lunes, 18 de noviembre de 2013

La actividad monacal en Egipto comienza a desarrollarse simultáneamente con la de Palestina



 
En aquel gracias a las figuras de San Pablo Ermitaño (228-343), y con San Antonio Abad (251-356). Las referencias del primero nos llegan a través de San Antonio Abad, quien lo visitó en su gruta, y las de San Antonio gracias a la biografía escrita por el obispo San Atanasio, con el que Antonio mantuvo contacto. Ambos vivieron como eremitas en el desierto cercano al Mar Rojo, pero alrededor de San Antonio se juntaron, hacia el último período de su vida, muchos otros anacoretas que compartían su vida. Se unían todos sólo para la oración del domingo y fiestas especiales, instaurándose un estilo de vida semi-cenobítico.
 
         El que primero empieza con la vida cenobítica (comunitaria), por lo tanto con lo que propiamente se llama un monasterio, fue San Pacomio el Grande, quien unificó varias de las comunidades dispersas de monjes, después de la gran persecución de Diocleciano en el 284.
 
         Habiendo sido soldado romano en Tebas, encarcelado después por cristiano, recupera su libertad en 320; Pacomio se puso a seguir los pasos del anacoreta Palomino, hasta la muerte de este. Después, con un grupo de discípulos de su difunto maestro, estableció un primer monasterio en Akhmin (valle medio del Nilo). Fue el primer monasterio que se estableció con facilidades como cocina común, panadería, cisternas, prensas de vino, talleres, horario y un sistema de etapas para la admisión. Con el transcurso del tiempo, fundó un segundo monasterio en el Alto Egipto, en Faw Qibli, no lejos de Nag Hammadi, donde una poderosa secta gnóstica se había establecido, de modo de contrarrestar su influencia (de esta secta provienen manuscritos apócrifos recientemente publicitados). A su muerte, otros monasterios florecieron en el valle del Nilo.
 
         San Shenouda (333-451) fue otro de los grandes fundadores Coptos, que fundó el llamado monasterio Blanco y el Rojo del Egipto medio.
 
         En el bajo Egipto, otro tipo de monasticismo se desarrolló con San Amón y San Macario el Grande en Wadi el Natrón (allí fue el primer lugar donde empezaron a vivir en ´celdas´, o pequeños habitáculos en el interior del monasterio).
 
         Todos estos monasterios existen actualmente: Los de Pacomio (medio y alto Egipto), el Rojo, el Blanco, los de Wadi el Natrún, y los monasterios del Mar Rojo, que tiempo después de la muerte de San Antonio Abad adoptaron el método cenobítico.
Agradecemos las mercedes de R. P. Carlos D. Pereira – IVE.
 
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En el año 379, el edicto de Teodoro el grande proclama el cristianismo religión oficial del Egipto. La evangelización fue rápida como testimonia, desde mediados del siglo VI, el establecimiento de grandes reinos cristianos.
Uno entre ellos, la Nobadie, se extiende de la primera a la segunda Cataracte, pues supera este límite para tocar la Makuria, ella misma extendida hasta el sur de la anciana Méroe.
Más al sur, el reino de Alodia llega a las regiones donde se enlazan el Nilo blanco y el Nilo azul. Algunos de esos estados cristianos se han mantenido hasta principio del sc. XIV.
En el 640 las hordas árabes ocupan violentamente Egipto e intentan vanamente de conquistar la Nubia. Durante siete siglos, los nubianos se opusieron a la expansión del islam hacia el África negra. En el año 1173, el cheik Cham sed Adula, padre del sultán Saladino, ocupa la ciudad de Ibrim, la destruye y profana la Iglesia católica ocupándola después como mezquita. Progresivamente, la Nubia presionada se va convertir casi en la totalidad al mahometismo, y las pocas comunidades de cristianos, humillados, desposeídos de sus bienes y tan perseguidos, tienen que refugiarse en la Alta Nubia.

 
La barca de Pedro, para que pueda avanzar con seguridad, necesita numerosas tareas escondidas que, junto con otras más visibles, contribuyen al desarrollo regular de la navegación. Ahí se nos recuerda (9) que «El tiempo de la actividad misional discurre entre la primera y la segunda venida del Señor, en que la Iglesia, como la mies, será recogida de los cuatro vientos en el Reino de Dios». Por tanto, es ahora mismo cuando nos toca, a cada uno de nosotros, y cada cual en la medida de sus posibilidades, en su vida ordinaria, el hacer ese apostolado básico y transmisor de la Palabra de Dios. Sin embargo, no vaya a creerse que esto es labor, sólo, de la Iglesia en cuanto institución sino que la Esposa de Cristo, formada por todos los hijos de Dios, piedras vivas de la misma, ha de encontrar respuesta en todos esos mismos hijos. Así se nos recuerda, para aquellos que entiendan que su función en la Iglesia es de mero asistente sacramental, que «Los laicos cooperan a la obra de evangelización de la Iglesia y participan de su misión salvífica a la vez como testigos y como instrumentos vivos, sobre todo si, llamados por Dios, son destinados por los Obispos a esta obra» (41): Decreto Ad Gentes (Sobre la actividad misionera de la Iglesia) firmado por Pablo VI el 7 de diciembre de 1965 en el marco del Concilio Vaticano II.

 
EGIPTO - Ramsés II, faraón de la XIX dinastía del Imperio Nuevo (1539-1075 antes de Cristo), construyó dos templos en Abu Simbel, uno grande para los dioses Ra y Amón y otro pequeño para su esposa, la reina Nefertari.
El Templo del Sol, como también se conoce al de Ra y Amún, está construido de manera que los rayos solares iluminan la cara de la estatua de Ramsés II tan sólo dos veces al año: una el 22 de octubre, para conmemorar su acceso al trono, y otra el 22 de febrero, con motivo de su cumpleaños.
 
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San Máximo, monje, doctor y confesor (580 †13.VIII.662)
 
Hoy quisiera presentar la figura de uno de los grandes padres de la Iglesia de Oriente del período tardío. Se trata de un monje, san Máximo, al que la tradición cristiana le ha atribuido el título de "confesor" por la intrépida valentía con la que supo testimoniar --"confesar"--, incluso con el sufrimiento, la integridad de su fe en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, salvador del mundo.
Máximo nació en Palestina, la tierra del Señor, en torno al año 580. Desde que era pequeño se orientó hacia la vida monástica y al estudio de las Escrituras, en parte a través de las obras de Orígenes, el gran maestro que ya en el siglo III había estructurado la tradición exegética alejandrina.
De Jerusalén se trasladó a Constantinopla y de allí, a causa de las invasiones bárbaras, se refugió en África, donde se distinguió por su gran valentía en la defensa de la ortodoxia. Máximo no aceptaba el que se redujera la humanidad de Cristo. Había nacido la teoría, según la cual, Cristo sólo tendrá una voluntad, la divina. Para defender la unicidad de su persona, muchos negaban el que tuviera una auténtica voluntad humana. Y, a simple vista, podría parecer algo bueno el que Cristo tuviera una sola voluntad. Pero san Máximo comprendió inmediatamente que esto habría acabado con el misterio de la salvación, pues una humanidad sin voluntad, un hombre sin voluntad, no es un verdadero hombre, es un hombre amputado. Por tanto, el hombre Jesucristo no habría sido un verdadero hombre, no habría vivido el drama de ser humano, que consiste precisamente en la dificultad para conformar nuestra voluntad con la verdad del ser.
De este modo, san Máximo afirma con gran decisión: la Sagrada Escritura no nos muestra a un hombre amputado, sin voluntad, sino a un verdadero hombre, completo: Dios, en Jesucristo, realmente asumió la totalidad del ser humano --obviamente excepto en el pecado--, por tanto, también una voluntad humana. Dicho así, parecería claro: Cristo, ¿es o no es hombre? Si es hombre, tiene también voluntad. Pero entonces surge el problema: de este modo, ¿no se cae en una especie de dualismo? ¿No se acaba presentando dos personalidades completas: razón, voluntad, sentimiento? ¿Cómo superar el dualismo, conservar la plenitud del ser humano y defender la unidad de la persona de Cristo, que no era esquizofrénico? San Máximo demuestra que el hombre encuentra su unidad, su integración, la totalidad en sí mismo, pero superándose a sí mismo, saliendo de sí mismo. De este modo, en Cristo, al salir de sí mismo, el hombre se encuentra a sí mismo en Dios, en el Hijo de Dios.
No hay que amputar al hombre para explicar la encarnación; basta comprender el dinamismo del ser humano que sólo se realiza saliendo de sí mismo; sólo en Dios nos encontramos a nosotros mismos, nuestra totalidad y plenitud. De este modo, se puede ver que el hombre que se encierra en sí mismo no está completo; por el contrario, el hombre que se abre, que sale de sí mismo, logra la plenitud y se encuentra a sí mismo en el Hijo de Dios, encuentra su verdadera humanidad.
Para san Máximo esta visión no es una especulación filosófica; la ve realizada en la vida concreta de Jesús, sobre todo en el drama de Getsemaní. En este drama de la agonía de Jesús, en la angustia de la muerte, de la oposición entre la voluntad humana de no morir y la voluntad divina, que se ofrece a la muerte, se realiza todo el drama humano, el drama de nuestra redención. San Máximo nos dice, y sabemos que es verdad: Adán (y Adán somos nosotros) pensaba que el "no" era la cumbre de la libertad. Sólo quien puede decir "no" sería realmente libre; para realizar realmente su libertad el hombre debería decir "no" a Dios; sólo así cree que es él mismo, que ha llegado al culmen de la libertad. La naturaleza humana de Cristo también llevaba en sí esta tendencia, pero la superó pues Jesús comprendió que el "no" no es lo máximo de la libertad humana. Lo máximo de la libertad es el "sí", la conformidad con la voluntad de Dios. Sólo en el "sí" el hombre llega a ser realmente él mismo; sólo en la gran apertura del "sí", en la unificación de su voluntad con la divina, el hombre llega a estar inmensamente abierto, llega a ser "divino". Ser como Dios era el deseo de Adán, es decir, ser completamente libre. Pero no es divino, no es completamente libre el hombre que se encierra en sí mismo; lo es si sale de sí, en el "sí" llega a ser libre; este es el drama de Getsemaní: que no se haga mi voluntad, sino la tuya. Transfiriendo la voluntad humana en la voluntad divina nace el verdadero hombre, así somos redimidos. En pocas palabras, este era el punto principal que quería comunicar san Máximo y vemos que está en juego todo el ser humano; está en juego toda nuestra vida.
San Máximo ya tenía problemas en África cuando defendía esta visión del hombre y de Dios; después fue llamado a Roma. En el año 649 participó en el Concilio Lateranense, convocado por el Papa Martín I, en defensa de la voluntad de Cristo, contra el edicto del emperador, que por el bien de la paz --pro bono pacis-- prohibía discutir sobre esta cuestión. El papa Martín tuvo que pagar un caro precio por su valentía: si bien estaba enfermo, fue arrestado y llevado a Constantinopla. Procesado y condenado a muerte, se le conmutó la pena en el exilio definitivo de Crimea, donde falleció el 16 de septiembre del año 655, tras dos largos años de humillaciones y tormentos.
Poco tiempo después, en el año 662, le tocó el turno a Máximo, quien también se opuso al emperador al repetir: "¡Es imposible afirmar en Cristo una sola voluntad!" (Cf. PG 91, cc. 268-269). De este modo, junto a dos discípulos --ambos se llamaban Anastasio--, Máximo fue sometido a un extenuante proceso, a pesar de que ya había superado los ochenta años. El tribunal del emperador le condenó, con la acusación de herejía, a la cruel mutilación de la lengua y de la mano derecha, los dos órganos de expresión, la palabra y los escritos, con los que Máximo había combatido la doctrina errada de la voluntad única de Cristo. Por último, el santo monje, mutilado, fue exiliado en la Cólquida, en el Mar Negro, donde murió, agotado por los sufrimientos, a los 82 años, el 13 de agosto del mismo año 662.
Hablando de la vida de Máximo, hemos mencionado su obra literaria en defensa de la ortodoxia. En particular, nos referimos a la Disputa con Pirro, antiguo patriarca de Constantinopla: en ella, logró persuadir de sus errores al adversario. Con mucha honestidad, de hecho, Pirro concluía así la Disputa: "Pido perdón de parte mía y de parte de quienes me han precedido: por ignorancia hemos llegado a estos pensamientos y argumentaciones absurdos; y pido que ese encuentre la manera de cancelar estas absurdidades, salvando la memoria de aquellos que han errado" (PG 91, c. 352).
Nos han llegado, además, algunas decenas de obras importantes, entre las que destaca la Mistagogia, uno de los escritos más significativos de san Máximo, que recoge su pensamiento teológico con una síntesis bien estructurada.
El pensamiento de Máximo nunca es sólo teológico, especulativo, replegado en sí mismo, pues siempre tiene como punto de llegada la realidad concreta del mundo y de la salvación. En el contexto en que tuvo que sufrir, no podía evadirse en afirmaciones filosóficas meramente teóricas; tenía que buscar el sentido de la vida, preguntándose: ¿quién soy? ¿Qué es el mundo? Al hombre, creado a su imagen y semejanza, Dios le ha confiado la misión de unificar el cosmos. Y como Cristo ha unificado en sí mismo al ser humano, en el hombre el Creador ha unificado al cosmos. Nos ha mostrado cómo unificar en la comunión de Cristo el cosmos y de este modo llegar realmente a un mundo redimido. A esta poderosa visión salvífica se refiere uno de los teólogos más grandes del siglo XX, Hans Urs von Balthasar, quien --"relanzando" la figura de Máximo-- define su pensamiento con la incisiva expresión de Kosmische Liturgie, "liturgia cósmica". En el centro de esta solemne "liturgia" siempre está Jesucristo, único salvador del mundo. La eficacia de su acción salvadora, que ha unificado definitivamente el cosmos, está garantizada por el hecho de que Él, a pesar de ser Dios en todo, también es íntegramente hombre, incluyendo la "energía" y la voluntad del hombre.
La vida y el pensamiento de Máximo quedan poderosamente iluminados por una inmensa valentía para testimoniar la realidad íntegra de Cristo, sin reduccionismos ni compromisos. De este modo presenta lo que es realmente el hombre, cómo debemos vivir para responder a nuestra vocación. Tenemos que vivir unidos a Cristo para quedar de este modo unidos a nosotros mismos y al cosmos, dando al mismo cosmos y a la humanidad su justa forma.
El "sí" universal de Cristo nos muestra claramente cómo dar el valor adecuado a todos los demás valores. Pensemos en valores hoy justamente defendidos como la tolerancia, la libertad, el diálogo. Peo una tolerancia que dejara de saber distinguir el bien del mal sería caótica y autodestructiva. Del mismo modo, una libertad que no respetase la de los demás y no hallase la medida común de nuestras libertades sería anárquica y destruiría la autoridad. El diálogo que no sabe sobre qué dialogar se convierte en una palabrería vacía.
Todos estos valores son grandes y fundamentales, pero pueden ser verdaderos únicamente si tienen un punto de referencia que les une y les confiere la verdadera autenticidad. Este punto de referencia es la síntesis entre Dios y el cosmos, es la figura de Cristo en la que aprendemos la verdad sobre nosotros mismos, así como el lugar de todos los demás valores, para descubrir su significado auténtico. Jesucristo es el punto de referencia que ilumina todos los demás valores. Este el el punto de llegada del testimonio de este gran confesor. De este modo, al final, Cristo nos indica que el cosmos debe ser liturgia, gloria de Dios y que la adoración es el inicio de la verdadera transformación, de la verdadera renovación del mundo.
Por este motivo, quisiera concluir con un pasaje fundamental de las obras de san Máximo: "Adoramos a un solo Hijo, junto con el Padre y el Espíritu Santo, como era antes de los tiempos, ahora y por todos los tiempos, y por los tiempos después de los tiempos. ¡Amén!" (PG 91, c. 269). Benedicto PP. XVI. Obispo de Roma 2008-VI-25
 
