«Es necesario estar dispuestos a renunciar a cualquier cosa legítima con vistas a un bien superior. Sobre todo hay que ser conscientes de que todo se puede obtener de Dios con la oración». Juan Pablo II, 1-IV-2003
PRIMERA PARTE: ¿QUE ES ORAR?, ALGUNA PREGUNTAS, ALGUNAS RESPUESTAS
1) ¿QUE ES ORAR?
Nos hacemos una gran pregunta, me hago una gran pregunta, “¿QUÉ ES ORAR?” A veces nos cuesta mucho entender que es orar, del mismo modo nos cuesta esforzarnos para acercarnos al Señor, nos falta experiencia de apertura, de saber como acogerlo, de saber esperarlo. Sin embargo El, quien mas nos ama, esta siempre esperándonos, y lo curioso es que nos esta lejos, esta muy junto a nosotros, suplicando en nuestros oídos que nos abramos a El, que le oigamos, que no nos desentendamos de El, que los acojamos en nosotros, El no se cansa nunca de invitarnos. Entonces orar es substancialmente dar el sí en la gracia, es contestar la invitación del Señor, es un decir: "Aquí estoy, Señor".
"Dios es la eterna novedad" (San Juan de la Cruz) y los caminos de encuentro con él son también misteriosos, en cualquier recodo del camino, allí esta esperándonos, para que le respondamos; “A tu disposición; haz de mí lo que quieras”
“Señor, enséñanos a orar”, (Lc 11,1) le piden los discípulos a Jesus, sin embargo ellos sabían mucho de oraciones, eran judíos y tenían que recitarlas varias veces durante el día. Pero se dieron cuenta del maravilloso mundo de estar en compañía de Jesus, su cercana amistad, su natural inclinación por hacer el bien, su pasión por el Reino, entonces se aproximan a El, para pedirle: “Enséñanos a orar”. Y Jesús les mostró su corazón, les enseñó al Padre, les dio su vida, su secreto, lo que llevaba de más entrañable dentro.
Pero aún nos faltan muchas preguntas, y esperamos muchas respuestas sobre que es orar. El Nuevo Catecismo nos dice: "La oración es la relación viva de los hijos de Dios con su Padre infinitamente bueno, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo".
Y nos responden que es orar algunos santos testigos:
"La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes". San Juan Damasceno: (Teólogo griego; Presbítero y Doctor de la Iglesia 675-749, Llamado "Orador de Oro" por su elocuencia. Gran poeta de la Iglesia del Este)
"La oración es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de El". San Agustín, Obispo de Hipona y doctor de la iglesia (354-430, Uno de los cuatro doctores originales de la Iglesia Latina, llamado "Doctor de la Gracia".)
"Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde la prueba como desde dentro de la alegría". Santa Teresa del Niño Jesús: (Santa Teresita del Niño Jesus y de la Santa Faz, "La Florecita", "Santa Teresita de Lisieux" Patrona de amor”)
"A mi parecer no es otra cosa oración sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama". Santa Teresa de Jesús, (Santa Teresa de Ávila, contemplativa, fundadora de las Carmelitas Descalzas, Doctora de la Iglesia)
2) ORAR, PENSAR EN DIOS Y SENTIR A DIOS COMO A UN AMIGO
“Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias” (Col. 4:2)
Hay muchas orientaciones prácticas que nos dicen que es orar y como debemos estar para orar, algunos recomiendan disciplinas, otros muchos conocimientos sobre la fe, también se dice que hay que estar esperanzados, se recomienda estar llenos de ilusión, tranquilos, compenetrados, en fin se dan todo tipo de recomendaciones.
Sin embargo, sabiendo que orar es hablar con Dios, y que para hablar con El no hay que pedirle hora o una cita especial, esto es, que lo podemos hacer en cualquier instante y donde estemos, hagamos siempre de este diálogo algo sencillo. Muchas veces, no sabemos que o como orar, porque no nos damos cuenta que hablar con Dios es como hablar con nuestro papa, del mismo modo como lo puede hacer cualquier hijo. Entonces orar es darle a conocer a Dios nuestras preocupaciones, contarle las cosa buenas que hemos decidido hacer y pedirle todo lo que sea necesario para caminar hacia la santidad. Por todas esas cosas, también orar es alabar al Señor, agradeciendo todo lo bueno que es con nosotros.
Algunas veces queremos rezar y nos ponemos a pensar que le digo al Señor. Y buscamos palabras bonitas. Sin embargo, orar no es solamente pensar cosas buenas respecto a Dios, de Cristo o de la Santísima Virgen, orar, es mucho más que sentimientos de caridad, va mas allá de sentirse piadoso, tampoco es decir muchas palabras lindas. Rezar es darse cuenta de la presencia de Dios en nosotros, por tanto es entregarnos a El, abrirnos a El, sentir en el corazón que le pertenecemos, es darse cuenta que El nos quiere solo para El.
Por eso, al rezar, no solo debemos dejar que actúe nuestra mente, también debemos permitirnos orar con el corazón, por que la oración es sentimiento. La oración también es vivencia de Dios, de contacto con El y permanecer en El.
La oración es experiencia en emocionarse y transformarse con Dios. Es así, como cuando nos dispongamos a rezar, no pensemos tanto que es lo que le debemos decir, por que hacer mucho razonamiento no nos va ayudar a transformarnos, porque son las emociones y las huellas de Dios, las que en nosotros producen el cambio. Orar no es descubrir cerebralmente una exactitud teológica. Orar es vivir sencillamente la presencia de Dios y es un don precioso recibido gratuitamente que acogemos con humildad y con modestia.
Son nuestras vivencias las que nos hacen cambiar, es nuestra experiencia en Dios la que nos transforma, por eso cuando rezamos, sentimos que algo nos cambia, porque cuando hacemos oración estamos en relación con Dios, y todo lo bueno de Dios nos va contagiando y se va quedando en nosotros.
Al orar, entreguemos todo nuestro amor a Dios, así, será mucho mas fácil descubrir el rostro de Cristo presente en muchos de nuestros hermanos, porque la caridad por los hombres viene del amor a El. Si vivimos en conflicto con Dios, también vivimos en dificultades con nuestros hermanos, si vivimos en una afectuosa relación con Dios, también las vivimos con los hombres. La Beata carmelita Isabel de la Trinidad, nos recomienda: “vivir con Dios como con un amigo” y dice que: “así se halla nuestro cielo en la tierra, pues el cielo es Dios y Dios está en nuestra alma”, porque cuanto más cerca se vive de Dios más se ama. Las almas penetran en Dios mediante la fe viva, simplificadas y en paz.
Y hay más respuestas de santos testigos:
“La oración es la elevación de nuestro corazón a Dios, una dulce conversación entre la criatura y su Criador. (Sermón sobre la oración) SANTO CURA DE ARS
“La adoración es el acto por el que uno se dirige a Dios con ánimo de alabarle” ORÍGENES, (185 a 254) es considerado un Padre de la Iglesia, destacado por su erudición. (Trat. sobre la oración, 14).
“La oración es el acto propio de la criatura racional” SANTO TOMÁS: (Suma Teológica, 2-2, q. 83, a. 10)
La oración es el reconocimiento de nuestros límites y de nuestra dependencia: venimos de Dios, somos de Dios y retornamos a Dios. Por tanto, no podemos menos de abandonarnos a El, nuestro Creador y Señor, con plena y total confianza [...]. La oración es, ante todo, un acto de inteligencia, un sentimiento de humildad y reconocimiento, una actitud de confianza y de abandono en Aquel que nos ha dado la vida por amor. La oración es un diálogo misterioso, pero real, con Dios, un diálogo de confianza y amor. (SS. JUAN PABLO II Aloc. 14-III-1979)
3) EL ORAR, PARA ENCONTRARNOS CON DIOS, TRANSFORMARNOS Y SENTIR QUE DIOS NOS VA MOLDEANDO
“Cuando se reúnan, reciten salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y celebrando al Señor de todo corazón. Siempre y por cualquier motivo, den gracias a Dios, nuestro Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo”. Ef. 5:19-20)
DIOS, QUE SE DA A SÍ MISMO. La oración es ante todo un don de Dios misericordioso que nos trata como a hijos, sin mérito alguno de nuestra parte, y nos da al tiempo el poder de escucharle y responderle como a Padre. La oración es lo que hace Dios con el hombre, y no al revés. No conviene perder de vista este hecho primordial. Poder orar es, para nosotros, una gracia increíble, un don inmenso.
LA PERSONA HUMANA, QUE RESPONDE. El don de Dios hace posible la respuesta del hombre. El hombre se siente hijo y no recibe los dones como siervo mudo, sino que acoge y agradece y actúa con iniciativa en el diálogo con Dios. La oración requiere empeño por parte del creyente, que se abre a Dios con todo su ser.
EL ENCUENTRO. Dios, que muestra su rostro y se desvela como apasionado buscador del hombre, y el orante, que también quiere descubrirle su rostro a Dios en verdad, se encuentran y se comunican. Surge así un encuentro en fe y amor, diálogo de amistad, trato familiar.
SER CONCIENTE DE QUE DIOS QUIERE ENTRAR EN COMUNIÓN CONTIGO. Dios nos llama a nuestra puerta, El quiere entablar amistad con nosotros, al orar les abrimos la puerta.
BUSCAR NUESTROS MOMENTOS PARA ESTAR CON EL. Es el instante en que sentimos como la oración es un encuentro con Dios en la verdad, la de él y la nuestra.
APRENDER ESTAR ANTE EL, CON EL, Y DE EL. Recordando, siempre que la oración es un don y lleva a la vida.
LA ORACIÓN ES LA LLAVE que abre nuestro corazón y nuestra alma al Espíritu Santo; es decir, a Su acción de transformación en nosotros. Al orar, permitimos a Dios actuar en nuestra alma -en nuestro entendimiento y nuestra voluntad- para ir adaptando nuestro ser a Su Divina Voluntad. (cfr. CIC 2825-1827)
“La oración nos va descubriendo el misterio de la Voluntad de Dios.” (cfr. Ef.1,9).
LA ORACIÓN NOS VA TRANSFORMANDO, nos va moldeando, creando nuestro ser a esa forma de ser y de pensar que Dios busca, nos va permitiendo crear en nosotros una inclinación natural de ser mas misericordiosos, nos va haciendo ver las cosas y los acontecimientos, como Dios los ve, por tanto, la oración nos va forjando nuestra vida a los planes que Dios tiene para nosotros. Dejémosle que haga en nuestra alma su trabajo de alfarero para ir moldeándola de acuerdo a su voluntad.
LA ORACIÓN, NOS PERMITE UNA RELACIÓN VIVA, PERSONAL, INTIMA CON DIOS, “Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría” (Santa Teresa del Niño Jesús).
