martes, 2 de julio de 2013

¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?

Mateo 8,23-27. Tiempo Ordinario. Jesús, tu duermes en la barca de mi alma si y necesito tu ayuda, para confiar en ti, aunque duermas y parezca que “no te enteras de mi vida”.
 
¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?
Del santo Evangelio según san Mateo 8,23-27

Después Jesús subió a la barca y sus discípulos lo siguieron. De pronto se desató en el mar una tormenta tan grande, que las olas cubrían la barca. Mientras tanto, Jesús dormía. Acercándose a él, sus discípulos lo despertaron, diciéndole: «¡Sálvanos, Señor, nos hundimos!». Él les respondió: «¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?». Y levantándose, increpó al viento y al mar, y sobrevino una gran calma. Los hombres se decían entonces, llenos de admiración: «¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?».

Oración introductoria

Jesucristo, muchas veces no comprendo muchas cosas que me suceden ni sé explicar los problemas que surgen en mi vida diaria. Tú eres Dios, y duermes en la barca de mi alma si yo te soy fiel; por eso necesito tu ayuda, para confiar en ti, aunque duermas y parezca que "no te enteras de mi vida". Dame ese poco de fe que le faltó a los apóstoles, pues aun dormido, Tú eres el Dueño del universo. Oh, Jesús, calma la tempestad de mis tentaciones y de mis dificultades y, entonces, yo podré ver de una manera diferente tu voluntad.

Petición

Dulce Jesús, aunque muchas veces no comprendo las circunstancias que vivo, yo me acojo a ti para ver en todas ellas tu mano amorosa y protectora. Que sepa decir, desde hoy, hágase como quieras, pues la misma tormenta obedece a tu amor.

Meditación del Papa

Cristo presente en medio de nosotros se hace nuestro compañero de viaje en la vida de la Iglesia, que celebra su misterio.
Esta certeza, queridos hermanos y hermanas, alimentada por la escucha de la Palabra de Dios, debería ayudarnos a ver el mundo de una manera diversa, a interpretar cada uno de los acontecimientos de la vida y de la historia como palabras que Dios nos dirige, como signos de su amor que nos garantizan su cercanía en todas las situaciones; en particular, esta certeza debería prepararnos para acogerlo cuando "de nuevo venga con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin" Benedicto XVI, 30 de noviembre de 2008

Reflexión apostólica

La palabra del Papa, toca uno de los puntos más comunes en la vida: la incertidumbre de lo que nos pasa o pasará. En esto, se distinguen quienes no tienen fe de los creyentes: se preocupan demasiado en qué comerán o ganarán el día de mañana, mientras que el cristiano se prepara para el futuro viviendo rectamente el presente. Dios nos va poniendo en el camino las soluciones; pero sólo las vemos a largo plazo. Es aquí donde entra nuestra fe: hoy, quizá, nos atrapa la estrechez económica o la muerte de un ser querido… sin embargo, Dios lo permite, porque de ello sacará un bien mucho mayor. Y mientras no alcanzamos a ver el "porqué", Cristo nos acompaña y su sola presencia y nuestra oración nos darán la fuerza para llegar a ser felices con Él.

Propósito

Hoy dedicaré en medio de mis ocupaciones habituales, 10 minutos para hablar con Cristo, pidiéndole el regalo de confiar más en Él.

Diálogo con Cristo

Jesús, desde hoy quiero vivir viendo más allá de lo que veo. Sé que dificultades siempre he de tener y que me enfrentaré con tormentas y con baches en el camino. Pero Tú vas a mi lado. Ojalá no te despierte con mis quejas inútiles. Inútiles, porque Tú sabes lo que me sucede y te propones arreglarlo, y eso desde que moriste por mí. Por supuesto, dame la fe necesaria y la voluntad para resistir en el barco aunque éste se tambalee de aquí a allá. Jesús, no quiero preocuparme excesivamente por el futuro, pues aún no existe. Más bien quiero encontrar en ti la serenidad y el equilibrio entre lo que puedo hacer por mí solo y lo que ya corresponde a tu amor.


Creo, Señor, pero que crea con más firmeza (San Clemente XI, Oraciones)

martes 02 Julio 2013

Martes de la decimotercera semana del tiempo ordinario

San Juan Francisco Regis


 Leer el comentario del Evangelio por
Beato Carlos de Foucauld : ¿Por qué tener miedo?

