lunes, 6 de mayo de 2013

Sexto Domingo de Pascua


domingo 05 Mayo 2013

Leer el comentario del Evangelio por
Beato Juan Pablo II : “El Defensor, el Espíritu Santo... os recordará todo lo que os he dicho”
Lecturas
Hechos 15,1-2.22-29.

Llegaron algunos de Judea que aleccionaban a los hermanos con estas palabras: «Ustedes no pueden salvarse, a no ser que se circunciden como lo manda Moisés.»
Esto ocasionó bastante perturbación, así como discusiones muy violentas de Pablo y Bernabé con ellos. Al fin se decidió que Pablo y Bernabé junto con algunos de ellos subieran a Jerusalén para tratar esta cuestión con los apóstoles y los presbíteros.
Entonces los apóstoles y los presbíteros, de acuerdo con toda la Iglesia, decidieron elegir a algunos hombres de entre ellos para enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Fueron elegidos Judas, llamado Barsabás, y Silas, ambos dirigentes entre los hermanos.
Debían entregar la siguiente carta: «Los apóstoles y los hermanos con título de ancianos saludan a los hermanos no judíos de Antioquía, Siria y Cilicia.
Nos hemos enterado de que algunos de entre nosotros los han inquietado y perturbado con sus palabras. No tenían mandato alguno nuestro.
Pero ahora, reunidos en asamblea, hemos decidido elegir algunos hombres y enviarlos a ustedes junto con los queridos hermanos Bernabé y Pablo,
que han consagrado su vida al servicio de nuestro Señor Jesucristo.
Les enviamos, pues, a Judas y a Silas, que les expondrán de viva voz todo el asunto.
Fue el parecer del Espíritu Santo y el nuestro no imponerles ninguna otra carga fuera de las indispensables:
(que no coman carne sacrificada a los ídolos, ni sangre, ni carne de animales sin desangrar y que se abstengan de relaciones sexuales prohibidas.) Harán bien si se abstienen de esto, dejándose guiar por el Espíritu Santo. Adiós.»

Salmo 67(66),2-3.5.6.8.

¡Que Dios tenga piedad y nos bendiga,
nos ponga bajo la luz de su rostro!
Para que conozcan en la tierra tu camino,
tu salvación en todas la naciones.
Que los poblados se alegren y te canten.
Pues tú juzgas los pueblos con justicia,
tú riges a los pueblos de la tierra.
Que los pueblos te den gracias, oh Dios,
que todos los pueblos te den gracias.
Que nos bendiga Dios, y sea temido
hasta los confines de la tierra.

Apoc. 21,10-14.22-23.

Me trasladó en espíritu a un cerro muy grande y elevado y me mostró la Ciudad Santa de Jerusalén, que bajaba del cielo de junto a Dios,
envuelta en la gloria de Dios. Resplandecía como piedra muy preciosa con el color del jaspe cristalino.
Tenía una muralla grande y alta con doce puertas, y sobre las puertas doce ángeles y nombres grabados, que son los nombres de las doce tribus de los hijos de Israel.
Tres puertas dan a oriente y otras tres miran al norte; tres puertas al sur y otras tres al poniente.
La muralla de la ciudad descansa sobre doce bases en las que están escritos los nombres de los doce Apóstoles del Cordero.
No vi templo alguno en la ciudad, porque su templo es el Señor Dios, el Todopoderoso, y el Cordero.
La ciudad no necesita luz del sol ni de la luna, porque la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero.

Juan 14,23-29.

Jesús le respondió: «Si alguien me ama, guardará mis palabras, y mi Padre lo amará. Entonces vendremos a él para poner nuestra morada en él.
El que no me ama no guarda mis palabras; pero el mensaje que escuchan no es mío, sino del Padre que me ha enviado.
Les he dicho todo esto mientras estaba con ustedes.
En adelante el Espíritu Santo, el Intérprete que el Padre les va a enviar en mi Nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he dicho.
Les dejo la paz, les doy mi paz. La paz que yo les doy no es como la que da el mundo. Que no haya en ustedes angustia ni miedo.
Sa ben que les dije: Me voy, pero volveré a ustedes. Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, pues el Padre es más grande que yo.
Les he dicho estas cosas aho ra, antes de que sucedan, para que cuando sucedan ustedes crean.

Extraído de la Biblia Latinoamericana.

Leer el comentario del Evangelio por
Beato Juan Pablo II (1920-2005), papa
Encíclica “Dominum et vivificantem”, § 24 (trad. © Libreria Editrice Vaticana)
“El Defensor, el Espíritu Santo... os recordará todo lo que os he dicho”
Cristo, que “había entregado el espíritu en la cruz” (Jn 19,30) como
Hijo del hombre y Cordero de Dios, una vez resucitado va donde los
apóstoles para “soplar sobre ellos” (Jn 20,22)... La venida del Señor
llena de gozo a los presentes: “Su tristeza se convierte en gozo” (cf Jn
16,20), como ya había prometido antes de su pasión. Y sobre todo se
verifica el principal anuncio del discurso de despedida: Cristo resucitado,
como si preparara una nueva creación, “trae” el Espíritu Santo a los
apóstoles. Lo trae a costa de su “partida”; les da este Espíritu como a
través de las heridas de su crucifixión: “les mostró las manos y el
costado”. En virtud de esta crucifixión les dice: “Recibid el Espíritu
Santo”. Se establece así una relación profunda entre el envío del
Hijo y el del Espíritu Santo. No se da el envío del Espíritu Santo (después
del pecado original) sin la Cruz y la Resurrección: “Si no me voy, no
vendrá a vosotros el Paráclito” (Jn 16,7). Se establece también una
relación íntima entre la misión del Espíritu Santo y la del Hijo en la
Redención. La misión del Hijo, en cierto modo, encuentra su “cumplimiento”
en la Redención: “Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros” (Jn
16,15). La Redención es realizada totalmente por el Hijo, el Ungido, que
ha venido y actuado con el poder del Espíritu Santo, ofreciéndose
finalmente en sacrificio supremo sobre el madero de la Cruz. Y esta
Redención, al mismo tiempo, es realizada constantemente en los corazones y
en las conciencias humanas —en la historia del mundo— por el Espíritu
Santo, que es el “otro Paráclito” (Jn 14,16).

No hay comentarios: