sábado, 5 de enero de 2013

Eduardo III el Confesor, Santo

Laico, 5 de enero
Eduardo III el Confesor, Santo
Eduardo III el Confesor, Santo

Rey

Martirologio Romano: En Londres, en Inglaterra, san Eduardo, apellidado el Confesor, que, siendo rey de los ingleses, fue muy amado por su eximia caridad, y trabajó incansablemente por mantener la paz en sus estados y la comunión con la Sede Romana (1066).

Etimología: Eduardo = Aquel que es un guardián glorioso

Eduardo, nieto de San Eduardo llamado el Mártir, nació en 1004 en Islip, cerca de Oxford. Su padre era el rey Etelredo II, llamado el Desaconsejado. Siendo todavía niño, tuvo que emprender el camino del destierro y vivió del 1014 al 1041 en Normandía con unos familiares de su madre.

Se dice que hizo el voto de ir en peregrinación a Roma si la Divina Providencia lo llevaba de nuevo a su patria. Cuando esto sucedió, Eduardo quería cumplir fielmente el voto, pero el Papa lo dispensó. El dinero que iba a gastar en el viaje lo dio a los pobres y otra parte del mismo lo dedicó a la restauración del monasterio al oeste de Londres (west minster, hoy Westminster).

A pesar de los fracasos políticos de su gobierno, Eduardo rey de Inglaterra del 1043 al 1066, dejó un vivísimo recuerdo en su pueblo. Las razones de esta veneración, que continuó con los siglos, hay que buscarlas no sólo en algunas medidas sabias administrativas, como la abolición de un pesado impuesto militar que agobiaba a toda la nación, sino sobre todo en su temperamento suave y generoso (jamás un desacato o una palabra de reproche o un gesto de ira ni siquiera con los súbditos más humildes) y en su vida privada.
Un año después de su coronación se había casado con la cultísima Edith Godwin, hija de su más terrible adversario del barón Godwin de Wessex.

Había sido una hábil jugada política de su suegro, pues tenía la esperanza de que Eduardo, a quien ya llamaban “el Confesor”, le confiaría la administración del gobierno para dedicarse con más libertad a sus oraciones y a la meditación
El plan, demasiado sutil, sólo tuvo éxito en parte, porque hacia 1051 el barón fue desterrado y la reina fue encerrada en un convento. Pero sólo fue un paréntesis, porque el acuerdo entre Eduardo y la reina era muy profundo, hasta el punto que, según los biógrafos, los dos habían hecho de común acuerdo voto de virginidad.
La solemne inauguración del famoso coro del Monasterio de Westminster, que él mismo había financiado, tuvo lugar el 28 de diciembre de 1065. Pero el rey ya estaba gravemente enfermo.

Murió el 5 de enero de 1066 y fue enterrado en la Iglesia de la abadía recientemente restaurada. Pronto hubo muchas peregrinaciones a su tumba. En el reconocimiento de 1102 encontraron su cuerpo incorrupto y el 17 de febrero de l161 el Papa Alejandro III lo incluyó en la lista de los santos. El día de su fiesta coincide con la fecha en que Santo Tomás Bechet trasladó solemnemente sus reliquias al coro de la misma Iglesia.

Hoy, a la distancia de casi diez siglos, aún Inglaterra llama a su Corona "de San Eduardo".

