lunes, 8 de julio de 2013

Ordinario de la Misa (Formularios para la XIII Semana Tiempo Ordinario). Ciclo C. 7





de junio al 13 de julio,  2013.
Ordinario de la Misa
Ritos iniciales
Plegaria Eucaristica
Rito de Comunion
Rito de Conclusion
Bendicion Solemne
Oraciones Misas Dominicales y Cotidianas. (XIII Semana)
Prefacios (I y II)
Ritos iniciales
1. Reunido el pueblo, el sacerdote se dirige al altar, con los ministros, mientras se entona el canto de entrada.

Cuando llega al altar, habiendo hecho con los ministros una inclinación profunda, venera el altar con un beso y, si es oportuno, inciensa la cruz y el altar. Después se dirige con los ministros a la sede.

Terminado el canto de entrada, el sacerdote y los fieles, de pie, se santiguan con la señal de la cruz, mientras el sacerdote, vuelto hacia el pueblo, dice:


En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
 
El pueblo responde: Amén.

2.
Después el sacerdote, extendiendo las manos, saluda al pueblo, diciendo:

La gracia de nuestro Señor Jesucristo,
el amor de Dios Padre
y la comunión del Espíritu Santo
estén con todos ustedes
 
O bien:

La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre,
y Jesucristo el Señor,
estén con todos ustedes.
 
O bien:

El Señor esté con ustedes.

_________________________________________________________
El obispo, en vez de las anteriores fórmulas, en este primer saludo dice:
La paz esté con ustedes.

_________________________________________________________
El pueblo responde: Y con tu espíritu.
Acto penitencial
El domingo, especialmente en el tiempo pascual, en lugar del acto penitencial habitual, en algunas ocasiones puede hacerse la bendición y aspersión del agua en memoria del Bautismo, como aparece en el Apéndice II.
4. A continuación se hace el acto penitencial, al que el sacerdote invita a los fieles, diciendo:
I
Hermanos:
Para celebrar dignamente estos sagrados misterios,
reconozcamos nuestros pecados.
 
O bien:
El Señor Jesús,
que nos invita a la mesa de la Palabra y de la Eucaristía,
nos llama ahora a la conversión.
Reconozcamos, pues, que somos pecadores
e invoquemos con esperanza la misericordia de Dios.
 
O bien:
Humildes y penitentes, como el publicano en el templo,
acerquémonos al Dios justo,
y pidámosle que tenga piedad de nosotros,
que también nos reconocemos pecadores.
 
O bien:
Jesucristo, el justo, intercede por nosotros
y nos reconcilia con el Padre.
Abramos, pues, nuestro espíritu al arrepentimiento,
para acercarnos a la mesa del Señor.
 
O bien:
Pidamos perdón a Dios de todo corazón.
 
O bien, pero sólo en los domingos, y durante la octava de Pascua:
En el día en que celebramos la victoria de Cristo
sobre el pecado y sobre la muerte,
confesemos nuestra necesidad de la misericordia del Padre
para morir al pecado y resucitar a la vida nueva.
 
Se hace una breve pausa en silencio. Después, todos hacen en común la fórmula de la confesión general:

Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante ustedes, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión;
 
Y, golpeándose el pecho, dicen:

por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
 
Luego, prosiguen:

Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos
y a ustedes, hermanos,
que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor.
 
Sigue la absolución del sacerdote.

Dios todopoderoso
tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados
y nos lleve a la vida eterna.
 
El pueblo responde: Amén.
____________________________________________________________________________
2
O bien (segunda forma del acto penitencial):
5.
El sacerdote invita a los fieles al acto penitencial con una de las invitaciones anteriores u otras breves palabras.

Se hace una breve pausa de silencio. Después el sacerdote dice:

 Señor, ten misericordia de nosotros.
 
El pueblo responde: Porque hemos pecado contra ti.
 
El sacerdote prosigue:
Muéstranos, Señor, tu misericordia.
 
El pueblo responde: Y danos tu salvación
 
Sigue la absolución del sacerdote:
Dios todopoderoso
tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados
y nos lleve a la Vida eterna.
 
El pueblo responde: Amén.
____________________________________________________________________________
7.Siguen las invocaciones: Señor, ten piedad (Kyrie eléison), si no se han dicho ya en alguna de las fórmulas del acto penitencial.

V.
Señor, ten piedad.            R. Señor, ten piedad.
 
V. Cristo, ten piedad.            R. Cristo, ten piedad.
 
V. Señor, ten piedad.            R. Señor, ten piedad.
 
Se pueden tomar las melodías del Gradual Romano.

8.
A continuación, cuando está prescrito, se canta o se dice el himno:

Gloria a Dios en el Cielo,
y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria te alabamos,
te bendecimos,
te adoramos,
te glorificamos,
te damos gracias.
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso.
Señor Hijo único, Jesucristo,
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre:
Tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros;
tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros:
porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.
Amén.

9.
Acabado el himno, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
Oremos
 
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante un breve espacio de tiempo.

Entonces, el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración colecta, al final de la cual, el pueblo aclama:


Amén.

____________________________________________________________________________
La colecta termina siempre con la conclusión larga.
Si la oración se dirige al Padre:
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que es Dios y vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
 
Si se dirige al Padre, pero hacia el final de la oración se menciona al Hijo:
Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios, por los siglos de los siglos.
 
Si la oración se dirige al Hijo:
Que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo
y eres Dios, por los siglos de los siglos.

____________________________________________________________________________
10. Después, el lector se dirige al ambón y lee la primera lectura, que todos escuchan sentados.

Para indicar el final de la lectura, el lector dice:

Palabra de Dios.
 
Todos responden: Te alabamos, Señor.

11.
El salmista, o el cantor, canta o recita el salmo, y el pueblo pronuncia la respuesta.

12.
Después, si hay segunda lectura, el lector la lee desde el ambón, como la primera.

Para indicar el final de la lectura, el lector dice:

Palabra de Dios.
 
Todos responden: Te alabamos, Señor.

13.
Sigue el Aleluia, u otro canto determinado por las rúbricas, según lo requiera el tiempo litúrgico.

14.
Mientras tanto, si se usa incienso, el sacerdote lo pone en el incensario. Después, el diácono que va a proclamar el Evangelio, profundamente inclinado ante el sacerdote, pide la bendición, diciendo en voz baja:
Padre, dame tu bendición.
 
El sacerdote, en voz baja, dice:
El Señor esté en tu corazón y en tus labios,
para que anuncies dignamente su Evangelio.
En el nombre del Padre, y del Hijo
+ y del Espíritu Santo.
 
El diácono se signa con la señal de la cruz y responde:
Amén.
 
Pero si no está presente el diácono, el sacerdote, inclinado ante el altar, dice en secreto:
Purifica mi corazón y mis labios, Dios todopoderoso,
para que pueda anunciar dignamente tu santo Evangelio.

15.
Después el diácono, o el sacerdote, se dirige al ambón, acompañado por los ministros que llevan el incienso y los cirios, si es oportuno, y dice:
El Señor esté con ustedes.
 
El pueblo responde: Y con tu espíritu.
 
El diácono, o el sacerdote:
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san según san
N.

Y, mientras tanto, hace la señal de la cruz sobre el libro y sobre su frente, labios y pecho.

El pueblo aclama:
Gloria a ti, Señor.
 
Luego el diácono, o el sacerdote, si se usa incienso, inciensa el libro y proclama el Evangelio.

16.
Acabado el Evangelio, el diácono o el sacerdote, dice:
Palabra del Señor.
 
Todos responden: Gloria a ti, Señor Jesús.
 
Si la aclamación es cantada, pueden usarse otras respuestas de alabanza a Jesucristo como las siguientes:
Tu palabra, Señor, es la verdad,
y tu ley nuestra libertad.
 
O bien:
Tu palabra, Señor,
es lámpara que alumbra nuestros pasos.
 
O bien:
Tu palabra, Señor,
permanece por los siglos.
 
