lunes, 1 de julio de 2013

Condiciones de los seguidores de Jesús

 
Mateo 8, 18-22. Tiempo Ordinario. Si la cruz no llega a resultarnos fuente de felicidad ¿cómo podemos decir que la creemos redentora?
 
Condiciones de los seguidores de Jesús

Del santo Evangelio según san Mateo 8, 18-22

Viéndose Jesús rodeado de la muchedumbre, mandó pasar a la otra orilla. Y un escriba se acercó y le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». Otro de los discípulos le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre». Jesús le dijo: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos».

Oración introductoria

Señor, aumenta mi fe, mi esperanza y mi caridad. Teóricamente yo también quiero seguirte, ansío ser fiel a los innumerables dones de tu gracia; pero, bien conoces mi debilidad, mis apegos… Hoy me pongo de rodillas ante Ti y te suplico me des la luz y la fuerza de tu Espíritu Santo.

Petición

Ven, Espíritu Santo, aumenta mi fe, mi esperanza y mi caridad

Meditación del Papa

Quien lee atentamente el texto descubre que las Bienaventuranzas son como una velada biografía interior de Jesús, como un retrato de su figura. Él, que no tiene donde reclinar la cabeza, es el auténtico pobre; El, que puede decir de sí mismo: Venid a mí, porque soy sencillo y humilde de corazón, es el realmente humilde; Él es verdaderamente puro de corazón y por eso contempla a Dios sin cesar. Es constructor de paz, es aquel que sufre por amor de Dios: en las Bienaventuranzas se manifiesta el misterio de Cristo mismo, y nos llaman a entrar en comunión con Él. Pero precisamente por su oculto carácter cristológico las Bienaventuranzas son señales que indican el camino también a la Iglesia, que debe reconocer en ellas su modelo; orientaciones para el seguimiento que afectan a cada fiel, si bien de modo diferente, según las diversas vocaciones. (Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, primera parte, p. 36).

Reflexión

El riesgo es parte sustancial de la condición humana. No se puede en este mundo hacer nada serio sin exponerse, con frecuencia, al fracaso. Y, desde luego, la única manera de no equivocarse nunca – es decir, de equivocarse siempre – es renunciar a toda aventura por pura cobardía. Sí, estamos por el riesgo y contra la seguridad. Estamos con la audacia frente a la comodidad. Creemos más humano el atrevimiento que la renuncia sistemática al combate.

El evangelio de hoy es uno de esos que solemos calificar como sólo para gente intrépida. El Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza....Todo un riesgo. Cuando nos acercamos a este pasaje podemos caer en el error de pensar que se refiere sólo a los llamados al sacerdocio, a la vida consagrada, etc. Y sin embargo, nos interpela a todos como cristianos. Forma parte de nuestra vocación. La vocación no es un lujo de elegidos ni un sueño de quiméricos. Todos llevan dentro encendida una estrella. A veces, la estrella es tan clara que mucha gente no la ve. Y es que una de las cosas importantes de la vida es la de descubrir cuál es metaluego, buscarla como una mezcla, a partes iguales, de ilusión y realismo. Sígueme, deja a los muertos sepultar a los muertos». Sólo con realismo nos quedaremos a ras de tierra. Sólo con ilusión nos romperemos las narices. No siempre es fácil. Pero, ¿es que puede ser un sacrificio amar a Alguien?

Con frecuencia hay que tomar la cruz; pero si la cruz no llega a resultarnos fuente de felicidad ¿cómo podemos decir que la creemos redentora? Somos cristianos. Nuestra vocación está unida a la de Cristo.

Repitamos hoy y hagamos vida en nuestro interior, la oración de J. H. Newman:

«Amado Señor, enséñanos a sufrir contigo; haz que el sufrir por amor a ti, sea dulce para nosotros, y santifica con tus méritos todos nuestros sufrimientos. A ti, Jesús, fuerza y sostén del universo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén»

Propósito

Ante el Santísimo Sacramento, revisar mi vida: ¿qué me pide Dios que no he querido darle?

Diálogo con Cristo

Señor, el ambiente y los medios de comunicación buscan imponer un estilo de vida donde lo práctico y el bienestar ocupan el primer lugar. Seguirte, comprometer la vida al ideal del Evangelio, es ir contra corriente. Así es, y así ha sido siempre. No permitas que me engañe, que busque evadir mis responsabilidades. Ayúdame a saber vivir mi misión, identificándome plenamente con el ideal que me propone tu Evangelio.
 

lunes 01 Julio 2013

Lunes de la decimotercera semana del tiempo ordinario

San Simeón el loco

 Leer el comentario del Evangelio por
San Alfonso María de Ligorio : “El Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”

Génesis 18,1-2a.16-33.
Yavé se presentó a Abraham junto a los árboles de Mambré mientras estaba sentado a la entrada de su tienda, a la hora más calurosa del día.
Al levantar sus ojos, Abraham vio a tres hombres que estaban parados a poca distancia. En cuanto los vio, corrió hacia ellos y se postró en tierra,
Los hombres se levantaron y marcharon en dirección de Sodoma, mientras Abraham los acompañaba para indicarles el camino.
Y Yavé se preguntó: «¿Ocultaré a Abraham lo que voy a hacer,
cuando justamente quiero que salga de él una nación grande y poderosa, y que a través de él sean bendecidas todas las naciones de la tierra?
Pues lo he escogido para que ordene a sus hijos y a los de su raza después de él, que guarden el camino de Yavé y vivan según la justicia y haciendo el bien, para que Yavé cumpla con Abraham todo lo que le ha prometido.»
Dijo entonces Yavé: «La denuncia contra Sodoma y Gomorra es terrible, y su pecado es grande.
Voy a visitarlos, y comprobaré si han actuado según esas denuncias que han llegado hasta mí. Si no es así, lo sabré.»
Los hombres partieron y se dirigieron a Sodoma, mientras Yavé se quedaba de pie delante de Abraham.
Se acercó entonces Abraham y le dijo: «¿Es cierto que vas a exterminar al justo junto con el malvado?
Tal vez haya cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿es cierto que vas a acabar con todos y no perdonar el lugar en atención a esos cincuenta justos?
¡Tú no vas a hacer algo semejante, permitir que el bueno sea tratado igual que el malvado! ¿O es que el juez de toda la tierra no aceptará lo que es justo?»
Yavé le dijo: «Si encuentro en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré a todo el lugar en atención a ellos.»
Abraham volvió a hablar: «Sé que a lo mejor es un atrevimiento hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza,
pero si faltan cinco justos para llegar a los cincuenta, ¿destruirás la ciudad por esos cinco que faltan?» Yavé respondió: «No habrá destrucción si encuentro allí cuarenta y cinco hombres justos.»
Abraham insistió: «Pero a lo mejor se encuentran allí sólo cuarenta justos.» Yavé contestó: «En atención a esos cuarenta, no lo haré.»
Abraham continuó todavía: «No se enoje mi Señor si sigo hablando, pero tal vez no se encuentren más que treinta justos.» Yavé contestó: «No lo haré si encuentro allí treinta justos.»
Abraham insistió: «Sé que es una osadía por mi parte hablar así a mi Señor; pero, ¿y si se encuentran allí solamente veinte justos?» Yavé contestó: «No destruiré el lugar, en atención a esos veinte.»
Abraham dijo: «Vaya, no se enoje mi Señor, y hablaré por última vez. Puede ser que se encuentren allí sólo diez.» Yavé dijo: «En atención a esos diez, no destruiré la ciudad.»
Cuando Yavé terminó de hablar con Abraham se fue, mientras Abraham volvió a su casa.

Salmo 103(102),1-2.3-4.8-9.10-11.
Bendice al Señor, alma mía, alabe todo mi ser su santo Nombre.
Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios.
El perdona todas tus ofensas y te cura de todas tus dolencias.
El rescata tu vida de la tumba, te corona de amor y de ternura.

El Señor es ternura y compasión, lento a la cólera y lleno de amor;
si se querella, no es para siempre, si guarda rencor, es sólo por un rato.
No nos trata según nuestros pecados ni nos paga según nuestras ofensas.
Cuanto se alzan los cielos sobre la tierra tan alto es su amor con los que le temen.


Mateo 8,18-22.
Jesús, al verse rodeado por la multitud, dio orden de cruzar a la otra orilla.
Entonces se le acercó un maestro de la Ley y le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.»
Jesús le contestó: «Los zorros tienen cuevas y las aves tienen nidos, pero el Hijo del Hombre ni siquiera tiene dónde recostar la cabeza.»
Otro de sus discípulos le dijo: «Señor, deja que me vaya y pueda primero enterrar a mi padre.»
Jesús le contestó: «Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos.»


Extraído de la Biblia Latinoamericana.



Leer el comentario del Evangelio por :

San Alfonso María de Ligorio (1696-1787),obispo y doctor de la Iglesia
Discurso para la Novena de navidad, nº 8

“El Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”

Por supuesto, hay sobre la tierra príncipes compasivos, para los que es una alegría dedicar sus tesoros al alivio de los pobres; ¿pero hemos encontrado alguna vez, un rey que para aliviar a los pobres, hubiera adoptado su condición, como lo hizo Jesucristo? Contamos como un prodigio de caridad que el rey san Eduardo, encontrando sobre su camino a un mendigo paralítico y abandonado por todos, lo tomó afectuosamente sobre sus hombros y lo llevó a la iglesia. Por cierto, esto fue un gran acto de caridad, que llenó a los pueblos de admiración; pero, después de este acto, San Eduardo no abandonó la realeza, ni las riquezas que poseía. Jesús, al contrario, Rey del cielo y de la tierra, no se contenta, para salvar al hombre, su oveja perdida, con descender del cielo en su búsqueda y de ponerla sobre su hombro (Lc 15,5): no vacila en librarse de su majestad, de sus riquezas y de sus honores. Se hace pobre, el más pobre de todos los hombres. San Pedro Damián dice que esconde su púrpura, es decir su majestad divina, bajo la apariencia de un pobre obrero. Santo Gregorio Nacianceno exclama: "el mismo que da a los ricos sus riquezas, escoge la pobreza, con el fin de obtenernos por sus méritos, no los bienes terrenales y perecederos de aquí abajo, sino los bienes celestes que son inmensos y eternos". Su ejemplo nos invita a desprendernos de riquezas de este mundo que nos ponen en peligro de perdernos para siempre (cf Mc 10,23).

 

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