VIA CRUCIS
Via Crucis significa camino de la cruz, y
consiste en recorrer con el pensamiento el camino que recorrió Jesucristo, desde
que le cargaron la cruz en el pretorio de Pilatos, hasta la cumbre del monte
calvario. Según las revelaciones a Santa Brígida, tras la muerte de Jesucristo,
el mayor consuelo de la Virgen era recorrer los pasos de aquel sagrado camino,
regado con la Sangre de Jesucristo. Es una de las devociones más útiles, más
agradables a Dios, enriquecida con una indulgencia plenaria por cada vez que se
la practique. Lo esencial para ganar las indulgencias del Via Crucis
es:
1° Estar en estado de gracia.
2° Recorrer las estaciones; mas, si fuese
grande el concurso, bastaría volverse a cada estación, sin moverse de un lugar
a otro.
3° Meditar la Pasión.
4° No interrumpir el ejercicio.
5° Hacerlo donde está canónicamente erigido el
Vía crucis. Los impedidos física o moralmente de hacer esta devoción en tales
lugares, pueden rezar con corazón contrito veinte padrenuestros, Avemarías y
Glorias, teniendo en la mano un crucifijo bendecido para este fin, y ganarán las
mismas indulgencias.
Los que hicieren devotamente el Vía Crucis
pueden conseguir:
1) Indulgencia Plenaria cuantas veces lo
hicieren.
2) Otra Plenaria si en el mismo día, en que lo
hicieron o bien dentro del mes,
realizado 10 veces el Via Crucis, se acercaren
a la Sagrada Comunión.
3) Indulgencia de 10 años por cada una de las
Estaciones si comenzando el ejercicio, se hubiere de interrumpir por cualquier
causa razonable.
Para ganar estas indulgencias se requiere como
condición indispensable la meditación de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo y
el trasladarse de una estación a otra, salvo el caso de que se haga en común por
todos los fieles que están en la iglesia, pues entonces basta ponerse en pie y
arrodillarse en cada estación
Conviene advertir que el rezar en cada una de
las Estaciones el Adoramus te Christe, etc. los Padrenuestros y Avemarías con el
Miserere nostri, Domine, etc., es tan sólo piadosa y laudable costumbre, pero no
es necesario para ganar las Indulgencias, para lo cual basta meditar en la
Pasión de Jesús.
Los que, por enfermedad u otra causa, se
hallaren impedidos de recorrer las estaciones del Via Crucis, pueden ganar las
indulgencias rezando 14 Padrenuestros, Avemarías y Gloria, junto con la
meditación de la Pasión; además, otros 5 Padrenuestros, Avemarías y Gloria, a
las LLagas de Jesús; y uno según la intención del Sumo Pontífice, teniendo entre
las manos un Crucifijo bendecido por un sacerdote que tenga la facultad de
aplicar dichas Indulgencias.
Si no pudieren rezar todos los Pater-Ave y
Gloria prescriptos para la Ind. plenaria ganarán una parcial de 10 años por cada
Pater-Ave y Gloria. Los enfermos que no puedan hacer el Via Crucis en la forma
ordinaria ni en la arriba indicada lucran las mismas indulgencias con tal que
con afecto y ánimo contrito besen o contemplen el Crucifijo bendecido para este
fin, que les fuera mostrado por el sacerdote u otra persona y recen si pueden
alguna breve oración o jaculatoria en memoria de la Pasión y Muerte de J. C.
Nuestro Señor. (Clemente XIV, Audiencia 26 Enero 1773; S.C: Indulg. 16 Sept.
1859; S. Penit. Apost. 25 Marzo 1931; 20 Oct. 1931 y 18 Marzo
1932)
PRACTICA DEL VÍA CRUCIS
Ejercicio preparatorio
V) Adoramus te, Christe, et benedícimus tibi.
R) Quia per sanctam crucem et mortem tuam redemisti mundum.
OREMUS
Respice, quaesumus Domine super hanc familiam tuam, pro qua Dominus noster Jesus Christus non dubitavit manibus tradi nocentium et Crucis subíre tormentum. Qui tecum vivit et regnat in saecula saeculorum.
