Me hiciste de tierra, me vestiste de carne.
Resucítame, en el ultimo día, Señor y Redentor mío.+
Acuérdate de mi en cuando estés en tu reino, Señor.+
OFICIO DE DIFUNTOS.
En el tiempo pascual, si se
juzga oportuno puede añadirse Aleluya al fin de las antífonas,
de los versículos y de los responsorios.
Las oraciones deben
adaptarse, cambiando el género y número, según las circunstancias.
Invitatorio
Ant. Venid, adoremos al Señor, rey de los que
viven.
Laúdes.
HIMNO
I
Salen de la ciudad en larga
hilera
los amigos del hombre,
entristecidos,
llevan al joven muerto en la
litera,
su madre lo acompaña entre
gemidos.
Lazos de muerte a todos nos
alcanzan,
las redes del abismo nos
envuelven,
pueblos enteros lentamente
avanzan,
y todos los que van ya nunca
vuelven.
Alza tu voz, Jesús
resucitado;
detente, caravana de la
muerte,
mira al Señor Jesús, él ha
pagado
el precio del rescate de tu
suerte.
Llora, Raquel, de gozo y
alegría,
tus hijos vivirán
eternamente.
Danos, Señor, llegar a tu
gran día,
que de ansia de vivir el alma
muere. Amén.
II
Déjame, Señor, así;
déjame que en ti me muera,
mientras la brisa en la era
dora el tamo que yo fui.
Déjame que dé de mí
el grano limpio, y que fuera,
en un montón, toda entera,
caiga el alma para ti.
Déjame, cristal,
infancia,
tarde seca, sol
violento,
crujir de trigo en sazón.
Coge, Señor, mi abundancia,
mientras se queda en el
viento
el olor del corazón.
Gloria al Padre, gloria al
Hijo,
gloria al Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos.
Amén.
III
¿Cuándo, Señor, tendré el
gozo de verte?
¿Por qué para el encuentro
deseado
tengo que soportar,
desconsolado,
el trágico abandono de la muerte?
Padre mío, ¿me has
abandonado?
Encomiendo mi espíritu en tus
manos.
Los dolores de muerte
sobrehumanos
dan a luz el vivir tan
esperado.
Se acabaron la lucha y el
camino,
y, dejando el vestido
corruptible,
revistióme mi Dios de
incorruptible.
A la noche del tiempo
sobrevino
el día del Señor; vida
indecible,
aun siendo mía, es ya vivir
divino. Amén.
Ant. 1. Se alegrarán en el Señor los huesos quebrantados.
Salmo
50
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra
ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu
santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo
querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios
rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
Ant.1 Se alegrarán en
el Señor los huesos quebrantados.
Ant. 2. Líbrame, Señor, de las puertas del abismo.
Cántico, Is
38,10-14.16b-20
Yo
pensé: «En medio de mis días
tengo
que marchar hacia las puertas del abismo;
me
privan del resto de mis años.»
Yo
pensé: «Ya no veré más al Señor
en
la tierra de los vivos,
ya
no miraré a los hombres
entre
los habitantes del mundo.
Levantan
y enrollan mi vida
como
una tienda de pastores.
Como
un tejedor, devanaba yo mi vida,
y
me cortan la trama.»
Día
y noche me estás acabando,
sollozo
hasta el amanecer.
Me
quiebras los huesos como un león,
día
y noche me estás acabando.
Estoy
piando como una golondrina,
gimo
como una paloma.
Mis
ojos mirando al cielo se consumen:
¡Señor,
que me oprimen, sal fiador por mí!
Me
has curado, me has hecho revivir,
la
amargura se me volvió paz
cuando
detuviste mi alma ante la tumba vacía
y
volviste la espalda a todos mis pecados.
El
abismo no te da gracias,
ni
la muerte te alaba,
ni
esperan en tu fidelidad
los
que bajan a la fosa.
Los
vivos, los vivos son quienes te alaban:
como
yo ahora.
El
padre enseña a sus hijos tu fidelidad.
