jueves, 15 de septiembre de 2011

Iglesia católica en Chile


La Iglesia católica está presente en Chile desde 1540, fecha en que se inició el descubrimiento y la conquista del territorio nacional por parte de las huestes del españolas. Durante muchos años ha ejercido una gran influencia en la vida política y espiritual del país.

La religión católica es el credo más extendido en la población chilena, abarcando aproximadamente a 7.853.428 personas (69,9%) que se declararon católicos en el último censo de población del año 2002. En una encuesta realizada el año 2005 por la empresa Adimark, reveló que el porcentaje de católicos respecto del total de la población chilena era del 62,8%.[1] El número de miembros de la Iglesia Católica ha bajado considerablemente los últimos años, por el fuerte crecimiento tanto del agnosticismo y ateísmo[cita requerida]. La gran mayoría de los católicos chilenos dicen ser miembros sólo por bautismo, comunión y confirmación, pero que no asisten a las actividades de la iglesia.

Sin embargo, de acuerdo a la Encuesta Nacional Bicentenario, realizada en 2007 por Adimark y la Pontificia Universidad Católica de Chile, solo un 17% del 65,5% de la población que se considera católica asiste regularmente a servicios religiosos.[2]

La iglesia católica presente en Chile se encuentra en total comunión con los dictámenes del Papa, y desde que se promulgó Constitución Política de la República de Chile de 1925 no representa la religión oficial del Estado de Chile.

La iglesia católica en la sociedad chilena


La iglesia en la educación chilena

Desde la conquista de Chile hasta la actualidad, la iglesia católica ha jugado un importante rol en la educación chilena. Durante los primeros años fueron principalmente los jesuitas y dominicos los mayores impulsores de la educación. En 1595, a pocos años de la fundación de Santiago, los dominicos fundaron una escuela de enseñanza de gramática latina, a la que, al parecer el mismo año se sumaron cursos de filosofía y teología. Esta misma escuela posteriormente se convertiría en la primera universidad de Chile, y no la Universidad Pencopolitana, como se cree erróneamente. La universidad tomaría el nombre de Universidad de Santo Tomás de Aquino. Posteriormente la Compañía de Jesús pudo convertir su propia academia, el Colegio Máximo de San Miguel, en la segunda Universidad Pontificia santiaguina. En rigor eran estas órdenes principalmente las encargadas de la educación en la pobre colonia de Chile, hasta que en 1767 la orden jesuita fue expulsada de todos los dominios del Imperio español, cayendo la educación chilena en un largo período de depresión y letargo. Durante los años que vinieron, la iglesia siguió jugando un papel más o menos importante, manteniendo instituciones de educación primaria y secundaria, éstas sostenidas por órdenes como los mercedarios, agustinos, dominicos, etcétera.

Colegio Teresiano Enrique de Ossó, colegio católico chileno perteneciente a la Compañía de Santa Teresa de Jesús.

Durante el periodo de emancipación nacional, las relaciones Estado-Iglesia alejaron a esta última de algunos aspectos de la sociedad. Las nuevas autoridades republicanas crearon la Universidad de Chile, heredera de la Real Universidad de San Felipe, y la concibieron como un plantel laico, alejado de las enseñanzas de la Iglesia, a pesar de que ésta contaba con una facultad de Teología. Las reformas secularizadoras del Estado de Chile privaron a la iglesia católica del monopolio exclusivo que ejercía en diversos ámbitos de la vida pública nacional. Asimismo, el crecimiento de la educación laica fiscal era otra preocupación para los grupos conservadores, quienes intentaron impulsar la educación privada de corte católico y limitar los alcances del Estado docente. Así, en 1888, y liderados por el ex ministro de Culto e Instrucción Pública (Ministro de Educación), Abdón Cifuentes, un grupo de católicos junto a monseñor Mariano Casanova, Arzobispo de Santiago, fundan el día 21 de junio de 1888 la Pontificia Universidad Católica de Chile, reiniciando así un periodo en el que la iglesia nuevamente tendría una buena dosis de injerencia en el ámbito educacional. Sus primeras escuelas serían las de Derecho e Ingeniería y su primer rector fue Monseñor Joaquín Larraín Gandarillas.

Desde aquel entonces la Iglesia Católica ha desarrollado una permanente misión educacional. El principio del siglo XX fue testigo de un gran número de fundaciones de colegios y liceos católicos. Órdenes como la Compañía de Jesús, Agustinos, Salesianos, Maristas, Mercedarios, Marianistas y Compañía de Santa Teresa de Jesús, por sólo nombrar algunas, poseen y controlan un cierto número de colegios a lo largo de todo el país, en muchos de los cuales incluso se han educado algunos de los líderes actuales de Chile. Aparte de las órdenes, las diócesis locales mantienen instituciones de educación primaria y secundaria de manera privada o subvencionada, como lo es el Seminario Pontificio Menor de Santiago, colegio de carácter privado perteneciente al Arzobispado de Santiago. Sin lugar a dudas, la iglesia católica es la principal sostenedora de la educación privada en Chile.

En el ámbito de la educación superior, existen seis universidades católicas tradicionales pertenecientes al CRUCH. Estas son la Pontificia Universidad Católica de Chile, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Universidad Católica del Norte, Universidad Católica de la Santísima Concepción, Universidad Católica del Maule y Universidad Católica de Temuco. Las tres últimas fueron formadas sobre la base de las ex sedes regionales de la Pontificia Universidad Católica de Chile, y que son denominadas actualmente universidades regionales, pertenecientes a la diócesis respectiva de su lugar.

Otras órdenes, como la Compañía de Jesús, mantienen también instituciones de educación superior como lo es la Universidad Alberto Hurtado, al igual que los salesianos que tienen la Universidad Católica Silva Henríquez, los Legionarios de Cristo que poseen la Universidad Finis Terrae y por último el movimiento Opus Dei quien mantiene la Universidad de Los Andes; además de la Universidad Santo Tomas que no pertenece a la iglesia, ni a alguna agrupación catolica, pero esta inspirada en el pensamiento tomista. De igual manera la Iglesia es sostenedora de algunos institutos de carácter técnico.

Organizaciones de ayuda social

En Chile, la iglesia católica mantiene una gran cantidad de entidades de ayuda social en los más diversos rubros. De esta manera existen instituciones para los sectores más marginados de la sociedad, como es el Hogar de Cristo, institución fundada por san Alberto Hurtado, y que tiene como misión preferentemente atender a niños y ancianos en condiciones sociales vulnerables.

También existen entidades de socorro y acogida como María Ayuda y Fundación Las Rosas que se dedican a la ayuda social en ese contexto. Entre las acciones llevadas a cabo por estas instituciones destacan los asilos para ancianos, hogares de niños en condiciones vulnerables o en riesgo social, comedores y casas de acogida.

De igual manera cuando ocurren situaciones de desastre en el país, como por ejemplo temporales y terremotos, estas entidades se dedican a encauzar la ayuda para las víctimas.

Sin embargo, las instituciones de ayuda social católicas no sólo se dedican a la ayuda material para los más pobres, sino que también participan en otras actividades, tales como la educación y la implementación de programas de ayuda social, entre los que está el impartir capacitación para empleos, etcétera. En este sector destacan las organizaciones Belén Educa y Cáritas Chile.

La gran mayoría de las instituciones de ayuda social pertenecen a congregaciones religiosas o fundaciones sin fines de lucro integradas por religiosos y laicos comprometidos. Sin embargo, muchas diócesis tienen sus propias instituciones de ayuda social.

La iglesia y la política

Fray Camilo Henríquez connotado clérigo y político chileno fundador del primer periódico chileno: La Aurora de Chile.

Desde los primeros lustros de vida independiente del país, la iglesia católica jugó un papel de cierta significación en la vida política y social de la nación. Lo anteriormente señalado se refleja de muy buena manera en la constitución de la Primera Junta Nacional de Gobierno, de la cual su vicepresidente era el Obispo de Santiago. De igual manera en los primeros años tuvo un rol considerable, tanto en la defensa de los intereses de España como en las ideas independentistas que finalmente triunfaron. El ejemplo de Fray Camilo Henríquez también es ilustrativo de lo anteriormente señalado.