"LA ORACIÓN ES LA ELEVACIÓN DEL ALMA A DIOS, (San Juan Damasceno), donde con gran humildad reconocemos la necesidad de ella, “el hombre es un mendigo de Dios (San Agustín),
LA ORACIÓN ES SED DE DIOS y El tiene sed de los hombres. "Si conocieras el don de Dios"(Jn 4, 10). La maravilla de la oración se revela precisamente allí, junto al pozo donde vamos a buscar nuestra agua: allí Cristo va al encuentro de todo ser humano, es el primero en buscarnos y el que nos pide de beber. Jesús tiene sed, su petición llega desde las profundidades de Dios que nos desea. La oración, sepámoslo o no, es el encuentro de la sed de Dios y de sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de El (San Agustín) CIC
Y más testigos nos ayudan diciéndonos:
“Cuando se ama, se desea hablar constantemente con el amado, o al menos contemplarlo incesantemente. En eso consiste la oración.” Beato Charles de Foucauld (Hermano Carlos De Jesús)
“El don de la oración está en manos del Salvador. Cuanto más té vacíes de ti mismo, es decir, de tu amor propio y de toda atadura carnal, entrando en la santa humildad, más lo comunicará Dios a tu corazón.” San Pío de Pieltrecina.-
“Con la oración conocemos nuestro puesto en presencia de Dios, quién es Dios y quiénes somos nosotros” San Maximiliano Kolbe
“Debemos amar la oración. La oración dilata el corazón hasta el punto de hacerlo capaz de contener el don que Dios nos hace de Sí mismo” Beata Madre Teresa de Calcuta
4) ORAR PARA VIVIR UNA VIDA ESPIRITUAL
“Igualmente, el mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido; pero el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que sondea los corazones conoce el deseo del Espíritu y sabe que su intercesión en favor de los santos está de acuerdo con la voluntad divina. Rom. 8:26-27
Nuestra vida está en juego……Se nos va la Vida…… “Yo soy la Vida”……La oración nos hace revivir……. Y el mundo no sabe orar…… “Toda la tierra está desolada porque no hay quien haga oración”……nuestro mundo se está muriendo……y no lo sabe. ¿Médicos de urgencia? Sí, para la vida física, pero para la vida del alma……Dramático, pero no menos cierto, pues nuestra vida está en juego y nuestra pregunta era como encender en nosotros el espíritu de la oración, para que tengamos vida, para que participemos de la salvación.
La oración nos inyecta sangre, cuando la vida actual nos desangra, hoy le añadimos que es el oxigeno que respira el alma.
Hay muchas cosas de importancia para nuestra vida, si nos respiramos, no vivimos, y si al alma no le damos el equivalente a su oxigeno para el cuerpo, es decir la oración, el alma no vive.
La vida espiritual necesita para vivir la oración, la vida espiritual se muere si a ella no recurrimos.
5) ACERCARSE DIOS
Pero toda oración debe llevar implícito el amor, a Dios como nuestro Padre y todos sus hijos como nuestros hermanos, un corazón que vive la oración en amor, hace oración, sin amor, es poesía para los oídos.
Cuando oramos, nos entregamos como hijos que se ofrecen a la voluntad de Dios, nos ofrecemos de corazón, como del mismo modo mostramos gratitud, sumisión, contrición, actitudes que son verdaderas solo si van con sentimientos, por todo ello, nos nace el deseo de glorificar a Dios.
La oración es lo que mejor nos acerca a Dios si esta nace en nuestro corazón y para que en el se produzca debe estar estimulado, y para incitarlo hay que prepararlo. ¿Se puede hacer oración si no tenemos en nosotros el espíritu de la oración?
6) EDUCAR EL CORAZON PARA DIOS
Ciertamente lo que más hacemos es recurrir a las oraciones que nos son conocidas, las que están en nuestros devocionarios, libros, estampas y Libros Sagrados, son ellas las que nos van educando el corazón, lo estimulan y lo hacen entrar en el espíritu de la oración.
En efecto, aquellos hombres inspirados por el espíritu, santo, santas y buenos hijos de Dios que fueron capaces de escribir bellas oraciones, lo hicieron con la fuerza que les vino de Dios y les llego por tanto amor que sentían por EL. Por tanto, son oraciones donde la fuerza de la oración esta implícita.
El Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas”. (Mc 12, 28-34)
Del mismo modo debemos orar, con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con todo nuestro espíritu y con todas nuestras fuerzas, comprendiendo muy bien los que oramos, en el corazón y la mente, de esta forma el corazón se ira educando en la oración y se verá siempre estimulado a hacerlo.
7) PREPARAR EL CORAZON PARA DIOS
Preparar el corazón para Dios, es ir preparándose para El cuando tengamos la oportunidad de verlo Cara a Cara. Esto implica que no podemos llegar a El si no estamos preparados. Nuestra oración tampoco llegara con fuerza a El si no hemos tenido una preparación y rezamos sin sentimientos. También debemos tener presente que luego de orar, debemos dejarle tiempo a Dios para se dirija a nosotros. Resumiendo, si rezamos de prisa, sin sentimiento, sin preparación y luego no nos damos tiempo de oír a Dios, de nada o poco nos ha servido.
Preparar el corazón para Dios en la oración, requiere de una liberación de todo lo que nos impide concentrarnos solo en El. Le podemos hacer presente en la oración nuestras preocupaciones, pero no podemos estar pendiente de nuestras obligaciones diarias mientras oramos o mientras nos preparamos a orar o cuando nos disponemos a oírle.
Un corazón preparado para orar, esta en humildad, por lo tanto, respetuosos y rendidos a El
8) ESTAR EN EL AGRADO DE DIOS
Ningún dialogo puede ser agradable si hay tensión en la conversación, si no hay sinceridad en lo que decimos, sin concentración, en una posición incomoda o si nos expresamos con desgano. Tampoco es agradable hablarle alguien que no esta concentrado, que no nos presta la debida atención. Para con Dios es lo mismo, el estará en agrado, si nosotros mostramos sinceridad, concentración, preparación para recibir su mensaje. En síntesis, si nuestro espíritu estar fortalecido en la oración, estamos en el agrado de Dios.
Para comprender mejor esta idea, recordemos que Dios se complace de los misericordiosos, como de los que desean vivir con un corazón puro. Orar en el agrado de Dios, es rogar por la liberase de las faltas en un estado de vergüenza por cometerlas, orar ofreciendo el perdón de las faltas de los demás debe hacerse perdonando en el corazón a todos los que nos han ofendido.
Y más testigos, salen a nuestro encuentro:
“En el diálogo amoroso de un alma con Dios germinan los grandes acontecimientos que cambian el rumbo de la historia.” Santa Edith Stein
“La oración es una compañera inseparable de la vida cristiana…... Quien ora se ocupa en la cosa más importante.” San Juan Bosco
“Por la oración hablamos a Dios y Dios nos habla a nosotros, aspiramos a El y respiramos en El, y El nos inspira y respira sobre nosotros.” San Francisco de Sales
“No cesa de orar quien no cesa de bien obrar... El afecto de la caridad equivale a una oración continua.” Santa Catalina de Siena
9) REFLEXION DE LA PRIMERA PARTE
El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque ni siquiera sabemos qué nos conviene pedir, pero el Espíritu mismo intercede con insistencia por nosotros, con gemidos inefables (Romanos 8,26).
Hemos tratado de dar respuesta a la pregunta ¿Qué es orar?, hemos reflexionado sobre diversas definiciones, hemos tratados algunos temas específicos, se han entregado algunas de las opiniones de los testigos, santos y beatos orantes, hemos leído lo que significa la oración para Santa Tersa de Jesus, maestra de la oración, ustedes han dado respuesta a lo que creen y sienten lo que es orar. Todas sus respuestas están acertadas, todo lo que se ha dicho y escrito es valido. “Todas las oraciones son buenas, siempre que vayan acompañadas, por la recta intención y la buena voluntad”. (San Pío de Pieltrecina)
¿Entonces ya sabemos lo que es orar? ¿Ya tenemos experiencia de que oramos?, ¿la oración nos va transformando?, ¿y que nos va acercando más a Dios? No podemos analizar de una forma sencilla nuestro recorrido de orantes, no nos dejaría satisfechos, tampoco podemos conocer el nivel de oración de cada persona, aunque nos guste saberlo, se nos está vedado, incluso para la propia persona orante. Lo que conviene tener claro de todas maneras es que la oración no es una torre de marfil. Ni una estantería con cajoncitos en los que registramos nuestro cumplimiento. La oración es para la vida. Forma parte de nuestra vida. Y nuestra vida tiene un sentido personal y otros muchos sentidos, familiar, social, económico, de contribución a la prosperidad de la comunidad, tanto doméstica como cívica y humana. Tiene en cuenta el crecimiento de la propia persona y el de toda la humanidad. Dicho esto, hay que tener en cuenta que la experiencia primera y palabra primera para quienes se deciden a "entrar" en el castillo interior, en el camino de la oración-amistad es la perseverancia. ¿Por qué? Porque pronto se experimentan las resistencias que opone el egoísmo, los cansancios que genera el amor interesado en el "trato de amistad" con Dios.
Dios, "buen vecino", incansable en llamar al hombre, no se muestra arrollador. Y menos acude a las instancias del novicio orante. Por lo demás, éste tiene muy cerca de sí, a sus espaldas, el mundo que ha dejado. Le sigue atrayendo. Le hostiga. La impresión es que apenas ha cambiado de "objeto": de las criaturas a Dios. Pero con el mismo talante posesivo y egoísta. ¿Conquista o abandono? ¿Egoísmo o amor gratuito, desinteresado?
Santa Teresa, con voz segura y firme, denuncia y proclama la verdad del orante: su situación espiritual pobre, que genera cansancio, hastío; el objetivo hacia el que debe encaminar con decisión sus pasos es el amor gratuito. "Toda la pretensión de quien comienza oración" ha de ser rendirse amorosamente a Dios. Mirarle, no mirarse. No acordarse de sí, ni de que hay regalos en este camino. La "sustancia" de la vida espiritual: aceptar al otro, Dios, en su ser y en su manera de actuar y comunicarse con nosotros. Ni siquiera hay que aconsejarle cómo ha de hacerlo. Todo es accesorio fuera de este rendimiento a la voluntad de Dios. Reconocer desde el principio, y aceptar, su protagonismo.
Y como testigo final de esta parte, le hacemos la preguntas a SS Juan Pablo II, y a través del Libro “El Umbral de la Esperanza” nos responde que es orar.
Me preguntan cómo reza el Papa. Se los agradezco. Quizá convenga iniciar la contestación con lo que san Pablo escribe en la Carta a los Romanos. El apóstol entra directamente cuando dice: El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque ni siquiera sabemos qué nos conviene pedir, pero el Espíritu mismo intercede con insistencia por nosotros, con gemidos inefables (Romanos 8,26).
¿Qué es la oración? Comúnmente se considera una conversación. En una conversación hay siempre un yo o un tú. En este caso un Tú con la T mayúscula. La experiencia de la oración enseña que si inicialmente el yo parece el elemento más importante, uno se da cuenta luego de que en realidad las cosas son de otro modo.
Más importante es el Tú, porque nuestra oración parte de la iniciativa de Dios. San Pablo en la Carta a los Romanos enseña exactamente esto. Según el apóstol, la oración refleja toda la realidad creada, tiene en cierto sentido una función cósmica.
El hombre es sacerdote de toda la creación, habla en nombre de ella, pero en cuanto guiado por el Espíritu. Se debería meditar detenidamente sobre este pasaje de la Carta a los Romanos para entrar en el profundo centro de lo que es la oración. Leamos: «La creación misma espera con impaciencia la revelación de los hijos de Dios; pues fue sometida a la caducidad -no por su voluntad, sino por el querer de aquel que la ha sometido-, y fomenta la esperanza de ser también ella liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios.
En la oración, pues, el verdadero protagonista es Dios. El protagonista es Cristo, que constantemente libera la criatura de la esclavitud de la corrupción y la conduce hacia la libertad, para la gloria de los hijos de Dios.
