jueves, 25 de julio de 2013

Aurelio, Natalia, Félix, Liliosa y Jorge, Mártires


Mártires, 27 de julio
 
Aurelio, Natalia, Félix, Liliosa y Jorge, Mártires
Aurelio, Natalia, Félix, Liliosa y Jorge, Mártires

Mártires

Martirologio Romano: En Córdoba, en la provincia hispánica de Andalucía, santos mártires Jorge, diácono y monje originario de Siria, Aurelio y Sabigoto, esposos, y Félix y Liliosa, esposos también, que en la persecución desencadenada por los sarracenos, deseando dar testimonio de su fe cristiana, no cesaron de alabar a Cristo en la cárcel, donde fueron finalmente decapitados.
Aurelio es hijo de un mahometano de los que ocupaban Córdoba, en España; pero su madre es cristiana y procuró educarlo en la fe verdadera. Pronto quedó huérfano de padre y madre; una tía suya, también cristiana, se encargó de hacerlo un hombre. Al llegarle la edad se casó con Natalia, hija de padres mahometanos pero, convertida al cristianismo, se bautizó cuando ellos murieron y empezó a llamarse Sabigoto; tienen dos hijas pequeñas; son ricos y emparentados con gente importante de la ciudad por la parte mora.

Félix es uno de los amigos de Aurelio y está casado con Liliosa. A ellos las cosas les van igualmente bien, no por agarenos, sino por la renuncia que años atrás hizo Félix a la fe de los cristianos; tuvo miedo; no se atrevió a afrontar la vida con las limitaciones de trabajo, económicas, los impuestos, la mala perspectiva para los futuros hijos con todas las puertas cerradas para prosperar y disimuló su fe ante el juez. Por ello no les va nada mal. Él sigue creyendo en Dios, pero no frecuenta las reuniones, ni participa en el culto porque no se interprete que da marcha atrás.

Han comenzado a pasar cosas graves en la ciudad emirada en los últimos tiempos. Los ánimos se han calentado y comenzado a haber gente muerta por ser cristiana. Primero mataron a un presbítero que se llamaba Perfecto, luego a otros más; hay gente en la cárcel por su fe cristiana y se presentan situaciones tan tensas que no se sabe muy bien cómo va a ponerse el ambiente.

En general, los cristianos de Córdoba están ya hartos de su deteriorada situación, y han comenzado a presentarse ellos mismos, de modo espontáneo, al tribunal. Otros piensan que esta es la ocasión de lavar sus culpas y hasta parece ser el caso de Félix. Los dos matrimonios llevan tiempo hablando entre ellos de responsabilidades y de fidelidad. Una de las primeras cabezas cristianas les ha hecho poner en balanza lo que se gana y lo que se pierde; es ese hombre valiente y docto obispo que se llama Eulogio. Las dos parejas se animan a ser fieles y más valientes de lo que son.

Cuando el otro día estaba Aurelio en la plaza vió un espectáculo triste en sí mismo y lamentable; llevaban en un borrico, con gran alboroto, entre gritos y gestos maldicentes, al bueno de Juan; iba herido, le pegaban con cuerdas, le insultaban y maldecían por ser cristiano y no bendecir al Profeta. Llegó a casa y no pudo ocultar su pena por la injusticia, todo en él era rebeldía por la impotencia; Liliosa escuchó la versión y pronto la conocen Aurelio y Sabigoto. Ahora los cuatro están dispuestos a buscar solución definitiva pasando por el martirio; pero deben prepararse bien al momento decisivo. Primero, Aurelio y Sabigoto deben llevar a sus hijas al monasterio que fundaron Jeremías e Isabel; ahora es Isabel la abadesa de Tábanos y ella se encargará de cuidarlas con la dote que pondrán a su disposición; luego, sí, deben mejorar su oración, sus sacrificios, su amor a Dios. Y así comienza una nueva dimensión en sus vidas. Los cuatro están a partir un piñón cuando dan abundantes limosnas con sus bienes, comienzan a dormir en el suelo, practican el ayuno, visitan a los enfermos y hasta deciden ir -con influencias- a la prisión para dar algo de consuelo.

Fue allí donde encontraron a Flora, la virgen que es hija de mahometano y cristiana y a María, monja de Cuteclara y hermana del diácono Wilabonso, decapitado el siete de junio del año pasado. Ellas están condenadas a muerte por sacrílegas y parece que lo que esperan es un premio por su alegría y decisión. Las dos parejas fueron a consolarlas y salieron de la cárcel con fuego en sus corazones.

Conocieron en el monasterio tabanense a Jorge, un monje oriental, concretamente de Siria, que pasó veintiséis años en San Sabas, cerca de Jerusalén, enviado a África para recoger limosnas para mantener a los monjes que habían quedado allí. Es diácono, amigo de Eulogio, sencillo y servidor de todos; habla griego, árabe y latín. Se les unió desde entonces, pensando en el martirio, y ya no se les despega ni de día ni de noche.