Después besa el libro, diciendo en secreto:
Las palabras del Evangelio borren nuestros pecados.

17.
Luego se hace  la homilía, que corresponde al sacerdote o al diácono, y que debe hacerse obligatoriamente todos los domingos y fiestas de precepto; se recomienda en los otros días.

18.
Acabada la homilía, cuando está prescrito, se canta o se dice el Símbolo o Profesión de fe:
Creo en un solo Dios,
Padre todopoderoso,
creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.

Creo en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos.
Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre;
por quien todo fue hecho;
que por nosotros los hombres y por nuestra salvación, bajó del cielo,
 
En estas palabras que siguen, hasta se hizo hombre, todos se inclinan.

y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre;
y por nosotros fue crucificado bajo el poder de Poncio Pilato, padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día según las Escrituras,
y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos
y su reino no tendrá fin.

Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de Vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.
Profeso un solo bautismo para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro. Amén.

19.
En lugar del Símbolo Niceno-Constantinopolitano, sobre todo en el tiempo de Cuaresma y en el tiempo de Pascua, se puede emplear el Símbolo bautismal de la Iglesia de Roma, también llamado «de los Apóstoles».

Creo en Dios, Padre todopoderoso,
creador del cielo y de la tierra.

Creo en Jesucristo, su único Hijo,
nuestro Señor,
 
En las palabras que siguen, hasta María Virgen, todos se inclinan.

que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de santa María Virgen.
Padeció bajo el poder de Poncio Pilato.
Fue crucificado, muerto y sepultado.
Descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos
y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.

Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los Santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna. Amén.

20.
Después se hace la oración universal u oración de los fieles.

La oración universal u oración de los fieles se desarrolla de la siguiente manera:
   
Invitatorio
 
El sacerdote invita a los fieles a orar, por medio de una breve monición.
   
Intenciones
 
Las intenciones son propuestas por un diácono o, si no lo hay, por un lector o por otra persona idónea.

El pueblo manifiesta su participación con una invocación u orando en silencio.

La sucesión de intenciones ordinariamente debe ser la siguiente:

    a)    Por las necesidades de la Iglesia.
    b)    Por los gobernantes y por la salvación del mundo entero.
    c)    Por aquellos que se encuentran en necesidades particulares.
    d)    Por la comunidad local.
    Conclusión.
 
El sacerdote termina la plegaria común con una oración conclusiva.
 PLEGARIA EUCARÍSTICA IO CANON ROMANO
83.     V. El Señor esté con ustedes.
         
R. Y con tu espíritu.

         
V. Levantemos el corazón.
         
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

         
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
         
R. Es justo y necesario.
Sigue el prefacio, dicho según las rubricas, que se concluye:
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.

84.
El sacerdote, con las manos extendidas, dice:
CP

Padre misericordioso,
te pedimos humildemente
por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor,
 
Junta las manos y dice:
que aceptes
 
Traza el signo de la cruz sobre el pan y el vino conjuntamente, diciendo:
y bendigas
+ estos dones,
este sacrificio santo y puro que te ofrecemos,
 
Con las manos extendidas, prosigue:
ante todo, por tu Iglesia santa y católica,
para que le concedas la paz, la protejas,
la congregues en la unidad
y la gobiernes en el mundo entero,
con tu servidor el Papa
N.,
con nuestro Obispo
N., (Aquí se puede hacer mención del Obispo Coadjutor o Auxiliar, de acuerdo con la Ordenación general del Misal Romano, n. 149).
y todos los demás Obispos que, fieles a la verdad,
promueven la fe católica y apostólica.
 


    El Obispo, cuando celebra en su diócesis, dice:
    conmigo, indigno siervo tuyo,
 
    Cuando celebra un Obispo que no es el ordinario diocesano, dice:
    con mi hermano
N., Obispo de esta iglesia de N.,
    conmigo, indigno siervo tuyo,



85.
Conmemoración de los vivos.
Cl

Acuérdate, Señor,
de tus hijos
N. y N.

Junta las manos y ora unos momentos por quienes tiene la intención de orar.

