martes, 23 de julio de 2013

Cristina, Santa


Mártir, 24 de julio
 
Cristina, Santa
Cristina, Santa

Virgen y Mártir

Martirologio Romano: En Bolsena, ciudad de la Toscana, santa Cristina, virgen y mártir (s. inc.)

Etimológicamente: Cristina = Aquella que sigue a Cristo, es de origen latino.
Nació en Toscana, en la margen derecha del lago Bolsena, en un villorrio frecuentemente sacudido por elementos naturales y al mismo tiempo transformado por diversas culturas en el transcurso del tiempo.

Cristina es la hija de Urbano, gobernador pagano de la región y presentado por los libros antiguos como enemigo acérrimo de los cristianos. La niña se ha aficionado desde pequeña a aquello que cuentan de ese Cristo tan perseguido y maltratado; la curiosidad primera se cambia en pensamiento cuando descubre que son muchos los cristianos juzgados por su padre y condenados porque son fieles dispuestos a dar la vida por su ideal. Crece más y más la simpatía y a escondidas busca datos de unas señoras cristianas; la instruyen y la forman; se bautiza en secreto y toma el nombre de Cristiana.

Entre juego y travesura formal ha hecho algo que saca de quicio a su padre y será el motivo que la lleve al martirio; no se le ha ocurrido otra cosa que apañar las estatuillas de ídolos que su padre siempre ha conservado con esmero, casi como un patrimonio familiar, las ha tomado por suyas, las ha destrozado y ha dado el rico material de que estaban hechas a los pobres para remedio de su necesidad.

El padre ha descubierto su condición y lleno de ira, al notar la rebeldía de la niña, la trata con peores modos que a los demás cristianos. "No se ha de decir en el mundo que una niña me dio la ley, ni que estos hechiceros de cristianos triunfan de nuestros dioses en medio de mi propia familia. Yo veré si sus hechizos pueden más que mis tormentos y si la paciencia de una hija ha de hacer burla de la cólera de un padre". El gobernador manda usar con ella azotes y garfios admirándose de que Cristina persista en su actitud. Manda el desnaturalizado padre preparar un brasero ardiente para quemarla poco a poco; mas el brasero se hizo una hoguera que abrasó a los verdugos y a los curiosos cercanos. Puesta en la cárcel para que cambie por la lobreguez de la mazmorra, la oscuridad y el hambre; pero allí es consolada con luminosas apariciones de ángeles que le curan sus heridas y le prometen protección. El padre, a los pocos días, manda atarle al cuello una pesada piedra y arrojarla al lago; sin embargo un ángel la transporta a la orilla. Esa noche muere de un sofoco Urbano en su cama.

Mandan las autoridades un nuevo gobernador que se siente estimulado a proseguir el asunto Cristina presumiendo que su padre, por padre, no supo solventarlo. Se llama Dion y ya piensa en nuevas crueldades: estanque de aceite hirviendo mezclado con pez del que la niña Cristina es liberada. Luego la manda llevar al templo de Apolo para obligarle a ofrecer sacrificio, pero, ante el asombro de todos, el ídolo se derrumba y se hace polvo ante el mismísimo gobernador que muere en el acto ¡claro que los verdugos y miles de testigos presenciales proclaman espantados proclaman a gritos que es el de Cristina el único Dios!

El tercero de los gobernadores poderosos se llama Juliano quien, preocupado por el caso pendiente, lo ha estudiado con detenimiento llegando a la conclusión de que se trata de artificios, encantamientos y magia que todos los cristianos profesan. Por ello maquina nuevos procedimientos para hacer desistir a la niña Cristina de sus pertinaces rebeldías y conseguir que el poder romano y los dioses propicios terminen con la situación que ha puesto al borde del caos a la región. Mandó preparar un horno encendido donde mete a la niña para que el fuego la consuma; siete días la tiene allí sin conseguir que le suceda daño alguno. Luego será una habitación oscura plagada de serpientes, víboras y escorpiones venenosos de la que sale indemne y sin ningún picotazo, cantando alabanzas a Dios; la desesperación del mandatario llegó entonces al extremo de decretar cortarle la lengua, pero ¡oh prodigio! ahora canta más fuerte y mejor.

Y acude, arremolinándose, toda la comarca ante la contemplación evidente del triunfo que se comenta por todas partes de la debilidad cristiana ante la fortaleza y brutalidad romana. Basta un tronco caído en donde atan a la delicada niña para que las saetas atraviesen su cuerpo y ella decida, suplicándole al buen Dios, rendirle su espíritu con el martirio.

Dicen que sus restos se trasladaron de Toscana a Palermo de Sicilia donde es reverenciada.

¿Verosímil? Parece más bien como si la vida y la muerte martirial de Cristina hubiera servido de modelo para expresar la confrontación entre el bien y el mal, o lo que es lo mismo, entre fe cristiana y paganismo, entre la frágil niña Cristina y la personalidad experimentada y abrumadora de tres hombres de gobierno sucesivos -el primero su propio padre- con el mismo común empeño de demostrar que ellos pueden más. Parece como si se tratara de exaltar en Cristina aquello que debe ser real en todo cristiano -la fe en su Cristo y la confianza sin límite en su ayuda constante-, mientras que los gobernadores representan la obstinación ciega que rechaza el poder cada vez más evidente, como in crescendo, de Dios. Los verdugos y el pueblo serían los testigos que en la narración van a testificar con sus reacciones -esas que se intuyen llenas de emoción compasiva- dónde está la verdad y lo grande que es el poder de Dios. Da la sensación de que la Passio que narra la muerte de Cristina intenta también cargar motivos veterotestamentarios en donde parecen inspirarse algunos hechos que se narran. El hecho histórico del martirio sería la ocasión que motiva la amplia catequesis. De todos modos, estas consideraciones más parecen próximas a la labor pasada de los bolandistas; pero, en el caso de que hubieran sido los hechos tal como expresa la Passio, nos quedaría el regusto de disfrutar el aroma extraño que desprende la fidelidad del débil a las exigencias amorosas divinas que no entienden de edades y que perduran más allá de la muerte.
 
fecha: 24 de julio
†: s. inc. - país: Italia
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Bolsena, ciudad de la Toscana, santa Cristina, virgen y mártir.
patronazgo: patrona de Bolsena, Palermo y Torcello, cerca de Venecia, de los molineros, los arqueros y los marineros.

