viernes, 7 de noviembre de 2014

¿Cómo puedo alabar mejor a Dios?


¿Cómo puedo alabar mejor a Dios?
Estimado Dan, ¿puede ayudarme para aprender a alabar a Dios? Disfruto ir a visitar al Santísimo y realmente me gustaría aprender cómo alabar a Dios. No siento que mis palabras están expresando adecuadamente la alabanza que realmente me gustaría dar. La acción de gracias es más fácil, por lo que le agradecería recibir algún consejo con respecto a la adoración.

Una ayuda para aprender a orar

Estimado amigo, gracias por preguntar. Ésta es una pregunta muy conmovedora... el solo hecho de hacerla es un gesto muy bello.
Los medios que más me han ayudado a desarrollar mi propio lenguaje de alabanza y adoración son las oraciones de los santos. Por ejemplo, una de mis oraciones preferidas durante la Cuaresma es el Viacrucis  en la versión de san Alfonso María de Ligorio. En su reflexión en para la segunda estación dice:
Amabilísimo Jesús mío, abrazo todos las tribulaciones que me tienes destinadas hasta la muerte y te ruego, por los méritos de la pena que sufriste llevando tu cruz, me des fuerza para llevar la mía con tu perfecta paciencia y resignación. Te adoro, Jesús, mi amor. Me arrepiento de haberte ofendido. Nunca permitas que me separe de Ti. Concédeme amarte siempre y luego haz de mí lo que quieras.
La primera vez que recé esto me sentí incomodo. Simplemente no sentía que era del todo cierto. Sí, amo a Jesús, pero sé que mi corazón está dividido. Lo amo con lo que a mí me parece es un amor profundo, pero también estoy muy consciente de mi pecado y del hecho que mi amor no siempre es como yo desearía que fuera. Por lo tanto, me sentía un poco falso diciendo las palabras "Te amo Jesús, amor mío". Parecía más honesto rezar "No te amo tanto como debiera, pero quiero amarte mucho más de lo que lo hago".
Mi rescate llegó con los escritos de santa Catalina de Siena. Ella transmite que no es posible para nosotros expiar ni siquiera el más pequeño pecado (si es que acaso existe un pequeño pecado). Y hace notar que, aunque esto es cierto, con la gracia de Dios trabajando a través de nosotros para amarlo, estamos mucho más capacitados para arrepentirnos, por la virtud desbordante de esa gracia que nos lleva amar a Dios de manera más completa. Me di cuenta que cuando expreso aun la alabanza más parca, poco entusiasta y pobremente redactada, mis palabras están llegando a Dios de una manera que tiene mucha más belleza y gracia de la que yo pudiera musitar por mí mismo. Es algo así como un niño pequeño, poco habilidoso, haciendo una pintura que expresa su amor a Dios. El pequeño trabaja lo mejor que puede, pero desde un punto de vista humano la pintura es artísticamente deplorable. Sin embargo, por la gracia poderosa de Dios, Él recibe, a través del deseo del niño y de su propia gracia abundante, una pintura que es más hermosa cualquiera que Miguel Ángel pudo jamás pintar.
Las asombrosas palabras de un poema escrito por santa Teresa Margarita del Sagrado Corazón, O.C.D. me confortaron aún más:
...¿Cómo puedes decir que no amas a Dios cuando tu propio deseo de amar es amor en síi mismo?
Es la dulce flama que escapa desde el crisol secreto de tu corazón...

Oración a los santos

Con respecto a rezar con los santos, hay muchos libros disponibles. Uno que yo he encontrado de gran ayuda es Intimidad Divina. Siguiendo el calendario litúrgico, presenta, para cada día del año, meditaciones y oraciones muy hermosas de los santos carmelitas y de otros hombres y mujeres santos.Rezar estas oraciones y hacerlas propias realmente me ha ayudado.
Otra forma que he encontrado útil es personalizar el tesoro de nuestras oraciones tradicionales. Por ejemplo, comienzo casi todas mis meditaciones con una adaptación de los actos de feesperanza y caridad. Cuando inicié con esta práctica, simplemente los rezaba como son. Poco a poco, empecé a rezar improvisando sobre las ideas y sentimientos que contenían. Esto es, hice míos esos actos rezándolos ya fuera en la forma tradicional o adaptándolos a mi experiencia personal y al estado de mi corazón cada vez que empezaba la meditación. Esta mañana, recé algo así para mi acto de fe:
Señor, creo en ti. Gracias por estar presente en mi vida. Agradezco que anheles mi presencia a pesar de mi pecado. Desde antes de la creación del mundo tú me formaste de la nada para poder estar encomunión contigo. Tú enviaste a tu Hijo para ayudarme a comprender que, sin importar lo profundo de mi pecado, hay redención para mí. Creo en tu amor, por eso espero
en Ti...
Cuando me siento menos capaz de expresarme, simplemente vuelvo a las formas tradicionales y las rezo como si fueran mis propias oraciones o sólo me siento en silencio y suavemente repito: «"Te amo Jesús, mi amor. Concédeme que te ame siempre y luego haz de mí lo que quieras»".

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