martes, 19 de febrero de 2013

La Cátedra del Apóstol San Pedro


Fiesta, 22 de febrero
 
La Cátedra del Apóstol San Pedro
La Cátedra del Apóstol San Pedro

Fiesta

Martirologio Romano:
Fiesta de la cátedra de san Pedro, apóstol, al que el Señor dijo: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. En el día en que los romanos acostumbraban a recordar a sus difuntos, se celebra la sede de aquel apóstol, cuyo sepulcro de conserva en el campo Vaticano y ha sido llamado a presidir en la caridad a toda la Iglesia.

Hoy se celebra la festividad de la Cátedra de San Pedro, una ocasión solemne que se remonta al cuarto siglo y con la que se rinde homenaje y se celebra el primado y la autoridad de San Pedro.

La palabra "cátedra" significa asiento o trono y es la raíz de la palabra catedral, la iglesia donde un obispo tiene el trono desde el que predica. Sinónimo de cátedra es también "sede" (asiento o sitial): la "sede" es el lugar desde donde un obispo gobierna su diócesis. Por ejemplo, la Santa Sede es la sede del obispo de Roma, el Papa.

Hace no muchos años, antes de rezar el Ángelus en este día, el Papa Juan Pablo II recordó que "la festividad litúrgica de la Cátedra de San Pedro subraya el singular ministerio que el Señor confió al jefe de los apóstoles, de confirmar y guiar a la Iglesia en la unidad de la fe. En esto consiste el ´ministerium petrinum´, ese servicio peculiar que el obispo de Roma está llamado a rendir a todo el pueblo cristiano. Misión indispensable, que no se basa en prerrogativas humanas, sino en Cristo mismo como piedra angular de la comunidad eclesial". "Recemos -dijo- para que la Iglesia, en la variedad de culturas, lenguas y tradiciones, sea unánime en creer y profesar las verdades de fe y de moral transmitidas por los apóstoles".

La cátedra es en realidad el trono que Carlos el Calvo regaló al papa Juan VIII y en el que fue coronado emperador el día de Navidad del año 875. Carlos el Calvo era nieto de Carlomagno. Durante muchos años la silla fue utilizada por el papa y sus sucesores durante las ceremonias litúrgicas, hasta que fue incorporada al Altar de la Cátedra de Bernini en 1666.

Tradiciones, leyendas y creencias afirmaron durante muchos años que la silla era doble y que algunas partes se remontaban a los primeros días de la era cristiana e incluso que la utilizó San Pedro en persona. La silla ha sido objeto de numerosos estudios a lo largo de los siglos y la última vez que fue extraída del nicho que ocupa en el altar de Bernini fue durante un período de seis años, entre 1968 y 1974. Los análisis efectuados en aquella ocasión apuntaban a que se trataba de una sola silla cuyas partes mas antiguas eran del siglo VI. Lo que se había tomado por una segunda silla era en realidad una cubierta que servía tanto para proteger el trono como para llevarlo en procesión.

Todos los años en esta fecha, el altar monumental que acoge la Cátedra de San Pedro permanece iluminado todo el día con docenas de velas y se celebran numerosas misas desde la mañana hasta el atardecer, concluyendo con la misa del Capítulo de San Pedro.

Liturgia Viva La Cátedra del apóstol san Pedro

   
Introducción.

 La liturgia celebra hoy no tanto el hecho de que Pedro fuera obispo de Roma, como en qué consiste su función. En respuesta a la profesión de fe de Pedro, Jesús le llama Pedro, “Roca”, sobre la que la Iglesia habrá de edificarse. Como Pedro mismo sabía muy bien, el pastor es el modelo de su grey, dedicado al servicio del pueblo de Dios.

Oración Colecta.

 Oh Dios todopoderoso:
Tú nos has dado el testimonio de los apóstoles
como la roca firme en la que podemos confiar.
Donde está Pedro, allí está la Iglesia.
Pero vemos hoy
que la barca de Pedro está convulsionada;
somos con frecuencia como niños caprichosos
no acostumbrados a nuestra libertad reencontrada.
Haz, Señor, que empleemos esta libertad
con responsabilidad
y no permitas que perdamos nuestra compostura.
Danos la seguridad
de que tú estás siempre con nosotros
y guárdanos optimistas con respecto al porvenir,
ya que es tu futuro
y tú eres nuestra roca, ahora
y por los siglos de los siglos.

Intenciones.
  1. Por la Iglesia de este nuestro tiempo, para que el Espíritu Santo la guíe a través de los actuales dolores de renovación, la conserve fiel al evangelio y la inspire para que sepa proclamar su mensaje en lenguaje de nuestro tiempo, roguemos al Señor.

  2. Por el Papa, sucesor de Pedro, para que él sea nuestra roca, en la que se fortalezca nuestra fe, y que sea también el signo de la unidad de la Iglesia, roguemos al Señor.

  3. Por nuestros obispos, para que ejerzan su autoridad como un servicio a la edificación de la comunidad; por los sacerdotes y por las personas consagradas para que den constante testimonio de lo que predican, por la forma cómo viven el evangelio, roguemos al Señor.

  4. Por los misioneros, para que proclamen el evangelio como Buena Noticia para todos y ayuden a cada pueblo y a cada cultura a encontrar a Cristo, cada cual según su propia idiosincrasia e identidad, roguemos al Señor.
Señor, permanece con la Iglesia hasta el fin de los tiempos como lo prometió Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las Ofrendas.

 Acepta nuestra oración y los dones que te ofrecemos,
Señor Dios nuestro,
y guía a tu Iglesia a tu puerto seguro.
Ayúdanos a desprendernos del peso muerto
de pesadas y engorrosas tradiciones humanas
y enséñanos, en una forma adaptada a nuestros tiempos,
a buscar la renovación siempre joven
que nos ofrece el evangelio
de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador,
por los siglos de los siglos.

Oración después de la Comunión.