Durante lo que fue la primera etapa de vida independiente, la iglesia al estar unida con el Estado, también desarrolló un papel activo en la política. Sin embargo, los primeros años de gobierno repúblicano, influidos por el liberalismo, fueron de tensas relaciones entre los políticos, que en su mayoría eran masones, y el clero. No obstante, esta tensión fue superada parcialmente durante la república conservadora. La Constitución Política de 1833 consagró a la Iglesia Católica bajo el estatus de religión oficial del estado. Sin embargo, su papel en la política chilena nuevamente iba a ser cuestionado, principalmente debido al surgimiento de corrientes laicas que deseaban transformar al país en una república laica. La primera gran tensión, surgió tras el hecho conocido como la Cuestión del Sacristán, el cual significó como consecuencia el fin de la república conservadora. A ello se sumó además los problemas surgidos por el Patronato los cuales significaron una creciente tensión entre la iglesia y los diferentes grupos políticos.

Finalmente esto se vio resuelto con la separación del Estado y la iglesia católica, materializada oficialmente en la Constitución Política de la República de Chile de 1925. Por aquella razón, la Iglesia se volcó más que a conseguir poder político, a intentar ser un actor activo en las cuestiones sociales del país. A pesar que mantuvo sus estrechos vínculos con el Partido Conservador y posteriormente con el Partido Demócrata Cristiano de Chile, la Iglesia se convirtió en un actor relevante en el tratamiento del problema social de la primera mitad del siglo XX. De esta manera, encabezada por el Cardenal Raúl Silva Henríquez, la Iglesia es la primera en impulsar la realización de la reforma agraria en Chile. El 11 de agosto de 1968 los fieles se ven impactados por la profanación de la Catedral de Santiago por parte de Iglesia Joven que ocupa el recinto durante un día completo.

Durante el régimen militar de Augusto Pinochet la Iglesia jugó un papel importantísimo en la defensa de los derechos humanos de los perseguidos. Así, creó una serie de organismos dedicados a esta labor, como por ejemplo la Vicaría de la Solidaridad. De esta manera el gobierno militar de Augusto Pinochet la consideró parte de la oposición.

Sin embargo, tras el retorno a la democracia, la Iglesia ha retomado su rol social y solo ha incursionado en la arena política en lo referente a temas de la agenda social, cuestión que se pudo observar últimamente en la propuesta del sueldo ético que impulsó el Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile, Monseñor Alejandro Goic.

Estadísticas

Población total Población católica % de católicos Nº de diócesis Sacerdotes diocesanos Sacerdotes religiosos Total de sacerdotes
16.324.642[3] 7.853.428 69.9 27 1.177 1.115 2.332
Diáconos permanentes Nº de religiosos Nº de religiosas Nº de parroquias
685 1.984 5.086 931

La cantidad total de católicos en Chile corresponde al 69,9 % de la población mayor de 15 años. Dicha estadística proviene del censo nacional efectuado el año 2002. Desde entonces no se dispone de cifras exactas respecto del número de católicos, por lo que su porcentaje, en relación con el total de la población, solamente se puede estimar teniendo en consideración al análisis estadístico comparativo basado en el censo de 2002 y los anteriores, estableciendo así cual ha sido la variación promedio que ha habido cada año.

Al hacer dicha operación, se puede obtener lo que sería una estimación aproximada del porcentaje actual de católicos en la población. Solamente el próximo censo revelará en toda su magnitud qué proporción de la población de Chile profesa la fe católica.

Jurisdicciones eclesiásticas y Episcopado Chileno

El sistema diocesano de la Iglesia Católica en Chile se organiza en una serie de 28 jurisdicciones eclesiásticas, las que a su vez comprenden (5 Arquidiócesis, 19 Diócesis, 1 Prelaturas, 1 Vicariato apostólico, 1 obispado castrense y 1 prelatura personal Opus Dei). Estas jurisdicciones generalmente coinciden con la división civil territorial del país. El Obispado castrense y la Prelatura del Opus Dei ejercen su jurisdicción en todo el territorio nacional. Cada una de estas jurisdicciones eclesiásticas está a cargo de un obispo o arzobispo. Estas jurisdicciones, a su vez, se reúnen en 5 provincias eclesiásticas, cada cual a cargo de su respectivo arzobispo. Todos los obispos desarrollan labores pastorales de manera colegiada en la Conferencia Episcopal de Chile, órgano que los reúne a todos y cada uno de ellos.

  • Prelatura Personal Opus Dei en Chile- Obispo Prelado Monseñor Javier Echevarría.

Religiosidad católica en Chile

Santos chilenos

Los creyentes católicos de Chile manifiestan admiración por los santos que son originarios de su tierra. Variadas son las demostraciones de fervor popular registradas a lo largo de la historia para éstos. A esto es necesario añadir, que los únicos en ser reconocidos como santos por la iglesia católica son: la carmelita Teresa de los Andes y el sacerdote jesuita Alberto Hurtado.

Santa Teresa de Los Andes

Artículo principal: Teresa de Los Andes

Primera santa de Chile. Su verdadero nombre fue Juanita Fernández Solar y fue una monja carmelita que vivió entre 1900 y 1919. Es acreedora de un gran entusiasmo popular por los múltiples milagros que se le atribuyen. Su santuario, ubicado en el sector de Auco, comuna de Rinconada, cerca de Los Andes es un gran centro de peregrinación para muchos chilenos. Es considerada Patrona de los Bomberos de Chile dado que uno de los milagros por la cual fue canonizada consistió en salvar la vida de un voluntario bomberil. En su honor se realiza uno de los más importantes evento que realiza la comunidad católica en Chile que es la peregrinación juvenil De Chacabuco al Carmelo, el tercer sábado de octubre de cada año.

San Alberto Hurtado

Artículo principal: San Alberto Hurtado

Figura central de la iglesia chilena del siglo XX es san Alberto Hurtado, padre jesuita nacido en 1901 en Viña del Mar. Su principal labor fue la fundación del Hogar de Cristo y de la revista Mensaje. Gran orador y prolífico autor de libros y cartas, interpeló al seno de la sociedad que, a mediados de los años 50 se proclama fervientemente católica, y les mostró cómo su religiosidad no se expresaba en una mejor sociedad. Trabajó junto a las organizaciones sindicales y los trabajadores. Fue un servidor de los pobres y de los niños más postergados del país. Su labor sacerdotal siempre estuvo dedicada a los sectores más marginados de la sociedad, por lo cual muchos detractores lo tildaron equivocadamente de cura comunista. Alberto Hurtado despierta una gran admiración, sobre todo en las clases más modestas de la sociedad chilena y en muchas personas del ambiente político, debido a su gran rol en la defensa de los derechos de numerosos chilenos. Falleció, siendo todavía relativamente joven, en 1952, y es considerado como el Patrono de los Trabajadores y del Sindicalismo.

