lunes, 8 de julio de 2013

Liturgia de las Horas. Lunes XIV Semana Tiempo Ordinario. Ciclo C. 8 de julio, 2013.

 
Lunes Tiempo Ordinario.  
II Semana del Salterio
INVITATORIO
Si Laudes es la primera celebración del día:
    V.
 Señor, abre mis labios.    R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
    A continuación se dice el salmo Invitatorio, con la antífona:
Demos vítores al Señor, aclamándolo con cantos..

Salmo 94
INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA


Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
+ entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses,
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes.
Suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
"No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto:
cuando vuestros padres me pusieron a prueba,
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."
Si antes de Laudes se ha celebrado el Oficio de lectura:
    V.
 Dios mío, ven en mi auxilio.
    
R. Señor, date prisa en socorrerme.
        Gloria. Aleluya.

Al final de cada salmo o cantico se reza el Gloria



   
     OFICIO DE LECTURA
Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

Ant. Demos vítores al Señor, aclamándolo con cantos.

Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.


Himno: EN EL PRINCIPIO, TU PALABRA

En el principio, tu Palabra.
Antes que el sol ardiera,
antes del mar y las montañas,
antes de las constelaciones,
nos amó tu Palabra.

Desde tu seno, Padre,
era sonrisa su mirada,
era ternura su sonrisa,
era calor de brasa.
En el principio, tu Palabra.

Todo se hizo de nuevo,
todo salió sin mancha,
desde el arrullo del río
hasta el rocío y la escarcha;
nuevo el canto de los pájaros,
porque habló tu Palabra.

Y nos sigues hablando todo el día,
aunque matemos la mañana
y desperdiciemos la tarde,
y asesinemos la alborada.
Como una espada de fuego,
en el principio, tu Palabra.

Llénanos de tu presencia, Padre;
Espíritu, satúranos de tu fragancia;
danos palabras para responderte,
Hijo, eterna Palabra. Amén.
SALMODIA Ant 1. Inclina, Señor, tu oído hacia mí; ven a librarme. Salmo 30 I - SÚPLICA CONFIADA Y ACCIÓN DE GRACIAS.
A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo,
inclina tu oído hacia mí;

ven aprisa a librarme,
sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;

por tu nombre dirígeme y guíame:
sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.

En tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás;
tú aborreces a los que veneran ídolos inertes,
pero yo confío en el Señor;
tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.

Te has fijado en mi aflicción,
velas por mi vida en peligro;
no me has entregado en manos del enemigo,
has puesto mis pies en un camino ancho.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Inclina, Señor, tu oído hacia mí; ven a librarme.

Ant 2. Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.
Salmo 30 II
Piedad, Señor, que estoy en peligro:
se consumen de dolor mis ojos,
mi garganta y mis entrañas.

Mi vida se gasta en el dolor;
mis años, en los gemidos;
mi vigor decae con las penas,
mis huesos se consumen.

Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos:
me ven por la calle y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil.

Oigo las burlas de la gente,
y todo me da miedo;
se conjuran contra mí
y traman quitarme la vida.

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano está mi destino:
líbrame de los enemigos que me persiguen;
haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.

Ant 3. Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia.
Salmo 30 III
¡Qué bondad tan grande, Señor,
reservas para tus fieles,
y concedes a los que a ti se acogen
a la vista de todos!

En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas;
los ocultas en tu tabernáculo,
frente a las lenguas pendencieras.

Bendito el Señor, que ha hecho por mí
prodigios de misericordia
en la ciudad amurallada.

Yo decía en mi ansiedad:
«Me has arrojado de tu vista»;
pero tú escuchaste mi voz suplicante
cuando yo te gritaba.

Amad al Señor, fieles suyos;
el Señor guarda a sus leales,
y a los soberbios les paga con creces.

Sed fuertes y valientes de corazón
los que esperáis en el Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia.

V. Enséñame, Señor, a caminar con lealtad.
R. Porque tú eres mi Dios y Salvador.


PRIMERA LECTURA Del primer libro de Samuel 17, 57--18, 9. 20-30 ENVIDIA DE SAÚL HACIA DAVID
En aquellos días, cuando volvió David de matar al filisteo, lo tomó Abner y lo llevó ante Saúl con la cabeza del filisteo en la mano. Saúl le preguntó:
«¿De quién eres hijo, muchacho?»
David respondió:
«De tu siervo Jesé, de Belén.»

