lunes, 8 de julio de 2013

Salir de la oscuridad

 

     
Padre, dígame una forma práctica y de fácil aplicación para levantarse una vez caído. Porque cuando me encuentro sumergido en el desánimo o de repente y hasta sin causa aparente, me descubro deprimido, sin fervor ni entusiasmo, se me viene encima una especie de olvido que me hace ver las decisiones anteriores como ajenas y los propósitos como carentes de sentido. ¿Cómo me elevo desde allí?
 
No sé si habrá algo que sirva a todos por igual. Puedo contarte lo que me ha servido y lo que sugiero en general como manera de re-encontrar el estado adecuado. Uno en esos momentos no quiere ni orar, repetir una oración se hace muy difícil y suena hueca, vaciada de significado. Hacer lectio puede resultar imposible y la Sagrada Escritura parece entonces un libro muy aburrido.
 
Pero sea cual sea el estado de abulia o acedia en el que te encuentres, tienes a mano la posibilidad de empezar a hacer movimientos mínimos, que si los ejecutas con corrección, predisponen mejor el alma y en cierto modo te empiezan a elevar, es como si tu energía vital ascendiera desde zonas bajas y oscuras hacia partes algo más iluminadas.
 
Algún esfuerzo, incluso en el peor estado concebible es necesario, quizás mínimo, pero que le abra las puertas a la gracia. Acomoda tu habitación con pulcritud, barre el piso, tiende la cama con algún esmero… ¿no puedes? Entonces acomoda aunque sea la mesa de noche, alinea dos o tres libros que se encuentran desordenados… limpia la marca que ha dejado el vaso de agua en la madera.
 
Lo que sea que hagas, que sea hecho con un mínimo de corrección ya te pone en el sendero de subida. Verás que al cabo de pocos minutos, ya puedes repetir la frase de la oración, aunque sea sin fe, pero puedes decirla una o dos veces, ansiando la mejoría.
 
Te pido que lo intentes, no que supongas. Yo afirmo que no es posible que ordenes tu habitación con corrección y pulcritud y luego al terminar te sientas igual que al principio. Estarás mucho mejor.
Y entonces sí, luego, puedes volver a la oración, a transformar la acción pulcra en tarea reverente, podrás volver a la lectio y demás. Pero lo primero es salir del estado de acedia o de la depresión.
Apenas te eleves un poco vuelve a la oración de Jesús, para que tu corazón vuelva a inflamarse del amor a Dios.

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