miércoles, 12 de febrero de 2014

¿La masturbación es pecado mortal? ¡Sí! La Biblia y la Iglesia Católica lo condenan

 


                            
La masturbación es pecado mortal
“Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8)
Es lamentable que tengamos que hablar de este asunto, sin embargo, debido a que hemos recibido varias consultas sobre esta cuestión, debe ser respondida. Ya que muchos están saliendo del pecado mortal pero creen que ciertas cosas no son pecados, debemos predicar contra esos pecados con alguna especificidad, no sea que las personas perezcan en su ignorancia.
 
http://www.youtube.com/watch?v=c5ah-NyfaFA

La masturbación es un pecado mortal

Hay como tres lugares en la Biblia donde San Pablo da una lista de algunos de los principales pecados mortales que excluyen a las personas del cielo. Por supuesto, estas listas no incluyen todos los pecados mortales, sino que son algunos de los principales. Ahora bien, muchas personas se preguntan qué es exactamente a lo que se refiere en los siguientes pasajes con respecto al pecado de la ‘inmundicia’ y ‘afeminación’. San Pablo dice que estos pecados excluyen a las personas del reino de Dios. ¿Será acaso que el ‘afeminación’ sea una referencia de actuar como un homosexual? ¿A qué se refiere con ‘inmundicia’?
Gálatas 5, 19-21: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: Adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, desenfrenos, y cosas semejantes a estas; de las cuales os denuncio, como también ya os denuncié, que los que hacen tales cosas, no heredarán el reino de Dios”.
1 Corintios 6, 9-11: “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis: Ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos de vosotros; mas ya sois lavados, ya sois santificados, ya sois justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios”.
Efesios 5, 5-8: “Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Nadie os engañe con palabras vanas; porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia. No seáis, pues, partícipes con ellos. Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor: Andad como hijos de luz”.
Pues bien, hace tiempo atrás leímos el siguiente punto de Santo Tomás de Aquino. Santo Tomás de Aquino identifica la masturbación con la ‘inmundicia’ y la ‘afeminación’ mencionadas en la Biblia.
Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, pt. II-II, c. 154, a. 11: “Como dijimos ya antes (a.6  y 9), existe una determinada especie de lujuria en la que hay una razón de torpeza que hace que el acto venéreo sea malo. Esto puede darse bajo un doble aspecto. En primer lugar, porque choca contra la recta razón, como sucede en todo vicio de lujuria. En segundo lugar, porque se opone también al mismo orden natural del acto venéreo apropiado a la especie humana, y entonces se llama ‘vicio contra la naturaleza’. Esto puede suceder de varios modos. Primero, si se procura la polución sin coito carnal, por puro placer, lo cual constituye el pecado de ‘inmundicia’,  al que suele llamarse ‘afeminación’. En segundo lugar, si se realiza el coito con una cosa de distinta especie, lo cual se llama ‘bestialidad’. En tercer lugar, si se realiza el coito con el sexo no debido, sea de varón con varón o de mujer con mujer, como dice el Apóstol en Rom 1, 26-27, y que se llama ‘vicio sodomítico’. En cuarto lugar, cuando no se observa el modo natural de realizar el coito, sea porque se hace con un instrumento no debido o porque se emplean otras formas bestiales y monstruosas antinaturales”.
Por lo tanto, la masturbación no sólo es un pecado mortal, sino que es un pecado mortal identificado en tres distintos lugares en la Sagrada Escritura y quienes los cometen son excluidos reino de Dios. También Santo Tomás lo clasifica como uno de los pecados contra la naturaleza, porque corrompe el orden destinado por Dios. Probablemente esta sea la razón por la que se llame ‘afeminación’. Porque si bien no es la misma abominación de la sodomía, es igualmente desordenada y contra la naturaleza. Creemos que este pecado – siendo que es contrario a la naturaleza y es clasificada como ‘afeminación’ y ‘vicio contra la naturaleza’ – sea la causa por la que algunas personas son entregadas a la lujuria perversa (la homosexualidad).
Así que las personas que estén cometiendo este pecado deben ponerle un alto inmediato a dicho mal y, cuando estén preparados, hacer una buena confesión. Si las personas tienen problemas serios en esta área, entonces no han llegado al nivel espiritual que es necesario alcanzar. La gracia de Dios está ahí lista para cualquiera, pero necesitan que hacer más oración, rezar mejor, evitar toda ocasión de pecado y ejercer sus voluntades. Necesitan esforzarse más espiritualmente y luego ya no será un problema. Porque los que mueren en tal estado de pecado se irán al infierno para siempre.