Sálvame,
Señor, y tocaremos nuestras arpas
todos
nuestros días en la casa del Señor.
Ant.2 Líbrame, Señor,
de las puertas del abismo.
Ant. 3. Alabaré al Señor mientras viva.
Salmo 145
Alaba, alma mía, al Señor:
alabaré al Señor mientras viva,
tañeré para mi Dios mientras exista.
No confiéis en los príncipes,
seres de polvo que no pueden salvar;
exhalan el espíritu y vuelven al polvo,
ese día perecen sus planes.
Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,
el que espera en el Señor, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto hay en él;
que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos,
el Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.
El Señor guarda a los peregrinos,
sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.
Ant. Alabaré al Señor mientras viva.
***
O bien:
Ant. 3. Todo ser que alienta alabe al Señor.
Salmo
150
Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su fuerte firmamento.
Alabadlo por sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza.
Alabadlo tocando trompetas,
alabadlo con arpas y cítaras,
alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con trompas y flautas,
alabadlo con platillos sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes.
Todo ser que alienta alabe al Señor.
Ant.3 Todo
ser que alienta alabe al Señor.
X LECTURA BREVE-
Creemos que Jesús ha
muerto y resucitado; del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio de
Jesús, los llevará con él. (1Ts 4,14)
RESPONSORIO BREVE
R/. Te ensalzaré,
Señor, * Porque me has librado. Te ensalzaré.
V/. Cambiaste
mi luto en danza. * Porque me has librado. Gloria al Padre. Te ensalzaré.
Benedictus, ant.:
Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí,
aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí no morirá para
siempre.
O bien, en tiempo pascual: Cristo ha resucitado y con su claridad
ilumina al pueblo rescatado con su sangre. Aleluya.
Benedictus, Lc 1,68-79
El Mesías y su
precursor
Bendito
sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su
pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es
la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos
odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre
Abrahán.
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y
a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por
la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo
alto,
para iluminar a los que viven en
tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
X Gloria al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo, Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén. (Aleluya.)
PRECES. (Intercesión)
Oremos a Dios
Padre todopoderoso, que ha resucitado a Jesucristo de entre los muertos y
vivificará también nuestros cuerpos mortales, y digámosle:
Señor, danos la vida en Cristo.
Padre
santo, ya que por el bautismo hemos sido sepultados con Cristo en la muerte y
con él hemos —resucitado, haz que de
tal forma andemos en vida nueva, que aún después de nuestra muerte vivamos para
siempre con Cristo.
R.
Pastor
providente, que nos has dado el pan vivo bajado del cielo, para que lo comamos
santamente,
—haz que
al comerlo tengamos vida eterna y resucitemos en el último día.
R.
Oh Señor,
que enviaste un ángel para que confortara a tu Hijo en la agonía de Getsemaní,
—dígnate
consolarnos en nuestro tránsito con la dulzura de tu esperanza.
R.
Tú que
libraste a los tres jóvenes del fuego ardiente,
—libra
también las almas de los difuntos del castigo que sufren por sus pecados.
R.
Dios y
Señor de vivos y de muertos, que resucitaste a Cristo del sepulcro,
—resucita
también a los difuntos, y a nosotros danos un lugar junto a ellos en tu gloria.
(Se pueden añadir algunas
intenciones libres.)
***
Confiando
en el Señor, pidamos al Padre que colme también de bienes a nuestra familia:
Padre nuestro.
Padre
nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre:
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en
el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Escucha,
Señor, nuestras súplicas, para que, al confesar la resurrección de Jesucristo,
tu Hijo, se afiance también la esperanza de que nuestro hermano N. resucitará. Por nuestro Señor
Jesucristo.
O bien:
Oh
Dios, gloria de los fieles y vida de los justos, nosotros, los redimidos por la
muerte y resurrección de tu Hijo, te pedimos que acojas con bondad a tu siervo N., y pues creyó en la resurrección
futura, merezca alcanzar los gozos de la eterna bienaventuranza. Por nuestro
Señor Jesucristo.