Protagonista es el Espíritu Santo, que viene en ayuda de nuestra debilidad. Nosotros empezamos a rezar con la impresión de que es una iniciativa nuestra; en cambio, es siempre una iniciativa de Dios en nosotros. Es exactamente así, como escribe san Pablo. Esta iniciativa nos reintegra en nuestra verdadera humanidad, nos reintegra en nuestra especial dignidad. Sí, nos introduce en la superior dignidad de los hijos de Dios, hijos de Dios que son lo que toda la creación espera.
Se puede y se debe rezar de varios modos, como la Biblia nos enseña con abundantes ejemplos. El Libro de los Salmos es insustituible.
Hay que rezar con gemido inefables para entrar en el ritmo de las súplicas del Espíritu mismo.
Hay que implorar para obtener el perdón, integrándose en el profundo grito de Cristo Redentor (cfr. Hebreos 5,7).
Y a través de todo esto hay que proclamar la gloria. La oración siempre es un “opus gloriae” (obra, trabajo de gloria).
El hombre es sacerdote de la creación. Cristo ha confirmado para él una vocación y dignidad tales. La criatura realiza su “opus gloriae” por el mero hecho de ser lo que es, y por medio del esfuerzo de llegar a ser lo que debe ser.
También la ciencia y la técnica sirven en cierto modo al mismo fin. Sin embargo, en cuanto obras del hombre, pueden desviarse de este fin. Ese riesgo está particularmente presente en nuestra civilización que, por eso, encuentra tan difícil ser la civilización de la vida y del amor. Falta en ella el “opus gloriae”, que es el destino fundamental de toda criatura, y sobre todo del hombre, el cual ha sido creado para llegar a ser, en Cristo, sacerdote, profeta y rey de toda terrena criatura.
Sobre la oración se ha escrito muchísimo y, aún más, se ha experimentado en la historia del género humano, de modo especial en la historia de Israel y en la del cristianismo. El hombre alcanza la plenitud de la oración no cuando se expresa principalmente a sí mismo, sino cuando permite que en ella se haga más plenamente presente el propio Dios. Lo testimonia la historia de la oración mística en Oriente y en Occidente: san Francisco de Asís, santa Teresa de Jesús, san Juan de la Cruz, san Ignacio de Loyola y, en Oriente, por ejemplo, san Serafín de Sarov y muchos otros. Juan Pablo II, (El Umbral de la Esperanza)
SEGUNDA PARTE: COMO ORAR
“Jesús tomó la palabra y dijo: Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana”. Mt 11, 28-30
10) COMO ORAR
La forma como estamos acostumbrado, (generalizando), es la oración que hacemos en palabras, la oración vocal, (más adelante hablaremos que es la oración vocal) por lo general esta son conocidas de memoria. Pero hay muchas que son de nuestros libros de oraciones. También oramos escuchando una oración, en especial si estamos bien estimulados, con un corazón muy cercano a Dios, entrando con todo en el espíritu de la oración.
Cabe destacar, que muchas oraciones de hombres buscadores de Dios y la santidad, traen incluida gran fuerza, entonces si las leímos o las escuchamos y las seguimos con gran atención, nuestra alma se inflamará de gozo. Y si nos vamos adentrando en el alma de la oración, es decir dejando que el espíritu se comprenda en ella, obtendremos la fuerza que trae incluida.
Estas pequeñas razones nos invitan a estar siempre dispuesto a orar, porque si no lo estamos, no podremos conseguir la fuerza de la oración. Estar dispuestos es estar preparados para sentirnos cercanos a Dios al orar.
No debemos orar a la rápida y sin afecto. Nuestra propia experiencia nos lo dice, que no nos resultan nuestros ruegos cuando le pedimos a alguien algo para nosotros si los hacemos de modo poco atento, o si nos darnos poco tiempo para hablar o recibir una respuesta. También la experiencia nos enseña que si pedimos algo a alguien, hay darse tiempo para agradecer y mostrar nuestra satisfacción. Por esa razón, al orar hay que mostrase afectuoso con Dios y al final de nuestros momentos de oración agradecer a Dios el encuentro que se ha tenido.
Entonces busquemos orar despacio, con gran atención, no es un diálogo obligado, recitando la oración, convirtiéndola lentamente en una oración mental, buscando que nos eleve muy alto.
"No poseo el valor para buscar plegarias hermosas en los libros; al no saber cuales escoger, reacciono como los niños; le digo sencillamente al buen Dios lo que necesito, y Él siempre me comprende." (Santa Teresa del Niño Jesus- Teresa de Lisieux)
11) PREPARANDOSE PARA ORAR
Al orar tenemos que tener presente, nuestra mínima preparación, hacerla con solicitud y sentimientos y una vez finalizada, dejemos un tiempo para disfrutar y prolongar en nosotros ese espacio que nos hemos acercado a Dios antes de comenzar nuestras tareas habituales.
Podemos ayudarnos en nuestra preparación con algún buen libro, alguna lectura evangélica, o con nuestra maestra de oración, Santa Teresa de Jesús, o con algún autor místico como San Juan de la Cruz, también ayudan Santa Teresita del Niño Jesus, Carlos de Foucauld, SS Juan Pablo II entre otros o el que sea de su preferencia.
Estemos donde estemos, antes de iniciar nuestra oración, debemos darnos un tiempo para liberarnos de esas cosas que nos alejan de Dios, aunque sean mínimas preocupaciones. Es el tiempo para Dios. Hay que avivar el alma. Hay que tener presente que vamos a entablar un Dialogo con Dios, todo un ministerio va a estar con nosotros.
Orar es estar en humildad, obediencia y sumisión. Orar es estar en paz, concordia y amistad. Orar es estar armonía, acuerdo y conciliación con Dios. Es un instante en el que debemos estar muy preparados, si lo logramos, hemos avanzado un gran paso.
12) ORAR EN AMOR Y AMISTAD
Oremos amando al amado Dios, San Juan de la Cruz dice: “El mirar de Dios es amar”, Carlos de Foucalud dice: “Mientras mas se ama, mejor se reza”. Dios nos ama con mucha fidelidad, y lo mejor, es que nos ama mas, cuando mas estamos necesitado de El, cuando muchas veces todos nos han dejado solo en nuestras dificultades, el no nos abandona.
Oremos sintiendo su amistad. Es un trato amistoso, Dios y yo. Como nos enseño Santa Teresa de Jesus, “Tratar de amistad, estando muchas veces a solas, con quien sabemos nos ama”. Dios es nuestro amigo. Hemos hablado de estar preparado. Si estamos listos, sentiremos lo que es estar con un amigo, entonces ya no estaremos tan preocupados de lo que vamos a decir en este tiempo y disfrutaremos como es estar en un verdadero clima de amistad divina.
“¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida (alma)? Mt 16:26
13) ORAR CON EL ALMA, EL ACCESO A DIOS
Que es el alma?, es una pregunta con muchas respuestas. Y no es fácil dar una contestación que sea bien comprendida, sin embargo es lo más valioso que tenemos los hombres. Alma significa el principio espiritual en el hombre (CIC. 363). El alma y el cuerpo: una naturaleza. Cada alma es creada directamente por Dios y desde la concepción de cada ser humano creando un alma inmortal. El alma le da al hombre acceso a Dios. En efecto, el hombre, con el alma hacia Dios, abierta totalmente a El, se abre a la verdad y a las respuestas sobre la existencia de Dios, es en ese instante en el que percibe los signos de su alma espiritual, es allí es donde mejor comprende, que su alma no puede tener otro origen que no sea Dios (CIC 33).
Es la oración un misterio. Existe un estado donde el amor de Dios es puro al extremo, es el estado donde el alma ama a Dios y se hace dependiente de El. La oración hecha con toda el alma, es la predilecta para el corazón de Dios, es la oración que le cautiva. Su influencia es asombrosa. Diríamos que la oración es una corriente, un río manso de aguas fecundas que va fertilizando lógicamente, con la lógica desconcertante de Dios, los caminos de las almas y los mismos laberintos de ellas. Arquímedes pedía un punto de apoyo para levantar la tierra. El hombre tiene en la oración esa palanca colosal. Si podemos hablar así, diremos que la oración agiganta al hombre y debilita a Dios. La fuerza del hombre y la debilidad de Dios (San Agustín). Al enseñarle a orar Dios ha dado armas para ser vencido por el hombre, como lo fue Dios por Jacob. (Jesus Marti B.) Un alma unida a Cristo Jesus, orando salva al mundo.
14) ORAR EDUCANDO EL ALMA
Estar frente a una cruz contemplado al crucificado, nos motiva a orar al Señor, si es frente a la imagen de Maria Santísima, le rogamos que interceda por nosotros, si es algún santo, le rogamos para que actúe milagrosamente a los que requerimos. Todo esto esta bien, pero no debe ser para nosotros indispensable esto para que estemos dispuesto a orar.
Cuando sentimos la necesidad de estar con Dios en una conversación por lo que creemos importante, solo tenemos que dirigirnos a El, no le pedimos una cita ni le preguntamos si esta ocupado. Es algo muy sencillo dirigirse a Dios, pero requiere cierta conducta que debe cuidarse, como por ejemplo no apurarse para hablarle. Es bueno estar compenetrado con las palabras con las cuales nos vamos a dirigir. En otras palabras, tenemos que reavivar nuestro corazón para que sea más sencillo comprender y sentir el misterio de dialogar con El.
Tenemos que evitar que nuestra mente vaya a otros pensamientos, y si este se nos va lo debemos regresar al comienzo nuevamente y así de este modo, ir aprendiendo a no distraernos mientras oramos.
Si alguna parte de nuestro diálogo nos inflama el alma, es bueno deleitarlo, porque es signo de que nuestro espíritu de oración esta comenzando a intuir la presencia del gozo por orar y que nos estamos consolidando en el espíritu de la oración.
Al terminar nuestro instante de oración, comencemos el resto de las actividades sin prisa, meditemos el momento que hemos disfrutado y que sentido ha tenido para nosotros. No hay momentos más dulces en nuestra vida que el amoroso dialogo con Dios, por cuanto después de cada oración intentemos prolongar esa dulzura que hemos saboreado, así vamos educando nuestro espíritu, es decir lo vamos encantado.
Si mantenemos esta actitud, nos iremos dando cuenta que se nos ira de nuestra mente ese idea de que orar es aburrido, al contrario es fascinante, ya que toda palabra o pensamiento bien invocado, nos dejará una huella imborrable y beneficiosa en nuestra alma. La perseverancia, ira profundizando esta huella y nos traerá mas permanencia de Dios en nosotros.
Sean estos sencillos consejos, un pequeños paso en la formación de nuestro espíritu orante, si logramos asimilarlo, será para nosotros el comienzo de la mas maravillosa relación con Dios.
15) ORAR DEJANDO AL ALMA A SOLAS CON DIOS
"El alma que anda en amor, ni cansa, ni se cansa". (San Juan de la Cruz)
Si hemos logrado un acercamiento a Dios mediante la oración intima, es decir con las palabras, sentimientos y oraciones que han ido brotando de nuestro corazón, hay que dejar al alma a solas con Dios, que ella entre en dialogo, que ella se encumbre a Dios, se abra y se refugie en el, y se quede en estado de confianza, de tal modo que pueda expresarle todo lo que sienta, confesarle todo lo que anhela. Si logramos esto, nuestra alma se ira educando en Dios.
Por tanto es muy importante que nos vayamos acostumbrarnos a dirigirnos a Dios. Dirigirnos con el alma enamorada a El, con el alma entregada a El, buscando que ya no sea nuestra, sino que toda de El.