Las causas de la impureza

Pueden ser interiores o exteriores. Las exteriores se llaman ocasiones de pecar.
1) Las interiores son: a) La intemperancia en comer y beber, b) la ociosidad, es decir la pereza, es la madre de todos los vicios; c) el orgullo, que impide a la persona conocer el peligro y retirarse a tiempo; y d) la falta de oración humilde y confiada, indispensable para poder contrarrestar la mala inclinación.
2) Las causas exteriores u ocasiones de impureza son principalmente: a) las miradas curiosas y demasiado libres; b) las malas compañías y conversaciones, que corrompen enseñando el mal; c) las malas lecturas y la concurrencia a cines, bailes y teatros, donde hoy día se respira una atmósfera malsana de inmoralidad; d) el trato familiar con personas de diverso sexo; y e) las modas indecentes.

Sobre las lecturas, bailes, cines, modas

Las lecturas corruptoras, ya sea en libros, revistas, periódicos, etc., son el peor incentivo para la impureza, y desgraciadamente el más generalizado (especialmente la internet).
Hay libros de todos los tonos, desde el que se contenta con la insinuación maliciosa, hasta los que llegan a la mayor desvergüenza y cinismo. La consecuencia natural de una mala lectura es que la fantasía queda llena de perversas imaginaciones; la voluntad llena de malos deseos, y la sensualidad exacerbada para el mal. Y esto es, desgraciadamente, aún más accesible ahora con la pornografía en la internet, y muchísimas personas se están condenando por caer en este pecado. Es imposible que alguna persona que no evita tan grave peligro pueda guardar la virtud de castidad.
El baile en sí mismo considerado, es indiferente; pero muchas veces las circunstancias que lo rodean lo hacen culpable, o peligroso. Especialmente los bailes de nuestros días – debido a la inmodestia en el vestir, del modo licencioso de danzar, de la música pagana, vulgar y excitante, y la libertad que suele acompañarlos –, son muchas veces un grave peligro para la castidad. En un concierto con la indecencia del vestir y el baile, el contacto cercano entre dos personas no casadas es una ocasión de pecado, si no ciertamente un pecado mortal. Además, festejar y celebrar con personas que se encuentran en pecado mortal y que tienen poca o ninguna consideración por las leyes de Dios, muy seguramente llevarán a otros a pecar mortalmente. Todo el ambiente huele a espíritu mundano nocivo y pestilente; huele a pecado mortal y a pecados de la carne.
1 Juan 2, 16: “Porque todo lo que hay en el mundo, concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y orgullo de la vida, no viene del Padre, sino que procede del mundo”.
Creemos que San Juan María Vianney, al condenar probablemente bailes más leves en comparación con las de hoy en día, lo resume muy bien de la siguiente manera:
No hay ningún mandamiento de Dios que no sea quebrantado por los hombres a causa del baileLas madres podrán decir: ‘No, pues, yo estoy atenta en lo que visten, más no se puede mantener la guardia de su corazón’. ¡Idos, padres malos, id al infierno donde les espera la ira de Dios, por vuestra conducta en darles libre rienda a vuestros hijos! ¡Andad! No será mucho en que vuestros hijos se unan a vosotros, siendo que les habéis mostrado muy bien el camino… Entonces os daréis cuenta que vuestro párroco tenía razón en prohibiros esas diversiones infernales”. (Abbé Francisco Trochu, El cura de Ars, San Juan Bautista María Vianney, ed. ing., p. 146)
Por otra parte, los niños pastorcitos de Fátima dejaron los bailes después de haber visto a Nuestra Señora de Fátima.
La masturbación es pecado moral. Los cines son peligrosos.
(Flickr: Emmett Anderson)
El cine es fuente gravísima de inmoralidad. Parece que el fin directo de un gran número de películas es incitar a la sensualidad, y obligar al joven a vivir dentro de ese ambiente envenenado. Es, pues, de rigor para la conciencia cristiana no asistir sino a aquellas películas que se sabe no ofrecerá lecciones y escenas de inmoralidad. Más incluso de películas que no sean malas es recomendable adquirir la película en DVD y verla en su hogar, ya que es muy común que en los cines (incluso antes de entrar al cine) se ve la inmoralidad por todas partes. Lo mismo se puede decir de los programas impuros que se enseñan en la televisión.
El ornato de la mujer, si es honesto y moderado, de acuerdo con la condición de la persona, no es vituperable; pero si es descocado y provocativo, merece graves reproches. Deben saber las mujeres que el ornato deshonesto de su cuerpo incita a muchos malos pensamientos y deseos, de los cuales ellas se hacen responsables ante Dios.