O bien, en tiempo pascual:
Dios
de poder y misericordia, cuyo Hijo se entregó voluntariamente a la muerte por
todos nosotros, concede a tu siervo N.
participar con él en la admirable victoria de su resurrección. Por nuestro
Señor Jesucristo.
Para varios difuntos:
OH
Dios, que resucitaste a tu Hijo para que, venciendo la muerte, entrara en tu
reino, concede a tus hijos [N. y N.] difuntos que, superada su condición
mortal, puedan contemplarte para siempre como su Creador y Salvador. Por
nuestro Señor Jesucristo.
Para los hermanos,
parientes y bienhechores:
Oh
Dios, que concedes el perdón de los pecados y quieres la salvación de los
hombres, por intercesión de santa María, la Virgen, y de todos los santos,
concede a nuestros hermanos, parientes y bienhechores que han salido ya de este
mundo alcanzar la eterna bienaventuranza. Por nuestro Señor Jesucristo.
ORACION DE LA TARDE. (Vísperas).
X
(Se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. -Dios
mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
X Gloria
al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y
siempre y por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
HIMNO
I
Tú, Señor, que asumiste la
existencia,
la lucha y el dolor que el
hombre vive,
no dejes sin la luz de tu
presencia
la noche de la muerte que lo
aflige.
Te rebajaste, Cristo, hasta
la muerte,
y una muerte de cruz, por
amor nuestro;
así te exaltó el Padre, al
acogerte,
sobre todo poder de tierra y
cielo.
Para ascender después
gloriosamente,
bajaste sepultado a los
abismos;
fue el amor del Señor
omnipotente
más fuerte que la muerte y
que su sino.
Primicia de los muertos, tu
victoria
es la fe y la esperanza del
creyente,
el secreto final de nuestra
historia,
abierta a nueva vida para
siempre.
Cuando la noche llegue y sea
el día
de pasar de este mundo a
nuestro Padre,
concédenos la paz y la
alegría
de un encuentro feliz que
nunca acabe. Amén.
II
¡Líbrame de esta carne de
pecado
de la que siento en alas
desasirme,
Señor, que, en una cruz, por
redimirme,
diste todo en la llaga del
costado!
¿Y volaré, para volver atado
a mi antigua enemiga?;
¿andaré firme
el día que otra vez vuelva a
vestirme
de la túnica inútil del
pasado?
Vivo en la fe, y el alma no
se atreve
a pedir verte sólo en lo
inefable,
sólo en aliento y en blancor
de nieve.
¡Otra vez lo corpóreo, lo
palpable!
¡Que mi segunda carne sea
leve!
Dame, Señor, la vida
perdurable!
Gloria al Padre, y al Hijo, y
al Espíritu,
por los siglos de los siglos.
Amén.
II
Si vivimos, vivimos para
Dios;
si morimos, morimos para
Dios;
en la vida y en la muerte,
somos de Dios.
Nuestras vidas son del Señor,
en sus manos descansarán;
el que cree y vive en él
no morirá.
Con Cristo viviré,
con Cristo moriré;
llevando en el cuerpo
la muerte del Señor;
llevando en el alma
la vida del Señor.
Si vivimos, vivimos para
Dios;
si morimos, morimos para
Dios;
en la vida y en la muerte,
somos de Dios. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. El Señor te guarda de todo de mal, él
guarda tu alma.
Salmo 120
Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
Ant 1 . El Señor te guarda de todo de mal, él
guarda tu alma.
Ant. 2. Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Salmo
129
Desde los hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.
Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela a la aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela a la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.
Ant 2 . Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Ant. 3. Lo mismo que el Padre resucita a los
muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere.
Cántico:
Flp 2,6-11
Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la
muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el
«Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla
se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios
Padre.
Ant. 3. Lo mismo que el Padre resucita a los
muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere.
X LECTURA BREVE-
¿Dónde está muerte,
tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? El aguijón de la muerte es el
pecado, y la fuerza del pecado es la ley. ¡Demos gracias a Dios, que nos da la
victoria por nuestro Señor Jesucristo! (1Co
15,55-57)
RESPONSORIO BREVE
R/. A ti, Señor, me
acojo: * No quede nunca yo defraudado. A ti.