En acabando de hablar David a Saúl, el alma de Jonatán se apegó al alma de David, y lo amó Jonatán como a sí mismo. Lo retuvo Saúl aquel día y no le permitió regresar a casa de su padre. Hizo Jonatán alianza con David, pues lo amaba como a sí mismo. Se quitó Jonatán el manto que llevaba y se lo dio a David, y también su vestido y su espada, su arco y su cinturón.

A su regreso, cuando volvió David de matar al filisteo, salían las mujeres de todas las ciudades de Israel al encuentro del rey Saúl, para cantar, danzando al son de adufes y triángulos, con cantos de alegría. Las mujeres, danzando, cantaban a coro:

«Saúl mató sus mil, y David sus diez mil.»
Irritóse mucho Saúl y le disgustó el suceso, pues decía:
«Dan miríadas a David, y a mí sólo millares; sólo le falta ser rey.»
Y, desde aquel día en adelante, miraba Saúl a David con ojos de envidia.

Mikal, hija de Saúl, se enamoró de David. Se lo dijeron a Saúl, y le agradó la noticia. Dijo Saúl:
«Se la entregaré, pero será para él un lazo, pues caerá sobre él la mano de los filisteos.» Dijo, pues, Saúl a David:
«Ahora serás mi yerno.»
Ordenó Saúl a sus servidores:
«Insinuad a David: "Mira que el rey te estima; también te estiman todos sus servidores; procura, pues, ser yerno del rey."»
Los servidores del rey dijeron estas palabras a oídos de David, y éste replicó:
«¿Os parece sencillo ser yerno del rey? Yo soy un hombre pobre y ruín.»
Comunicaron a Saúl sus servidores:
«Estas palabras ha dicho David.»
Respondió Saúl:
«Decid así a David: "No quiere el rey dote, sino cien prepucios de filisteos para vengarse de los enemigos del rey."»

Tramaba el rey hacer sucumbir a David en manos de los filisteos. Los servidores comunicaron a David estas palabras y la cosa pareció bien a David para llegar a ser yerno del rey. No se había cumplido el plazo, cuando se levantó David y partió con sus hombres. Mató a los filisteos doscientos hombres y trajo sus prepucios, que entregó cumplidamente al rey, para ser su yerno. Saúl le dio a su hija Mikal por mujer.

David lograba éxito en todas las campañas que Saúl le encomendaba, y lo puso Saúl al frente de hombres de guerra, y se hizo querer de todo el pueblo, también de los servidores de Saúl.

Temió Saúl, pues sabía que el Señor estaba con David y que toda la casa de Israel lo amaba. Aumentó el temor de Saúl hacia David y fue siempre hostil a él. Salían los jefes de los filisteos, pero en todas sus incursiones obtenía David más éxito que los demás servidores de Saúl, y su nombre se hizo muy famoso.
RESPONSORIO    Sal 55, 2. 4. 14
R. Misericordia, Dios mío, que me hostigan, me atacan y me acosan todo el día: * Yo confío en ti.
V. Porque libraste mi alma de la muerte, mis pies de la caída.
R. Yo confío en ti.
SEGUNDA LECTURA De la carta de san Clemente primero, papa, a los Corintios.
(Cap. 46, 2--47, 4; 48, 1-6: Funk 1, 119-123)
BUSQUE CADA UNO NO SÓLO SU PROPIO INTERÉS, SINO TAMBIÉN EL DE LA COMUNIDAD
Escrito está: Juntaos con los santos, porque los que se juntan con ellos se santificarán. Y otra vez, en otro lugar, dice: Con el hombre inocente serás inocente; con el elegido serás elegido, y con el perverso te pervertirás. Juntémonos, pues, con los inocentes y justos, porque ellos son elegidos de Dios. ¿A qué vienen entre vosotros contiendas y riñas, banderías, escisiones y guerras? ¿O es que no tenemos un solo Dios y un solo Cristo y un solo Espíritu de gracia que fue derramado sobre nosotros? ¿No es uno solo nuestro llamamiento en Cristo? ¿A qué fin desgarramos y despedazamos los miembros de Cristo y nos sublevamos contra nuestro propio cuerpo, llegando a tal punto de insensatez que nos olvidamos de que somos los unos miembros de los otros?

Acordaos de las palabras de Jesús, nuestro Señor. El dijo, en efecto: ¡Ay de aquel hombre! Más le valiera no haber nacido, que escandalizar a uno solo de mis escogidos. Mejor le fuera que le colgaran una piedra de molino al cuello y lo hundieran en el mar, que no extraviar a uno solo de mis escogidos. Vuestra escisión extravió a muchos, desalentó a muchos, hizo dudar a muchos, nos sumió en la tristeza a todos nosotros. Y, sin embargo, vuestra sedición es contumaz.

Tomad en vuestra mano la carta del bienaventurado Pablo apóstol. ¿Cómo os escribió en los comienzos del Evangelio? A la verdad, divinamente inspirado, os escribió acerca de sí mismo, de Cefas y de Apolo, como quiera que ya desde entonces fomentabais las parcialidades. Mas aquella parcialidad fue menos culpable que la actual, pues al cabo os inclinabais a apóstoles acreditados por Dios y a un hombre acreditado por éstos.

Arranquemos, pues, con rapidez ese escándalo y postrémonos ante el Señor, suplicándole con lágrimas sea propicio con nosotros, nos reconcilie consigo y nos restablezca en el sagrado y puro comportamiento de nuestra fraternidad. Porque ésta es la puerta de la justicia, abierta para la vida, conforme está escrito: Abridme las puertas de la justicia, y entraré para dar gracias al Señor. Ésta es la puerta del Señor: los justos entrarán por ella. Ahora bien, siendo muchas las puertas que están abiertas, ésta es la puerta de la justicia, a saber: la que se abre en Cristo. Bienaventurados todos los que por ella entraren y enderezaren sus pasos en santidad y justicia, cumpliendo todas las cosas sin perturbación. Enhorabuena que uno tenga carisma de fe, que otro sea poderoso en explicar los conocimientos, otro sabio en el discernimiento de discursos, otro casto en su conducta. El hecho es que cuanto mayor parezca uno ser, tanto más debe humillarse y buscar no sólo su propio interés, sino también el de la comunidad.
RESPONSORIO    1Co 9, 19. 22; Jb 29, 15-16
R. Siendo libre en todo, me he hecho esclavo de todos. Me he hecho débil con los débiles. * Me he hecho todo para todos, para salvarlos a todos.
V. Yo era ojos para el ciego y pies para el cojo; yo era padre de los pobres.
R. Me he hecho todo para todos, para salvarlos a todos.

ORACIÓN. OREMOS,
Oh Dios, que por medio de la humillación de tu Hijo levantaste a la humanidad caída, conserva a tus fieles en continua alegría y concede los gozos del cielo a quienes has librado de la muerte eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.  

   
   
   
Laudes

 
HIMNO

Alfarero del hombre, mano trabajadora
que, de los hondos limos iniciales,
convocas a los pájaros a la primera aurora,
al pasto los primeros animales.

De mañana te busco, hecho de luz concreta,
de espacio puro y tierra amanecida.
De mañana te encuentro, vigor, origen, meta
de los profundos ríos de la vida.

El árbol toma cuerpo, y el agua melodía;
tus manos son recientes en la rosa;
se espesa la abundancia del mundo a mediodía
y estás de corazón en cada cosa.

No hay brisa si no alientas, monte si no estás dentro,
ni soledad en que no te hagas fuerte.
Todo es presencia y gracia; vivir es este encuentro:
tú, por la luz; el hombre, por la muerte.

¡Que se acabe el pecado! ¡Mira que es desdecirte
dejar tanta hermosura en tanta guerra!
Que el hombre no te obligue, Señor, a arrepentirte
de haberle dado un día las llaves de la tierra. Amén.

 
SALMODIA

Ant. 1:
 ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios?
 
Salmo 41
DESEO DEL SEÑOR Y ANSIAS DE CONTEMPLAR EL TEMPLO
  
El que tenga sed y quiera, que venga a beber el agua de la vida (Ap 22, 17)
Como busca la cierva
corrientes de agua,
así mi alma te busca
a ti, Dios mío;

tiene sed de Dios,
del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver
el rostro de Dios?

Las lágrimas son mi pan
noche y día,
mientras todo el día me repiten:
“¿Dónde está tu Dios?”

Recuerdo otros tiempos,
y mi alma desfallece de tristeza:
cómo marchaba a la cabeza del grupo,
hacia la casa de Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta.

¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
“Salud de mi rostro, Dios mío.”

Cuando mi alma se acongoja,
te recuerdo,
desde el Jordán y el Hermón
y el Monte Menor.

Una sima grita a otra sima
con voz de cascadas:
tus torrentes y tus olas
me han arrollado.

De día el Señor
me hará misericordia,
de noche cantaré la alabanza
del Dios de mi vida.

Diré a Dios: Roca mía,
¿por qué me olvidas?
¿por qué voy andando sombrío,
hostigado por mi enemigo?

