martes, 2 de julio de 2013

Ulrico de Ausburgo, Santo


Obispo, Julio 4
 
Ulrico de Ausburgo, Santo
Ulrico de Ausburgo, Santo
San Ulrico, obispo, descendía del noble linaje de los condes de Kyburg. Al nacer, era una criaturita tan esmirriada, que sus padres sentían incluso vergüenza de mostrarle a la gente, todos cuantos le veían quedaban convencidos de que aquel condesito no llegaría a valer para nada. Solamente un peregrino, que acababa de regresar de Tierra Santa, fue de distinto parecer y predijo que aquel niñito llegaría a ser un personaje famoso. De hecho, Ulrico, a quien solían llamar con la abreviatura familiar de Utz, alcanzó la edad de 83 años.

Así que Utz de Kyburg logró superar con tenaz aferramiento a la vida, todas las enfermedades que pueden pasarse en la infancia y llegó a hacerse un buen mozo bien asentado sobre sus fuertes piernas, sus padres le enviaron a la famosa escuela monasterial de San Gall. Muy pronto supo ganarse Utz la simpatía de maestros y condiscípulos, pues no solamente era aplicado y piadoso, sino que, además, con mucha frecuencia tenía ocurrencias graciosísimas, de suerte que en presencia suya hasta los enfermos reían francamente.

Por aquel entonces vivía en los alrededores de San Gall una ermitaña llamada Wiborada. Con frecuencia acudía Utz a visitarla. En una ocasión la ermitaña, penetrando el futuro, dijo al joven conde de Suabia, que en el futuro llegaría a ser obispo de una ciudad donde hay un río que separa dos comarcas. La profecía se cumplió, efectivamente, pues la ciudad de Augsburgo, de donde Ulrico fue más tarde obispo, está asentada junto al río Lech, que separa a Baviera de Württemberg.

Cuando Utz, a quien por respeto vamos a llamar con su nombre completo de Ulrico, hubo terminado sus estudios en San Gall, regresó a su casa y se convirtió en seguida en la mano derecha de su tío Adalberto, que era a la sazón obispo de Augsburgo y de quien había recibido la ordenación sacerdotal. Ulrico hizo también una peregrinación a Roma. Allí le comunicó al Padre Santo que su tío Adalbero había muerto, entretanto, y que él sería su sucesor. Sin embargo, aquélla predicción no se cumplió en seguida, pues cuando Ulrico regresó ya habían nombrado a otra persona obispo de Augsburgo, y como en el ínterin había fallecido su padre, Ulrico se reunió con su madre, que se había quedado sola, para consolarla en su desgracia. Cuando quince años más tarde murió, él mismo le cerró los ojos y como igualmente murióel obispo de Augsburgo, Ulrico le sucedió, llevando en sus manos durante cincuenta años el báculo pastoral.

Eran malos tiempos aquellos, pues poco antes los húngaros, pueblo bárbaro compuesto de pescadores, cazadores y jinetes, se habían desbordado sobre el país, montados en vivaces y pequeños caballos, iban incendiando ciudades y aldeas, asesinando a muchas personas y llevándose a otras como botín de esclavitud. Todos los que habían logrado escapar estaban sentados sobre las ruinas de sus antiguas haciendas, sin ánimos ni resolución para hacer nada. El obispo Ulrico tuvo muchísima labor. Con mano vigorosa se puso él mismo a trabajar en la reconstrucción, y su ejemplo inflamó a los demás. Nuevos alientos reanimaron a aquellos desgraciados hombres que se habían doblegado ante la desgracia, y todo fue resurgiendo con suma rapidez. Ulrico sabía además orar con fervor, y era de arriba abajo un obispo como debe ser. En el año 955 volvió a haber una violenta razzia de húngaros que saquearon el país, asesinaron a muchísima gente y redujeron nuevamente a cenizas las iglesias y los monasterios, las ciudades y las aldeas. Alaridos de dolor y angustia resonaban por doquier. Pero esta vez las hordas salvajes llegaron solamente hasta la ciudad de Augsburgo. En esta ciudad les tuvo a raya San Ulrico, obispo, acompañado de un escogido escuadrón de caballeros y soldados aguerridos, hasta que llegó con su ejército imperial el emperador Otón I de Alemania, el cual, en el día 10 de agosto del 955, causó tan completa derrota a los húngaros en la famosa batalla de Lechfeld, que estas hordas jamás volvieron a internarse en territorio alemán. No cabe duda, que un gran mérito en esta batalla, famosa en toda la historia universal, le corresponde a San Ulrico, obispo de Augsburgo, el cual, según dijera el peregrino de vuelta de Tierra Santa, había de ser realmente un hombre grande, valioso y afamado.