Advocaciones Marianas

Virgen del Carmen

Artículo principal: Virgen del Carmen de Chile

La Virgen del Carmen es venerada por los chilenos a partir de la llegada de los conquistadores españoles en el siglo XVI, siendo traída a Chile por Pedro de Valdivia y dejando la primera imagen en la Parroquia del Sagrario, que se ubica a un costado de la Catedral de Santiago. Durante la época de la Independencia, formó parte de la tradición de la tropa encomendarse a la Virgen del Carmen para lograr el éxito en las batallas, siendo declarada por Bernardo O'Higgins como Patrona Generalísima de las Armas de Chile. En 1923, el Papa Pio XI declaró a la Virgen del Carmen como la Patrona de Chile.[4]

Virgen de la Candelaria

Artículo principal: Virgen de la Candelaria (Chile)

La Virgen de la Candelaria es venerada principalmente en los sectores mineros del norte del país, siendo traída en 1870 por Mariano Caro Inca a la ciudad de Copiapó. Allí se erige el santuario de la Virgen de la Candelaria y su festividad se celebra en diversas zonas del país el día 2 de febrero o el primer domingo del mes de febrero.[5]

Celebraciones populares

Cuasimodo

Los huasos típicos de Cuasimodo en la explanada del Templo Votivo de Maipú.
Artículo principal: Cuasimodo

Cuasimodo es una fiesta que combina lo religioso con lo popular. Se celebra en el valle central de Chile el fin de semana siguiente a Semana Santa. La tradición dice que esta festividad apareció en tiempos coloniales producto de que, cuando los sacerdotes iban a entregar la unción de los enfermos a los que estaban en esa condición y no podían comulgar durante la Semana Santa, éstos eran asaltados por bandidos y bandoleros. De esta manera, el sacerdote y su comitiva necesitaban de protección efectiva durante su viaje a través de los solitarios caminos rurales. La comunidad, entonces adquirió la tradición de acompañar a este grupo, que también cumplía con la misión de recordar la resurrección de Cristo, que es el milagro central de la fe cristiana. En los primeros tiempos eran los huasos quienes acompañaban, montados sobre sus caballos, y con atuendos criollos y religiosos, al sacerdote a entregar el sacramento a los enfermos o inválidos.

La palabra "Cuasimodo" proviene de las primeras palabras del introito del segundo domingo de Pascua, "Quasi modo géniti infantes...", (del latín, "Así como niños recién nacidos..."), fecha en la que se realiza el Cuasimodo.

En la actualidad Cuasimodo tiene una gran cantidad de participantes, siendo muchos los clubes de cuasimodistas que participan. Con el tiempo, los huasos a caballo fueron dando lugar también a niños y jóvenes sobre bicicletas adornadas con motivos religiosos. En la comuna de Colina se realiza el cuasimodo más grande de Chile.

Fiesta de la Tirana

Artículo principal: Fiesta de La Tirana
Imagen de la Virgen del Carmen en procesión, durante la Fiesta de La Tirana

La Fiesta de la Tirana es una festividad católica en honor a la Virgen del Carmen. Se celebra cada 16 de julio en el poblado de La Tirana, en la Región de Tarapacá, en el norte de Chile. Es el festival folclórico más grande de Chile, si de la cantidad de participantes se trata, reuniéndose alrededor de 100.000 a 200.000 personas en un pequeño poblado de apenas 560 habitantes permanentes. Es famosa por sus múltiples bailes, de entre los cuales cuenta la famosa Diablada, y sus trajes pintorescos. La fiesta es de notable valor cultural pues mezcla elementos de la cultura hispana, incaica y hasta de indígenas norteamericanos, todo efectuado bajo un profundo fervor católico.

El origen de "La Tirana" nace de una curiosa historia de amor entre el soldado español Vasco de Almeida y la joven aborigen incaica Ñusta Huillac. Junto a su padre, Ñusta Huillac organiza una rebelión para restablecer el poder del Imperio inca, por lo cual fue llamada por los españoles La Tirana del Tamarugal. Cuando ella conoce al soldado español, mantienen un romance que perdurará hasta que éstos fueran condenados a muerte. Antes de morir, Vasco de Almeida convence a su novia para que se bautice en la fe católica y así tras la muerte, renacerían en el más allá y vivirían unidos para siempre. Ambos son descubiertos en la ceremonia y son cruelmente asesinados por los nativos.

Años después, y como forma de homenajear a estos jóvenes, fue fundado un templo que se conserva en la actualidad bajo el nombre de "Nuestra Señora del Carmen de La Tirana".

La fiesta tiene origen andino está relacionada con la pachamama vinculada a la Virgen de Copacabana, ya que el obrero salitrero tuvo raíces campesinas. Su origen como fiesta es minero, creado por los obreros aimarás que trabajaban en las minas de cobre y plata en Huantajaya, Santa Rosa y Collahuasi y que llegaron a Tarapacá como obreros del salitre; pero en el siglo XIX la fiesta fue redefinida con el auge salitrero. A inicios del siglo XIX la fiesta se celebraba en diversas fechas como el 6 de agosto para los bolivianos, 28 de julio para los peruanos y 16 de julio para los chilenos.[6] A partir de 1910, como parte de la chilenización de Tarapacá, pasa a formar parte del calendario chileno un único día, el 16 de julio evocando a la Virgen del Carmen patrona del Ejército de Chile. Su celebración dura toda una semana en el pequeño poblado de La Tirana.

Historia

La iglesia y la conquista de Chile

«Primera misa celebrada en Chile», óleo de Pedro Subercaseaux (1904), que muestra la misa celebrada en 1536 al llegar Diego de Almagro al valle de Copiapó.
Iglesia Católica en San Pedro de Atacama, fundada durante el periodo de conquista del territorio nacional.

Mientras el Imperio español se propagaba a través del Nuevo Mundo, conjuntamente la Iglesia Católica realizó la evangelización de las nuevas tierras y la conversión a la fuerza al catolicismo de muchos aborígenes de América. De otra manera no se explica que prácticamente todos hayan terminado siendo católicos por esos años, hegemonía que duró casi hasta fines del siglo XIX. Es por eso que la Expedición de Conquista de Chile, comandada por Pedro de Valdivia, trajo consigo a tres sacerdotes: el bachiller Rodrigo González Marmolejo y los presbíteros Juan Lobo y Diego Pérez. Así, cuando el 13 de diciembre de 1540 la expedición llegó al valle del Mapocho, se constituyó la primera presencia formal del catolicismo en tierras chilenas.

Cuando Pedro de Valdivia funda la ciudad de Santiago de la Nueva Extremadura, el 12 de febrero de 1541, éste ordenó que el costado norponiente de la Plaza Mayor sería destinado para la construcción de una iglesia. De igual manera doña Inés de Suárez hizo construir, en honor a la Virgen de Monserrat, una ermita que estaba ubicada en la cima del cerro del mismo nombre, hoy denominado Cerro Blanco.

Para acrecentar la presencia católica en los nuevos territorios conquistados, el Papa Pío IV creó, el 27 de junio de 1561, la Diócesis de Santiago. La creación de la Diócesis supuso la separación de la actividad de la iglesia desde la Diócesis de Lima. El territorio de la nueva división eclesiástica abarcó, en un principio, la totalidad del territorio de la Gobernación de Chile. Su primer Obispo fue el mismo sacerdote que acompañó a Valdivia en su expedición, el bachiller González Marmolejo, quien no pudo ser consagrado por enfermedad y tomó posesión de la diócesis por medio de un apoderado. En los primeros años le sucedieron en el cargo los franciscanos Fernando de Barrionuevo, Diego de Medellín y Pedro de Azuaga. Sin embargo el gran organizador de la actividad y administración de la división eclesiástica fue el fraile Diego de Medellín. Éste dividió la diócesis en cuatro parroquias, fundó el Seminario conciliar y ordenó los primeros sacerdotes. También erigió el primer monasterio femenino en Chile, el de las Clarisas de Osorno.

Pero la Conquista de Chile no sólo se reduciría a los territorios de la zona central, por lo cual Valdivia continuó su conquista hacia las tierras australes. Así cuando Pedro de Valdivia fundó la antigua ciudad chilena de La Imperial, el Papa Pío IV vio la necesidad de crear una diócesis en aquel territorio. Así el 22 de mayo de 1563 fue creada la Diócesis de la Santísima Concepción con sede en La Imperial. Su primer obispo fue Fray Antonio de San Miguel Avendaño y Paz.

Evangelización en territorio chileno

A lo largo del territorio de la Gobernación de Chile, los misioneros que se adentraban en la geografía local tenían diversos tipos de desafíos por cumplir antes de poder convertir en cristianos a los miles de aborígenes que habitaban la parte sur de las tierras conquistadas. A lo largo del territorio se observa que los diversos grupos étnicos que ya habitan la gobernación reciben de formas distintas el anuncio del Evangelio por parte de los misioneros, corriendo dispar suerte en el encuentro entre dos mundos distintos.