 Señor Dios nuestro:
En esta fiesta de tu apóstol San Pedro
tú nos has alimentado
con el cuerpo y la sangre de Cristo.
Te rogamos hoy:
Que la fuerza unificadora de la eucaristía
disipe toda división enfermiza en la Iglesia.
Que no haya abismos insalvables entre nosotros,
sino que las legítimas diferencias de pensamiento
nos lleven a hacer más profunda nuestra fe.
Que todos los cristianos co-existamos en paz y unidad
mientras buscamos sinceramente
comprender y vivir mejor tu mensaje.
Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor.

Bendición.

 Hermanos: ¿Quién decimos nosotros que es Cristo? Con Pedro profesamos que él es el Cristo, el Ungido, el Hijo de Dios vivo. Que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
 
Fiesta. La Cátedra del Apóstol San Pedro San Mateo 16, 13-19
 
 
 
 
- Sentido de la fiesta.
- San Pedro en Roma.
- Amor y veneración al Romano Pontífice.
 
I. El Señor dice a Simón Pedro: Yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos (1). La voz cátedra significa materialmente la silla desde donde enseña el maestro, en este caso el Obispo, pero ya los Santos Padres la utilizaban como símbolo de la autoridad que tenían los Obispos, y especialmente la sede de Pedro, la de Roma. San Cipriano, en el siglo III, decía: «Se da a Pedro el primado para mostrar que es una la Iglesia de Cristo y una la Cátedra», es decir, el magisterio y el gobierno. Y para recalcar aún más la unidad, añadía: «Dios es uno, uno el Señor, una la Iglesia y una la Cátedra fundada por Cristo» (2).
Como símbolo de que Pedro había establecido su sede en Roma, el pueblo romano tenía un gran aprecio a una verdadera cátedra de madera, en la que, según una tradición inmemorial, se habría sentado el Príncipe de los Apóstoles. San Dámaso, en el siglo IV, la trasladó al baptisterio del Vaticano, construido por él. Durante muchos siglos estuvo bien visible y fue muy venerada por los peregrinos de toda la Cristiandad llegados a Roma. Al levantarse la actual Basílica de San Pedro, se creyó conveniente guardar como una reliquia la venerada cátedra. Al fondo del ábside se encuentra, a manera de imagen principal, la llamada «gloria de Bernini», un gran relicario en el que se conserva la silla del Apóstol cubierta de bronce y oro, sobre la que el Espíritu Santo irradia su asistencia.
 
Entre las fiestas que se encuentran en los calendarios anteriores al siglo IV, las primeras de la Iglesia, se cuenta la de hoy, con el título de Natale Petri de Cathedra, es decir, el día de la institución del Pontificado de Pedro. Con esta fiesta se quiso realzar y señalar el episcopado del Príncipe de los Apóstoles, su potestad jerárquica y magisterio en la urbe de Roma y en todo el orbe. Era costumbre antigua conmemorar la consagración de los Obispos y la toma de posesión de sus respectivas sedes. Pero estas conmemoraciones se extendían sólo a la propia diócesis. Sólo a la de Pedro se le dio el nombre de Cátedra, y fue la única que se celebró, desde los primeros siglos, en toda la Cristiandad. San Agustín, en un sermón para la fiesta del día, señala: «La festividad que hoy celebramos recibió de nuestros antepasados el nombre de Cátedra, con el que se recuerda que al primero de los Apóstoles le fue entregada hoy la Cátedra del episcopado» (3). A nosotros nos recuerda, una vez más, la obediencia y el amor al que hace las veces de Cristo en la tierra.
 
II. Sabemos por la tradición de la Iglesia (4) que Pedro residió durante algún tiempo en Antioquía, la ciudad donde los discípulos empezaron a llamarse cristianos (5). Allí predicó el Evangelio, y volvió después a Jerusalén, donde se desató una sangrienta persecución: el rey Herodes, después de haber hecho degollar a Santiago, viendo que esto complacía a los judíos, determinó también prender a Pedro (6). Liberado por el ministerio de un ángel, abandonó Palestina y se retiró a otro lugar (7). Los Hechos de los Apóstoles no nos dicen a dónde marchó, pero por la tradición sabemos que se dirigió a la Ciudad Eterna. San Jerónimo afirma que Pedro llegó a Roma en el año segundo del principado de Claudio -que corresponde al año 43 después de Cristo- y permaneció allí por espacio de veinticinco años, hasta su muerte (8). Algunos suponen un doble viaje a Roma: uno, después de marcharse de Jerusalén; habría regresado a Palestina hacia el año 49, fecha del Concilio de Jerusalén, y poco después habría vuelto, realizando luego algunos viajes misioneros.
 
San Pedro llegó a esta ciudad, centro del mundo en aquel tiempo, «para que la luz de la verdad, revelada para la salvación de todas las naciones, se derramase más eficazmente desde la misma cabeza por todo el cuerpo del mundo -afirma San León Magno-. Pues, ¿de qué raza no había entonces hombres en aquella ciudad? ¿O qué pueblos podían ignorar lo que Roma enseñase? Éste era el lugar apropiado para refutar las teorías de la falsa filosofía, para deshacer las necedades de la sabiduría terrena, para destruir la impiedad de los sacrificios; allí con suma diligencia se había ido reuniendo todo cuanto habían inventado los diferentes errores» (9).
 
El pescador de Galilea se convirtió así en fundamento y roca de la Iglesia, y estableció su sede en la Ciudad Eterna. Desde allí predicó a su Maestro, como lo había hecho en Judea y en Samaria, en Galilea y en Antioquía. Desde esta cátedra de Roma gobernó a toda la Iglesia, adoctrinó a todos los cristianos y derramó su sangre confirmando su predicación, a ejemplo de su Maestro. La tumba del Príncipe de los Apóstoles, situada debajo del altar de la Confesión de la Basílica vaticana -según afirma de manera unánime la tradición, ratificada por los hallazgos arqueológicos-, da a entender, también de un modo material y visible, que Simón Pedro es, por expresa voluntad divina, la roca fuerte, segura e inconmovible que soporta el edificio de la Iglesia entera a través de los siglos. En su magisterio y en el de sus sucesores resuena infalible la voz de Cristo y, por eso, está cimentada firmemente nuestra fe.
 