La primera canonización pontifica, llevada a cabo por el Papa Juan XV en 993, fue la de elevar al honor de los altares a Ulrico de Augsburgo.

San Udalrico de Augsburgo, obispo
fecha: 4 de julio
n.: c. 890 - †: 973 - país: Alemania
otras formas del nombre: Ulrico, Uodalricus, Ulderico
canonización: C: Juan XV 31 ene 993
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Augsburgo, ciudad de Baviera, san Udalrico, obispo, ilustre por su admirable abstinencia, su generosidad y sus vigilias, que falleció nonagenario tras haber ejercido durante cincuenta años su ministerio episcopal.
patronazgo: patrono de Augsburgo, de los viñateros y pescadores; protector en los viajes y contra las enfermedades de los ojos, los problemas del agua, y para pedir buen clima.

San Ulrico nació en Augsburgo el año 890 y se educó en la abadía de San Galo. Santa Wiborada, que vivía cerca de dicha abadía, predijo, según se cuenta, que Ulrico sería un día obispo y sufriría pruebas muy duras. Pero el santo fue tan delicado en su juventud, que los otros monjes estaban persuadidos de que no viviría mucho tiempo. Sin embargo, la regularidad y la templanza fueron más provechosas a su salud de lo que hubiesen sido, probablemente, el cuidado solícito de sus padres y la atención de los médicos. El cardenal Lugo aduce varios ejemplos que prueban que el hecho no es único en la historia de las órdenes religiosas. Cuando Ulrico terminó sus estudios en la abadía, su padre le llevó a Augsburgo y le confió al cuidado del obispo de esa ciudad. Con el tiempo, san Ulrico le sucedió en el gobierno de la sede.

Los magiares habían saqueado poco antes la región, asesinado a santa Wiborada, asolado la ciudad de Augsburgo y destruido la catedral. Para no perder tiempo, el nuevo obispo construyó una pequeña iglesia para reunir al pueblo que, a raíz de tantas desgracias, necesitaba urgentemente instrucción, consuelo y ayuda. El santo prodigó todo eso a su grey y se consagró enteramente a sus funciones espirituales, en cuanto se lo permitían sus otras obligaciones. Se levantaba diariamente a las tres de la madrugada para asistir a los maitines y laudes y no salía de la iglesia sino hasta la hora de nona; entonces se dirigía al hospital, donde alentaba a los enfermos y lavaba los pies a doce mendigos, a los que daba además una generosa limosna. Pasaba el resto de la jornada instruyendo, predicando y visitando a sus fieles y cumpliendo los deberes de un pastor solícito. Cada año visitaba íntegramente su diócesis.

En los últimos años de su vida, deseando retirarse al monasterio de San Calo, renunció al gobierno de su sede en favor de su sobrino Adalbero. Esto constituía una irregularidad canónica, y san Ulrico tuvo que responder de sus actos ante un sínodo reunido en Ingelheim. En su última enfermedad, pidió que le recostasen en el suelo sobre una cruz de ceniza y murió así, rodeado de su clero, el 4 de julio de 973. En su tumba tuvieron lugar numerosos milagros. El Papa Juan XV le canonizó de manera solemne el 31 de enero del 993, en el curso de un sínodo en Letrán; ésta fue la primera canonización llevada a cabo por un papa.

Los materiales sobre la vida de san Ulrico son muy abundantes. El documento más importante es la biografía escrita por su contemporáneo, el preboste Gerardo; puede verse en Acta Sanctorum, julio, vol. II. Existe además otra biografía escrita por Berno, abad de Reichenau (en Migne, PL., CXLII, 1183-1204). Según parece, san Ulrico no dejó ningún escrito; todos los autores admiten actualmente que la «carta contra el celibato», que se le atribuía antiguamente, es una falsificación que data del período de los «Libelli de Lite» (cf. The Month, marzo, 1908, pp. 311-313). Los reformadores aprovecharon esa carta, que fue traducida al alemán en 1521 y al inglés en 1550 (Londres). Cuadro: Hans Burgkmair, 1518, Berlin.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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