No lo tuvo fácil ¿verdad? Recuerdo ahora ese maravilloso refrán castellano que dice: "Todos los días son buenos para alabar a Dios". 
Eduardo el Confesor
Rey de Inglaterra
Edward der Bekenner.jpg
Información personal
Reinado8 de junio de 1042 - 5 de enero de 1066
Coronación3 de abril de 1043
Nacimientoc. 1003
Islip, Oxfordshire, Inglaterra
Fallecimiento5 de enero de 1066
Londres, Inglaterra
EntierroAbadía de Westminster
PredecesorCanuto Hardeknut
SucesorHarold el Sajón
Familia
Casa RealCasa de Wessex
PadreEtelredo II el Indeciso
MadreEmma de Normandía
Coa King Edward the Confessor.svg
Escudo de Eduardo el Confesor
San Eduardo el Confesor
Nacimientoc. 1003
Islip, Oxfordshire, Bandera de Inglaterra Inglaterra
Fallecimiento5 de enero de 1066
Londres, Bandera de Inglaterra Inglaterra
Venerado enIglesia ortodoxa, Iglesia católica
Canonización1161 por Alejandro III
Festividad13 de octubre
PatronazgoReyes, matrimonios problemáticos y mujeres separadas
CuestionesHasta 1348 fue también el Patrón de Inglaterra, fecha en que fue sustituido por San Jorge.
Eduardo el Confesor fue el rey de Inglaterra entre 1042 y 1066. Fue el primero de los reyes en protagonizar la efímera restauración de la Casa de Wessex, dinastía sajona en Inglaterra, comprendida entre la Dinastía danesa de 1016-1042 y la conquista de Inglaterra por Guillermo de Normandía. A pesar de ser el tercer rey sajón con el nombre de Eduardo, este monarca no posee la tradicional numeración latina, usada en Inglaterra para los reyes posteriores a la conquista normanda de 1066. Se le conoce como Eduardo el Confesor o San Eduardo el Confesor porque fue canonizado como recompensa a su apoyo a la Iglesia Católica durante su reinado.

Primeros años

Eduardo nació en Islip, Oxfordshire, en el mes de marzo de 1005, siendo el primogénito varón de los tres hijos nacidos del segundo matrimonio del rey Etelredo II el Indeciso con Emma de Normandía, hermana del duque Ricardo II. Este parentesco con la casa de Normandía sería el principal impulsor de la futura invasión de Guillermo.
En la época de su nacimiento, Inglaterra era un estado parcialmente subordinado a los reyes de Dinamarca y era saqueada con regularidad por los vikingos. Etelredo trató de disminuir los saqueos acordando tributos con los monarcas escandinavos, pero le sirvió de poco. Cuando Sven I se hartó del dinero, comenzó a ambicionar las tierras de Inglaterra y decidió anexionarlas a sus dominios invadiendo el reino y tomando la capital, Londres, a finales de 1013; pero Etelredo, su mujer y sus tres hijos, Godgifa, Eduardo y Alfredo, consiguieron escapar y partieron al exilio en Normandía. La muerte de Sven cinco semanas después (5 de febrero de 1014) hizo que Etelredo lograra recuperar el trono hasta su muerte (23 de abril de 1016). Eduardo pasaría los siguientes 27 años de su vida en su exilio de Normandía, donde se educaría ajeno prácticamente a cualquier influencia anglosajona. Esta fuerte influencia normanda (y cristiana) se manifestaría fuertemente durante su reinado posterior.
A la muerte de Etelredo II, el 23 de abril de 1016, Emma volvió a Inglaterra y se casó con el invasor Canuto II de Dinamarca (2 de julio de 1017), con el que tuvo dos hijos. Alfredo y Eduardo seguían en el exilio, pero el hecho de que su madre volviese a ser reina de Inglaterra ya les daba cierta posibilidad de heredar el gobierno del país. A la muerte de Canuto en 1035, los dos hermanos partieron a Inglaterra para luchar por el trono contra Haroldo Harefoot -hijo bastardo de Canuto-, que además había usurpado el trono de Inglaterra dado por el difunto rey a otro hijo suyo, Canuto Hardeknut -fruto de su matrimonio con Emma, y por tanto, medio hermano de Eduardo-. La guerra duró unos meses, durante los cuales Alfredo fue capturado y ejecutado por Haroldo (5 de febrero de 1037) y Eduardo tuvo que huir de nuevo a Normandía. Haroldo murió en 1040 y Hardeknut, que ya gobernaba en Dinamarca desde hacía cinco años, pudo recuperar el control de Inglaterra. Sin embargo, se mostró poco interesado por éste y llevó a cabo una política impopular, dejando la regencia del país en manos de su madre y el influyente conde sajón de Wessex, Godwin. Las influencias de éste y la reina madre -en contra de sus propios sentimientos, pues Emma nunca tuvo afecto maternal hacia los hijos que tuvo con Etelredo II- fueron las principales causas de que en 1041, el propio Canuto Hardeknut invitase a Eduardo a instalarse en Inglaterra, al que nombró su corregente en este reino.

