jueves, 24 de enero de 2013

La virtud de recibir aunque duela

Recibir algo puede suponer realizar un acto de profunda humildad, puesto que preferiríamos no recibir nada, para no tener que deber favores, demostrar agradecimiento, admitir una humillación
 
La virtud de recibir aunque duela
La virtud de recibir aunque duela
Duele recibir consejos, opiniones o ejemplos, pedidos o no, que nos hagan pensar en nuestros defectos o errores. Suelen ser llamadas de atención a la conciencia, para que reflexionemos y obremos de otra manera. Sobre todo cuando al reflexionar aceptamos, aunque sea internamente, que tienen razón. Algunas veces ese dolor suele durar hasta que cambiamos de actitud, pues mientras no lo hagamos, quedará pegado en nuestras mentes, como la arena y el cemento cuando fraguan. Máxime si esos consejos se reciben en las edades que nos creemos que lo sabemos todo, adolescencia y vejez y si se han analizado y sopesado bien y aún con todo, se insiste en no cambiar el comportamiento, pues está presidido por terquedad, orgullo y soberbia.

Duele recibir consejos si estos abren el entendimiento o la conciencia, para cambiar algo de lo que cuesta hacer. Duele más si los consejos recibidos no han sido pedidos, máxime si el que los da, sabe que los necesitamos o es una persona que no nos cae del todo bien, porque nos fijamos más en los defectos del que da el consejo, que en el consejo en si mismo. Preferimos descalificar al mensajero, antes que analizar el mensaje.

Al recibir consejos, muy pocas veces, nos suscitan un sentimiento de profundo agradecimiento, hacia el que nos los da gratuitamente y en nuestro propio beneficio. Al recibirlos deberíamos sentirnos más humildes y menos engreídos. Nos duela o nos guste, todos debemos sentir que necesitamos recibir de los demás, algún tipo de ayuda material o espiritual, de lo contrario seríamos unos auténticos soberbios y prepotentes, creyendo que lo tenemos o sabemos todo. Dicen: Del viejo, el consejo.

Recibir consejos no duele, al contrario, alegran tontamente cuando se paga a adivinos, brujos, charlatanes, echadores de cartas y todo ese mundo exotérico, que con su parafernalia engañan a los incautos e ignorantes clientes.

Necesitamos recibir de los demás, nos duela o no. No podemos hacer todo solos, pues el hombre es un ser social por naturaleza. Es imprescindible dar y recibir amor, pues sin amor no podemos vivir. Este amor suele estar reflejado también en consejos, opiniones y ejemplos. Recibir amor de los demás, nos debe llenar de inmensa alegría. Todos queremos que piensen en nosotros, se acuerden, nos comprendan, etc. Y si el amor que recibimos, es del todo desinteresado, aún nos llena más, aunque tengamos que reconocer nuestro dolor, porque nos ha herido nuestra vanidad u orgullo.

También duelen los consejos de los médicos, sacerdotes, pastores, rabinos, imanes, asesores financieros, buenos amigos, etc. porque nos indican lo que debemos o tenemos que hacer, en nuestro propio beneficio o en de la familia o sociedad. Duelen porque no queremos que nadie nos diga, lo que tenemos que hacer.

Cuando nos dan un consejo, duela o no, tenemos que sentir agradecimiento hacia el que nos lo ha dado, e intentar corresponderle directa o indirectamente, con hechos o con palabras, aunque nos cueste hacerlo. Decir muchas veces “gracias” con sinceridad, es una manera de reconocer a esa persona, que estamos apreciando el favor o servicio que nos ha prestado, aunque nos haya dolido aceptarlo. Siempre cabe pagar con oraciones, a aquellos que han sido generosos con nosotros. Además de las oraciones, hay mil maneras de devolver a la comunidad los favores recibidos, aunque desconozcamos quien nos la dado.

Recibir algo puede suponer realizar un acto de profunda humildad, puesto que preferiríamos no recibir nada, para no tener que deber favores, demostrar agradecimiento, admitir una humillación, etc. Duele cuando hay que recibir algo que nos humilla, que creemos que nos hace de menos o que nos recuerda nuestras desgracias. Por eso al dar algo, incluso con la mejor buena voluntad, hay que ponerse siempre en el lugar del que lo recibe, para no herirle nunca con lo que se da. Sean cosas materiales o espirituales.