V/. Tu
misericordia sea mi gozo y mi alegría. * No quede nunca yo defraudado. Gloria
al Padre. A ti.
O bien:
R/. En tu
misericordia, Señor, * Concédeles el descanso. En tu misericordia.
V/. Tú que has
de venir a juzgar a vivos y muertos. * Concédeles el descanso. Gloria al Padre.
En tu misericordia.
X Gloria al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo.
Magníficat, ant.:
Todos los que el Padre me ha entregado vendrán a mí; y
al que venga a mí no lo echaré fuera.
O bien, en tiempo pascual: El Crucificado resucitó de entre los
muertos y nos redimió. Aleluya.
Magníficat, Lc 1, 46-55
Alegría del alma
en el Señor
Proclama mi alma
la grandeza del Señor,
se alegra mi
espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado
la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el
Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es
santo,
y su
misericordia llega a sus fieles
de generación en
generación.
Él hace proezas
con su brazo:
dispersa a los
soberbios de corazón,
derriba del
trono a los poderosos
y enaltece a los
humildes,
a los
hambrientos los colma de bienes
y a los ricos
los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de
la misericordia
—como lo había
prometido a nuestros padres—
en favor de
Abrahán y su descendencia por siempre.
X Gloria
al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, Como era en el principio, ahora y
siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
PRECES. (Intercesión)
Oremos al Señor
Jesús, que transformará nuestro cuerpo frágil en cuerpo glorioso como el suyo,
y digámosle:
Tú, Señor, eres nuestra vida y nuestra resurrección.
OH
Cristo, Hijo de Dios vivo, que resucitaste de entre los muertos a tu amigo
Lázaro,
—lleva a
una resurrección de vida a los difuntos que rescataste con tu sangre preciosa.
R.
OH
Cristo, Señor Jesús, de cuyo costado salió sangre y agua,
—renueva
la Iglesia con los sacramentos de la nueva y eterna alianza.
R.
OH
Cristo, consolador de los afligidos, que, ante el dolor de los que lloraban la
muerte de Lázaro, del joven de Naín y de la hija de Jairo, acudiste compasivo a
enjugar sus lágrimas,
—consuela
también ahora a los que lloran la muerte de sus seres queridos.
R.
OH Cristo
salvador, destruye en nuestro cuerpo mortal el dominio del pecado por el que
merecimos la muerte,
—para que
obtengamos en ti la vida eterna.
R.
OH Cristo
redentor, mira benignamente a los que, por no conocerte, viven sin esperanza,
—para que
crean también ellos en la resurrección de los muertos y en la vida del mundo
futuro.
R.
Tú que,
al dar la vista al ciego de nacimiento, hiciste que pudiera mirarte,
—descubre
tu rostro a los difuntos que todavía carecen de tu resplandor.
R.
Tú,
Señor, que permites que nuestra morada corpórea sea destruida,
—concédenos
una morada eterna en los cielos.
(Se pueden añadir algunas
intenciones libres.)
***
Confiando en el Señor, pidamos al Padre que
colme también de bienes a nuestra familia: Padre nuestro.
Padre
nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre:
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en
el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Oración
Escucha,
Señor, nuestras súplicas, para que, al confesar la resurrección de Jesucristo,
tu Hijo, se afiance también la esperanza de que nuestro hermano N. resucitará. Por nuestro Señor
Jesucristo.
O bien:
Oh
Dios, gloria de los fieles y vida de los justos, nosotros, los redimidos por la
muerte y resurrección de tu Hijo, te pedimos que acojas con bondad a tu siervo N., y pues creyó en la resurrección
futura, merezca alcanzar los gozos de la eterna bienaventuranza. Por nuestro
Señor Jesucristo.
O bien, en tiempo pascual:
Dios
de poder y misericordia, cuyo Hijo se entregó voluntariamente a la muerte por
todos nosotros, concede a tu siervo N.
participar con él en la admirable victoria de su resurrección. Por nuestro
Señor Jesucristo.