Rey de Inglaterra

El gobierno de Eduardo fue considerablemente popular. De acuerdo con la Crónica Anglosajona, cuando Hardeknut murió el 8 de junio de 1042, "después de que fuese enterrado, todo el pueblo eligió a Eduardo como rey en Londres". La elección popular fue ratificada por el Witenagemot, la asamblea de nobles sajones, y la coronación definitiva de Eduardo se produjo el 3 de abril de 1043 en la Catedral de Winchester.
En todo momento, Eduardo trató de mantener la paz sobre un reino maltrecho por las constantes invasiones y guerras internas. Para ello recurrió nuevamente a Godwin, quien, para poder mantener bajo control al rey, concierta el casamiento entre Eduardo y su hija mayor, Edith, efectuado el 23 de enero de 1045. Además del conde de Wessex, Eduardo trató de granjearse el apoyo de Leofric, conde de Mercia, y Siward, conde de Northumbria. Sin embargo, cometió la torpeza de favorecer cada vez más a los nobles que había traído de Normandía, lo que levantó suspicacias entre los de origen sajón y danés. La gota que colmó el vaso fue la elección del normando Roberto de Jumieges, obispo de Londres, como nuevo arzobispo de Canterbury, en lugar del hombre sugerido por Godwin. Esto llevó a un duro enfrentamiento entre yerno y suegro que se agravó en 1051 cuando el conde Eustaquio II de Boulogne, de visita en Inglaterra, se involucró en una pelea en la ciudad de Dover. Godwin, que ejercía la autoridad sobre la zona, se negó a castigar a los atacantes de Eustaquio y fue obligado a exiliarse en septiembre de ese mismo año. Su popularidad y diversas presiones desde todos los ámbitos forzaron finalmente a que Eduardo diera su brazo a torcer y le restituyera sus tierras y títulos al año siguiente, además de retirar a algunos de sus consejeros normandos. Godwin murió en 1053 y dejó sus posesiones a su hijo Haroldo, que uniéndolas a las suyas se convirtió en un noble aún más poderoso que su padre, y prácticamente en el segundo hombre del reino por detrás del propio rey. El otro hijo de Godwin, Tostig, consiguió el gobierno de Northumbria en 1055 y se convirtió rápidamente en uno de los favoritos del rey, pero su tiránico gobierno sobre sus siervos condujo a que Eduardo lo desposeyera de sus tierras y le obligara a exiliarse en 1065.
Harold, en cambio, mantuvo siempre buenas relaciones con Eduardo. En 1063 Eduardo le encomendó el mando del ejército y llevó a cabo la única acción militar de su reinado, la guerra contra los últimos reinos galeses independientes, que fueron incorporados a Inglaterra al final de la campaña. El poder de Haroldo aumentó hasta convertirle prácticamente en el sucesor de facto del reino, y el propio Eduardo lo recomendó activamente ante el Witenagemot. Dado que el rey no tenía hijos (nunca consumó su matrimonio, al parecer debido a un antiguo voto de castidad), y su único sobrino, Eduardo el Exiliado, había muerto en 1057, su cuñado Harold era el heredero con más posibilidades. Eduardo murió en el palacio de Westminster, el 5 de enero de 1066, antes de poder consagrar la Abadía de Westminster que él mismo había mandado construir. Haroldo fue elegido inmediatamente como nuevo rey de Inglaterra.
Sin embargo, hubo varios aspirantes más al trono que decidieron reclamarlo a la muerte de Eduardo. El recién coronado Haroldo tuvo que hacer frente a dos invasiones, la de Harald III de Dinamarca y Noruega por el norte, al que derrotó y mató cerca de York, y la de Guillermo de Normandía desde el sur, a quien su primo Eduardo le había prometido el trono en una ocasión, durante su exilio juvenil. Guillermo derrotó a las fuerzas sajonas en la Batalla de Hastings, en la que murió el propio Haroldo, y consiguió la corona sin mayores problemas, poniendo fin a la dinastía sajona en Inglaterra e iniciando la normanda.
Desde el punto de vista histórico, el reinado de Eduardo supone una transición entre la Alta Edad Media inglesa y el gobierno de los normandos posterior a 1066. Durante su mandato, los grandes condados creados por los invasores daneses (Northumbria, Mercia, Wessex y Danelaw) ganaron en poder y autonomía, sirviendo de preludio al posterior sistema feudal y la Iglesia de Roma aumentó considerablemente su influencia en Gran Bretaña, si bien Eduardo no llegó a instaurar el cristianismo como religión única y oficial en su reino.

