Jesús mío, ayúdame a esparcir tu fragancia dondequiera que yo vaya, inunda mi alma con tu Espíritu y tu Vida; penetra en todo mi ser y toma posesión de tal manera, que mi vida no sea en adelante sino una irradiación de la tuya.
Quédate en mi corazón con una unión tan íntima, que las almas que tengan contacto con la mía, puedan sentir en mí tu presencia y que, al mirarme, olviden que yo existo
y no piensen sino en Ti.
Quédate conmigo. Así podré convertirme en luz para los otros.
Quédate en mi corazón con una unión tan íntima, que las almas que tengan contacto con la mía, puedan sentir en mí tu presencia y que, al mirarme, olviden que yo existo
y no piensen sino en Ti.
Quédate conmigo. Así podré convertirme en luz para los otros.
Esa luz, oh Jesús, vendrá de Ti; ni uno solo de sus rayos será mío: yo te serviré apenas de instrumento para que Tú ilumines a las almas a través de mí.
Déjame alabarte en la forma que es más agradable, llevando mi lámpara encendida para disipar las sombras
en el camino de otras almas.
Déjame predicar tu nombre con palabras o sin ellas… con mi ejemplo, con la fuerza de tu atracción, con la sobrenatural influencia evidentemente del amor que mi corazón siente por Ti”.
Oración escrita por el Beato John Henry Newman
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