Dios es el creador de toda la naturaleza, esa es nuestra fe y toda palabra que viene de Dios es sabiduría plena, nadie es más justo que El y El lo dirige todo. Si todo esto esta en nosotros, y si estamos conciente de que Cristo Jesús ha venido para salvarnos, y que tenemos de regalo la gracia, de un Dios amoroso, de un Cristo Jesus que se conmueve de todo sufrimiento humano, el mismo Cristo que lloró al ver el llanto de María (Resurrección de Lázaro, Jn 11:38-44.). Esta emoción y lágrimas de Jesús, es una emoción profunda, legítima y bondadosa del Señor ante la muerte de su amigo, a quien Jesús amaba. En esas lágrimas de Jesús, quedaron santificadas todas las lágrimas que nacen del amor y del dolor de cada cristiano. La conciencia de a quienes nos dirigimos, el saber a quien nos entregamos con todo el corazón, su calidad y su actuar sobre nosotros, ira formando al alma para deleitarse de estar con El. Parece un poco rudo decir: deja que Dios te ablande el corazón, pero si se lo entregamos sin restricción, nuestra alma comenzará a fluir en rica oración.
El alma unida a Dios se diviniza de tal manera que llega a pensar, a desear y obrar conforme a Jesucristo. (Santa Teresa de Jesus)
16) ORACIÓN DEL ALMA ENAMORADA San Juan de la Cruz
¡Señor Dios, amado mío! Si todavía te acuerdas de mis pecados para no hacer lo que te ando pidiendo, haz en ellos, Dios mío, tu voluntad, que es lo que yo más quiero, y ejercita tu bondad y misericordia y serás conocido en ellos. Y si es que esperas a mis obras para por ese medio concederme mi ruego, dámelas tú y óbramelas, y las penas que tú quisieras aceptar, y hágase. Y si a las obras mías no esperas, ¿qué esperas, clementísimo Señor mío?; ¿por qué te tardas? Porque si, en fin, ha de ser gracia y misericordia la que en tu Hijo te pido, toma mi cornadillo, pues le quieres, y dame este bien, pues que tú también lo quieres.
17) ORAR AMANDO A DIOS
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. (Mt 5,43-48)
Habíamos comentado de orar en amor y amistad, ahora exponemos: como orar amando a Dios. Comenzamos reconociendo que el amor solo es verdadero, si expresa un sentimiento real, sólido y estable, ansioso de encuentro y unión con el amado. Orar amando a Dios, debe expresar esos sentimientos ansias de encuentro con el amado. "Mi Amado es para mí y yo para mi Amado" (Cantares 2, 16)
El amor es dar y darse, es renunciar a los deseos propios por los del ser amado sin considerar que esta renuncia es un sacrificio. El amor verdadero desea profundamente el bien y la felicidad plena del ser que ama.
Dios nos ama y nosotros amamos a Dios. Pero este amor no es como lo entienden comúnmente los hombres, salvo que haya vivido una experiencia de Dios enriquecedora.
¡Oh, Señor mío! ¡Qué delicada y fina y sabrosamente sabéis tratar a quienes os aman! (Santa Teresa de Jesus V 25, 17).
Pero los hombres no somos muy finos para tratar a muchos hijos de Dios, que se deleitan por ser espirituales y no se abstraen para nada de las cosas de Dios. Incluso, si en un instante caen, nos place criticarlos. Pero esto no es nuevo, hay muchos casos en nuestra historia cristiana donde hombres iluminados han vivido en la oscuridad por ser considerados “Bichos Raros”. Un gran ejemplo es San Juan de la Cruz, quien sintió en su piel la monición muy utilizada de que nadie es profeta en su tierra. A pesar de haber vivido años muy duros desde su juventud, tiempo en que su hermano Luis murió de hambre, es un hombre empapado de amor, delicado y sensible. "Donde no hay amor, ponga amor y cosechará amor", pensaba el Santo Poeta incansable buscador del amor que también decía: "El alma que anda en amor, ni cansa, ni se cansa".
San Juan de la Cruz, define el amar a Dios así: "Amar es trabajar en despojarse y desnudarse por Dios, de todo lo que no es Dios". Es decir, cultivando el amor, el alma creada por Dios se acerca a los propósitos para la cual fue establecida. En la oscuridad de la noche, San Juan de la Cruz deslumbra y con claridad, mira sus propias raíces y ve como el hombre es como Dios, de quien fuimos creados a su imagen y semejanza. “sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial” (Mt.5, 48)
Para orar amando a Dios, es necesario que en nuestro corazón no existan cosas que no son de Dios. Es decir no podemos tener pensamientos malos al acercarnos a El. Entonces al iniciar el día, nuestros primeros pensamientos sean el predisponernos a tener un día santo. Iniciemos la mañana alabando a Dios, para que nuestro espíritu se incline a que tengamos un día dedicado a hacer el bien, a pensar bien y a que todo cuanto hagamos sea para obrar bien. Esta decisión nuestra nos ayudara a recordar a Dios durante todo el día. La permanencia de Dios en nuestra alma y mente, mejorara el acercamiento espiritual, y nos acostumbrará a un dialogo constante de hijos a Padre y de padre a Hijo de tal modo, que nuestro corazón lleno de amor por Dios, se gozará no solo de su compañía, sino que se ira preparando para el encuentro cara a cara con El, cuando seamos llamado a vivir la vida eterna.
¡Oh, Jesús y Señor mío! ¡Cuánto nos ayuda aquí vuestro amor!, porque éste tiene cogido al nuestro, que no le deja libertad para amar en aquel momento a nadie y nada, más que a Vos! (Santa Teresa de Jesus V 14, 2; CN 4).
18) ORAR, ENAMORANDO NUESTRA ALMA
Hemos comentado que el alma le da al hombre acceso a Dios. Meditar sobre este punto, ciertamente nos permitirá enriquecernos de amor hacia Dios. Una alma llena de Dios, entregada y dirigida a El, podrá sentir con mucha fuerza el deseo de encumbrarse hacia EL y abrirse con gran confianza. Esto nos traerá otro beneficio, nos iremos acostumbrarnos a mantenernos en mejor estado de gracia, porque irremediablemente, ya no permitiremos que nuestra vida caiga y acepte malas acciones. En efecto, un corazón y alimentado del amor de Dios, solo hace cosas buenas, en cambio un alma influenciada por el mal, solo cosas malas.
Pero tenemos que tener mucho cuidado en jactarnos de que somos los preferidos de Dios por el solo hecho que hemos tomado la determinación de ser de El. Nunca debemos perder el temor de Dios, entonces a través de la oración no dejemos de rogar que nos instruya en todos, y que sea El que dirija nuestros pasos para no caer en errores. -- Los amigos viejos de Dios por maravilla faltan a Dios, porque están ya sobre todo lo que les puede hacer falta--. (San Juan de la Cruz AV)
Un alma enamorada de Dios, esta permanentemente en oración. Pero al mismo tiempo estará expuesta a ser bombarda por mucha gente que no está interesada en Dios, y oirá cosas que pueden desconcertarle. Si eso nos sucede, mantengamos nuestro corazón puro y a solas con Dios, es decir no lo dejemos contaminar. -- El espíritu bien puro no se mezcla con extrañas advertencias ni humanos respetos, sino solo en soledad de todas las formas, interiormente, con sosiego--. (San Juan de la Cruz (AV 28)
Pero ante todo, para enseñar al alma a enamorarse de Dios, le debemos enseñar que debe permanecer siempre humilde ante EL. El alma enamorada es alma blanda, mansa, humilde y paciente. (San Juan de la Cruz AV.29). Esto significa sentirse dependientes en todo de Dios y para todos los acontecimientos diarios, para cada una de nuestras necesidades. Por cuanto durante el día, desde el corazón del corazón, vayamos solicitando la asistencia de Dios y agradeciendo cuanto El hace por nosotros.
"En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios en Cristo Jesús quiere de vosotros" (1ª Tes.5, 18)
Cada cual debe conocer cuales son sus formas de expresarse con Dios, es algo en lo cual no podemos intervenir. Los siguientes son consejos sencillos y pueden serles válidos para ir acostumbrándose a dirigirse a nuestro Padre. Bendigamos siempre a Dios. Si terminamos algo y nos ha resultado bien, “Bendito seas Señor. Estamos en peligro de caer en falta pidamos: “Sálvanos Señor, que nos hundimos”. Estamos tomando un camino equivocado: Señor, se mi guía, oriéntame para no equivocarme de camino. No se donde acudir: Señor, que no me desorienten mis pasos. Si hemos faltado: “Señor, ten piedad”. También, podemos pedir a María Santísima que nos socorra, recordando que una buena madre, jamás abandona a su hijo. Maria Madre de Dios, estuvo al pie de la Cruz. Todo esto, nos entrenará para acostumbrarnos a dialogar con Dios y será parte de nuestro aprendizaje en el camino de enamorar nuestra alma de Dios.
19) COMO ORAR – HACER SU PROPIA REGLA DE ORACION
"Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: "¡OH Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias." En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!" (Lc 18, 10:13)
Que puede ser más importante, ¿aprender a orar o acostumbrarse a orar? La diferencia esta que podemos aprender a hacer bien nuestras oraciones, pero de poco nos vale si no las utilizamos, si no tenemos la costumbre de rezar y no hacemos de la oración algo habitual y necesario para nuestra vida. Acostumbrarse a orar, es conseguir que esta sea un hábito, es decir frecuente.
Hay bastantes y muy buenas reglas de oración, ordenadas y motivadores de una cierta disciplina de oración, tema que trataremos más adelante, pero en esta etapa, y preparándonos para la siguiente, - Formas de Orar- queremos avivar nuestros corazones y motivarnos a preparar nuestra propia regla.
¿Por qué y para que preparar nuestra propia regla? Porque a veces queremos cosas simple y sencillas. Muchas personas consideran esclavizante ciertos modelos que son muy rígidos, y al final se fatigan y se fastidian con ellos. Los distintos métodos de oración deben servir para orientar al orante, y no para ser algo que les incomode hacerlo.
En cierta ocasión, en un grupo de oración en el cual se seguía una metodología por mucho tiempo, un miembro del grupo le hizo un llamado de atención a un participante que se quiso salirse del la práctica habitual, el que recibió el regaño mantuvo silencio y humildad para oírlo, y sin mostrar altivez respondió: Este es mi diálogo con Dios y hoy tengo algo importante que decirle. Luego el que hacía de guía le manifestó: Si consideras importante que yo sea más comprensivo, pídele a Dios, que me lo conceda, quizás yo no me he acordado de pedir eso y me falta. Y todo continuó hermanablemente.
Vos obráis como Dios, que nunca se cansa de escucharme cuando le cuento con toda sencillez mis penas y mis alegrías, como si él no las conociese... (Manuscrito C, 32, Santa Teresa del Niño Jesus, Teresita de Liseux.
No oremos de prisa, imploremos con humildad, hermanemos los sentimientos y las palabras, estimulemos los sentidos con cada palabra. Mostremos que amamos la oración, nos place rezar. Con estos consejos, podemos formar una primera regla, preparemos las lecturas u las oraciones para la ocasión que hemos dispuestos, fijemos un tiempo, el que efectuamos siempre o el que estamos dispuesto para esa ocasión, pero dejando en claro que si se nos acaba la voluntad para seguir, démosla por finalizada.
Preparemos un buen recibimiento al espíritu, es Dios al que recibiremos en oración, es nuestra fiesta de amor con El. Podemos sacar de nuestra vista todo lo que nos inquiete, por ejemplo, un reloj, apagar el celular (móvil). Hagamos cuenta que haremos un viaje largo, de esta manera nuestro pensamiento no sentirá y no se verá presionado.