Aceptar lo que dan, puede suponer una adhesión hacia el que lo da, conllevando posibles obligaciones comprometedoras, como en el caso de los sobornos disimulados, que posteriormente son reclamados o insinuados, para que se haga algo de intenciones obscuras. Puede doler en el momento de recibir lo ilegal, por lo que se intenta rápidamente olvidar la obligación adquirida.

Los padres enseñan a los hijos a contestar “Gracias” cuando les dan algo. Pero tienen que saber inculcarles, el que no sea solamente un “da las gracias Pepito a este señor” Porque desgraciadamente, esta frase es para muchos niños donde empieza y termina la única educación que reciben sobre el agradecimiento, al hacerlo por presión y no por convencimiento enseñado.

Los padres tienen que enseñar a sus hijos a mostrarse agradecidos y enseñarles, que tienen que devolver de alguna manera lo que les han dado gratuitamente. Desde ese gracias educado, hasta tener el propósito de compartir lo recibido con sus hermanos, parientes o amistades. Si en el momento no lo pueden compartir, deben tenerlo en cuenta, para cuando puedan hacerlo, pues saben que cuando se recibe, hay que corresponder dando, cuando sea, lo que sea e inmediatamente que se pueda.

Duele tener que pedir favores económicos o sociales para familiares o amigos, pues muchas veces, supone humillarse ante quien lo da, dejar el orgullo y la soberbia aparcados, para conseguir que alguien nos de algo.

Que dolor, pero cuanta satisfacción se siente, si es que se puede clasificar así, cuando rechazamos algo que nos dan, porque sabemos que no debemos recibirlo, pues no es bueno para nuestra salud física, mental, religiosa, económica, legal o social. Puede ser desde alguna comida que nos apetezca, pero que no sea sana o sea muy cara, ropa que no deberíamos ponernos, conversación para que continuemos con una crítica, actividades que nos alejan de la moral o de la religión o cosas que sean contrarias, a la práctica de las virtudes y valores humanos. Cuando nos dan o quieren darnos una propina o regalo económico, que nos puede comprometer por acción u omisión contra nuestras personas, creencias o leyes.

Pedir tiene sus técnicas, las cuales son utilizadas por los profesionales pedigüeños. A éstos nos les duele recibir, al contrario, tienen muchos trucos para saber alimentar el ego, orgullo o incluso la avaricia, de los que quieren que les den. Estimulan con sus palabras, gestos e invenciones, los más profundos sentidos de la avidez humana, ya que prometen lo increíble, para conseguir sus objetivos.

Recibir vacunas también duele, pero beneficia. Las medicinas son amargas, pero curan. Recibir una reprimenda o castigo duele, pero se puede aprovechar para aprender. Los consejos que hacen cambiar las actitudes, también duelen, pero ayudan a triunfar. Los golpes que da la vida, si los recibimos con inteligencia, podemos aprovecharlos para sacarles buenos rendimientos. Para algunos duele estudiar, porque dicen que es aburrido o no lo entienden, pero hay que sacrificarse y dejar de disfrutar de lo que apetece, pues siempre produce grandes satisfacciones. Recibir normas de educación y cumplirlas también duele, pero sirven para mejorar las relaciones con la familia, los amigos y la sociedad y permiten portarse educadamente con los demás, aunque ellos no lo hagan con uno. También duele recibir enfermedades, penurias, desgracias, sean propias o ajenas, pero hay que recibirlas con conformidad y aceptación.

Recibir consejos de los médicos puede doler, porque algunas veces limitan nuestras apetencias, por ejemplo: Comer demasiado o determinadas cosas que nos hacen daño, tomar bebidas alcohólicas, fumar, mantenerse sin hacer ejercicio, etc. Pero aunque duelan, debemos hacer caso a lo que nos dicen.

