lunes, 6 de mayo de 2013

Sábado de la quinta semana de Pascua




sábado 04 Mayo 2013
San Gregorio Iluminador

Leer el comentario del Evangelio por
San Cromacio de Aquilea : El siervo no es mayor que el maestro
Lecturas
Hechos 16,1-10.

Pablo se dirigió a Derbe y después a Listra. Había allí un discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía que había abrazado la fe, y de padre griego;
los hermanos de Listra e Iconio hablaban muy bien de él.
Pablo quiso llevarlo consigo y de partida lo circuncidó, pensando en los ju díos que había por aquellos lugares, pues todos sabían que su padre era griego.
A su paso de ciudad en ciudad iban entregando las decisiones tomadas por los apóstoles y presbíteros en Jerusalén y exhortaban a que las observaran.
Estas Iglesias se iban fortaleciendo en la fe y reunían cada día más gente.
Atravesaron Frigia y la región de Galacia, pues el Espíritu Santo no les dejó que fueran a predicar la Palabra en Asia.
Estando cerca de Misia intentaron dirigirse a Bitinia, pero no se lo consintió el Espíritu de Jesús.
Atravesaron entonces Misia y bajaron a Tróade.
Por la noche Pablo tuvo una visión. Ante él estaba de pie un macedonio que le suplicaba: «Ven a Macedonia y ayúdanos.»
Al despertar nos contó la visión y comprendimos que el Señor nos llamaba para evangelizar a Macedonia.

Salmo 100(99),1-2.3.5.

¡Aclame al Señor la tierra entera,
sirvan al Señor con alegría, lleguen a él, con cánticos de gozo!
Sepan que el Señor es Dios, él nos hizo y nosotros somos suyos, su pueblo y el rebaño de su pradera.
«Sí, el Señor es bueno, su amor dura por siempre, y su fidelidad por todas las edades».

Juan 15,18-21.

Si el mundo los odia, sepan que antes me odió a mí.
No sería lo mismo si ustedes fueran del mundo, pues el mundo ama lo que es suyo. Pero ustedes no son del mundo, sino que yo los elegí de en medio del mundo, y por eso el mundo los odia.
Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más que su patrón. Si a mí me han perseguido, también los perseguirán a ustedes. ¿Acaso acogieron mi enseñanza? ¿Cómo, pues, acoge rían la de ustedes?
Les harán todo esto por causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió.

Extraído de la Biblia Latinoamericana.

Leer el comentario del Evangelio por
San Cromacio de Aquilea (?-407), obispo
Sermón 19, 1-3; SC 164
El siervo no es mayor que el maestro
"Lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y trenzando una
corona de espinas se la ciñeron a la cabeza " (Mt 27,28-29). Cristo es
revestido como rey y príncipe de mártires, con una túnica roja... porque su
sangre sagrada resplandece como una escarlata preciosa. Es como el vencedor
que recibe la corona, porque es normalmente al vencedor al que se concede
una corona... Pero podemos observar que la túnica púrpura es también el
símbolo de la Iglesia que, permaneciendo en Cristo rey, brilla con una
gloria real. De ahí el título de "raza real" que le da Juan en el
Apocalipsis (1,6)... En efecto, la tela púrpura es una pieza preciosa y
real. Aunque sea un producto natural, cambia de calidad cuando se la
sumerge en un baño de tinte, y cambia de aspecto... Sin valor por ella
misma, se transforma de hecho en un producto precioso. Lo mismo nos ocurre
a nosotros: sin valor por nosotros mismos, la gracia nos transforma y nos
da un precio, cuando [en nuestro bautismo] somos sumergidos por tres veces,
como la tela de púrpura, en la escarlata espiritual, el misterio de la
Trinidad... También podemos observar que la túnica roja es también el
símbolo de la gloria de los mártires, ya que, teñidos de su propia sangre
derramada, adornados por la sangre del martirio, brillan en Cristo como una
preciosa túnica escarlata. En otro tiempo, la ley recomendaba ofrecer telas
escarlatas para adornar el tabernáculo de Dios (Ex 25,4); los mártires, de
hecho, son el ornamento de la Iglesia de Cristo... La corona de espinas
que pusieron sobre la cabeza del Señor, es el símbolo de nuestra alianza,
que, de todas las naciones, hemos venido a la fe. Éramos entonces sólo unas
espinas, es decir pecadores; pero, creyendo en Cristo, llegamos a ser una
corona de justicia, porque dejamos de pinchar o de herir al Salvador, y
coronamos su cabeza con la confesión de nuestra fe... Sí, antaño éramos
espinas, más ahora... nos hemos convertido en piedras preciosas.

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