Se me rompen los huesos
por las burlas del adversario;
todo el día me preguntan:
«¿Dónde está tu Dios?»

¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío.»
 
Ant. 1: ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios?

 
Ant. 2: Muéstranos, Señor, tu gloria y tu compasión.
 
Cántico     Sir 36, 1-7. 13-16
SÚPLICA EN FAVOR DE LA CIUDAD SANTA DE JERUSALÉN

Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios
verdadero, y a tu enviado Jesucristo. (Jn 17, 3)
Sálvanos, Dios del universo,
infunde tu terror a todas las naciones;
amenaza con tu mano al pueblo extranjero,
para que sienta tu poder.

Como les mostraste tu santidad al castigarnos,
muéstranos así tu gloria castigándolos a ellos,
para que sepan, como nosotros lo sabemos,
que no hay Dios fuera de ti.

Renueva los prodigios, repite los portentos,
exalta tu mano, robustece tu brazo.

Reúne a todas las tribus de Jacob
y dales su heredad como antiguamente.

Ten compasión del pueblo que lleva tu nombre,
de Israel, a quien nombraste tu primogénito.
Ten compasión de tu ciudad santa,
de Jerusalén, lugar de tu reposo.

Llena a Sión de tu majestad
y al templo, de tu gloria.
 
Ant. 2: Muéstranos, Señor, tu gloria y tu compasión.

 
Ant. 3: Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
 
Salmo 18 A
ALABANZA AL DIOS CREADOR DEL UNIVERSO

Nos visitará el sol que nace de lo alto...para guiar nuestros pasos por el camino de la paz. (Lc 1,78-79)
El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo murmura.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.

Allí le ha puesto su tienda al sol:
él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino.

Asoma por un extremo del cielo,
y su órbita llega al otro extremo:
nada se libra de su calor.
 
Ant. 3: Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

 
LECTURA BREVE     Jr 15, 16

Cuando encontraba palabras tuyas las devoraba; tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi corazón, porque tu nombre fue pronunciado sobre mí, ¡Señor, Dios de los ejércitos!

 
RESPONSORIO BREVE

V.
 Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos.R. Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos.
 
V. Cantadle un cántico nuevo.R. Que merece la alabanza de los buenos.
 
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.R. Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos.

 
CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant.:
 Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo.
 
Cántico de Zacarías     Lc 1, 68-79
EL MESÍAS Y SU PRECURSOR


Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
 
Ant.: Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo.

 
PRECES

Demos gracias a nuestro Salvador que ha hecho de nosotros un pueblo de reyes y sacerdotes, y digámosle:

    Consérvanos, Señor, en tu servicio.

Señor Jesús, sacerdote eterno, que has querido que tu pueblo participara de tu sacerdocio:
    haz que ofrezcamos siempre sacrificios espirituales, agradables al Padre.

Danos, Señor, la abundancia de los frutos del Espíritu Santo:
    comprensión, bondad, amabilidad.

Que la luz de la fe ilumine este nuevo día
    y que durante el mismo caminemos por las sendas del amor.

Haz que busquemos siempre el bien de nuestros hermanos
    y les ayudemos a progresar en su salvación.
 
Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Con el gozo que nos da el sabernos hijos de Dios, digamos confiadamente: Padre nuestro.

 
Oración

Señor, Dios todopoderoso, que nos has hecho llegar al comienzo de este día: danos tu ayuda para que no caigamos hoy en pecado, sino que nuestras palabras, pensamientos y acciones sigan el camino de tus mandatos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

 
CONCLUSIÓN

V.
 El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.R. Amén.



hora intermedia

 
V. Dios mío, ven en mi auxilio.R. Señor, date prisa en socorrerme.
    Gloria. Aleluya.

 
HIMNO
 
TERCIA

Ven, Espíritu Santo, luz y gozo,
Amor, que en tus incendios nos abrasas:
renueva el alma de este pueblo tuyo
que por mis labios canta tu alabanza.

En sus fatigas diarias; sé descanso;
en su lucha tenaz, vigor y gracia:
haz germinar la caridad del Padre,
que engendra flores y que quema zarzas.

Ven, Amor, que iluminas el camino,
compañero divino de las almas:
ven con tu viento a sacudir al mundo
y a abrir nuevos senderos de esperanza. Amén.
 
O bien, fuera de los domingos y de las solemnidades:

El trabajo, Señor, de cada día
nos sea por tu amor santificado,
convierte su dolor en alegría
de amor, que para dar tú nos has dado.