Incluso duele recibir, cuando vemos que otras personas que nos quieren, sufren por cuidarnos o consolarnos. Sufrimos por hacer sufrir. Máxime si nos están dando su cariño hasta límites insospechados, ocasionándonos un fuerte dolor al ver la situación que, voluntaria o voluntariamente hemos producido y los esfuerzos que hacen para mitigárnosla. Recibir el cuidado, consuelo y cariño de familiares, enfermeros, sacerdotes, pastores, rabinos e imanes y comprobar como sufren al darlo, duele internamente. Algunas personas prefieren no permitirles que les ayuden, para no verles sufrir. Es una gran virtud recibir el sufrimiento con resignación, aunque duela.

27 Sentencias sobre recibir, aunque duela:

1. Abandonarse al dolor sin resistir, es abandonar el campo de batalla sin haber luchado.
2. Algunos piensan que el dolor sólo se combate con la medicina. Sin embargo, hay dolores que se curan con el amor.
3. Allí donde está el dolor, está también lo que lo salva.
4. Amado, bendito, glorificado y santificado sea el dolor propio, si se emplea en beneficio propio o de los demás.
5. Bien poco enseñó la vida, a aquellos a los que no enseñó a soportar el dolor.
6. Dad palabra al dolor: el dolor que no habla, gime en el corazón hasta que lo rompe.
7. Donde hay mucho sentimiento, hay mucho dolor.
8. El dolor lleva a buscar las causas de las cosas, mientras que el bienestar induce a la pasividad y a no volver la mirada atrás.
9. El dolor, cuando no se convierte en verdugo, es un gran maestro.
10. El dolor es para el alma, un alimento fecundo.
11. El dolor es por sí mismo una medicina.
12. El dolor no es malo, a menos que nos supere.
13. El dolor que se calla, es más doloroso.
14. El dolor es para el alma un alimento fecundo.
15. El dolor tiene un gran poder educativo: nos hace mejores, más misericordiosos, nos vuelve hacia nosotros mismos y nos persuade de que esta vida no es un juego, sino un deber.
16. El verdadero dolor, es el que se sufre sin testigos.
17. El hombre a quien el dolor no educó, siempre será un niño.
18. En huir del dolor, nunca hay victoria.
19. Es un alivio llorar; las penas se desahogan y son arrastradas por las lágrimas, el dolor es la sal de nuestra vida.
20. No hay grito de dolor, que en lo futuro no tenga al fin por eco, una alegría.
21. No se puede edificar felicidad sobre el dolor de nadie.
22. Nunca se olvidan las lecciones aprendidas en el dolor.
23. Para comprender el dolor, no hay inteligencia como el dolor mismo.
24. Para superar el dolor, hay que aceptarlo.
25. Si no está en tus manos, cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud, con la que afrontes ese sufrimiento.
26. Quien recibe lo que no merece, pocas veces lo agradece.
27. Si tu afán es recibir, aprende a ser generoso.

Recibir aunque duela, para algunos puede ser un problema, grande o pequeño. Si es grande, es que es una serie de pequeños problemas sin resolver, que han dejado pasar, por estar ocupados o preocupados con otros asuntos.
Las virtudes de dar hasta que duela
La virtud de dar consiste en ofrecer desinteresadamente y sin reservas a los demás, las cosas materiales e inmateriales
 
Las virtudes de dar hasta que duela
Las virtudes de dar hasta que duela
La virtud de dar consiste en ofrecer desinteresadamente y sin reservas a los demás, las cosas materiales e inmateriales. Está relacionada con la justicia, la caridad, la generosidad, el desinterés, el amor al prójimo, etc. Dar se ennoblece cuando se hace con dolor y sacrificio propio, dando lo que otros necesitan y nosotros tenemos, máxime si significa, para el que da, un dolor económico, físico o emocional.

Los padres tienen que enseñar a los hijos, a que se inicien y perseveren, en el difícil, pero ampliamente satisfactorio camino, de dar aunque duela. Nadie puede dar de lo que no tiene, pero si tiene poco y aunque no le sobre nada, todavía puede y debe dar. Dar es una virtud, que se convierte en personal y social, cuando se relaciona con la solidaridad, y mucho mejor, cuando se puede apoyar en las estructuras sociales solidarias, porque se multiplica el coeficiente de eficacia del bien común de la mayoría. Todos somos responsables de todos. También nos pedirán cuentas de lo que por omisión, o por miedo al dolor que pudiera producir, nos hemos inhibido de dar, cosas materiales o inmateriales. La filantropía es la práctica organizada de dar, a los más necesitados.

