viernes, 17 de mayo de 2013

San Hemming de Abo, obispo

 
fecha: 21 de mayo
n.: c. 1290 - †: 1366 - país: Finlandia
canonización: Conf. Culto: León X 1514
hagiografía: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003
En Abo (hoy Turku), en Finlandia, san Hemming, obispo, que, inflamado por el celo pastoral, restauró la disciplina en esta Iglesia con el inicio de un sínodo, favoreció los estudios de los clérigos, dio mayor decoro al culto divino y promovió la paz entre los pueblos.

Nace en Balinge, Suecia, a finales del siglo XIII. Manifestó en su juventud vocación eclesiástica y estudió en la escuela de Upsala. Ordenado sacerdote, marchó a París a perfeccionar estudios de teología y derecho canóniuco, haciéndose con una buena colección de libros, con los que, terminados los estudios, volvió a Suecia.

En 1329 es nombrado canónigo de la catedral de Abo, sufragánea de Upsala. Abo es el nombre sueco, pero en idioma finés actual se llama Turku, y es la ciudad más antigua de Finlandia. Aquí se acreditó por su cultura religiosa y sus vIrtudes, al punto que, vacante la sede en 1338, un canónigo lo propuso como nuevo obispo y todos los demás estuvieron de acuerdo con su elección. Hemming fue un obispo con muchas iniciativas: amante de la liturgia, se ocupó de que la catedral tuviera los oportunos objetos para el culto, que fueron dignos y decorosos; igualmente reformó la enseñanza en la escuela catedralicia, de manera que se formasen mejor los jóvenes clérigos; a los más destacados de ellos los mandó a París, en su afán de tener un clero culto, a la altura de las mejores diócesis europeas; celebró varios sínodos, en los que se ocupó de puntos importantes de la disciplina eclesiástica, como la guarda del ayuno y la abstinencia, el descanso dominical y festivo, la seguridad del tabernáculo, la buena administración de los bienes eclesiásticos, la gratuidad de los servicios a los pobres, y la entrega de los diezmos para el sostén de las iglesias.

Unido en cálida amistad con santa Brígida, fue con ella a Aviñón a visitar al papa Clemente VI, al que él había tenido de profesor en París, para rogarle la vuelta a Roma. Estando en Francia intercedió para que hubiera paz entre este reino e Inglaterra, pero sin éxito. Todos los que le conocieron lo tuvieron por santo, debido a su vida conforme al evangelio, a su celo apostólico y a su amor a la Iglesia, a cuyo servicio siempre estuvo. Murió el 21 de mayo de 1366, y se le dio culto popular hasta la llegada de la Reforma. En 1514 la Santa Sede permitió el traslado de los restos y depositar sus reliquias en un relicario, lo que significaba la autorización del culto público. En la última edición del Martirologio ha sido incluido en el catálogo.
fuente: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003

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