III. El Evangelio de la Misa recoge las palabras de Jesús en Cesarea de Filipo, en las que promete a Pedro y a sus sucesores el Primado de la Iglesia: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del Reino de los Cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo (10). Y exclama San Agustín: «Bendito sea Dios, que ordenó exaltar al Apóstol Pedro sobre la Iglesia. Es digno honrar a este fundamento, por medio del cual es posible escalar el Cielo» (11). Desde Roma, unas veces a través de escritos, otras personalmente o por enviados suyos, consuela, reprende o fortalece en la fe a los cristianos que crecen ya por todas las regiones del Imperio Romano. En la Primera lectura de la Misa se dirige con cierta solemnidad a los pastores de diversas Iglesias locales del Asia Menor, exhortándolos a cuidar amorosamente de quienes les están encomendados: Sed pastores del rebaño de Dios que tenéis a vuestro cargo, gobernándolo, no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por sórdida ganancia (12). Estas exhortaciones nos recuerdan las de Jesús hablando del Buen Pastor (13) y las que le dirigió después de su Resurrección: Apacienta mis corderos... Apacienta mis ovejas (14).
 
Ésta es la misión encomendada por el Señor a Pedro y a sus sucesores: dirigir y cuidar de los demás pastores que rigen la grey del Señor, confirmar en la fe al Pueblo de Dios, velar por la pureza de la doctrina y de las costumbres, interpretar -con la asistencia del Espíritu Santo- las verdades contenidas en el depósito de la Revelación. Por lo cual -escribe en su segunda Carta- no cesaré jamás de recordaros estas cosas, por más que las sepáis y estéis firmes en la verdad que ya poseéis. Pues considero que es mi deber -mientras permanezca en esta tienda- estimularos con mis exhortaciones, pues sé que pronto tendré que abandonarla, según me lo ha manifestado nuestro Señor Jesucristo. Y procuraré que aun después de mi partida podáis recordar estas cosas en todo momento (15).
 
La fiesta de hoy nos ofrece una oportunidad más para manifestar nuestra filial adhesión a las enseñanzas del Santo Padre, a su magisterio, y para examinar el interés que ponemos en conocerlas y llevarlas a la práctica.
 
El amor al Papa es señal de nuestro amor a Cristo. Y este amor y veneración se han de poner de manifiesto en la petición diaria por su persona y por sus intenciones: Dominus conservet eum et vivificet eum et beatum faciat eum in terra... El Señor lo conserve y lo vivifique y le haga feliz en la tierra, y no permita que caiga en manos de sus enemigos. Este amor se ha de señalar aún más en determinados momentos: cuando realiza un viaje apostólico, en la enfermedad, cuando arrecian los ataques de los enemigos de la Iglesia, cuando por cualquier circunstancia nos encontramos más próximos a su persona... «Católico, Apostólico, «Romano! -Me gusta que seas muy romano. Y que tengas deseos de hacer tu "romería", "videre Petrum", para ver a Pedro» (16).
(1) Antífona de entrada. Lc 22, 32.- (2) SAN CIPRIANO, Epístola 43, 5.- (3) SAN AGUSTIN, Sermón 15, sobre los santos.- (4) Cfr. SAN LEON MAGNO, En la fiesta de los Apóstoles Pedro y Pablo. Homilía 82, 5.- (5) Hech 11, 26.- (6) Hech 12, 3.- (7) Hech 12, 17.- (8) SAN JERONIMO, De viris illustribus, 1.- (9) SAN LEON MAGNO, loc. cit., 3-4.- (10) Mt 16, 13-19.- (11) SAN AGUSTIN, loc. cit.- (12) 1 Pdr 5, 2.- (13) Jn 10, 1 ss.- (14) Jn 21, 15-17.- (15) 2 Pdr 1, 12-15.- (16) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Camino, n. 520.
 
*Se celebraba esta fiesta, ya antes del siglo IV, para señalar que Pedro había establecido su sede en Roma. Se encuentra en los calendarios más antiguos bajo el título de Natale Petri de Cathedra, y con la indicación de que se celebrara el 22 de febrero. Con la festividad de hoy se quiso expresar, desde los comienzos, la unidad de toda la Iglesia, que tiene su fundamento en Pedro y en sus sucesores en la sede romana.
 

Lecturas, Fiesta de la cátedra del apóstol san Pedro.

Fiesta de la cátedra del apóstol san Pedro.
Epístola I de San Pedro 5,1-4. Exhorto a los presbíteros que están entre ustedes, siendo yo presbítero como ellos y testigo de los sufrimientos de Cristo y copartícipe de la gloria que va a ser revelada.
Apacienten el Rebaño de Dios, que les ha sido confiado; velen por él, no forzada, sino espontáneamente, como lo quiere Dios; no por un interés mezquino, sino con abnegación;
no pretendiendo dominar a los que les han sido encomendados, sino siendo de corazón ejemplo para el Rebaño.
Y cuando llegue el Jefe de los pastores, recibirán la corona imperecedera de gloria.

Salmo 23(22),1-3a.3b-4.5.6. El señor es mi pastor,
nada me puede faltar.
El me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas

y repara mis fuerzas;
me guía por el recto sendero,
por amor de su Nombre.


Aunque cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal,
porque tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza.

Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza
y mi copa rebosa.

Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo.



Evangelio según San Mateo 16,13-19. 
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?".
Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas".
"Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?".
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".
Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.
Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella.
Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".

Leer el comentario del Evangelio por : Papa Benedicto XVI 

 
Papa Benedicto XVI
Audiencia general del 07/06/2006

“Yo te digo: tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”
 
    "Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia... A ti te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt 16, 18-19).