Después, con las manos extendidas prosigue:

y de todos los aquí reunidos,
cuya fe y entrega bien conoces;
por ellos y todos los suyos,
por el perdón de sus pecados
y la salvación que esperan,
te ofrecemos, y ellos mismos te ofrecen,
este sacrificio de alabanza,
a ti, eterno Dios, vivo y verdadero.

86.
Conmemoración de los santos.
C2

Reunidos en comunión con toda la Iglesia,
veneramos la memoria,
ante todo, de la gloriosa siempre Virgen María,
Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor;
la de su esposo, San José;
la de los santos apóstoles y mártires
Pedro y Pablo, Andrés,
[Santiago y Juan,
Tomás, Santiago, Felipe,
Bartolomé, Mateo,
Simón y Tadeo;
Lino, Cleto, Clemente, Sixto,
Cornelio, Cipriano,
Lorenzo, Crisógono,
Juan y Pablo,
Cosme y Damián,
]
y la de todos los santos;
por sus méritos y oraciones
concédenos en todo tu protección.
 
(Por Cristo, nuestro Señor. Amén.)
 


87. Con las manos extendidas, prosigue:
CP

Acepta, Señor, en tu bondad,
esta ofrenda de tus servidores
y de toda tu familia santa;
ordena en tu paz nuestros días,
líbranos de la condenación eterna
y cuéntanos entre tus elegidos.
Junta las manos.
(
Por Cristo, nuestro Señor. Amén.)

 
88.Extendiendo las manos sobre las ofrendas, dice:
CC

Bendice y santifica esta ofrenda, Padre,
haciéndola perfecta, espiritual y digna de ti,
de manera que se convierta para nosotros en el Cuerpo y la Sangre
de tu Hijo amado,
Jesucristo, nuestro Señor.
 
Junta las manos.

89.
En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor han de pronunciarse claramente y con precisión, como lo requiere la naturaleza de las mismas palabras.
Él mismo, la víspera de su Pasión,
 
Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:

 

tomó pan en sus santas y venerables manos,
 
Eleva los ojos,
y, elevando los ojos al cielo,
hacia ti, Dios, Padre suyo todopoderoso,
dando gracias te bendijo,
lo partió,
y lo dio a sus discípulos, diciendo:
 
Se inclina un poco.

TOMEN Y COMAN TODOS DE ÉL,
PORQUE ESTO ES MI CUERPO,
QUE SERÁ ENTREGADO POR USTEDES.

 
Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora, haciendo genuflexión.

90.
Después prosigue:
Del mismo modo, acabada la cena,
 
Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó este cáliz glorioso
en sus santas y venerables manos,
dando gracias te bendijo,
y lo dio a sus discípulos, diciendo:
 
Se inclina un poco.

TOMEN Y BEBAN TODOS DE ÉL,
PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE,
SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA,
QUE SERÁ DERRAMADA
POR USTEDES Y POR MUCHOS
PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS.

HAGAN ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.

 
Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora, haciendo genuflexión.

91.
Luego dice una de las siguientes fórmulas:
CP

Éste es el Misterio de la fe.
 
O bien:
Éste es el Sacramento de nuestra fe.
 
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!


O bien:
CP

Éste es el Misterio de nuestra fe, Cristo nos redimió.
 
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Cada vez que comemos de este pan
y bebemos de este cáliz,
anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.
 
O bien:
CP

Éste es el Misterio de la fe, Cristo se entregó por nosotros.
 
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Salvador del mundo, sálvanos,
que nos has liberado por tu cruz y resurrección.


92. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice:
CC

Por eso, Padre,
nosotros, tus servidores,
y todo tu pueblo santo,
al celebrar este memorial
de la muerte gloriosa de Jesucristo,
tu Hijo, nuestro Señor;
de su santa resurrección del lugar de los muertos
y de su admirable ascensión a los cielos,
te ofrecemos, Dios de gloria y majestad,
de los mismos bienes que nos has dado,
el sacrificio puro, inmaculado y santo:
pan de vida eterna
y cáliz de eterna salvación.

