VATICANO, 13 Abr. 17 / 03:58 am (ACI).- En la Misa Crismal que presidió en la mañana del Jueves Santo, el Papa Francisco aseguró que “la Buena Noticia es la perla preciosa del Evangelio. No es un objeto, es una misión”.
En la homilía, el Santo Padre se dirigió en especial a los sacerdotes, quienes hoy también celebran su día, y les dio algunos consejos.
“Todo lo que Jesús anuncia, y también nosotros, sacerdotes, es Buena Noticia. Alegre con la alegría evangélica: de quien ha sido ungido en sus pecados con el aceite del perdón y ungido en su carisma con el aceite de la misión, para ungir a los demás”.
El Papa aseguró que “al igual que Jesús, el sacerdote hace alegre al anuncio con toda su persona. Cuando predica la homilía, –breve en lo posible– lo hace con la alegría que traspasa el corazón de su gente con la Palabra con la que el Señor lo traspasó a él en su oración. Como todo discípulo misionero, el sacerdote hace alegre el anuncio con todo su ser”.
Durante la celebración, los sacerdotes renovaron las promesas hechas en el momento de la Sagrada Ordenación y después se procedió a la bendición del aceite de los enfermos, del aceite de los catecúmenos y de la Confirmación.
“La Buena Noticia puede parecer una expresión más, entre otras, para decir ‘Evangelio’: como buena nueva o feliz anuncio. Sin embargo, contiene algo que cohesiona en sí todo lo demás: la alegría del Evangelio. Cohesiona todo porque es alegre en sí mismo”.
Francisco pidió no separar 3 “gracias” que contiene el Evangelio: “su Verdad –no negociable–, su Misericordia –incondicional con todos los pecadores– y su Alegría –íntima e inclusiva–".
“Nunca la verdad de la Buena Noticia podrá ser sólo una verdad abstracta, de esas que no terminan de encarnarse en la vida de las personas porque se sienten más cómodas en la letra impresa de los libros”.
Sobre la misericordia destacó que “nunca la misericordia de la Buena Noticia podrá ser una falsa conmiseración, que deja al pecador en su miseria porque no le da la mano para ponerse en pie y no lo acompaña a dar un paso adelante en su compromiso”.
Y sobre la alegría dijo que “nunca podrá ser triste o neutro el Anuncio, porque es expresión de una alegría enteramente personal”.
“Las alegrías del Evangelio –lo digo ahora en plural, porque son muchas y variadas, según el Espíritu tiene a bien comunicar en cada época, a cada persona en cada cultura particular– son alegrías especiales. Vienen en odres nuevos, esos de los que habla el Señor para expresar la novedad de su mensaje”.
Por último, señaló a los sacerdotes 3 “odres nuevos” en los que “la Buena Noticia cabe bien, no se avinagra y se vierte abundantemente”.
El primero, el de las bodas de Caná, en el que “María es el odre nuevo de la plenitud contagiosa”. “Su plenitud contagiosa nos permite superar la tentación del miedo: ese no animarnos a ser llenados hasta el borde, esa pusilanimidad de no salir a contagiar de gozo a los demás”.
El segundo “es aquella vasija que –con su cucharón de madera–, al pleno sol del mediodía, portaba sobre su cabeza la Samaritana. Refleja bien una cuestión esencial: la de la concreción”.
El tercero “es el Odre inmenso del Corazón traspasado del Señor: integridad mansa, humilde y pobre que atrae a todos hacia sí”. “De él tenemos que aprender que anunciar una gran alegría a los muy pobres no puede hacerse sino de modo respetuoso y humilde hasta la humillación. No puede ser presuntuosa la evangelización. No puede ser rígida la integridad de la verdad”, señaló el Papa.
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