     Las tres metáforas que utiliza Jesús son en sí muy claras: Pedro será el cimiento de roca sobre el que se apoyará el edificio de la Iglesia; tendrá las llaves del reino de los cielos para abrir y cerrar a quien le parezca oportuno; por último, podrá atar o desatar, es decir, podrá decidir o prohibir lo que considere necesario para la vida de la Iglesia, que es y sigue siendo de Cristo. Siempre es la Iglesia de Cristo y no de Pedro. Así queda descrito con imágenes muy plásticas lo que la reflexión sucesiva calificará con el término: "primado de jurisdicción"

    Esta posición de preeminencia que Jesús quiso conferir a Pedro se constata también después de la resurrección: Jesús encarga a las mujeres que lleven el anuncio a Pedro (Mc 16,7)..., después, entre los Apóstoles, Pedro es el primer testigo de la aparición del Resucitado (Lc 24,34; 1Co 15,5)... Además, el hecho de que varios de los textos clave referidos a Pedro puedan enmarcarse en el contexto de la última Cena, en la que Cristo le confiere el ministerio de confirmar a los hermanos (cf. Lc 22, 31 s), muestra cómo el ministerio confiado a Pedro es uno de los elementos constitutivos de la Iglesia que nace del memorial pascual celebrado en la Eucaristía.

    En este contexto... indica también el sentido último de este primado: Pedro, para todos los tiempos, debe ser el custodio de la comunión con Cristo; debe guiar a la comunión con Cristo; debe cuidar de que la red no se rompa, a fin de que así perdure la comunión universal. La responsabilidad de Pedro consiste en garantizar así la comunión con Cristo con la caridad de Cristo, guiando a la realización de esta caridad en la vida diaria.
 



Hoy se celebra la festividad de la Cátedra de San Pedro, una ocasión solemne que se remonta al cuarto siglo y con la que se rinde homenaje y se celebra el primado y la autoridad de San Pedro.

La palabra "cátedra" significa asiento o trono y es la raíz de la palabra catedral, la iglesia donde un obispo tiene el trono desde el que predica. Sinónimo de cátedra es también "sede" (asiento o sitial): la "sede" es el lugar desde donde un obispo gobierna su diócesis. Por ejemplo, la Santa Sede es la sede del obispo de Roma, el Papa.

El
Venerable
Juan Pablo II recordó que "la festividad litúrgica de la Cátedra de San Pedro subraya el singular ministerio que el Señor confió al jefe de los apóstoles, de confirmar y guiar a la Iglesia en la unidad de la fe. En esto consiste el 'ministerium petrinum', ese servicio peculiar que el obispo de Roma está llamado a rendir a todo el pueblo cristiano. Misión indispensable, que no se basa en prerrogativas humanas, sino en Cristo mismo como piedra angular de la comunidad eclesial". "Recemos -dijo- para que la Iglesia, en la variedad de culturas, lenguas y tradiciones, sea unánime en creer y profesar las verdades de fe y de moral transmitidas por los apóstoles".
 



Palabras de SS Benedicto XVI, en el Santuario de Santa Maria “De Finibus Terrae”: La unidad del principio mariano y petrino.
La fe de san Pedro y la fe de María se unen en este santuario. Aquí se puede constatar el doble principio de la experiencia cristiana: el mariano y el petrino. Ambos, juntos, os ayudarán, queridos hermanos y hermanas, a "recomenzar desde Cristo", a renovar vuestra fe, para que responda a las exigencias de nuestro tiempo. María os enseña a permanecer siempre a la escucha del Señor en el silencio de la oración, a acoger con disponibilidad generosa su palabra con el profundo deseo de entregaros vosotros mismos a Dios, de entregarle vuestra vida concreta, para que su Verbo eterno, con la fuerza del Espíritu Santo, pueda "encarnarse" también hoy en nuestra historia.
María os ayudará a seguir a Jesús con fidelidad, a uniros a él en la ofrenda del sacrificio, a llevar en el corazón la alegría de su resurrección y a vivir con constante docilidad al Espíritu de Pentecostés. De modo complementario, también san Pedro os enseñará a sentir y a creer con la Iglesia, firmes en la fe católica; os llevará a gustar y sentir celo por la unidad, por la comunión; a tener la alegría de caminar juntamente con los pastores; y, al mismo tiempo, os comunicará el anhelo de la misión, de compartir el Evangelio con todos, de hacer que llegue hasta los últimos confines de la tierra.
 


La Iglesia de Cristo se levanta sobre la firmeza de la fe de Pedro

San Pedro

De los sermones de san León Magno,
Papa
(Sermón 4 en el aniversario de su consagración episcopal, 2-3: PL 54, 149-151)
De todos se elige a Pedro, a quien se pone al frente de la misión universal de la Iglesia, de todos los apóstoles y los Padres de la Iglesia; y, aunque en el pueblo de Dios hay muchos sacerdotes y muchos pastores, a todos los gobierna Pedro, aunque todos son regidos eminentemente por Cristo. La bondad divina ha concedido a este hombre una excelsa y admirable participación de su poder, y todo lo que tienen de común con Pedro los otros jerarcas, les es concedido por medio de Pedro.
El Señor pregunta a sus apóstoles qué es lo que los hombres opinan de él, y en tanto coinciden sus respuestas en cuanto reflejan la ambigüedad de la ignorancia humana.
Pero, cuando urge qué es lo que piensan los mismos discípulos, es el primero en confesar al Señor aquel que es primero en la dignidad apostólica. A las palabras de Pedro: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo, le responde el Señor: ¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Es decir: «Eres verdaderamente dichoso porque es mi Padre quien te lo ha revelado; la humana opinión no te ha inducido a error, sino que la revelación del cielo te ha iluminado, y no ha sido nadie de carne y hueso, sino que te lo ha enseñado aquel de quien soy el Hijo único».
Y añade: Ahora te digo yo, esto es: «Del mismo modo que mi Padre te ha revelado mi divinidad, igualmente yo ahora te doy a conocer tu dignidad: Tú eres Pedro, que soy la piedra inviolable, la piedra angular que ha hecho de los dos pueblos una sola cosa, yo, que soy el fundamento, fuera del cual nadie puede edificar, te digo a ti, Pedro, que eres también piedra, porque serás fortalecido por mi poder de tal forma que lo que me pertenece por propio poder sea común a ambos por tu participación conmigo».
Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. «Sobre esta fortaleza –quiere decir– construiré el templo eterno y la sublimidad de mi Iglesia, que alcanzará el cielo y se levantará sobre la firmeza de la fe de Pedro».
El poder del infierno no podrá con esta profesión de fe ni la encadenarán los lazos de la muerte, pues estas palabras son palabras de vida. Y del mismo modo que lleva al cielo a los confesores de la fe, igualmente arroja al infierno a los que la niegan.
Por esto dice al bienaventurado Pedro: Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.
La prerrogativa de este poder se comunica también a los otros apóstoles y se transmite a todos los obispos de la Iglesia, pero no en vano se encomienda a uno o que se ordena a todos; de una forma especial se otorga esto a Pedro, porque la figura de Pedro se pone al frente de todos los pastores de la Iglesia.
 