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 El Monacato primitivo
 
7. Las mujeres que profesaban virginidad, las cuales tendían ya desde antes a una vida común, apartada lo más posible del trato con los hombres, así por el amor a la soledad como por defenderse contra los gravísimos peligros que les amenazaban de todos lados en la corrompida sociedad romana, muy pronto imitaron la vida cenobítica, y se refugiaron a ella casi todas, favoreciendo a esto las circunstancias, y dejando generalmente para solos los varones el género de vida solitaria.
8. La Iglesia recomendaba en general a las Vírgenes la vida común, tomada en sentido lato; pero por mucho tiempo no quiso imponer estrictamente la vida monástica, ni aun a las Vírgenes consagradas, a quienes dejó que continuasen libres en el mundo, pero rodeadas siempre del honor y del respeto conveniente. Cada vez, sin embargo, eran más raras y escasas las Vírgenes que litúrgicamente consagradas viviesen en sus propias casas, o con vida común más libre; y finalmente en muchos lugares quedaron extinguidas de derecho, y en todas partes de hecho; y aún más, no fueron restablecidas de nuevo, y últimamente hasta fueron prohibidas.
9. Así las cosas, la Iglesia encauzó su maternal solicitud hacia aquellas Vírgenes, sobre todo, que eligiendo la mejor parte, daban un adiós al mundo, y abrazaban en los monasterios la perfección cristiana total, agregando a la profesión de virginidad la pobreza estricta y la obediencia plena. La Iglesia, con sabia providencia, defendió en el orden exterior esta profesión cenobítica de las Vírgenes con leyes de clausura cada vez más severas. Y en cuanto al orden interno, de tal manera ordenó su género de vida, que casi insensiblemente fue delineando, en forma clara y perspicua, en sus leyes y en la ascética religiosa, el tipo de Monja o de Religiosa dedicada totalmente a la vida contemplativa, bajo una rígida disciplina regular.
10. Y después que en los comienzos de la Edad Media desapareció completamente la forma de vivir que tenían las Vírgenes consagradas permaneciendo en el mundo, estas Monjas, multiplicadas sobremanera en número, fervor y variedad, fueron consideradas como las únicas herederas totales de las Vírgenes antiguas, y como sus legítimas sucesoras; y no sólo herederas y sucesoras, sino también fieles procuradoras y juiciosas promovedoras del patrimonio recibido, de modo que habiendo sido enriquecidas con cinco talentos, ganaron otros cinco más. Los monumentos litúrgicos, los documentos canónicos y los testimonios históricos de toda clase, ya escritos, ya esculpidos o pintados, comprueban y vindican este origen y dignidad de las Monjas, y sus méritos y su santidad.
 
Las Monjas en la Edad Media
11. Durante muchos siglos, hasta fines de la Edad Media, fueron las Monjas, como consta claramente de las Decretales y de todo el Cuerpo de derecho canónico, las únicas entre las mujeres, quienes a una con los Monjes y Canónigos, representaban el estado de perfección que ya había sido recibido en forma solemne y reconocido plenamente, para que así apareciese más su carácter público.
12. Vencidas entonces no pocas y pequeñas dificultades, lograron también ser considerados como verdaderos religiosos y regulares, a un tiempo con los Monjes y Canónigos regulares, primeramente todos los Hermanos o Frailes, que llevaban distintos nombres, tales como Mendicantes, Hospitalarios, Redentores; y, pasados unos tres siglos más, también los Clérigos llamados regulares. Por lo que hace a las Monjas, todas ellas, tanto las que se habían adherido al antiguo monaquismo, o vida canonical, como las que se organizaron como Segundas Ordenes de los Frailes mendicantes, en lo que al derecho canónico se refiere, profesaban un tipo único de constitución, antiguo y noble, y abrazaban un mismo modelo de vida religiosa.
13. Y así, hasta que en los Siglos XVI y XVII aparecieron las Congregaciones de Mujeres, se consideraba que sólo las Monjas profesaban legítimamente la vida religiosa, de hecho y de derecho. Aun más, después de toleradas, y después de admitidas también, en el decurso del tiempo las Congregaciones, primero de hecho y después por cierta especie de derecho administrativo, todavía sólo las Monjas eran reconocidas como Religiosas y Regulares en sentido estricto, hasta la promulgación del Código de Derecho Canónico.
14. Si ahora alguien quisiese volver el ánimo a las interioridades de la vida monástica, ¿cómo le será posible enumerar y ponderar los tesoros de perfección religiosa encerrados en los Monasterios? ¿Quién podrá describir las flores y los frutos de santidad que han producido estos huertos cerrados de Cristo y de la Iglesia; quién la eficacia de sus plegarias; quién las riquezas de su consagración; quién, en una palabra, los bienes de todo género con que las Monjas, desplegando todas sus fuerzas, cuidaron de adornar a su Madre la Iglesia, y de sostenerla y fortalecerla?
15. Este tipo rígido y definido de Monjas, esculpido en las páginas de las leyes canónicas y de la ascética, fue recibido sin dificultad, y en sus rasgos principales con fidelidad, por innumerables Órdenes, Monasterios y Conventos que existieron siempre en la Iglesia, y por muchos siglos fue también retenido con tenacidad. De esta fidelidad general y de esta constancia nació precisamente la unidad que resistió fuertemente a cualesquiera innovaciones, con más fuerza que en los otros Institutos Regulares o Religiosos de ambos sexos. No se puede dudar que esto, dentro de ciertos justos límites, se ha de computar a las primeras como un mérito.
16. Pero esta unidad de las Monjas, que hemos alabado, no impidió que, tanto en lo referente a la ascética, como a la disciplina interna, ya desde antiguo se admitiesen ciertas figuras y variedades, con las que Dios, admirable en sus Santos, enriqueció y adornó a su Esposa la Iglesia. Las cuales variedades de Monjas parecen haber nacido de las mismas que son propias de las Ordenes y Religiones de varones, a las cuales fueron en cierto modo agregadas las Ordenes de las Monjas. Realmente casi todos los monjes, Canónigos regulares y, sobre todo, los Mendicantes, procuraban establecer segundas Ordenes, las que conservaban, es cierto, el tipo común de Monjas, pero eran tenidas como diversas lo mismo que las Primeras Ordenes. Por semejante manera, más recientemente, muchas Órdenes de Clérigos regulares, y no pocas Congregaciones de varones, han fundado Órdenes de Monjas correspondientes a su propio Instituto.
17. Estas variedades de Monjas que hemos indicado son dignas de ser tomadas muy en cuenta, ya atendamos a la historia del Instituto, ya a las mismas mudanzas internas del mismo. Ellas, en efecto, comunicaron al Instituto un como nuevo vigor de santidad, quedando, claro está, incólume la forma general de vida contemplativa, y firmes las principales normas y principios de la disciplina usual.
 
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La Iglesia de Etiopía, de origen apostólico, es decir, Iglesia fundada por un apóstol, es la más anciana de las Iglesias de África. Según la tradición, ella habría sido fundada por San Matías, el discípulo que después de la Ascensión del Señor a los cielos, reemplaza Judas en el seno del colegio apostólico.
Después ella entretiene estrechos lazos con la Iglesia de Alejandría. El Egipto cae en manos de los mahometanos desde el 640 (después de Cristo), y los cristianos de Etiopía se encuentran físicamente aislados de la comunión eclesial y de las corrientes cristianas durante casi mil años.
Por tanto, en el 1520, cuando el misionario y explorador portugués don Francisco Álvares descubría la Etiopía, quedó extraordinariamente sorprendido al descubrir un país extremamente cristiano; un país que había sabido guardar intacto el depósito de la fe cristiana, más aún, un  país que se había enriquecido con los aportes de la cultura original local, creando Iglesias excavadas en las montañas (hoy clasificadas como patrimonio mundial de la humanidad) y generando un tesoro litúrgico y literario abundante.
 
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Los escritores de Alejandría y Egipto: Arrio, Alejandro de Alejandría, Atanasio, Serapión de de Thmuis, Dídimo el Ciego, Teófilo de Alejandría, Sinesio de Cirene, Nonno de Panópolis, Cirilo de Alejandría, Apéndice: Dos papiros litúrgicos de Egipto
 
Los fundadores del monaquismo egipcio: San Antonio, Ammonas, Pacomio, Orsiesio, Teodoro, Macario, el Egipcio, Macario el Alejandrino, Evagrio Póntico, Paladio, Isidoro de Pelusio, Shenute de Atripe, Los «Apophthegona Patrum»
 
Los escritores de Asia Menor : Eusebio de Nicomedia, Teognites de Nicea, Asterio el Sofista, Marcelo de Ancira, Busilio de Ancira, Los Padres Capadocios, Basilio el Grande, Gregorio de Nacianzao, Gregorio de Nisa, Anfiloquio de Iconio, Asterio de Amasea.
 
Los escritores de Antioquía y Siria: Eustacio de Antioquía, Aecio de Antioquía, Eunomio de Cícico, Eusebio de Cesarea, Acacio de Cesarea, Gelasio de Cesarea, Euzoio de Cesarea, Eusebio de Emesa, Nemesio de Emesa, Cristianismo y maniqueísmo, Hegemonio, Tito de Bostra, Cirilo de Jerusalén, Apolinar de Laodicea, Epifanio de Salamis, Diodoro de Tarso, Teodoro de Mopsuestia, Policronio de Apamea, San Juan Crisóstomo, Acacio de Berea, Antíoco de Ptolemaida, Severiano de Gábala, Macario de Magnesia, Hesiquio de Jerusalén, Nilo de Ancira, Marco el Ermitaño, Diadoco de Fótice, Nestorio, Euterio de Tiana, Proclo de Constantinopla, Genadio de Constantinopla, Basilio de Seleucia Historiadores eclesiásticos de Constantinopla, Felipe de Sido, Filostorgio, Sócrates, Sozomeno, Teodoreto de Ciro.
 
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PADRES Y EL MONACATO
 
«Venga a nosotros tu Reino» (Mt 6,10)
Monjes  Situación de la Iglesia en el mundo


En el período que ahora estudiamos, que va del Edicto de Milán (313) a la muerte de San Benito (557), cesadas las persecuciones, van a plantearse cuestiones nuevas sobre la relación de los cristianos con el mundo. No del todo nuevas, pues, como dije, ya en los primeros siglos se alternaban tiempos de persecución y de paz. En la persecución, hay mártires y hay lapsi, pero predomina el temple heroico en los cristianos. En la paz, los fieles bajan la guardia fácilmente, y no pocos comienzan a acomodarse en el mundo lo mejor que pueden, olvidando así la primacía del Reino, y dándosela a las añadiduras temporales.  

En el año 251, por ejemplo, cuando después de un período de relativa tranquilidad Decio decreta duras medidas contra los cristianos, San Cipriano considera la nueva persecución como una amarga medicina necesitada por la Iglesia para sanar de su lamentable mundanización: «El Señor ha querido probar a su familia, y ya que la paz prolongada había relajado la disciplina moral recibida de nuestros mayores, la justicia de Dios ha querido levantar de nuevo nuestra fe, que yacía, por decirlo así, postrada y adormecida» (De lapsis 5 y 6). 

Ahora, hacia el 300, estamos ya, sin embargo, al fin de las persecuciones. Los cristianos son cada vez más numerosos, aunque aún minoría, en todo el Imperio; pero en algunas regiones, como en Armenia (295), llega a declararse el cristianismo religión oficial. Todavía, sin embargo, en el 303 se desencadena la persecución de Diocleciano, una de las más terribles sufridas por la Iglesia primera. Pero en el 312, en la batalla de Ponte Milvio, se produce la conversión del emperador romano Constantino (280-337), que en el Edicto de Milán, asegura definitivamente la libertad de la Iglesia. Los obispos reciben honor de senadores, el clero cristiano hereda los privilegios de los sacerdotes paganos, las iglesias y grandes basílicas se multiplican, la Cruz viene a ser el signo fundamental del Imperio, se legisla en favor de la familia y la moralidad pública, se proscribe la crucifixión (315), se moderan las luchas de gladiadores y ciertos castigos a los esclavos, comienza a celebrarse civilmente el domingo (321).
 
 

El mundo secular, en fin, va cambiando notablemente a lo largo de todo el siglo IV; aunque no sin resistencias, pues el paganismo tiene todavía mucha fuerza en las mentalidades y costumbres, y también en personas de prestigio. El cristianismo es ya, en todo caso, la fuerza principal inspiradora de la vida imperial, y los cristianos desempeñan las autoridades públicas más importantes. Ser cristiano ahora es en el mundo más una ventaja que un peligro. Y los paganos, ante la nueva situación, afluyen en masa a la Iglesia, algunos por oportunismo, pero muchos por sincera apertura al nuevo espíritu que lo va animando todo. Se celebran importantes Concilios regionales, y también ecuménicos (Niceno I, 325, Constantinopolitano I, 381, Efesino, 431), y se organiza mejor la liturgia y la catequesis. 

Y con todo ello... el descenso espiritual del pueblo cristiano, en su conjunto, es indudable.Va quedando ya poco del heroismo generalizado de los tiempos martiriales. El árbol de la Iglesia ha crecido más y más, pero sin las podas periódicas de las persecuciones, que aseguraban antes su purificación, y sobre todo sin la lucha espiritual extrema, que antes ocasionaba su fortalecimiento. Son muchos los discípulos de Cristo que se acomodan al mundo, procurando disfrutar de él con fervor de mundanos neófitos, conversos a la mundanidad: buscan riquezas, prestigios y poderes, procuran poseer lo más posible, y tratan de conciliar el espíritu del mundo -el de siempre: la triple concupiscencia que lo invade todo (1Jn 2,16)- con su vocación cristiana.  

El diagnóstico de San Jerónimo (347-420) es claro: «Después de convertidos los emperadores, la Iglesia ha crecido en poder y riquezas, pero ha disminuido en virtud» (Vita Malchi 1).
 
 
 
 Él mismo, rechazado en Roma por su rigor ascético, de donde hubo de marcharse, describe con pena la nueva situación que va estableciéndose. Con ironía describe, por ejemplo, el tipo de clero que se va imponiendo, que más parece «desposado que clérigo». En efecto, «madruga más que el sol, e inmediatamente traza el orden de sus visitas, y tan importuno como viejo, se introduce casi hasta la misma alcoba de quienes todavía no han despertado. Poco amigo de la castidad y menos amigo de los ayunos, por el solo olor conoce y aprueba los manjares. Su lenguaje es inculto y procaz. Dondequiera que vayas, es el primero con quien te encuentras. Cada hora del día cambia de caballos, usándolos tan lucidos y briosos que parece ser hermano carnal del rey de Tracia»... ¿Y qué se ha hecho de la virgen cristiana, antes orante y penitente? Ahora, dice con atrevimiento: «¿Por qué voy a abstenerme de los alimentos que ha creado Dios precisamente para nuestro uso?... Y si ven a otra virgen pálida y macilenta por los ayunos, la tratan de infeliz y maniquea, censurando el ayuno como herejía. Éstas son las que cruzan las calles con ostentación exagerada... Llevan en su túnica una estrecha franja de púrpura, dejan flojas las cintas de sus cabellos para que floten éstos al aire, usan suelto el velo, que revolotea sobre sus hombros... En esto consiste toda su virginidad» (Ep.22 ad Eustoquium). Por lo demás, si ésta es la actitud nueva que va generalizándose en clérigos y vírgenes, ¿cuál será la situación espiritual del pueblo cristiano? Estamos, pues, en un tiempo de grave crisis para los discípulos de Cristo, ocasionada por una amplia e inesperada apertura favorable del mundo. De todos modos, aunque es real ahora esta tendencia a una reconciliación paganizante con el mundo, no olvidemos que en muchas familias y comunidades cristianas perdura la fibra espiritual heroica forjada en tres siglos de persecuciones.
 Los monjes y San Juan Crisóstomo
 
 


Nacimiento del monacato
 En este siglo IV, precisamente, es cuando muchos cristianos, solos o en grupos, se van exiliando del mundo, para iniciar la vida monástica. Y ésta es la gran paradoja: los mejores cristianos permanecieron en el mundo mientras duraron las persecuciones, y no se les ocurrió entonces fugarse a los montes o desiertos; y ahora, cuando cesan las persecuciones, al iniciarse un aflojamiento generalizado de la vida cristiana, es cuando, aquí y allá, aquellos que tienden con más fuerza a la perfección, dejándolo todo, descondicionándose del mundo, se van al desierto a seguir a Cristo...
 Aquellas palabras de Cristo, «si quieres ser perfecto, déjalo todo y sígueme», resuenan ahora con un sentido nuevo en el corazón de los cristianos más ávidos de santidad. Y así los monjes, como Cristo, son «llevados por el Espíritu al desierto» (+Lc 4,1): Antonio (250-356), Pacomio (+346), Basilio (329-379), Juan Crisóstomo (354-407), miles de hombres, verdaderas muchedumbres, lo dejan todo, para seguir al Señor: abandonan las ciudades cristiano-paganas, y salen a lugares solitarios en busca de la perfecta vida evangélica. 

