El papa Francisco es un consagrado, y eso “imprime carácter”. No el sacramental, claro, sino el que se refiere a un modo de vivir, de leer la realidad, de estar en el mundo o de bajar a menudo al centro de la aldea para buscar a las personas y caminar junto a ellas, sosteniendo debilidades y alentando esperanzas. Sí, el papa Francisco es el pastor universal de la Iglesia católica, pero es un consagrado. EDITORIAL: La Vida Religiosa y el cuidado de la comunidad Presidente de CONFER: “Francisco ha sido un balón de oxígeno para la Vida Religiosa” Su estilo y su mensaje saben de experiencias vividas, de opciones maduradas existencialmente y de búsqueda incansable de Dios en el arrabal de la historia. O como él mismo dijo en su salida al balcón de la Logia, apenas elegido Sumo Pontífice, “en el fin del mundo”. Sus primeros gestos al comienzo de su pontificado y sus reiterados mensajes son un guiño a una Vida Religiosa necesitada de renovación y de impulso carismático. Fue elocuente su decisión de situar a su lado, en la misa de inicio de pontificado, al prepósito general de la Compañía de Jesús y al presidente de la Unión de Superiores Generales (USG). Ha sido especialmente relevante el primer nombramiento curial de su ministerio como Obispo de Roma, designando a José Rodríguez Carballo, superior de los Franciscanos, secretario de la Congregación para la Vida Religiosa. Ha dejado a todos asombrados con la audiencia a las superioras de congregaciones e institutos religiosos o a los jóvenes consagrados en el Día Mundial de la Vida Consagrada, con su mensaje desbordante de frescura evangélica, invitando a retomar senderos de renovación. Hace tan solo unas semanas, el papa Francisco quiso tener también una mañana de encuentro con la Unión de Superiores Generales, que celebraba su Asamblea General anual en el Salesianum de Roma. No solo accedió a un saludo a los participantes, sino que dialogó largamente con ellos en el Aula del Sínodo en el Vaticano. Fue un coloquio fraterno y abierto, libre y sincero en torno a numerosas cuestiones que afectan a la Vida Religiosa en la actualidad. Con los miembros de la USG en diciembre Cuentan las crónicas que el Pontífice se mostró distendido, cercano, brillante en sus respuestas, seductor en el “cuerpo a cuerpo”, lleno de energía y muy propositivo. Religioso entre religiosos, como así quiso definirse, hizo notar una extraordinaria sensibilidad hacia los consagrados y consagradas en el momento actual que viven la Iglesia y el mundo. Conocedor de la realidad, como agudo hermeneuta, hizo una lectura en profundidad de la situación, los desafíos y las perspectivas que se abren en este tiempo en el que un nuevo estilo eclesial llama a los bautizados a vivir apasionadamente nuestra vocación de servidores. La Vida Religiosa encuentra, en las palabras y gestos de Francisco, motivos para seguir impulsando una renovación ya en ciernes, que la devuelva a la frescura evangélica que le es propia y a la profecía que la convierte en punta de lanza evangelizadora en nuestras comunidades cristianas. (…) ¡Gracias! Contemplativos y en el corazón del mundo, los consagrados y consagradas amamos profundamente la Iglesia. En ella somos y vivimos nuestra alianza con el Señor. Fieles al Magisterio, fieles al Papa, fieles a la comunidad cristiana. Hoy, como muchos cristianos en Occidente, vivimos a la intemperie nuestra fe. Y hace frío. Hemos de reconocer errores. Hay cosas que cambiar. Pero necesitamos la fuerza eclesial para afrontar dificultades e impulsar la renovación que nuestros institutos han acometido con ilusión y esperanza. El Papa con religiosas de la UISG, en mayo de 2013 Pienso que no es anecdótico que nuestro Papa sea un consagrado y conozca a fondo la Vida Religiosa. Y la ame. Y la custodie. No hay “normalidad” en sus gestos ni sus palabras son circunstanciales, como subrayan una y otra vez quienes ponen sordina a su mensaje. Hay camino, propuesta, programa… búsqueda de una armonía necesaria en la Iglesia del siglo XXI, una Iglesia en medio del mundo y cercana a los pobres, una Iglesia de la misericordia, que ha comprendido existencialmente que el único poder es el servicio a los desposeídos de nuestro tiempo. La Vida Religiosa necesita urgentemente un impulso carismático, y solo el Espíritu puede conducirnos hacia nuevas orillas. En plena travesía, el rostro amable de Francisco, su afecto hacia los consagrados y consagradas, sus gestos y sus enseñanzas, son un estímulo renovador que alienta nuestros pasos y pone fuego en nuestro corazón. Sabemos hacia dónde caminar, y el obispo de Roma, un pastor que viene del sur, ha cogido nuestro paso precediéndonos en la marcha y confortándonos en el camino. El Espíritu sigue soplando con fuerza haciendo nuevas todas las cosas. También la Vida Religiosa. Confiamos en Dios que precede y acompaña. Y que seguirá suscitando en su Iglesia hombres y mujeres consagrados para ser signos creíbles de su presencia y portadores de su Amor en medio del mundo. ¡Gracias, Santidad!
