miércoles, 10 de julio de 2013

Juan Gualberto, Santo

Religioso benedictino, 12 de julio
 
Juan Gualberto, Santo
Juan Gualberto, Santo

Religioso benedictino

Un tal Simón que fue dado a la magia y a la nigromancia en tiempo de los Apóstoles quiso, en Samaría, comprar por dinero el poder que presenció en Pedro de hacer bajar sobre los primeros bautizados al Espíritu Santo. Simón se había convertido a la fe, pero se ve que seguía aún apegado al oficio del que vivió y con el se que ganó la admiración de la gente que le llamaba "el Mago"; cuando vió que a la oración y gestos de Pedro sobreviene la fenomenal manifestación del Espíritu Santo, como sucedió en Pentecostés con la glosolalia, las lenguas de fuego y el ruido de viento celeste, no pudo aguantar su deseo ofreciéndose como comprador del don sobrenatural. La reprimenda del Apóstol no se hizo esperar; le amenaza Pedro con el castigo de Dios y deja asentada la doctrina nítida de que los dones sobrenaturales son regalos divinos ordenados a la salvación y que no pueden manipularse en bien propio como sucede con las mercancías materiales. Tan decisiva fue la intervención de Pedro ante el atrevimiento de Simón que su fea actitud quedó denominada con nombre de simonía y clasificada como grave desorden o pecado para el intento lucrativo de bienes sagrados o de materiales que son condición para lo sobrenatural.

Este ademán de Simón, la simonía, fue muchas veces una tentación para los clérigos. No de modo exclusivo, porque ha habido épocas en la historia en las que el poder civil se ha mostrado con injerencias indebidas en la distribución de bienes eclesiásticos y en la designación de dignidades que llevaban anejas unas ricas prebendas bien para comprar el apoyo de los eclesiásticos al poder constituído más o menos legítimamente o bien para recompensar los servicios prestados. Al referirme al mundo de los eclesiásticos, quiero decir que el afán de dominio y de poder ha estado con harta frecuencia en la intimidad de algunos que desempeñan oficio en el ámbito de la clerecía.

Y en este terreno de lucha sin cuartel contra la simonía sobresale Juan Gualberto, nacido en el castillo de su padre, un noble florentino poderoso y rico llamado igualmente Gualberto, en el siglo X.

Su madurez cristiana se palpó en el encuentro fortuito con un pariente que había matado a su hermano; no era posible evitar la escaramuza porque se cruzaban sus caminos y el numeroso grupo de gente armada que acompañaba a Gualberto auguraba para su enemigo la muerte segura; se superponen en el interior de Gualberto su deseo de venganza que postula el honor y el recuerdo de Jesús crucificado que perdona a los verdugos; supera lo que le pide la sangre con la memoria del mandamiento del amor, señal de los discípulos, y no tomó otra opción que la de perdonar al rendido enemigo; ha triunfado el amor, no sin la ayuda de Dios. Tenso por la lucha interna, entró en una iglesia para dar gracias y pudo ver -con asombro- a un crucificado que le movía la cabeza en señal de asentimiento y aprobación por su normal comportamiento cristiano.

Este cambio interior tuvo como manifestación externa la entrada en el monasterio benedictino de san Miniato. Muerto pronto su abad, uno de los monjes compró al obispo de Florencia la dignidad vacante. El hecho disparó la energía de Gualberto que se escapa del monasterio y a voz en grito, en plena plaza, proclama que Huberto, el abad, y Hatto, el obispo de Florencia, son herejes simoníacos.

Busca cenobios, pero encuentra relajada la observancia en todos. Incapaz y desilusionado, funda su propio claustro y una nueva congregación monástica bajo la regla de san Benito. Así nace Vallombrosa, en los Apeninos, donde se le van uniendo monjes a los que inculca como imprescindible la integridad, pureza y perfección de la regla de san Benito, haciendo hincapié en la observancia de la clausura rigurosa y negándose incluso a realizar ministerios fuera del monasterio por la experiencia vivida de que algunos destrozaron sus almas queriendo arreglar las de los demás. En poco tiempo recibe ofertas de fundaciones nuevas y de restauraciones de conventos ya existentes. Ninguna rechaza, pero toma precauciones. Él mismo en persona es quien reforma o funda y luego deja en el gobierno a los mejores peones; él hace las visitas pertinentes, y es él quien corrige, anima o reprende. Así lo ven los monasterios de san Silvi próximo a Florencia, el de san Miguel en Passignano y el de san Salvador en Fucechio que ampararon la red de caminos que atravesaba los Alpes para ir a Roma o regresar de ella.