En las ocasiones en que vamos a pedir algo importante, por ejemplo, un crédito, un trabajo, algo para ayudar a los demás, etc., lo que generalmente hacemos es prepararnos. Para orar también es bueno prepararnos, esto nos ayudará a tener sentimientos en la oración, vocal o mental. Un buen consejo puede ser leer un trozo del Evangelio, nos invitará a responder y a comprometernos con Cristo. Hay muchos santos y santas, con lecturas muy inspiradoras para incentivar nuestros sentimientos antes de orar.
Sentí, en una palabra, que entraba en mi corazón la caridad, la necesidad de olvidarme de mí misma por complacer a los demás. ¡Desde entonces fui dichosa!... (Manuscrito A, 45 v° Santa Teresa del Niño Jesus, Teresita de Liseux.
Cuando las oraciones son leídas de algún texto, tenemos que aprender a hacer una pequeña pausa entre oración y oración. Si lo sentimos o lo deseamos antes de la oración siguiente, podemos hacer un pequeña jaculatoria. Esto nos ayudará a avivar más nuestros sentimientos en la etapa siguiente.
Si teníamos planificado orar un determinado tiempo para rezar y por algún imprevisto no podremos cumplir con el tiempo programado, es preferible hacer menos oraciones, pero no orar de prisa.
Hasta ahora hemos reflexionado sobre orar amando a Dios y orar enamorando el Alma, todo ello con el fin de acostumbrarnos a orar con convencimiento y sentimientos, y no orar como algo muy formal y como autómatas. Y si nuestro método es muy extenso y nos obliga en ocasiones ir de prisa, cambiémosle por otro más breve.
Un consejo breve y que puede sernos de gran ayuda: Soy siervo de Dios sin límites, pero no de mi propia regla, porque la oración se hace con el corazón alegre, enamorado, con gran ternura, sin presión.
La oración, es algo de nuestro interior, las reglas y los métodos, son del exterior. Sin embargo es muy cierto que del mismo modo como nosotros estamos compuestos de las dos cosas internas y externas, la oración también debe estar compuesta de una regla para orar, de lo contrario le faltaría algo. Esto es, tengamos en cuenta a cumplir las dos cosas. Interiormente podemos orar a cualquier hora, en cualquier lugar y circunstancias. Pero cuando participamos de un rito de oración, como por ejemplos, laúdes, vísperas o alguna jornada litúrgica, estas tienen sus propios tiempos, por tanto esta regidas por alguna regla. Ambas cosas sean también nuestras reglas de oración.
Al entregarse a Dios, el corazón no pierde su ternura natural; antes bien, esta ternura crece haciéndose más pura y más divina. (Manuscrito C, 9 r° Santa Teresa del Niño Jesus, Teresita de Liseux.)
Puedes, por lo tanto, como nosotras, ocuparte de "la única cosa necesaria", es decir, que aun entregándote con entusiasmo a las obras exteriores, tengas por único fin complacer a Jesús, unirte más íntimamente a él. (Santa Teresa del Niño Jesus, Teresita de Liseux.)
20) REFLEXION DE LA SEGUNDA PARTE, COMO ORAR
Muchas oraciones ha creado el hombre a través de su historia, son también innumerables las que ha recibido de Dios, todas ellas producto de la relación permanente del Padre con sus hijos.
La oración es nuestro modo como nos presentamos ante Dios, no importa donde la hagamos. Para algunos, esta se realiza mejor en nuestro hogar, más precisamente en nuestra habitación, y mejor aún a solas. Para otros es mejor en el templo, porque el ambiente de éste le ayuda a que no se le disipen los pensamientos, sin embargo es el entusiasmo por orar el que mejora nuestra oración y la hace más fervorosa.
¿Cómo orar y cando orar?, No hay una receta que sea ciertamente la superior de todas las formas. Cuando a mi me preguntan cual es la que mejor me parece, no dejo de pensar que es la que hacía Cristo, él, es el maestro de oración y él nos enseña a que debemos hacerlo siempre, sin desanimarnos y en especial ante cualquier momento trascendente de nuestra vida.
Si recorremos el Nuevo Testamento, son abundantes los relatos en los que los evangelistas nos presentan a Jesús orando, teniendo en cuenta, además, que los Evangelios no nos lo dicen todo, ya que Jesús es infinitamente más grande y deslumbrador. Pero, al menos, nos transmiten su oración ante los acontecimientos más trascendentales de su vida. Jesús ora cuando Juan lo bautiza (Lc 3, 21); Jesús pasó la noche orando en la montaña antes de elegir a los Apóstoles (Ib 6, 12); mientras Jesús oraba en el Monte, se transfiguró (9, 29); antes de enseñar a los Apóstoles el Padrenuestro, Jesús estaba orando en cierto lugar, (11, 1). Y antes de comenzar su misión ayunará y orará cuarenta días en el desierto, (Mt 4, 1). Jesús ora en el Cenáculo al instituir la Eucaristía y el Sacerdocio. Jesús ora antes de comenzar la Pasión, en el Huerto de los Olivos (Mc 14, 36) Y, finalmente, Jesús ora en la cruz, entregándose al Padre y pidiendo perdón por los que no saben lo que hacen (Lc 23, 34).
“Y sucedió que, estando él orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: --Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos--. El les dijo: --Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación. (Lc 11, 1-4)
Lo importante es que tengamos en cuenta que nuestra alma necesita la Gracia, ella es la incansable buscadora de la pureza, porque necesita de Dios y quiere vivir para Dios, el hombre de Dios, sabe bien de esta necesidad y no se la niega. La oración es la que le permite ir en su búsqueda. Es entonces, cuando Dios nos regala una forma de orar, ya no por obra nuestra, sino por el espíritu de la oración que se ancla en nuestro corazón. Es el instante en que el alma se siente confortable en nuestro interior y no desea cambiar de ambiente. Es el mejor lugar que tiene el alma para contemplar mejor a Dios y todo lo que viene de El.
"¡Qué grande es el poder de la oración! Se diría que es una reina que en todo momento tiene acceso directo al rey y puede conseguir todo lo que le pide." (Santa Teresa del Niño Jesus- Teresa de Lisieux)
El hombre que ora, se acostumbra a pedir siempre la ayuda de quien confía plenamente que la va a recibir, de tal forma que para todo sabe de antemano que Dios le socorrerá. Así comienza una dependencia de tan favorable auxilio a sus necesidades y un reconocimiento de que todo lo que logra se hace con la ayuda de Dios.
Mientras más se ora, más fe se tiene, mientras mas se ora, más se siente la presencia de Dios. La oración le permite al hombre no solo modificar sus sentimientos espirituales, es más, su corazón se comienza a acostumbrar a reconocer la presencia de Dios en cada situación de su vida de tal manera que su fe es una fe palpitante, viva e insobornable. Es a través de la oración, como el hombre se da cuenta de que ella le ayuda a vencer el mal. En efecto la oración conduce al hombre hacia la santidad, porque el que la hace parte de su vida, le cierra las puertas a los pensamientos deshonestos y se las abre a las manifestaciones de la caridad. ¿Quien no se siente más misericordioso y compasivo después de haberse empapado de Dios?, ¿Quién no se siente más motivado a ayudar al prójimo si su corazón se alimenta del amor de Dios?
El que ora como respira, es decir incesante, no divaga por caminos oscuros, porque vive alumbrado por la luz de Cristo y se equivoca menos, porque se alimenta de la sabiduría del Señor.
Al hombre orante, la oración le cambia la perspectiva de ver el mundo y su prójimo, por ser la oración transformante. En efecto, un corazón bueno, se siente capacitado para amar a su prójimo y lo predispone más rápido a ayudar al que necesita, haciéndolo al mismo tiempo más generoso.
El hombre de oración, reconoce a Dios como fuente de toda su inspiración, sabe del temor de Dios, transforma su cuerpo en un templo para que el Espíritu Santo para que este le colme de sus dones.
¡Ah, qué verdad es que sólo Dios conoce el fondo de los corazones!... ¡Qué cortos son los pensamientos de las criaturas!... (Manuscrito C, 19 v (Santa Teresa del Niño Jesus- Teresa de Lisieux)
San Agustín
Que nuestro deseo de la vida eterna se ejercite en la oración
¿Por qué en la oración nos preocupamos de tantas cosas y nos preguntamos cómo hemos de orar, temiendo que nuestras plegarias no procedan con rectitud, en lugar de limitarnos a decir con el salmo: Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo? En aquella morada, los días no consisten en el empezar y en el pasar uno después de otro ni el comienzo de un día significa el fin del anterior; todos los días se dan simultáneamente, y ninguno se termina allí donde ni la vida ni sus días tienen fin.
Para que lográramos esta vida dichosa, la misma Vida verdadera y dichosa nos enseñó a orar; pero no quiso que lo hiciéramos con muchas palabras, como si nos escuchara mejor cuanto más locuaces nos mostráramos, pues, como el mismo Señor dijo, oramos a aquel que conoce nuestras necesidades aun antes de que se las expongamos.
Puede resultar extraño que nos exhorte a orar aquel que conoce nuestras necesidades antes de que se las expongamos, si no comprendemos que nuestro Dios y Señor no pretende que le descubramos nuestros deseos, pues él ciertamente no puede desconocerlos, sino que pretende que, por la oración, se acreciente nuestra capacidad de desear, para que así nos hagamos más capaces de recibir los dones que nos prepara. Sus dones, en efecto, son muy grandes, y nuestra capacidad de recibir es pequeña e insignificante. Por eso, se nos dice: Ensanchaos; no os unzáis al mismo yugo con los infieles.
Cuanto más fielmente creemos, más firmemente esperamos y más ardientemente deseamos este don, más capaces somos de recibirlo; se trata de un don realmente inmenso, tanto, que ni el ojo vio, pues no se trata de un color; ni el oído oyó, pues no es ningún sonido; ni vino al pensamiento del hombre, ya que es el pensamiento del hombre el que debe ir a aquel don para alcanzarlo.
Así, pues, constantemente oramos por medio de la fe, de la esperanza y de la caridad, con un deseo ininterrumpido. Pero, además, en determinados días y horas, oramos a Dios también con palabras, para que, amonestándonos a nosotros mismos por medio de estos signos externos, vayamos tomando conciencia de cómo progresamos en nuestro deseo y, de este modo, nos animemos a proseguir en él. Porque, sin duda alguna, el efecto será tanto mayor, cuanto más intenso haya sido el afecto que lo hubiera precedido. Por tanto, aquello que nos dice el Apóstol: Sed constantes en orar, ¿qué otra cosa puede significar sino que debemos desear incesantemente la vida dichosa, que es la vida eterna, la cual nos ha de venir del único que la puede dar?
Debemos, en ciertos momentos, amonestarnos a nosotros mismos con la oración vocal
Deseemos siempre la vida dichosa y eterna, que nos dará nuestro Dios y Señor, y así estaremos siempre orando. Pero, con objeto de mantener vivo este deseo, debemos, en ciertos momentos, apartar nuestra mente de las preocupaciones y quehaceres que, de algún modo, nos distraen de él y amonestarnos a nosotros mismos con la oración vocal, no fuese caso que si nuestro deseo empezó a entibiarse llegara a quedar totalmente frío y, al no renovar con frecuencia el fervor, acabara por extinguirse del todo.