Para varios difuntos:
Oh
Dios, que resucitaste a tu Hijo para que, venciendo la muerte, entrara en tu
reino, concede a tus hijos [N. y N.] difuntos que, superada su condición
mortal, puedan contemplarte para siempre como su Creador y Salvador. Por
nuestro Señor Jesucristo.
Para los hermanos,
parientes y bienhechores:
Oh
Dios, que concedes el perdón de los pecados y quieres la salvación de los
hombres, por intercesión de santa María, la Virgen, y de todos los santos,
concede a nuestros hermanos, parientes y bienhechores que han salido ya de este
mundo alcanzar la eterna bienaventuranza. Por nuestro Señor Jesucristo.
Completas del domingo de después de las II
Vísperas.
_________
***
Antes del descanso nocturno. (Completas).
X
(Se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. -Dios
mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
X Gloria
al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y
siempre y por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
EXAMEN DE CONCIENCIA.
Hermanos: Llegados al fin de esta jornada que Dios nos ha
concedido, reconozcamos humildemente nuestros pecados.
Tras el silencio se continúa con
una de las siguientes fórmulas:
1ª.-
Yo confieso ante Dios Todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran
culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre
Virgen,
a los ángeles, a los santos
y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro
Señor.
2ª.-
V/. Señor, ten misericordia de nosotros.
R/. Porque hemos
pecado contra ti.
V/. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
R/. Y danos tu salvación.
3ª.-
V/. Tú que has sido enviado a sanar los corazones
afligidos:
Señor, ten piedad.
R/. Señor, ten piedad.
V/. Tú que has venido a llamar a los pecadores:
Cristo, ten piedad.
R/. Cristo, ten piedad.
V/. Tú que estás sentado a la derecha del Padre
para interceder por nosotros: Señor, ten
piedad.
R/. Señor, ten piedad.
Se concluye diciendo:
V/. Dios
todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos
lleve a la vida eterna.
R/. Amén.
HIMNO
I
Gracias, porque al fin del día
podemos agradecerte
los méritos de tu muerte
y el pan de la Eucaristía,
la plenitud de alegría
de haber vivido tu alianza,
la fe, el amor, la esperanza
y esta bondad de tu empeño
de convertir nuestro sueño
en una humilde alabanza.
Gloria al Padre, gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos. Amén.
II
Nos
cubren las tinieblas
con su
intangible velo;
nos acosa
la noche con sus ojos,
y reza el
pensamiento.
Los
astros en tus bóvedas,
Señor de
universo,
vigilarán
lo oscuro,
vigilarán
el sueño.
Nosotros
dormiremos. Amén.
Fuera del tiempo pascual, ant.: Al amparo del
Altísimo no temo el espanto nocturno.
Tiempo pascual, ant.: Aleluya, aleluya, aleluya.
Salmo 90
A la
sombra del Omnipotente
Os he
dado potestad para pisotear
serpientes
y escorpiones. (Lc 10,19)
Tú que
habitas al amparo del Altísimo,
que vives
a la sombra del Omnipotente,
di al
Señor: «Refugio mío, alcázar mío,
Dios mío,
confío en ti.»
Él te
librará de la red del cazador,
de la
peste funesta.
Te
cubrirá con sus plumas,
bajo sus
alas te refugiarás:
su brazo
es escudo y armadura.
No
temerás el espanto nocturno,
ni la
flecha que vuela de día,
ni la
peste que se desliza en las tinieblas,
ni la
epidemia que devasta a mediodía.
Caerán a
tu izquierda mil,
diez mil
a tu derecha;
a ti no
te alcanzará.
Nada más
mirar con tus ojos,
verás la
paga de los malvados,
porque
hiciste del Señor tu refugio,
tomaste
al Altísimo por defensa.
No se te
acercará la desgracia,
ni la
plaga llegará hasta tu tienda,
porque a
sus ángeles ha dado órdenes
para que
te guarden en tus caminos;
te
llevarán en sus palmas,
para que
tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás
sobre áspides y víboras,
pisotearás
leones y dragones.