Al comienzo del siglo IV, por ejemplo, según calcula L. Hertling, hay en Egipto unos 100.000 monjes y 200.000 monjas. Si tenemos en cuenta que la capital, Alejandría, tiene por entonces 250.000 habitantes (igual que Antioquía; Roma, 500.000; Cartago, 100.000), esas cifras nos hacen pensar que una gran parte del pueblo cristiano egipcio vivía el Evangelio en forma monástica. También en la Edad Media e incluso en la Moderna, como veremos, una parte muy notable del pueblo cristiano «deja el mundo» para realizar el cristianismo en forma monástica o religiosa. Son, por supuesto, los siglos en que la Iglesia tiene mayor fuerza para marcar el mundo secular con el pensamiento y los mandatos de Cristo, Salvador del mundo.  

San Juan Crisóstomo
 
 

Entre las figuras más notables del siglo IV se encuentra, sin duda, San Juan Crisóstomo (349-407), verdadero maestro de perfección cristiana (Tratados ascéticos, BAC 169,1958; Louis Meyer, Saint Jean Chrisostome, maitre de perfection chrétienne; Alejandro Vicuña, Crisóstomo). En las páginas que siguen voy a prestar especial atención a su enseñanza por muchas razones:  

Es el Padre de la época que, con San Agustín, dejó una obra literaria más amplia y apreciada. Fue monje y fue después Obispo, lo que le ayudó a conocer las posibilidades de la perfección fuera del mundo y en el mundo. Vivió una época, como la actual, de reconciliación de los cristianos con el mundo, es decir, de graves y nuevas tentaciones de paganización. Nos muestra una primera respuesta de la fe a temas espirituales muy importantes, sobre los cuales la Iglesia irá teniendo una doctrina cada vez más clara y precisa. Quiso, pues, Dios que, cesadas las persecuciones, este santo Doctor de la Iglesia, Patriarca de Constantinopla, fuera uno de los primeros exploradores de la espiritualidad de los laicos, de los monjes y de los sacerdotes en tiempos de paz. 

La mundanización de la vida cristiana 

La situación espiritual del pueblo cristiano le parece al Crisóstomo realmente alarmante; más aún, inaceptable. Él, que se fija mucho en la educación que reciben niños y jóvenes, hace de ella hace una descripción muy dura en su obra de juventud Contra los impugnadores de la vida monástica. Así está el mundo, y así está el pueblo cristiano que vive en el mundo, viene a decir. ¿Y todavía protestáis que los monjes salgan del mundo? 

Los hijos son, desde niños, profundamente escandalizados por sus propios padres. Unas veces porque simplemente no los educan, ignorando que «el descuido de los hijos es pecado que sobrepasa todo pecado y toca la cúspide misma de la maldad» (Contra impugnadores III,3). «¿Tú le has leído [a tu hijo] las leyes que nos tiene dadas Cristo? ¿O ignoras tú mismo qué quiera decir todo eso? ¿Cómo podrá, pues, el hijo cumplir aquellas cosas, cuyas leyes ignora el padre que debiera enseñárselas?» (III,5). Otras veces porque, de palabra y de obra, los padres educan a sus hijos en un anti-Evangelio, cuando ellos mismos comienzan por estar absortos en los bienes del mundo visible. ¿Qué educación cristiana van a dar a sus hijos? «No puede hallarse otro origen del extravío de los hijos sino ese loco afán por las cosas terrenas. El no mirar sino a ellas, el no querer que nada se estime por encima de ellas obliga a descuidar tanto la propia alma como la de los hijos» (III,4).  

La mala formación de los hijos «ojalá consistiera sólo en que no les deis un consejo para el bien, pues no sería tan grave como el que ahora cometéis empujándolos al mal... Desde el principio no cantáis a vuestros hijos otra cantilena que ésa, no otra cosa les enseñáis sino lo que ha de ser causa de todos sus males, pues les infundís los dos más tiránicos amores: el amor al dinero, y el otro, más inicuo todavía, el amor de la gloria vacía y vana... ¿Quién será, pues, tan insensato que no desespere de la salvación de un joven así educado?... ¿Crees tú que tu hijo, en plena juventud, metido en medio de Egipto o, por mejor decir, en medio del campo de batalla del diablo, sin oír de nadie un buen consejo, viendo más bien cómo todos lo empujan a lo contrario, y más que nadie los mismos que lo engendraron y lo crían; crees tú, repito, que podrá escapar a los lazos del diablo?» (III,5-6)... Parece «como si todo vuestro empeño consistiera en perder adrede a vuestros hijos, mandándoles hacer todo aquello que de todo punto imposibilita su salvación»... «Sabéis cubrir el vicio con bonitos nombres, y llamáis urbanidad a la asistencia continua a hipódromos y teatros, libertad a la riqueza, magnanimidad a la ambición de gloria, franqueza a la arrogancia, amor a la disolución y valentía a la iniquidad. Luego, como si este engaño no fuera bastante, también a la virtud la bautizáis con nombres contrarios, llamando rusticidad a la templanza, cobardía a la modestia, falta de hombría a la justicia; la humildad es para vosotros servilismo, y la paciencia debilidad... Y lo más grave es que no sólo de palabra, sino de obra, sobre todo, dirigís esa exhortación a vuestros hijos, construyendo casas espléndidas, comprando campos costosísimos y rodeándolos de todo otro aparato de lujo, con todo lo cual tendéis como una espesa nube que ensombrece sus almas» (III,7).  

«Ya resulta poco menos que inocente la fornicación... Se tiene a gala y se toma a risa. Los que guardan castidad son tenidos por locos... Pues bien, los padres de los hijos así ultrajados soportan todo en silencio y no se hunden con sus hijos bajo tierra, ni buscan remedio alguno para tamaños males. A la verdad, si para arrancar a los hijos de esta pestilencia fuera menester marchar más allá de las fronteras o atravesar el mar o habitar en las islas o abordar a tierra inaccesible o salirse de nuestro mundo habitado ¿no valdría la pena hacerlo y sufrirlo todo, a trueque de evitar tanta abominación?... En conclusión: ¿habrá todavía quien ose afirmar que es posible salvarse en medio de tantos males?» (III,8). 

Y todavía se obstinan: «tú te afirmas en que es posible llegar a toda la perfección de la virtud aun en medio del tráfago de las cosas. Si eso no me lo dices en broma, sino realmente en serio, no tardes en enseñarme esta nueva y maravillosa doctrina, pues tampoco yo quiero tomarme sin razón [en el desierto] tantas molestias y abstenerme tontamente de tantas cosas» (III,7). ¿Para qué dejarlo todo, y seguir a Cristo, buscando la perfección, si ésta puede hallarse sin dejar nada? Y aún otro se atreve a una objeción aún más falsa: «¿Y qué necesidad, me dices, tienen mis hijos de llegar a una perfección de vida?... Esto, esto precisamente, te respondo yo, es lo que ha perdido todo: que cosa tan necesaria [como la perfección] sea mirada como algo supérfluo y accesorio. Si uno ve a su hijo enfermo corporalmente, no se le ocurrirá decir: ¿Qué necesidad tiene mi hijo de una salud limpia y perfecta?... Y después de hablar así, aún se atreven a llamarse padres» (III,9).  

Los defensores primeros del monacato, como puede suponerse, a veces quizá exageran en sus escritos el estado negativo del pueblo cristiano común, para fortalecer así sus argumentos. Y a veces yerran, al menos en el sentido literal de sus palabras, cuando, por ejemplo, dicen que la virtud perfecta en la ciudad no es posible. San Juan Crisóstomo, concretamente, en sus primeros escritos, cuando era monje, siguió más o menos esta tesis (Paralelo entre el Rey y el Monje, Tratado de la virginidad, No repetir bodas, A una viuda joven, A Teodoro caído, Contra los impugnadores de la vida monástica). Pero ya de Obispo, como veremos, se corrige a sí mismo en esta importantísima cuestión.  

En todo caso, esté el mundo más o menos mal, el planteamiento que los monjes se hacen es muy simple, y desde luego anterior a toda teologización del tema. Fundados tanto en la palabra de Cristo y los apóstoles, como en su propia experiencia, ellos afirman 1.-que el mundo es muy malo, 2.-que es difícil resistir, al menos completamente, su fascinación, sobre todo en situaciones de paz y prosperidad; y 3.-que para ser perfecto es, pues, aconsejable «dejarlo todo», familia y posesiones, oficios y negocios, y «seguir a Cristo». De todo ello están seguros por el Evangelio y por la experiencia. 

Motivación negativa del monacato
 
 

«Déjalo todo». Los monjes buscan la perfección evangélica mediante el abandono del mundo secular, y en eso no hacen sino seguir confiadamente el consejo de Cristo: «Véndelo todo, si quieres ser perfecto, y dalo a los pobres. Rompe, sin miedo, las trabas de la vida secular, y así, libre de todo, podrás seguirme en todo». El monacato, pues, en cuanto seguimiento de Cristo con dejación de todo (mujer, hogar, hijos, profesiones y bienes temporales), tiene antecedentes en la misma vida de Cristo y de los Apóstoles, y también en el modo de vida de asceti y de virgines. Por tanto, siempre ha tenido en la Iglesia, desde su inicio, suma estimación y prestigio.  

Parece indudable, sin embargo, que la vida monástica surge históricamente como reacción a un cierto relajamiento del pueblo cristiano, al cesar las persecuciones. Eso explica que, en un primer momento, el monacato halla una oposición bastante considerable, y comprensible, incluso en los ambientes cristianos fervorosos. Lo que dio lugar a escritos, hoy para nosotros muy valiosos, en los que se alegaban los motivos de la separación monástica del mundo.  

-En el Oriente cristiano, San Juan Crisóstomo, Contra los impugnadores de la vida monástica, nos da un reflejo de las objeciones y defensas producidas ante el monacato naciente: «¿Pues qué? -me dirá alguno-, ¿los que se quedan en sus casas no pueden practicar esas virtudes, cuya falta acarrea tan graves castigos? También yo quisiera [responde] y no menos, sino mucho más que vosotros, y muchas veces he hecho votos por que desapareciera la necesidad de los monasterios. ¡Ojalá fuera tanta la disciplina de las ciudades que nadie tuviera jamás necesidad de buscar refugio en el desierto! Pero como todo anda cabeza abajo, y las ciudades en que se establecen tribunales y leyes están llenas de iniquidad e injusticia, y el desierto produce copiosos frutos de sabiduría, no es justo que culpéis a quienes tratan de sacar de entre esta tormenta y confusión a quienes desean salvarse, y los conducen al puerto de calma, sino a quienes han convertido las ciudades en parajes tan intransitables y tan nada propicios a la sabiduría, que fuerzan a quien quiera salvarse a huir a los desiertos. Y si no, dime: Si uno tomara a media noche una tea y pegara fuego a una gran casa poblada de mucha gente con intención de abrasar a los que duermen dentro, ¿quién diríamos que es el malvado: el que despertó a los que dormían y les hizo salir de aquella casa o el que empezó por pegar fuego y puso en semejante trance a los de la casa y al que los sacó de ella? Y si, viendo uno una ciudad bajo la tiranía o atacada de peste o en plena sedición, persuadiera a quienes pudiera de entre sus habitantes a escapar a las cimas de los montes y, después de persuadirlos, les ayudara también en su retirada ¿a quién habría que culpar: al que saca a los hombres de esta deshecha tormenta en que andan revueltos o al que fue causa de estos naufragios?» (I,7). 

-En el Occidente cristiano, un texto de San Jerónimo, por esos mismos años, nos refleja un modo semejante de considerar la cuestión: «Ved qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos». Este salmo se acomoda perfectamente a cenobios y monasterios. También puede entenderse de las comunidades eclesiales, pero no se ve en ellas, a causa de la diversidad de designios, concordia tan grande. ¿Qué fraternidad existe en ellas? Uno se apresura a ir a su casa, otro al circo, otro está pensando en usuras hallándose aún en la iglesia. En el monasterio, por el contrario, como existe un solo propósito, hay también una sola alma... Dejamos a un hermano, y ¡ved cuántos hemos hallado! Mi hermano seglar -y lo que digo de mí, lo digo de cada uno- no me ama tanto a mí como a mis bienes. Pero los hermanos espirituales, que dejan sus propias posesiones, no ambicionan las ajenas. Es lo que leemos en los Hechos de los Apóstoles: "la muchedumbre de los que habían creído tenía un corazón y un alma sola". Y se dice que "todo lo tenían en común". Con razón lo tenían todo en común, pues en común poseían a Cristo» (Tractatus in Ps. 132,1). 

Motivación positiva del monacato 

«Y sígueme», es decir, imítame. Pasar del mundo al desierto es para los monjes pasar de la mentira a la verdad, del caos al orden, del cristianismo falseado o altamente dificultado a un Evangelio de Cristo verdadero y accesible. Los mismos ejercicios comunes de vida cristiana, que en el mundo apenas con graves dificultades pueden cumplirse, en la vida monástica se ven grandemente facilitados y estimulados -oración y meditación de las Escrituras, sacramentos, ayunos y limosnas, obras de caridad, comunicación de bienes materiales, apartamiento de las ocasiones próximas de pecar-. Con toda facilidad y seguridad los monjes viven, pues, aquello que a todos parece imposible y utópico: la feliz koinonía que vivieron los cristianos primeros de la Iglesia en Jerusalén, fieles a la enseñanza de Cristo y de los Apóstoles. 

«Ellos -sigue diciendo el Crisóstomo- han elegido un género de vida que conviene al cielo y en nada es inferior al de los ángeles... Desterradas están entre ellos las palabras tuyo y mío, que todo lo trastornan y confunden, y todo lo tienen en común. ¿Y qué hay en esto de maravilloso, cuando entre ellos el alma es también la misma y una sola en todos?... Todo está perfectamente ordenado como por regla y escuadra. No hay allí desorden alguno. Todo es orden, ritmo y armonía, concordia perfecta, y motivo constante de alegría. Por eso todos lo hacen y sufren todo para que todos vivan alegres y contentos. Y es así que sólo entre los monjes se puede ver esa pura alegría que no se da en ninguna otra parte... Siendo así la cosas, ¿cómo afirmar que va a perderse todo si todos imitamos a hombres de este temple? Ahora sí que está todo perdido y corrompido, por culpa de quienes tan lejos están de ejercitarse en este género de vida» (Contra impugnadores III,11). 

Valores evangélicos, valores monásticos 

Por otra parte, las diversas motivaciones positivas de la vida monástica se van haciendo cada vez más conscientes y plenas, y los escritos de la época reflejan cada vez mejor la razón de ser profunda de los monjes dentro del misterio de la Iglesia. No haremos aquí sino destacar algunos de estos valores espirituales, que se hallan bien estudiados en los autores modernos (+Esteban Goutagny, El Camino real del Desierto; García Colombás, El monacato primitivo; Alejandro Masoliver, Historia del monacato cristiano).  

-El Evangelio, la Palabra divina. Los monjes viven de toda Palabra salida de la boca de Dios: éste es su alimento, su pan de cada día. La ruminatio de la Palabra divina, la lectio divina, leída o escuchada -muchos son analfabetos-, es la forma vital de los monjes, lo que ocupa su mente y corazón.  

