Viernes de la vigésima primera semana del tiempo ordinario
San Gil (Egidio)
Leer el comentario del Evangelio por
San Gregorio Nacianceno : «¡Que llega el esposo!»
San Pablo a los Tesalonicenses 1 4,1-8.
Por lo demás, hermanos, les rogamos y los exhortamos en el Señor Jesús, que vivan conforme a lo que han aprendido de nosotros sobre la manera de comportarse para agradar a Dios. De hecho, ustedes ya viven así: hagan mayores progresos todavía.
Ya conocen las instrucciones que les he dado en nombre del Señor Jesús.
La voluntad de Dios es que sean santos, que se abstengan del pecado carnal,
que cada uno sepa usar de su cuerpo con santidad y respeto,
sin dejarse arrastrar por los malos deseos, como hacen los paganos que no conocen a Dios.
Que nadie se atreva a perjudicar ni a dañar en esto a su hermano, porque el Señor hará justicia por todas estas cosas, como ya se lo hemos dicho y atestiguado.
Dios, en efecto, no nos llamó a la impureza, sino a la santidad.
Por eso, el que desprecia estas normas, no desprecia a un hombre, sino a Dios, a ese Dios que les ha dado su Espíritu Santo.
Ya conocen las instrucciones que les he dado en nombre del Señor Jesús.
La voluntad de Dios es que sean santos, que se abstengan del pecado carnal,
que cada uno sepa usar de su cuerpo con santidad y respeto,
sin dejarse arrastrar por los malos deseos, como hacen los paganos que no conocen a Dios.
Que nadie se atreva a perjudicar ni a dañar en esto a su hermano, porque el Señor hará justicia por todas estas cosas, como ya se lo hemos dicho y atestiguado.
Dios, en efecto, no nos llamó a la impureza, sino a la santidad.
Por eso, el que desprecia estas normas, no desprecia a un hombre, sino a Dios, a ese Dios que les ha dado su Espíritu Santo.
Salmo 97(96),1.2b.5-6.10.11-12.
¡El Señor reina! Alégrese la tierra,
regocíjense las islas incontables.
La Justicia y el Derecho son la base de su trono.
Las montañas se derriten como cera
delante del Señor, que es el dueño de toda la tierra.
Los cielos proclaman su justicia
y todos los pueblos contemplan su gloria.
Tú amas, Señor, a los que odian el mal,
proteges la vida de tus fieles
y los libras del poder de los malvados.
Nace la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alégrense, justos, en el Señor
y alaben su santo Nombre.
regocíjense las islas incontables.
La Justicia y el Derecho son la base de su trono.
Las montañas se derriten como cera
delante del Señor, que es el dueño de toda la tierra.
Los cielos proclaman su justicia
y todos los pueblos contemplan su gloria.
Tú amas, Señor, a los que odian el mal,
proteges la vida de tus fieles
y los libras del poder de los malvados.
Nace la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alégrense, justos, en el Señor
y alaben su santo Nombre.
Mateo 25,1-13.
Por eso, el Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo.
Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes.
Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite,
mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos.
Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas.
Pero a medianoche se oyó un grito: 'Ya viene el esposo, salgan a su encuentro'.
Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas.
Las necias dijeron a las prudentes: '¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?'.
Pero estas les respondieron: 'No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado'.
Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta.
Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: 'Señor, señor, ábrenos',
pero él respondió: 'Les aseguro que no las conozco'.
Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.
Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes.
Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite,
mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos.
Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas.
Pero a medianoche se oyó un grito: 'Ya viene el esposo, salgan a su encuentro'.
Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas.
Las necias dijeron a las prudentes: '¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?'.
Pero estas les respondieron: 'No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado'.
Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta.
Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: 'Señor, señor, ábrenos',
pero él respondió: 'Les aseguro que no las conozco'.
Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
San Gregorio Nacianceno (330-390), obispo y doctor de la Iglesia
Sobre el santo Bautismo, Disertación 40, 46 ; PG 36, 425
Inmediatamente después de tu bautismo, permanecerás de pie ante el gran santuario significando así la gloria del mundo venidero. El canto de los salmos con que serás acogido es preludio de las alabanzas eternas. Las lámparas que encenderás prefiguran este cortejo de luces que conducirá a nuestras almas resplandecientes y vírgenes, provistas de las lámparas resplandecientes de la fe, delante del Esposo.
Vigilemos para no quedarnos dormidos ya sea por despreocupación o por miedo a que aquél que esperamos no se presente de improviso sin que le hayamos visto venir. No nos quedemos desprovistos de aceite y de buenas obras, no sea que seamos excluidos de la sala de bodas... El Esposo hará su entrada con mucha prisa. Las almas prudentes entrarán con él. Las demás, muy ocupadas en preparar sus lámparas, no llegarán a tiempo para entrar y serán dejadas a fuera en medio de lamentos. Tarde se darán cuenta de lo que han perdido por su despreocupación...
Se parecerán a estos otros invitados a bodas que un noble padre celebra en honor de un noble esposo, y que rechazan tomar parte en ellas: uno porque se acaba de casar; otro porque acaba de comprar un campo; un tercero porque ha adquirido un par de bueyes (Lc 14,18-20)... Porque no hay lugar en el cielo para el orgulloso y despreocupado, para el hombre sin vestido adecuado, que no lleva el traje de bodas (Mt 22,11), aunque en la tierra se haya creído digno del esplendor celestial y, furtivamente, se introdujo en el grupo de los fieles abrigando falsas esperanzas.
¿Qué será de él después? El Esposo conoce eso que nos enseñará cuando estaremos en el cielo, y sabe qué relaciones tendrá con las almas que habrán entrado con él. Creo que vivirá en su compañía y que les enseñará los misterios más perfectos y más puros.
Vigilemos para no quedarnos dormidos ya sea por despreocupación o por miedo a que aquél que esperamos no se presente de improviso sin que le hayamos visto venir. No nos quedemos desprovistos de aceite y de buenas obras, no sea que seamos excluidos de la sala de bodas... El Esposo hará su entrada con mucha prisa. Las almas prudentes entrarán con él. Las demás, muy ocupadas en preparar sus lámparas, no llegarán a tiempo para entrar y serán dejadas a fuera en medio de lamentos. Tarde se darán cuenta de lo que han perdido por su despreocupación...
Se parecerán a estos otros invitados a bodas que un noble padre celebra en honor de un noble esposo, y que rechazan tomar parte en ellas: uno porque se acaba de casar; otro porque acaba de comprar un campo; un tercero porque ha adquirido un par de bueyes (Lc 14,18-20)... Porque no hay lugar en el cielo para el orgulloso y despreocupado, para el hombre sin vestido adecuado, que no lleva el traje de bodas (Mt 22,11), aunque en la tierra se haya creído digno del esplendor celestial y, furtivamente, se introdujo en el grupo de los fieles abrigando falsas esperanzas.
¿Qué será de él después? El Esposo conoce eso que nos enseñará cuando estaremos en el cielo, y sabe qué relaciones tendrá con las almas que habrán entrado con él. Creo que vivirá en su compañía y que les enseñará los misterios más perfectos y más puros.
Contemplar el Evangelio de hoy
Día litúrgico: Viernes XXI del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 25,1-13): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes, que, con su lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio. Cinco de ellas eran necias, y cinco prudentes. Las necias, en efecto, al tomar sus lámparas, no se proveyeron de aceite; las prudentes, en cambio, junto con sus lámparas tomaron aceite en las alcuzas. Como el novio tardara, se adormilaron todas y se durmieron. Mas a media noche se oyó un grito: ‘¡Ya está aquí el novio! ¡Salid a su encuentro!’. Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: ‘Dadnos de vuestro aceite, que nuestras lámparas se apagan’. Pero las prudentes replicaron: ‘No, no sea que no alcance para nosotras y para vosotras; es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis’. Mientras iban a comprarlo, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras vírgenes diciendo: ‘¡Señor, señor, ábrenos!’. Pero él respondió: ‘En verdad os digo que no os conozco’. Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora».