La leyenda de esta mártir de Occidente puede resumirse así: Cristina pertenecía a la familia romana de los Anejos. Desde muy joven, se convirtió al cristianismo y destrozó las imágenes de oro y plata de los dioses lares que había en la casa de sus padres y vendió los fragmentos para repartir el producto entre los pobres. Lleno de cólera, el padre golpeó a su hija, le ató al cuello una piedra y la arrojó al lago de Bolsera, que estaba junto a su casa. Pero Cristina se salvó milagrosamente de perecer ahogada y su padre la denunció como cristiana, de suerte que debió comparecer ante los magistrados. El juez, cuando la joven rehusó renegar de su fe, la condenó a morir. Cristina quedó ilesa en un pozo lleno de serpientes venenosas y, luego de permanecer cinco días en un horno encendido, salió sana y salva. Entonces el juez le mandó cortar la lengua y la hizo morir atravesada por las flechas. El martirio tuvo lugar en la época de Diocleciano.

Santa Cristina fue antiguamente muy popular en el Occidente, pero más tarde se confundió su leyenda con la de santa Cristina de Tiro, tan popular como ella en el Oriente. Para identificar a ambas santas, se inventó la historia de la translación de las reliquias de Cristina de Tiro a Bolsena (aunque las reliquias de santa Cristina de Roma se hallan, según se dice, en Palermo). Según otra versión, citada por Alban Butler, el martirio de la santa occidental tuvo lugar «en Tiro, que era una ciudad que antiguamente estaba en una isla en el lago de Bolsena que fue más tarde cubierta por las aguas» (sic!).

La leyenda de la Cristina de Oriente, que es una colección de milagros absurdos, dice que la santa fue encarcelada por haberse negado a ofrecer sacrificios a los dioses. Cuando su madre fue a la prisión con el propósito de persuadirla a que abjurase de la fe, Cristina la rechazó y, como hija de Dios, se negó a reconocerla por madre. El juez la condenó a ser desgarrada con garfios; la joven cogió uno de los garfios y lo arrojó a la cara del juez. Los verdugos encendieron una hoguera para quemarla; pero el viento dispersó las llamas de la pira y produjo otros incendios en los que perecieron muchos hombres, dejando intacta a la mártir. Cristina fue entonces arrojada al mar; Cristo descendió personalmente del cielo a bautizarla «en el nombre de Dios, mi Padre y de su Hijo, que soy yo, y del Espíritu Santo», y san Miguel Arcángel la llevó ilesa a la costa. Esa misma noche, murió el juez que había condenado a Cristina. El substituto la condenó a morir en un caldero de aceite y pez hirvientes, en el que se encargaron de sumergirla cuatro hombres; pero la santa encontró muy agradable la tortura de la que, por supuesto, salió indemne. Entonces, los verdugos le rasuraron la cabeza y la condujeron desnuda por las calles de la ciudad hasta el templo de Apolo. Tan pronto como entró Cristina, la estatua del dios cayó al suelo y se hizo pedazos. Entonces murió el segundo juez. El tercero la condenó a ser arrojada a un foso de serpientes; pero de nuevo, los reptiles se abstuvieron de tocar a Cristina y atacaron en cambio al encantador, a quien la mártir se encargó de resucitar. Cuando el juez mandó que le fueran cortados los pechos, manó de las heridas leche en vez de sangre. Aunque se le había cortado ya la lengua, Cristina podía hablar sin dificultad. Cuando se la arrancaron la arrojó a la cara del juez, quien quedó tuerto. Finalmente la santa alcanzó la palma del martirio gracias a que una flecha le atravesó el corazón.

La identidad de la leyenda de las dos santas es cosa probada. En realidad no sabemos nada sobre Cristina de Bolsena. El hecho de que su fiesta se celebre en la fecha de hoy, procede sin duda de una confusión con Cristina de Tiro, de la que heredó también la absurda leyenda. Es muy dudosa la existencia de una mártir llamada Cristina relacionada en alguna forma con la ciudad de Tiro. Pero no carece de fundamento la tradición que sostiene que en Bolsena fue martirizada una doncella llamada Cristina, a la que se profesaba gran devoción. Las excavaciones llevadas a cabo en Bolsena han probado la existencia de una especie de catacumba en la que había un santuario dedicado a la santa. Como se comprenderá, esto es lo único verdaderamente cierto que podemos decir sobre la santa.

En el Dictionnaire d'Archéologie chrétienne et de Liturgie, vol. II, artículo Bolsena, hay una reseña sobre las pruebas arqueológicas. Pennazi, Vita e martirio... della gloriosa S. Cristina (1725), resume las diferentes versiones de la leyenda. Cf. también Delehaye, Origines du culte des martyrs, pp. 181, 320; y Lexikon für Theologie und Kirche, vol. II, cc. 923-924.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

¡Felicidades a las Cristinas/os!

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