Arica al río Choapa

En el norte se encontraban principalmente los pueblos diaguitas y atacameños, quienes poseían ascendencia incaica en sus costumbres rituales de adoración a los astros. La misión de los franciscanos, mercedarios y jesuítas fue bastante sufrida en parte por la geografía desértica que presenta el extremo norte de Chile, lo que, sumado a la escasez de misioneros permitieron que ambos pueblos tuvieran costumbres pagano-cristianos, reflejándose en la actualidad, durante la Fiesta de La Tirana, donde la muerte y superstición siguen jugando papeles importantes durante las celebraciones.

La presencia de sacerdotes seculares es escasa durante el período evangelizador y principalmente se establece el rol misionero a los monjes que se establecieron en distintas ciudades de la zona norte:

  • La Serena: Mercedarios, Franciscanos, Agustinos y Domínicos.
  • Copiapó: Mercedarios, Jesuítas.
  • Elqui: Mercedario.

En esta zona de la gobernación se realiza la misión de una forma peculiar, mezclando los ritos aborígenes y costumbres ancestrales con las enseñanzas de la iglesia católica, que era infundada por los misioneros. En esta etapa de la infusión de enseñanzas, los indígenas celebraron varias festividades mezclando el mundo pagano con el mundo religioso, quedando uno de los vestigios en San Pedro de Atacama, donde la arquitectura del templo se notan aspectos españoles, pero en cierta medida algunos elementos hacen parecer que la construcción provino de la imaginación y arte local.

En cuanto a los changos, la mayoría de los misioneros no llegaron a las diversas caletas de pescadores que se encontraban a lo largo de la costa norte, debido a lo accidentado del lugar, quedando todas estas comunidades practicando sus creencias particulares.

Río Aconcagua al río Bíobío

La mayoría de los indígenas del centro de Chile eran Picunhes, los cuales no pusieron resistencia, tanto cultural como socialmente, para recibir las enseñanzas de la iglesia. Es en esta zona de la gobernación donde se concentra la mayoría de la acción evangelizadora pacífica que posee el grupo conquistador, y la casi totalidad de los sacerdotes seculares están presente a lo largo de este territorio.

Debido a lo accidentado del territorio, los misioneros tardan en llegar a las comunidades pre-cordilleranas del centro de Chile, como los Pehuenches y Chiquillanes, quienes quedaron prácticamente aislados de la acción evangelizadora de los monjes.

Río Bíobío al sur

En esta región se encuentra el pueblo Mapuche que ofrece una gran resistencia en el conflicto de la Guerra de Arauco, donde se mostró una clara rebeldía en contra del conquistador español, que era traspasado a los monjes y sacerdotes que acompañaban a los expedicionarios. En 1575, un grupo de franciscanos ingresan a territorio mapuche, fundando una serie de estaciones misionales para iniciar los acercamientos entre los habitantes de Arauco y los misioneros, quedando las estaciones destruidas en diversos alzamientos. En 1596, los jesuítas intentaron llegar nuevamente a los mapuches a través de la enseñanza metodológica del catolicismo hablado en su misma lengua, pero este intento fue nuevamente anulado por la destrucción masiva de ciudades en 1598.

Tras la destrucción de su misión, los jesuítas fijan el Fuerte Valdivia como centro neurálgico de su actividad, fundando una serie de capillas en los territorios de Arauco, Tucapel e Imperial. Su misión se extendió hasta que fueron expulsados por la Corona Española.

Sin embargo, y a pesar de este esfuerzo por parte de los jesuítas, que era secundado por los sacerdotes seculares y franciscanos, el mapuche no adoptaba la nueva religión por los siguientes motivos:

  • El apego que tiene con sus ritos ancestrales.
  • Exigencia de abandonar la poligamia.
  • Abuso de los españoles con los capturados, lo que era vinculado por los mapuches, como parte de la religión.
Islas del sur

Al sur del territorio mapuche, los españoles establecieron los fuertes de Castro y Calbuco, notando que los indígenas del territorio estaban más atrasados culturalmente que el resto de los aborígenes del norte. En este territorio las misiones franciscanas, jesuítas y mercedarias se encargan de realizar constantes misiones a la mayoría de las islas que se encontraban habitadas en las cercanías de la isla Grande de Chiloé.

La forma de misionar los accidentados territorios sureños se basó en un sistema de visitas anuales denominado como "Misión circulante", que consistía en la visita de un misionero en forma anual para realizar las tareas sacramentales y de visita a la comunidad que vivían en las islas.

En la pre-cordillera de este sector habitan pueblos de cazadores nómadas, pero lo accidentado del terreno, sumado a las dificultades idiomáticas produjeron que estos intentos fueran infructíferos para la causa evangelizadora.

Extremo sur

La zona magallánica fue la más apartada de la gobernación y donde prácticamente no llegaron misioneros, quedando a merced de sus creencias ancestrales, y una vez que llegaron las misiones, se dieron cuenta de la extinción de los aborígenes de la zona, principalmente por el intercambio cultural, de especies y el contagio de enfermedades, producto de los navegantes de los barcos aventureros que atravesaban el Estrecho de Magallanes.

Métodos de evangelización

En las primeras etapas de la evangelización indígena, los monjes enfrentaron la tarea mediante el sermón durante los diversos oficios religiosos, pero las dificultades propias del idioma entre ambas civilizaciones fue infructífera en la tarea de convertir a los aborígenes.

En 1578, Felipe II dio la instrucción al Obispado de Concepción en una Real Cédula de enseñar la religión en la lengua indígena.

"Os ruego y encargo que de aquí en adelante no proveáis las dichas doctrinas a personas que no entiendan y sepan muy bien la lengua de los indios"
Cédula de 2 de diciembre de 1578

Desde ese punto, las congregaciones adoptaron varios métodos de la enseñanza de las creencias cristianas a lo lugareños, quienes intentaron en el estudio de las lenguas vernáculas acercarse a los indígenas. Es así como los padres Hernando de Aguilera y Gabriel de la Vega dominaron los idiomas autóctonos de Chile, quienes sintetizaron las reglas de gramática a los demás misioneros. Sin embargo, el más destacado fue el padre Luis de Valvida quien publicó "Gramática de la Lengua de Chile". En el Concilio III de Lima se adoptó la escritura de un catecismo en los idiomas quechua y aymara, mientras que los demás obispos recibían como misión traducir el catecismo a las lenguas de su diócesis.

Como metodología se adoptó el acercamiento a la doctrina a través de recitación y repetición, en especial en las "escuelas de indios", las cuales asistían la servidumbre y los indios conversos.

En la zona de Arauco, y debido a la constante guerra entre conquistadores y mapuches, los métodos de evangelización fueron adaptados para no entorpecer las acciones bélicas y no confundir las labores entre la posesión de terrenos y el adoctrinamiento en la fe. Para esto, y a través un acuerdo en 1564 entre el obispo de Santiago y los conquistadores, antes de hacer una evangelización en una zona del conflicto, debía determinarse como "Requerimiento", lo que equivalía a hacer llamados de paz y que "recibir la verdadera fe y las ventajas del régimen político del rey de España".

Periodo Colonial

Durante la Colonia, se desarrolló una fuerte actividad misionera por parte de ordenes como los Mercedarios, Dominicos, Franciscanos, Jesuitas y Agustinos. Serían precisamente los Jesuitas los responsables de la educación en Chile durante los tiempos de la colonia, por lo cual, cuando la Compañía de Jesús es expulsada de todos los territorios del Imperio español, la actividad educacional de la Gobernación de Chile caerá en una profunda depresión.

Por otro lado, la mayor parte de la población mostró una devoción forzada e impuesta por los credos católicos, guardando gran semejanza con los practicados en España. En este periodo sobresalen las numerosas procesiones que recorrían las ciudades durante ciertas fechas. Las devociones se centraron en Cristo paciente y la veneración a la Purísima y a los santos.

