jueves, 3 de enero de 2013

Santos Teopempo y Teonas, mártires

 
fecha: 3 de enero
†: c. 304 - país:Turquía
otras formas del nombre: Teopemptus y Synesius, Teopompo
canonización:pre-congregación
En Nicomedia, de la provincia romana de Bitinia, santos Teopempo y Teonas, que sufrieron el martirio en la persecución llevada a cabo bajo Diocleciano.

La «Vita» de estos dos santos se recoge en los sinaxarios (santorales) orientales, y es legendaria. La fuente oriental cuenta que Teopompo era obispo de Nicomedia, la capital de Bitinia en el Mar de Mármara y el Mar Negro (actualmente Izmit, en Turquía), un antiguo reino, pero que en la época del emperador Diocleciano (243-313) -que es cuando se desenvuelve esta historia-, era una provincia romana.

Teopompo, por su cargo de obispo, durante la persecución desatada por Diocleciano fue detenido y llevado ante los tribunales, en el 304; fue sometido a muchos suplicios, como el fuego, envenenamiento, cegamiento, permaneciendo -como en la hagiografía de muchos mártires-, completamente ileso. Entonces el juez, queriendo mostrar que estos milagros podían ser realizados también por no cristianos, convocó el famoso mago Teonas, célebre por sus obras portentosas. Pero Teonas resultó derrotado, y después de declararse vencido pidió adherir al cristianismo. El obispo Teopompo le confirió inmediatamente el bautismo, imponiéndole el nombre de Synesius. Pero su suerte estaba sellada: fueron condenados a muerte los dos. Teopompo fue muerto por decapitación y Synesius (Teonas) fue enterrado vivo.

El culto de los dos mártires se hizo popular en el Oriente, tanto como en Occidente. La antigua abadía de Nonantola (Módena), se jacta de la custodia de sus reliquias, que fueron trasladadas en el 911 desde el monasterio de Santa Maria di Treviso por el Abad Pedro, para evitar la profanación de los invasores húngaros. Cómo habían llegado desde el Oriente a Treviso, no se sabe; pero en tanto se conserva un culto a estos mártires en la ciudad alemana de Radolfzell, se puede suponer que algunas reliquias fueron requisadas por los invasores alemanes y llevadas allí en siglos posteriores, o recibidas en regalo, como era costumbre en la Edad Media, entre dos iglesias que hoy llamaríamos «gemelas».

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