aquello que supera todo lo demás, aquello que tiende a la santidad, es más importante de toda otra virtud, es para que reine entre los hermanos tanta caridad, tanta concordia de voluntad, fundidas junto el fuego del amor recíproco, que cada uno se crea no nacido para sí mismo sino para todos y aquello que es suyo como si fuera de todos por un amor sin límites.



28. La compunción habite en tu corazón, pero la alegría irradie siempre en tu rostro. Apenas un hermano tocara a tu puerta, desaparezca de tu rostro las arrugas de la cumpunción y se presente radiante. Córrele al encuentro sonriente y sereno; la boca, la frente, los ojos brillen de alegría.



29. Ninguna otra cosa puede ser más útil al monje que en la soledad y en silencio quiere meditar, orar o contemplar el rostro de Dios.



LA OBEDIENCIA

El Bienaventurado Giustiniani tiene un largo y claro tratado sobre la Perfecta Obediencia:

1. La obediencia es una actitud interior que no se manifiesta exteriormente, en la práctica, de un modo tan evidente.

2. Afirmó la primacía de la obediencia en la vida del eremita: Es nuestra gran originalidad, es a sus ojos “reintegrar a la vida eremítica, la obediencia que caracteriza la vida cenobítica.”

3. La obediencia es la virtud que realiza al monje. Sin ella, el cenobita puede vivir en su monasterio como en una prisión. Sin el ella, el solitario se asemeja más a un salvaje que a un eremita cristiano.

4. No son los cláustros ni la soledad los que hacen de nosotros monjes o eremitas; tampoco es el conjunto de virtudes, es la PERFECTA OBEDIENCIA.



5. Lo que dice San Benito de la obediencia vale para todos los monjes. El eremitismo no admite mediocridad alguna.



6. Detalla los progresos de la obediencia en grados: “En el 1º grado, alejamos toda demora en obedecer.



7. En el 2º aprendemos a abandonar lo que hacíamos, aún si nos fuera necesario.



8. En el 3º grado nos enseña a dejar lo que hacíamos, sin terminar.



9. El el 4º grado es no pensar más en lo que hacíamos; renunciar a continuarlo ahora o más tarde, si lo impide la obediencia.



10. El 5º grando consiste en desear siempre tener que obedecer algo que nos dé la oportunidad de deajar lo que hacemos.



11. El 6º elimina toda duda, todo sentimiento de temor, en las cosas duras, difíciles y peligrosas que se nos mandan.







12. El 7º grado evita toda demora o desánimo en el transcurso de la ejecución de lo mandado, porque no puede comenzar alegremente, luego actuar más lentamente por negligencia cuando la orden dada demanda mucho tiempo o fatiga, no nos parece irracionable.



13. Ell 8º grado nos libra de toda tibieza o frialdad que pueden introducirse al comienzo, en el transcurso o al final de la obediencia.



14. El 9º y 10º grados refrenan las murmuraciones exteriores e interiores.



15. Por estos grados nos elevamos por encima de las imperfecciones que amenazan la obediencia; se purifica de todo lo que podría mancharla.



16. Pero no se ha llegado a la obediencia perfecta. Ella comienza –y es el 11º grado- cuando se obedece con alegría espiritual.



17. La obediencia llega al 12º grado y último grado de perfección cuando se cumple con recta intención, absolutamente purificada de toda vanagloria, de toda hipocresía, de toda falsa emulación.



18. Cuando no se busca el aparecer bueno, ni ser elogiado, sino solamente ser grato a Jesucristo: el puro amor a Cristo hace que ya no se obedezca como servidores, sino como hijos de Dios.



19. Estos grados ayudan y precisan, así: “Un monje se pondrá en un rincón de la lglesia para recitar algunos Padrenuestros. Llamado por el superior, interrumpe su rezo, pero también es necesario que consienta en interrumpir el Padrenuestro que había comenzado.



20. San Benito dice que el monje debe abandonar su propia voluntad: ésto significa que es necesario abandonar todo propósito, todo pensamiento, todo deseo con respeto a la obra que se hacía cuando la orden nos ha llegado.



21. No basta obedecer a una orden recibida, hay que desearla, esperarla con placer. Que este deseo sea habitual.



22. Estar deseoso de que le manden realizar algo que lo obligue a dejar lo que hacía con agrado.



23. Cuando no se hace nada preciso, ni interesante, nada que se considere urgente, no es difícil obedecer sin demora; hasta hay en esa urgencia cierta satisfacción.



24. Otra cosa es interrumpir una obra que se hace con gusto y que interesa.





25. El espíritu de obediencia no consiste, por lo tanto, en una disponibilidad pasiva, en una cierta facilidad para recibir órdenes.



26. Mediante una acción positiva, se adelante a las ocasiones de renunciamiento y las acepta, aún antes de que ella se presente.



27. Cuando le dan una orden, el monje obediente la cumple sin discutirla.



28. “Se somete como una bestia de carga que no se preocupa de averiguar qué carga la ponen sobre el lomo: no sabe si el fardo que le imponen es útil o no, ni se trata de oro o estiércol.



29. El obediente como un animal de carga no pregunta si lo llevan por un camino torcido o directo: sigue la ruta que le indica su guía.



30. No basta obedecer sin discutir. De nada sirve el silencio exterior sin el asenso interior. La placidez podrá ser resignación, si el espíritu se doblegara sin consenir activamente.



31. Debe someterse sin esfuerzo, sin quejas, sin lamentaciones, más aún, con facilidad, docilidad, satisfacción: sólo entonces le será dulce.



32. Dice San Benito, que la obediencia total nos hace agradables a Dios y los hombres.



33. “La obediencia debe cumplirse con alegría espirituaal, con gozo, con júbilo, con risssaaa,cons santo consentimiento.”



34. Para que nuestra alegría sea espiritual y no carnal, es necesario que nos alegremos más, si lo que se nos ha mandado no es de nuestro gusto personal.



35. El tratado de la Obediencia termina con una larga contemplación de Jesucristo: Hay que ener siempre ante los ojos, como una luz el ejemplo del Señor, que djo que su alimento era hacer la voluntad del Padre.



36. El que no se nutre de este alimento no puede progresar ni perseverar en la vida religiosa, asi como el cuerpo no puede crecer si no se alimenta, aú cuando se le cuide on unguentes o preciosos vestidos.



37. Aunque se tengan todas las virtudes y dones del Espíritu Santo, no se pobrá crecer en perfección, si le falta el pan de a obediencia.





38. Quiero que mi alimento sea hacer la voluntad de mi superior para seguir a Cristo que obedeció al Padre en todo y me dejó el ejemplo vivo de la perfecta obediencia.



39. Cristo, siendo Dios se revistió en la forma de esclavo, por obediencia se dignó hacerse hijo del hombre y nacer de la Virgen María...



40. Nuestro Señor en toda su vida nos dió el más claro ejemplo de obadiencia y al final clamó: Padre, que no se haga mi vuluntad sino la tuya.





Del Libro “Vida Eremítica” según la doctrina del Beato Pablo Giustiniani por Juan Leclerq, benedictino de Clervalux y el Prólogo de Thomás Merton ).
 
 
 
 

2 comentarios:

hno Víctor dijo...

Ave Marìa..muchas gracias por esto hermoso de la pagina y su contenido,soy ermitaño.

Unknown dijo...

Muchísimas gracias a la persona que hizo esta web, pues estoy recopilando todo lo relacionado con la vida ermitaña, ya que he descubierto que esta es mi vocación y no la vida de clausura en un convento.

Hna. Teresa de la Resurrección op.