martes, 11 de noviembre de 2014

Frases sobre la oracion

Frases sobre la oración V


- El Corazón Inmaculado de la Virgen le viene de su hijo. Y también los santos tienen el corazón de Jesús. Este es un misterio: el único corazón de carne que hay en la creación es el corazón de Jesús, y sin embargo sólo cuando tenemos ese corazón es cuando más somos nosotros mismos...

- El corazón de Jesús es el amor de Jesús. Quién si no podría amar hasta dar su vida por los enemigos...

- Cuando Dios te regala rezar va naciendo poco a poco en tu corazón un profundo deseo de perdón, a vos mismo y a los demás. El verdadero perdón sin embargo es un regalo que por lo general tarda mucho tiempo en llegar al corazón del que reza.

- El profundo deseo de perdón es una gracia dolorosa. Empieza con un combate interior entre tus limitaciones y heridas y la voz de Cristo que resuena y resuena en el fondo de tu alma diciéndote: “setenta veces siete...” en ese combate se juega la humildad.

- Si alguna vez te pasa que sentís un fuerte impulso interior a levantarte en la medianoche para orar, o te sentís invitado a privarte de alguna cosa por amor a Dios, ese día ponete contento porque quizás te visita el mismo Espíritu que llevaba a Jesús al desierto a orar y a ayunar y que hacía que pasara largas horas en secreto, en la madrugada, a solas con el Padre.

- No hagas nada para ser visto por los hombres, cuidate mucho en esto. Si te ven sin que vos lo busques ni lo desees, quedate en paz, porque cuando somos de verdad de Dios, él es muy dueño de mostrar u ocultar lo que quiera de nosotros mismos. Pero es mejor si te produce un cierto fastidio ser visto por los hombres…

- Lo esencial es querer ser vistos sólo por él. Paradójicamente ese pudor secreto es la manera más poderosa de testimonio (martirio).

Frases sobre la oracion IV

- Aunque se esté en las tinieblas del pecado, surge un halo de luz inexplicable que rodea y empapa el corazón de un amor distinto y a la vez conocido. Es la experiencia de quien reza pero vive en su propia debilidad; es la experiencia de quien se sabe de verdad amado, a pesar de su miseria, en su misma miseria... Quien descubre el Amor sabe que ya nada será igual en su vida.

- Para rezar es necesario estar enamorado, o al menos querer estarlo. La oración sin amor es un trámite estéril e innecesario. No es oración.

- Cuando rezás te sumergís en un mar desconocido. No entendés nada, no sabés ni dónde estás ni a dónde vas. Sólo sabés -por algunos pequeñísimos signos- que algo nuevo está pasando en el mundo, y que eso nuevo misteriosamente tiene que ver con la pobreza de tu oración.

- En el fondo del corazón habita una especie de luz. Muy brillante y muy tenue a la vez. Eso le pasa al hombre de oración.

- Muchas veces Dios te da la gracia de no ver esa luz fulgurante que arde en tu alma. Para vos es una especie de “punto ciego”... Pero los hombres que tienen “corazón de hermano” (no cualquier hombre) sí ven esa luz, la reconocen en tu vida y sienten el calor y el brillo de tu oración.

- Al que reza le pasan cosas. Cosas que no entiende. Dios te libre de la tentación de querer entender las cosas que no tenés que entender.

- El hombre que reza en serio tiene corazón de hermano. Dios regala ese corazón a quien quiere darlo, según le place a Él. Pero nunca se lo niega al que consagra su vida a la oración.

- La oración nos instala en el corazón bueno de Jesús. El corazón humano del Señor donde está la fuente de nuestra salvación.

- Rezar es buscar el corazón bueno de Jesús para que nos arranque el corazón de piedra y nos regale el único corazón de carne que Dios le dio al mundo: el Sagrado Corazón de Jesús.

Frases sobra la oración III


- La oración es ponerse en la pobreza de no sentirse nada, de no creerse nada, de no entender nada. La pobreza de dejar que Dios vaya limando nuestras asperezas y purificando nuestra debilidad. La pobreza es dejar hacer a Dios, corriendo el riesgo del fracaso aparente, del ridículo, del dolor...

- Ser pobre es dejarse hacer por Dios.

- El despojo es el camino para la libertad. Sólo se puede ser libre si se busca la alegría de no sentirse ni creerse nada. Sólo en esta libertad podemos ser de veras de Dios.

- La cruz del anonadamiento, el sufrimiento de darse. No hay mayor amor que dar la vida.

- Y un signo de que estás dando vida es el sufrimiento. Es el signo inequívoco. Recordá las palabras de Mamá Margarita a su hijo Juan Bosco el día de su ordenación sacerdotal: “comienzas a celebrar misa, prepárate a sufrir...”

- El sufrimiento nos hace pobres y nos agranda el corazón, nos dispone a ser padres en serio. “Si el grano de trigo que cae en tierra no muere...”

- Si cae en tierra y muere da mucho fruto. Pero morir es dolor. Rezar es también pasar por el dolor y no guardar rencores ni resentimientos.

- Rezar es esencialmente dar, mejor aún, darse. Es inmolarse en el altar de la propia existencia y ofrecer al Padre la garantía de nuestra redención: su Hijo. Y la santidad es esencialmente la donación de sí mismo. El sacerdocio es lo mismo...