Oración
 
Dios todopoderoso, no permitas que seamos perturbados por ningún peligro, tú que nos has afianzado sobre la roca de la fe apostólica. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

San Pedro

SAN PEDRO
El Príncipe de Los Apóstoles,
Primer Papa
San Pedro Apóstol -- Pedro es mencionado frecuentemente en el Nuevo Testamento -- en los Evangelios, en los Hechos de los Apóstoles, y en las Epístolas de San Pablo. Su nombre aparece 182 veces.
Lo único que sabemos de su vida antes de su conversión es que nació en Betsaida, junto al lago de Tiberíades y se trasladó a Cafarnaum, donde junto con Juan y Santiago, los hijos del Zebedeo, se dedicaba a la pesca. Existe evidencia para suponer que Andrés (el hermano de Pedro) y posiblemente Pedro fueron seguidores de Juan el Bautista, y por lo tanto se habrían preparado para recibir al Mesías en sus corazones.
Imaginamos a Pedro como un hombre astuto y sencillo, de gran poder para el bien, pero a veces afligido un carácter abrupto y tempestivo que habría de ser transformado por Cristo a través del sufrimiento.
Nuestro primer encuentro con Pedro es a principios del ministerio de Jesús. Mientras Jesús caminaba por la orilla del lago de Galilea, vio a dos hermanos, Simón Pedro y Andrés, echar la red al agua. Y los llamó diciendo: << Síganme, y yo los haré pescadores de hombres.>> (Mateo 4,19). Inmediatamente abandonaron sus redes y lo siguieron. Un poco después, aprendemos que visitaron la casa en la que estaba la suegra de Pedro, sufriendo de una fiebre la cual fue curada por Jesús. Esta fue la primera curación atestiguada por Pedro, quien presenciará muchos milagros más durante los tres años de ministerio de Jesús, siempre escuchando, observando, preguntando, aprendiendo.
Profesión de fe y primado de Pedro:Cristo resucitado es el fundamento de la Iglesia: "porque nadie puede poner otro fundamento que el que está ya puesto, que es Jesucristo" -1 Cor 3,10. Sin embargo, el mismo Jesús quiso que su Iglesia tuviese un fundamento visible que serán Pedro y sus sucesores. Jesús presenta la vocación singular de Pedro en la imagen de roca firme. Pedro= Petros= Quefá= Piedra= Roca. Es el primero que Jesús llama y lo nombra roca sobre la cual construirá su Iglesia. Pedro es el primer Papa ya que recibió la suprema potestad pontificia del mismo Jesucristo. El ministerio Petrino asegura los cimientos que garantizan la indefectibilidad de la Iglesia en el tiempo y en las tormentas. La barca del pescador de Galilea es ahora la Iglesia de Cristo. Los peces son ahora los hombres.
Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo , hizo esta pregunta a sus discípulos: "¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?" Ellos dijeron: "Unos, que Juan el Bautista, otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas." Díceles el: "Y vosotros ¿quién decís que soy yo?" Simón Pedro contestó: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo" Replicando Jesús dijo: "Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del Reino de los Cielos y lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos. -Mateo 16: 13-20.