Debido a la férrea unión entre política y religión, durante este periodo se adoptan sanciones basadas en el estado de la fe y creencia: se accedía a la educación y salud en la medida de cumplir con los deberes del cristiano, y las oraciones eran requisitos de los empleados antes de salir al trabajo diario.

Estas obligaciones generan en los feligreses dos tipos de realidades de contemplación cristiana: la oficial, que era suscrita por los españoles, y la subterránea que contemplada principalmente por los indígenas de los pueblos más lejanos de los centros urbanos de la Colonia. Esto produce roces con los mapuches conversos al sur del río Bío-Bío, donde se mezclaban las tradiciones católicas con las creencias autóctonas: en caso de enfermedad se llamaba al "machi", se buscaba la prohibición del juego de la chueca.

Evangelización en el Periodo Colonial

La misión evangelizadora en la Gobernación de Chile se situó principalmente en las parte centro y sur el territorio, destacándose los infértiles intentos de someter a los mapuches que se encuentran al sur del río Maule. Sin embargo, en otras zonas del país, la evangelización tiene mejores frutos, debido a la constancia de los misioneros y la dominación y culturización de los naturales.

Centro de Chile

En el centro de la gobernación, la evnagelización se veía retrasada en relación al periodo anterior, debido a la dispersión de los poblados y los peligros del territorio que debían abarcar los misioneros. El Obispo Francisco de la Puebla ya ponía al corriente de esto a la Santa Sede:

Toda la diócesis se extiende de norte a sur a lo largo de 1200 millas italianas, y de este a oeste como 600 millas italianas, y está atravesado por montañas altísimas e inaccesibles. Sólo pueden atravesarse entre los meses de diciembre a abril, y en estos meses sólo por dos caminos tan difíciles que no se pueden transitar sin exponer peligrosamente la vida. (...) Visité las estancias, donde viven habitantes de forma tan dispersa, que aveces vive uno sola en lugares tan inaccesibles

Para subsanar esto se plantea la estrategia de fundar varias ciudades a lo largo de la zona para reducir la dispersión de las familias a lo largo del territorio, lo que origina una verdadera empresa fundacional de ciudades a partir de 1740. En este proceso, la Iglesia y conventos obtienen solares privilegiados en las nuevas ciudades, y en cada poblado se debía elegir un santo titular del lugar, que era un gran acto litúrgico.

Debido a la concentración de personas en las nuevas ciudades, los métodos de evangelización varían para hacer que el aprendizaje de los rezos y la doctrina son privilegiados por los misioneros.

Región de Arauco

En la región comprendida al sur del río Maule la resistencia mapuche disminuyó los buenos frutos de la misión debido a varios factores, tanto territoriales como organizativos:

  • rechazo cultural de las creencias por parte de los mapuches: se exigía a los mapuches abandonar la poligamia y la ebriedad. Otro factor relacionado es la identificación del cristianismo como la religión de los españoles, lo que identificó como ajenas las creencias.
  • expulsión de los jesuitas: el esfuerzo de los misioneros jesuitas abarcaban la gran parte del territorio indígena, abarcando muchos fuertes y lugares claves de misión. Sin embargo, tras su expulsión de los territorios españoles en 1767 desarmó toda la articulación ya hecha. Los franciscanos debieron ocuparse la misión, logrando algunos éxitos, debido a la misión circulante.
Región de Chiloé

En esta zona de la gobernación, los jesuitas dejaron bien articulado un método de evangelización en las islas de Tierra del Fuego. Sin embargo, en un intento de abarcar más territorio, decidieron evangelizar a los chonos, intentando que se establecieran en comunidades, lo que produjo una disminución de la cantidad de chonos en la zona de los canales, haciendo que la evangelización en esta zona fuera un fracaso.

La Iglesia durante el proceso de emancipación nacional

La Iglesia se vio polarizada durante el periodo de la declaración de independencia, ya que varios grupos religiosos al interior de los conventos y monasterios se veían a favor de uno u otro bando, según fuera la ascendencia del superior. Además que se suma la temprana muerte del obispo de Santiago y el tardío reemplazo del nombramiento de su sucesor, lo que produce que la vacancia sea asumida por un clérigo que se manifiesta en contra de los independentistas y el proceso de revolución en Santiago.

Siglo XIX y el papel de la Iglesia durante la república conservadora

La expansión del catolicismo durante el siglo XX

La iglesia durante los años convulsionados

Con posterioridad al Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 en Chile, La Iglesia Católica en Chile junto a otras iglesias cristianas, tales como la Iglesia bautista, la Iglesia Metodista Pentecostal y la Iglesia Ortodoxa, y representantes de la comunidad judía chilena, lideradas por el cardenal católico Raúl Silva Henríquez, crearon el Comité de Cooperación para la Paz en Chile (Comité Pro Paz). Este núcleo se dedicó en gran medida a prestar asistencia social y legal de quienes eran detenidos y sujetos a violaciones de los derechos humanos (torturas y tratos crueles) por parte de agentes de la dictadura de Augusto Pinochet.

Presionados fuertemente por el gobierno de Pinochet, y después de 2 años de lucha, la existencia del Comité Pro Paz se hizo insostenible y fue disuelto el 31 de diciembre de 1975 por petición expresa del ejecutivo. En respuesta a estas presiones, el arzobispo de Santiago Raúl Silva Henríquez, solicitó al Papa Pablo VI la creación al la Vicaría de la Solidaridad. Ésta entró en funciones el 1 de enero de 1976, siendo su primer vicario el sacerdote Cristián Precht Bañados, este nombró como Secretario Ejecutivo al abogado Javier Luis Egaña.

La Vicaría continuó el trabajo de amparo que había comenzado el Comité Pro Paz, ya sin el concurso del resto de las iglesias, pero con el alero protector del Arzobispado de Santiago de Chile. Ahora se trataba de una institución que era parte integrante de la Iglesia Católica, por lo tanto era más difícil de atacar por parte del régimen militar. Su labor se dividió en departamentos de asistencia jurídica y social, entre otros. La Vicaría no sólo defendió a los torturados, cesantes, presos políticos o relegados, ayudó también a buscar a los desaparecidos, denunció la represión, fomentó la creación de organizaciones para la subsistencia (ollas comunes, comprando juntos, entre otras) en las ciudades y el campo, además de capacitar a pobladores cesantes de Santiago para que encontraran empleo. Su enorme trabajo la erigió como un símbolo de la lucha por los derechos humanos. En 1978 organizó un Simposium Internacional de defensa de los derechos humanos que tuvo gran repercusión y que afianzó el trabajo de denuncia de los atropellos del régimen.

La Vicaría recibió muchos premios y reconocimientos internacionales, uno de los más importantes fue el reconocimiento a su labor en la promoción de los derechos humanos entregado por Naciones Unidas en diciembre de 1978.

En este mismo año la mediación del Papa Juan Pablo II en 1978, que detuvo la guerra inminente entre Chile y Argentina por un disputa fronteriza en el Canal de Beagle.

Los gobiernos de Chile y la República Argentina acordaron en 1971 solicitar el arbitraje de la corona británica para dirimir el Conflicto del Beagle cuyo cumplimiento sería entregado al honor de las naciones signatarias. La Argentina rechazó unilateralmente el Laudo Arbitral de 1977, colocando a ambos países al borde de la guerra. Tampoco las negociaciones directas lograron siquiera impedir el aumento de la tensión militar en la frontera.

Justo en el momento en que en la Argentina el Proceso de reorganización nacional se había decidido por la guerra, el papa Juan Pablo II comunicó a ambos gobiernos que ofrecía su mediación. La Santa Sede tuvo durante la mediación dos roles que cumplir, primero el cardenal Antonio Samoré, enviado personal del Papa, debió detener el comienzo de una guerra y comprometer a las dos partes a dejar de lado la amenaza y el uso de la fuerza. Luego debió encauzar las negociaciones que duraron 6 años adaptándose a todos los cambios que ocurrieron en ese lapso de tiempo, hasta que las negociaciones terminaron exitosamente en 1984.

