lunes, 28 de enero de 2013

Anna, testigo de Jehová durante 23 años

«Te encierras en un mundo diferente. Usas palabras diferentes. Y te sientes cómodo sólo "dentro". Tu sentido crítico es suprimido metódicamente. No es posible exponer ninguna duda sobre la doctrina. La duda viene de Satanás. En un momento te conviertes en
 
Anna, testigo de Jehová durante 23 años
Anna, testigo de Jehová durante 23 años
«Estoy aprendiendo a elegir con mi propia libertad»
El testimonio de Anna, testigo de Jehová durante 23 años


MILAN, 26 MAR 2000 (ZENIT) - «Yo tenía dieciséis años y una infancia difícil. Era una persona inquieta y llena de preguntas. En casa de una pariente conocí a una señora de unos sesenta años, muy cariñosa, la abuela que habría querido tener siempre. Tenía a todas horas una Biblia en la mano y hablaba de justicia y de salvación. Yo la ataqué con toda mi rabia de adolescente y le dije: "Dios es injusto". Ella empezó a hablarme, a hacerme leer su Biblia. Pronto, me aseguraba: todos los sufrimientos del mundo acabarán. Sus palabras me conquistaron. Su Biblia era la de Jehová. Me encontré leyendo con fervor un libro, «La Verdad que conduce a la vida eterna», difundido en millones de ejemplares en el mundo y conocido como la "Bomba azul"».

Anna tiene hoy 42 años. Ha pasado 23 años con los testigos de Jehová. Ha convertido a su marido y ha educado en la doctrina de este grupo a sus dos hijos, hoy adultos. Tras vivir fielmente dentro de las directrices de los Testigos, Anna, persona inquieta, no dejó de hacerse preguntas. Y así con gran trabajo interior y arriesgando destruir su matrimonio ha abandonado a este grupo. Tras meses de discusiones y peleas también el marido ha seguido sus pasos, así como los hijos. El hijo varón se ha casado con una testigo.

Hoy mira su vida y la relata con pasión y aturdimiento, como si de pronto se hubiera despertado de un sueño. «Yo era ama de casa -explica Anna- porque los testigos nos presionan en este sentido. Quien manda es el marido, la mujer debe obedecer, ha sido creada en función del hombre. La concepción de la vida es muy puritana, la familia "debe" ser ejemplar, los hijos obedientes y sometidos. Hemos educado a los niños con mucha rigidez. Es de lo que más me arrepiento: me parece que les he arrebatado su infancia. Cuántos dramas por las fiestas de los compañeros de escuela, a las que ellos no podían ir porque las fiestas se consideran diabólicas, una participación en el reino de Satanás. Todo lo que estaba fuera de nosotros "salvados" estaba en poder del Mal. Hoy me doy cuenta de cómo esta educación les ha llevado a ver enemigos en todos los extraños. Les enseñábamos que el fin estaba cerca, inminente, y que Dios destruiría a los malos, es decir a los otros. Nos creían pero con un creciente rencor hacia lo extremo, hacia aquellos "otros" que se divertían».

«Te encierras en un mundo diferente. Usas palabras diferentes. Y te sientes cómodo sólo "dentro". Tu sentido crítico es suprimido metódicamente. No es posible exponer ninguna duda sobre la doctrina. La duda viene de Satanás. En un momento te conviertes en "apóstata". Y al apóstata no se le debe ni siquiera saludar. Es más hay que odiar a los apóstatas. Si dudas, te quedas solo enseguida. No puedes ni siquiera tener dudas hablando con un amigo. Está la obligación de la delación».

Cinco reuniones a la semana, largas funciones dominicales, la escuela del ministerio («Te enseñan cómo contactar a las personas a convertir. Se nos ejercita en preguntas y respuestas. Está estructurada como una escuela de marketing»). Libros y artículos para leer. «No te queda tiempo para mirar "fuera", dice Anna.

«Los últimos meses en el grupo han sido un linchamiento moral. Yo era soberbia, envidiosa, mala. Apóstata. Al irme estaba completamente sola y mi vida se me caía encima. Fui a ver al párroco. Me escuchó con prisa, luego me dijo: "Señora yo no veo cuál es su problema. Basta que el domingo se confiese y ya puede volver a la Iglesia". Me habría puesto a llorar. No comprendía lo difícil que es volver atrás, entrar en aquella Iglesia que durante veinte años había sido para mí el lugar de la mentira. Aquél sacerdote no comprendía absolutamente mi drama.

Luego encontré a un sacerdote del GRIS (Grupo de Investigación sobre las Sectas), el padre Minuti. Durante horas, por teléfono, me ha explicado, me ha escuchado, me ha dado ánimos. Ahora estoy fuera, con mi familia. Estamos aprendiendo a elegir con nuestra libertad. Me queda el dolor de la educación dada a mis hijos. El chico, para ser fiel a la objeción al servicio militar, estuvo en la cárcel y le empujé yo misma».

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