Pero, de todos modos, lo que distingue a su persona y obra es la lucha contra la simonía mal tan grande en tiempo del emperador Enrique IV y cuando el papa Gregorio VII está clamando por la reforma intentando restaurar la vida cristiana principalmente entre los eclesiásticos. Ve Gualberto con nitidez que ese cambio es necesario. Por eso, en Toscana, hace un esfuerzo sobrehumano para sacar al clero del concubinato y conseguir una multitud de fieles fervientes que Dios quiso reunirle con poderes de taumaturgo. A la simonía la llamará la peor de las herejías e inculcará a sus monjes ser tan inflexibles en esos asuntos como lo fue Pedro con Simón el Mago. Les dirá que hace falta desenmascararles en público y no ceder hasta verlos depuestos de sus sedes como sucedió con el obispo Pedro Mediabarba, de Florencia. Claro que costó sangre y hasta hubo obispos que mandaron sicarios decididos a matar y llegaron a incendiarios.

Fue un santo recio, severo y peleón que se mostró intransigente cuando cualquier abad u obispo compraba un monasterio para ser su dueño como se es amo de un cortijo. Su irascibilidad en estos negocios se trocaba en entrañas maternales con los pobres a quienes alimentaba pidiendo limosna y aún a costa de la comida suya o de sus frailes.

Murió el 12 de julio del año 1073 en el monasterio de Passignano.

Curioso reseñar que fue muy abad, sí; pero nunca consintió recibir órdenes sagradas, ni siquiera las menores que hoy son ministerio laical.

Velas

Julio 12
San Juan GualbertoReligioso benedictino
Año 1073
Jesús carga la CruzNació en Florencia, de familia muy rica y su único hermano fue asesinado. Era heredero de una gran fortuna y su padre deseaba que ocupara altos puestos en el gobierno.
Un Viernes Santo iba este santo por un camino rodeado de varios militares amigos suyos, y de pronto se encontró en un callejón al esesino de su hermano. El enemigo no tenía a donde huir, y Juan dispuso matarlo allí mismo. El asesino se arrodilló, puso sus brazos en cruz y le dijo: "Juan, hoy es Viernes Santo. Por Cristo que murió por nosotros en la cruz, perdóname la vida". Al ver Gualberto aquellos brazos en cruz, se acordó de Cristo crucificado. Se bajó de su caballo. Abrazó a su enemigo y le dijo: "Por amor a Cristo, te perdono".
Siguió su camino y al llegar a la próxima iglesia se arrodillo ante la imagen de Cristo crucificado y le pareció que Jesús inclinaba la cabeza y le decía: "Gracias Juan".
Desde aquel día su vida cambió por completo. En premio de su buena acción, Jesús le concedió la vocación, y Juan dejó sus uniformes militares y sus armas y se fue al convento de los monjes benedictinos de su ciudad a pedir que lo admitieran como religioso. Su padre se opuso totalmente y exigió al superior del convento que le dovolvieran a Juan inmediatamente.
Cuando el papá vio al antiguo guerrero convertido en sencillo y piadoso monje se echó a llorar, y dándole su bendición se retiró.
En aquellos tiempos, el peor defecto que había en la Iglesia era la Simonía, es decir, algunos compraban los altos cargos, y así llegaban a dirigir la Santa Iglesia algunos hombres indignos. En el convento de florencia, donde estaba Juan, se murió el superior, uno de los monjes fue con el obispo y con dinero hizo que lo nombraran superior a él. También el obispo había comprado su cargo.
Gualberto no pudo soportar esta indignidad y se retiró de aquel convento con otros monjes y antes de salir de la ciudad, declaró publicamente en la plaza principal que el superior del convento y el obispo merecían ser destituidos porque habían cometido el pecado de simonía. Más tarde logró que los destituyeran.
Fundador. Se fue a un sitio muy apartado y silencioso, llamado Valleumbroso y allá fundó un monasterio de mojes benedictinos que se propusieron cumplir exactamente todo lo que San Benito había recomendado a sus monjes. El monasterio llegó a ser muy famoso y le llegaron vocaciones de todas partes. Con los mejores religiosos de su nuevo convento fue fundando varios monasterios más y así logró difundir por muchas partes de Italia las buenas costumbres, y fue atacando sin misericordia la simonía y las costumbres corrompidas. Las gentes sentían gran veneración por él.
Después de haber logrado que muchas personas abandonaran sus vicios y se convirtieran y que muchos sacerdotes empezara a llevar una vida santa, y gozando del enorme aprecio del Papa y de numerosos obispos, murió el 12 de julio de 1073, dejando muchos monasterios de religiosos que trataban de imitarlo en sus virtudes y llegaron a gran santidad.
Que sus ejemplos sean de gran provecho para nuestra alma.