 Canonización

Los primeros impulsos en pro de la canonización de Eduardo el Confesor se tomaron bajo el reinado de Enrique II de Inglaterra, que unía en su persona las casas reales sajona y normanda. Bajo el amparo de Enrique, el Prior Osberto de Clare inició una campaña de difusión de la imagen de Eduardo como un hombre santo, adjudicándole todo tipo de milagros, entre los que destacaban las sanaciones de enfermos mediante la imposición de manos. El Papa Alejandro III ofició la canonización del antiguo rey en 1161, ceremonia en Roma a la que asistió el propio Osberto. En 1163 se trasladaron los restos del rey santo a la Abadía de Westminster en medio de una solemne ceremonia oficiada por el arzobispo Thomas Becket.
En aquella época, los santos se dividían en dos clases: "mártires", si morían de muerte violenta, y "confesores" si lo hacían de muerte natural. Por esta razón, el rey Eduardo es conocido desde entonces bajo el nombre de Eduardo el Confesor. Posteriormente, la Iglesia Católica lo nombró Santo Patrón de los reyes, matrimonios problemáticos y mujeres separadas. Hasta 1348 fue también el Patrón de Inglaterra, año en que fue sustituido por San Jorge.

Onomástica

Su onomástica se celebra el 13 de octubre.