También en 1984 la Iglesia Católica a través de la Vicaría de la Solidaridad fue una de las instituciones convocantes a las "Jornadas por la Vida" para ir contra la cultura de la muerte de la represión del régimen militar.

Los años de esfuerzo por la lucha de los derechos humanos de la Iglesia Católica de Chile a través de la Vicaría de la Solidaridad están plasmados en un completo archivo que reúne el trabajo de asistencia hacia quienes eran atendidos por los doctores, abogados y asistentes sociales de la Vicaría. Este archivo constituye una ilustración aplastante de la historia de las violaciones a los derechos humanos desde el año 1973 al 1990 en Chile, constando de más de 85.000 documentos únicos, entre los que se incluyen copias de expedientes judiciales, recursos de amparo, denuncias internacionales, relatos de torturas, desapariciones forzadas y otras violencias.

La Vicaría dejó de funcionar el 31 de diciembre de 1992, siendo su último vicario Monseñor Sergio Valech, sus funciones fueron asumidas por la Vicaría de Pastoral Social y el 18 de agosto de 1992 se crea la Fundación Vicaría de la Solidaridad que tiene como objetivo resguardar la documentación e información del trabajo realizado por la Vicaría de la Solidaridad y su antecesor el Comité de Cooperación para la Paz en Chile. La documentación que atesora ha sido declarada parte de la Memoria de la Humanidad por la Unesco.

Personajes destacados

Laura Vicuña

Beata Laura Vicuña
(centro)
Artículo principal: Laura Vicuña Pino

Joven beata chilena que nació en 1891. Desde muy joven vivió en Argentina, donde realizó sus estudios secundarios en el colegio Las Hijas de María Auxiliadora de la congregación salesiana. En 1901 manifiesta su gran vocación y amor a Cristo. Soportó una larga serie de problemas familiares, sobre todo con su madre quien estaba muy alejada de Dios. Es así como, y siguiendo lo que dice la palabra de No hay muestra de amor más grande que dar la vida por sus amigos, Laura opta por entregar su vida a cambio de la salvación de su madre. Sus deseos se cumplen y así, el 22 de enero de 1904, murió Laura Vicuña Pino, quien entregó su vida para la conversión de su madre. Su ejemplo de vida y varios milagros que se le atribuyen a su intercesión, le valió para ser declarada beata en 1988 por S.S. Juan Pablo II. En las faldas del cerro Renca y ocupando unas 30 hectáreas de terreno, en la ciudad de Santiago, se encuentra emplazado el santuario de Laura Vicuña.

Cardenal José María Caro

Artículo principal: José María Caro

José María Caro Rodríguez fue Cardenal y el séptimo Arzobispo de Santiago. Su importancia radica en que fue el primer prelado chileno en convertirse en Cardenal de la Iglesia Católica. Como pastor fue muy querido por los feligreses dado su paternal carisma y supo mantener una buena relación con los gobiernos radicales no creyentes que se dieron en Chile durante los años 1938-1952. Caro participó en los Funerales del Papa Pío XII y posteriormente, en el Cónclave que en octubre de 1958, eligió al Cardenal Ángelo Roncalli, como el Papa Juan XXIII. Falleció en diciembre de 1958, siendo sucedido por Raúl Silva Henríquez

Cardenal Raúl Silva Henríquez

Artículo principal: Raúl Silva Henríquez
El Cardenal Raúl Silva Henríquez (derecha), junto al político Andrés Zaldívar (izquierda).

Una de las principales figuras de la Iglesia Católica en Chile, durante el siglo XX, fue el Cardenal Raúl Silva Henríquez, quien fuera Arzobispo de Santiago durante un largo periodo (1961-1983). A Silva Henríquez le tocó presidir la principal Arquidiócesis del país durante los años más convulsionados de la Historia de Chile, etapa que comprende los gobiernos de Salvador Allende y Augusto Pinochet. Durante la dictadura de este último, Silva Henríquez fue un decidido y tenaz defensor de los derechos humanos, tanto así que creó la Vicaría de la Solidaridad, ente de la iglesia dedicado principalmente a auxiliar a las víctimas de la dictadura. Su labor lo hizo acreedor del Premio Príncipe de Asturias. Cabe destacar que como pastor ejerció un notable ministerio episcopal al crear la Academia de Humanismo Cristiano, la Vicaría de la Pastoral Obrera, y reorganizar la administración del arzobispado. Falleció en 1999.

Mario Hiriart

Artículo principal: Mario Hiriart

Mario Hiriart fue un ingeniero y laico schoenstattiano chileno, destacado por su labor como profesional y laico comprometido. Desde muy joven profesó un profundo amor por Cristo y en especial por la Virgen María. En 1954 ingresó a trabajar a la CORFO, donde se destacó por ser un excelente profesional y mantener buenísimas relaciones humanas con su entorno de trabajo. En 1955 ingresa al Instituto Secular de los Hermanos de María de Schoenstatt. También se desempeñó como profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Su ejemplo de santidad radica en su diario vivir y en alguno de sus escritos. Falleció a causa de un cáncer terminal el 15 de julio de 1964, a la edad de 33 años. Está actualmente en causa de beatificación.

La Iglesia Católica de Chile en la actualidad

Auge del protestantismo

Durante las últimas dos décadas el catolicismo en Chile ha sufrido una fuerte baja, en especial en los sectores más marginados donde en el pasado gozaba de gran popularidad. Esto se debe al gran auge que han experimentado las creencias protestantes, como por ejemplo algunos credos evangélicos.

Los credos evangélicos gozan cada día de una influencia mayor en la sociedad chilena. De esta manera, al igual como lo hizo la Iglesia Católica en el pasado, han constituido colegios e incluso universidades. La muestra más ejemplificadora de lo anteriormente señalado es la institucionalización de un Te Deum Evangélico de Fiestas Patrias, al cual asisten las máximas autoridades del país y donde el pueblo evangélico ora por Chile.

Críticas

Durante los últimos tiempos la Iglesia católica en Chile ha sufrido una serie de críticas por su postura conservadora en temas valóricos. La jerarquía eclesiástica se ha opuesto al aborto, al matrimonio homosexual, a la eutanasia y al uso de métodos anticonceptivos.

De esta manera, durante el último tiempo la jerarquía eclesiástica se opuso al uso de la píldora del día después, ganándo fuertes críticas.

Casos de abusos contra menores

Desde 2010 se han divulgado casos de abusos contra menores por parte de sacerdotes y religiosos contra jóvenes, siendo los más connotados los casos del sacerdote Fernando Karadima y la hermana de la Compañía de las Ursulinas, Sor Paula Lagos.

Referencias

  1. «Teonomía: Católicos en rebeldía (*)».
  2. Encuesta Nacional Bicentenario
  3. INE (2003). «Censo 2002 - Síntesis de Resultados».
  4. «HISTORIA DE LA COFRADÍA DEL CARMEN EN CHILE». Consultado el 14/06/2010.
  5. «Fiesta de la Candelaria».
  6. González Miranda, Sergio (2006). «La presencia indígena en el enclave salitrero de Tarapacá. Una reflexión en torno a la fiesta de la Tirana». Instituto de Estudios Internacionales, Centro de Investigaciones del Hombre en el Desierto. Universidad Arturo Prat. Iquique: Chungara, Revista de Antropología Chilena. Consultado el 2007.
  • Salinas Araneda, Carlos (2004). Lecciones de Derecho Eclesiástico del Estado de Chile. Valparaíso: Ediciones Universitarias de Valparaíso. Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. ISBN 956-17-0354-8.
  • Silva Cotapos, Carlos, Obispo de La Serena (1925). Historia Eclesiástica de Chile. Santiago de Chile: Imprenta San José. OCLC 5974474.
  • Aliaga Rojas, Fernando (1989). Iglesia en Chile: Contexto Histórico. Santiago de Chile: Ediciones Paulinas. OCLC 20682843.