Los padres tienen que demostrar a sus hijos, la forma y el fondo de dar aunque duela, con acciones que queden reflejadas como ejemplos duraderos, para que aprendan a practicar la virtud de dar. Esta virtud se aprende, como casi todas las virtudes, en función del ejemplo recibido de los padres, maestros y de la sociedad.

Las familias tienen unas prioridades que cubrir entre sus componentes, pero no pueden estar ajenas al sufrimiento de otras personas, saber que necesitan ayuda y que ellos pueden darla, aunque les cueste un dolor hacerlo.

Dar no consiste solamente en hacerlo con dinero, hay además otros conceptos muy importantes, que casi todos pueden dar: Tiempo y talento. Los padres deben enseñar a los hijos que, aunque no tengan dinero, pueden donar su tiempo y su talento, pues tendrán muchos amigos y conocidos que podrían ser muy felices, si recibieran de los demás algo de lo que necesitan. Que gratificante es ver a los hijos ceder su tiempo y su talento, cuando acompañan a sus amigos en los momentos que tienen dificultades. Por ejemplo cuando les pueden ayudar a hacer las tareas escolares. También es muy gratificante, cuando se les ve ofrecerse de voluntarios, para ayudar a personas mayores, niños o jóvenes que lo necesitan.

Dar no se debe hacer solamente a escondidas, a no ser que sea conveniente para no herir la sensibilidad o el honor del que lo recibe. Se puede y se debe dar, diciéndolo a los demás, para que tomen ejemplo y a poder ser, que lo igualen o lo superen. Siempre que el dar, no sea un acto de soberbia u orgullo. Hay personas, empresas e instituciones, que se comprometen a igualar la cifra de donativos obtenido por otras organizaciones, en beneficio de los necesitados o por una buena causa. Así animan a que otros den y publicitándolo, se consiguen más y mejores objetivos.

En momentos puntuales, dar aunque duela está muy bien hecho, pero mucho mejor sería tener un plan, con un programa para dar tiempo, talento y dinero, aunque las tres cosas escasean. Esa es precisamente la virtud de dar. Dar con inteligencia y de forma que se pueda multiplicar lo dado. De ahí el éxito de los bancos de pequeños prestamos, dados sin garantía, al honor de la devolución. Los prestamos escolares, en lugar de las becas gratuitas, etc.

Para dar no es necesario tener las cosas en abundancia, lo importante es querer dar lo que se tiene, sea poco o mucho.

Es muy importante que los hijos conozcan, todo lo relacionado con cada una de las virtudes y valores humanos, pero mucho más importante, es practicarlas y enseñarlas a practicar.

Aunque parezca una paradoja, también se puede dar sin tener, y sin que duela. Hay personas que no son felices, porque tienen grandes dificultades, o que creen que no lo son, pero con su buen ejemplo y conocimientos, pueden dar mucha felicidad a otros. Lo cual siempre le irá ayudando a mejorar su propia felicidad y le producirá más beneficios, que los que da. También se puede ofrecer el testimonio del dolor sufrido, como prueba de amor hacia los demás. Darse a los demás con generosidad produce una gran felicidad, que hace revivir al prójimo. Si el que recibe, guarda y no comparte, al final la misma vida le pasa la factura.

Los padres tienen que enseñar a los hijos que cuando se da algo, material o inmaterial, debe examinarse profundamente pretendiendo que el dar sea lo más justo y caritativo posible, además que se cumplan todas o algunas de las virtudes y valores humanos que a continuación se indican:

Abnegación. Alegría. Amabilidad. Amistad. Amor. Apostolado. Ayuda. Bondad Caridad. Coherencia. Compasión. Conciencia. Confianza. Conocimiento. Cortesía. Criterio. Desprendimiento Discreción. Dignidad. Diligencia. Dolor. Educación Entrega. Ejemplo. Esfuerzo Estudio. Generosidad. Gratitud. Heroísmo. Honestidad. Honor. Honradez. Humildad. Igualdad. Justicia. Libertad. Misericordia. Mortificación. Naturalidad. Orden. Paciencia. Perdón. Perseverancia. Prudencia. Rectitud. Reflexión. Respeto. Responsabilidad. Sabiduría. Sacrificio. Sencillez. Sensatez. Servicio. Simplicidad. Sinceridad. Solidaridad. Tolerancia. Etc.