93.
Mira con ojos de bondad esta ofrenda
y acéptala,
como aceptaste los dones del justo Abel,
el sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe,
y la oblación pura
de tu sumo sacerdote Melquisedec.

94.
Inclinado, con las manos juntas, prosigue:
Te pedimos humildemente, Dios todopoderoso,
que esta ofrenda sea llevada a tu presencia,
hasta el altar del cielo,
por manos de tu ángel,
para que cuantos recibimos el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo,
al participar aquí de este altar,
 
Se endereza y se signa, diciendo:
seamos colmados de gracia y bendición.
 
Junta las manos.
(
Por Cristo, nuestro Señor. Amén.)

95.
Conmemoración de los difuntos.
Con las manos extendidas dice:
C3

Acuérdate también, Señor,
de tus hijos
N. y N.,
que nos han precedido con el signo de la fe
y duermen ya el sueño de la paz.
 
Junta las manos y ora unos momentos por los difuntos por quienes tiene intención de orar.

Después, con las manos extendidas, prosigue:

A ellos, Señor, y a cuantos descansan en Cristo,
concédeles el lugar del consuelo,
de la luz y de la paz.
 
Junta las manos.
(
Por Cristo, nuestro Señor. Amén.)

96.
Con la mano derecha se golpea el pecho, diciendo:
C4

Y a nosotros, pecadores, siervos tuyos,
 
Con las manos extendidas prosigue:
que confiamos en tu infinita misericordia,
admítenos en la asamblea
de los santos apóstoles y mártires,
Juan el Bautista, Esteban,
Matías y Bernabé,
[Ignacio, Alejandro,
Marcelino y Pedro,
Felicidad y Perpetua,
Águeda, Lucía,
Inés, Cecilia, Anastasia,
]
y de todos los santos;
y acéptanos en su compañía,
no por nuestros méritos,
sino conforme a tu bondad.
 
Junta las manos:
CP

Por Cristo, Señor nuestro.

97.
Y continúa:
Por quien sigues creando todos los bienes,
los santificas, los llenas de vida, los bendices
y los repartes entre nosotros.

98.
Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz, y elevándolos, dice:
CP o CC

Por Cristo, con él y en él,
a ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.
 
El pueblo aclama:
Amén.

RITO DE LA COMUNIÓN

124. Una vez depositados el cáliz y la patena sobre el altar, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
Fieles a la recomendación del Salvador
y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:
 
O bien:
Llenos de alegría por ser hijos de Dios,
digamos confiadamente la oración que Cristo nos enseñó:
 
O bien:
El amor de Dios a sido derramado en nuestros corazones
con el Espíritu Santo que se nos ha dado;
movidos por ese Espíritu digamos con fe y esperanza:
 
O bien:
Antes de participar en el banquete de la Eucaristía,
signo de reconciliación y vínculo de unión fraterna,
oremos juntos como el Señor nos ha enseñado:
 
O bien:
Recemos con humildad y confianza diciendo:
 
Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:
Padre nuestro, que estás en el Cielo,
santificado sea tu Nombre,
venga a nosotros tu Reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.

125.
Solo el sacerdote, con las manos extendidas, prosigue diciendo:
Líbranos de todos los males, Señor,
y concédenos la paz en nuestros días,
para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libres de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador Jesucristo.
 
Junta las manos.

El pueblo concluye la oración aclamando:

Tuyo es el Reino,
tuyo el poder y la gloria
por siempre, Señor.

126.
Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice en voz alta:
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles:
«La paz les dejo, mi paz les doy»,
no tengas en cuenta nuestros pecados
sino la fe de tu Iglesia,
y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad.
 
Junta las manos.

Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
 
El pueblo responde: Amén.

127.
El sacerdote, vuelto hacia al pueblo, extendiendo y juntando las manos, añade:
La paz del Señor esté siempre con ustedes.
 
El pueblo responde: Y con tu espíritu.

