miércoles, 15 de mayo de 2013

Jesús ruega por los discípulos

Juan 17, 11-19. ¡Cuánto necesita el mundo en estos días de la unidad en la oración! No hay unidad donde no hay amor, no hay unidad donde no está Dios.
 
Jesús ruega por los discípulos
Del santo Evangelio según san Juan 17, 11-19


Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada. Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad.

Oración introductoria

Señor, gracias por este tiempo que puedo dedicar a la oración. Aunque no soy del mundo, las cosas pasajeras ejercen una fuerte atracción, pero creo y espero en Ti, porque eres fiel a tus promesas, por eso te pido la gracia de que me reveles la verdad sobre mi vida en esta oración.

Petición

Señor, concédeme no tener en la vida otra tarea, otra ocupación, otra ilusión que ser santificado en la verdad.

Meditación del Papa

Sabemos que al final -como vio claramente san Ignacio de Loyola- el único patrón verdadero con el cual se puede medir toda realidad humana es la Cruz y su mensaje de amor inmerecido que triunfa sobre el mal, el pecado y la muerte, que crea vida nueva y alegría perpetua. La Cruz revela que únicamente nos encontramos a nosotros mismos cuando entregamos nuestras vidas, acogemos el amor de Dios como don gratuito y actuamos para llevar a todo hombre y mujer a la belleza del amor y a la luz de la verdad que salvan al mundo.
En esta verdad -el misterio de la fe- es en la que hemos sido consagrados, y en esta verdad es en la que estamos llamados a crecer, con la ayuda de la gracia de Dios, en fidelidad cotidiana a su palabra, en la comunión vivificante de la Iglesia. Y, sin embargo, qué difícil es este camino de consagración. Exige una continua conversión, un morir sacrificial a sí mismos que es la condición para pertenecer plenamente a Dios, una transformación de la mente y del corazón que conduce a la verdadera libertad y a una nueva amplitud de miras. Benedicto XVI, 19 de julio de 2008.

Reflexión

¡Qué intimidad tan profunda revelan las palabras de Jesús para con su Padre! Son las últimas palabras, la oración que da comienzo a su pasión.

San Juan nos hace participes de la visión de su corazón, que se dirige a su Padre en la cena de despedida: su petición la hace por los suyos, sus discípulos, los continuadores de su misión: Padre mío: que sean uno, como tú y yo.

¡Qué unidad más fuerte, más compacta puede haber, como la de la Trinidad: identificación de divinidad, de voluntad, unión en el Amor!

Ut Unum sint. ¡Cuánto necesita el mundo en estos días de esta unidad!

No hay unidad donde no hay amor, no hay unidad donde no está Dios. Cuánta guerra, cuánto odio, cuánta incomprensión, cuánto rencor, aun en la tierra donde vivió el príncipe de la paz, donde Dios encarnado dirigió a su Padre este deseo: presérvalos del mal.

Este mensaje proclamado por Cristo es el que los apóstoles han transmitido al mundo.
Ellos son los testimonios de la verdad, de la paz, del perdón; la paz que el mundo NO TIENE, ni puede dar; más aún los ha odiado porque no son del mundo.

A nosotros los cristianos nos corresponde ser continuadores de esa misión: de hacer vida el nombre que llevamos: Cristianos, seguidores de Cristo, otros cristos, constructores, príncipes de la paz.

Propósito

Hacer un examen de conciencia para ver cómo puedo dar mayor gloria a Dios con los dones que me ha dado.

Diálogo con Cristo

Señor, dejo en tus manos mis preocupaciones. Ayúdame a confiar en tu providencia, para que la revisión de mis actitudes y comportamiento, me ayude a vivir lo que creo. Sé que Tú estás conmigo, pero frecuentemente se me dificulta compartir mi fe con los demás. Dame la fortaleza para hablar de Ti y de tu amor, especialmente a mi familia.
miércoles 15 Mayo 2013
Miércoles de la séptima semana de Pascua

San Isidro Labrador



Leer el comentario del Evangelio por
Carta a Diogneto : “No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno.”

Lecturas

Hechos 20,28-38.