Los cinco se han presentado ante el juez; le ponen al corriente de su fe cristiana al tiempo que afirman la falsedad de la religión que profesan todos los seguidores de Mahoma. El juez se esfuerza en hacerles recapacitar sobre su locura; les está haciendo ver la vida que tienen por delante con promesas de bienes, comodidades y honra. Todo es basura comparado con Jesucristo a quien desean servir por encima de todo. Les da cinco días de cárcel para pensar y poder reunir al Consejo porque son personas importantes por su parentela y él no quiere decidir su suerte. Ante los nuevos jueces, pareció que tenían ellos más ganas de ser condenados que los jueces en condenarles. Terminaron degollados, aplicando la ley, por maldecir al Profeta y declarar abyecta su religión.

Fue el día 27 de julio del año 852.

Dos matrimonios y un fraile dijeron públicamente del modo más fuerte y claro que es mejor el bien de Cristo que la totalidad de bienes terrenos. Amén.


Santos Jorge, Aurelio y Sabigótona, Félix y Liliosa, mártires
fecha: 27 de julio
†: 852 - país: España
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Córdoba, en la región hispánica de Andalucía, santos mártires Jorge, monje originario de Siria y diácono, Aurelio y Sabigótona, esposos, y Félix y Liliosa, esposos también, quienes, en la persecución desencadenada por los sarracenos, deseando dar testimonio de su fe, no cesaron de alabar a Cristo en la cárcel, en la cual fueron finalmente decapitados.
refieren a este santo: Santas Flora y María

Durante el siglo VIII, los moros tuvieron en España una actitud tolerante hacia los cristianos, como la habían tenido en otras partes, en las primeras etapas de la dominación mahometana. Lo único que prohibían terminantemente a los cristianos era el proselitismo y la rebelión abierta contra la ley de Mahoma. Pero, después de la fundación del emirato independiente de Córdoba, los emires Abdherramán II (hasta el 852) y su hijo Mohamed I (852 a 886) emprendieron una verdadera persecución. Una de las víctimas más notables fue san Eulogio de Córdoba, decapitado el año 859, quien había alentado a los cristianos y asistido en la cárcel a los confesores de la fe. San Eulogio nos dejó una relación de la vida y martirio de muchos cristianos, el «Memriale Sanctorum», entre los que se cuentan los que se conmemoran en Córdoba en la fecha de hoy.

El primero de ellos Aurelio, era hijo de un moro y una española de alta posición. Sus padres le confiaron, al morir, al cuidado de una tía suya, quien educó al niño en la religión cristiana. En su juventud, Aurelio aparentaba ser mahometano, pero seguía practicando secretamente el cristianismo y logró convertir a su esposa, Sabigota, la cual tomó en el bautismo el nombre de Natalia. Un día, Aurelio vio a un mercader cristiano llamado Juan, a quien los moros paseaban por la ciudad en un burro para que sirviese de escarmiento a los cristianos, después de apalearle cruelmente por haber afirmado en público la falsedad de la religión de Mahoma. Al ver el valor de Juan, Aurelio se arrepintió de la cobardía con que hasta entonces había ocultado su verdadera religión, pero no se atrevió a hacer una confesión pública de su fe, por temor a lo que pudiera suceder a sus dos hijos pequeños. Después de hablar con su esposa, ambos decidieron consultar a san Eulogio. El santo les aconsejó que antes de confesar públicamente la fe tomasen previsiones, de suerte que sus hijos fuesen educados en el cristianismo en caso de que ellos muriesen. Aurelio y Natalia confiaron el cuidado de sus hijos al propio san Eulogio. El ejemplo de los dos esposos atrajo a la fe a un pariente de Aurelio, llamado Félix, quien había apostatado del cristianismo y se había hecho mahometano, en tanto que su esposa, Liliosa, había permanecido cristiana. Al reconvertirse al cristianismo, Félix quedaba amenazado de muerte como renegado. Los cuatro comenzaron a visitar a los cristianos cautivos; así conocieron, entre otros, al mercader Juan y a sus dos hijas, santa Flora y santa María, quienes se hallaban prisioneros en Sevilla.

Por entonces, llegó a España un monje llamado Jorge, procedente del monasterio de San Sahas en los alrededores de Jerusalén, quien había recorrido primero Egipto y luego Europa, para pedir limosna a fin de sostener su monasterio. Aurelio recibió al monje en su casa, y ambos se hicieron muy amigos. Según se cuenta, el monje Jorge no se había lavado en veinte años (era ésa una forma de penitencia más concebible en aquella época que en la nuestra). Flora y María conquistaron la palma del martirio y poco después, se aparecieron a Aurelio y Natalia y les dijeron que pronto alcanzarían, ellos también, la felicidad eterna. Interpretando la visión como una señal de la voluntad de Dios, Natalia y Liliosa manifestaron abiertamente su cristianismo al visitar las iglesias de Córdoba (donde había siete) sin velarse el rostro. Todos fueron arrestados cuando asistían a misa en la casa de Aurelio; el monje Jorge fue también hecho prisionero. Todos fueron acusados de haber apostatado del Islam, pero tal acusación no podía aplicarse al monje, ya que era extranjero. Sin embargo, cuando le iban a poner en libertad, Jorge insultó públicamente, ante el tribunal, el nombre de Mahoma y fue condenado con sus compañeros. Todos fueron decapitados delante del palacio del emir.

El Memoriale Sanctorum de San Eulogio constituye prácticamente nuestra única fuente de información; la historia de estos mártires puede leerse en el Libro II, cap 10. Cf. Florez, España Sagrada, vol. X; y Simonet, Historia de los Mozárabes de España, pp. 428 ss.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
 

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