128.
Luego, si se juzga oportuno, el diácono, o el sacerdote, añade:
Démonos fraternalmente la paz
 
O bien:
Como hijos de Dios, intercambiemos ahora
un signo de comunión fraterna.
 
O bien:
En Cristo, que nos ha hecho hermanos con su cruz,
démonos la paz como signo de reconciliación.
 
O bien:
En el Espíritu de Cristo resucitado,
démonos fraternalmente la paz.
 
Y todos, según las costumbres del lugar, se intercambian un signo de paz, de comunión y de caridad. El sacerdote da la paz al diácono o al ministro.

129.
Después toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena y pone una partícula dentro del cáliz, diciendo en secreto:
El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo,
unidos en este cáliz,
sean para nosotros
alimento de vida eterna.

130.
Mientras tanto se canta o se dice:
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz.
 
Esta aclamación puede repetirse varias veces, si la fracción del pan se prolonga. La última vez se dice: danos la paz.

131.
A continuación el sacerdote, con las manos juntas, dice en secreto:
Señor Jesucristo, Hijo del Dios vivo,
que por voluntad del Padre,
cooperando el Espíritu Santo,
diste con tu muerte la Vida al mundo,
líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre,
de todas mis culpas y de todo mal.
Concédeme cumplir siempre tus mandamientos
y jamás permita que me separe de ti.
 
O bien:
Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre
no sea para mí un motivo de juicio y condenación,
sino que, por tu piedad
me sirva para defensa de alma y cuerpo,
y como remedio de salvación.

132.
El sacerdote hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevada sobre la patena o sobre el cáliz, de cara al pueblo, dice con voz clara:
Este es el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.
 
Y, juntamente con el pueblo, añade:
Señor, no soy digno
de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya
bastará para sanarme.

133.
El sacerdote, vuelto hacia el altar, dice en secreto:
El Cuerpo de Cristo me proteja para la Vida eterna.
 
Y comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo.
 
Después toma cáliz, y dice en secreto:
La Sangre de Cristo me guarde para la Vida eterna.
 
Y bebe reverentemente la Sangre de Cristo.

134.
Después toma la patena o la píxide y se acerca a los que van a comulgar. Muestra el pan consagrado a cada uno, sosteniéndolo un poco elevado y le dice:
El Cuerpo de Cristo.
 
El que va a comulgar responde: Amén.
 
Y comulga.

El diácono, si distribuye la sagrada Comunión, lo realiza de la misma manera observan los mismos ritos.


135.
Si se comulga bajo las dos especies se observa el rito descrito en su lugar.

136.
Cuando el sacerdote ha comulgado el Cuerpo de Cristo, comienza el canto de comunión.

137.
Finalizada la Comunión, el sacerdote o el diácono, o el acólito, purifica la patena sobre el cáliz y también el cáliz.
 
Mientras hace la purificación, el sacerdote dice en secreto:
Haz, Señor, que recibamos con un corazón limpio
el alimento que acabamos de tomar,
y que el don que nos haces en esta vida
nos sirva para la vida eterna.

138.
Después el sacerdote puede volver a la sede. Si se considera oportuno, se puede dejar un breve espacio de silencio sagrado o entonar un salmo o algún cántico de alabanza.

139.
Luego, de pie en el altar o en la sede, el sacerdote, vuelto hacia el pueblo, con las manos juntas, dice:
Oremos.
 
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio ya se haya hecho antes. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración después de la comunión.
____________________________________________________________________________
La oración después de la comunión termina con la conclusión breve.

Si la oración se dirige al Padre:

Por Jesucristo, nuestro Señor.
 
Si la oración se dirige al Padre,
pero al final de la misma se menciona al Hijo:

Él, que vive y reina por los siglos de los siglos
 
Si la oración se dirige al Hijo:
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

____________________________________________________________________________
El pueblo, al terminar, aclama: Amén.
140. Siguen, si es necesario, breves avisos para el pueblo.
 
141. Después tiene lugar la despedida. El sacerdote, vuelto hacia el pueblo, extendiendo las manos, dice:
El Señor esté con ustedes.
 