No es imaginable que haya personas, que sin cultivar estas y otras virtudes y valores humanos, se planteen en serio dar. Es muy difícil que lo hagan, aunque también cabe que lo hagan buscándose a ellos mismos, para su satisfacción personal o social, por egoísmo con las deducciones de impuestos, para humillar a los que lo reciben o para comprar malévolamente sus voluntades. Ese dar no les hace mejores personas. Lo que se da, debe ser buscando exclusivamente, el beneficio del prójimo y sin que haya motivaciones egoístas personales terrenales o para que no haya calamidades, que le pudieran salpicar o contagiar.

Para dar no hace falta tener las cosas en abundancia, mucho más mérito tiene el que da con dolor, de lo poco que tiene, que el que da de lo que le sobra. Este punto es muy importante a la hora de educar a los hijos. Que no vean que nada más se da a los pobres, los juguetes que sobran o que estorban en el armario, para dejar sitio a otros nuevos. Que aprendan que los padres dan las cosas cuando les duele, no que regalen los abrigos en verano y los paraguas cuando no llueve. Dar correctamente conlleva un plan determinado de qué, cuándo, cuánto, cómo, a quién y por qué se van a dar las cosas, aunque duelan.

La cultura del dolor está proscrita en la sociedad actual, todo se hace y se preconiza que se haga, de forma que no duela y que lo mío es mío, y lo tuyo de los dos. Dar hasta que duele, no es políticamente correcto. Es difícil explicar a los hijos que hay que dar, incluso cuando duele, y que entonces es cuando más valor tiene lo que se da.

Hablar de dar o recibir con dolor no suena bien, al contrario, se insiste en que disfrutar dando, si se sufre el dar no tiene tanto aliciente. Algunos proclaman la alegría de dar, para que las personas se animen a hacerlo, pero nunca hablan de dar aunque duela. Es política y socialmente muy correcto hacer caridad en las reuniones de recaudación de donativos, asintiendo a bailes de sociedad, comidas sociales, subastas, campeonatos de golf, etc. Que la gente disfrute dando de lo que le sobra. Pero dar y sufrir a la vez, son antagónicos y no se mezclan, como el agua y el aceite. Pero hay que insistir en que dar, también puede ser y debe ser, no de lo que sobra, sino lo que el prójimo necesita. Aunque esto exija sacrificios relacionados con nuestro dinero, tiempo y talento, dominar la pereza y cambiar el carácter hacia formas más humanas y caritativas. Hay que tener muy buen corazón para dar y estar muy bien acostumbrado, sobre todo hacerlo con amor y por amor, máxime cuando duele dar.

Hay que desarrollar muy bien la inteligencia, para que el dar sea un acto justo y a poder ser rentable, para los que lo reciben, procurando conjugar las posibilidades de dar y las necesidades presentes o futuras del que recibe, habiéndolas estudiado previamente. Siempre dentro de unas prioridades bien seleccionadas, para no cometer injusticias, al haberse dejado llevar por los instintos, apetencias, impulsos, vanidades, etc. o por las mañas del que recibe. Es muy importante tener bien planeado un presupuesto de donaciones de dinero, tiempo y talento, con el fin que los receptores puedan también organizar su vida.

Los padres deben enseñar a sus hijos que aún doliendo, deben dar, darse o entregarse con libertad, plenamente y en su totalidad a Dios, reflejado en el prójimo. Entregándose a la defensa del bien común, a la consecución de un ideal religiosos, político, social, humanitario, etc., en resumen para hacer más feliz al prójimo. Incluso deben plantear a los hijos, la alternativa de dar su vida por los demás, para convertir toda su existencia en un servicio, en una disponibilidad total, para atender las necesidades materiales y espirituales de los demás, practicando las obras de misericordia.