Véase también

Enlaces externos


 San Eduardo III, «el Confesor», rey
fecha: 5 de enero
fecha en el calendario anterior: 13 de octubre
n.: c. 1003 - †: 1066 - país: Reino Unido (UK)
canonización: C: Alejandro III 7 feb 1161
En Londres, en Inglaterra, san Eduardo III, llamado «el Confesor», que, siendo rey de los ingleses, fue muy amado por su eximia caridad, trabajando incansablemente por mantener la paz en sus estados y la comunión con la Sede Romana.
patronazgo: patrono de Inglaterra y de la Corona inglesa; protector contra la escrófula (ganglios linfáticos en el cuello).
refieren a este santo: San León IX
Después del abandono, las luchas y la opresión durante el reinado de los dos soberanos daneses, Harold Harefoot y Artacanuto, el pueblo inglés acogió con júbilo al representante de la antigua dinastía inglesa, san Eduardo el Confesor. «Todos reconocieron sus derechos», y la paz y tranquilidad que prevalecieron en su reinado, hicieron de él el más popular de los monarcas ingleses, aunque hay que reconocer que los normandos, a quienes el santo había favorecido con su amistad, exageraron más tarde la importancia de su gobierno. Las cualidades que merecieron a Eduardo ser venerado como santo, se refieren más bien a su persona que a su administración como soberano, pues, si bien era un hombre piadoso, amable y amante de la paz, carecía tal vez de la energía necesaria para dominar a algunas de las poderosas personalidades que le rodeaban. Ello no significa que haya sido un hombre débil ni supersticioso, como se ha dicho algunas veces. Aunque su salud no era vigorosa, poseía una fuerza de voluntad poco aparatosa, pero capaz de triunfar de la influencia de sus enemigos. Eduardo era hijo de Etelredo y de la normanda Ema. Durante la época de la supremacía danesa, fue enviado a Normandía, cuando tenía diez años, junto con su hermano Alfredo. Este volvió a Inglaterra en 1036; fue capturado, mutilado y al fin murió a causa de los malos tratos que le prodigó el conde Godwino. En vista de ello, san Eduardo no volvió a su patria sino hasta 1042, cuando fue elegido rey; tenía entonces cuarenta años. Al cumplir cuarenta y dos, contrajo matrimonio con Edith, la hija de Godwino. Era ésta una joven muy bella y piadosa, «cuya mente era un verdadero arcón de artes liberales». La tradición sostiene que san Eduardo y su esposa guardaron perpetua continencia, por amor a Dios, y como un medio para alcanzar la perfección; pero el hecho no es del todo cierto, y mucho menos sus motivos. Guillermo de Malmesbury, quien escribió ochenta años más tarde, afirma que todo el mundo sabía que el rey y la reina observaban la continencia, pero añade: «lo que no se ha conseguido averiguar es si el monarca procedía así por desprecio a la familia de su esposa o simplemente por amor a la castidad». El cronista Rogelio de Wendover repite esta opinión, pero cree que san Eduardo no quería «tener sucesores que perteneciesen a una familia de traidores». Sin embargo, debe reconocerse que ese motivo parece traído por los cabellos. En este caso no existe razón alguna para preguntarnos por qué san Eduardo contrajo matrimonio si no pensaba consumarlo, ya que el poder del conde Godwino constituía la mayor amenaza para su reino y su matrimonio lo resguardaba. En efecto, Godwino era el principal enemigo de un grupo de normandos cuya influencia se dejaba sentir sobre todo en la corte, tanto en el nombramiento de los obispos como en otras materias de menor importancia. Al cabo de una serie de incidentes, la hostilidad que existía entre los dos grupos hizo crisis, y Godwino junto con su familia fueron desterrados; aun la misma reina fue encerrada en un convento por algún tiempo.
Los cronistas de la época alaban sobre todo las «leyes y costumbres del buen rey Eduardo». La administración equitativa y justa de san Eduardo le hizo muy popular entre sus súbditos. La perfecta armonía que reinaba entre él y sus consejeros se convirtió más tarde, un tanto idealizada, en el sueño dorado del pueblo, ya que durante el reinado de Eduardo, los barones normados y los representantes del pueblo inglés ejercieron una profunda influencia en la legislación y el gobierno. Uno de los actos más populares del reinado de san Eduardo fue la supresión del impuesto para el ejército; los impuestos recaudados de casa en casa en la época del santo, fueron repartidos entre los pobres. Guillermo de Malmesbury nos dejó la siguiente descripción del santo monarca: Era «un hombre elegido por Dios: vivía como un ángel en medio de sus ocupaciones administrativas y era evidente que Dios lo llevaba de la mano... Era tan bondadoso, que jamás hizo el menor reproche al último de sus criados». Se mostraba especialmente generoso con los extranjeros pobres y ayudaba mucho a los monjes. Su diversión favorita era la caza con arco y con aves de presa, y solía pasar varios días seguidos en los bosques; pero ni siquiera en esas ocasiones dejaba de asistir diariamente a misa. Era alto y majestuoso, de rostro sonrosado y de barba y cabello blancos.