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
 
El sacerdote bendice al pueblo, diciendo:
La bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo,
+ y el Espíritu Santo,
descienda sobre ustedes.
 
El pueblo responde: Amén.
____________________________________________________________________________
142. En algunos días u ocasiones, a ésta fórmula de bendición precede, según las rúbricas, otra fórmula de bendición más solemne o una oración sobre el pueblo.
____________________________________________________________________________
143. En la Misa pontifical el celebrante recibe la mitra y, extendiendo las manos, dice:
 El Señor esté con ustedes.
 
Todos responden:
Y con tu espíritu.
 
El celebrante dice:
Bendito sea el nombre del Señor.
 
Todos responden:
Desde ahora y para siempre.
 
El celebrante dice:
Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
 
Todos responden:
Que hizo el cielo y la tierra.
 
Entonces el celebrante, habiendo recibido el báculo, si lo usa, dice:
La bendición de Dios todopoderoso,
 
Y, haciendo tres veces la señal de la cruz sobre el pueblo, añade:
Padre,
+ Hijo, + y Espíritu + Santo,
descienda sobre ustedes.
 
Todos responden: Amén.
____________________________________________________________________________
144. Luego el diácono, o el mismo sacerdote, con las manos juntas, vuelto hacia el pueblo, dice:
Pueden ir en paz.
 
O bien:
La alegría del Señor sea nuestra fuerza.
Pueden ir en paz.
 
O bien:
Glorifiquen al Señor con su vida.
Pueden ir en paz.
 
O bien:
En el nombre del Señor, pueden ir en paz.
 
O bien, especialmente en los domingos de pascua:
Anuncien a todos la alegría del Señor resucitado.
Pueden ir en paz.
 
El pueblo responde:
Demos gracias a Dios.

145.
Después el sacerdote venera el altar con un beso, como al comienzo. Seguidamente, hecha inclinación profunda con los ministros, se retira.

145.
Si inmediatamente sigue alguna acción litúrgica, se omite el rito de despedida.
BENDICIONES AL FINAL DE LA MISA
Y ORACIONES SOBRE EL PUEBLO
BENDICIONES SOLEMNES
El diácono o, a falta de éste, el mismo sacerdote, dice:
Inclinados, reciban la bendición. Luego el sacerdote, con las manos extendidas sobre el pueblo, dice la bendición y todos responden: Amén.

7.
Ascensión del Señor
Dios todopoderoso
los bendiga en este día en que su Hijo subió al cielo
y les abrió la entrada de la gloria
para llegar a estar junto a él.
R. Amén.

Cristo, que se apareció a sus discípulos
después de su Resurrección,
se manifieste también a ustedes lleno de misericordia,
cuando venga para el juicio final.
R. Amén.

Y al proclamarlo glorioso junto al Padre,
les conceda la alegría de experimentar que permanece con ustedes
hasta el fin del mundo, como lo ha prometido.
R. Amén.

Y la bendición de Dios todopoderoso,
del Padre, del Hijo
+ y del Espíritu Santo,
descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
R. Amén.
 

1. El tiempo « durante el año » comprende 34 ó 33 semanas. Comienza el lunes siguiente al domingo después del 6 de enero y continúa hasta el comienzo de la Cuaresma; comienza nuevamente el lunes después del domingo de Pentecostés y termina el sábado anterior al primer domingo de Adviento.

2. 
Los domingos y las semanas del tiempo « durante el año » se cuentan del modo siguiente:

a) El domingo en que se celebra la fiesta del Bautismo del Señor ocupa el lugar del primer domingo « durante el año »; la semana que le sigue es la primera de este tiempo. Los demás domingos y semanas se enumeran en orden progresivo hasta el comienzo de la Cuaresma.

b) Después de Pentecostés, cuando hay treinta y cuatro semanas « durante el año », la numeración interrumpida por la Cuaresma se continúa en la semana que sigue al domingo de Pentecostés, teniendo en cuenta, sin embargo, que la Misa del domingo de Pentecostés y de la solemnidad de la Santísima Trinidad ocupan el lugar de las misas dominicales. Pero cuando hay treinta y tres semanas « durante el año », se omite la primera semana que debería tomarse después de Pentecostés.