Paciente y larga es nuestra tarea
en la noche oscura del amor que espera;
dulce huésped del alma, al que flaquea
dale tu luz, tu fuerza que aligera.

En el alto gozoso del camino,
demos gracias a Dios, que nos concede
la esperanza sin fin del don divino;
todo lo puede en él quien nada puede. Amén.


SEXTA
 
En los domingos:

Cuando la luz del día está en su cumbre,
eres, Señor Jesús, luz y alegría
de quienes en la fe y en la esperanza
celebran ya la fiesta de la Vida.

Eres resurrección, palabra y prenda
de ser y de vivir eternamente;
sembradas de esperanzas nuestras vidas,
serán en ti cosecha para siempre.

Ven ya, Señor Jesús, Salvador nuestro,
de tu radiante luz llena este día,
camino de alegría y de esperanza,
cabal acontecer de nueva vida.

Concédenos, oh Padre omnipotente,
por tu Hijo Jesucristo, hermano nuestro,
vivir ahora el fuego de tu Espíritu,
haciendo de esta. tierra un cielo nuevo. Amén.
 
O bien, fuera de los domingos y de las solemnidades:

Te está cantando el martillo
y rueda en tu honor la rueda.
Puede que la luz no pueda
librar del humo su brillo.
¡Qué sudoroso y sencillo
te pones a mediodía,
Dios de esta dura porfía
de estar sin pausa creando,
y verte necesitando
del hombre más cada día!

Quién diga que Dios ha muerto
que salga a la luz y vea
si el mundo es o no tarea
de un Dios que sigue despierto.
Ya no es su sitio el desierto
ni en la montaña se esconde;
decid, si preguntan dónde,
que Dios está -sin mortaja-
en donde un hombre trabaja
y un corazón le responde. Amén.
 
O bien, tanto en los domingos como en las ferias:

Este mundo del hombre, en que él se afana
tras la felicidad que tanto ansía,
tú lo vistes, Señor, de luz temprana
y de radiante sol al mediodía.

Así el poder de tu presencia encierra
el secreto más hondo de esta vida;
un nuevo cielo y una nueva tierra
colmarán nuestro anhelo sin medida.

Poderoso Señor de nuestra historia,
no tardes en venir gloriosamente;
tu luz resplandeciente y tu victoria
inunden nuestra vida eternamente. Amén.


NONA

Fundamento de todo lo que existe,
de tu pueblo elegido eterna roca,
de los tiempos Señor, que prometiste
dar tu vigor al que con fe te invoca.

Mira al hombre que es fiel y no te olvida,
tu Espíritu, tu paz háganlo fuerte
para amarte y servirte en esta vida
y gozarte después de santa muerte.

Jesús, Hijo del Padre, ven aprisa
en este atardecer que se avecina,
serena claridad y dulce brisa
será tu amor que todo lo domina. Amén.
 
O bien:

Oh Jesús, que en tu cruz has demostrado
tu gran amor, tu gran misericordia,
y tu fuerza nos das para seguirte
por el mismo camino hacia la gloria.

Que fielmente cumplamos en tu Iglesia
nuestra parte en tu obra salvadora,
y, al llegar a la tarde de la vida,
en gozo eterno el Padre nos acoja.

Gracias, Padre, a ti porque nos llamas,
a Jesús, que en su sangre nos redime,
y al Espíritu, luz y guía
de este pueblo que al cielo se dirige. Amén.
 
Pueden usarse también, sobretodo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.


SALMODIA

Ant. 1:
 ¡Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen!
 
Salmo 118, 41-48

Señor, que me alcance tu favor,
tu salvación según tu promesa:
así responderé a los que me injurian,
que confío en tu palabra;
no quites de mi boca las palabras sinceras,
porque yo espero en tus mandamientos.

Cumpliré sin cesar tu voluntad,
por siempre jamás;
andaré por un camino ancho,
buscando tus decretos;
comentaré tus preceptos ante los reyes,
y no me avergonzaré.

Serán mi delicia tus mandatos,
que tanto amo;
levantaré mis manos hacia ti
recitando tus mandatos.
 
Ant. 1: ¡Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen!

 
Ant. 2: Mi alimento es hacer la voluntad del Padre.
 
Salmo 39, 2-14. 17-18
ACCIÓN DE GRACIAS Y PETICIÓN DE AUXILIO

No quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo. (Hb 10, 5)
I

Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito;
me levantó de la fosa fatal,
de la charca fangosa;
afianzó mis pies sobre roca,
y aseguró mis pasos;

me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios.
Muchos, al verlo, quedaron sobrecogidos
y confiaron en el Señor.

Dichoso el hombre que ha puesto
su confianza en el Señor,
y no acude a los idólatras,
que se extravían con engaños.

¡Cuántas maravillas has hecho,
Señor, Dios mío,
cuántos planes en favor nuestro!
Nadie se te puede comparar:
intento proclamarlas, decirlas,
pero superan todo número.

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy
-como está escrito en mi libro-
para hacer tu voluntad.»

Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas.
 
Ant. 2: Mi alimento es hacer la voluntad del Padre.

 
Ant. 3: Yo soy pobre, pero el Señor cuida de mí.
 
II

He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes.

No me he guardado en el pecho tu defensa,
he proclamado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad
ante la gran asamblea.

Tú, Señor, no me niegues tu clemencia,
que tu misericordia y tu lealtad me guarden siempre,
porque me cercan desgracias sin cuento.

Se me echan encima mis culpas,
y no puedo huir;
son más que los cabellos de mi cabeza,
y me falta el valor.

Señor, dígnate librarme;
Señor, date prisa en socorrerme.
Alégrense y gocen contigo
todos los que te buscan;
digan siempre: «Grande es el Señor»,
los que desean tu salvación.
Yo soy pobre y desdichado,
pero el Señor cuida de mí;
tú eres mi auxilio y mi liberación:
Dios mío, no tardes.
 
Ant. 3: Yo soy pobre, pero el Señor cuida de mí.

 
LECTURA BREVE

Tercia     Jr 31, 33


Así será la alianza que haré con la casa de Israel, después de aquellos días -oráculo del Señor-: Pondré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.
 
V. Oh Dios, crea en mí un corazón puro.R. No me arrojes lejos de tu rostro.

Oremos:

Padre óptimo, Dios nuestro, tú has querido que los hombres trabajemos de tal modo, que, cooperando unos con otros, alcancemos éxitos cada vez mejor logrados; ayúdanos, pues, a vivir en medio de nuestros trabajos, sintiéndonos siempre hijos tuyos y hermanos de todos los hombres. Por- Cristo nuestro Señor.
 
Sexta     Jr 32, 40

Haré con ellos alianza eterna y no cesaré de hacerles bien. Pondré en sus corazones mi temor para que no se aparten de mí.
 
V. De Dios viene mi salvación y mi gloria.R. Él es mi refugio.

Oremos:

Señor, tú eres el dueño de, la viña y de los sembrados, tú el que repartes las tareas y distribuyes el justo salario a los trabajadores: ayúdanos a soportar el peso del día y el calor de la jornada sin quejamos nunca de tus planes. Por Cristo nuestro Señor.
 
Nona     Ez 34, 31

Dice el Señor Dios: «Vosotros sois rebaño mío, ovejas de mi grey; y yo soy vuestro Dios.»
 
V. El Señor es mi pastor, nada me falta.R. En verdes praderas me hace recostar.

Oremos

Tú nos has convocado, Señor, en tu presencia en esta misma hora en que los apóstoles subían al templo para la, oración de la tarde: concédenos que las súplicas que ahora te dirigimos en nombre de Jesús, tu Hijo, alcancen la salvación a cuantos lo invocan. Por Cristo nuestro Señor.

 
CONCLUSIÓN

Después de la oración, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V.
 Bendigamos al Señor.R. Demos gracias a Dios.



Vísperas

 
INVOCACIÓN INICIAL

V.
 Dios mío, ven en mi auxilio.R. Señor, date prisa en socorrerme.
    Gloria. Aleluya.

 
HIMNO

Presentemos a Dios nuestras tareas,
levantemos orantes nuestras manos,
porque hemos realizado nuestras vidas
por el trabajo.

Cuando la tarde pide ya descanso
y Dios está más cerca de nosotros,
es hora de encontrarnos en sus manos,
llenos de gozo.

En vano trabajamos la jornada,
hemos corrido en vano hora tras hora,
si la esperanza no enciende sus rayos
en nuestra sombra.

Hemos topado a Dios en el bullicio,
Dios se cansó conmigo en el trabajo;
es hora de buscar a Dios adentro,
enamorado.

La tarde es un trisagio de alabanza,
la tarde tiene fuego del Espíritu:
adoremos al Padre en nuestras obras,
adoremos al Hijo. Amén.

 
SALMODIA

Ant. 1:
 Eres el más bello de los hombres, en tus labios se derrama la gracia.
 
Salmo 44
LAS NUPCIAS DEL REY

¡Llega el esposo, salid a recibirlo! (Mt 25, 6)
I

Me brota del corazón un poema bello,
recito mis versos a un rey;
mi lengua es ágil pluma de escribano.

Eres el más bello de los hombres,
en tus labios se derrama la gracia,
el Señor te bendice eternamente.

Cíñete al flanco la espada, valiente:
es tu gala y tu orgullo;
cabalga victorioso por la verdad y la justicia,
tu diestra te enseñe a realizar proezas.
Tus flechas son agudas, los pueblos se te rinden,
se acobardan los enemigos del rey.

Tu trono, ¡oh dios!, permanece para siempre;
cetro de rectitud es tu cetro real;
has amado la justicia y odiado la impiedad:
por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido
con aceite de júbilo entre todos tus compañeros.

A mirra, áloe y acacia huelen tus vestidos,
desde los palacios de marfiles te deleitan las arpas.
Hijas de reyes salen a tu encuentro,
de pie a tu derecha está la reina
enjoyada con oro de Ofir.
 
Ant. 1: Eres el más bello de los hombres, en tus labios se derrama la gracia.

 
Ant. 2: Llega el esposo, salid a recibirlo.
 
II

Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza,
póstrate ante él, que él es tu señor.
La ciudad de Tiro viene con regalos,
los pueblos más ricos buscan tu favor.

Ya entra la princesa, bellísima,
vestida de perlas y brocado;
la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes,
la siguen sus compañeras:
las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.

«A cambio de tus padres tendrás hijos,
que nombrarás príncipes por toda la tierra.»

Quiero hacer memorable tu nombre
por generaciones y generaciones,
y los pueblos te alabarán
por los siglos de los siglos.
 
Ant. 2: Llega el esposo, salid a recibirlo.

 
Ant. 3: Dios proyectó hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza, cuando llegase el momento culminante.
 
Cántico     Ef 1, 3-10
EL PLAN DIVINO DE LA SALVACIÓN


Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

El nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos consagrados
e irreprochables ante él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
hacer que todas las cosas
tuviesen a Cristo por cabeza,
las del cielo y las de la tierra.
 
Ant. 3: Dios proyectó hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza, cuando llegase el momento culminante.

 
LECTURA BREVE     1Ts 2, 13

Nosotros continuamente damos gracias a Dios; porque habiendo recibido la palabra de Dios predicada por nosotros, la acogisteis, no como palabra humana, sino -como es en realidad- como palabra de Dios, que ejerce su acción en vosotros, los creyentes.

 
RESPONSORIO BREVE

V. 
Suba, Señor, a ti mi oración.R. Suba, Señor, a ti mi oración.
 
V. Como incienso en tu presencia.R. A ti mi oración.
 
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. R. Suba, Señor, a ti mi oración.

 
CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant.:
 Proclame mi alma tu grandeza, Dios mío.
 
Cántico de la Santísima Virgen María    Lc 1, 46-55
ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR


Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
 
Ant.: Proclame mi alma tu grandeza, Dios mío.

 
PRECES

Alabemos a Cristo, que ama a la Iglesia y le da alimento y calor, y roguémosle confiados diciendo:

    Atiende, Señor, los deseos de tu pueblo.

Haz, Señor, que todos los hombres se salven
    y lleguen al conocimiento de la verdad.

Guarda con tu protección al papa 
N. y a nuestro obispo N.,
    ayúdalos con el poder de tu brazo.

Ten compasión de los que no encuentran trabajo
    y haz que consigan un empleo digno y estable.

Señor, sé refugio de los oprimidos
    y protégelos en todas sus necesidades.
 
Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Te pedimos por el eterno descanso de los que durante su vida ejercieron el ministerio para el bien de tu Iglesia:
    que también te celebren eternamente en tu reino.

Fieles a la recomendación del Salvador nos atrevemos a decir: Padre nuestro.

 
Oración

Dios todopoderoso y eterno, que has querido asistirnos en el trabajo que nosotros, tus siervos inútiles, hemos realizado hoy, te pedimos que, al llegar al término de este día, acojas benignamente nuestro sacrificio vespertino de acción de gracias y recibas con bondad la alabanza que te dirigimos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

 
CONCLUSIÓN

V.
 El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.R. Amén.



Completas

 
INVOCACIÓN INICIAL

V. 
Dios mío, ven en mi auxilio.R. Señor, date prisa en socorrerme.
    Gloria. Aleluya.

 
EXAMEN DE CONCIENCIA

Es muy de alabar que, después de la invocación inicial, se haga el examen de conciencia, el cual en la celebración comunitaria puede concluirse con alguna de las fórmulas del acto penitencial de la misa.