Por eso, cuando dice el Apóstol: Vuestras peticiones sean presentadas a Dios, no hay que entender estas palabras como si se tratara de descubrir a Dios nuestras peticiones, pues él continuamente las conoce, aun antes de que se las formulemos; estas palabras significan, mas bien, que debemos descubrir nuestras peticiones a nosotros mismos en presencia de Dios, perseverando en la oración, sin mostrarlas ante los hombres por vanagloria de nuestras plegarias.
Como esto sea así, aunque ya en el cumplimiento de nuestros deberes, como dijimos, hemos de orar siempre con el deseo, no puede considerarse inútil y vituperable el entregarse largamente a la oración, siempre y cuando no nos lo impidan otras obligaciones buenas y necesarias. Ni hay que decir, como algunos piensan, que orar largamente sea lo mismo que orar con vana palabrería. Un cosa, en efecto, son las muchas palabras y otra cosa e efecto perseverante y continuado. Pues del mismo Señor está escrito que pasaba la noche en oración y que oró largamente; con lo cual, ¿qué hizo sino darnos ejemplo, al orar oportunamente en el tiempo, aquel mismo que con el Padre, oye nuestra oración en la eternidad?
Se dice que los monjes de Egipto hacen frecuentes oraciones, pero muy cortas, a manera de jaculatorias brevísimas, para que así la atención, que es tan sumamente necesaria en la oración, se mantenga vigilante y despierta y no se fatigue ni se embote con la prolijidad de las palabras. Con esto nos enseñan claramente que así con no hay que forzar la atención cuando no logra mantenerse despierta, así tampoco hay que interrumpirla cuando puede continuar orando.
Lejos, pues, de nosotros la oración con vana palabrería; pero que no falte la oración prolongada, mientras persevere ferviente la atención. Hablar mucho en la oración es como tratar un asunto necesario y urgente con palabras superfluas. Orar, en cambio, prolongadamente es llamar con corazón perseverante y lleno de afecto a la puerta de aquel que nos escucha. Porque, con frecuencia, la finalidad de la oración se logra más con lágrimas y llantos que con palabras y expresiones verbales. Porque el Señor recoge nuestras lágrimas en su odre y a él no se le ocultan nuestros gemidos, pues todo lo creó por medio de aquel que es su Palabra, y no necesita las palabras humanas.
No sabemos pedir lo que nos conviene
Quizá me preguntes aún por qué razón dijo el Apóstol que no sabemos pedir lo que nos conviene, siendo así que podemos pensar que tanto el mismo Pablo como aquellos a quienes él se dirigía conocían la oración dominical.
Porque el Apóstol experimentó seguramente su incapacidad de orar como conviene, por eso quiso manifestarnos su ignorancia; en efecto, cuando, en medio de la sublimidad de sus revelaciones, le fue dado el aguijón de su carne, el ángel de Satanás que lo apaleaba, desconociendo la manera conveniente de orar, Pablo pidió tres veces al Señor que lo librara de esta aflicción. Y oyó la respuesta de Dios y el porqué no se realizaba ni era conveniente que se realizase lo que pedía un hombre tan santo: Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad.
Ciertamente, en aquellas tribulaciones que pueden ocasionarnos provecho o daño no sabemos cómo debemos orar; pues como dichas tribulaciones nos resultan duras y molestas y van contra nuestra débil naturaleza, todos coincidimos naturalmente en pedir que se alejen de nosotros. Pero, por el amor que nuestro Dios y Señor nos tiene, no debemos pensar que si no aparta de nosotros aquellos contratiempos es porque nos olvida; sino más bien, por la paciente tolerancia de estos males, esperemos obtener bienes mayores, y así la fuerza se realiza en la debilidad. Esto, en efecto, fue escrito para que nadie se enorgullezca si, cuando pide con impaciencia, es escuchado en aquello que no le conviene, y para que nadie decaiga ni desespere de la misericordia divina si su oración no es escuchada en aquello que pidió y que, posiblemente, o bien le sería causa de un mal mayor o bien ocasión de que, engreído por la prosperidad, corriera el riesgo de perderse. En tales casos, ciertamente, no sabemos pedir lo que nos conviene.
Por tanto, si algo acontece en contra de lo que hemos pedido, tolerémoslo con paciencia y demos gracias a Dios por todo, sin dudar en lo más mínimo de que lo más conveniente para nosotros es lo que acaece según la voluntad de Dios y no según la nuestra. De ello nos dio ejemplo aquel divino Mediador, el cual dijo en su pasión: Padre, si es posible, que pase y se aleje de mi ese cáliz, pero, con perfecta abnegación de la voluntad humana que recibió al hacerse hombre, añadió inmediatamente: Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres. Por lo cual, entendemos perfectamente que por la obediencia de uno todos se convertirán en justos.
Oración
Dios todopoderoso y eterno, te pedimos entregarnos a ti con fidelidad y servirte con sincero corazón. Por nuestro Señor Jesucristo.
El Espíritu intercede por nosotros
Quien pide al Señor aquella sola cosa que hemos mencionado, es decir, la vida dichosa de la gloria, y esa sola cosa busca, éste pide con seguridad y pide con certeza, y no puede temer que algo le sea obstáculo para conseguir lo que pide, pues pide aquello sin lo cual de nada le aprovecharía cualquier otra cosa que hubiera pedido, oran como conviene. Ésta es la única vida verdadera, la única vida feliz: contemplar eternamente la belleza del Señor, en la inmortalidad e incorruptibilidad del cuerpo y del espíritu. En razón de esta sola cosa, nos son necesarias todas las demás cosas; en razón de ella, pedimos oportunamente las demás cosas. Quien posea esta vida poseerá todo lo que desee, y allí nada podrá desear que no sea conveniente.
Allí está la fuente de la vida, cuya sed debemos avivar en la oración, mientras vivimos aún de esperanza. Pues ahora vivimos sin ver lo que esperamos, seguros a la sombra de las alas de aquel ante cuya presencia están todas nuestras ansias; pero tenemos la certeza de nutrirnos un día de lo sabroso de su casa y de beber del torrente de sus delicias, porque en él está la fuente viva, y su luz nos hará ver la luz; aquel día, en el cual todos nuestros deseos quedarán saciados con sus bienes y ya nada tendremos que pedir gimiendo, pues todo lo poseeremos gozando. Pero, como esta única cosa que pedimos consiste en aquella paz que sobrepasa toda inteligencia, incluso cuando en la oración pedimos esta paz, hemos de pensar que no sabemos pedir lo que nos conviene. Porque no podemos imaginar cómo sea esta paz en sí misma y, por tanto, no sabemos pedir lo que nos conviene. Cuando se nos presenta al pensamiento alguna imagen de ella, la rechazamos, la reprobamos, reconocemos que está lejos de la realidad, aunque continuamos ignorando lo que buscamos.
Pero hay en nosotros, para decirlo de algún modo, una docta ignorancia; docta, sin duda, por el Espíritu de Dios, que viene en ayuda de nuestra debilidad. En efecto, dice el Apóstol: Cuando esperamos lo que no vemos, aguardamos con perseverancia. Y añade a continuación: El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo d Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.
No hemos de entender estas palabras como si dijeran que el Espíritu de Dios, que en la Trinidad divina es Dios inmutable y un solo Dios con el Padre y el Hijo, orase a Dios como alguien distinto de Dios, intercediendo por los santos; si el texto dice que el Espíritu intercede por los santos, es para significar que incita a los fieles a interceder, del mismo modo que también se dice: Se trata de una prueba del Señor, vuestro Dios, para ver si lo amáis, es decir, para que vosotros conozcáis si lo amáis. El Espíritu pues, incita a los santos a que intercedan con gemidos inefables, inspirándoles el deseo de aquella realidad tan sublime que aún no conocemos, pero que esperamos ya con perseverancia. Pero ¿cómo se puede hablar cuando se desea lo que ignoramos? Ciertamente que si lo ignoráramos del todo no lo desearíamos; pero, por otro lado, si ya lo viéramos no lo desearíamos ni lo pediríamos con gemidos inefables.
PLEGARIA PARA PEDIR FORTALEZA EN LA ORACIÓN
Dios he aprendido a orar por mis semejantes, por mi familia, por mis amigos. No permitas nunca, que deje de rezar todos los días.
Al levantarme y girar mi mirada hacia el cielo, siento tu presencia, cosas que antes no sentía
Gracias Dios he aprendido a vivir de nuevo, no he perdido los temores, pero se que con tu energía y luz divina aprenderé a vivir sin temor
Dios que grande es sentir tu llamado, nunca pensé la riqueza que era saber orar y pedir bendiciones todos los días
Siento mi hogar, mi oficina llena de virtudes que antes no tenía
Pero lo más importante Dios, es que he logrado llevar esta paz a mi familia, a mis hermanos, e iré por todo el mundo, pregonando tu palabra, solicitando tu bendición
Gracias es lo que puedo decir Dios, me has dado brillantes momentos de comunicación contigo. Y he logrado poco a poco poder levantar mi mejilla, sentir rodar mis lagrimas al hablar contigo, es una gloria, cada lagrima que puedo derramar
significa que me estas oyendo, que me escucha y tratare de no defraudarte Dios.
Dios eres lo máximo, que grandeza tienes por tus hijos y a veces no sabemos aprovechar tu sabiduría, Dios hazme todos los días digna de mi persona, que podamos corregir nuestros errores, que quitemos el odio de nuestros corazones, y que podamos brindar amor a quienes lo necesite, que cuando oremos nos lleguen la paz y que todos podamos transmitir tu palabra.
Tu presencia nos dignifican y nos hace grande merecedores de tu bendición.
Oraciones varias:
LA SEÑAL DE LA SANTA CRUZ
Por la señal de la Santa Cruz,
de nuestros enemigos
líbranos Señor, Dios nuestro.
En el nombre del Padre,
y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Amén.
PADRE NUESTRO
· Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Amén.
EL AVEMARÍA
· Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
GLORIA
· Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
EL CREDO
Creo en Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor;
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de Santa María Virgen;
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado;
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos;
subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
Creo en el Espíritu Santo;
la Santa Iglesia Católica,
la Comunión de los Santos;
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne;
y la vida eterna.
Amén.
*****
Creo en un solo Dios,
Padre todopoderoso,
Creador del Cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor Jesucristo,
Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza que el Padre,
por quien todo fue hecho;
que, por nosotros los hombres
y por nuestra salvación bajo del cielo,
y por obra del Espíritu Santo
se encarnó María, la Virgen, y se hizo hombre;
y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato:
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día, según las Escrituras
y subió al cielo
y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria
para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo,
Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo
recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia,
que es una , santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo Bautismo
para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro. Amén.
LA SALVE
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve.
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva;
a ti suspiramos gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos;
y después de este destierro muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clementísima, oh piadosa,
oh dulce siempre Virgen María!
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,
para que seamos dignos de alcanzar
las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
SEÑOR MÍO JESUCRISTO
Señor mío Jesucristo,
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío;
por ser vos quien sois, bondad infinita,
y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón de haberos ofendido,
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia,
propongo firmemente nunca más pecar,
confesarme y cumplir la penitencia
que me fuera impuesta. Amén.
OH SEÑORA MÍA
¡Oh, Señora mía! ¡Oh, Madre mía!
Yo me ofrezco enteramente a Vos;
y en prueba de mi filial afecto os consagro en este día
mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón;
en una palabra, todo mi ser.
Ya que soy todo vuestro,
oh Madre de bondad,
guardadme y defendedme como cosa y posesión vuestra. Amén.