Dar las llaves significa entregar la autoridad sobre la Iglesia con el poder de gobernar, de permitir y prohibir.  Pero no se trata de un gobierno como los del mundo sino en función de servicio por amor: "el mayor entre vosotros sea el último de todos y el servidor de todos" (Mt 23,11).
Recordemos algunos de los episodios Bíblicos en los que aparece Pedro.
Después del milagro de la multiplicación de los panes, Jesús se retiró a la soledad de un cerro a orar, mientras sus discípulos cruzaban en una barca el lago de Galilea. De improviso vieron a Jesús caminando sobre el agua y según San Mateo Jesús les dijo: <<¡Soy yo, no temáis!>>. Pedro respondió: <> Entonces Pedro empezó a caminar confiadamente pero al notar la fuerza del viento titubeó y comenzó a hundirse. Al momento, Jesús lo tomó de la mano y le dijo: <<¡Que poca fe! ¿Por qué dudaste?>> (Mateo 14, 22-31)
Pedro siempre figura entre los tres mas allegados a Jesús. Fue elegido con Santiago y Juan, para subir al monte Tabor donde ocurrió la Transfiguración. Aquí contempló la Gloria del Señor y escuchó la proclamación de Dios: <> (Mateo 17, 1-5)
Después bajaron a Jerusalén donde Jesús comenzó a preparar a sus discípulos para el fin de su ministerio en la tierra. Pedro llevó a Jesús aparte y comenzó a reprenderlo porque no quería aceptar un fin tan terrible como la cruz.
Al estar todos reunidos en la Última Cena, Pedro declaró su lealtad y devoción con estas palabras: <> E insistió: <>. Con inmensa tristeza Jesús le contestó: <> Al desenvolverse esta trágica noche se realizó esta profecía. Cuando los soldados llevaron a Jesús a los judíos, Pedro se quedó en el patio y tres veces lo acusaron de ser discípulo de Jesús. El lo negó las tres veces. En aquel mismo momento, cantó el gallo por segunda vez y Pedro empezó a llorar.
Pedro es un pecador arrepentido. Cristo lo perdona y confirma su elección. Pregunta a Pedro: "¿Me amas más que éstos?" (Jn 21,15). Pedro afirma tres veces su amor. Jesús entonces le dice "Apacienta mis ovejas". Signo de su misión como pastor universal de la Iglesia. Su ministerio se sostendrá gracias al poder de Cristo, quien ora por el. "He rogado por ti para que tu fe no desfallezca. Cuando te conviertas, confirma a tus hermanos" (Lc 22,32). Es Cristo el Buen Pastor quien confiere su poder de perdonar, consagrar, enseñar y dar testimonio.
Pedro ejerció su primacía entre los Apóstoles con entereza y valor. El fue << La Piedra>> en la que la Iglesia fue fundada. Su capacidad de conversión quizás sea lo que hace su historia ejemplar para nosotros pecadores. Pedro cayó muy bajo en la noche que negó al Señor. Después se arrepintió y ascendió hasta llegar a obispo de Roma, mártir, y <>.
Lo vemos a la cabeza de los Apóstoles. Fue Pedro quien tomó la iniciativa de elegir uno que tomara el lugar de Judas y quien realizó el primer milagro. Un mendigo le pidió limosna. Pedro le dijo que no tenía dinero, pero en el nombre de Jesús Nazareno le mandó levantarse y andar. El mendigo, curado de su mal hizo lo que le mandó Pedro.
La esparción del cristianismo atrajo persecuciones en las que fue martirizado San Esteban y muchos de los convertidos se esparcieron o escondieron. Los Apóstoles permanecieron firmes en Jerusalén donde los líderes judíos eran sus peores perseguidores. Pedro decidió predicar en las aldeas circundantes y cada vez mas lejos. En Samaria donde predicó y realizó milagros, Simón, un mago, le ofreció dinero para que le enseñara el secreto de sus poderes. Pedro lo reprendió fuertemente y le dijo: << Quédate con tu dinero, que te pudras con él, porque has pensado que los dones de Dios se pueden comprar.>>
Por su sinceridad, Pedro inevitablemente tuvo muchos conflictos con las autoridades judías, hasta dos veces los jefes de los sacerdotes lo mandaron arrestar. Nos dice la Escritura que fue milagrosamente desencadenado y librado de la prisión e impresionó a los demás Apóstoles al llegar repentinamente donde ellos moraban. Pedro después predicó en los puertos marítimos de Joppa y Lydda, donde conoció hombres de diferentes razas y en Cesarea donde se convirtió el primer gentil, Cornelio.
Fue obispo de Antioquía y después pasó a ser obispo de Roma donde fue martirizado durante el reinado de Nerón alrededor del año 67, el mismo año que San Pablo. Así lo estiman tres Padres de la Iglesia: San Ireneo, San Clemente de Alejandría y Tertuliano. Fue sepultado en lo que hoy es el Vaticano donde aun se encuentran su restos bajo el altar mayor de la basílica de San Pedro. Esto ha sido comprobado en los encuentros arqueológicos y anunciado por Pío XII al concluir el año santo de 1950.
Martirio de San Pedro
San Pedro murió crucificado. El no se consideraba digno de morir en la forma de su Señor y por eso lo crucificaron con la cabeza hacia abajo. El lugar exacto de su crucifixión fue guardado por la tradición. Muy cerca del circo de Nerón, los cristianos enterraron a San Pedro.
Las palabras de Jesús se cumplen textualmente.  
"Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella".
Mateo 16:18
Hay testimonios arqueológicos de la necrópolis con la tumba de San Pedro, directamente bajo el altar mayor. Esta ha sido venerada desde el siglo II.  Un edículo de 160 d.C.  en el cual puede leerse en griego "Pedro está aquí".
Ver Vaticano y la Basílica de San Pedro construida sobre la tumba del santo
Se han encontrado muchos escritos en las catacumbas que unen los nombres de San Pedro y San Pablo, mostrando que la devoción popular a estos grandes Apóstoles comenzó en los primeros siglos. Pinturas muy antiguas nos describen a San Pedro como un hombre de poca estatura, energético, pelo crespo y barba. En el arte sus emblemas tradicionales son un barco, llaves y un gallo.
Hoy el Papa continúa el ministerio petrino como pastor universal de la Iglesia de Cristo. Al conocer los orígenes, debemos renovar nuestra fidelidad al Papa como sucesor de Pedro.

Los únicos escritos que poseemos de San Pedro son sus dos Epístolas en el Nuevo Testamento. Pensamos que ambas fueron dirigidas a los convertidos de Asia Menor. La Primera Epístola esta llena de admoniciones hacia la caridad, disponibilidad y humildad, y en general de los deberes en la vida de los cristianos. Al concluir, Pedro manda saludos de parte <>. Esto prueba que la Epístola fue escrita desde Roma, que en esos tiempos los judíos la llamaban "Babilonia". La Segunda Epístola trata de las falsas doctrinas, habla de la segunda venida del Señor y concluye con una bella doxología, <>
 