Juan Gualberto

   
San Juan Gualberto
Santa Trinita, Neri di bicci, San giovanni gualberto (dettaglio)2.jpg
Fresco de Neri di Bicci, en la iglesia de Santa Trinita, San Giovanni Gualberto (detalle)
Nacimiento985 ?
Tavarnelle Val di Pesa
Fallecimiento12 de julio de 1073
Abadía de Passignano
Venerado enIglesia Católica
Canonización1193 por el Papa Celestino III
Festividad12 de julio
Patronazgoguardas forestales, trabajadores forestales y parques

Juan Gualberto, también conocido como San Giovanni Gualberto o Giovanni Gualberto Visdomini (985 o 995 ? - 12 de julio de 1073) fue un santo de la iglesia Católica Romana, el fundador de la Orden de Vallombrosa. Era miembro de la familia Visdomini de la nobleza Florentina. Contra la oposición de su familia, se hizo monje Benedictino en el monasterio de San Miniato al Monte.
Es el santo patrón de los trabajadores forestales, guardas forestales y de los parques.[1]
Fue canonizado en 1193.

Véase también

Bibliografía

  • SPINELLI, G. e ROSSI G. - Alle origini di Vallombrosa. Giovanni Gualberto nella società dell'XI secolo, 1985, ISBN 8816770066
  • CIARDI, R.P. - Vallombrosa. Santo e meraviglioso luogo, 1999, ISBN 8877812567

Enlaces externos


San Juan Gualberto, abad y fundador
fecha: 12 de julio
n.: c. 995 - †: 1073 - país: Italia
canonización: C: Celestino III 24 oct 1193
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En el monasterio de Passignano, en la Toscana, san Juan Gualberto, abad, que, después de perdonar por el amor de Cristo al asesino de un hermano suyo, vistió el hábito monástico y, más tarde, deseando practicar una vida de mayor austeridad, puso los cimientos de una nueva familia monacal en Valumbrosa.
patronazgo: patrono de los trabajadores forestales; protector contra las obsesiones.

Juan Gualberto nació en Florencia, a fines del siglo X, en el seno de una familia de la nobleza. Su único hermano, Hugo, mayor que él, fue asesinado por un joven que se hacía pasar por su amigo. Juan consideró como un deber vengar la muerte de su hermano. Por su parte, su padre le incitó también a la venganza, de suerte que el futuro santo desoyó completamente la voz de la religión y de la razón. La venganza es un crimen aun en el caso de que constituya simplemente el motivo por el que se pide el justo castigo del ofensor; pero lo es mucho mayor cuando se trata de devolver injuria por injuria y de hacerse justicia por propia mano. Sin embargo, Juan estaba convencido de que el honor exigía castigar al asesino de su hermano. Un día se encontró frente a frente con éste en un pasaje tan estrecho, que ninguno de los dos podía volver atrás. Juan desenvainó la espada y avanzó hacia el asesino, que estaba desarmado y cayó de rodillas con los brazos sobre el pecho, como para protegerse y pedir clemencia. Súbitamente, Juan recordó que Cristo había orado por sus enemigos en la cruz; movido por aquel recuerdo envainó la espada, abrazó al asesino y ambos se separaron en paz. Juan prosiguió entonces su camino hasta llegar al monasterio de San Miniato, entró en la iglesia y se arrodilló ante un crucifijo. De pronto, la imagen de Cristo inclinó la cabeza hacia el joven, como si quisiese darle a entender que había aceptado su sacrificio y su sincero arrepentimiento.