ANGELUS
-El ángel del Señor anunció a María
-Y concibió por obra y gracia del Espíritu Santo
Avemaría
-He aquí la esclava del Señor
-Hágase en mí según tu palabra
Avemaría
-El Verbo de Dios se hizo carne
-Y habitó entre nosotros
Avemaría
-Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
-Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Oración
Infunde Señor tu gracia en nuestras almas para que los que por el anuncio del ángel hemos conocido la encarnación de tu Hijo, por su pasión y su Cruz seamos llevados a la gloria de la resurrección.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
REINA DEL CIELO
-Alegrate Reina del cielo; aleluya.
-Porque el que mereciste llevar en tu seno; aleluya.
-Resucitó según predijo; aleluya.
-Ruega por nosotros a Dios; aleluya.
-Gózate y alégrate , Virgen María; aleluya.
-Porque ha resucitado Dios verdaderamente; aleluya.
Oración
Oh Dios que por la resurrección de tu Hijo Nuestro Señor Jesucristo, te has dignado dar la alegría al mundo, concédenos que por intercesión de su Madre, la Virgen María, alcancemos los gozos de la Vida eterna. Por el mismo Cristo Nuestro Señor.
Amén.
SANTO ROSARIO
Misterios de gozo (Lunes y Sábado)
1. La Encarnación del Hijo de Dios (Lucas 1:26-38).
2. La Visitación de Nuestra Señora a su prima Santa Isabel (Lucas 1:39-53).
3. El Nacimiento del Hijo de Dios en Belén (Lucas 2:6-19).
4. La Purificación de Nuestra Señora (Lucas 2:22-40).
5. El Niño perdido y hallado en el Templo (Lucas 2:41-52).
Misterios de luz ( Jueves)
1. El Bautismo en el Jordán (cf. Mt 3, 17 par.)
2. La autorrevelación en las bodas de Caná (cf. Jn 2, 1-12),
3. El anuncio del Reino de Dios invitando a la conversión (cf. Mc 1, 15), (cf. Mc 2. 3-13; Lc 47-48),
4. La Transfiguración (cf. Lc 9, 35 par.)
5. La institución de la Eucaristía, expresión sacramental del misterio pascual (Jn13, 1)
Misterios de dolor (Martes y Viernes)
1. La Oración del Huerto (Mateo 26:36-41).
2. La Flagelación del Señor (Juan 18:36-38; 19:1).
3. La Coronación de espinas (Marcos 15:14-17; Mateo 27:24-30).
4. La Cruz a cuestas (Juan 19:17; Lucas 9:23).
5. Jesús muere en la Cruz (Juan 19:25-30).
Misterios de gloria (Miércoles y Domingos)
1. La Resurrección del Señor (Marcos 16:6-8).
2. La Ascensión del Señor (Mateo 28:18-20; Hechos 1:9-11).
3. La Venida del Espíritu Santo (Hechos 2:1-4).
4. La Asunción de Nuestra Señora.
5. La Coronación de María Santísima.
Entre cada misterio se puede rezar:
María, Madre de gracia, Madre de misericordia, defiéndenos de nuestros enemigos y ampáranos ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Concluidos los cinco misterios, se reza:
Dios te salve María, Hija de Dios Padre,
llena eres de gracia...
Dios te salve María, Madre de Dios Hijo,
llena eres de gracia...
Dios te salve María, Esposa de Dios Espíritu Santo,
llena eres de gracia...
Letanías de Nuestra Señora
V/ Señor, ten piedad R/ Señor, ten piedad
V/ Cristo, ten piedad R/ Cristo, ten piedad
V/ Señor, ten piedad R/ Señor, ten piedad
V/ Cristo, óyenos R/ Cristo, óyenos
V/ Cristo, escúchanos R/ Cristo, escúchanos
V/ Dios Padre celestial R/ Ten misericordia de nosotros
V/ Dios Hijo, Redentor del mundo
V/ Dios Espíritu Santo
V/ Trinidad Santa, un solo Dios
V/ Santa María R/ Ruega por nosotros
Santa Madre de Dios
Santa Virgen de la Vírgenes
Madre de Cristo
Madre de la Iglesia
Madre de la divina Gracia
Madre purísima
Madre castísima
Madre virginal
Madre sin corrupción
Madre inmaculada
Madre amable
Madre admirable
Madre del buen consejo
Madre del Creador
Madre del Salvador Ruega por nosotros
Virgen prudentísima
Virgen digna de veneración
Virgen digna de alabanza
Virgen poderosa
Virgen clemente
Virgen fiel
Espejo de justicia
Trono de la Sabiduría
Causa de nuestra alegría
Vaso espiritual
Vaso digno de honor
Vaso insigne de devoción
Rosa mística
Torre de David
Torre de marfil
Casa de oro
Arca de la Alianza
Puerta del Cielo
Estrella de la mañana Ruega por nosotros
Salud de los enfermos
Refugio de los pecadores
Consuelo de los afligidos
Auxilio de los cristianos
Reina de los ángeles
Reina de los patriarcas
Reina de los Profetas
Reina de los Apóstoles
Reina de los Mártires
Reina de los Confesores
Reina de las Vírgenes
Reina de todos los Santos
Reina concebida sin pecado original
Reina elevada al cielo
Reina del Santísimo Rosario
Reina de la familia
Reina de la paz
V/ Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo.
R/ Perdónanos, Señor.
V/ Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo.
R/ Escúchanos, Señor.
V/ Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo.
R/ Ten misericordia de nosotros.
Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desoigas nuestras súplicas en las necesidades,
antes bien líbranos de todos los peligros,
Virgen gloriosa y bendita.
V/ Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,
R/ Para que seamos dignos de alcanzar
las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Oración
Infunde, Señor, tu gracia en nuestras almas, para que, los que por el anuncio del Ángel, hemos conocido la Encarnación de tu Hijo, por su Pasión y su Cruz,
seamos llevados a la gloria de la Resurrección.
Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
BENDITA SEA TU PUREZA
Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea,
en tan graciosa belleza.
A Ti celestial princesa,
Virgen Sagrada María,
te ofrezco en este día,
alma vida y corazón.
Mírame con compasión,
no me dejes, Madre mía.
ACORDAOS
Acordaos, oh piadosísima Virgen María,
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que han acudido a vuestra protección,
implorando vuestra asistencia,
reclamando vuestro socorro,
haya sido abandonado de Vos.
Animado por esta confianza a Vos también acudo,
oh, Madre, Virgen de las Vírgenes,
y, aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados,
me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana.
Oh Madre de Dios, no despreciéis mis súplicas,
antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente.
Así sea.
VISITA AL SANTÍSIMO
-Viva Jesús Sacramentado
-Viva y de todos sea amado
Padrenuestro. Avemaría. Gloria
(3 veces)
Comunión espiritual .
COMUNIÓN ESPIRITUAL
Yo quisiera, Señor, recibiros
con aquella pureza, humildad y devoción
con que os recibió
vuestra Santísima Madre;
con el espíritu y fervor de los santos.
HIMNO A JESÚS SACRAMENTADO
Te adoro con devoción, Dios escondido,
oculto verdaderamente bajo estas apariencias.
A ti se somete mi corazón por completo,
y se rinde totalmente al contemplarte.
Al juzgar de ti se equivocan
la vista, el tacto, el gusto,
pero basta el oído para creer con firmeza;
creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios;
nada es más verdadero que esta Palabra de verdad.
En la Cruz se escondía solo la Divinidad,
pero aquí se esconde la humanidad;
sin embargo, creo y confieso ambas cosas,
y pido lo que pidió el ladrón arrepentido.
No veo las llagas como las vio Tomás,
pero confieso que eres mi Dios:
haz que yo crea más y más en ti,
que en ti espere y que te ame.
¡Memorial de la muerte del Señor!
Pan vivo que da la vida al hombre:
concede a mi alma que de ti viva,
y que siempre saboree tu dulzura.
Señor Jesús, Pelícano bueno:
límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre,
de la que una sola gota puede liberar
de todos los crímenes al mundo entero.
Jesús , a quien ahora veo oculto,
te ruego que se cumpla lo que tanto ansío:
que al mirar tu rostro cara a cara,
sea yo feliz viendo tu gloria. Así sea.
ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso en nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si tu le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones
según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Ven oh Santo Espíritu, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía tu Espíritu y serán creados y renovarás la faz de la tierra.
Oración
Oh Dios que has instruido los corazones de los fieles con la luz del Espíritu Santo, concédenos según el mismo Espíritu conocer las cosas rectas y gozar siempre de sus divinos consuelos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
ORACIÓN AL ÁNGEL CUSTODIO
Ángel de mi guarda,
dulce compañía,
no me desampares,
ni de noche ni de día,
no me dejes solo que me perdería.
ORACIÓN A SAN JOSÉ
Feliz y bienaventurado José, a quien le fue concedido no solo ver y oír al Dios, a quienes muchos reyes quisieron ver y no vieron, oír y no oyeron, sino también abrazarlo, besarlo, vestirlo y custodiarlo.
Ruega por nosotros bienaventurado José.
Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.
ORACIÓN A SAN MIGUEL
Arcángel San Miguel, defiéndenos en la lucha, se nuestro amparo contra la maldad y las asechanzas del demonio. Pedimos suplicantes que Dios lo mantenga bajo su imperio; y tu, Príncipe de la milicia celestial, arroja con el poder divino, a Satanás y a los otros espíritus malvados , que andan por el mundo tratando de perder a las almas. Amén.
BENDICIÓN DE LA MESA
Bendícenos Señor a nosotros y a estos alimentos que por tu bondad vamos a tomar.
Amén.
El Rey de la eterna Gloria nos haga partícipes de la mesa celestial.
Amén.
ACCIÓN DE GRACIAS
Te damos gracias omnipotente Dios por todos tus beneficios, tu, que vives y reinas, por los siglos de los siglos.
Amén.
El Señor nos de su paz.
Y la vida eterna.
Amén.
JACULATORIAS
Las jaculatorias son oraciones vocales breves que ayudan a mantener la presencia de Dios a lo largo del día. Son palabras de amor, expresión de cariño vivo que salen espontáneamente. Puede servir aprenderse algunas de memoria:
- Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo.
- ¡Señor mío y Dios mío!
- Corazón Dulcísimo de María, prepárame un camino seguro.
- Auméntame la fe, la esperanza y la caridad.
- Santa María, Madre del Amor Hermoso, ayuda a tus hijos.
- Jesús, Hijo de Dios, apiádate de mí que soy un pecador.
- Corazón de Jesús, en Vos confío.
- No se haga mi voluntad sino la tuya.
- Reina de la paz, ruega por nosotros.
La Oración
Lo mejor de la vida es poder despertar teniendo alguien con quien poder conversar. Y Dios es este padre y amigo con quien lo puedes hacer, pidiéndole fuerza y luz en tu vida. “Sin mí, no podéis hacer nada”, nos dice Jesús, como también: “Estén despiertos y recen para que no caigan en la tentación” (Mt. 26, 41). Con estas convicciones en lo profundo de mi ser, me gusta orar con la espontaneidad de quien está enamorado y se dirige a otro como su ser amado. Sin la oración, mi vida sería vacía, y mi apostolado se agotaría en el cansancio. La oración es como el oxígeno para mis pulmones.
La oración para mí, es ponerme continuamente en sintonía con el Señor para intentar captar su voluntad en lo que estoy haciendo. Ansío descubrirla y le pido poder cumplirla con humildad y alegría, aunque muchas veces te exige sacrificar aquello que no quisieras.