 
La Cátedra de San Pedro, apóstol 
          
Pedro confiesa su fe en Jesús como Mesías, movido por el Espíritu Santo
1. Cátedra es la silla especial en la que se sienta el obispo, y su recinto se llamará la Catedral. Como signo de la autoridad de la diócesis, de su      
“magisterio”, ahí con la mitra y el báculo se sienta para su labor de pastor,
para guiar a los cristianos. En su primera carta, San Pedro (5,1-4)
escribía: “ A los ancianos que están entre vosotros les exhorto yo, anciano
como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que
está para manifestarse. Apacentad la grey de Dios que os está
encomendada, vigilando, no forzados, sino voluntariamente, según Dios; no
por mezquino afán de ganancia, sino de corazón; no tiranizando a los que
os ha tocado cuidar, sino siendo modelos de la grey. Y cuando aparezca el
Mayoral, recibiréis la corona de gloria que no se marchita”. Pedro, escogido
por Cristo como «roca» sobre la cual edificar la Iglesia, comenzó su
ministerio en Jerusalén, después de la Ascensión del Señor y de
Pentecostés. La primera «sede» de la Iglesia fue el Cenáculo, y es probable
que en aquella sala, donde también María, la Madre de Jesús, rezó junto a
los discípulos, se reservara un puesto especial para él. Luego, fue a
Antioquía (Siria, hoy en Turquía, en aquellos tiempos la tercera ciudad del
imperio romano después de Roma y de Alejandría de Egipto). Desde allí fue
a Roma, centro del Imperio, símbolo del «Orbis» -la «Urbs» que expresa el
«Orbis», la tierra- donde concluyó con el martirio su carrera al servicio del
Evangelio. Por este motivo, la sede de Roma, que había recibido el mayor
honor, recibió también la tarea confiada por Cristo a Pedro de estar al
servicio de todas las Iglesias particulares para la edificación y la unidad de
todo el Pueblo de Dios. Y fue reconocida Roma como la sede del sucesor de
Pedro, y la «cátedra» de su obispo representó la del apóstol encargado por
Cristo de apacentar a todo su rebaño. Lo atestiguan los más antiguos
Padres de la Iglesia, como por ejemplo, san Ireneo, obispo de Lyón, pero
que era originario de Asia Menor, quien en su tratado «Contra las herejías»
describe a la Iglesia de Roma como la «más grande y más antigua conocida
por todos;… fundada y constituida en Roma por los dos gloriosos apóstoles
Pedro y Pablo» y añade: «Con esta Iglesia, por su eximia superioridad, debe
estar en acuerdo la Iglesia universal, es decir, los fieles que están por
doquier». Poco después, Tertuliano, por su parte, afirma: «¡Esta Iglesia de
Roma es bienaventurada! Los apóstoles le derramaron, con su sangre, toda
la doctrina». La cátedra del obispo de Roma representa, por tanto, no sólo
su servicio a la comunidad romana, sino también su misión de guía de todo
el Pueblo de Dios. Celebrar la «cátedra» de Pedro, como hoy lo hacemos,
significa, por tanto, atribuir a ésta un fuerte significado espiritual y
reconocer en ella un signo privilegiado del amor de Dios, Pastor bueno y
eterno, que quiere reunir a toda su Iglesia y guiarla por el camino de la
salvación. San Jerónimo menciona explícitamente la «cátedra» de Pedro,
presentándola como puerto seguro de verdad y de paz: «He decidido
consultar a la cátedra de Pedro, donde se encuentra esa fe que la boca de
un apóstol ha ensalzado; vengo ahora a pedir alimento para mi alma allí,
donde recibí el vestido de Cristo. No sigo otro primado sino el de Cristo; por
esto me pongo en comunión con tu beatitud, es decir, con la cátedra de
Pedro. Sé que sobre esta piedra está edificada la Iglesia». Todo esto
recordaba Benedicto XVI, que seguía: “en el ábside de la basílica de san
 
 
 
 
Pedro, como sabéis, se encuentra el monumento a la cátedra del apóstol,
obra de Bernini en su madurez, realizada en forma de gran trono de bronce,
sostenida por las estatuas de cuatro doctores de la Iglesia, dos de
occidente, san Agustín y san Ambrosio, y dos de oriente, san Juan
Crisóstomo y san Atanasio”, que dicen que guarda en su interior la cátedra
vieja y sencilla de madera que ocupó san Pedro.
 
 
2.
El Salmo (23,1-6) está dedicado a Cristo, buen pastor: “Yahveh es
mi pastor, nada me falta. Por prados de fresca hierba me apacienta. Hacia
las aguas de reposo me conduce, y conforta mi alma; me guía por senderos
de justicia, en gracia de su nombre. Aunque pase por valle tenebroso,
ningún mal temeré, porque tú vas conmigo; tu vara y tu cayado, ellos me
sosiegan. Tú preparas ante mí una mesa frente a mis adversarios; unges
con óleo mi cabeza, rebosante está mi copa. Sí, dicha y gracia me
acompañarán todos los días de mi vida; mi morada será la casa de Yahveh
a lo largo de los días”. Jesús nos guía a lo largo de la vida, hasta el cielo. En
cuatro estrofas saboreamos los buenos momentos de la infancia, los malos
del dolor y sufrimiento también acompañados del Señor, la prenda de cielo
que es la Misa en la tercera estrofa, y por fin el cielo para siempre en la
final. Pero hoy lo dedicamos al Papa, que ha de apacentar su rebaño con la
predicación del Evangelio.
 
 
 
 
3. El Evangelio (Mt 16,13-19) nos muestra la confesión de Pedro:
Jesús les hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres
que es el Hijo del hombre?». Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista;
otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles Él: «Y
vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro contestó: «Tú eres el
Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres
Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre,
sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre
esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán
contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la
tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará
desatado en los cielos». Recuerdo que tal día como hoy pude celebrar Misa
en el altar de S. Pedro, encima de la tumba del Apóstol, cuando un amigo
sacerdote alemán, entonces seminarista, me invitó a acompañarle en su
visita a las siete basílicas romanas (se llama al lugar “de confesión” de S.
Pedro pues en ese lugar sufrió martirio, "confesando" su fe). Aparece junto
a la declaración de S. Pedro el encargo de Jesús del poder de las llaves del
Reino.
Aparecen en escena Elías, que la esperanza en la restauración de Israel,
Jeremías es una figura de pasión, el que anuncia el fracaso de la forma de
la Alianza hasta entonces vigente y del santuario que era como el
monumento de la Alianza; pero Jeremías, en su padecimiento, en su
desaparición en la oscuridad de la contradicción, es portador vivo de ese
doble destino de caída y de renovación”. Estas “aproximaciones” al misterio
de Jesús son también camino hacia el núcleo esencial, pero no llegan a la
naturaleza de Jesús ni a su novedad. Jesús se sitúa en la historia junto a
Sócrates, Buda y Confucio, es decir tiene una importancia fundamental en
la búsqueda del modo recto de ser hombres, con una gran experiencia de
Dios. Esto puede ayudarnos, pero no es Jesús. Nosotros captamos sólo
fragmentos de la verdad, la realidad es perceptible, y la interpretamos 
 
 
 
 
 
          
 
 
 
 
 
según lo que vemos. Siempre tenemos algo relativo, que deberá ser
sucesivamente completado con otros fragmentos percibidos por otros. Pero
 
