Etimológicamente significa “ noble y
valiente”. Viene de la lengua alemana. Este nombre se dice también Abelardo o
Alardo. Es maravilloso constatar cómo a lo largo de la vida de estas personas
ejemplares, hay siempre una gran amistad.
Este joven se lo pasaba muy
bien en la corte de su abuelo Carlos Martel y de su tío el rey Pipino el Breve.
No le faltaba absolutamente nada. Se hacía con facilidad con la amistad de la
gente fuera y dentro del palacio.
Todo le sonreía ante sus ojos. Sin
embargo, cuando estaba a solas, le daba vueltas al tarro.
Notaba que la
felicidad que daba la corte no le llenaba totalmente. Y así pasó una
temporada.
Por fin un día, ante el asombro de cuantos y de cuantas le
contemplaban, dijo algo que les dejó alucinados. Con su voz clara y joven
anunció a todos que se iba a meter a monje.
¡Risas y chismes de
desconcierto! Pensaban que era una de sus bromas.
El, con cara
complaciente pero fuerte en su decisión, se marchó en el año 773 encaminó sus
pasos a un monasterio en donde encontrar la paz interior que nadie le daba en
las fiestas y juergas palaciegas.
Se entregó con tal ardor a la vida del
alma que en poco tiempo se ganó la estima de todos los hermanos consagrados a
Dios.
Su fama corrió de monasterio en monasterio. En aquellos días había
elección del nuevo superior del monasterio de Corbie, Francia.
Dicen que
sus consejos a hermanos en religión y a todo el mundo eran tan sabios y
acertados que el mismo emperador Ludovico los acogía con mesura y
discernimiento.
La característica fundamental de su vida consistió,
además de lo dicho, en dedicarse a los pobres. Desde el amor bien entendido
hacia los más desfavorecidos pasó a la casa del Padre el año
827.
¡Felicidades a quienes leven este nombre!
Abad n. 752; † 2 de enero del año 827 en el Monasterio de Corbie, Francia
Patrono de jardineros. Protector contra la fiebre tifoidea.
Buscad primero el reino de Dios y su justicia,
y todas las demás cosas se os darán por añadidura.
(Mateo 6, 33)
San Adelardo, nieto de Carlos Martel, abandonó la corte a la edad de veinte años para retirarse al monasterio de Corbie (Francia). Luis el Bonachón sospechó que el santo había favorecido las pretensiones de su pupilo Bernardo, hijo de Pepino, a la sucesión de Carlomagno, y lo confinó a la isla de Noirmoutiers. Mas, reconociendo su error, lo llamó a la corte. A fuerza de insistentes súplicas obtuvo el santo que se le dejase volver a Corbie, para reasumir el gobierno de su monasterio. Mucho contribuyó, con el célebre Alcuino, a hacer que volviese a florecer en los monasterios el amor a la ciencia. Murió el 2 enero del año 827.
MEDITACIÓN
SOBRE EL FIN DEL HOMBRE
I. No estamos en este mundo sino para amar a Dios, para honrarlo y para alcanzar nuestra salvación. Examina con atención esta verdad; he ahí en lo que debes trabajar durante este año y durante toda tu vida; todos tus otros proyectos son inútiles, peligrosos o criminales. ¿Hasta ahora has empleado tu vida en buscar, honrar y amar a Dios? Examínate, humíllate, corrígete. Busquemos a Dios sincera y únicamente. El alma racional está creada a imagen de Dios: todas las creaturas pueden ocupar nuestra alma, pero sólo Dios es capaz de llenarla (San Bernardo).
II. Todas las creaturas son medios que Dios te ha dado para alcanzar tu fin. Las ha creado para que te sirvan, como te ha creado para que Le ames; sin embargo, consideras esas creaturas como tu último fin. ¿Acaso no parece que piensas que el oro y la plata, los placeres y los honores son los que deben darte la felicidad? Dejas a Dios por la creatura; te sirves de sus dones para ofenderlo; los medios que te había proporcionado para ir a Él, de Él te alejan.
III. Debo, pues, en adelante, amar lo que me puede conducir a mi último fin. La observancia de los mandamientos de Dios y la práctica de las virtudes son los medios por los cuales lo alcanzaré. El pecado y el mal uso de las creaturas me alejarán de él. No es necesario que sea rico o dichoso en este mundo, siempre que gane el cielo. Preguntémonos, a menudo, a ejemplo de San Bernardo: ¿Para qué he venido a este mundo?
|
La pureza de intención.
Orad por los herejes.
ORACIÓN
Haced, os suplicamos, Señor, que la intercesión del bienaventurado Adelardo nos haga agradables a vuestra Majestad, a fin de que obtengamos, por su asistencia, lo que no podemos esperar de nuestros méritos. Por J. C. N. S.