«Se puso
junto a mí: lo libraré;
lo
protegeré porque conoce mi nombre,
me
invocará y lo escucharé.
Con él
estaré en la tribulación,
lo
defenderé, lo glorificaré,
lo
saciaré de largos días
y le haré
ver mi salvación.»
Fuera del tiempo pascual, ant.: Al amparo del Altísimo
no temo el espanto nocturno.
Tiempo pascual, ant.: Aleluya, aleluya,
aleluya.
Tiempo ordinario:
(Adviento,
Navidad, Cuaresma y Pascua en el Propio del tiempo.)
X Lectura
Bíblica.
Escucha, Israel: El
Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el
corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo
quedarán en tu memoria, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas
estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado. (Dt 6,4-7)
Otros
himnos, propios del Tiempo Ordinario, en el Salterio.
RESPONSORIO BREVE
R/. A tus manos, Señor,
* Encomiendo mi espíritu. A tus manos.
V/. Tú, el Dios leal,
nos librarás. * Encomiendo. Gloria al Padre. A tus manos.
Tiempo pascual:
R/. A tus manos,
Señor, encomiendo mi espíritu. * Aleluya, aleluya. A tus manos.
V/. Tú, el Dios leal,
nos librarás. * Aleluya. aleluya. Gloria al Padre. A tus manos.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras
dormimos para que velemos con Cristo y descansemos en paz. (T.P. Aleluya)
Nunc dimittis, Lc 2, 29-32
Cristo, luz de las naciones y gloria de Israel
Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador.
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre.
X Gloria
al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, Como era en el principio, ahora y
siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
La oración conclusiva va precedida
de la invitación «Oremos». Al final se
responde: «Amén», y se concluye:
El Señor todopoderoso nos conceda una noche
tranquila y una muerte santa.
R/. Amén.
Oración Conclusiva.
Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber
celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor
alguno, descansemos en tu paz y mañana nos levantemos alegres para cantar
nuevamente tus alabanzas. Por Jesucristo, nuestro Señor.
O
Visita, Señor, esta
habitación: aleja de ella las insidias del enemigo; que tus santos ángeles
habiten en ella y nos guarden en paz, y que tu bendición permanezca siempre con
nosotros. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífonas finales a la Santísima Virgen María
I
Dios te
salve, Reina y Madre de misericordia,
vida,
dulzura y esperanza nuestra;
Dios te
salve.
A ti
llamamos los desterrados hijos de Eva;
a ti
suspiramos, gimiendo y llorando,
en este
valle de lágrimas.
Ea, pues,
Señora, abogada nuestra,
vuelve a
nosotros esos tus ojos misericordiosos,
y,
después de este destierro,
muéstranos
a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
¡Oh
clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
II
Madre del
Redentor, virgen fecunda,
puerta
del cielo siempre abierta,
estrella
del mar,
ven a
librar al pueblo que tropieza
y quiere
levantarse.
Ante la
admiración de cielo y tierra,
engendraste a tu santo Creador,
y
permaneces siempre virgen.
Recibe el
saludo del ángel Gabriel,
y ten
piedad de nosotros, pecadores.
III
Salve,
Reina de los cielos
y Señora
de los ángeles;
salve,
raíz; salve, puerta,
que dio
paso a nuestra luz.
Alégrate,
virgen gloriosa,
entre
todas la más bella;
salve, oh
hermosa doncella,
ruega a
Cristo por nosotros.
IV
Bajo tu
protección nos acogemos,
santa
Madre de Dios;
no
deseches las súplicas
que te
dirigimos en nuestras necesidades;
antes
bien, líbranos siempre de todo peligro,
oh Virgen
gloriosa y bendita.
Tiempo
pascual
Reina del
cielo, alégrate, aleluya,
porque el
Señor,
a quien
has merecido llevar, aleluya,
ha
resucitado, según su palabra, aleluya.
Ruega al
Señor por nosotros, aleluya.
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