R) Amen.
Acto de contrición
¡Oh Dios y Redentor mío! vedme a vuestros pies arrepentido de todo corazón de mis pecados, porque con ellos he ofendido a vuestra infinita bondad. Quiero morir antes que volver a ofenderos, porque os amo sobre todas las cosas.
V) Miserere nostri, Domine.
R) Miserere nostri.
Madre llena de aflicción,
de Jesucristo las llagas grabad en mi
corazón.
Stabat Mater dolorosa,
juxta crucem lacrymosa,
dum pendébat Fílius.
****
Oración preparatoria
Por la señal de la santa cruz, etc.
Señor mío Jesucristo, etc.
Oh amabilísimo Jesús mío, heme aquí postrado
ante tu acatamiento divino, implorando tu misericordia en favor de tantos
pecadores infelices, de las benditas Ánimas del Purgatorio y de la Iglesia
universal.
Aplícame, te ruego, los merecimientos infinitos
de tu sagrada Pasión, y concédeme los tesoros de indulgencias con que tus
Vicarios en la tierra enriquecieron la devoción del Via Crucis.
Acéptalos en satisfacción de mis pecados y en
sufragio de los difuntos a quienes tengo más obligación.
Y tú, afligidísima Madre mía, por aquella
amargura que inundó tu corazón cuando acompañaste a tu santísimo Hijo al
Calvario, haz se penetre mi alma de los sentimientos de que estabas entonces
animada.
Alcánzame del Señor vivo dolor y detestación
del pecado, y valor para que abrazando la cruz, siga las huellas de tu amable
Jesús.
No me niegues esta gracia, oh Madre mía; haz
que tomando ahora parte en tu dolor logre un día acompañar a tu Hijo en el
triunfo de la gloria. Amén.
Al ir de una estación a otra, unos cantan el
Jesu, Rex mitis, o las preces de la Pasión, otros una estrofa del Stabat Mater;
pero nada mueve ni entusiasma tanto al pueblo como el Perdon, oh Dios mío, o
estas estrofas cantadas con pausa y devoción.
Su autor fue el P. Ramón García, de la Compañía
de Jesús; y el estribillo común a todas las estaciones es el
siguiente:
Llevemos animosos
Las cruces abrasadas;
Sigamos sus pisadas
Con llanto y compasión.
*****
PRIMERA ESTACIÓN
Jesús condenado a muerte
V) Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
V) Te adoramos, Señor, y bendecimos.
R) Quia per sanctam Crucem tuam redemisti mundum.
R) Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.
¿Lo ves, alma cristiana? Está el inicuo juez sentado en el tribunal, y a sus pies el Hijo de Dios, Juez de vivos y muertos, lleno de confusión, las manos atadas como un fascineroso, oyendo la más ignominiosa sentencia.
¡Oh Jesús mío amantísimo! ¡Vos, Autor de la vida condenado a muerte!
¡Vos, la inocencia y santidad infinitas, condenado a morir en un infame patíbulo, como el más insigne malhechor!
¡Qué amor tan grande el vuestro, y qué ingratitud tan monstruosa la mía, pues os condeno de nuevo a la muerte cada día!
¿Y por qué? ¡Por un sucio deleite… por un mezquino interés … por un qué dirán!
Perdonadme dulcísimo Jesús mío; y por esa inícua sentencia, no permitáis que sea yo un día condenado a la muerte eterna, que merecerían mis pecados.
Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri
Miserere nostri, Domine.
Ten, Señor, piedad de nosotros.
Miserere nostri.
Piedad, Señor, piedad.
Fidelium animae per misericordiam Dei requiescant in pace.
Que las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz.
Amen.
Por mi, Señor, inclinas
El cuello a la sentencia;
Que a tanto la clemencia
Pudo llegar de Dios.
Oye el pregón, oh Madre,
Llevado por el viento
Y al doloroso acento
Ven del Amado en pos.
LLevemos, etc.