No es fácil, sin embargo, para el cristiano de hoy imaginar la actitud espiritual con que aquellos hombres del desierto se acercaban a la Escritura sagrada. Los monjes, como tierra buena, tratan de acoger la semilla de la Palabra en su corazón no como lo que habría que hacer, sino como lo que hay que hacer, con un literalismo entusiasta, con una confiada obstinación, con una ingenua audacia. «Ellos, dice el Crisóstomo, se alimentan de una comida excelente, de las palabras de Dios, superiores al panal de miel, miel maravillosa y mucho mejor que la que comía Juan Bautista en el desierto. Esta miel, en efecto, está preparada por la gracia del Espíritu, que la infunde en las almas de los santos» (Hom. 68 in Matth. 4-5).  

-Laus perennis. La cosa es muy simple. El Señor dijo «orad sin cesar», y los monjes tratan de «orar sin cesar». He aquí un ejemplo de la exégesis monástica. Ellos, pues, quieren ser, para la gloria de Dios y para la salvación del mundo, llamas que no se apagan nunca, que siempre están ardiendo.  

De San Arsenio se cuenta en los Apotegmas que la tarde del sábado «volvía la espalda al sol y tendía sus manos al cielo en oración hasta que el sol iluminara de nuevo su rostro. Entonces se sentaba» (Arsenio 28). Los monjes quieren suplicar por el mundo y dar gracias al Padre «siempre y en todo lugar». 

-Martirio. «El monacato no es otra cosa en la Iglesia sino el martirio que reaparece bajo una forma nueva exigida por el cambio de las circunstancias» (Bouyer, El sentido 97). En efecto, ya San Antonio abad se retira del mundo a la soledad «para ser allí mártir todos los días» (Vita 47). La conversión monástica -así lo entienden todos, como San Jerónimo-, es un «quotidianum martyrium», que como el martirio sangriento, conduce con toda seguridad al Reino celeste. 

-Expiación sacerdotal en favor de los hombres. Muy pronto los monjes tienen conciencia de ser «corderos de Dios», por cuya inmolación, en Cristo, se quita el pecado del mundo. «Es del todo evidente que gracias a ellos el mundo se sostiene, y que por causa de ellos el género humano subsiste y mantiene su valor a los ojos de Dios» (Historia de los monjes de Egipto, pról.9). Aquello que la Carta a Diogneto, en la época martirial, decía de todos los cristianos -que son alma del mundo, manteniéndolo trabado e impidiendo su ruina-, ahora se restringe más bien a los monjes. Es muy significativo. Ellos son el alma del mundo y también del pueblo cristiano.   
Eusebio de Cesarea (+339), por ejemplo, veía a los ascetas como «aquellos que, por el bien de todo el género humano, se han consagrado a Dios, que está por encima de todo...; por lo mismo que ellos se mantienen en la sana doctrina, la verdadera piedad, la pureza de alma, las palabras y obras conformes a la virtud, agradan a la Divinidad y cumplen una función sacerdotal para su propio bien y el de todos» (Demonstratio evangelica I,8).
 




El monacato y la koinonía primitiva


Vita apostolica, realización plena de la comunidad apostólica de Jerusalén, perfecta koinonía, comunión de espíritus y comunicación de bienes: ésta era la pretensión fundamental de quienes, separándose del mundo, buscaban la perfección evangélica en el monacato.  

En la antigua literatura monástica, los textos de la koinonía apostólica, según los Hechos, son muy frecuentemente aludidos como ideal supremo de la vida monástica. El solitario San Antonio (+356) reconoce el ideal comunitario iniciado en los cenobios por San Pacomio (+346) como el renacimiento de «la vida apostólica» (Vies coptes 269; +323). En efecto, la Regla pacomiana pretende reproducir la comunidad primera apostólica, «la santa koinonía, preestablecida por nuestros padres, los santos apóstoles» (ib. 186; +3). Igual empeño se aprecia en las Reglas de San Basilio. Y en este sentido, el constantinopolitano Sócrates (+hacia 439), por ejemplo, nos habla de «la vida apostólica» de los padres del desierto (Historia ecclesiastica 4,23).  

San Agustín (354-430) pretende igualmente que, ya que el pueblo cristiano ha relajado en gran parte su vida, acomodándola a los usos del mundo, al menos en las comunidades monásticas se viva, como un reproche y como un estímulo para todos, el ideal perfecto de la vita apostolica, tal como la describe San Lucas en los Hechos 

«Hay, en efecto, algunos perfectos que viven en comunidad, y digo algunos porque no a todos los cristianos se refiere esta bendición, sino sólo a unos pocos que deben hacer sentir sus buenos efectos a todos los demás». Dice el santo Obispo de Hipona que los ciento veinte del Cenáculo en Pentecostés y los quinientos que menciona San Pablo «fueron los primeros que vivieron en comunidad, pues vendieron todos sus bienes y entregaron el importe a los apóstoles, y se daba a cada uno según su necesidad, y nadie poseía cosa alguna como propia, sino que todo era de todos. Además, todos tenían una sola alma y un solo corazón orientados hacia Dios». Y «no se limitó a ellos este amor y unión fraterna, sino que se propagó a los posteriores el mismo entusiasmo de vivir la caridad y el mismo anhelo de consagrarse a Dios». Fueron perseguidos, y si no fuera por los mártires, «no tendríamos hoy los monasterios». Y ahora, «cosa buena es querer vivir en compañía de los que han elegido una vida retirada, lejos del mundanal barullo, fuera del alboroto de las muchedumbres, a salvo de las tormentas del siglo; los que tal hicieron, ya viven como en el puerto», aunque también allá llegan, atenuados, los oleajes del mundo (In Ps. 99,10-12).  

También Casiano (360-435) describe el cenobitismo que florecía en Egipto como una continuación de la admirable koinonía cristiana que se vivía en Jerusalén bajo la guía de los Apóstoles. Cuando los gentiles, dice, al terminarse las persecuciones, invadieron la Iglesia, bajó considerablemente el nivel espiritual entre los fieles, pero esta mundanización, o al menos esta tibieza en la profesión evangélica, no fue aceptada por todos.  

En efecto, «aquéllos en quienes se mantenía vivo el fervor de los apóstoles, acordándose de aquella perfección primera, abandonaron las ciudades y el consorcio de los que creían lícita para sí y para la Iglesia de Dios una vida más relajada. Estableciéndose en los alrededores de las ciudades y en lugares apartados, se pusieron a practicar privadamente y por su propia cuenta las instituciones que habían sido establecidas por los apóstoles para toda la Iglesia. De esta suerte se formó la observancia peculiar de los discípulos que se habían separado del trato de los demás. Poco a poco, con el fluir del tiempo, se estableció una categoría separada de los demás fieles. Como se abstenían del matrimonio y de la compañía de sus padres y del estilo de vida que se lleva en el mundo, en razón de esta vida singular y solitaria fueron llamados monjes. Y como se agrupaban en comunidades, se les llamó cenobitas, y sus celdas y moradas se llamaron cenobios. Este fue el único género de monjes en los tiempos más antiguos, el primero en cuanto a la cronología y a la gracia, y se conservó inviolable durante muchos años, hasta la época de los abades Pablo y Antonio [250-356]. Sus vestigos perduran aún hoy día en los cenobios bien reglados» (Colaciones 18,5). 

Estas consideraciones, aunque no siempre ajustadas a la verdad histórica, expresan una convicción generalizada acerca de que la vocación a la santidad incluye también a los laicos, y que éstos así lo entienden en los tiempos apostólicos. Y también manifiestan un convencimiento, igualmente generalizado, de que la comunidad apostólica de Jerusalén es tenida como un ideal que, con la gracia de Cristo, de verdad es realizable y debe ser procurado.
 

Lo mejor y lo peor 

En todo caso, también a los monasterios llegan, aunque atenuados, los oleajes del mundo. Y también persisten allí los ataques del demonio y de la carne. Ya desde el principio se entiendió, pues, que una cosa es llevar camino de perfección y otra ser perfecto. Ha de saberse muy bien que la vida monástica no asegura la vida perfecta, si no se vive con fidelidad.  

En este sentido, dice San Agustín,«confieso con toda la sinceridad de mi alma... que no he encontrado gente mejor que la que vive fervorosamente en los monasterios, pero tampoco he encontrado gente peor que la que ha prevaricado en la casa del Señor» (In Ps. 75,16). Corruptio optimi pessima.
 



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San Pablo de Tebas + 342 - Egipto
«Dilexit Ecclesiam» ‘amó a la Iglesia Católica



San Pablo es venerado por la Iglesia como modelo de la vida solitaria, por ser el primer ermitaño o anacoreta de quien habla la historia. Nació en la Tebaida, hacia el año 228. Sus padres le dieron una esmerada educación en las ciencias humanas, pero él cada día progresaba más en las divinas. Quedó huérfano muy joven, heredero de los bienes paternos, de los que muy pronto se desprendió totalmente para siempre.

Ante la persecución contra los cristianos decretada por el emperador Decio, huyó al desierto. En principio su idea era estar allí sólo hasta que amainase la persecución. Pero empezó a tomarle gusto al silencio del desierto, a la oración sin estorbos. Perdió el miedo a las fieras que al principio le asustaban. Y se quedó en el desierto, para no salir nunca más. Una pléyade de anacoretas le seguirían, y "el desierto se cubrió de flores".

Se adentró más y más en aquellas soledades. Encontró una cueva como destinada para él por la divina Providencia, y determinó sepultarse en ella para todos los días de su vida, sin otra ocupación que contemplar las verdades eternas y gastar en oración los días y las noches.

Había a la entrada de la cueva una palmera que con sus hojas y dátiles le daba para cubrirse y alimentarse. Más tarde cuenta la tradición que, la divina Providencia, que alimenta las aves del cielo y viste los lirios del campo, dispuso que un cuervo, como al santo profeta Elías, le trajese cada día medio pan, prodigio que duró hasta el día de su muerte.

Tenía Pablo 113 años y llevaba ya 90 en el desierto. Entonces San Antonio, que tenía 90 años y vivía en otro desierto - la región de la Tebaida estaba llena de anacoretas y cenobita - tuvo el deseo de saber si habría algún otro anacoreta que viviese por aquellos agrestes parajes. Se sintió inspirado por Dios y desafiando las fieras que, según San Jerónimo, le salían al paso, caminó sin parar hasta dar con la cueva de Pablo. Así vencería la tentación de vanagloria al creer que no había en todo el desierto otro más antiguo y santo que él.

Una escena entrañable tuvo lugar entonces. Se abrazaron con ternura los dos ancianos, se saludaron por sus nombres, y pasaron muchas horas en oración y en santas conversaciones. En esto vieron llegar al cuervo con un pan entero en el pico. Admirado Pablo, dijo: Alabado sea Dios. Hace 60 años que este cuervo me trae medio pan cada día, pero hoy Jesucristo, en tu honor, ha doblado la ración. Demos gracias a Dios por su bondad.

Pablo anunció a Antonio - sigue la leyenda dorada - que estaba muy próxima su muerte, y le pidió que le trajese el manto de San Atanasio. Cuando Antonio volvía con el manto, vio subir al cielo el alma de Pablo, llena de esplendor. Llegó a la cueva, lo amortajó con el manto y, con la ayuda de dos leones que abrieron la sepultura, lo enterró. Era el año 342. Antonio se quedó con la túnica de Pablo, que luego vestía en las solemnidades.

San Jerónimo termina su relato comparando a los que tienen fortunas fabulosas con la vida del más perfecto solitario de todos los tiempos. Vosotros, les dice, lo tenéis todo, él no tenía nada. Pero el cielo se le ha abierto a este pobre, a vosotros, en cambio, se os va a abrir el infierno. Por mi parte, prefiero la túnica de Pablo a la púrpura de los reyes.
Velásquez inmortalizó con su pincel la figura de Pablo el Tebano.
 
 

VELÁZQUEZ - Sts Paul the Hermit and Anthony Abbot
c. 1642
Oil on canvas, 257 x 188 cm
Museo del Prado, Madrid

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oremos


A San Pablo de Tebas

Concédenos, Señor todopoderoso, que el ejemplo de San Pablo de Tebas nos estimule à una vida más perfecta y que cuantos celebramos su fiesta sepamos también imitar sus ejemplos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.-
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Del contexto de época:
 
Santos Fileromo y Fileas
«Dilexit Ecclesiam» ‘amaron a la Iglesia Católica

 
SANTOS FILOROMO Y FILEAS, Mártires - Fileas pertenecía a una de las familias más nobles y más antiguas del bajo Egipto. Era originario de Thmuis, ocupó altos cargos, desempeñó funciones públicas y poseía amplios conocimientos filosóficos. Probablemente se convirtió al cristianismo a la edad madura, siendo luego elegido obispo de su ciudad natal. Paralelamente, Filoromo ocupaba un alto puesto administrativo en Alejandría, y también él se convirtió al cristianismo tardíamente. Ambos fueron hechos prisioneros al mismo tiempo y sin duda estuvieron en la mazmorra los últimos meses del año 306.
En este lapso, Fileas dirigió una carta a los fieles de su diócesis exhortándolos a seguir firme en la fe a Cristo aún después de su inminente muerte. Posteriormente, los dos mártires fueron interrogados por Culciano, prefecto de Egipto y al mantenerse firmes a su adhesión a Jesús, fueron condenados a ser decapitados.
Murieron el 18 de mayo del año 307.
 
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Origenes del Monacato cristiano
 
  1. Introduccion
  2. Antecedentes y origenes delmonacato cristiano
  3. El cenobitismo
  4. Principios fundamentales de la reforma del cenobitismo
  5. Fundadores del monaquismo cristiano
  6. Cronologia del Monacato primitivo
  7. Referencias
  8. Conclusion
INTRODUCCIóN
El monacato aparece como una clase dentro del cristianismo solo a fines del siglo III. Antes era solo un grupo de hombres dedicados a la vida solitaria, elección hecha por voluntad propia. El monje ( palabra del griego monos, que quiere decir solo o solitario)era el hombre que vivía apartado de los demás.
El surgimiento del Monacato Cristiano es sin duda alguna una cuestión disputada, ya que el motivo que originó su aparición no está claramente establecido. Ante esto es preferible dar a conocer todas las hipótesis para así tener una visión de conjunto sobre el posible móvil que dio origen al surgimiento del monacato cristiano:
1. Fundamentación Bíblica: Mateo 19:29 " Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredara vida eterna".
2. El movimiento monástico surge como una incompatibilidad entre el cristianismo y el mundo, como protesta ante el relajamiento de la vida cristiana.
3. Se atribuye el inicio del movimiento monástico a los cristianos que se refugiaron en los montes y desiertos durante las persecuciones.
4. La vida monástica surge como sucedáneo del martirio. Se cambia el martirio físico por un martirio general contenido en la forma de vida monástica, practicando la abstinencia y el ayuno.
5. Otras razones más bien alejadas de lo cristiano serian: liberarse de la servidumbre, de las deudas, etc.
Ante esto lo más razonable es no dar una sola causa todo el peso que implica el origen del monacato cristiano ya que lo más probable es que sea producto de muchas razones. Sin embargo si hubiese que atribuir el origen del monacato a una razón más específica e imperecedera, esta razón seria el ansia de seguir a Cristo.
 
CAPITULO PRIMERO
ANTECEDENTES Y ORÍGENES DEL MONACATO CRISTIANO
 
1. ORÍGENES DEL MONACATO CRISTIANO
El monacato surge principalmente en las dos ultimas décadas del siglo III y lo hace a raíz de que algunos cristianos se desligan de su vida cotidiana, es decir de su familia, de sus pertenencias, etc. Y se retiran a la soledad para llevar una vida de austeridad voluntaria. Austeridad que se refiere a lo económico, alimentario, vestimenta, castidad, etc. En fin, normas impuestas por ellos mismos con el objetivo de seguir el ejemplo de Cristo.
Por lo tanto el monacato cristiano representa un paso en la evolución de la vida perfecta.
La vida monástica (en su forma inicial) aparece en varias de las mas importantes religiones del mundo civilizado, lo que nos demuestra que es una reacción humana y normal ante las aspiraciones morales y espirituales, ya que fue la enseñanza de Jesús la que dio forma a esas aspiraciones, engendrando así la existencia del monacato.
  1. " Históricamente, la vida monástica y las actividades próximas y dependientes de ella en la Iglesia cristiana, se presenta desde principios del siglo IV hasta nuestros días como un impulso vocacional de aquellos que desean dedicarse enteramente a una comprensión mas profunda y una observación mas completa de los mandamientos y consejos de Cristo de las que se exigen a los que profesan simplemente la religión cristiana. Este concepto de la vida cristiana vivida en diferentes intensidades, es decir, por grupos o clases reconocidos, aunque nacida de la experiencia en otros aspectos de la vida humana, ha sido y es aún materia de discusión."
Es por tanto necesario hacer hincapié en que los orígenes del monacato cristiano no obedecen a una sola causa, sin embargo el primitivo monacato identifica en gran medida la imitación de Cristo encarnada en la idea del martirio.
El antiguo monje cree que con la imitación de Cristo puede cumplir de mejor manera algunos de los imperativos del Evangelio como son la genuina aspiración a la perfección y el verdadero amor a Dios. Siendo así resulta claro ver que el monaquismo cristiano en sus orígenes se entendía a sí mismo como la realización de ideales cristianos de perfección y representa un paso importante en la evolución de la vida perfecta que se practicaba en la iglesia.
Cuando en las dos décadas finales del siglo III algunos cristianos de Egipto y de Siria Oriental se desligaron de sus anteriores formas de vida en común en la familia y en la comunidad cristiana y se retiraron a la soledad, lejos del contacto con los hombres, para llevar una vida de voluntaria pobreza y de continencia sexual, quedo dado el primer paso que, desbordando el temprano ascetismo cristiano, había de conducir al monacato propiamente dicho.
Por otra parte hay que comprender que desde el principio de la vida cristiana, las comunidades mostraban su respeto por los que elegían la virginidad y la castidad. Esta opción se basaba en el ejemplo y en la enseñanza de Jesús :
Mateo 19: 21-30. " Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme.
Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenia muchas posesiones.
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.
Sus discípulos, oyendo esto, se asombraron en gran manera, diciendo: ¿ Quién, pues, podrá ser salvo?
Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible.
Entonces respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos?
Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que habéis seguido también os sentareis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.
Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces mas, y heredará la vida eterna.
Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros."
Jesús exhorta a sus seguidores a dejarlo todo, a llevar una vida pura.
Para el siglo II y III, los testimonios son cada vez más numerosos sobre hombres y mujeres que escogen el camino del ascetismo y de la castidad. A la motivación cristiana de dejarlo todo por el reino de los cielos habría que añadir a los que escogen la castidad por disgusto ante la inmoralidad del ambiente; para las mujeres, la virginidad podía ser una manera de liberarse de la sujeción social que era el matrimonio.
Hay que tener presente que el monacato no se puede separar de la vida social, lo esencial es tener noción de las reales razones que movieron a gran numero de personas a practicar algunas formas de ascetismo para satisfacer sus aspiraciones religiosas a partir del año 270 aproximadamente.
Con la paz de la Iglesia, desaparece el martirio. El ser cristiano no conlleva ningún riesgo y muchos empiezan a relajarse. Es así como algunos hombres desean llevar una vida cristiana más fervorosa y alejada de las preocupaciones del mundo. Y se van al desierto, es el origen del monaquismo.
 
EGIPTO: CUNA DEL MONACATO CRISTIANO
 
Casi no hay duda acerca del momento y el lugar de aparición del monacato en Oriente. El lugar fue el bajo Egipto y el momento a finales del siglo III; específicamente la Iglesia egipcia del año 271.
  1. "En Egipto aparecieron las primeras grandes de figuras de monjes, universalmente admitidas y propuestas como modelo. En Egipto se especificaron relativamente pronto las principales formas de vida monástica –el anacoretismo y, sobre todo, el cenobitismo- , con perfiles nítidos, perfectamente determinados. Por su numero, sus proezas ascéticas, su discreción, su doctrina y sus virtudes, los monjes de Egipto alcanzaron pronto gran celebridad: se escribe sobre ellos; se emprenden largas y penosas peregrinaciones para visitarlos; se recogen avaramente sus dichos y hechos. A fines del siglo IV es Egipto el país clásico del monacato, el paraíso de los monjes."
Por consiguiente se podría decir que el monacato es una autentica creación del Egipto cristiano. Ahí mantuvo con mayor rigor su total separación del mundo y casi no intervino en el curso de la historia, salvo en controversias doctrinales, pero en lo que se refiere a la vida política o económica el monacato no tuvo influencia.
Pero ¿ por qué surgió el monacato precisamente en Egipto?
·                                 El clima y el terreno, en el sentido del desierto y la soledad son favorables. Por otra parte hay que tener presente que en Egipto permanecía una cultura milenaria, esto hace que los cristianos aburridos de esa cultura huyan del mundo.
Pero si queremos dar una razón más positiva ésta tendría que estar enmarcada en el ámbito de la creencia o expectativa del mas allá, esta actitud espiritual y religiosa básica, de la que tantas generaciones se habría nutrido, era altamente apropiada para albergar y hacer fructificar las vocaciones cristianas.
En pocos decenios, regiones del alto Egipto muy alejadas de los grandes asentamientos humanos ( llamadas mas tarde la Tebaida por referencia a su centro geográfico, Tebas) y la zona del desierto de Nitria al sudoeste de Alejandría, se vieron pobladas por numerosos hombres que construían chozas o alojaban en cuevas, demostrando así que el desierto de Egipto era el ambiente propicio para el inicial desarrollo del monacato cristiano.
  1. Por otra parte la situación económica y política contribuyó de cierta manera al éxito del monacato en Egipto. Pero la vida monástica en el desierto es demasiado dura para que resulte soportable a hombres sin fe. Lo que realmente explica este éxito es el misticismo ardiente y el modo heroico de soportar el sufrimiento." Resulta natural que en un pueblo cristiano de tales características floreciera exuberante la vida religiosa. El monacato fue en Egipto no sólo un fruto de la sabia y helenista Alejandría, sino del sencillo y ardiente pueblo copto. Fueron estas gentes rústicas, sin educación, las creadoras de las formas monásticas mas probadas, los que proporcionaron a la Iglesia el paraíso de los monjes que fue Egipto a lo largo de los siglos IV y V."
Es así como Egipto a partir del siglo III se va transformando en la cuna del monacato no, las condiciones naturales son propicias, los hombres buscan la soledad.
Egipto y su desierto logran entregar lo que los hombres anhelan.
2. VARIEDAD DE FORMAS DEL MONACATO
Seria imposible representar la vida monástica en Egipto como un todo homogéneo. Surge sin duda alguna como una manera de seguir a Cristo, pero esa manera no es uniforme.
El monacato cristiano en Oriente se dará de diversas formas:
 
EL ASCETISMO PRIMITIVO
Este ascetismo esta caracterizado por la exagerada austeridad que se imponían los cristianos, tanto hombres como mujeres. Estos ascetas no se alejaban de su comunidad, sino por el contrario, permanecían en medio del mundo, con sus familias y participaban en la vida común de la sociedad. Solo a fines del siglo III los ascetas empezaron a retirarse al desierto.
Es importante tener en cuenta que la espiritualidad de este grupo esta enmarcada en el valor que ocupa la persona de Cristo. Jesús no es para estos hombres un ideal abstracto, ya que la estrecha unión con El y su presencia entre ellos las permitirá perseverar en la humildad, en la perfecta pureza; con la ayuda de Jesús rechazarán todo el mal que se encuentre en este mundo.
Los ascetas practicaron austeridades que conducían a la más alta mortificación, el ayuno estaba establecido para los días miércoles y viernes, pero muchos ascetas aumentaron dichos ayunos y agregaron otros tipos de abstinencias. La oración tenia una especial preponderancia en las Vigilias; estas tenían lugar cada semana en la noche del sábado al domingo. Estas vigilias estaban compuestas de lecturas bíblicas, homilías, salmos y oraciones. Ascetas y vírgenes, siguiendo la costumbre Judía se hacían el deber de orar en la mañana, al mediodía y por la tarde. Habitualmente oraban de rodillas, salvo en Pascua que lo hacían de pie como signo de gozo por la resurrección del Señor.
Hay que recordar que durante los tres primeros siglos las persecuciones fueron casi permanentes y esto hacia que la vida cristiana fuera dura y penosa, por lo cual debían fortalecer la "paciencia". Paciencia en el sentido etimológico de la palabra es la capacidad de padecer, patior, los males y sufrimientos de esta vida, con constancia y resignación, ya que la recompensa será una gloria incomparable. Mediante la paciencia se prueba la fe, el hombre se desprende de los bienes del mundo y se es capaz de soportar las injurias; la paciencia mitiga el dolor de las penas y apaga el deseo de venganza, a la vez que da fuerza y coraje.
 

 

LAS COLONIAS DE SOLITARIOS
Contrario a lo que podría creerse, lo normal era que los solitarios vivieran cerca unos de otros ya que la vida en el desierto era penosa y difícil, algo tan elemental como los alimentos no es fácil procurárselos, por lo cual permanecían estos hombres relativamente cerca para así poderse ayudar.
Lo habitual entre este grupo de hombres era reunirse en torno a un hombre que estuviese mas preparado en lo espiritual y así era como se convertían en una hermandad de solitarios, en la que celebraban juntos la Eucaristía. Tal es el origen de las colonias de ermitaños, de las que hubo muchas en Egipto.
  1. " Las mas celebres se encontraban en el norte, no muy lejos de Alejandría. Eran las de Nitria, Escete y las Celdas. En buena parte, eran famosas por ser las más fáciles de visitar y, de hecho, las mas visitadas. Es muy posible e incluso probable que en otras partes del inmenso país hubiera otras colonias eremíticas tan virtuosas y edificantes, de las que nada o casi nada sabemos. Pero es muy cierto también que en las tres colonias mencionadas vivieron anacoretas dignos de todos los elogios, como Ammón, los dos Macarios, Pambo, Pablo el simple, Poimén, Sisoes, Arsenio, Evagrio."
Es interesante ver como la vida de Macario, conocido también como San Macario de Egipto o Macario el viejo fue ejemplo para muchos otros solitarios.
Al poco tiempo de retirarse e iniciar su vida de solitario, sus virtudes le atrajeron imitadores y fue así como se formo la primera agrupación monástica de Escete, bajo la dirección de Macario. Macario se distinguía por su discreción, sus sermones e instrucciones. El era sacerdote, lo cual no era imprescindible para llevar una vida de solitario, pero esto le valió para tener gran llegada con sus seguidores. Macario organizo la primera colonia de Escete y luego se marcho a unos veinte kilómetros de distancia, en donde murió al poco tiempo. Lo que no impidió que en ese lugar se juntaran muchos solitarios y formaran otra colonia.
Esta forma de monacato estaba basada en la concepción anacorética y constituía una comunidad cooperativa de solitarios.
En el centro de las colonias generalmente se levantaba una iglesia, cuyo sacerdote, anacoreta como los demás, gozaba de cierta autoridad.
Lo más conveniente para los solitarios era agregarse a una de tantas colonias anacoréticas que existían en Egipto, ya que les solucionaba muchos problemas tanto de orden material como espiritual.
 
LAS ERMITAÑAS
Las mujeres no estuvieron ajenas a este tipo de vida. Ellas dejaban la ciudad y su familia para encerrarse en algún sepulcro, recibiendo por una ranura los alimentos necesarios para su subsistencia.
Otras mujeres, asustadas por los peligros del desierto permanecían encerradas en sus casas. De mas esta decir que su ideal era la virginidad, mediante esta y la oración permanente pretendían seguir a Jesús.
 
 
SAN ANTONIO Y EL ANACORETISMO
 
La forma temprana y más concreta del monacato cristiano en Oriente fue realizada por los anacoretas, aquellos cristianos que a partir de la segunda mitad del siglo III, en numero rápidamente creciente, añadieron al ascetismo practicado hasta entonces dentro de la comunidad cristiana la separación permanente de la familia y la comunidad.
También se debe mencionar la existencia de un grado intermedio entren ascetismo y anacoretismo, es decir, el caso de ascetas que se retiran pasajeramente a la soledad, es así como el ascetismo cristiano primitivo condujo a la anacoresis en las cercanías del pueblo natal, pero en el fondo se luchaba por una forma todavía más rigurosa de eremitismo en el desierto egipcio.
Una vez que en algunas zonas se fueron acumulando residencias de ermitaños, fueron surgiendo agrupaciones de anacoretas, uniones algo débiles en la que los solitarios se reunían en torno aun monje de prestigio que fuera su consejero y padre espiritual, aunque sin que le correspondiera tal cargo, este monje asumía el papel de superior o Abad. Estas agrupaciones de anacoretas, que generalmente eran un numero considerable, vivían cada uno en su propia casa o habitación.
-No se puede hablar del anacoretismo sin hablar de Antonio:
Antonio nace al sur de Menfis el año 251 aproximadamente. Perteneciente a una familia cristiana, a los 20 años siente el llamado de Dios: vende todo y su fortuna la reparte entre los pobres. Se pone bajo la dirección de un anciano asceta quien le entrega las "armas" necesarias para llevar una vida según el ejemplo de Jesús.
Antonio en la primera fase de su existencia anacorética, en la que moraba todavía en las cámaras sepulcrales del cementerio próximo a su pueblo natal podemos encontrar rasgos esenciales del monaquismo egipcio: oración, trabajo manual y lectura de las Sagradas Escrituras.
Esto era como lo básico, pero a los monjes de mayor experiencia se les planteaba una cuestión difícil de eludir: la lucha con el demonio. Que era en definitiva una lucha contra los poderes hostiles a Dios, que debe superarse mediante la fe.
Ya que en la terrible soledad del desierto esta el hombre expuesto con mayor rigor al asecho del diablo y es ahí donde se enfrenta a él y da la mejor prueba de su monaquismo.
Luego Antonio se interno en el desierto y vivió durante veinte años en un fuerte abandonado.
(5)" Cuando se decide a salir del largo retiro, la vida eremítica se desarrolla en torno a él. Un gran numero de "monasterios" ( o sea, de celdas, habitada cada una por un solitario) se fundan y él es como su "padre". Realiza curaciones físicas y morales. Y da a sus monjes una enseñanza que consiste sobre todo en saberse guardar del demonio, su táctica y engaños."
Como vemos la lucha contra el demonio es algo permanente en el desierto y pone a prueba la preparación y fe del monje, ya que es un asunto de fe combatir las tentaciones demoníacas.
Antonio murió a los ciento cinco años, el 17 de Enero del 356. Antonio es el padre y modelo de los anacoretas del desierto.
Hay que tener en cuenta que en Egipto el desierto esta al alcance de todos y es lógico que se retiren a él los que quieran separarse de la sociedad, ya que el desierto es la dura realidad que sirve de teatro al ideal monástico, el desierto es el lugar en donde no solo físicamente se junta el cielo con la tierra, es el lugar donde el ser humano se hace ángel o demonio, y además ofrece la "infraestructura" necesaria, como son las sepulturas de la época faraónica, es ahí donde se van los hombres que quieren llevar una vida alejada del mundo.
Estos hombres pertenecían mayoritariamente a las clases bajas de la sociedad egipcia, pocos eran los procedentes de la clase media, y todavía menos los salidos de las capas superiores.
Estos monjes pertenecían a un mundo rudo, ingenuo, talvez un poco inculto. La mayoría no conocía el griego, hablaban, leían y escribían en copto, claro que muchos ni siquiera sabían leer y escribir, por lo tanto no es extraño que estos monjes sintieran desconfianza ante discursos intelectuales, aunque tuvieran una base teológica.
Para ellos su religión, su forma de vida era simple, practica. Ellos daban mayor importancia a la vida cotidiana que a las especulaciones sobre esta, deseaban avanzar en el camino de la perfección mas que analizar estas etapas. Esta era la manera en que pensaban y actuaban la mayoría de los anacoretas egipcios.
Otro aspecto que hay que dejar bien claro al tratar sobre la identidad de los anacoretas es su condición de laicos, el sacerdocio entre ellos era algo poco común ya que significaba abandonar la soledad, su estado monástico. Por lo tanto el sacerdocio no era masivo entre los monjes, por las razones anteriores y porque solo se dedicaban al sacerdocio los monjes mas instruidos.
 
LA VIDA DEL MONJE EN EL DESIERTO
No es una vida de completo reposo, es una lucha, una vigilancia continua contra las agresiones del demonio. Los espíritus del mal están esparcidos por todas partes y son como los seres humanos en el sentido que cada uno tiene su propio carácter y sus intenciones. Además como todo hombre tiene su ángel bueno, debe cuidarse de su ángel malo, el cual está esperando el momento propicio para hacerlo caer.
Por lo tanto el monje, el cual está en el camino de la perfección debe luchar contra los ataques del demonio, el cual se manifiesta en forma de tentaciones.
En la bibliografía se hace mención al llamado "demonio del mediodía", quien representa a la tentación que surge precisamente a esa hora del día, es en el fondo la tentación mas fuerte para los monjes, representada por una ansiedad terrible que hace que el monje reniegue contra su forma de vida.
  1. " Cuando este demonio se apodera del alma infortunada, le inspira horror por su vida, disgusto por su celda, desprecio y desestima de los hermanos que habitan con él o cerca de él, teniéndolos por negligentes y poco espirituales. Lo vuelve flojo y perezoso para todos los trabajos que debe hacer en su celda. No le permite ni permanecer en la celda ni aplicarse ala lectura. El monje se lamenta frecuentemente del poco progreso realizado después de tanto tiempo que habita en ella, de los magros frutos espirituales que puede esperar mientras esté en compañía de tan mediocres hermanos… podría dirigir, servir a otras almas ¡ y no forma a nadie, no consigue beneficiar a nadie con su dirección y su ciencia!.
Alaba a los monasterios que están lejos del suyo. Habla de ellos como de lugares donde el progreso y la salvación son mucho más fáciles de obtener; describe el encanto el provecho espiritual que se siente viviendo con los que los habitan. Por el contrario, todo lo que tiene a mano está lleno de amargura."
En esta cita se ve en forma clara lo que representa el demonio del mediodía, y hace que el monje pierda toda esperanza incluso puede hacer surgir pensamientos pecaminosos en él.
Para estas manifestaciones demoníacas o tentaciones el monje debía estar preparado. Conocer las Sagradas Escrituras y practicar fervorosamente la oración eran formas de combatir estos embates del mal. Pero eso no es tan fácil ya que el camino que ha de recorrer para lograr la perfección, la similitud a Jesús, es muy largo y duro.
Está en las manos del monje procurarse la defensa contra las agresiones demoníacas, el monje con la pureza de corazón que ha ido adquiriendo, con la tranquilidad de espíritu puede ir aplacando las tentaciones.
Otra forma de mantener las tentaciones alejadas son mortificando el cuerpo, la vía más común eran los ayunos excesivos, con los cuales pretendían una prudencia en todo sentido, aunque fuera atentando contra su propia salud.
Así se daba la vida del monje en el desierto durante los primeros siglos del monacato cristiano. Diversas formas de alcanzar la perfección, pero todas encaminadas hacia un único objetivo, que era lograr una vida parecida a la de Jesús.

CAPITULO SEGUNDO
EL CENOBITISMO
PACOMIO: EL HOMBRE Y EL MONJE
 
Hombre de origen pagano, Pacomio, cuyo nacimiento se sitúa en la Tebaida superior hacia el año 292, es sin duda alguna el fundador del monaquismo cristiano, al ser el inaugurador de la vida cenobítica, de la vida común.
Pacomio como es lógico no nace con la idea de crear una institución innovadora, ni con un espíritu cristiano, por el contrario, Pacomio era un egipcio común, reclutado por el ejercito Romano, a quien gracias a este hecho la vida en adelante le seria muy distinta.
(7) " Tenia unos veintitrés años cuando fue alistado a la fuerza en el ejercito imperial. En la ciudad de Tebas, primera etapa del convoy en el que iba, conoció a unos hombres que acudieron a avituallar y consolar a los reclutas que tan de mala gana se veían obligados a servir bajo estandartes extranjeros. Profundamente conmovido por tanta caridad, Pacomio indaga que sus bienhechores son cristianos. Este hermoso ejemplo le inspira una decisión muy generosa: hace voto de consagrarse al servicio de sus semejantes si logra librarse de la milicia. Poco después y contra toda esperanza fue licenciado. No olvido Pacomio su promesa. En Shenesit o Chenoskobion (Kar-es-Sayad en la actualidad), población profundamente cristiana, se hizo instruir y bautizar.
El bautizo e instrucción de Pacomio, como es de suponer no eran suficientes para transformarlo en el Padre del cenobitismo, el camino se había iniciado, pero era un largo y no menos difícil camino.
Años mas tarde, tal vez dos o tres, Pacomio se pone bajo la guía de Palamón, quien dirigía espiritualmente a un grupo de anacoretas, de él recibe las primeras enseñanzas: oración, lectura de las santas Escrituras, trabajo, etc.
Pacomio y Palemon llevaron una vida muy austera, solo comían pan y sal, y otros alimentos ligeros. Su tiempo estaba dedicado a la oración en forma casi exclusiva, llegando a no dormir.
Luego de permanecer siete años con Palamon, Pacomio decide abandonarlo.
(8) "Dotado de una gran intuición y sentido practico, se dio cuenta muy pronto de los peligros y arbitrariedades a que se encontraban expuestos los eremitas. Sintió en su alma una clara inspiración que le arrastraba a dedicarse a ayudar a esos buenos monjes, llenos casi siempre de la mejor voluntad, pero con una inexperiencia y carecía de medios superlativa. Había que trabajar las almas humanas para presentarlas puras a Dios. Esa era su vocación."
Su vocación era servir, ayudar a los demás, y durante los años de estadía con Palamon se dio cuenta que su misión no iba a ser posible en su totalidad.
Así fue como inicio su caminata, la cual finalizaría en Tabennisi, una aldea abandonada, en donde decide construirse una celda para vivir. Aquí iniciaría su primera comunidad.
Aunque él animo de Pacomio fuera elevadísimo, hay que entender que los comienzos de esta vida no le serian tan fáciles, hay que imaginar que el solo hecho de la construcción de una celda era tarea complicada para un solo hombre.
¿ Cómo iniciaría su comunidad Pacomio?. Seria fácil pensar en Pacomio reclutando
gente, tal vez sirviéndose de un discurso cristiano sobre salvación, bondad, los beneficios espirituales de una vida comunitaria u ofreciendo su ayuda para la salvación de las almas. Pero realmente no fue así.
El primero en unirse a Pacomio fue su hermano Juan, con el cual inició la ampliación general del local.
Poco a poco comenzaron a llegar hombres de poblados cercanos para unirse a esta incipiente comunidad. Los primeros en llegar no eran los candidatos adecuados, eran soberbios, insolentes, no acataban las normas de la vida común y Pacomio se vio enfrentado a la decisión de expulsarlos.
Luego del primer intento Pacomio no desiste, recibe nuevos discípulos, pero a estos les exige aparte del bautismo la renuncia total de todos sus bienes, para evitar así cualquier conflicto.
La idea es que todos estén en igualdad de condiciones y los bienes que pudiesen poseer no fueran motivo para problemas dentro de la comunidad. Todo debe ser de todos.
Así Pacomio inicia a tientas su organización. De ahora en adelante se vera enfrentado a todos los problemas que implica una organización, ya que en la vida comunitaria todo deberá ser reglamentado para evitar conflictos y arbitrariedades.
El primer problema fue la mantención de la comunidad. En los inicios fue necesario que los monjes salieran a trabajar fuera del recinto en que vivían para lograr su sustento, Pacomio se limitaba a administrar los salarios para que nada faltara en la comunidad y hacer las tareas propias de aquella vida, de la vida domestica que él debía manejar.
(9) " Pero este sistema – Pacomio no tarda en verlo- es incompatible con el recogimiento y la disciplina. Cuando la afluencia de los monjes aumenta en proporciones insospechadas, la organización resulta prácticamente insostenible, impracticable. Hay que pensar en un nuevo régimen. El Apa comenta las dificultades con los ancianos de la colonia, y se decide a implantar en su organización un sistema autárquico. Tres monjes se comprometen a observar las Reglas que redacte. Y comienza la segunda etapa. Esta nueva estructura es más lograda, mucho más perfecta."
Debido a los problemas e inconvenientes que producía el trabajo de los monjes fuera de la comunidad, Pacomio opta por cambiar el sistema de trabajo y es así como instaura los gremios de trabajo dentro del monasterio o cenobio, equilibrando el trabajo con las horas de oración y lectura divina.
Así por fin Pacomio inicia la reforma del Anacoretismo, tratando de establecer una verdadera comunidad monástica, en que todo esta dividido equitativamente apoyándose en la Regla, la cual ira redactándose poco a poco, según las necesidades que él vea.
En todo esto Pacomio no podía estar solo, la dirección y manutención de este tipo de vida era imposible que estuviese a cargo de un solo hombre, es por tanto que Pacomio se hace asesorar por los hombres mas ancianos de la comunidad, el no pretendía ser un dictador, sino un buen guía para todos sus hermanos.
La experiencia le había enseñado que un grupo de gente llevando una vida común no lo era todo, se necesitaba mas y es por eso que Pacomio comienza a escribir su Regla, con el objeto de ordenar y reglamentar esa vida común.
Pacomio condujo a los hombres que se reunieron en torno a él a una alta perfección, sobre todo dándoles un ejemplo de fervor.
Hacia el año 320 Pacomio dio comienzo al primer gran cenobio o monasterio de vida común.
(10) " Dos rasgos del pacomianismo que fácilmente podían representar un peligro para el propio ideal, llaman ya aquí la arención. En primer lugar lo numeroso de la comunidad, que seguramente comprendía algunos centenares de monjes. esto no podía menos que dificultar o poner en contingencia a la larga el quehacer del abad, que debía ser padre y director espiritual de todos sus monjes. En sugunso lugar, la planificación económica de la gran explotación conventual conducía como por su propio peso a la adquisición de importantes posesiones y finalmente a la riqueza y al poder económico, que acabaría por poner en peligro el ideal de la pobreza."
Pacomio vino a ser el fundador del cenobitismo, no exento de problemas en su organización y dirección no ha dejado dejar de existir desde entonces y seria precisamente el que habría de proporcionar al monaquismo cristiano su profunda influencia religiosa y cultural.
 
EL MONASTERIO PACOMIANO Y LA VIDA DENTRO DE EL
Tabennisi fue el primero, pero no el único monasterio Pacomiano, el grupo de hombres inicial con el tiempo fue creciendo de una manera insospechada, motivo por el cual se vio la necesidad de crear otros monasterios.
(11) "Este tipo de monasterio estaba formado por un vasto recinto, rodeado por un alto muro de clausura. En él estaban diseminadas una serie de casas y cada una de ellas comprendía una veintena de religiosos. Cada religioso tenia su celda. Más tarde, tres monjes compartirían de ordinario la misma celda.
Una iglesia, un refectorio, una cocina, una despensa, un patio o un jardín, una hospedería para los forasteros, completaban la disposición del monasterio."
Esto nos demuestra que el monasterio era un lugar sencillo, con las dependencias necesarias para vivir y atender a los que lo requiriesen en forma cómoda.
Todo el recinto estaba rodeado por un muro de clausura, lo cual no era nada extraordinario para la época ya que la bibliografía hace mención a que todos los poblados estaban rodeados por una valla con una sola puerta, por lo tanto los monasterios (en el contexto del paisaje) no se veían tan distintos de los pueblos, lo que los tornaba un lugar accesible para forasteros y hombres que deseaban iniciar una vida retirada.
Todos los monasterios Pacomianos estaban supeditados a un superior, el cual tenía por misión organizar la vida dentro del monasterio, cada casa de monjes tenia una labor especifica que cumplir dentro del monasterio, por lo cual ninguna actividad quedaba al azar y así se aseguraba el integro funcionamiento de la comunidad
Ejemplo de la jerarquía dentro del monasterio:
·                                 Superior local
·                                 Vicario o Segundo
·                                 Ecónomo local (a cargo de la economía domestica)
·                                 Prepósito o Prefecto (en cada casa y luego un Segundo)
·                                 Nebdomarios (semaneros elegidos por turnos)
Bajo esta jerarquía el monasterio no tendría ningún problema de administración y además desaparecía "la polémica" por la necesidad del trabajo para el monje. Ya que antes de la institución Pacomiana algunos guías espirituales afirmaban que la vida del monje era como la de los ángeles, basada en la oración permanente y el ayuno, alejándose de los problemas terrenales (como lo seria el trabajo).
La función de cada uno de los superiores era definida, su labor esencial era servir, ser servidores de sus hermanos, no imponer disciplina sin amor, ya que la idea del monasterio Pacomiano era la comunión fraterna de todos sus integrantes.
El ingreso al monasterio no significaba grandes pruebas a los postulantes, generalmente eran pocos los hombres rechazados, solo se les pedía la renuncia total al mundo y desear fuertemente la vida comunitaria, no se requería un largo noviciado ni nada parecido, ya que Pacomio tenia por objetivo acercar a los hombres a Dios.
Con esto se demuestra que el ingreso y la vida en la comunidad no presentaba grandes dificultades debido a que Pacomio con su experiencia había planificado y posteriormente reglamentado la vida en la comunidad.
Como se ha expuesto anteriormente, la planificación de la comunidad y sus edificaciones eran sencillas pero funcionales, ya que así se aseguraba el adecuado funcionamiento del monasterio.
(12)" En líneas generales, Pacomio había organizado así su congregación:
  1. Instalaciones.-Cada monasterio estaba cercado de una empalizada. Dentro de ella se levantaba la colonia monástica, "el poblado".
En el centro se construían las grandes dependencias comunes: iglesia, sala de reuniones, cocina, refectorio, hospedería.
Entorno a ellas se veían otras muchas construcciones más pequeñas. Eran las "casas", las habitaciones de los cenobitas.
  1. Comunidad.-Estos se encontraban repartidos en equipos de trabajo. Cada casa correspondía a un gremio diferente: casa de los agricultores, de los tejedores, de los zapateros…
En cada una vivían de 10 a 20 monjes. Cada uno ocupaba su celda. (Cuando la comunidad aumento insospechadamente, cada celda era habitada por tres religiosos). Al frente de cada "casa" había un jefe de equipo –el prepósito- y un "segundo". Cada tres o cuatro "casas" formaban una tribu.
  1. Administración.-En cada "poblado" había un ecónomo que sobre visaba el material y el rendimiento del trabajo.
La "casa" de los barqueros –individuos seleccionados por su fidelidad y virtud- aseguraba las relaciones comerciales, las ventas y compras.
Las compras consistían, sobre todo, en sustancias y hierbas medicinales, y en materias primas para el trabajo.
Como elemento de producción tuvo gran éxito el trenzado de cestas y esteras con juncos del Nilo.
  1. Régimen interno.-Los servicios domésticos- cocina, limpieza, portería, dar las señales para el rezo, transmitir ordenes…- se hacían por turnos. Cada tres semanas una "casa".
  2. Vestido.- El vestido de los monjes consistía en una túnica blanca –el rathou- un cinturón, una piel curtida de cabra y un mantelete con capuchón.
  3. Gobierno.- Al frente de cada "poblado" había un superior, el apa. Y el archimandrita gobernaba toda la congregación. La koinonía. La residencia generalicia estuvo primero en Tabennisi, pero más tarde fue trasladada a Pbow, aunque siguió llamándose: "Koinonía de Tabennisi".
Es así como Pacomio organiza su comunidad, luego de su primer intento ya posee la experiencia necesaria, por eso va creando las dependencias requeridas para vivir y trabajar en forma adecuada, el monje debe ser un verdadero guía y educador para los otros monjes y para los hombres en general.
Debido a esto el primer paso del monje recién ingresado a la comunidad era el bautismo, considerado la puerta de ingreso a la vida monástica, luego vendría la educación, aspecto de suma importancia para la trayectoria del monje en la comunidad. El saber leer era fundamental, ya que el monje se formaba con la meditación de la Biblia. El hombre analfabeto que sé hacia monje era sometido a un largo proceso de aprendizaje, además cada monasterio tenía una biblioteca, donde los monjes mas ancianos se encargaban de instruir a los analfabetos.
La vida diaria del monje Pacomiano se dividía entre la oración, meditación, trabajo y descanso. El sistema instaurado por Pacomio era totalmente factible de efectuar, ya que dejaba de lado todas las mortificaciones innecesarias, comúnmente practicadas por los anacoretas de la época.
En su sistema estaba todo previsto, incluso las comidas, las que según la bibliografía eran por lo menos una al mediodía que consistía en verduras crudas, queso, pescado, higos, dátiles, y otra más escasa en la noche. La comida del mediodía era en el edificio principal y era compartida por todos.
Todos ayunaban dos veces a la semana, los miércoles y los viernes, salvo los más austeros que hacían ayuno voluntario otros días de la semana.
En el monasterio sé tenia especial consideración con los enfermos y con los huéspedes. Para ellos disponían de dependencias especiales para atenderlos, enfermería y hospedería contaba con monjes para atender a quien lo necesitara.
Una característica del monasterio Pacomiano era que los trabajos no eran asignados de manera obligatoria a los monjes recién ingresados, por lo general se les respetaba el oficio que tenían y en eso trabajaban dentro del monasterio.
Luego de conocer las características del monasterio es fácil comprender el porque del gran numero de adeptos.
(13) "Los miembros de la koinonia llegaron a ser una multitud que pesaba enormemente sobre los hombros del Santo. Cierto que las cifras que nos dan los diferentes autores no concuerdan, ni la mayor parte corresponde a los años en que vivía Pacomio. En vida de éste se llegaron a fundar nueve monasterios , uno de los cuales, Pbow, contaba con unos seiscientos monjes hacia 352, es decir, seis años después de la muerte del santo. El mismo documento que nos ofrece la cifra anterior asegura que, para la celebración de la Pascua se reunieron mas de dos mil pacomianos. El imaginativo Paladio afirma que San Pacomio fue archimandrita de tres mil monjes; en otro lugar de la misma obra, calcula era unos siete mil; Casiano nos habla de cinco mil; Sozomeno también de cinco mil, y San Jerónimo nada menos que de cincuenta mil…
Ante tal variedad de cifras, parece que la única conclusión que se pueda sacar es que la Koinonia llego a ser muy numerosa y que ya lo fue en la vida del fundador".
Estos antecedentes, aunque no concuerdan quizás con la realidad numérica de la Koinonia Pacomiana, dan una muestra de lo numerosa que llego a ser esta institución, el original Tabennisi tuvo que crecer y expandirse a otros lugares, ya que eran muchos los interesados en pertenecer a esta comunidad.
Pacomio tal vez no dimensionó cuando decidió convertirse al cristianismo y dedicarse a la vida solitaria la magnitud de las repercusiones de su decisión en la vida de muchos hombres y mujeres.
Así Pacomio sin tener la idea original de crear una institución de tal envergadura, fue el iniciador de una comunidad que quizás se convertiría en la institución madre de muchas otras.
La comunidad de los Pacomianos no consistía solo en la separación del mundo y en la renuncia a los bienes, implicaba máximas mas elevadas: "Todo deben ser una ayuda para ti, tu debes ser de provecho para todos", ahí radicaba la esencia de la Koinonia, una verdadera comunidad de hermanos, por lo cual eran severamente castigadas las faltas contra otros miembros de la comunidad.
La propiedad del monasterio, asunto importante para la mantención de la comunidad, venia a ser "propiedad de Cristo", por lo cual los monjes no disponían libremente del terreno, sino conforme a la obediencia, a las leyes emanadas de un superior, las cuales iban en beneficio de todos.
 
LA REGLA PACOMIANA
La Regla es una compilación de normas, preceptos o leyes que tiene por finalidad reglamentar la vida de la comunidad. La Regla escrita por Pacomio tiene netamente ese objetivo, regular mediante ciertas normas la vida dentro del monasterio, esta idea en Pacomio no surge inmediatamente, sino que poco a poco, ante la visible necesidad de mantener el orden y la buena convivencia.
(14) " Es una regla bien curiosa la de San Pacomio. Su comparación con cualquiera de las reglas monásticas siguientes, el mismo desorden en que se suceden sus preceptos, prueban que nació de la práctica, de la vida. Lejos de haber sido dictado por un ángel, como pretende cierta tradición, representa la acumulación de preceptos emanados de un superior en el decurso de una larga experiencia, y es claro que diferentes secciones representan añadiduras al cuerpo primitivo, como lo prueban, entre otras cosas, las frecuentes repeticiones. Esto hace pensar que tales reglas son una compilación de ordenaciones dadas por varios superiores, esto es, no sólo por San Pacomio, sino también por sus sucesores inmediatos":
Esta regla tiene muchos objetivos, aparte de los ya mencionados también está el terminar con las atrocidades que cometían los anacoretas y cenobitas para lograr una mejor vida o una consagración.
Estos hombres llevaban vidas rigurosas, donde el frecuente y casi permanente ayuno era cotidiano.
Pacomio con su regla pone fin a todo esto, es en cierta manera una renovación de las antiguas costumbres de los monjes. Pacomio en su regla dicta normas para todo, desde la vida cotidiana dentro del monasterio hasta el castigo para los monjes desobedientes.
La regla no era tan austera ya que Pacomio debía evitar todo tipo de exageraciones dentro de su comunidad, pero aunque mantuviera una cierta austeridad, dejaba un margen de libertad a los monjes, por ejemplo en el caso de las comidas, a los mas ancianos se les permitía ayunar en forma mas frecuente. Así la regla va cumpliendo dentro del monasterio una función ordenadora, reguladora y legisladora, para así poder lograr el objetivo de Pacomio, ser una verdadera comunidad de hermanos.
Según Paladio en su obra Historia Lausiaca, la regla fue dictada a Pacomio por un ángel, el cual instruye a Pacomio para que dejara la vida solitaria y se convirtiera en padre de otros monjes.
Esto como es de suponer es parte de la tradición y no de la realidad, ya que la regla debió ser escrita durante el transcurso de los años y a medida que se veían nuevas necesidades de normar y regular la vida común.
La regla fue escrita en Copto, en su versión original. Posteriormente, en la segunda mitad del siglo IV San Jerónimo realizó una traducción al latín, la que sirvió para que la regla de Pacomio perdurara y pudiese servir de guía a reglas posteriores.
Es así como Basilio hace uso de ella para elaborar su propia regla.
Este código se fue componiendo de a poco, los preceptos ahí establecidos se fueron acumulando a lo largo de la experiencia práctica de Pacomio.
La importancia de la regla de Pacomio consiste en haber colocado una base económica y espiritual para la vida común, la cual es sustentada por la obediencia, castidad y pobreza.
 
2. BASILIO Y LA REFORMA DEL CENOBITISMO
La vida religiosa comunitaria en la soledad pasa de Egipto a Palestina y Siria y fue sobre todo Basilio el Grande quien mediante su actividad y sus reglas aseguró su victoria definitiva en Oriente frente al ascetismo libre y personal.
Basilio nació en Cesaréa de Capadocia en el año 329 aproximadamente, recibió una educación profundamente cristiana.
En el año 357 inició un viaje a través de Oriente con la intención de visitar a los mas famosos solitarios y estudiar la vida monástica donde quiera que surgiese.
Al regresar a su patria se instala cerca de Neocesarea frente a Annesi, donde en compañía de algunos ascetas agrupados al rededor de él llevo una vida de mortificación.
Durante esos años comprobó y perfecciono las ideas que se había formado a lo largo de sus viajes de investigación sobre la vida monástica.
Basilio luego de su viaje por Oriente logra un conocimiento sino total, parcial de la situación que viven los monjes o mejor dicho los diversos grupos de monjes.
Al no ser Basilio monje de una determinada agrupación mantiene una cierta imparcialidad ante lo que conoce y estudia, por lo tanto sus reformas tienen el peso natural que implica un estudio serio sobre la forma de vida que están llevando los monjes de Oriente.
(15) "Por otra parte, las organizaciones pacomianas exigian,según él, profundas enmiendas. Cada monasterio contenía un numero excesivo de monjes. Excesiva era también la libertad otorgada a las mortificaciones particulares, lo cual favorecía las proezas vanidosas y complicaba terriblemente el común régimen alimenticio. Los praepositi, colocados entre el superior y los monjes acaparaban una porción muy grande de autoridad. Por último, las sanciones que amenazaban a los monjes culpables - el látigo, régimen a pan y agua...- le parecían demasiado brutales."
Así Basilio, al conocer el funcionamiento de los monasterios pacomianos decide hacer cambios para evitar excesos. Por lo tanto se podría decir que Basilio hace lo mismo que Pacomio en el sentido de reorganizar las instituciones existentes. Para Basilio el monje es un cristiano integro, es el cristiano autentico, el monje según Basilio debe practicar la observancia total del Evangelio y cumplir íntegramente los mandamientos, si no es así, ese hombre no puede considerarse un monje.
(16) " Para Basilio la vida monástica era comunal, pues era el marco adecuado para seguir fielmente la vida cristiana perfecta de amor fraterno, junto con el ascetismo propio del servicio y la humildad, y la penitencia por los pecados. Las jornadas se dedicaban al trabajo y a la meditación y estaban enmarcadas por plegarias litúrgicas similares a las ordenadas por Pacomio. Los monjes se dedicaban a la agricultura y a otros oficios, pero también había anexo al monasterio un orfelinato, un hospital y talleres para los pobres sin empleo. Basilio no escribió ninguna regla ni fundó ninguna orden comparable a la de Pacomio. Sus llamadas reglas no son mas que consejos espirituales y comentarios a las Escrituras. Sin embargo, su influencia fue muy grande y duradera. Al separarse de la vida eremítica y de los aspectos individuales del ascetismo, Basilio dio lugar a una vida monástica que encaja perfectamente con el temperamento de las tierras griegas, y todos los monasterios del Imperio Bizantino y todos los monasterios rusos posteriores le consideraron su patriarca, igual que los monjes occidentales consideraron a San Benito."
De esta manera podemos captar la importancia que ha tenido Basilio en el desarrollo de la historia del monacato cristiano.
Sus críticas y aportes perduraron y fueron un sólido ejemplo para las siguientes generaciones de monjes.
 

 
EL APORTE DE BASILIO
La reforma basiliana se llevo a cabo en el sentido de dar un claro norte a la obediencia, la cual se convirtió en la virtud primordial del monje, virtud en que se sustentaban las otras. Obediencia, pobreza y castidad eran las bases de la vida monástica que Basilio se había preocupado de poner en estrecha relación con los preceptos bíblicos, era por medio de estas virtudes que según Basilio se lograba la mas estrecha unión con Dios.
Basilio no deja nada al azar, al estudiar la estructura del monasterio pacomiano ve, que lo realizado por Pacomio en términos generales constituye un gran aporte ya que el cenobitismo, en el sentido que se deja de lado la vida solitaria y el interés personal, llegando a una vida común. Así mismo Basilio ve lo que es necesario reformar para llegar a constituir una ordenada familia monástica. Sus conclusiones podrían ordenarse de la siguiente manera:
a) El numero de monjes que habita dentro de los monasterios Pacomianos Basilio lo encuentra excesivo, ya que es de la opinión de que difícilmente se puede infundir el espíritu de familia en un grupo de 300 ó 400 personas.
b) El sistema de gobierno a grados o en orden jerárquico dentro de la Koinonia para Basilio tiende a suscitar conflictos entre los monjes.
c) El hecho de que los monjes habiten en viviendas separadas debido a la clanización del trabajo, para Basilio representa una falta de cohesión dentro de la comunidad.
d) Para Basilio el APA de la Koinonia representa un administrador mas que un padre, lo cual no es lo correcto.
e) Hay demasiada libertad dentro de la comunidad para las penitencias privadas, lo cual favorece a la vanidad de cada monje.
Con estas claras observaciones Basilio pretende organizar la vida dentro de los monasterios, manteniendo lo bueno y extrayendo o modificando lo planteado antes por Pacomio.
 
PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DE LA REFORMA DEL CENOBITISMO
1- El monje no es un solitario, se debe apartar del mundo, de sus parientes y amigos para encontrar nuevos hermanos en el monasterio.
2- El monasterio es una familia cristiana, gobernada por la caridad. Por lo tanto:
a) El abad es el padre de los monjes y por consiguiente todo el poder de la familia está concentrado en él y su única limitación es la ley de la caridad.
b) El número de monjes debe ser pequeño con el fin de que se pueda mantener el espíritu de familia: viviendo bajo el mismo techo y comiendo en la misma mesa.
c) Ningún castigo debe ser excesivo. El abad y la Regla están para regular la vida monacal. No deben existir iniciativas privadas de carácter penitencial.
d) La virtud más necesaria en el monacato es la humildad porque de ella se derivan todas las demás, ante todo la obediencia ya que el monje debe renunciar a su propia voluntad.
La obediencia ha de ser franca, generosa.
3- Para Basilio el trabajo sirve para conservar el equilibrio moral del cenobita.
a) El trabajo manual debe ser reglamentado por el abad y los trabajos que se realicen deben ser útiles para el monasterio como la agricultura, carpintería, etc.
b) El trabajo intelectual está compuesto por la lectio divina que es el estudio de la Biblia y por otros estudios dirigidos a la formación de la persona del monje.
c) El trabajo y la vida del cenobita ha de desarrollarse en un ambiente de oración.
4- La oración monástica esta distribuida a lo largo de la jornada del monje para que no pierda su contacto con Dios. La oración matutina es para que el primer pensamiento del día sea para el Señor.
Durante cuatro veces interrumpe su tarea cotidiana para santificar sus actividades: a las horas de tercia, sexta, nona y al fin del día. La noche tiene también su tiempo para Dios: al comienzo del descanso nocturno y a la media noche los monjes se reúnen para orar.
Estos principios no se encuentran codificados sino esparcidos a lo largo de sus Regulae. Las Reglas de Basilio son un conjunto de normas prácticas en que se expone el ideal de monasterio, así él redacta dos tipos :
- Regulae Fusius Tractae: que son reglas de mayor extensión, en las que expone los principios de la vida monástica.
- Regulae Brevis Tractae: son reglas mas precisas, con mayores especificaciones.
Finalmente, luego de conocer lo expuesto por Basilio, se puede concluir que en comparación con la legislación Pacomiana Basilio muestra un marcado carácter de moderación y prudencia, no pretendiendo convertirse en un legislador monástico, logra con sus reformas informar e influir en todo el monacato.
 
3. TRASCENDENCIA DEL CENOBITISMO
Sin lugar a dudas la creación del Cenobitismo como nueva forma de vida monacal es una obra iniciada por Pacomio y acabada por Basilio, obra que perdura hasta nuestros días debido a sus sólidos planteamientos, los cuales se han mantenido a pesar de los avatares de la historia.
El cenobitismo entendido como una unidad religiosa logra su forma ultima con Basilio ya que él logró sacar a los monjes de la soledad de las montañas y los destinó a hacer obras de asistencia social, consiguiendo así una integración entre la ciudad y el monje, y estos por su parte convirtieron al cristianismo en una religión de masas.
(17) " Así pues, en algo mas de un siglo, Egipto y los países ribereños del Mediterráneo oriental dieron a la Iglesia la vida monástica en sus rasgos esenciales y en todas sus diversas formas desde la vida solitaria y ascética, a través de los lavra y de las casas shenouiticas "reformadas", hasta la laboriosa y moderada institución de Pacomio y las obras caritativas de Basilio. Durante este breve período de tiempo se construyó el armazón interior de la vida monástica, el esquema detallado de las plegarias públicas, la guía practica y ascética y el mecanismo de cualquier orden, y en los dichos de los padres y los escritos de Evagrio y Casiano quedaban trazadas las líneas fundamentales de una teología mística que iba a convertirse en tradicional."
El monacato se fue extendiendo por toda la mitad oriental del Imperio Romano, y no fue llevado a occidente por nadie en particular, sino que se fue extendiendo poco a poco. Quizás uno de sus agentes podría ser San Atanasio que luego de haber estado exiliado, ya de vuelta en su tierra se dedico a hablar sobre los monjes egipcios. Luego Jerónimo en Roma dio a conocer la vida monástica.
De esta manera la vida monástica de oriente se fue introduciendo en occidente y de ahí la trascendencia esencial del cenobitismo. Ya que surgieron muchos seguidores de este tipo de vida por toda Europa, los cuales pretendían crear una comunidad perfecta, fueron realizando cambios estructurales al cenobitismo oriental de manera de adaptarlo al lugar y a la realidad en que Vivian.
La trascendencia del cenobitismo radica en su forma material en la creación de monasterios o cenobios, tanto femeninos como masculinos lo que fomento sin duda la masificación de esta forma de vida. Ya que los monasterios, aparte de su misión eclesiástica representaron una alternativa de educación y trabajo para hombres y mujeres, que dedicando su vida a Dios y a los demás, realizaron grandes obras en beneficio de sus comunidades.
Los monasterios dejaron de estar apartados de las ciudades y pasaron a formar parte de ella. los monjes ya no Vivian en completa soledad, sino que interactuaban con sus comunidades ya fuera mediante relaciones comerciales ( las que evidentemente tenían por objetivo fundamental la manutención económica del monasterio) , educacionales o de beneficencia. Así los monjes dejaron de ser ajenos al mundo y con su forma de vida dirigida a Cristo lograron aportar al mundo con su ejemplo y sus enseñanzas.
 
FUNDADORES DEL MONAQUISMO CRISTIANO
SAN ANTONIO (251-356)
Nació en Quenam, al sur de Menfis el año 251. Es el fundador de la vida monástica. Tras la muerte de sus padres vendió sus bienes y renunció al mundo, el dinero lo distribuyo entre los pobres y comenzó a practicar la vida ascética no lejos de su casa.
Formó la primera agrupación de hombres que habían decidido renunciar al mundo y seguir a Cristo en la soledad. Con Antonio se inició lo que se podría llamar la "Edad de Oro" de la vida eremítica, que va desde el año 330 al 440. Es la época de los llamados "Padres del Desierto".
AMMONAS
Después de la muerte de Antonio, la colonia de ermitaños de Pispir se hallaba bajo la dirección de Ammonas, uno de sus más antiguos discípulos, el cual era alabado por su inmensa bondad de corazón.
A Ammonas se le conoce por sus cartas, las cuales demuestran un misticismo genuino en el que no se observan indicios de un sistema o una teoría por la cual se guiase. En él destaca la antigua idea del largo viaje del alma al cielo, pero no después de la muerte, sino aplicada a una ascensión mística ya en este mundo.
SAN PACOMIO (292 - 346)
Es el primer maestro de la vida común o cenobítica. Pacomio sintió el llamado de poner al alcance de todos la vida monástica, para lo cual tenia grandes dotes de organizador. Llegó a tener cientos de adeptos, los cuales pertenecían principalmente al campo y a pequeñas ciudades.
Pacomio elaboró una regla en la que dando por supuesta la castidad y la pobreza, añadió la obediencia como forma específica para la vida común.
SAN BASILIO ( 329 - 379)
Basilio estudio en Atenas y luego viajó visitando a los monjes de Egipto, Siria y Palestina. Fue el hombre que llevó la vida monástica a las tierras griegas.
Nombrado obispo, continuó siendo monje y fundo un monasterio en los terrenos de su familia. El monasterio Basiliano era de forma cenobítica, logrando equilibrar el ascetismo individual con el amor fraterno. En sus reglas exige a los monjes que vivan en una verdadera comunidad; animándolos en el trabajo intelectual y en el cuidado hacia los pobres.
La obediencia hacia el abad es la principal virtud monástica. El superior no debe hacer más que interpretar y aplicar en la vida de cada día la regla suprema que es el evangelio. Todos los monasterios del Imperio Romano de Oriente (Bizantino) , lo consideraron su patriarca y adoptaron la forma de vida del monasterio que fundó en sus tierras.
ORSIESO
Antes de morir Pacomio nombro como su sucesor a Petronio. Pero este le sobrevivió solo dos meses, por lo tanto la dirección la asumió Orsieso. El continuo con la obra sin mayores dificultades, pero en el año 350 aproximadamente surgieron problemas dentro de la Koinonia, Orsieso nombró como su ayudante en la dirección a Teodoro.
A Orsieso se le atribuyen los escritos denominados Doctrina de institutione monachorum en la que se demuestran los elevados ideales religiosos y monásticos que lo inspiraban.
TEODORO
Como asistente de Orsieso fue una persona de notables empresas, a la vez que logró poner fin a la rebelión que amenazaba con destruir en parte a la organización pacomiana. Fundó varios monasterios nuevos y murió luego de haber cogobernado durante dieciocho años.
MACARIO
Macario el Egipcio , también conocido como el Viejo o el Grande, ocupo un gran lugar dentro de la historia del monaquismo Egipcio. Nació en el año 300 aproximadamente en una aldea de Egipto superior, a los treinta años se retiro al desierto donde vivió sesenta años como ermitaño. Pronto se vio rodeado de discípulos y estos lo llamaban "el joven viejo" debido a su forma de pensar y actuar. Con su ejemplo se gano la confianza de mucha gente. Fue invitado muchas veces a hablar a los anacoretas de las montañas de Nitria.
MACARIO EL ALEJANDRINO
Fue contemporáneo de Macario el egipcio, y era conocido también con el nombre del hombre de la ciudad, por el lugar de su nacimiento. Nació el Egipto Superior y posteriormente se estableció en el desierto de Celia y destaco por su heroico ascetismo.
EVAGRIO PONTICO
Fue discípulo de los dos Macarios, y se le llama Pontico porque nació en Ibora, en el Ponto.
Se destaco por ser hábil en las discusiones contra las herejías y al marcharse al desierto de Celia entró en contacto con los dos Macarios y ahí decidió imitar el modo de vida de estos. Fue el primer monje en escribir extensas obras que ejercieron notable influencia en la historia de la piedad cristiana. De hecho es el fundador del misticismo monástico y el autor espiritual más interesante del desierto Egipcio. Los monjes de Oriente y Occidente estudiaron sus escritos como documentos clásicos y como manuales de valor incalculable.
PALADIO ( 363- ¿? )
Nace probablemente en Galacia y se dirigió siendo mayor a Alejandría con el deseo de conocer a los virtuosos ascetas. A los treinta y seis años fue elegido obispo en Bitinia, pero extraño demasiado la vida en soledad y decidió partir nuevamente.
Permaneció tres años en el monte de los Olivos y luego cuatro años con los monjes Antinoe en la Tebaida.
Entre los años 419 - 420 escribió sus recuerdos es una serie de relatos dedicados a Lauso, chambelán de Teodosio II: la Historia Lausiaca. En ella describe el movimiento monástico de Egipto, Palestina, Siria y Asia Menor. Aquí combina sus recuerdos con la información que recibiera de otros en una serie de biografías. No pretende escribir una defensa del monaquismo ni vacila en dar a conocer las debilidades de los monjes.
Fue el historiador más eminente del monaquismo Egipcio y discípulo de Evagrio Póntico
 
CRONOLOGIA DEL MONACATO PRIMITIVO
FECHA ACONTECIMIENTO LUGAR
251 Nacimiento de San Antonio Egipto - en Quam.
250-270 Ascetas cristianos se retiran a Egipto vivir en cabañas no lejos de las ciudades
270-275 San Antonio se instala en soledad Egipto
292 Nacimiento de Pacomio Egipto
305-306 San Antonio organiza la vida Egipto monástica, gran número deermitaños se agrupan al rededor de él, pero permaneciendo aislados.
314 Pacomio es monje en Schenesit Egipto
323 Pacomio funda un monasterio en Egipto Tabennisi, en el alto Egipto
340 María, hermana de Pacomio Egipto funda el primer convento femenino.
346 Muere Pacomio Egipto
346 Petronio y Orsieso suceden Egipto a Pacomio
356-357 San Basilio visita a los ascetas Asia Menor Egipto, Palestina y el Ponto.
360 San Basilio funda un monasterio Asia Menor en Neocesarea del Ponto.
370 San Basilio publica sus reglas Capadocia en Cesarea.
399-400 Carta de Ammón al patriarca Egipto Teófilo sobre Pacomio y Teodoro.
419-420 Paladio publica la Historia Bitinia Lausiaca.
529-530 Benito de Nursia funda el Italia Monasterio de Montecassino.

 
REFERENCIAS
(1) EL MONACATO CRISTIANO
DAVID KNOWLES pp. 9-10
(2) EL MONACATO PRIMITIVO I. Hombres, Hechos, Costumbres, Instituciones. García M. Colombas, O.S.B. pp. 45
(3) EL MONACATO PRIMITIVO I. Hombres, Hechos, Costumbres, Instituciones.
García M. Colombas, O.S.B.pp. 50.
(4) EL MONACATO PRIMITIVO I. Hombres, Hechos, Costumbres, Instituciones.
García M. Colombas, O.S.B.pp.70.
(5) HISTORIA DE LA IGLESIA
Fliche-Martin  VolumenIII  pp. 354.
(6) HISTORIA DE LA IGLESIA
Fliche- Martín  Volumen III   pp. 355.
(7) EL MONACATO PRIMITIVO I. Hombres, Hechos, Costumbres, Instituciones.
García M. Colombas, O.S.B.  pp.92-93
(8) EL HOMBRE QUE CREO EUROPA
Carlos María López  pp.97.
(9) EL HOMBRE QUE CREO EUROPA
Carlos María López   pp.98.
(10) MANUAL DE LA HISTORIA DE LA IGLESIA
Hubert Jedin  Tomo II  pp.473.
(11) HISTORIA DE LA IGLESIA. Vol. III
Fliche-Martin.  pp.362
(12) EL HOMBRE QUE CREO EUROPA
Carlos Maria López   pp.99-100.
(13) EL MONACATO PRIMITIVO I. Hombres, Hechos, Costumbres, Instituciones.
García M, Colombas. O.S.B.   pp.97.
(14) EL MONACATO PRIMITIVO I.Hombres, Hechos, Costumbres, Instituciones.
García M, Colombas. O.S.B.   pp.95-96.
(15) Historia De La Iglesia
Fliche-Martin  volumen III   pp.365.
(16) EL MONACATO CRISTIANO
David Knowles   pp.22.
(17) EL MONACATO CRISTIANO
David Knowles   pp.22.
 
CONCLUSION
Hemos visto como los Orígenes del Monacato Cristiano en Oriente son sin duda alguna la mas hermosa y duradera creación del cristianismo, ya que se trata de una obra realizada por hombres para el servicio de Dios. Hombres como Pacomio que huyen de la vida común para dedicarse en la soledad y contemplación a imitar la vida de Cristo.
Sus primeras manifestaciones son sin duda a lo largo de la historia tentativas de un proyecto final, el cual irá logrando su forma última con las reformas de Basilio, ya que el insta a los monjes a realizar una labor social y no solo contemplativa.
Fueron muchos los hombres que siguieron este tipo de vida y realizaron según sus convicciones, modificaciones a la forma monástica original, todos sin excepción aportaron algo a esta gran creación cristiana, que llegó a su forma última con Benito de Nursia, el cual es considerado el Padre del Monacato Occidental debido a que es precisamente el quien realiza los cambios dentro de el monacato para adaptarlos al lugar y a las necesidades.
En el prólogo de su Regula Benito de Nursia dice:
"Escucha, hijo, los preceptos de un maestro e inclina el oído de tu corazón, acoge con gusto la exhortación de un padre bondadoso y ponla en práctica, a fin de que por el trabajo de la obediencia retornes a Aquel de quien te habías apartado por la desidia de la desobediencia. A ti, pues, se dirige ahora mi palabra, quien quiera que seas, que renunciando a satisfacer tus propios deseos, para militar para el señor, Cristo, el verdadero rey, tomas las potentísimas y espléndidas armas de la obediencia".
Son estas palabras dichas por Benito, que quizás fueron dichas por otros hombres y en otros tiempos anteriores las que escucharon tal vez estos hombres en su interior y decidieron dejar todo e imitar el ejemplo de Cristo, ejemplo que logró crear una enorme y notable institución que perdure hasta el día de hoy.
Trabajo realizado por: - Fernanda Marín Irigoyen Profesora Historia y Ciencias sociales 
 
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San Sabas, anacoreta (439531)
«Dilexit Ecclesiam» ‘amó a la Iglesia Católica
 
Sabas es el fundador de la llamada Grande Laura al lado del valle de Cedrón, a las puertas de Jerusalén. Había nacido en Mutalasca, cerca de Cesarea de Capadocia, en el 439, y después de haber pasado algún tiempo en el monasterio de su pueblo, en el 457 pasó al de Jerusalén fundado por Pasarión, pero éste no satisfizo sus aspiraciones. Y al contrario de muchos monjes que abandonaban su convento para correr a las grandes ciudades a llevar una vida poco edificante, Sabas, deseoso de soledad, durante una permanencia en Alejandría pidió y obtuvo el permiso para retirarse a una gruta, con el compromiso de regresar todos los sábados y domingos a hacer vida común en el monasterio.

Cinco años después, de regreso a Jerusalén, fijó su domicilio en el valle de Cedrón, en una gruta solitaria, a donde entraba por una pequeña escalera hecha con lazos. Según parece, esa escalera reveló su escondite a otros monjes deseosos como él de soledad, y en poco tiempo, como en un gran panal, esas grutas inhóspitas en la pared rocosa se poblaron de solitarios pero no ociosos habitantes.

Así nació la Grande Laura, esto es, uno de los más originales monasterios de la antigüedad cristiana. Sabas, con mucha paciencia y al mismo tiempo con indiscutible autoridad, gobernó ese creciente ejército de ermitaños organizándolos según las reglas de vida eremítica ya establecidas un siglo antes por San Pacomio. Para que la guía del santo abad tuviera un punto de referencia en la autoridad del obispo, el patriarca de Jerusalén lo ordenó sacerdote en el 491. Sabas, a pesar de su predilección por el total aislamiento del mundo, no rehuyó sus compromisos sacerdotales. Fundó otros monasterios, entre ellos uno en Emaús, y tomó parte activa en la lucha contra la herejía de los monofisistas, llegando al punto de movilizar a todos sus monjes en una expedición para oponerse a la toma de posesión de un obispo hereje, enviado a Jerusalén por el emperador Anastasio.

Ante el emperador de Constantinopla, San Sabas puso en escena una representación de mímicas para demostrar con la evidencia de las imágenes coreográficas la triste condición del pueblo palestino agobiado por pesados impuestos y uno en particular, correspondiente al IVA, que perjudicaba a todos los comerciantes, pero sobre todo al pueblo. Cuando murió, el 5 de Diciembre del 532, toda la región quiso honrarlo con espléndidos funerales. En Roma, en el siglo VII, por obra de los monjes griegos surgieron sobre el monte Aventino un monasterio y una basílica dedicados a él y que le dan el nombre a todo el barrio.
 
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“La Tradición apostólica va creciendo en la Iglesia con la ayuda del Espíritu Santo; es decir, crece la comprensión de las palabras e instituciones transmitidas cuando los fieles las contemplan y estudian repasándolas en su corazón (cf. Lc 2,19-51), y cuando comprenden internamente los misterios que viven, cuando las proclaman los obispos, sucesores de los Apóstoles en el carisma de la verdad. La Iglesia camina a través de los siglos hacia la plenitud de la verdad, hasta que se cumplan en ella plenamente las palabras de Dios” (Dei Verbum 8). Estas palabras preparan la afirmación del número siguiente. “...Por eso la Iglesia no saca exclusivamente de la Escritura la certeza de todo lo revelado. Y así se han de recibir y respetar con el mismo espíritu de devoción” (ibid. 9). Concilio Vaticano II
 
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“No podemos callar lo que hemos visto y oído” (He 4, 20)
 
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‘Donde no hay Dios, despunta el infierno, y el infierno persiste sencillamente a través de la ausencia de Dios’. Cardenal  Ratzinger.
 
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“Nunca se puede matar a una persona para que otra pueda vivir mejor”.
Crear vida para después matarla es una “aberración”
 
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"Obras todas del Señor, bendecid al Señor".-
El ecologismo espiritual nos enseña a ir más allá de la pura «protección» y del «respeto» de la creación; nos enseña a unirnos a la creación en la proclamación de la gloria de Dios.

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