Peligro de pecar

Sobre el peligro de pecar debemos advertir que en esta delicada materia siempre hay peligro, especialmente entre personas de diverso sexo; y que este peligro es tanto más grave: a) cuando mayor malicia encierra el acto; b) cuanto más inclinada al mal esté la persona; y c) cuanto más se prolongue la ocasión de pecado.
Contra las tentaciones y ocasiones deshonestas debe la persona luchar con toda generosidad y energía: a) porque la voluntad, débil de suyo e inclinada al mal, cede a la mala inclinación. b) Y porque, de modo especial en este vicio, quien contrae una mala costumbre se ve casi en la imposibilidad de dejarla, y así se coloca en grave peligro de condenación.
Los santos y los autores insisten en que la fuga del peligro y de la ocasión es indispensable; y que en esta batalla los valientes son los que huyen.

¿Cuáles son los efectos del vicio de la impureza?

El vicio de la lujuria:
a) Debilita el cuerpo, y origina graves y vergonzosas enfermedades.
b) Ciega y entorpece nuestro entendimiento. Santo Tomás enseña que “la lujuria nos impide pensar en lo eterno”, y San Pablo dice que “el hombre carnal es incapaz de apreciar las cosas de Dios” (1 Cor. 2, 14).
c) Aferra nuestra voluntad en el mal, y la debilita para el bien.
d) Degrada al hombre, y lo rebaja al nivel del bruto. “El vicio carnal impide el recto uso de la razón, porque arrastra toda el alma hacia el deleite” (Santo Tomás).
e) Arrastra a toda clase de pecados, y es causa para muchos de eterna condenación.
La lujuria arrastra a toda suerte de pecados y crímenes, porque el lujurioso todo lo sacrifica a la pasión. Ella arruina las familias, siembra por todas partes el escándalo, y lleva muchas veces a la pérdida de la fe y el suicidio.
 La masturbación es pecado mortal.
La lujuria es la que pierde a los jóvenes. Comienza por tornarles pesada la piedad; luego, los lleva al olvido de Dios; y termina por hacerles perder prácticamente la fe (es por eso que hacemos hincapié que primero tomen los pasos de conversión a la verdadera fe católica para poder extirpar este vicio con mayor beneficio). En tal estado de impureza se deja convencer el joven por cualquier argumento contra la verdadera religión, porque llega a ver en ella un reproche permanente para su conducta, y acaso un enemigo de su falsa dicha.
Por último, al ver que los deleites en que cifra su felicidad, en lugar de llenar su corazón, lo defraudan y torturan, siente un tedio profundo por la vida; y no sostenido por la fe y la oración, puede llegar a la irremediable desgracia del suicidio.
La lujuria, como lo explicamos en nuestro video, es causa de condenación para muchos. San Pablo declara que “los inmundos no entrarán en el reino de Dios”. (1 Cor. 6, 9). Y los santos y doctores están de acuerdo en afirmar que este es el vicio que más almas precipita en el infierno.
“Desafortunadamente, muchos jóvenes pierden la fe porque no consiguen ser castos —decía el Padre Pío de Pietrelcina—. La lujuria es el camino más breve y más fácil para ir al infierno, porque quita el gusto de la oración, debilita la fe hasta extinguirla, predispone a todo tipo de pecado, endurece el corazón y, sin una gracia específica, lleva a la impenitencia final”. Nuestra Señora de Fátima, nos advirtió: “Más almas se van al infierno por pecados de la carne (es decir, pecados en contra del 6 y 9 mandamientos) que por cualquier otra razón”. Nuestra Señora de Fátima le dijo a Jacinta, “Se introducirán ciertas modas que ofenderán gravemente a Mi Hijo”. Jacinta también dijo, “Las personas que sirven a Dios no deberían seguir las modas. La Iglesia no tiene modas; Nuestro Señor es siempre el mismo”.
San Alfonso de Ligorio, gran teólogo y gran santo, no vacila en afirmar que “La impureza es la puerta más ancha del infierno; y que de cada cien condenados adultos, noventa y nueve caen en él por este vicio, o al menos con él”. Palabras que son como un eco de estas otras de Jesucristo: “Entrad por la puerta angosta; porque la puerta ancha y el camino espacioso conducen a la perdición, siendo muchos los que entran por él. ¡Oh!, ¡qué angosta es la puerta y cuán estrecha la senda que conduce a la vida! ¡Y cuán pocos los que atinan con ella!” (Mt. 7, 13-14).

¿Cómo vencer por completo el vicio de la impureza?