La gracia se posesionó de tal modo del alma del joven, que inmediatamente fue a pedir al abad que le admitiese en la vida religiosa. El abad vacilaba en hacerlo, temiendo la cólera del padre de Juan; pero, a los pocos días, Juan se cortó espontáneamente el cabello y se vistió con un hábito que había conseguido prestado. Acto seguido empezó una vida nueva. A la muerte del abad de San Miniato, Juan abandonó el convento con otro compañero y partió en busca de un sitio más retirado, pues la elección del nuevo abad había sido escandalosa. Durante una peregrinación que hizo al santuario de Camáldoli, resolvió fundar una orden nueva. Para ello escogió un hermoso valle de las cercanías de Fiésole, llamado Vallis Umbrosa, donde construyó con sus compañeros un pequeño monasterio de madera y adobe. Ahí se estableció la nueva comunidad, que seguía la regla primitiva de San Benito con toda su austeridad. La abadesa de Sant´Ellero regaló más tarde a los monjes el terreno para la construcción de un monasterio definitivo. Juan modificó un tanto la regla, ya que suprimió el trabajo manual para los monjes de coro e introdujo a los «conversi» o hermanos legos. Probablemente el monasterio de Valleumbrosa fue el primero que tuvo hermanos legos. La vida de los monjes era sumamente austera, y la comunidad floreció mucho en una época, aunque con el tiempo fue mermando.

Juan Gualberto temía tanto el extremo de la laxitud como el de la dureza; fue un fiel imitador del celo y la docilidad de Moisés, a quien las Escrituras llaman «un hombre que excedía en mansedumbre a todos los otros hombres». Tan humilde era San Juan Gualberto, que ni siquiera quiso recibir las órdenes menores. Velaba particularmente por la pobreza y no quería que sus monasterios fuesen demasiado imponentes ni costosos, pues lo consideraba como poco conforme con el espíritu de pobreza. Se distinguió por su amor a los pobres, a los que jamás dejaba partir del monasterio con las manos vacías. Se cuenta, que en varias ocasiones, el santo acabó con las provisiones del monasterio por darlas a los necesitados. Durante una época de hambre, socorrió milagrosamente a las multitudes que acudían a Rozzuolo. Dios concedió a San Juan Gualberto el don de profecía, y el de obrar milagros, ya que devolvió la salud a varios enfermos. El papa san León IX fue a Passignano expresamente para ver al santo, y Esteban X le profesó la mayor estima. El papa Alejandro II afirmó que san Juan Gualberto había acabado con la simonía en los alrededores del sitio en que habitaba, ya que el amor del santo por el retiro no impedía a él ni a sus monjes tomar parte activa en la lucha contra ese vicio, entonces tan extendido.

San Juan Gualberto murió el 12 de julio de 1073. Esa es la única fecha de su vida que conocemos con certeza. El papa Celestino III le canonizó en 1193. Los materiales sobre la vida de san Juan Gualberto son, en cierto sentido, bastante abundantes pero ofrecen pocos datos de interés.

La biografía más antigua es la del Beato Andrés de Strumi (c. 1097); pero el único manuscrito que existe está incompleto. El beato Atto debió escribir la biografía de san Juan Gualberto en los cincuenta años que siguieron a la muerte del santo. Tal vez una de las fuentes más importantes es un relato que data del siglo XII; Davidsohn lo editó en Forschungen zur ülteren Geschichte von Florenz (1896). Es curioso notar que en esta obra no se habla de que san Juan Gualberto haya perdonado al asesino de su hermano, cosa que se considera generalmente como el principio de su conversión. Las dos biografías citadas en primer lugar se hallan en Acta Sanctorum, julio, vol. III. Cf. Lugano. L'Italia Benedettina (1929) , pp. 307-356.
Cuadro: Raffaellino del Garbo: Juan Gualberto con otros santos, 1508, en la sacristía de la iglesia del monasterio de Vallombrosa.

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
 

No hay comentarios: