jueves, 16 de mayo de 2013

Ruega por todos los creyentes

Juan 17, 20-26. Pascua. Cristo pidió a su Padre que los suyos se distinguieran por la unidad y el amor.
 
Ruega por todos los creyentes
Del santo Evangelio según san Juan 17, 20-26


No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplan mi gloria, la que ma has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos.

Oración introductoria

Señor Jesús, en Ti se restaura la unidad perfecta con Dios. Podré participar en ella con el cumplimiento del mandamiento del amor, por eso te pido que envíes a tu Espíritu Santo para que esta oración me una más planamente a Ti y a tu Iglesia.

Petición

Señor, ayúdame a descubrir qué puedo hacer para trasmitir tu mensaje de amor y unidad a los demás.

Meditación del Papa

Sabemos que Jesús en su oración durante la Última Cena dirigió también peticiones al Padre, súplicas que contienen al mismo tiempo un llamamiento a sus discípulos de entonces y de todos los tiempos. Quisiera en este momento referirme sólo una súplica que, según Juan, Jesús repitió cuatro veces en su oración sacerdotal. ¡Cuánta angustia debió sentir en su interior! Esta oración sigue siendo de continuo su oración al Padre por nosotros: es la plegaria por la unidad. Jesús dice explícitamente que esta súplica vale no sólo para los discípulos que estaban entonces presentes, sino que apunta a todos los que creerán en él. Pide que todos sean uno "como tú, Padre, en mí, y yo en ti, para que el mundo crea". La unidad de los cristianos sólo se da si los cristianos están íntimamente unidos a él, a Jesús. Fe y amor por Jesús, fe en su ser uno con el Padre y apertura a la unidad con él son esenciales. Esta unidad no es algo solamente interior, místico. Se ha de hacer visible, tan visible que constituya para el mundo la prueba de la misión de Jesús por parte del Padre. Benedicto XVI, 21 de abril de 2011.

Reflexión

Nos gustan los "tianguis". Es fácil encontrar de todo y más barato. Pero, curiosamente, somos compradores exigentes. Sometemos a múltiples exámenes los artículos que nos ofrecen. Buscamos el holograma que me asegure que estos lentes son auténticos "Ray Ban" o que este reloj tan llamativo sea "Casio" original, con banco de datos y calculadora para los exámenes...

Y si nos gusta poseer cosas auténticas, más nos agrada encontrar la autenticidad encarnada en las personas con quienes convivimos. No nos gustan las hipocresías, ni los dobleces y las mentiras.

Lo que no es auténtico no convence, ni da pruebas de garantía o confianza. Por eso Cristo pidió a su Padre que los suyos se distinguieran por dos características inequívocas: la unidad y el amor.

Con estos dos rasgos es fácil discernir quién sí es de Cristo, y quien, por el contrario no lo es. ¿Eres verdadero cristiano? Será porque vives el amor y tratas de crear a tu alrededor un ambiente de unidad, a pesar de las diferencias que todos tenemos. Si no... lo serás sólo de nombre. Pero no te preocupes, que para eso se adelantó Jesús rogando por ti. Pídele que te ayude, para que seas un cristiano auténtico según su corazón y no sólo de etiqueta.

Propósito

Fortalecer mi unidad con Dios en la oración, y con mi familia, en el diálogo continuo y fraterno.

Diálogo con Cristo

Jesucristo, la unidad es la base para vivir el mandamiento de la caridad. Tú esperas que viva como los primeros cristianos, difundiendo mi fe, siendo un solo corazón y una sola alma con los demás. Quiero corresponderte pensando y hablando siempre bien de los demás, y buscando siempre construir, nunca destruir, lo que me lleve a una unidad sincera con los demás.
 
jueves 16 Mayo 2013
Jueves de la séptima semana de Pascua

San Nimatullah Al – Hardini  








Leer el comentario del Evangelio por
Beato Juan Pablo II : “...Para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado...”

Lecturas

Hechos 22,30.23,6-11.

Al día siguiente hizo soltar a Pablo. Quería conocer con certeza cuáles eran los cargos que los ju díos tenían contra él, y mandó que se reunieran los jefes de los sacerdotes y todo el Consejo que llaman Sanedrín. Después hizo bajar a Pablo para que compareciera ante ellos.
Pablo sabía que una parte de ellos eran saduceos y la otra fari seos. Así que declaró en medio del Sanedrín: «Hermanos, yo soy fariseo e hijo de fariseos. Y ahora me están juzgando a causa de nuestra esperanza, a causa de la resurrección de los muertos.»
Apenas hizo esta declaración, se originó una gran discusión entre los fariseos y los saduceos, y la asamblea se dividió.
Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángeles, ni espíritu, mientras que los fariseos admiten todo eso.
Se armó, pues, un enorme griterío. Algunos maestros de la Ley que eran del partido de los fariseos se pusieron en pie, afirmando: «Nosotros no hallamos nada malo en este hombre. Tal vez le haya hablado un espíritu o un ángel.»
La discusión se hizo tan violenta que el capitán tuvo miedo de que despedazaran a Pablo. Ordenó, entonces, que vinieran los soldados, sacaran a Pablo de allí y lo llevaran de nuevo a la fortaleza.
Aquella misma noche el Señor se acercó a Pablo y le dijo: «¡Animo! Así como has dado testimonio de mí aquí en Jerusalén, tendrás que darlo también en Roma.»