Génesis 19,15-29.
Al amanecer los ángeles apuraron a Lot diciéndole: «Date prisa, toma a tu esposa y a tus dos hijas y márchate, no sea que te alcance el castigo de esta ciudad.»
Y como él aún vacilase, lo tomaron de la mano, junto a su mujer y a sus dos hijas, porque Yavé había tenido compasión de ellos, y lo llevaron fuera de la ciudad.
Una vez fuera, le dijeron: «Ponte a salvo. Por tu vida, no mires hacia atrás ni te detengas en parte alguna de esta llanura, sino que huye a la montaña para que no perezcas.»
Pero Lot replicó: «¡Oh, no, Señor mío!
Veo que me has hecho un gran favor y que has sido muy bueno conmigo conservándome la vida. Pero yo no puedo llegar hasta la montaña sin que me alcance el desastre y la muerte.
Mira este pueblito que está más cerca y en el que podría refugiarme. Es tan pequeño, y para mí es cosa de vida o muerte, ¿no podría estar a salvo allí?»
El otro respondió: «También este favor te lo concedo, y no destruiré ese pueblo del que has hablado.
Pero huye rápidamente, ya que no puedo hacer nada hasta que tú no hayas llegado allá. (Por esto, aquel pueblo fue llamado Soar, o sea, Pequeño.)
El sol ya había salido cuando Lot entró en Soar.
Entonces Yavé hizo llover del cielo sobre Sodoma y Gomorra azufre ardiendo que venía de Yavé,
y que destruyó completamente estas ciudades y toda la llanura con todos sus habitantes y la vegetación.
La mujer de Lot miró hacia atrás, y quedó convertida en una estatua de sal.
Abraham se levantó muy de madrugada y fue al lugar donde antes había estado con Yavé.
Miró hacia Sodoma y Gomorra y hacia toda la comarca del valle y vio una gran humareda que subía de la tierra, semejante a la humareda de un horno.
Cuando Dios destruyó las ciudades de la llanura, se acordó de Abraham y libró a Lot de la catástrofe, mientras arrasaba las ciudades donde Lot había vivido.

Salmo 26(25),2-3.9-10.11-12.
Revísame, Señor, y ponme a prueba; pon en el crisol mi conciencia, mi corazón.
Tu amor lo tengo ante mis ojos y tomo en cuenta tu fidelidad.
No me confundas con las almas pecadoras; que no tenga mi vida el fin de los violentos,
cuyas manos están manchadas y cuyos bolsillos se llenan con sobornos.
Y a mí, como busco ser perfecto, rescátame, Señor, ten piedad de mí.
Mis pies pisan en terreno llano, bendeciré al Señor en las asambleas.


Mateo 8,23-27.
Jesús subió a la barca y sus discípulos le siguieron.
Se levantó una tormenta muy violenta en el lago, con olas que cubrían la barca, pero él dormía.
Los discípulos se acercaron y lo despertaron diciendo: «¡Señor, sálvanos, que estamos perdidos!»
Pero él les dijo: «¡Qué miedosos son ustedes! ¡Qué poca fe tienen!» Entonces se levantó, dio una orden al viento y al mar, y todo volvió a la más completa calma.
Grande fue el asombro; aquellos hombres decían: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?»


Extraído de la Biblia Latinoamericana.



Leer el comentario del Evangelio por :

Beato Carlos de Foucauld (1858-1916) eremita y misionero en el Sahara
Meditación "Ocho días en Efrén", la tempestad apaciguada
¿Por qué tener miedo?

Hijos míos, pase lo que pase, recordad que yo estoy siempre con vosotros. Acordaros que, visible o invisible, despierto o dormido, vigilo siempre, estoy por todas partes, soy todopoderoso. No tengáis jamás ningún temor, ninguna inquietud: estoy ahí, vigilo, os amo, lo puedo todo... ¿Qué más hacer por vosotros?... Acordaros de estas tempestades, cuando erais tranquilizados con una palabra, haciendo suceder una gran calma. Tened confianza, fe, y coraje; acordaros sin inquietud por parte de vuestro cuerpo y vuestra alma, pues yo estoy ahí, todopoderoso y amándoos.

Pero que vuestra confianza no nazca de la dejadez, de la ignorancia de los peligros, ni de vuestra confianza o la de otras criaturas... Los peligros que corréis son inminentes; los demonios, enemigos fuertes y astutos, vuestra naturaleza pecadora y el mundo mismo os harán una guerra encarnizada. Y en esta vida, la tempestad es casi constante, y vuestra barca estás siempre cerca de zozobrar... Más no olvidéis, estoy ahí, contigo, ¡esta barca es insumergible! Desconfiad de todo, sobretodo de vosotros, pero tened una confianza total en mí que he desterrado toda inquietud.  
 

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