3. 
Por lo tanto, en el Misal se presentan treinta y cuatro misas para los domingos y ferias de este tiempo, que se utilizan según los principios siguientes:

a) En los domingos, como de costumbre, se utiliza la Misa que corresponde al número del domingo del tiempo « durante el año », a no ser que coincida con una solemnidad o fiesta que corresponda celebrar en ese día.

En las ferias puede decirse cualquiera de las treinta y cuatro Misas, teniendo en cuenta la utilidad pastoral de los fieles.


4. 
En estos domingos se canta o se dice el Gloria y se dice el Credo, pero se omiten en las ferias.

5. 
En los domingos se dice alguno de los prefacios dominicales del tiempo «durante el año», a no ser que se elija una Plegaria eucarística con prefacio propio; en las ferias se dice alguno de los prefacios comunes.

6. 
Para la comunión se proponen dos antífonas, la primera tomada de los salmos y la otra, generalmente, del Evangelio. Puede elegirse cualquiera de las dos, según las circunstancias, prefiriendo, sin embargo, la que mejor concuerde con el Evangelio del día.
MISAS DOMINICALES Y COTIDIANAS
XIV DOMINGO «DURANTE EL AÑO»
Antífona de entrada     Sal 47, 10-11
En tu santo templo, Señor, evocamos tu misericordia;
la gloria de tu nombre llega hasta los confines de la tierra.
Tu derecha está llena de justicia.
 
Oración colecta
Dios nuestro, que por la humillación de tu Hijo
levantaste a la humanidad caída;
concédenos una santa alegría,
para que, liberados de la servidumbre del pecado,
alcancemos la felicidad que no tiene fin.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios por los siglos de los siglos.
 
Oración sobre las ofrendas
Padre del cielo,
que este sacrificio consagrado a tu nombre nos purifique
y nos encamine, cada día más, hacia la vida eterna.
Por Jesucristo nuestro Señor.
 
Antífona de comunión     Sal 33, 9
Gusten y vean qué bueno es el Señor.
Feliz el hombre que espera en Él.
 
O bien:   Mt 11, 28
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados,
y yo los aliviaré, dice el Señor.
 
Oración después de la comunión
Alimentados con tan grandes dones,
te pedimos, Padre,
recibir sus frutos de salvación
y no dejar nunca de alabarte.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

 PREFACIO COMÚN I
EL UNIVERSO RESTAURADO POR CRISTO
72. Este prefacio se dice en las Misas del tiempo "durante el año" que carecen de prefacio propio.

V. 
El Señor esté con ustedes.R. Y con tu espíritu.
 
V. Levantemos el corazón.R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
 
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.R. Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.

En él has querido restaurar todas las cosas,
y hacernos participar a todos de su plenitud.
Él, que era de condición divina, se anonadó a sí mismo,
y por su Sangre derramada en la cruz pacificó todas las cosas;
y así, constituido Señor del universo,
es fuente de salvación eterna
para cuantos creen en él.

Por eso, unidos a los coros de los ángeles,
cantamos el himno a tu gloria,
diciendo sin cesar:

Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.

PREFACIO COMÚN IILA SALVACIÓN POR CRISTO
73. Este prefacio se dice en las Misas del tiempo "durante el año" que carecen de prefacio propio.

V.
 El Señor esté con ustedes.R. Y con tu espíritu.
 
V. Levantemos el corazón.R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
 
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.R. Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.

Tú creaste al hombre por amor,
y aunque condenado justamente,
con tu misericordia lo redimiste,
por Cristo, Señor nuestro.

Por él, los ángeles celebran tu gloria,
te adoran las dominaciones, se estremecen las potestades.
En el cielo te aclaman con alegría las virtudes celestiales
y los santos serafines.
Permítenos asociarnos a sus voces,
cantando humildemente tu alabanza:

Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.

Fuentes: Misal Romano
 
y Leccionario IV (Ferias del Tiempo Ordinario

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