Salmo 16(15),1-2a.5.7-8.9-10.11.


Guárdame, oh Dios, pues me refugio en ti. Yo le he dicho: «Tú eres mi Señor, no hay dicha para mí fuera de ti.
El Señor es la herencia que me toca y mi buena suerte: ¡guárdame mi parte!
Yo bendigo al Señor que me aconseja, hasta de noche me instruye mi conciencia.

Ante mí tengo siempre al Señor, porque está a mi derecha jamás vacilaré.
Por eso está alegre mi corazón, mis sentidos rebosan de júbilo y aún mi carne descansa segura:
pues tú no darás mi alma a la muerte, ni dejarás que se pudra tu amigo.
Me enseñarás la senda de la vida, gozos y plenitud en tu presencia, delicias para siempre a tu derecha.



Juan 17,20-26.

No ruego sólo por éstos, sino también por todos aquellos que creerán en mí por su palabra.
Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti. Que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.
Yo les he dado la Gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno:
yo en ellos y tú en mí. Así alcanzarán la perfección en la unidad, y el mundo conocerá que tú me has enviado y que yo los he amado a ellos como tú me amas a mí.
Padre, ya que me los has dado, quiero que estén conmigo donde yo estoy y que contemplen la Gloria que tú ya me das, porque me amabas antes que comenzara el mundo.
Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te conocía, y éstos a su vez han conocido que tú me has enviado.
Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me amas esté en ellos y también yo esté en ellos.»


Extraído de la Biblia Latinoamericana.



Leer el comentario del Evangelio por

Beato Juan Pablo II (1920-2005), papa
Encíclica “Ut unum sint”, 22-23 (trad. copyright © Librería Editrice Vaticana)

“...Para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado...”

En el camino ecuménico hacia la unidad, la primacía corresponde sin
duda a la oración común... Si los cristianos, a pesar de sus divisiones,
saben unirse cada vez más en oración común en torno a Cristo, crecerá en
ellos la conciencia de que es menos lo que los divide que lo que los une.
Si se encuentran más frecuente y asiduamente delante de Cristo en la
oración, hallarán fuerza para afrontar toda la dolorosa y humana realidad
de las divisiones, y de nuevo se encontrarán en aquella comunidad de la
Iglesia que Cristo forma incesantemente en el Espíritu Santo, a pesar de
todas las debilidades y limitaciones humanas. En suma, la comunión de
oración lleva a mirar con ojos nuevos a la Iglesia y al cristianismo. En
efecto, no se debe olvidar que el Señor pidió al Padre la unidad de sus
discípulos, para que ésta fuera testimonio de su misión y el mundo pudiese
creer que el Padre lo había enviado (cf. Jn 17, 21). Se puede decir que el
movimiento ecuménico haya partido en cierto sentido de la experiencia
negativa de quienes, anunciando el único Evangelio, se referían cada uno a
su propia Iglesia o Comunidad eclesial; una contradicción que no podía
pasar desapercibida a quien escuchaba el mensaje de salvación y encontraba
en ello un obstáculo a la acogida del anuncio evangélico. Lamentablemente
este grave impedimento no está superado. Es cierto, no estamos todavía en
plena comunión. Sin embargo, a pesar de nuestras divisiones, estamos
recorriendo el camino hacia la unidad plena, aquella unidad que
caracterizaba a la Iglesia apostólica en sus principios, y que nosotros
buscamos sinceramente: prueba de esto es nuestra oración común, animada por
la fe. En la oración nos reunimos en el nombre de Cristo que es Uno. El es
nuestra unidad.


 
 
 

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No dejes de rezar la Novena al Espíritu Santo. El domingo celebraremos la venida del Espíritu Santo que le llamamos Pentecostés. Pidámosle al Espíritu Santo que nos renueve los frutos y dones que nos concede.


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Treinta días de oración a la Reina del Cielo. A lo largo del mes de mayo, tengamos a María presente en nuestro corazón y en nuestros hogares, entregándole un ramo de Rosas de oración.

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