Nuestro Dios, es un Dios maravilloso y sorprendente. A veces cuando más necesitas una respuesta, Él te contesta con el silencio. Esto origina posiblemente una protesta, pero pronto te das cuenta que el silencio de Dios es una respuesta eficaz, que vale más que mil palabras y que deja paz en tu corazón.
En mi vida de oración, es importante la Liturgia de las Horas, que te une a toda la Iglesia para llevar al Padre las alabanzas, las angustias y las esperanzas de la humanidad entera.
El Rosario, al que considero una oración cariñosa y profunda en su sencillez, marca una pausa provechosa en mi jornada y me hace sentir acompañada por esta madre dulce y tierna, la Virgen María.
Hna. María Jordán.
Orar es conversar con Dios. Sabemos muy bien que se puede conversar de distintas maneras. Orar es hablar con Dios, nuestro Padre Celestial, para adorarle, alabarle, darle gracias y pedirles toda clase de bienes.
Orar es hablar con Dios para manifectarle nuestro amor, tributarle el honor que se merece, agradecerle sus beneficios, ofrecerle nuestro trabajo y sufrimientos, pedirle consejos, confiarle las personas que amamos, los asuntos que nos preocupan y hasta desahogarnos con Él.
El hablar con Dios debe ser con sencilles y naturalidad. Hablarle con nuestras propias palabras, porque Él conoce nuestro interior, sabe muy bien como somos. Además de la oración espontánea podemos usar oraciones ya compuestas como lo son las oraciones escritas por los santos. También podemos repetir pequeñas frases o jaculatorias. Una jaculatoria que suelo usar con mucha frecuencia es; "Ven Espíritu Santo y envía desde el Cielo un rayo de luz." La oración no es una mera conversación que se queda en palabras (o no de ser). Tiene que ser una conversación profunda y sincera donde disponemos de todo nuestro ser a Dios en forma oblativa.
La oración debe incluir:
* Adoración - reconociendo la grandeza y majestad de Dios.
* Alabanza - por su infinita bondad y misericordia.
* Ofrecimiento incondicional - para realizar la voluntad de tal altísimi Señor.
* Súplica de perdón - reconociendo la pequeñez del que ora y las ofensas que hayamos cometido
ante Dios y los hermanos.
* Acción de gracias - por todas las bendiciones y favores recibidos.
* Petición humilde - para obtener la gracia (santificante o actual) y para adquirir de parte de Dios
los favores en nuestras necesidades.
Para hablar con Dios no es necesario pronunciar palabras materialmente. Se puede hablar también sólo con el corazón. La oración no se aprende sale sola. Lo mismo que no se aprende por si solo a caminar. Hay que ir dando paso a paso y muchas veces tomados de la mano. La oración por excelencia sale espontáneamente del corazón que ama a Dios.
La oración debe hacerse con atención, reverencia, humildad, confianza, fervor, perseverancia y con aceptación a la voluntad divina. Hay que hacerla con fe muy firme de que si conviene, Dios concederá lo que pedimos; pero no podemos anteponer nuestra voluntad a la de Dios. Esto sería una irreverencia y hace nuestra oración completamente estéril.
San Pablo explica muy bien aptitudes al orar. "Estén siempre alegres, oren sin cesar y den gracias a Dios en toda ocasión; ésta es, por voluntad de Dios, su vocación de cristianos." (1Tes. 5, 16 - 19) San Agustín da nos da la solución: "Oren con el deseo, aunque la lengua calle. Si deseas amar ya estas amando. Tu deseo es tu oración. Si deseas siempre tu oración es continua." La perseverancia en la oración es fundamental. Dios ya sabe lo que deseamos, pero Él quiere que lo pidamos; aunque a veces nos haga esperar. Santa Mónica tardó treinta años en conseguir la conversión de su hijo San Agustín.
Es necesario orar, y orar a menudo, porque nos dice el Evangelio: "Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen y se les abrirá la puerta. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y se abrirá la puerta al que llama." (Mateo 7, 7 - 9) Nos recuerda en San Lucas que; "es necesario orar siempre y sin desfallecer." (Lc. 18, 1) No podemos olvidar que Dios no nos concederá las gracias espirituales y materiales si no se las pedimos.
!Ojalá nos acostumbrasemos a tener ratos de charlas con Nuestro Señor en el Sagrario! Es muy recomendable sacar ratos para hacer oración personal ya sea por la mañana con un ofrecimiento de obras y trabajos del día. De igual forma, es muy recomendado hacer oración por la noche donde podamos realizar un examen de conciencia. Sea cual sea el momento que dispongamos para la oración debe ser uno de recogimiento espiritual en nuestro interior. El recogimeinto interior hará que llegue el silencio para poder llegar con mayor certeza ante la presencia de Dios.
La Iglesia Católica enseña:
a) que para salvarnos es necesario orar;
b) que sin orar no podemos permanecer mucho sin pecado;
c) que aun para muchas cosas humanas es necesario o conveniente la oración;
d) que si oramos frecuentemente pidiendo a Dios la salvación, nos salvaremos seguro.
Nos enseña San Pablo que con la oración se pueden vencer todas las tentaciones. (1Corintios 10, 13)
Santo Tomás de Aquino el celebre Doctor de la Iglesia nos dice; que la oración es infalible, si se pide bien, algo necesario para la salvación eterna." Si pedimos la salvación de otra persona, la eficacia depende de la voluntad de esa otra persona. Es por tanto que es indispensable la perseverancia en la oración. Recordemos el ejemplo de Santa Mónica con su hijo San Agustín.
Desde pequeño siempre escuche la expresión; "familia que reza unida permanece unida." Esta es sin duda alguna la primera escuela de fe y por ende debe ser de la oración.
Estas son algunas de las cosas que la familia puede y debe hacer junto (en comunidad) para crecer en la práctica de la oración.
* Leer un trozo del Evangelio; comentarlo, reflexionar y orar en torno
a lo leido.
* Bendecir los alimentos antes de comer y dar gracias la finalizar.
* Rezar un misterio del Rosario cada día (familia-comunitario).
Costumbres que podemos crear al momento de manejar nuestro auto.
- Rezar una jaculatoria corta, que nos distraiga en la carretera.
- Escuchar música religiosa que nos mantenga en sintonia con Dios.
- Pedirle a Dios que nos proteja mientras menejamos, de igual forma
pedirle a María... (Santa María del Camino; Ruega por nosotros.)
Las dificultades en la oración.
- Las distracciones son las dificultades más comunes en la oración. Estas pueden ser voluntarias o involuntarias. Lo importante es saber retomar el camino. Nos desviamos pero volvemos a la ruta indicada. Es recomendable perdirle al Espíritu Santo que nos guíe y nos mantenga en el camino de la oración.
- La aridez espiritual, por la que el corazón parece insensible a las realidades espirituales. Muchos santos pasaron por muchas aridez. Para esto el remedio es; orar y más orar. Hay distinguir entre aridez y pereza. Con la pereza no hay lucha espiritual, no se recoje el alma. La pereza es simplemente flojera.
- La rutina o tibieza del alma, con ella el alma va a la oración sin entusiasmo, sin fervor y nos parece la tarea más ardua. Esta es una dificultad peligrosa que se puede convertir en un estado en que se debilita el alma y pierde poco a poco la energía espiritual. Como el cuerpo se debilita cuando deja de comer asi el alma se debilita cuando deja la oración.
Tipos de oración:
Oracion vocal: es la base para toda oración. Como iglesia que somos por el bautismo, con la oración vocal expresamos a través de gestos, cantos queremos manifectar nuestro amor hacia Dios. Ejemplos de oraciones vocales lo son; el Angelus, el Rosario, himnos, salmos y oraciones escritas por santos. El Padre Nuestro es la oración por excelencia.
Oración litúrgica: es que la Iglesia entera reza como Cuerpo Místico de Cristo ya sea por la mañana (laudes) en la tarde (visperas) y al llegar el descanzo nopturno (completas). Esta ha sido la expresión de amor comunitario en la Iglesia desde sus comienzos.
Meditación mental: esta se puede realizar sea en una capilla, en la propia habitación o en un lugar apropiado. Podemos usar como base para nuestra meditación una lectura bíblica o lectura espiritual (de algun santo).
Consideraciones a tener cuando oramos:
* Purificación del alma y espíritu; la finalidad del cristiano es la santidad. Por eso debemos buscar por medio de la oración el ser recto de corazón ante toda situación.
* Custodia del corazón; la pureza del espiritu y del alma no es un acto que se consiga para toda la vida. Hay que estar siempre en vela... orando... orando y orando.
* Dicilidad al Espíritu Santo; la dos consideraciones anteriores (pureza y custodia) forman en el espíritu cristiano las disposiciones necesarias para que el Espíritu Santo pueda actuar.
La Oración debe estar acompañada de:
* Espíritu de fe; el buen cristiano debe ver a Dios en todas las cosas, no solamente en la oración. Por eso, debemo buscar a crear el hábito de que cada actividad en nuestra vida sea motivo de oración. Esto es algo que solo lograremos cuando nuestro diario vivir sea signo constante de la presencia de Dios. De esta manera la oración no será un punto aparte de nuestro diario vivir. Toda nuestra vida se irá haciendo una con Dios.
* Recta intención; el espíritu de fe, que busca a ver a Dios en todas las cosas lleva lógicamente el ejercicio de la recta intención. Toda nuestra vida se va transformando de tal forma que todo lo que realizamos queremos que sea para la gloria de Dios. La recta intención ayuda a que alma no se desvíe en el actuar para no caer en un plano secularizado, donde la acción lleva la primacía. La recta intención debe hacer que nos preguntemos si estamos cimpliendo o no la voluntad de Dios. De esta forma, aseguramos que el alma permanezca unida a Dios, realizando lo que verdaderamente tenemos que hacer que glorifique a Dios.
La oración debe ser como el agua cristalina es por eso que debe estar acompañada de Espíritu de Fe y de recta intención. El buen cristiano ve a Dios en todas las cosas y no solamente en la oración. Como nos dice San Pablo: "Ya sea que comamos, ya sea que bebamos, o hagamos cualquier otra cosa, hagámoslo para la gloria de Dios." (1 Cor. 10, 31) En otras palabras la oración debe transformarnos y cuando esto sucede todo se transforma en oración.
Los mejores ejemplos de como hablarle a Dios los podemos encontrar en el Evangelio. Podemos apreciar con que sencilles le hablaban a Jesús.
¡Señor que vea! Le decía el ciego...
¡Dame de esa agua, para no tener más sed! Le pedía la samaritana.
¡Señor enseñanos a orar! Le decían los discípulos.
¡Salvanos Señor, que perecemos! Le gritaron los apóstoles cuando la barca se hundía.
¡Señor mandame a ir a ti! Le pidió Pedro.
¡Señor ten compación de mí, que soy pecador! Murmuraba el publicano.
¡Señor, si quieres puedes limpiarme! Le suplicaba humilde el leproso.
Mira que tu amigo, a quien tanto quieres, está enfermo. Mandó a decirle Marta.
¡Aumentanos la fe! Le pidieron los discípulos.
¡Acuérdate de mí, cuando estés en tu reino! Le suplicó el ladrón.
¡Señor, danos de ese pan! Le pidieron los discípulos cuando les prometió la Eucaristía.
¡Señor, tú sabes que yo te quiero! Le protestaba Pedro.
¡Mira, Jesús, que no tienen vino! Se limitó a decir María intercediendo por novios en Caná.
Así le hablaban a Jesús con sencillez, y Jesús no dejó de atender nunguna estas peticiones.
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