Comentario: Rev. D. Joan Ant. MATEO i García (La Fuliola, Lleida, España)
«En verdad os digo que no os conozco»
Hoy, Viernes XXI del tiempo ordinario, el Señor nos recuerda en el Evangelio que hay que estar siempre vigilantes y preparados para encontrarnos con Él. A media noche, en cualquier momento, pueden llamar a la puerta e invitarnos a salir a recibir al Señor. La muerte no pide cita previa. De hecho, «no sabéis ni el día ni la hora» (Mt 25,13).
Vigilar no significa vivir con miedo y angustia. Quiere decir vivir de manera responsable nuestra vida de hijos de Dios, nuestra vida de fe, esperanza y caridad. El Señor espera continuamente nuestra respuesta de fe y amor, constantes y pacientes, en medio de las ocupaciones y preocupaciones que van tejiendo nuestro vivir.
Y esta respuesta sólo la podemos dar nosotros, tú y yo. Nadie lo puede hacer en nuestro lugar. Esto es lo que significa la negativa de las vírgenes prudentes a ceder parte de su aceite para las lámparas apagadas de las vírgenes necias: «Es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis» (Mt 25,9). Así, nuestra respuesta a Dios es personal e intransferible.
No esperemos un “mañana” —que quizá no vendrá— para encender la lámpara de nuestro amor para el Esposo. Carpe diem! Hay que vivir en cada segundo de nuestra vida toda la pasión que un cristiano ha de sentir por su Señor. Es un dicho conocido, pero que no estará de más recordarlo de nuevo: «Vive cada día de tu vida como si fuese el primer día de tu existencia, como si fuese el único día de que disponemos, como si fuese el último día de nuestra vida». Una llamada realista a la necesaria y razonable conversión que hemos de llevar a término.
Que Dios nos conceda la gracia en su gran misericordia de que no tengamos que oír en la hora suprema: «En verdad os digo que no os conozco» (Mt 25,12), es decir, «no habéis tenido ninguna relación ni trato conmigo». Tratemos al Señor en esta vida de manera que lleguemos a ser conocidos y amigos suyos en el tiempo y en la eternidad.
Vigilar no significa vivir con miedo y angustia. Quiere decir vivir de manera responsable nuestra vida de hijos de Dios, nuestra vida de fe, esperanza y caridad. El Señor espera continuamente nuestra respuesta de fe y amor, constantes y pacientes, en medio de las ocupaciones y preocupaciones que van tejiendo nuestro vivir.
Y esta respuesta sólo la podemos dar nosotros, tú y yo. Nadie lo puede hacer en nuestro lugar. Esto es lo que significa la negativa de las vírgenes prudentes a ceder parte de su aceite para las lámparas apagadas de las vírgenes necias: «Es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis» (Mt 25,9). Así, nuestra respuesta a Dios es personal e intransferible.
No esperemos un “mañana” —que quizá no vendrá— para encender la lámpara de nuestro amor para el Esposo. Carpe diem! Hay que vivir en cada segundo de nuestra vida toda la pasión que un cristiano ha de sentir por su Señor. Es un dicho conocido, pero que no estará de más recordarlo de nuevo: «Vive cada día de tu vida como si fuese el primer día de tu existencia, como si fuese el único día de que disponemos, como si fuese el último día de nuestra vida». Una llamada realista a la necesaria y razonable conversión que hemos de llevar a término.
Que Dios nos conceda la gracia en su gran misericordia de que no tengamos que oír en la hora suprema: «En verdad os digo que no os conozco» (Mt 25,12), es decir, «no habéis tenido ninguna relación ni trato conmigo». Tratemos al Señor en esta vida de manera que lleguemos a ser conocidos y amigos suyos en el tiempo y en la eternidad.
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