miércoles, 6 de julio de 2011

El Valor de la Familia en nuestra sociedad hoy en día


La Familia: Cuando hablamos de familia hacemos referencia a un grupo humano que convive y comparte un mismo espacio. De esta forma, se hace explícita la importancia de la manutención, el respeto, los cuidados y la educación de todos sus miembros. En este sentido, el objetivo es descubrir la esencia que hace a la familia el lugar ideal para forjar los valores, y de esta forma, alcanzar un modo de vida más humano y tolerante, que luego será transmitido a la sociedad entera.

Lo que hay que tener en cuenta es que, el valor de la familia no reside solamente en aquellos encuentros habituales que se gestan en su seno, así como los momentos de alegría y la resolución de problemas cotidianos. El valor nace y se desarrolla cuando cada uno de sus miembros asume con responsabilidad y alegría el papel que le ha tocado desempeñar en la familia, procurando el bienestar, desarrollo y felicidad de todos los demás.

Esto demuestra que formar y llevar una familia por un camino de superación permanente no es una tarea sencilla. Por el contrario, la vida actual y sus exigencias pueden dificultar la colaboración y la interacción. Las razones de ello se encuentran en que muchas veces ambos padres trabajan. Ante esta situación, es necesario dar orden y prioridad a todas nuestras obligaciones y aprender a vivir con ellas. Debemos olvidar que cada miembro cumple con una tarea específica y un tanto aislada de los demás: papá trabaja y trae dinero, mamá cuida hijos y mantiene la casa en buen estado, los hijos estudian y deben obedecer.

Es necesario reflexionar que el valor de la familia se basa fundamentalmente en la presencia física, mental y espiritual de las personas en el hogar, con disponibilidad al diálogo y a la convivencia, haciendo un esfuerzo por cultivar los valores en la persona misma, y así estar en condiciones de transmitirlos y enseñarlos. En un ambiente de alegría toda fatiga y esfuerzo se aligeran, lo que hace ver la responsabilidad no como una carga, sino como una entrega gustosa en beneficio de nuestros seres más queridos y cercanos.

Lo primero que debemos resolver en una familia es el egoísmo: mi tiempo, mi trabajo, mi diversión, mis gustos, mi descanso... si todos esperan comprensión y cuidados ¿quién tendrá la iniciativa de servir a los demás? Si papá llega y se acomoda como sultán, mamá se encierra en su habitación, o en definitiva ninguno de los dos está disponible, no se puede pretender que los hijos entiendan que deben ayudar, conversar y compartir tiempo con los demás.

La generosidad nos hace superar el cansancio para escuchar los problemas de los niños (o jóvenes) que para los adultos tienen poca importancia; dedicar un tiempo especial para jugar, conversar o salir de paseo con todos el fin de semana; la salida a cenar o al cine cada mes con el cónyuge... La unión familiar no se plasma en una fotografía, se va tejiendo todos los días con pequeños detalles de cariño y atención, sólo así demostramos un auténtico interés por cada una de las personas que viven con nosotros.

Otra idea fundamental es que en casa todos son importantes, nadie es mejor o superior. Se valora el esfuerzo y dedicación puestos en el trabajo, el estudio y la ayuda en casa, más que la perfección de los resultados obtenidos; se tiene el empeño por servir a quien haga falta, para que aprenda y mejore; participamos de las alegrías y fracasos, del mismo modo como lo haríamos con un amigo... Saberse apreciado, respetado y comprendido, favorece a la autoestima, mejora la convivencia y fomenta el espíritu de servicio.

Sería utópico pensar que la convivencia cotidiana estuviera exenta de diferencias, desacuerdos y pequeñas discusiones. La solución no está en demostrar quien manda o tiene la razón, sino en mostrar que somos comprensivos y tenemos autodominio para controlar los disgustos y el mal genio, en vez de entrar en una discusión donde, por lo general, nadie queda del todo convencido. Todo conflicto cuyo resultado es desfavorable para cualquiera de las partes, disminuye la comunicación y la convivencia, hasta que poco a poco la alegría se va alejando del hogar.

Cabria recalcar que los valores se viven en el hogar y se transmiten a los demás como una forma de vida, en otras palabras, dando el ejemplo. En este sentido, la acción de los padres resulta fundamental, pero los niños y jóvenes -con ese sentido común tan característico- pueden dar verdaderas lecciones de cómo vivirlos en los más mínimos detalles.

Ello puede verse reflejado en una pequeña anécdota: en una reunión pasó un pequeño de tres o cuatro años de edad frente a un familiar adulto, después de saludarle en dos ocasiones y no recibir respuesta, se dirigió a su madre y le preguntó: "¿Por qué tío (...) no me contestó cuándo le saludé?" La respuesta pudo ser cualquiera, así como los motivos para no recibir respuesta, pero imaginemos el desconcierto del niño al ver como las personas pueden comportarse de una manera muy distinta a como se vive en casa. Se nota que está aprendiendo a cultivar la amistad, a ser sociable y educado, seguramente después de este incidente le enseñarán a ser comprensivo...