San Adalardo, abad
fecha: 2 de enero n.: c. 753 - †: c. 826 - país:Francia otras formas del nombre: Adalhard, Adelardo canonización:C: Juan XIX 1024
En el monasterio de Corbie, en la Galia Ambianense, san Adalardo, abad, quien dispuso las cosas para que todos tuviesen lo necesario, de modo que nadie abundase en lo superfluo o pereciese por la miseria, y así dieran alabanza a Dios.
patronazgo: patrono de los jardineros; protector contra las enfermedades infecciosas, la peste y el tifus.
Este santo monje pertenecía a una familia de alto linaje; su padre, Bernardo, era hijo de Carlos Martel y hermano del rey Pipino, de suerte que Adelardo era primo de Carlomagno. A los veinte años de edad, en el 773, tomó el hábito monacal en Corbie de Picardía, en un monasterio fundado por la reina santa Batilde. El primer cargo que se le confió fue el de jardinero. Mientras sus manos excavaban o plantaban, sus pensamientos volaban a Dios y a las cosas divinas. Aunque él hubiera deseado permanecer toda su vida en ese humilde puesto, el ejemplo de su virtud hizo que fuese elegido abad algunos años más tarde. Carlomagno le obligó a frecuentar la corte, y Adelardo se convirtió pronto en el principal consejero del rey, según nos cuenta Ingmaro, quien le vio en 796. Más adelante, Carlomagno le pidió que se trasladara de fijo a la corte y ejerciera el cargo de gran ministro de su hijo Pipino. Al morir este último en Milán, en 810, nombró a nuestro santo, tutor de su hijo Bernardo.
Después de la muerte de Carlomagno, Adelardo fue acusado de apoyar la rebelión de Bernardo contra Luis, quien le desterró a un monasterio en la pequeña isla de Héri, llamada más tarde Moirmoutier, en la costa de Aquitania. San Adelardo agradeció de corazón este retiro, en el que pudo consagrarse apaciblemente a la oración. Entre tanto, convencido el emperador de su inocencia, le llamó de nuevo a la corte, al finalizar el año 821, después de cinco años de destierro. Pronto tuvo Adelardo que retirarse de nuevo a la abadía de Corbie, en la que se consagró gozosamente a los más humildes menesteres. Gracias a su solicitud y a la fuerza de su ejemplo, sus hijos espirituales avanzaban cada día en el camino de la virtud; y era tal el celo de Adelardo por sus progresos, que no se le pasaba semana, sin hablar con cada uno en particular; ni día, sin alentar a todos con sus sermones. Se preocupaba también por los habitantes de los alrededores, y empleaba abundantemente las rentas del monasterio en socorrer a los pobres. Muchos tachaban de excesiva su generosidad, pero el cielo la ratificó repetidas veces con milagros sensibles. Todo ello no impedía que el santo anciano estuviera pronto a aceptar el consejo del menor de sus monjes. Como recibiera en una ocasión el consejo de moderar sus austeridades, respondió humildemente: «Sí, voy a tratar mejor a vuestro criado para que pueda serviros más largo tiempo».
Durante su destierro, otro Adelardo, a quien había nombrado para gobernar el monasterio, se ocupó, por iniciativa de nuestro santo, de preparar la fundación del monasterio de Nueva Corbie, más conocido con el nombre de Corvey, en la diócesis de Paderborn. Dicho monasterio llegaría a ser, con el tiempo, una cuna de evangelizadores en las naciones nórdicas. A su vuelta a Corbie, Adelardo completó la tarea y, a fin de perpetuar la estricta observancia que había establecido en los dos monasterios, compiló un libro de constituciones, del que se conservan aún algunos fragmentos. Otras obras de san Adelardo se han perdido; pero las que han llegado hasta nosotros, así como el testimonio de sus discípulos, san Pascasio Radberto, san Ansgario y otros, prueban que promovió celosamente los estudios en sus monasterios. Pascasio nos dice que no sólo enseñaba el latín a las gentes del lugar, sino también el francés y el teutón. Alcuino, en una carta que le dirigió, bajo el nombre de Antonio, le llama su hijo, lo cual nos hace sospechar que había sido discípulo del ilustre maestro. A la vuelta de un viaje de Alemania a Corbie, san Adelardo cayó enfermo, tres días antes de Navidad. Murió el 2 de enero del año 826 u 827, a los setenta y tres de su edad. Su cuerpo fue solemnemente trasladado en 1040, a raíz de algunos milagros. Existe una narración detallada de dicha ceremonia, cuyo autor, que ciertamente no es san Geraldo, compuso igualmente un oficio en honor de san Adelardo, como una muestra de agradecimiento por haber sido curado de sus neuralgias, gracias a la intercesión del santo.
Ver su vida, cuidadosamente compilada, pero en un tono de panegírico, por su discípulo Pascasio Radberto, en Acta Sanctorum; más correctamente en Mabillon (vol. V, p. 306). Su canonización fue oficial, en 1024, según los dos listados que se conocen de las canonizaciones anteriores a la Congregación de Ritos.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario