lunes, 1 de julio de 2013

Vestirse de Dios


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“Y  finalmente, en esta obra, tu único y ardiente deseo debe ser este: el ansia de experimentar sólo a Dios… Con perseverancia en esta práctica, esperaba que crecieras incesantemente en la soledad del corazón hasta que estuvieras dispuesto a despojar, destruir y desnudar totalmente la conciencia personal de todas las cosas, incluso la conciencia elemental de tu propio ser, a fin de que puedas vestirte nuevamente con la graciosa y radiante experiencia de Dios tal como es en sí mismo.
Tal es el proceder de todo verdadero amor. El amante se despojará plenamente de todo, aun de su mismo ser, por aquel a quien ama. No puede consentir vestirse con algo si no es del pensamiento de su amado. Y no es un capricho pasajero. No, desea siempre y para siempre permanecer desnudo en un olvido total y definitivo de sí mismo. Esta es la tarea del amor, si bien sólo el que lo experimente lo podrá entender realmente. Tal es el significado de las palabras de nuestro Señor: «El que quiera amarme, niéguese a sí mismo». Es como si dijera: «El hombre ha de despojarse de su mismo yo, si es que quiere sinceramente ser vestido de mí, pues yo soy el vestido que fluye del amor eterno y sin fin»“.

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