****
SEGUNDA ESTACIÓN
Sale Jesús con la cruz a
cuestas
Adoramus te, Christe, etc, como en la primera estación.
¡Y queréis, inocentísimo Jesús mío, llevar Vos mismo, cual otro Isaac, el instrumento del suplicio!
¡Estáis exhausto de fuerzas!
¡Vuestras espaldas y hombros están doloridos y rasgados por los azotes!
¡La cruz es larga y pesada!
¡Y cuanto no acrecientan todavía su peso mis iniquidades y las de todo el mundo! …
Sin embargo, la aceptáis, y besándola la abrazáis y lleváis con inefable ternura por mi amor.
¿Y aborrecerás tú, pecador, la ligera cruz que Dios te envía?
¿Querrás tú ir al cielo por los deleites y regalos, yendo allá el inocentísimo Jesús por el dolorosísimo camino de la cruz? …
Reconozco mi engaño, Salvador mío, enviadme penas y tribulaciones, que resuelto estoy a sufrirlas con resignación y alegría, por amor de un Dios que tanto padeció por mí.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
Miserere nostri, etc. como en la primera estación.
Esconde, justo Padre,
La espada de tu ira.
Y al monte humilde mira
Subir el dulce Bien.
Y tú, Señora, gime
Cual tórtola inocente;
Que tu gemir clemente
Le amansará también.
Llevemos, etc.
****
TERCERA ESTACIÓN
Jesús cae por primera
vez
Adoramus te, Christe, etc.
No extraño, dulce Jesús mío, que sucumbáis rendido al enorme peso de la cruz.
Lo que me pasma y hace llorar a los Angeles de paz es la bárbara fiereza con que os tratan esos sayones inhumanos.
Si cae un vil jumento se le tiene compasión, lo ayudan a levantarse.
Pero cae el Rey de los cielos y tierra, el que sostiene la admirable fábrica del universo, y lejos de moverse a compasión, le insultan con horribles blasfemias, le maltratan y acocean con diabólico furor…
¿Y qué hacíais, en qué, pensábais entonces, dulce Jesús mío? … En ti pensaba, pecador, por ti sufría con infinita paciencia y alegría.
Tú habías merecido los oprobios y tormentos más horribles; y yo para librarte de ellos he querido pasar por este espantoso suplicio.
¿No estás todavía satisfecho?…
¿Quieres aún maltratarme con nuevas ofensas?
Aquí me tienes; descarga tú también fieros golpes
sobre mí.
No, Jesús mío, no; antes morir que volver a
ofenderos.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
Miserere nostri, etc.
Oh pecador ingrato
Ante tu Dios maltratado,
Ven a llorar herido
De contrición aquí.
Levántame a tus brazos,
¡Oh bondadoso Padre!
Ve de la tierna Madre
Llanto correr por mí
Llevemos, etc.
****
CUARTA ESTACIÓN
Jesús encuentra a su Sma.
Madre
Adoramus te, Christe, etc.
¡Qué sentiste, oh angustiada Señora, al ver aquel trágico espectáculo!
¡El pregonero publicando con lúgubre trompeta la sentencia fatal! ¡Una multitud inmensa que se agrupa, profiriendo injurias y blasfemias contra Jesús!
¡Los soldados y sayones en dos filas y en medio de dos malhechores! …
¿Le conoces, oh Madre amantísima? ¿es ese el más hermoso de los hijos de los hombres, la beldad de los cielos y la alegría de los Ángeles?
¿Aquel Hijo de Dios que con tanto regocijo nació en Belén?
¿Dónde están ahora los Reyes y Pastores que entonces le adoraban?
¿Qué se han hecho los Espíritus celestiales que entonces entonaban himnos de alabanza?
¡Qué trocado está! ¡Sus ojos inundados de lágrimas y sangre, coronada de espinas su cabeza; todo Él hecho una llaga!
¡Oh, María, afligida entre todas las mujeres! ¡Oh Madre la más desolada de todas las madres! ¡Oh Hijo, maltratado sobre todos los hijos de Adán! ¡Oh Jesús! ¡Oh María! perdonad a este ingrato, a este pecador a este monstruo, causa de tanta amargura.
Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri.
Miserere nostri, etc.
Cercadla, Serafines,
No acabe en desaliento,
No muera en el tormento
La Rosa virginal.
¡Oh acero riguroso!
Deja su pecho amante
Vuélvete a mi cortante,
Que soy el criminal.
Llevemos, etc.
*****
QUINTA ESTACIÓN
Jesús ayudado por el
Cirineo
Adoramus te, Christe, etc.
Temiendo los judíos no se les muera Jesús antes de llegar al Calvario, no por aliviarle, sino por el deseo que tienen de crucificarle, buscan quien le ayude a llevar la cruz, y no le encuentran.
Había entonces en Jerusalén tantos millares de hombres y sólo Simón Cireneo acepta este favor y aún por fuerza.
¡Y así te desamparan, oh Jesús mío! ¿No fueron cinco mil los hombres que alimentaste con cinco panes en el desierto? ¿No son innumerables los ciegos, los paralíticos y enfermos que sanaste?
¡Y nadie quiere llevar tu cruz!
¡Y ella, no obstante, nos predica la latitud de tu misericordia, la longitud de tu justicia, la sublimidad de tu poder y lo profundo de tu sabiduría infinita!
¡Oh misterio incomprensible!
Muchos admiran tus prodigios y tu doctrina; mas pocos gustan de padecer contigo.
Teman, pues, los enemigos de la cruz, oyendo a Cristo que dice: El que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.
Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri.
Miserere nostri, etc.
Toma la cruz preciosa,
Me está el deber clamando;
Tan generoso, cuando
Delante va el Señor.
Voy a seguir constante
Las huellas de mi Dueño;
Manténgame el empeño,
Señora, tu favor.
Llevemos, etc.
*****
SEXTA ESTACIÓN
La Verónica enjuga el rostro de
Jesús
Adoramus te, Christe, etc.
¡Qué valor el de esta piadosa mujer! Ve aquel rostro divino a quien desean contemplar los Ángeles, cubierto de polvo, afeado con salivas, denegrido con sangre; y movida de compasión, quítase la toca, atropella por todo, y acercándose al Salvador, le enjuga su rostro desfigurado.
¡Ay! ¡Cómo confunde esta mujer fuerte la cobardía de tantos cristianos que por vano temor del qué dirán, no se atreven a obrar bien! ¡Oh dichosa Verónica, y cómo premia el Señor tu denuedo, dejando su rostro Santísimo estampado en tres pliegues de esa afortunada toca!
¿Quieres tú, cristiano, que Dios imprima en tu alma una perfecta imagen de sus virtudes?
Huella, pues, generoso el respeto humano, como la Verónica; haz con fervor, haz a menudo el Via Crucis; y no dudes que Jesús grabará en tu alma un fiel traslado de sus virtudes; y viéndote el Eterno Padre semejante al divino Modelo de predestinados, te admitirá en el cielo.
Padre Nuestro, Ave María, y Gloria Patri.
Miserere nostri, etc.
Tu imagen, Padre mío,
Ensangrentada y viva,
Mi corazón reciba,
Sellada con la fe.
¡Oh Reina! de tu mano
Imprímela en mi alma,
Y a la gloriosa palma
Contigo subiré.
Llevemos, etc.
****
SÉPTIMA ESTACIÓN
Jesús cae por segunda
vez
Adoramus te, Christe, etc.
Sí, Jesús cae por segunda vez con la cruz; nuevas injurias y golpes, nueva crueldad de parte de los judíos; nuevos dolores y tormentos, nuevos rasgos de amor de parte de Jesús.
Parece que el infierno desahogará contra Él todo su furor: mas ¿qué hará el Señor? ¿Dejará la empresa comenzada? ¿Hará como nosotros, que a una ligera contradición abandonamos el camino de la virtud?
No, no; bien podrán decirle: Si eres Hijo de Dios baja de la Cruz; por lo mismo que lo es, allí permanecerá hasta morir.
