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Austreberta,
Santa |
Abadesa
Martirologio Romano: En la región de Rouen,
en Neustria, hoy en Francia, santa Austreberta, virgen y abadesa, que rigió el
monasterio de Pavilly, fundado piadosamente por el obispo san Audeno
(704).
Santa Austreberta o Eustreberta fue hija de uno de los
principales cortesanos del rey Dagoberto, el conde Palatino Badefrido y de Santa
Framechidis. Nació cerca de Thérouanne, en Artois, y fue una niña seria y
piadosa, con la mente fija en iglesias y convenios. Un día, mientras contemplaba
su imagen reflejada en el agua, vio un velo sobre su cabeza; aquella extraña
experiencia le produjo una impresión permanente. Al cumplir los doce años, su
padre le anunció que ya tenía proyectado su matrimonio y la idea resultó tan
desagradable para Austreberta, que huyó de la casa, acompañada por su hermano
menor. Se refugió en un monasterio, donde el abad le dio asilo y le prometió
imponerle el velo. Sin embargo, al saber quién era ella y pensando en lo
preocupados que estarían sus padres por su ausencia, la persuadió para que
regresara con él a su hogar. Omer explicó el asunto a sus padres, que terminaron
por acceder a que la joven entrara al convento, después de vivir con ellos algún
tiempo. Aquel fue un período de prueba para Austreberta que se sentía
atormentada por los escrúpulos de no haber respondido al llamado de Dios. Tanto
importunó a los suyos para que la dejasen partir, que por fin su padre la llevó
al monasterio de Port (después Abbeville), en el Somme, donde tomó el hábito
ella misma.
Muy pronto se ganó lodos los corazones con su piedad y
humildad. Ella misma estaba feliz en aquella comunidad tan devota y observante.
Se cuenta que un día cuando Austreberta horneaba el pan para la casa, ocurrió un
suceso extraordinario. En el horno caliente ya se habían extinguido las llamas.
Los panes estaban listos y sólo faltaba sacar las brasas. Austreberta metió la
escoba, que se incendió de pronto y llenó el horno con fuego. Austreberta,
temiendo que el pan se quemara, cerró primero la puerta de la cocina y después,
inclinándose entre las llamas, que no le hicieron ningún daño, limpió el
interior del horno con sus manos y sacó el pan. A la asombrada muchacha que
había presenciado la escena le encargó que no dijera nada a nadie y después
siguió con su larca tranquilamente, sin ninguna quemadura en sus carnes ni en
sus ropas. Sólo a su confesor reveló Austreberta lo sucedido y, aunque éste
quedó lleno de admiración, le advirtió: "Hija, no vuelvas a ser tan temeraria,
no sea que la próxima vez tientes a Satanás y recibas algún daño."
En
aquel tiempo vivía un hombre piadoso llamado Audeno que había fundado en Pavilly el monasterio en el que
profesó su hija Aurea. Por consejo de San Filiberto, Audeno nombró superiora de
su convento a Austreberta, quien ya desde hacía tiempo era abadesa de
Port.
La santa se resistió a separarse de sus amadas hijas para ir a
enfrentarse con muchas dificultades en otro monasterio, pero ante la insistencia
de San Filiberto acabó por aceptar. En su nueva casa encontró una completa falta
de disciplina y se impuso la tarea de urgir a sus monjas el estrícto
cumplimiento de las reglas; pero las religiosas no se conformaron con aquella
severidad y acudieron a protestar ante Audeno, y acusaron a la santa de varias
ofensas graves. El fundador dio crédito a las calumnias y después de injuriar a
la superiora, llegó al grado de amenazarla con su espada, pero Austreberta no se
inmutó y ciñéndose el velo alrededor del cuello, inclinó la cabeza esperando el
golpe mortal. Su valor hizo que Audeno recuperara la cordura y desde entonces la
dejó que gobernara a sus monjas del modo que creyera
conveniente.
Santa Austreberta, abadesa
fecha: 10 de febrero n.: 630 - †: 704 - país: Francia otras formas del nombre: Eustreberta, Austrebertha, Austrie, Austry, Oustry canonización: pre-congregación hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En la región de Rouen, en Neustria, santa Austreberta, virgen y abadesa, que rigió el monasterio de Pavilly, fundado piadosamente por el obispo san Audeno.
