Lucas 6, 36-38. Cuaresma. Un corazón que no perdona no es un corazón cristiano sino que es un corazón que no agrada ni da gloria a Dios. | |
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá. Oración introductoria Jesús, gracias por mostrarme claramente el camino a seguir. Ser misericordioso, no juzgar, no condenar, perdonar y dar generosamente, suena fácil... pero contrario a mi tendencia egoísta y soberbia. ¡Ven Espíritu Santo! Ilumina mi mente e inflama de amor mi corazón, para que esta meditación sea el punto de partida de mi transformación de ciudadano del mundo a discípulo y misionero de tu amor. Petición Jesús, hazme crecer en la misericordia, la magnanimidad y la bondad, para llegar a ser un auténtico testigo de tu amor. Meditación del Papa En una época de emergencia educativa, en la que el relativismo pone en discusión la posibilidad misma de una educación entendida como introducción progresiva al conocimiento de la verdad, al sentido profundo de la realidad, por ello como introducción progresiva a la relación con la Verdad que es Dios, los cristianos están llamados a anunciar con vigor la posibilidad del encuentro entre el hombre de hoy y Jesucristo, en quien Dios se ha hecho tan cercano que se le puede ver y escuchar. En esta perspectiva, el sacramento de la Reconciliación, que parte de una mirada a la condición existencial propia y concreta, ayuda de modo singular a esa “apertura del corazón” que permite dirigir la mirada a Dios para que entre en la vida. La certeza de que él está cerca y en su misericordia espera al hombre, también al que está en pecado, para sanar sus enfermedades con la gracia del sacramento de la Reconciliación, es siempre una luz de esperanza para el mundo. (Benedicto XVI, 9 de marzo de 2012). Reflexión En este texto del evangelio, Jesús tiene la intención de mover nuestros corazones en una sola dirección: el amor a nuestros enemigos. "¡Qué fácil es amar a los que nos aman!", dirá en otra ocasión. Sin embargo lo más difícil del amor cristiano es vivirlo con los que no nos corresponderán, con los que nos insultan o persiguen, con los que hablan mal de nosotros a nuestras espaldas, con los que luchan por arrebatarnos nuestro puesto de trabajo: nuestros enemigos. La consigna que nos envía Jesucristo es muy clara: "Sed misericordiosos". Un corazón que no perdona no es un corazón cristiano sino que es un corazón que no agrada ni da gloria a Dios. Por eso Cristo dirá en otra ocasión que si cuando nos acercamos a Dios para rendirle una ofrenda recordamos una enemistad con alguno de nuestros hermanos, primero debemos reconciliarnos con él, y después realizar la ofrenda. Practiquemos estas dos virtudes que nos propone Jesús en nuestra vida: la misericordia y la benevolencia. Propongámonos que en ninguna de nuestras conversaciones, charlas o discusiones se mezcle jamás la más mínima crítica hacia ninguno de nuestros hermanos, que son todos los hombres. Propósito Ser paciente con los defectos y limitaciones de los demás, mostrando, en todo y con todos, la bondad de Jesucristo. Diálogo con Cristo Para poder crecer en el amor a los demás, tengo que aprender a fijarme en ellos, como me ha recordado Benedicto XVI en su mensaje para esta Cuaresma. Este fijarme lleno de amor y bondad, buscando el bien de la persona, de toda la persona, es hacer vida el mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e hijo de Dios. Gracias, Señor, por darnos al Papa como faro seguro y guía que nos anima a seguir nuestro camino a la santidad. lunes 25 Febrero 2013 Lunes de la segunda semana de Cuaresma |
Beata Maria Ludovica
Leer el comentario del Evangelio por
Juliana de Norwich : Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso
Juliana de Norwich : Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso
Lecturas
Daniel 9,4b-10.
Oré al Señor, mi Dios, y le hice esta confesión: "¡Ah, Señor, Dios, el Grande, el Temible, el que mantiene la alianza y la fidelidad con aquellos que lo aman y observan sus mandamientos!
Nosotros hemos pecado, hemos faltado, hemos hecho el mal, nos hemos rebelado y nos hemos apartado de tus mandamientos y tus preceptos.
No hemos escuchado a tus servidores los profetas, que hablaron en tu Nombre a nuestros reyes, a nuestros jefes, a nuestros padres y a todo el pueblo del país.
¡A ti, Señor, la justicia! A nosotros, en cambio, la vergüenza reflejada en el rostro, como les sucede en este día a los hombres de Judá, a los habitantes de Jerusalén y a todo Israel, a los que están cerca y a los que están lejos, en todos los países adonde tú los expulsaste, a causa de la infidelidad que cometieron contra ti.
¡A nosotros, Señor, la vergüenza reflejada en el rostro, y también a nuestros reyes, a nuestros jefes y a nuestros padres, porque hemos pecado contra ti!
¡Al Señor, nuestro Dios, la misericordia y el perdón, porque nos hemos rebelado contra él!
Nosotros no hemos escuchado la voz del Señor, nuestro Dios, para seguir sus leyes, que él puso delante de nosotros por medio de sus servidores los profetas.
Salmo 79(78),8.9.11.13.