Enlaces externos



SACERDOTES QUE HAN DEJADO HUELLA (v): SAN ALBERTO HURTADO, APÓSTOL DE CHILE EN EL SIGLO XX



INFATIGABLE CELO PASTORAL, GRAN AMOR A LA JUSTICIA Y UNA SINCERA SONRISA FUERON LOS INGREDIENTES DE ESTE GRAN APÓSTOL

Alberto Hurtado Cruchaga nace en Viña del Mar (Chile), el 22 de enero de 1901. Pasa su niñez en el Fundo Mina del Agua, cerca de Casablanca, con sus padres, Alberto Hurtado Larraín y Ana Cruchaga Tocornal, y su único hermano, Miguel, dos años menor que él. En 1905, fallece su padre, lo que le significa serias dificultades económicas y la posterior venta de las tierras de poco valor, que eran el patrimonio familiar. Por ello se trasladan a Santiago, y comienzan a vivir en casas de distintos parientes, sin tener una casa propia. En 1909 ingresa en el Colegio San Ignacio. Ese mismo año hace su primera comunión, y al año siguiente es confirmado. Las dificultades económicas no impidieron que, junto a la Señora Ana, su madre, trabajara por los más pobres, en el Patronato San Antonio, fundado por el sacerdote franciscano Luis Orellana. Finaliza sus estudios en el colegio en 1917.

En marzo de 1918 comienza sus estudios de Derecho en la Universidad Católica de Chile. Alberto se involucra intensamente en la vida universitaria, participando en el Centro de Alumnos de Derecho. Por esos años ya manifiesta una gran preocupación por los más pobres, tanto por el apostolado que realiza con los franciscanos, en el Patronato de Andacollo, como por la actividad política que desarrolla con gran preocupación social.

El Padre Damián Symon, ss.cc., su director espiritual por estos años, lo describe en estos términos: «Le conocí cuando ya era universitario. Las virtudes que fueron aflorando y solidificándose fueron deslumbradoras, sobre todo la que se refería a la caridad, pues apareció un celo incontenible, que había de moderar repetidamente para que no llegara a la exageración. No podía ver el dolor sin quererlo remediar, ni una necesidad cualquiera sin poner estudio para solucionarla».

Las cartas a su amigo Manuel Larraín, futuro obispo de Talca, son testigo de una profunda búsqueda de la voluntad de Dios. Ambos jóvenes enfrentan la misma aventura con gran seriedad, preguntándose: ¿qué quiere Dios de mí? Alberto tiene claro que Dios le asigna un puesto a cada hombre, y que, en aquel puesto, Dios le dará las gracias abundantes; por ello le escribe al Señor: «Yo te hago la entrega de todo lo que soy y poseo, yo deseo dártelo todo, servirte donde no haya restricción alguna en mi don total». Pero saber dónde servir al Señor no era tarea fácil. Alberto también se sintió llamado al matrimonio y a realizar un apostolado como laico, entre sus hermanos de trabajo. En 1923 Alberto le escribe a su amigo Manuel:«Reza, pero con toda el alma, para que podamos arreglar nuestras cosas y los dos cumplamos este año la voluntad de Dios». Para Alberto, cumplir la voluntad de Dios era entrar al noviciado jesuita, y para Manuel, entrar al Seminario de Santiago.

Pero Alberto no podía entrar a los jesuitas por las dificultades económicas de su familia. El Padre Damián Symon relata cómo vino la solución: «Durante todo el Mes del Sagrado Corazón de Jesús del año 1923, a las 10 de la noche, le vi tenderse en el suelo, frente al altar del Santísimo Sacramento, y pasar una hora entera en esa postura, implorando, en la oración más fervorosa, que el Señor le solucionara sus problemas económicos para poder consagrarse totalmente a Dios». La solución llegó de modo providencial, precisamente el día de la Fiesta del Sagrado Corazón. El 7 de agosto de 1923, después de haber presentado su memoria de Licenciatura El trabajo a domicilio, rinde su examen final, que aprueba con nota sobresaliente por unanimidad, y, con ello, recibe su título de Abogado.

La primera parte de su formación se desarrolla en Chillán, entre Retiros Espirituales y labores humildes. Posteriormente se traslada a Argentina para terminar allí su período de noviciado y consagrarse al Señor con sus votos religiosos el 15 de Agosto de 1925. Su disponibilidad y servicialidad se reflejaba en que, según se recuerda, «pedía los trabajos humildes de la cocina». Entre los años 1927 y 1931, estudia filosofía y comienza con la teología en Sarriá, Barcelona. Un padre jesuita que lo conoció en aquellos años lo recuerda, «tan abnegado, tan caritativo, tan trabajador, tan celoso de la gloria de Dios y del bien de sus prójimos y, como fundamento de todo, tan sobrenatural, unido con Dios y piadoso, principalmente en su devoción a la Santísima Virgen». El estudio de la teología, por las dificultades sociales de España, debe continuarlo en la Universidad Católica de Lovaina, una de las más prestigiosas del mundo.

El 24 de agosto de 1933, es ordenado sacerdote. En su primera misa lo acompaña su inseparable amigo y futuro provincial, el Padre Álvaro Lavín. Una vez ordenado sacerdote, le escribe a un amigo: «¡Ya me tienes sacerdote del Señor! Bien comprenderás mi felicidad inmensa. Con toda sinceridad puedo decirte que soy plenamente feliz. Ahora ya no deseo más que ejercer mi ministerio con la mayor plenitud posible de vida interior y de actividad exterior».

Durante estos años, presta un gran servicio en favor de la fundación de la Facultad de Teología de la Universidad Católica de Chile. El agotador trabajo buscando libros, revistas y, lo que es más importante, profesores para poder hacer realidad la fundación de la Facultad, muestra el gran aprecio que Alberto Hurtado profesa por el estudio serio y el deseo de preparar hombres capaces de realizar un apostolado entre los intelectuales.

El 24 mayo de 1934, aprueba el examen de grado de Teología. El presidente de la comisión era el P. Janssens, futuro superior general de la Compañía de Jesús, quien comentó: «En mis largos años de Superior no he visto pasar junto a mí un alma de mayor irradiación apostólica que la del Padre Hurtado». Entre los años 1934 y 1935 finaliza su formación y el 10 de octubre rinde su examen para el Doctorado en Ciencias Pedagógicas en la Universidad de Lovaina. Antes de regresar a Chile, hace un viaje por diferentes países europeos, con el fin de estudiar varias instituciones educacionales. El 22 de enero de 1936, justo al cumplir 35 años, se embarca en Hamburgo, de regreso a Chile.

Una vez de vuelta en Santiago, en febrero de 1936, comienza su apostolado con los jóvenes, de modo especial, en el Colegio San Ignacio y en la Universidad Católica. Pero la tarea educativa del P. Hurtado no se limita sólo a las clases, el carisma de este apóstol atrae a los jóvenes más allá de los compromisos académicos. Una de sus labores más importantes es la predicación de retiros espirituales. Varias veces durante el año, impulsará a diversos grupos, de jóvenes y adultos, a un encuentro profundo con el Señor y a buscar con seriedad la voluntad de Dios. Es en uno de estos retiros donde afirma: «Todo cristiano debe aspirar siempre a esto: a hacer lo que hace, como Cristo lo haría en su lugar...».

Su amor al sacerdocio y a la eucaristía queda retratado en un hermoso testimonio: en el año 1937, en San José de la Mariquina, un padre capuchino lo observa celebrar la Misa, y le llama tan poderosamente la atención «que decía no haber visto nunca una celebración tan edificante, y que al ser así los sacerdotes chilenos, deberían ser todos santos».

A inicios de 1941, es nombrado Asesor Diocesano de la Juventud Católica. Trabaja también con alumnos de liceos fiscales de Santiago. El mismo año 1941 publica un libro que marcó una época: ¿Es Chile un país católico? Su fecundidad pastoral lo lleva, a los pocos meses, a ser nombrado Asesor Nacional de la Juventud de la Acción Católica.