- El sacerdocio es también ponerse en el rebaño del Buen Pastor y dejarse conducir por su voz misteriosa. Dejarse hacer...

- En todo siempre estará esta dinámica de la entrega: la euforia de poder ofrecerse, el dolor de que la ofrenda sea tomada y la serena dicha de saberse instrumento en Cristo, de saberse Cristo de nuevo


Frases sobre la oración II


- A veces pasa que uno piensa que está abandonando la oración. No es una culpa leve... Sin embargo Dios no nos suelta. Basta que en lo más oculto del corazón tengas el secreto deseo de ser un hombre de oración, el profundo y escondido anhelo de ser uno de esos orantes que hacen que el mundo se mueva. Si tenés este deseo, Dios te tomará, tarde o temprano, sólo tenés que ofrecerle esa libertad. Como rezaba Claudel “si no te abriera las puertas, Señor, entrame por la ventana...”

- Rezar: el alimento que permite la respiración (¡la vida!) del alma.

- Si alguna vez rezaste en serio, nunca podrás dejar de hacerlo. Siempre vas a sentir la necesidad de rezar o la nostalgia y la melancolía de lo que eras cuando rezabas, en el caso que dejes la oración...

- Si alguna vez rezaste en serio, te salvarás.

- Para rezar buscá primero un padre del alma que te contagie su oración y sobre todo, que rece por vos.

- Los hombres quieren rezar. Necesitan rezar. Por eso los cristianos estamos llamados a ser luz también en este terreno. Estamos llamados a aprender “el arte de rezar”, como dice el Papa Juan Pablo II, para ser testigos de ese arte en el mundo.

- Muchos espirituales nos advierten que cuando uno se decide a rezar en serio, los demonios se enfurecen y nos atormentan lo más que pueden. La oración puede contra todo; y nadie es probado más allá de sus propias fuerzas... ambas cosas conviene recordar siempre, especialmente en la prueba de los inicios.

- Si al rezar no sentís un verdadero ardor apostólico, si no se te parte el corazón y la cabeza para hacer que otros se enamoren de Dios, entonces algo le falta todavía a tu oración.

- Teresa hacia el final de sus días le decía a Dios: “¡Atráeme!”... Escuchémosla: “siento que cuánto más me abrase el corazón el fuego del amor, con mayor fuerza diré: Atráeme. Y cuánto más se acerquen las almas a mí (pobre trocito de hierro inútil si me alejase del brasero divino), con tanta mayor ligereza correrán las almas tras el olor de los perfumes de su Amado“

- La oración es lo más lejano que hay al egoísmo y al encerrarse en sí mismo. Rezar es abrirse al Otro y al otro.

- La oración es pobreza.

Frases sobre la oración


- Cuando se quiere rezar, lo primero es empezar a rezar. Dice San Juan Clímaco: “Dios otorga el don de la oración al que reza”.

- Cuando se comienza un camino de oración pueden aparecer una serie de sentimientos encontrados: ansiedad, alegría, desconfianza, temor de no poder hacerlo. Y quizás también se sienta un deseo muy grande, que se percibe como nacido en un rincón muy hondo del corazón. Eso es lo principal: ese deseo de oración, de estar con Él. Lo más importante es el deseo... Teresa de Lisieux nos dice que Dios no pone en el corazón deseos que no quiera realizar.

- Es más, pocos meses antes de morir, Teresita dice en una carta que cuando comparezca ante su “Esposo amadísimo”, no tendrá otra cosa que presentarle que sus deseos.

- Si encontrás en tu corazón el deseo de rezar, sentite en paz y ponete muy contento. Porque ese deseo sólo puede inspirarlo el Espíritu Santo, que viene en ayuda de nuestra debilidad ya que nosotros no sabemos orar como es debido... Si sentís ese deseo es señal que Dios te anda merodeando la vida, como paseando alrededor de tu corazón, con ganas de meterse y de quedarse.

- Pero lo primero es rezar. Darle a Dios un ratito de tu tiempo, para que Él se vaya instalando en tu corazón. Rezar es lo primero. No te preocupes demasiado si no sabés cómo hacerlo, qué decir, qué hacer, qué libro leer, qué pedir... Sólo preocupate de darle un rato de tu tiempo –de tu vida- a Dios.

- Rezar es ponerse frente a Dios y dejar que él nos vaya tomando lentamente el corazón. Rezar es abrirle la puerta para que Él entre a nuestra interioridad; es darle tiempo para que se vaya haciendo espacio en el alma, y se acondicione el lugar cómo a Él más le guste.

- Quince minutos, media hora, una hora o dos... lo que importa es saber de antemano cuánto tiempo estaré a solas con Él. Entonces Dios trabajará en tu corazón silenciosa, discreta, imperceptiblemente, como crece la semilla en la noche, sin que, ni quien la sembró, ni quien la cosechará, ni siquiera uno mismo, lo vean.

- Rezar: ése es el alimento que tenés que buscar. El único alimento que te da fuerzas en serio. Sé de personas a quienes la oración les salvó la vida.

- Cuando rezas, Dios te toma el corazón.


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