Los padres deben hacer ver a sus hijos, que lo que hace feliz al hombre, no es la posesión de bienes materiales, una vez asegurado el mínimo de estos, para poder sobrevivir, deberemos procurar proporcionar un poco más de felicidad al prójimo, que puede consistir en hacer compañía, compartir preocupaciones, dar consejos que proporcionen paz interior, distraer a los que lo necesitan, para que pasen un rato agradable, compartir con ellos las virtudes y valores humanos, especialmente la alegría, aunque nos duela lo que hemos dado. Dar con humildad e inteligencia, y si además duele, siempre tendrá el premio, llenándonos de alegría por haber dado. Cuando una persona da algo, o se da a los demás, si lo hace sin buscarse a sí misma, sin buscar pasar factura por los servicios prestados, es feliz durante la realización de ese servicio y va consiguiendo una felicidad duradera en su vida, una alegría constante. Su posible sufrimiento externo, se convierte en alegría interna.

Los padres, principalmente con su ejemplo, tienen que enseñar a sus hijos, que es muy importante sentirse útiles para los demás. Todos hemos recibido unos talentos, pocos o muchos, da igual, y los recibimos precisamente para poder compartirlos con los demás, no para guardarlos en una caja, ni para disfrutarlos en exclusiva. El que los comparte se siente feliz y el que no se siente feliz, buscará necesariamente la felicidad en otra parte, pero no será nunca la auténtica felicidad, sino un sucedáneo. No siempre dar produce alegría, pero la verdadera alegría está, cuando se da y duele, ese es el verdadero dar.

Si los padres poniendo en primer lugar sus intereses personales, protestan o se quejan delante de los hijos, por tener que servir a los demás en la casa, les están dando muy mal ejemplo, crispan el ambiente familiar y esa mala actitud, la contagian a los hijos. Sin embargo, si en la familia reina el espíritu de servicio, se hace partícipe a los hijos de pequeños encargos para sacar la casa adelante, se valoran las buenas acciones que tienen este sentido, los hijos se irán educando en la virtud de dar aunque duela. Es muy educativo enseñar a los hijos a dar y compartir, lo que tienen, aunque les duela, sugiriéndoles que presten sus cosas más personales o que regalen, sus mejores juguetes o ropas a otros niños más necesitados o simplemente a amigos que lo disfrutan más. Y todo esto debe ser aplaudido por los padres, para que así se llenen de esa alegría, que produce el dar aunque les duela.

Siempre es un privilegio poder dar a la familia, duela o no. Poder ver cómo con lo que damos, los demás va creciendo en edad y sabiduría. Es sembrar para recoger una buena cosecha.

10 sentencias sobre la virtud de dar:

1. Algunos tienen una forma de pedir, que parecen dan.
2. Cuando se dan rosas, siempre queda fragancia en las manos.
3. Da de lo que tienes para que merezcas recibir lo que te falta.
4. Dar con Fe significa recibir cien veces lo dado.
5. Dar con ostentación es mucho mejor que no dar.
6. Dar no sirve para comprar un sitio en el cielo, pero es un anticipo para reservarlo.
7. Dar hasta que se nos caigan los brazos de cansancio.
8. Hay que ser pobre, para conocer el privilegio de dar.
9. Dichosos los que pueden dar sin recordad, y recibir sin olvidar.
10. El que da lo que tiene, no está obligado a más.
11. El que da no debe volver a acordarse, pero el que recibe nunca debe olvidar.
12. El verdadero dar se aprende bien, experimentado la propia pobreza.
13. Es mejor dar que recibir.
14. La generosidad consiste en dar, antes de que se nos pida.
15. La gracia de dar, no tiene nada que ver con la abundancia del que lo da.
16. La manera de dar vale tanto o más que lo que se da.
17. Lo que no se es capaz de dar, posee al que lo tiene.
18. Podemos dar consejos, pero no podemos dar conductas.
19. Puedes pedirte más, porque puedes y debes dar más.
20. Quien da limosna de continuo, tendrá siempre riquezas.
 
 

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