Dedica muchas energías en este apostolado, dando mucho fruto; recorre el país organizando los grupos y predicando retiros, tanto a los jóvenes como a los sacerdotes relacionados con la Acción Católica. Es el tiempo de las grandes procesiones de antorchas a los pies de la imagen de María Santísima, en el Cerro San Cristóbal con miles de jóvenes. En este contexto apela a la generosidad de los jóvenes «Si Cristo descendiese esta noche caldeada de emoción les repetiría, mirando la ciudad oscura: 'Me compadezco de ella', y volviéndose a ustedes les diría con ternura infinita: 'Ustedes son la luz del mundo... Ustedes son los que deben alumbrar estas tinieblas. ¿Quieren colaborar conmigo? ¿Quieren ser mis apóstoles?'». Su labor no es bien comprendida, y en abril de 1942, presenta la renuncia al cargo de Asesor Nacional de la Acción Católica, renuncia que es rechazada.

El trabajo continúa: En febrero de 1943, zarpa hacia Magallanes para formar la A.C. en la ciudad más austral del mundo, visita Puerto Natales, Porvenir y Punta Arenas. La fecundidad de esta visita permitirá la celebración posterior de un Congreso Eucarístico y un cambio de ambiente en relación con la Iglesia. Sin embargo, incomprensiones en torno de la orientación que el Padre Hurtado le da a la A.C. se siguen suscitando. Ello motiva, finalmente, a que renuncie indeclinablemente como Asesor Nacional de la Acción Católica, el 10 de noviembre de 1944.

El mes anterior a su renuncia, nace en él la idea de fundar el Hogar de Cristo. Recibe las primeras donaciones, un terreno, varios cheques y joyas, de parte de las señoras presentes en un retiro suyo. En mayo de 1945, el Arzobispo de Santiago bendice la primera sede del Hogar de Cristo. Y al año siguiente se inaugura la Hospedería de la calle Chorrillos. Poco a poco, el Hogar de Cristo crecerá hasta niveles admirables, prestando un inestimable servicio a los más pobres y creando una corriente de solidaridad que actualmente ha superado las fronteras de nuestra patria. Su propósito es «devolver a la sociedad a aquellos niños que, un día, recogió debajo de los puentes del río Mapocho, transformados en obreros especializados».

En septiembre de 1945, el Padre Hurtado realiza un viaje a EE.UU. y a otros países de Centro América. En octubre llega a Dallas y comienza una nutrida agenda de entrevistas y visitas de instituciones de beneficencia. En Kansas se encuentra con Mons. O'Hara, visita a los Redentoristas, la cancillería y la oficina de la Acción Católica. En octubre visita la «Ciudad del Niño» del P. Flanagan. De vuelta a sus nutridas labores habituales, predica un célebre retiro en la Semana Santa de 1946, y comienza a hacer clases en el Hogar Catequístico y en el colegio The Grange. En 1947 predica un retiro espiritual al Seminario Mayor de Santiago y a varios otros grupos. Y el 13 de junio, día del Sagrado Corazón, junto a un grupo de universitarios que querían trabajar en favor de los obreros, constituye la Acción Sindical y Económica Chilena (ASICH), como un modo de buscar «la manera de realizar una labor que hiciera presente a la Iglesia en el terreno del trabajo organizado».



En octubre de 1947 viaja a Roma, y tiene tres audiencias con el P. General de la Compañía de Jesús, un encuentro con Mons. Montini (futuro Papa Pablo VI), y el 18 de octubre es recibido en audiencia especial por S.S. Pío XII, que le otorga un gran apoyo. Finalmente, junto a Manuel Larraín, visita al filósofo Jacques Maritain. El propio Padre Hurtado afirma: «El mes romano fue una gracia del cielo, pues, vi y oí cosas sumamente interesantes que me han animado mucho para seguir íntegramente en la línea comenzada. En este sentido las palabras de aliento del Santo Padre y de Nuestro Padre General han sido para mí un estímulo inmenso».

Continúa con su intensa actividad apostólica habitual, de clases, confesionario, grupos, dirección espiritual y retiros. Durante 1948 predica unas cuatro o cinco tandas de retiros. Además, algunas conferencias en Valparaíso, Temuco, Sewell, Iquique, Putaendo y Chillán; nueve predicaciones en la Iglesia de San Francisco, para el Mes de María, sobre la vida sacramental, y varias en la Universidad Católica. Las conferencias de Temuco y a los mineros de Sewell son muy concurridas: 4.000 y 1.200 personas, algunas de ellas son transmitidas por radio. Las predicaciones del mes de María en la Iglesia de San Francisco son consideradas por el P. Hurtado «el ministerio de más fruto del año».

Impulsado por su interés por el apostolado intelectual, funda la Revista Mensaje. Fundar una revista formaba parte del proyecto de trabajo social que propuso en 1947 al P. Janssens, Superior General de los Jesuitas. El P. Hurtado deseaba la publicación de «una revista de vuelo» con la finalidad de dar formación religiosa, social y filosófica. Lo que él quería era: «Orientar, y ser el testimonio de la presencia de la Iglesia en el mundo contemporáneo». En octubre de 1951 apareció el primer número de Mensaje. En su editorial, explica que el nombre alude «al Mensaje que el Hijo de Dios trajo del cielo a la tierra y cuyas resonancias nuestra revista desea prolongar y aplicar a nuestra patria chilena y a nuestros atormentados tiempos».

Pero sin duda su testimonio más elocuenteson su enfermedad y su muerte. Frente a la muerte se revela la profundidad del hombre y se manifiesta la grandeza de Dios. Cuando le comunican la noticia de su inminente muerte, el Padre Hurtado exclama: «¡Cómo no voy a estar contento! ¡Cómo no estar agradecido con Dios! En lugar de una muerte violenta me manda una larga enfermedad para que pueda prepararme; no me da dolores; me da el gusto de ver a tantos amigos, de verlos a todos. Verdaderamente, Dios ha sido para mí un Padre cariñoso, el mejor de los padres».

El día 18 de agosto de 1952, a las 5 de la tarde, el Padre Hurtado muere santamente, rodeado de sus hermanos de comunidad. Pocos días antes de su muerte, dejaba una carta, que podríamos considerar una invitación: «A medida que aparezcan las necesidades y dolores de los pobres, busquen cómo ayudarlos como se ayudaría al Maestro. Al desearles a todos y a cada uno en particular este saludo, les confío en nombre de Dios, a los pobrecitos».

El testimonio de su muerte impacta a la sociedad chilena. El 20 de agosto se celebra la misa de funerales. El Cardenal Caro reza el responso, y la homilía está a cargo de su amigo, Mons. Manuel Larraín, el obispo de Talca, quien afirmó: «Si silenciáramos la lección del P. Hurtado, desconoceríamos el tiempo de una gran visita de Dios a nuestra patria». Asiste una gran muchedumbre de gente, de todos los sectores de la sociedad. Las poéticas palabras que le escribe Gabriela Mistral permanecen como un recuerdo y una tarea: «Duerma el que mucho trabajó. No durmamos nosotros, no, como grandes deudores huidizos que no vuelven la cara hacia lo que nos rodea, nos ciñe y nos urge casi como un grito...».

El 16 de octubre de 1994, el Papa Juan Pablo II beatifica al Padre Hurtado en la Plaza San Pedro del Vaticano. Y finalmente, Alberto es declarado Santo, el 23 de octubre de 2005, por Benedicto XVI, en la primera celebración de este tipo realizada por el nuevo Pontífice. La ceremonia contó con la presencia de más de siete mil peregrinos chilenos de un total de quince mil ubicados en la Plaza de San Pedro. Además, diversas autoridades del país participaron de la ceremonia, siendo encabezados por el Presidente Ricardo Lagos Escobar. Al mismo tiempo, en Chile, miles de personas realizaron vigilias hasta altas horas de la madrugada en espera de la transmisión de la ceremonia de canonización.



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