¿Y cuándo, Señor, imitaré vuestra heroica constancia?
No siendo coronado, si no el que peleando legítamente persevere hasta el fin, ¿de qué me serviría abrazar la virtud y llevar la cruz solamente algún día?
Cueste, pues, lo que cueste, quiero, con vuestra gracia divina, amaros y serviros hasta morir.
Padre Nuestro, Ave María, Gloria Patri.
Miserere nostri, etc.
Yace el divino Dueño
Segunda vez postrado:
Detesta ya el pecado,
Deshecha en contrición.
Oh Virgen, pide amante
Que borre tanta ofensa
Misericordia inmensa,
Pródiga de perdón.
Llevemos, etc.
*****
OCTAVA ESTACIÓN
Jesús consuela a las
mujeres
Adoramus te, Christe, etc.
¡Qué caridad tan ardiente! ¡Olvidando sus atrocísimos dolores, sólo se acuerda de nuestras penas el amante Jesús!
Hijas de Jerusalén, dice a las piadosas mujeres que le seguían llorando; no lloréis mi suerte; llorad más bien sobre vosotras y sobre vuestros hijos.
Pero ¿puede haber objeto más digno de llanto que la pasión y muerte del Hijo de Dios? … Sí, cristiano; hay cosa más digna de lágrimas, y de lágrimas eternas; y es el pecado.
Pues el pecado es la única causa de la pasión y muerte tan ignominiosa; él es el origen y el colmo de todos los males; mal terrible, el único mal, mal infinito de Dios, y de la criatura.
¡Y no obstante tú pecas con tanta facilidad! ¡Y te confiesas con tanta frialdad! ¡Y recaes tan a menudo en el pecado! ¡Y pasas tranquilo días, meses, años, y hasta la vida entera en el pecado!
Padre nuestro Ave María y Gloria.
Miserere nostri, etc.
Matronas doloridas
Que al Justo lamentáis.
¿Por qué, si os lamentaís,
La causa no llorar?
Y pues la cruz le dimos
Todos los delincuentes,
Broten los ojos fuentes
De angustia y de pesar
Llevemos, etc
****
NOVENA ESTACIÓN
Jesús cae por tercera
vez
Adoramus te Christe, etc.
¿Qué es esto, Jesús mío? ¡Vos resplandor de la gloria del Padre, consuelo de los Mártires, hermosura y alegría del cielo, Vos caído en tierra, primera, segunda y tercera vez! ¿No sois Vos la fortaleza de Dios? …
¿Y qué, hijo mío, no has pecado tú más de dos o tres veces? ¿No recaes cada día innumerables veces en el pecado? ¿Por qué esa perpetua inconstancia en mi servicio? Hoy formas generosos propósitos, y mañana están ya olvidados: ahora me entregas el corazón, y un instante después ya no suspiras sino por pasatiempos y liviandades.
¡Ay! yo caigo por segunda y tercera vez para expiar tus continuas recaídas: caigo para alzarte a ti de la tibieza; caigo para que temerario, no te expongas de nuevo al peligro de recaer en pecado; caigo en fin, para que no caigas tú jamás en el abismo del infierno”
Gracias Dios mío, por tan inefable bondad; y por esta tan dolorosa caída, dadme fuerza, os suplico, para que me levante por fin del pecado y camine firme y constante en vuestro santo servicio.
Padre nuestro, Ave María y Gloria
Patri.
Miserere nostri, etc.
Al suelo derribado
Tercera vez el Fuerte,
Nos alza de la muerte
A la inmortal salud.
Mortales, ¿Qué otro exceso
Pedimos de clemencia?
No más indiferencia,
No más ingratitud.
Llevemos, etc.
****
DÉCIMA ESTACIÓN
Jesús despojado de sus
vestiduras.
Adoramus te Christe, etc.
Cuando te curan una herida, por fino que sea el lienzo que la envuelve, y por cuidado que tenga la más cariñosa madre, ¿qué dolor no sientes al despegarse la tela de la carne viva?