La masturbación es pecado mortal. San Luis Gonzaga, patrono de la juventud cristiana.
San Luis Gonzaga, patrono de la juventud cristiana.
Para combatir este vicio debemos emplear dos clases de medios: unos naturales, y otros sobrenaturales.
Medios naturales
El principal de los medios naturales es una firme resolución de luchar contra este vicio, cueste lo que cueste, y de apartarse decididamente de cuanto pueda llevar a él.
Para obtener esta resolución es necesario: a) pedirla al Señor; b) considerar atentamente la necesidad de la castidad para salvarnos, y las funestísimas consecuencias del vicio impuro; y c) formar un firme propósito y renovarlo con frecuencia.
Son también medios naturales necesarios: la templanza en el comer y el beber; el tener a raya la imaginación y los sentidos, especialmente la vista; y el dedicarse con empeño y amor al trabajo y al cumplimiento de nuestros deberes de estado.
Para el estudiante es muy eficaz el consagrarse con todo amor e interés en sus estudios católicos, principalmente en la doctrina católica. Los jóvenes deben tener especial cuidado en no dejarse imbuir de las falsas y perniciosas teorías que se difunden hoy por los cuatro vientos y que tienen por sostenedores a escritores y médicos sin criterio moral, sobre la indomabilidad de las pasiones (o sea que no se pueden sujetar o reprimir las pasiones), la libre rienda que debe darse a todos los instintos y la legitimidad de lo que llaman amor libre y unión libre fuera del matrimonio. Eminentes médicos están de acuerdo en afirmar que la castidad no envuelve ningún peligro para la salud corporal, sino que, por el contrario, la beneficia. La castidad, según el estado de cada cual, es un deber del cristiano: y es posible si se ponen en práctica los medios que acabamos de aconsejar.
Medios sobrenaturales
Podemos compendiar los medios sobrenaturales en estos tres, que nos indicó el mismo Cristo: vigilancia, mortificación y oración.
1) Por vigilancia se entiende el ser previsivos en apartarnos a tiempo de la ocasión de pecar; y en especial, refrenar el sentido de la vista.
La vigilancia cristiana se funda en la virtud de la humildad, o sea en el conocimiento de nuestra flaqueza. Cuanto más se aleje uno de la ocasión, tanto más se evita el peligro, tanto más fácil y seguramente se vence la tentación. Es mucho mejor prevenir la lucha que exponerse casi seguramente a la derrota; o por lo menos a la intranquilidad que queda en el alma cuando uno no huye de la tentación.
En lo que se refiere a la falta de humildad, que es la causa principal de este problema, la siguiente cita es relevante:
San Benito (520): “Así, pues, el primer grado de humildad consiste en que uno tenga siempre delante de los ojos el temor de Dios, y nunca lo olvide. Recuerda, pues, continuamente todo lo que Dios ha mandado, y medita sin cesar en tu alma cómo el infierno abrasa por causa de sus pecados a los que desprecian a Dios, y cómo la vida eterna está preparada para los que temen a Dios”.