En otro sentido, muchas familias se han abocado a la practica religiosa, ya que encuentran en ella, una guía y un soporte para elevar su calidad de vida, ahí se forma la conciencia para vivir los valores humanos de cara a Dios y en servicio de los semejantes. Por tanto, en la fe se encuentra un motivo más elevado para formar, cuidar y proteger a la familia.

En primer lugar los padres son quienes tienen la responsabilidad de formar y educar a sus hijos, sin embargo, estos últimos no quedan exentos. Los jóvenes solteros, y aún los niños, comparten esa misma responsabilidad, pues en este camino todos necesitamos ayuda para ser mejores personas. Actualmente triunfan aquellos que se distinguen por su capacidad de trabajo, responsabilidad, confianza, empatía, sociabilidad, comprensión, solidaridad, valores que se aprenden en casa y se perfeccionan a lo largo de la vida, según la experiencia y la intención de autosuperarse.

En este sentido, si los seres humanos nos preocupáramos por cultivar los valores en familia, todo a nuestro alrededor cambiaría, las relaciones serían más cordiales y duraderas. Así, cada miembro de la familia se convertiría en un ejemplo (según su edad y circunstancias personales), capaz de comprender y enseñar a los demás la importancia y trascendencia que tiene para sus vidas, la vivencia de los valores, los buenos hábitos y las costumbres.

La felicidad de una familia no depende del numero de personas que la integren, mientras que en ella todos participen de los mismos intereses, compartan gustos y aficciones, es decir, se interesen unos por otros.

Ahora bien, podríamos preguntarnos ¿cómo saber si en mi familia se están cultivando los valores? Encontraremos la respuesta si todos dedican parte de su tiempo para estar en casa y disfrutar de la compañía de los demás, buscando conversación, convivencia y cariño, dejando las preocupaciones y el egoísmo a un lado.

Esta serie de reflexiones demuestran que toda familia unida es feliz, más allá de la posición económica, ya que los valores humanos no se compran, se viven, se otorgan y se transmiten como un regalo más preciado que podemos dar. no existe la familia perfecta, pero si aquellas que luchan y se esfuerzan por lograrlo.

La vida en sociedad también supone una vida basada en valores. Posiblemente uno de los valores que habla más de una persona es la decencia. La misma supone una vida basada en la educación, compostura, respeto al semejante y por sí mismo.

Esta historia que les voy a relatar en seguida, es parte de alguien y espero que al leerla reflexionen y piensen antes de decir una palabra, porque uno nunca sabe el valor que esta pueda tener:

Cuando tenía la edad de 9 años mataró a mi padre, el ser mas importante de mi vida, el hombre al que mas amo en este mundo; mi familia era feliz lo teníamos todo, carro del año, buena posición economica, pero lo mas importante el amor de cada miembro de nuestra familia, mi familia se componía de 6 personas (papá, mamá, 3 hermanas y yo), pero para mí él era toda mi familia, le ame, le respete, siempre le acompañe a sus campañas (el era politico,) una mañana amaneció de malas y yo le resongue, me llamo nuevamente la tensión y yo como toda chiquilla tonta y sin saber lo que decía entra tantas babosadas dije "OJALA TE MUERAS", es obvio que nunca lo deje pero lo dije con tanto coraje, que papá se dio la vuelta fue a la recamara por sus papeles y salio de casa, el ya no quizo seguir la discusián, él me amaba tanto que sele dolierón mucho esa palabras, yo toda la tarde traje un presentimiento y un dolor enorme por haberle dicho tal cosa le llame a la oficina y le pedí perdón, aun recuerdo lo que el respondio "PERDONAME HIJA, TU NO TIENES LA CULPA DE QUE EL PARTIDO NO VAYA COMO YO QUISIERA, ESTA MAÑANA AMANECI DE MALAS Y ME DESQUITE CONTIGO, TE AMO Y SIEMPRE TE AMARE ESTE DONDE ESTE" yo al escuchar esto me quede mas tranquila, pero no pense lo que quizo decir con este donde este, esa noche llego de la oficina con mamá y sin sus guardaespaldas a casa eé le dijo a mamá que cuidara de nosotras y que disponiera del dinero como ella creyera conveniente, le pidiá que no bajara del auto hasta que pasará todo, mamá se quedo meditando sus palabras el bajo del auto y al bajar del auto a 10 metros de mí a mis ojos y a los ojos de mamá, un hombre le dispara en el corazón, mi papá caé muerto............ se dan cuenta yo le decie la muerte, hoy me siento tan culpable, y el todavía me pidió perdón, si aun tienen contigo a tus padres dales mucho amor y piensa dos tres veces lo que vas a decir, no te vayas a arrepentir como hoy me arrepiento yo. Anonimo.

Oración por la familia

OH Dios, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra,
Padre que eres amor y vida,
haz que cada familia humana sobre la tierra se convierta,
por medio de tu Hijo, Jesucristo, “nacido de Mujer”,
y del Espíritu Santo, fuente de caridad divina,
en verdadero santuario de la vida y del amor
para las generaciones que siempre se renuevan.

Haz que tu gracia guíe los pensamientos y las obras de los esposos
hacia el bien de sus familias
y de todas las familias del mundo.

Haz que las jóvenes generaciones encuentren en la familia
un fuerte apoyo para su humanidad
y su crecimiento en la verdad y en el amor.

Haz que el amor, corroborado por la gracia
del sacramento del Matrimonio,
se demuestre más fuerte que cualquier debilidad y cualquier crisis,
por las que a veces pasan nuestras familias.

Haz finalmente, te lo pedimos por la Sagrada Familia de Nazaret,
que la Iglesia en todas las naciones de la tierra,
pueda cumplir fructíferamente su misión
en la familia y por medio de la familia.

Por Cristo Nuestro Señor,
que es camino, verdad y vida
por los siglos de los siglos.

Amén

Juan Pablo II.


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CUENTO - EL AMOR EN EL MATRIMONIO

Un famoso maestro se encontró frente a un grupo de jóvenes que estaba en
contra del matrimonio. Los muchachos argumentaban que el romanticismo constituye el verdadero sustento de las parejas y que es preferible acabar con la relación cuando el mismo se apaga en lugar de entrar en la hueca monotonia del matrimonio. El maestro les dijo que respetaba su
opinión, pero les relató lo siguiente:
"Mis padres vivieron 55 años casados.Una mañana mi mamá bajaba las escaleras para prepararle a papá el desayuno y sufrió un infarto.cayó. Mi padre la alcanzó, la levantó como pudo y casi a rastras la subió a la camioneta. A toda velocidad, rebasando, sin respetar los altos, la condujo
hasta el hospital. Cuando llegó, por desgracia, ya había fallecido. Durante el sepelio, mi padre no habló, su mirada estaba perdida. Casi no lloró.
Esa noche sus hijos nos reunimos con él. En un ambiente de dolor y nostalgia recordamos hermosas anécdotas. El pidió a mi hermano teólogo que le dijera dónde estaría mamá en ese momento. Mi hermano comenzó a hablar de la vida después de la muerte, conjeturó
Dónde y cómo estaría ella. Mi padre escuchaba con gran atención. De pronto pidió:
"llévenme al cementerio". "Papá", respondimos, "¡son las 11 de la noche! No podemos ir al cementerio ahora". Alzó la voz y con una mirada vidriosa dijo:"No discutan conmigo por favor, no discutan con el hombre que acaba de perder a la que fue su esposa por 55 años". Se produjo un momento de respetuoso silencio. No discutimos más. Fuimos al cementerio, pedimos permiso al sereno, con una linterna llegamos a la lápida. Mi padre la acarició, oró y nos dijo a sus hijos que veíamos la escena conmovidos:
"Fueron 55 buenos años....¿saben?, nadie puede hablar del amor verdadero si no tiene idea de lo que es compartir la vida con una mujer así." Hizo una pausa y se limpió la cara. "Ella y yo estuvimos juntos en aquella crisis. Cambié de empleo. Hicimos el equipaje juntos cuando tuvimos que vender la casa y nos mudamos a la ciudad. Compartimos la alegría de ver a nuestros
hijos terminar sus carreras. Lloramos uno al lado del otro la partida de seres queridos. Rezamos juntos en la sala de espera de algunos hospitales.
Nos apoyamos en el dolor. Nos abrazamos en cada Navidad, y perdonamos nuestros errores..., hijos, ahora se ha ido y estoy contento, ¿saben porqué?, porque se fue antes que yo, no tuvo qe vivir la agonía y el dolor de enterrarme, de quedarse sola después de mi partida. Seré yo quien
Pase por eso, y le doy gracias a Dios. La amo tanto que no me hubiera gustado que sufriera..." Cuando mi padre terminó de hablar, mis hermanos y yo teníamos el rostro empapado de lágrimas. Lo abrazamos y él nos consoló: "Todo está bien, hijos, podemos irnos a casa; ha sido un buen día." Esa noche entendí lo que es el verdadero amor. Dista mucho del romanticismo, no tiene que ver demasiado con el erotismo, más bien se vincula al trabajo y al cuidado que se profesan dos personas realmente comprometidas. Cuando el maestro terminó de hablar, los jóvenes universitarios no pudieron refutarle.
Ese tipo de amor era algo que no conocían.


Diapo

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