Santa Austreberta o Eustreberta fue hija de uno de los principales cortesanos del rey Dagoberto, el conde Palatino Badefrido y de Framechildis. Nació cerca de Thérouanne, en Artois, y fue una niña seria y piadosa, con la mente fija en iglesias y conventos. Un día, mientras contemplaba su imagen reflejada en el agua, vio un velo sobre su cabeza; aquella extraña experiencia le produjo una impresión permanente. Al cumplir los doce años, su padre le anunció que ya tenía proyectado su matrimonio y la idea resultó tan desagradable para Austreberta, que huyó de la casa, acompañada por su hermano menor. Se refugió en un monasterio, donde el abad le dio asilo y le prometió imponerle el velo. Sin embargo, al saber quién era ella y pensando en lo preocupados que estarían sus padres por su ausencia, la persuadió para que regresara con él a su hogar. Luego explicó el asunto a sus padres, que terminaron por acceder a que la joven entrara al convento, después de vivir con ellos algún tiempo. Aquel fue un período de prueba para Austreberta que se sentía atormentada por los escrúpulos de no haber respondido al llamado de Dios. Tanto importunó a los suyos para que la dejasen partir, que por fin su padre la llevó al monasterio de Port (después Abbeville), en el Somme, donde tomó el hábito ella misma.
Muy pronto se ganó lodos los corazones con su piedad y humildad. Ella misma estaba feliz en aquella comunidad tan devota y observante. Se cuenta que un día cuando Austreberta horneaba el pan para la casa, ocurrió un suceso extraordinario. En el horno caliente ya se habían extinguido las llamas. Los panes estaban listos y sólo faltaba sacar las brasas. Austreberta metió la escoba, que se incendió de pronto y llenó el horno con fuego. Austreberta, temiendo que el pan se quemara, cerró primero la puerta de la cocina y después, inclinándose entre las llamas, que no le hicieron ningún daño, limpió el interior del horno con sus manos y sacó el pan. A la asombrada muchacha que había presenciado la escena le encargó que no dijera nada a nadie y después siguió con su tarea tranquilamente, sin ninguna quemadura en sus carnes ni en sus ropas. Sólo a su confesor reveló Austreberta lo sucedido y, aunque éste quedó lleno de admiración, le advirtió: «Hija, no vuelvas a ser tan temeraria, no sea que la próxima vez tientes a Satanás y recibas algún daño».
En aquel tiempo vivía un hombre piadoso llamado Amalberto que había fundado en Pavilly el monasterio en el que profesó su hija Aurea. Por consejo de san Filiberto, Amalberto nombró superiora de su convento a Austreberta, quien ya desde hacía tiempo era abadesa de Port. La santa se resistió a separarse de sus amadas hijas para ir a enfrentarse con muchas dificultades en otro monasterio, pero ante la insistencia de san Filiberto acabó por aceptar. En su nueva casa encontró una completa falta de disciplina y se impuso la tarea de urgir a sus monjas el estricto cumplimiento de las reglas; pero las religiosas no se conformaron con aquella severidad y acudieron a protestar ante Amalberto, y acusaron a la santa de varias ofensas graves. El fundador dio crédito a las calumnias y después de injuriar a la superiora, llegó al grado de amenazarla con su espada, pero Austreberta no se inmutó y ciñéndose el velo alrededor del cuello, inclinó la cabeza esperando el golpe mortal. Su valor hizo que Amalberto recuperara la cordura y desde entonces la dejó que gobernara a sus monjas del modo que creyera conveniente.
La obra «Vida de S. Austreberta» editada por los bolandistas e incluida en Acta Sanctorum, febrero, vol. II, probablemente fue compilada poco después de su muerte, en los primeros años del siglo ocho. Algunos detalles son más claros en la biografía de su madre santa Framechildis, publicada en Analecta Bollandiana, vol. XXXVIII, (1920), pp. 155-156, tomada de un manuscrito del Museo Británico. Véase también DHG., vol. V, cc. 790-792.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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