¿Cuál sería, pues, el tormento de Jesús al quitarle las vestiduras?
Como había derramado tanta sangre, estaban pegadas a su cuerpo llagado: vienen los verdugos y las arrancan con tanta fiereza, que llevan tras sí la corona, y hasta pedazos de carne que se le habían pegado…
¿Y en qué pensabais, oh purísimo Jesús, al veros desnudo delante de tanta muchedumbre?
“En ti, pensaba, pecador; en los pecados impuros que sin escrúpulo cometes; por ellos ofrecía yo al Eterno Padre esta confusión y suplicio tan atroz.
Sabía cuanto te costaría deshacerte de aquel mal hábito, privarte de aquel placer, romper con aquella amistad criminal; por eso permití en mi cuerpo inocentísimo tan horrible carnicería”
¡Oh inmensa caridad la tuya! ¡Oh negra ingratitud la mía! Nunca más, Señor, renovar esas llagas con desenfrenada licencia: nunca más pecar.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
Miserere nostri, etc.
Tú bañas, Rey de gloria,
Los cielos en dulzura;
¿Quién te afligió, Hermosura,
Dañandote amarga hiel?
Retorno a tal fineza
La gratitud pedía;
Cesó ya, Madre mía,
De ser mi pecho infiel.
Llevemos, etc.
****
UNDÉCIMA ESTACIÓN
Jesús clavado en la
cruz
Adoramus te Christe, etc.
¿Quién de nosotros tendría valor para sufrir que le atravesasen pies y manos con gruesos clavos? ¿Quién tendría ánimo para ver así atormentado a su mayor enemigo? Pues este atroz tormento padece Jesús por nuestro amor.
Ya le tienden sobre el lecho del dolor; ya enclavan aquella mano omnipotente que había formado los cielos y la tierra; ya brota un raudal de sangre: más esto es poco.
Encogido el cuerpo con el frío y los tormentos, no llegaban la otra mano ni los pies a los agujeros hechos de antemano en la cruz: los atan, pues, con cordeles, y tiran con inhumana crueldad, desencajando de su lugar aquellos huesos santísimos. ¡Qué dolor! ¡Qué tormento!
Todo lo contempla su Madre amantísima; ningún alivio, ni una gota de agua puede dar a Su Hijo: ¿y vive todavía?
¿Y no muero yo de dolor, siendo mis pecados la causa de tanto tormento?
Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri
Miserere nostri, etc.
El manantial divino
De sangre está corriendo;
Ven, pecador, gimiendo,
Ven a lavarte aquí.
Misericordia imploro
Al pie del leño santo:
Virgen, mi ruego y llanto
Acepte Dios por ti
Llevemos, etc.
****
DUODÉCIMA ESTACIÓN
Jesús muere en la
cruz
Adoramus te, Christe, etc
Contempla, cristiano, a esos dos malhechores crucificados con el Señor. ¡Qué maldades no habría hecho el buen ladrón!
Sin embargo, dice a Jesús: Acuérdate de mí cuando estuvieres en tu reino; y al instante oye: Hoy estarás conmigo en el Paraíso. ¡Qué bondad la de Dios! ¡Cuán pronto, pecador, recobrarías la gracia y amistad divina, si quisieses arrepentirte de veras!
Pero si dejas tu conversión para la muerte, ¡ay!, teme no te suceda lo que al mal ladrón. ¿Qué hombre tuvo jamás mejor ocasión para convertirse? Dios derramaba su Sangre por él: tenía a sus pies a la abogada de pecadores, María Santísima: a su lado estaba Jesucristo, el sacerdote más celoso del mundo, para ayudarle a bien morir; oye la exhortación de su compañero: ve toda la naturaleza estremecida; y sin embargo, muere como ha vivido; continúa blasfemando, y se condena eternamente.
No permitas, Jesús mío, que sordo a tus inspiraciones divinas, deje yo mi conversión para la muerte.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
Miserere nostri, etc
Muere la vida nuestra
Pendiente del madero
¿Y yo, como no muero
De amor, o de dolor?