Intenso testimonio de sacerdote que se confesó con el Papa Francisco tras escribirle
ROMA, 31 Ene. 14 / 03:25 am (ACI).- El Papa Francisco llamó por teléfono a un sacerdote que estudia en Roma y lo invitó a la Casa Santa Marta, después de que éste le abriera su corazón en una carta exponiéndole su situación espiritual.
“Ahora me emociona el hecho de que el Papa Francisco se haya preocupado por saber lo que siento, lo que pienso y qué es lo que espero. He sentido a Dios que me hablaba a través de sus palabras”, relata el P. Gleison de Paula Souza, al describir su encuentro con el Santo Padre en un artículo publicado en el sitio web de su congregación.
“Su palabra era una continua invitación a la misericordia del Señor. Le pregunté si podía confesarme. Aceptó y le abrí mi corazón. Se quedó en silencio, me dio la libertad de reflexionar y me dijo que estaba conmigo”.
El P. Gleison, estudiante de teología en Roma de la Congregación de la Pequeña Obra de la Divina Providencia –fundada por Don Orione–, señala que al escuchar la voz del Santo Padre al otro lado del teléfono “casi me desmayo de la alegría y la emoción”.
El lunes 20 de enero por la tarde “estaba estudiando y a las 04.56 p.m. suena mi teléfono móvil. Era un número privado. Respondo. Una voz repite varias veces: ‘¿Es Gleison? ¿Hablo con Gleison?’, y digo ‘Sí, Santo Padre, soy Gleison’”. Él continúa ‘Veo que reconoce mi voz. Mi voz ya es demasiado conocida’”.
Durante la conversación el Papa le habló de su carta, y comentó algunos puntos donde el sacerdote le contaba acerca de sus sentimientos y situaciones personales en referencia a su camino vocacional.
“Coraje, no hay que tener miedo, ve hacia delante y con paciencia… El Señor está contigo, la Virgen está contigo, la Iglesia está contigo”, pero “ven a verme”, invitó el Santo Padre. La llamada duró unos siete minutos.
El miércoles 22 de enero el Papa volvió a marcar el número del P. Gleison, aunque el sacerdote no llegó a tiempo para responder a la llamada, en el teléfono quedaba registrado el siguiente mensaje: “Oye Gleison, soy el Papa Francisco”.
El P. Gleison explica que pasó la jornada siguiente “pegado” a su teléfono a la espera de una nueva llamada, que llegó un día más tarde, mientras daba un examen de teología: “Respondí en voz baja, le pedí que esperara un segundo, porque estaba a mitad de un examen, y después me dijo: ‘¿Puedes venir a verme a Santa Marta el próximo lunes a las cinco de la tarde?”. “¿Puedo llevar a dos compañeros para la ocasión?”, respondió e P. Gleison. “Sí, está bien, pero ven entonces media hora antes”.
El 27 de enero el P. Gleison se presentó en el Vaticano junto a su padre espiritual, P. Giacomo Defrancesco, y el director de la facultad de teología donde estudia, P. Carlo Marin.
Después de entrar en la Casa Santa Marta, los invitados esperaron en una sala por unos minutos, pensaban que “algún Monseñor” vendría a darles la bienvenida, pero en su lugar, apareció el Papa.
“Nos invitó a acomodarnos, nos dio la bienvenida y bromeó con nosotros porque con la emoción yo no sabía donde sentarme, y me dijo riendo y señalándome una asiento: ‘Es mejor mirar a la cara a los enemigos’”.
El sacerdote recuerda que se quedaron admirados de la humildad del Pontífice. “Nos sorprendió su túnica blanca con tres botones con la tela deshilachada, un signo de su pobreza y sencillez”, señaló.
El Papa les habló de Buenos Aires y les contó que conocía bien a la comunidad de Don Orione, con la que había colaborado en Argentina. “El Cotolengo es una obra hermosa, su vocación es hermosa entre ese marco de santos del Piamonte italiano del ochocientos… un laicismo fuerte, un anticlericalismo feroz, masonería feroz, y después llegaron Don Bosco, Cafasso, Don Orione, el Cotolengo, y también las mujeres, muchas mujeres santas”, añadió el Papa Francisco.
El sacerdote relata que al hablar de Argentina el Papa transmitía “espontaneidad y alegría”, y después llegó el momento de quedarse con él a solas para la confesión.
Por último, el Papa “nos acompañó a la salida y después de habernos dado un afectuoso e inolvidable abrazo” nos dijo ‘recen por mí’”
“Nos ha evangelizado no solo con sus palabras, sino con su presencia acogedora, su simplicidad, sus gestos y su ternura. ¡Gracias Santidad!”, concluye el P. Gleison.
No hay comentarios:
Publicar un comentario