Cuiden de sí mismos y de todo el rebaño en el que el Espíritu Santo les ha puesto como obispos (o sea, supervisores): pastoreen la Iglesia del Señor, que él adquirió con su propia sangre.
Sé que después de mi partida se introducirán entre ustedes lobos voraces que no perdonarán al rebaño.
De entre ustedes mismos surgirán hombres que enseñarán doctrinas falsas e intentarán arrastrar a los discípulos tras sí.
Estén, pues, atentos, y recuerden que durante tres años no he dejado de aconsejar a cada uno de ustedes noche y día, incluso entre lágrimas.
Ahora los encomiendo a Dios y a su Palabra, portadora de su gracia, que tiene eficacia para edificar sus personas y entregarles la herencia junto a todos los santos.
De nadie he codiciado plata, oro o vestidos.
Miren mis manos: con ellas he conseguido lo necesario para mí y para mis compañeros, como ustedes bien saben.
Con este ejemplo les he enseñado claramente que deben trabajar duro para ayudar a los débiles. Recuerden las palabras del Señor Jesús: «Hay mayor felicidad en dar que en recibir.»
Dicho esto, Pablo se arrodilló con ellos y oró.
Entonces empezaron todos a llorar y le besaban abrazados a su cuello.
Todos estaban muy afligidos porque les había dicho que no le volverían a ver. Después lo acompañaron hasta el barco.


Salmo 68(67),29-30.33-35a.35b-36c.

Oh Dios, habla con fuerza, con la fuerza que manifestaste con nos otros.
Desde tu templo que domina Jerusalén, donde los reyes te aportan sus ofrendas,
Reinos de la tierra, canten a Dios, toquen para el Señor,
que cabalga por los cielos seculares. ¡Oigan su voz, su voz que es poderosa!

Reconozcan el poder de Dios, él es grande en Israel, y en lo alto, poderoso.

Dios es terrible desde su santuario, él, el Dios de Israel, él da a su pueblo fuerza y poder.


Juan 17,11b-19.

Yo ya no estoy más en el mun do, pero ellos se quedan en el mun do, mientras yo vuelvo a ti. Padre Santo, guárdalos en ese Nombre tuyo que a mí me diste, para que sean uno como nosotros.
Cuando estaba con ellos, yo los cuidaba en tu Nombre, pues tú me los habías encomendado, y ninguno de ellos se perdió, excepto el que llevaba en sí la perdición, pues en esto había de cumplirse la Escritura.
Pero ahora que voy a ti, y estando todavía en el mundo digo estas cosas para que tengan en ellos la plenitud de mi alegría.
Yo les he dado tu mensaje y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
No te pido que los saques del mundo, sino que los defiendas del Maligno.
Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Conságralos mediante la verdad: tu palabra es verdad.
Así como tú me has enviado al mundo, así yo también los envío al mundo;
por ellos ofrezco el sacrificio, para que también ellos sean consagrados en la verdad.


Extraído de la Biblia Latinoamericana.



Leer el comentario del Evangelio por

Carta a Diogneto (c  200)
§ 5-6; PG 2, 1174B-1175C

“No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno.”

Los cristianos no se distinguen de los demás hombres, ni por el lugar
en que viven, ni por su lenguaje, ni por su modo de vivir. Ellos, en
efecto, no tienen ciudades propias, ni utilizan un hablar insólito, ni
llevan un género de vida distinto. Su sistema doctrinal no ha sido
inventado gracias al talento y especulación de hombres estudiosos, ni
profesan, como otros, una enseñanza basada en autoridad de hombres.

Viven en ciudades griegas o bárbaras, según les cupo en suerte, siguen
las costumbres de los habitantes del país, tanto en el vestir como en todo
su estilo de vida y, sin embargo, dan muestras de un tenor de vida
admirable y, a juicio de todos, increíble. Habitan en su propia patria,
pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos, pero lo soportan
todo como extranjeros; toda tierra extraña es patria para ellos, pero están
en toda patria como en tierra extraña... viven en la carne, pero no según
la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el cielo. Obedecen
las leyes establecidas, y con su modo de vivir superan estas leyes.

Aman a todos, y todos los persiguen. Se los condena sin conocerlos. Se
les da muerte, y con ello reciben la vida. Son pobres, y enriquecen a
muchos; carecen de todo, y abundan en todo. Sufren la deshonra, y ello les
sirve de gloria... Son ultrajados y ellos bendicen... Para decirlo en pocas
palabras: los cristianos son en el mundo, lo que el alma es en el cuerpo. 
 
 
 
 
 
 

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Treinta días de oración a la Reina del Cielo. A lo largo del mes de mayo, tengamos a María presente en nuestro corazón y en nuestros hogares, entregándole un ramo de Rosas de oración.

No dejes de rezar la Novena al Espíritu Santo. El domingo celebraremos la venida del Espíritu Santo que le llamamos Pentecostés. Pidámosle al Espíritu Santo que nos renueve los frutos y dones que nos concede.

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