 
¿Jesús es sólo esto? La confesión de fe de Pedro adquiere aquí una
relevancia particular: «Tú eres [el Cristo] el Mesías» (Mc 8, 29); «el Cristo
[el Ungido] de Dios» (Lc 9,20); «Tú eres Cristo [el Mesías], el Hijo de Dios
vivo» (Mt 16,16); «Tú eres el Santo de Dios» (Jn 6, 69). El nombre del
Ungido (Cristo) y la misión (Jesús) siempre van unidos, tanto en Jesús “el
Hijo-que salva” expresado en las dos cosas unidas: “Jesús-Cristo” y también
en nosotros la condición de “hijo de Dios-corredentor” no se pueden
separar: “En Jesús, los discípulos sintieron muchas veces y de distintas
formas la presencia misma del Dios vivo”. Para ahondar en la confesión de
Pedro recordemos la que hizo cuando la desbandada del discurso eucarístico
de Cafarnaúm (de Jn 6), y situar su exclamación “a quién iremos… tú eres
el santo de Dios”. En Él se cumplían las grandes palabras mesiánicas de un
modo sorprendente e inesperado: «Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado
hoy», y Tomás lo dirá muy bien cuando tocó las heridas del Resucitado:
«¡Señor mío y Dios mío!». Siempre estaremos intentando comprender
(Benedicto XVI). Llucià Pou Sabaté 
 
Fiesta de la Cátedra de san Pedro Apóstol
fecha: 22 de febrero
hagiografía: Santi e Beati
Fiesta de la cátedra de san Pedro, apóstol, a quien el Señor dijo: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». En el día en que los romanos acostumbraban a recordar a sus difuntos, se celebra la sede de aquel apóstol, cuyo sepulcro se conserva en el campo Vaticano, y que ha sido llamado a presidir en la caridad a toda la Iglesia.
refieren a este santo: Santos Pedro y Pablo
oración:
Dios todopoderoso, no permitas que seamos perturbados por ningún peligro, tú que nos has afianzado sobre la roca de la fe apostólica. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).

Para conmemorar dos importantes etapas en la misión realizada por el Príncipe de los Apóstoles, san Pedro, y el establecimiento del cristianismo, en Antioquía, primero, y luego a Roma, el Martirologio Romano celebraba el 22 de febrero la Fiesta de la Cátedra de San Pedro en Antioquía, y el 18 de enero la de su Cátedra en Roma. La reciente reforma del calendario ha unificado las dos conmemoraciones el 22 de febrero, que proviene de una antigua tradición, atestiguada por la «Depositio Martyrum» (siglo IV). En efecto, en este día se celebraba la Sede de Roma, pero en la Galia se adelantó al 18 de enero, para evitar que la fiesta cayera en tiempo de Cuaresma. Así, se produjo una duplicación, y se terminó por introducir el 22 de febrero la fiesta de la Cátedra de San Pedro en Antioquía.
La cátedra, literalmente, es la sede fija del Sumo Pontífice y de los Obispos. Es colocada de modo permanente en la iglesia madre de la diócesis (de ahí su nombre de "catedral") y es el símbolo del obispo y de su magisterio ordinario en la iglesia local. La Cátedra de san Pedro, entonces, indica su posición de preeminente en el Colegio Apostólico, como lo demuestra la voluntad explícita de Jesús, quien le dio la tarea de «apacentar» la grey (Mt 16,18), es decir, guiar al nuevo pueblo de Dios, la Iglesia.
Esta investidura por Cristo, que fue confirmada después de la resurrección (Jn 21,15ss), se hace efectiva en la comunidad: vemos a Pedro desplegar, después de la ascensión, el papel de guía. Preside la elección de Matías, y habla en nombre de todos, ya sea a la muchedumbre que acude a oírles ante el Cenáculo el día de Pentecostés, ya sea más tarde ante el Sanedrín. El propio Herodes Agripa considera infligir un golpe mortal a la Iglesia naciente con la eliminación de su líder, san Pedro.
Aunque la presencia de Pedro en Antioquía es innegable en los escritos del Nuevo Testamento, su llegada a Roma en los primeros años del imperio de Claudio no ofrece pruebas tan claras. Aunque el desarrollo del cristianismo en la capital del Imperio, atestiguado por la Carta a los Romanos (escrita alrededor del 57), no se puede explicar sin la presencia de un misionero de primer nivel. La llegada, cualquiera que sea la fecha en que esto sucedió, y la muerte de san Pedro en Roma, viene apoyada por las más antiguas tradiciones, aceptadas ahora universalmente por los estudiosos, incluso los no católicos. Lo atestiguan de manera históricamente inexpugnable las excavaciones llevadas a cabo en 1939, por orden de Pío XII, en las Grutas Vaticanas, bajo la Basílica de San Pedro, y cuyos resultados han sido favorablemente recibidos por los estudiosos, nuevamente también por los no católicos.


Imagen: El Trono de Pedro, de Gian Lorenzo Bernini, 1657-66, en la iglesia de San Pedro, en Roma. Acerca de esta obra dice SS Benedicto XVI en la catequesis del 22 de febrero del 2006:
Queridos hermanos y hermanas, en el ábside de la basílica de San Pedro, como sabéis, se encuentra el monumento a la Cátedra del Apóstol, obra madura de Bernini, realizada en forma de gran trono de bronce, sostenido por las estatuas de cuatro doctores de la Iglesia, dos de Occidente, san Agustín y san Ambrosio, y dos de Oriente, san Juan Crisóstomo y san Atanasio. Os invito a deteneros ante esta obra tan sugestiva, que hoy se puede admirar decorada con muchas velas, para orar en particular por el ministerio que Dios me ha encomendado.
Elevando la mirada hacia la vidriera de alabastro que se encuentra exactamente sobre la Cátedra, invocad al Espíritu Santo para que sostenga siempre con su luz y su fuerza mi servicio diario a toda la Iglesia. Por esto, como por vuestra devota atención, os doy las gracias de corazón.

 
 
 
 
 
 
 
 
           

 
 

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