La simplicidad, la austeridad, la sobriedad; son matices de un mismo acto en pos de lo único necesario. (Lucas 10, 41-42)
Liberar nuestra vida de lo superfluo, despejar lo que obstruye, limpiar; permitamos al desierto formar parte de nuestra vida.
Hagamos desierto en nuestras cosas, en nuestras palabras y movimientos, en nuestros hábitos y pensamientos.
Es posible que ocurra en nuestra vida un cambio sustancial, una transformación profunda. El nacimiento de Cristo en el corazón es una experiencia deificante, que puede tornarse estado de vida y no un fulgor ocasional y accidental.
¿Creemos posible que esto ocurra en nosotros? ¿Consideramos posible realmente que nuestra determinación ‒movida por el deseo de Dios, de eternidad, de lo que no muere‒ se una a La Gracia siempre disponible, para operar en nosotros el surgimiento del hombre nuevo? (2 Corintios 5, 16-17)
Porque si no tenemos esta fe construimos un muro que nos separa del soplo del Espíritu, y ya desde nuestra propia mente impedimos la renovación.
Recomendamos para Lectio: Marcos 9, 23-24
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