Durante su destierro en Normandía, san Eduardo había prometido ir en peregrinación al sepulcro de san Pedro en Roma, si Dios se dignaba poner término a las desventuras de su familia. Después de su ascenso al trono, convocó un concilio y manifestó públicamente la promesa con que se había ligado. La asamblea alabó la piedad del monarca, pero le hizo ver que su ausencia abriría el camino a las disensiones en el interior del país y a los ataques de las potencias extranjeras. El rey se dejó convencer por el peso de esas razones y determinó someter el asunto al juicio del papa san León IX, quien le conmutó su promesa por la obligación de repartir entre los pobres una suma de dinero igual a la que hubiese gastado en el viaje y le ordenó que dotase a un monasterio en honor de san Pedro. San Eduardo escogió para esto una abadía en las cercanías de Londres, en un sitio llamado Thorney, la reconstruyó y la dotó con gran munificencia, empleando en ello su propio patrimonio, y obtuvo que el papa Nicolás II concediese a la abadía amplios privilegios y exenciones. Dicha abadía recibió a partir de entonces el nombre de West Minster (monasterio del oeste) para distinguirla de la de San Pablo, que estaba situada al este de la ciudad. Originalmente había en el monasterio setenta monjes. Más tarde, se disolvió la comunidad y la iglesia fue transformada en colegiata por la reina Isabel I. Los monjes de la abadía de San Lorenzo de Ampleforth son los sucesores jurídicos de los monjes de la abadía fundada por san Eduardo. La iglesia actual, conocida con el nombre de Westminster Abbey, fue construida en el siglo XIII, en el sitio donde se levantaba la abadía de san Eduardo.
El último año de la vida del santo se vio turbado por la tensión entre el conde Tostig Godwinsson de Nortumbría y sus súbditos; finalmente, el monarca tuvo que desterrar al conde. Durante las fiestas de la Navidad de ese año, se llevó a cabo con gran solemnidad y en presencia de todos los nobles, la consagración del coro de la iglesia abacial de Westminster, el 28 de diciembre de 1065. San Eduardo estaba ya muy enfermo y no pudo asistir a la ceremonia; Dios le llamó a Sí una semana más tarde, el 5 de enero. Su cuerpo fue sepultado en la abadía. La canonización de san Eduardo tuvo lugar en 1161. Dos años después, su cuerpo, que estaba incorrupto, fue trasladado por santo Tomás Becket a una capilla del coro de la abadía, el 13 de octubre. En el siglo XIII, el cuerpo de san Eduardo fue trasladado a una capilla situada detrás del altar mayor, donde reposa en la actualidad; sus reliquias son las únicas que permanecieron en su sitio (si se exceptúan las reliquias de un santo desconocido llamado Wite, que se conservan en Whitchurch de Dorsetshire), después de la tormenta de impiedad desatada por Enrique VIII y sus sucesores. A san Eduardo se atribuyó por primera vez el ejercicio del poder de curar «el mal de los reyes» (la escrófula) ; sus sucesores ejercitaron también ese poder, aparentemente con éxito. Alban Butler afirma que, «desde la revolución de 1688, sólo la reina Ana tuvo ese poder»; pero el cardenal Enrique Estuardo (que era de iure Enrique IX y murió en 1807) también lo ejerció. San Eduardo es el principal patrono de la ciudad de Westminster y patrono secundario de la arquidiócesis; su fiesta se celebra no sólo en Inglaterra, sino en toda la Iglesia de Occidente desde 1689.
H. R. Luard publicó en 1858 en la Rolls Series una colección de biografías de san Eduardo. Dicha colección incluye, además de un poema franco-normando y un poema latino de fecha tardía, la obra anónima titulada Vita Aeduardi Regis, escrita, según se cree, poco después de la muerte del santo. Osberto de Ciare escribió otra biografía hacia 1141; fue editada en Analecta Bollandiana (vol. XLI, 1923, pp. 5-31) por M. Bloch, quien expone largamente su opinión de que la biografía anónima no es anterior al siglo XII y debió ser escrita entre los años 1103 y 1120. Existe otra biografía, que es una adaptación de la de Osberto, llevada a cabo por san Etelredo; ha sido frecuentemente editada entre las obras de dicho santo. Además, hay una buena cantidad de noticias biográficas en la Crónica Anglo-sajona y en las obras de Guillermo de Malmesbury y Enrique de Huntingdon. Inútil decir que los historiadores modernos han estudiado a fondo el reinado de san Eduardo, por quien generalmente no tienen gran simpatía; véase sobre todo E. A. Freeman, Norman Conquest, vol. II. Acerca de la relación de san Eduardo con Westminster, véase a Fleete, History of Westminster Abbey, editada por Armitage Robinson (1909). Por lo que se refiere a la fama de san Eduardo como legislador, F. Liebermann demostró en Gesetze der Angelsachen que el llamado «Código de San Eduardo» fue redactado cincuenta años después de la conquista normanda y que no está basado en ninguna de las leyes que se atribuyen a san Eduardo. Acerca del poder de curar el mal de los reyes, cf. M. Bloch, Les rois thaumaturges (1924). El apelativo de «El confesor» se utiliza sobre todo para distinguirlo de su abuelo y san Eduardo II «el mártir» (que no fue propiamente mártir, aunque murió asesinado). Pero de los dos, el más conocido es el que celebramos hoy.
El artículo del Butler-Guinea (tomo IV, pág. 104ss) contiene algunos detalles más de historia inglesa, que han sido sintetizados.

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