No recuerdes para nuestro mal
las culpas de otros tiempos;
compadécete pronto de nosotros,
porque estamos totalmente abatidos.
Ayúdanos, Dios salvador nuestro,
por el honor de tu Nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados,
a causa de tu Nombre.
por el honor de tu Nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados,
a causa de tu Nombre.
Llegue hasta tu presencia el lamento de los cautivos,
preserva con tu brazo poderoso
a los que están condenados a muerte.
Y nosotros, que somos tu pueblo
y las ovejas de tu rebaño,
te daremos gracias para siempre,
y cantaremos tus alabanzas
por todas las generaciones.
preserva con tu brazo poderoso
a los que están condenados a muerte.
Y nosotros, que somos tu pueblo
y las ovejas de tu rebaño,
te daremos gracias para siempre,
y cantaremos tus alabanzas
por todas las generaciones.
Lucas 6,36-38.
Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso.
No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.
Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes".
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
Juliana de Norwich (1342-después 1416), reclusa inglesa
Revelaciones del amor divino, cap. 48
Revelaciones del amor divino, cap. 48
Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso
A mis ojos, la misericordia [de Dios], es el amor que obra con dulzura
y plenitud de gracia, con compasión superabundante.Actúa para guardarnos;
para que todas las cosas sucedan para nuestro bien. Permite, por amor,
incluso que faltemos, en cierta medida. Tantas veces faltemos como
caigamos; tantas veces caigamos como muramos... Sin embargo, la mirada
dulce de la piedad y del amor jamás se aparta de nosotros; la misericordia
nunca se acaba. He visto lo que es propio de la misericordia y he visto
lo que es propio de la gracia: son dos maneras de actuar de un solo amor.
La misericordia es un atributo de la compasión, y proviene de la ternura
maternal; la gracia es un atributo de gloria, y proviene del poder real del
Señor en el mismo amor. La misericordia actúa para protegernos,
sostenernos, vivificarnos, y curarnos: en todo esto es ternura de amor. La
gracia obra para elevar y recompensar, infinitamente más allá de lo que
merecen nuestro deseo y nuestro trabajo; difunde y manifiesta la
generosidad que Dios, nuestro Señor, nos prodiga en su cortesía
maravillosa. Todo esto viene de la abundancia de su amor. Porque la gracia
cambia nuestra flaqueza en consuelo abundante e infinito, la gracia
convierte nuestra caída vergonzosa en un levantamiento sublime y glorioso,
la gracia cambia nuestro triste morir en una vida santa y bienaventurada.
En verdad lo he visto: cada vez que nuestra perversidad nos conduce, aquí
abajo, al dolor, la vergüenza y la aflicción, la gracia, por el contrario,
nos conduce al consuelo, la gloria y la felicidad. Y con tal
superabundancia, que llegando a allá arriba para recibir la recompensa que
la gracia nos tiene preparada, agradeceremos y bendeciremos a nuestro
Señor, regocijándonos sin fin por haber sufrido tales adversidades. Y este
amor bienaventurado será de tal naturaleza que veremos en Dios cosas que
jamás habríamos podido conocer sin haber pasado por estas pruebas.
Vive la Cuaresma consultando este Especial de Cuaresma
y plenitud de gracia, con compasión superabundante.Actúa para guardarnos;
para que todas las cosas sucedan para nuestro bien. Permite, por amor,
incluso que faltemos, en cierta medida. Tantas veces faltemos como
caigamos; tantas veces caigamos como muramos... Sin embargo, la mirada
dulce de la piedad y del amor jamás se aparta de nosotros; la misericordia
nunca se acaba. He visto lo que es propio de la misericordia y he visto
lo que es propio de la gracia: son dos maneras de actuar de un solo amor.
La misericordia es un atributo de la compasión, y proviene de la ternura
maternal; la gracia es un atributo de gloria, y proviene del poder real del
Señor en el mismo amor. La misericordia actúa para protegernos,
sostenernos, vivificarnos, y curarnos: en todo esto es ternura de amor. La
gracia obra para elevar y recompensar, infinitamente más allá de lo que
merecen nuestro deseo y nuestro trabajo; difunde y manifiesta la
generosidad que Dios, nuestro Señor, nos prodiga en su cortesía
maravillosa. Todo esto viene de la abundancia de su amor. Porque la gracia
cambia nuestra flaqueza en consuelo abundante e infinito, la gracia
convierte nuestra caída vergonzosa en un levantamiento sublime y glorioso,
la gracia cambia nuestro triste morir en una vida santa y bienaventurada.
En verdad lo he visto: cada vez que nuestra perversidad nos conduce, aquí
abajo, al dolor, la vergüenza y la aflicción, la gracia, por el contrario,
nos conduce al consuelo, la gloria y la felicidad. Y con tal
superabundancia, que llegando a allá arriba para recibir la recompensa que
la gracia nos tiene preparada, agradeceremos y bendeciremos a nuestro
Señor, regocijándonos sin fin por haber sufrido tales adversidades. Y este
amor bienaventurado será de tal naturaleza que veremos en Dios cosas que
jamás habríamos podido conocer sin haber pasado por estas pruebas.
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