El primer grado de humildad, que por el momento es lo que carecen aquellos que cometen este pecado, implica el reconocimiento y el temor de Dios: que Él lo condenará a quemarse en el infierno a causa de sus pecados. “El temor del Señor es el principio de la sabiduría…” (Salmo 111, 10).
2) La mortificación es de dos maneras: exterior e interior. La exterior consiste en castigar nuestro cuerpo con el ayuno, o algún dolor voluntario. La interior, en moderar los sentidos y la imaginación, y en negarle a nuestra voluntad la satisfacción de tantos antojos que nos suelen venir.
3) La oración es necesaria para la castidad, porque sólo ella nos alcanza el socorro de Dios, sin el cual no podemos vencer las malas inclinaciones de nuestra naturaleza. El Dr. Plinio Corrêa de Oliveira dijo: “Muchas personas se desaniman porque ven que no logran librarse en un corto plazo del vicio de la impureza; entonces, que la persona no se desanime si no logra dejar de inmediato o en un corto tiempo el vicio de la impureza, sino que debe mantener estos buenos propósitos rezando siempre por más que puedan haber recaídas, porque si se persevera, levantándose siempre después de cada caída y acudiendo siempre a la oración confiada y humilde, en algún momento logrará vencer el mal hábito, porque Jesucristo prometió: pedid, y se os dará; todo cuanto pidiereis a mi Padre en mi nombre lo obtendréis. No olvidarse de pedir siempre y sin desanimar también la ayuda de la Virgen purísima”.
Son muy expresivas estas palabras del libro de la Sabiduría: “Desde que comprendí que no podía ser casto si Dios no me lo otorgaba, acudí a Él, y se lo supliqué y pedí del fondo de mi corazón” (8, 21). Y estas otras del mismo Cristo: “Vigilad y orad para no caer en la tentación; porque el espíritu está pronto, pero la carne es flaca”. (Mt. 26, 41).
La oración comprende: a) la oración de petición, por la cual pedimos a Dios humilde y confiadamente su auxilio; b) la oración mental, o sea la atenta consideración de las verdades eternas; c) el recuerdo frecuente de la presencia de Dios, que está mirando hasta nuestros más íntimos pensamientos y ha de ser juez de nuestras obras.
También se nos recomienda para defender la santa virtud de la pureza, a) la recepción frecuente y digna de los santos sacramentos (debido a que hoy estamos viviendo la Gran Apostasía, por favor, consulte esta página: ¿Dónde ir a Misa o confesarse en estos días?). La confesión purifica el alma y la fortifica contra las recaídas; y la comunión debilita la concupiscencia. b) La devoción constante y confiada a la Santísima Virgen, nuestra madre y defensora, a quien debemos acudir especialmente en el momento de la tentación. c) La lectura asidua y cuidadosa de la Sagrada Escritura, en especial de los Evangelios, que purifica nuestra alma, y la llena de temor de Dios y de amor hacia Él.
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1 comentario:

Unknown dijo...
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