 

HIMNO

Cuando la luz del sol es ya poniente,
gracias, Señor, es nuestra melodía;
recibe, como ofrenda, amablemente,
nuestro dolor, trabajo y alegría.

Si poco fue el amor en nuestro empeño
de darle vida al día que fenece,
convierta en realidad lo que fue un sueño
tu gran amor que todo lo engrandece.

Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte
de pecadora en justa, e ilumina
la senda de la vida y de la muerte
del hombre que en la fe lucha y camina.

Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza
la noche oscura sobre nuestro día,
concédenos la paz y la esperanza
de esperar cada noche tu gran día. Amén.
 
O bien:

Se inclina ya mi frente,
sellado está el trabajo;
Señor, tu pecho sea
la gracia del descanso.

Mis ojos se retiran,
la voz deja su canto,
pero el amor enciende
su lámpara velando.

Lucero que te fuiste,
con gran amor amado,
en tu gloria dormimos
y en sueños te adoramos. Amén.

 
SALMODIA

Ant.: 
Tú, Señor, eres clemente y rico en misericordia.
 
Salmo 85
ORACIÓN DE UN POBRE ANTE LAS DIFICULTADES

Bendito sea Dios, que nos consuela en todas nuestras luchas. (2 Co 1, 3. 4)
Inclina tu oído, Señor; escúchame,
que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva a tu siervo, que confía en ti.

Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti;

porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica.

En el día del peligro te llamo,
y tú me escuchas.
No tienes igual entre los dioses, Señor,
ni hay obras como las tuyas.

Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre:
«Grande eres tú, y haces maravillas;
tú eres el único Dios.»

Enséñame, Señor, tu camino,
para que siga tu verdad;
mantén mi corazón entero
en el temor de tu nombre.

Te alabaré de todo corazón, Dios mío;
daré gloria a tu nombre por siempre,
por tu grande piedad para conmigo,
porque me salvaste del abismo profundo.

Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí,
una banda de insolentes atenta contra mi vida,
sin tenerte en cuenta a ti.

Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí.

Da fuerza a tu siervo,
salva al hijo de tu esclava;
dame una señal propicia,
que la vean mis adversarios y se avergüencen,
porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.
 
Ant.: Tú, Señor, eres clemente y rico en misericordia.

 
LECTURA BREVE     1Ts 5, 9-10

Dios nos ha puesto para obtener la salvación por nuestro Señor Jesucristo, que murió por nosotros, para que, velando o durmiendo, vivamos junto con él.

 
RESPONSORIO BREVE

V.
 En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
 
V. Tú, el Dios leal, nos librarás.R. Te encomiendo mi espíritu.
 
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

 
CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant.
 Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
 
Cántico de Simeón     Lc 2, 29-32
CRISTO, LUZ DE LAS NACIONES Y GLORIA DE ISRAEL


Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,

porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:

luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.
 
Ant.: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

 
Oración

Concede, Señor, a nuestros cuerpos fatigados el descanso necesario, y haz que la simiente del reino que con nuestro trabajo hemos sembrado hoy crezca y germine para la cosecha de la vida eterna. Por Cristo nuestro Señor.

 
CONCLUSIÓN

Bendición

V.
 El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.R. Amén.

 
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
I

Madre del Redentor, virgen fecunda,
puerta del cielo siempre abierta,
estrella de mar,

ven a librar al pueblo que tropieza
y se quiere levantar.

Ante la admiración de cielo y tierra,
engendraste a tu santo Creador,
y permaneces siempre virgen.

Recibe el saludo del ángel Gabriel,
y ten piedad de nosotros, pecadores.
 
II

Salve, Reina de los cielos
y Señora de los ángeles;
salve raíz, salve puerta,
que dio paso a nuestra luz.

Alégrate, virgen gloriosa,
entre todas la más bella;
salve, agraciada doncella,
ruega a Cristo por nosotros.
 
III

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra,
Dios te salve.

A ti llamamos los desterrados hijos de Eva,
a ti suspiramos, gimiendo y llorando,
en este valle de lágrimas.

Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.

Oh clemente, oh piadosa,
oh dulce Virgen María!
 
IV

Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios,
no desprecies las oraciones
que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien líbranos de todo peligro,
oh Virgen gloriosa y bendita.

 
 
Fuente: Liturgia de las Horas (Tomo III)

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