Casi no respira
La triste Madre yerta
Del cielo abrir la puerta
Bien puedes ya, Señor.
Llevemos, etc
****
DECIMATERCERA ESTACIÓN
Jesús muerto en brazos de su
Madre
Adoramus te, Christe, etc
¡Adonde iré, oh afligida Madre mía! Tu Hijo ha muerto y mis pecados son los verdugos que le enclavaron en cruz y le dieron muerte inhumana.
¡Ay infeliz de mí! Yo he apagado la luz de tus ojos, y acabado la alegría de tu corazón.
Sí, yo desfiguré ese rostro hermosísimo, yo taladré esos pies y manos que sostienen el firmamento, yo traspasé esta augusta cabeza, y abrí esas llagas: yo descoyunté y despedacé ese inocentísimo cuerpo, que tienes en tus brazos.
Reo de tan horrendo deicidio ¿adónde iré? ¿Dónde me ocultaré? Pero por monstruosa que sea mi ingratitud, tú eres mi Madre y yo soy tu hijo.
Jesús acaba de transferir en mí los derechos que tenía a tu amor.
Me arrojo, pues, en tus brazos con la más viva confianza.
No me desprecies, oh dulce refugio de pecadores arrepentidos; mírame con ojos de bondad y ampárame ahora en el trance de la muerte.
Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri.
Miserere nostri, etc
Dispón Señora el pecho
Para mayor tormenta
La víctima sangrienta
Viene a tus brazos ya
Con su preciosa Sangre
Juntas materno llanto
¿Quién Madre, tu quebranto
Sin lágrimas verá?
Llevemos, etc.
****
DECIMACUARTA ESTACIÓN
Jesús puesto en el
sepulcro
Adoramus te Christe, etc
Contempla, alma cristiana, cómo José de Arimatea y Nicodemo, postrados a los pies de María, le piden el dulce objeto de sus caricias y ungiéndole con preciosos aromas le amortajan y ponen en un nuevo sepulcro de piedra.
¡Cuál sería el dolor de la Virgen!
Sin duda: grande era como el mar su amargura cuando vio a su Hijo ensangrentado, enclavado y expirado en un patíbulo infame; pero a lo menos le veía, tal vez le abrazaba y lavaba con sus lágrimas.
Mas ahora, oh angustiada Señora, una losa te priva de este último consuelo.
¡Oh sepulcro afortunado! ya que encierras el adorado cuerpo del Hijo y el purísimo corazón de la Madre, guarda también con esas prendas riquísimas mi pobre corazón.
Sea este, Dios mío, el sepulcro donde descanséis; sean los puros afectos de mi alma los lienzos que os envuelvan y los aromas que os recreen.
En fin, muera yo al mundo, a sus pompas y vanidades, para que viviendo según el espíritu de Jesús, resucite y triunfe glorioso con Él por siglos infinitos.
Amén.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria Patri
Miserere nostri, etc
Al Rey de las virtudes
Pesada loza encierra
Pero feliz la tierra
Ya canta salvación.
Sufre un momento, Madre,
La ausencia del Amado:
Pronto, de ti abrazado
Tendrásle al corazón
Llevemos,
etc.
Perdón, Oh Dios mío
Coro:
Perdón, oh Dios mío,
perdón e indulgencia,
perdón y clemencia,
perdón y piedad.
Pequé, ya mi alma su culpa confiesa:
Mil veces me pesa de tanta maldad.
(Coro)
Mil veces me pesa de haber, obstinado
tu pecho rasgado, oh Sumo Bondad.
(Coro)
Yo fui quien del duro madero inclemente
te puso pendiente con vil impiedad.
(Coro)
Por mí en el tormento tu sangre vertiste
y prenda me diste de amor y humildad.
(Coro)
Y yo en recompensa, pecado a pecado,
la copa he llenado de iniquidad.
(Coro)
Mas ya arrepentido, te busco lloroso,
¡oh Padre amoroso, oh Dios de bondad!
(Coro)
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