Solemnidad de San José, esposo de la Virgen María
San Martín Dumiense , Santa María Josefa del Corazón de Jesús
Leer el comentario del Evangelio por
San Juan Pablo II : “Cuando José se despertó, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado”
Samuel 2 7,4-5a.12-14a.16.
Pero aquella misma noche, la palabra del Señor llegó a Natán en estos términos:
«Ve a decirle a mi servidor David: Así habla el Señor:
Cuando hayas llegado al término de tus días y vayas a descansar con tus padres, yo elevaré después de ti a uno de tus descendientes, a uno que saldrá de tus entrañas, y afianzaré su realeza.
El edificará una casa para mi Nombre, y yo afianzaré para siempre su trono real.
Seré un padre para él, y él será para mí un hijo.
Tu casa y tu reino durarán eternamente delante de mí, y su trono será estable para siempre.»
«Ve a decirle a mi servidor David: Así habla el Señor:
Cuando hayas llegado al término de tus días y vayas a descansar con tus padres, yo elevaré después de ti a uno de tus descendientes, a uno que saldrá de tus entrañas, y afianzaré su realeza.
El edificará una casa para mi Nombre, y yo afianzaré para siempre su trono real.
Seré un padre para él, y él será para mí un hijo.
Tu casa y tu reino durarán eternamente delante de mí, y su trono será estable para siempre.»
Salmo 89(88),2-5.27.29.
Cantaré eternamente el amor del Señor,
proclamaré tu fidelidad por todas las generaciones.
Porque tú has dicho:
«Mi amor se mantendrá eternamente,
mi fidelidad está afianzada en el cielo.»
Yo sellé una alianza con mi elegido,
hice este juramento a David, mi servidor:
«Estableceré tu descendencia para siempre,
mantendré tu trono por todas las generaciones.»
El me dirá: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora.»
Le aseguraré mi amor eternamente,
y mi alianza será estable para él.
proclamaré tu fidelidad por todas las generaciones.
Porque tú has dicho:
«Mi amor se mantendrá eternamente,
mi fidelidad está afianzada en el cielo.»
Yo sellé una alianza con mi elegido,
hice este juramento a David, mi servidor:
«Estableceré tu descendencia para siempre,
mantendré tu trono por todas las generaciones.»
El me dirá: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora.»
Le aseguraré mi amor eternamente,
y mi alianza será estable para él.
San Pablo a los Romanos 4,13.16-18.22.
Hermanos:
En efecto, la promesa de recibir el mundo en herencia, hecha a Abraham y a su posteridad, no le fue concedida en virtud de la Ley, sino por la justicia que procede de la fe.
Por eso, la herencia se obtiene por medio de la fe, a fin de que esa herencia sea gratuita y la promesa quede asegurada para todos los descendientes de Abraham, no sólo los que lo son por la Ley, sino también los que lo son por la fe. Porque él es nuestro padre común,
como dice la Escritura: Te he constituido padre de muchas naciones. Abraham es nuestro padre a los ojos de aquel en quien creyó: el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia a las cosas que no existen.
Esperando contra toda esperanza, Abraham creyó y llegó a ser padre de muchas naciones, como se le había anunciado: Así será tu descendencia.
Por eso, la fe le fue tenida en cuenta para su justificación.
En efecto, la promesa de recibir el mundo en herencia, hecha a Abraham y a su posteridad, no le fue concedida en virtud de la Ley, sino por la justicia que procede de la fe.
Por eso, la herencia se obtiene por medio de la fe, a fin de que esa herencia sea gratuita y la promesa quede asegurada para todos los descendientes de Abraham, no sólo los que lo son por la Ley, sino también los que lo son por la fe. Porque él es nuestro padre común,
como dice la Escritura: Te he constituido padre de muchas naciones. Abraham es nuestro padre a los ojos de aquel en quien creyó: el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia a las cosas que no existen.
Esperando contra toda esperanza, Abraham creyó y llegó a ser padre de muchas naciones, como se le había anunciado: Así será tu descendencia.
Por eso, la fe le fue tenida en cuenta para su justificación.
Mateo 1,16.18-21.24a.
Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.
Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.
Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".
Al despertar, José hizo lo que el Angel del Señor le había ordenado.
Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.
Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".
Al despertar, José hizo lo que el Angel del Señor le había ordenado.
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
San Juan Pablo II (1920-2005), papa
Redemptoris custos, §4
Al comienzo de su peregrinación en fe, la fe de María se encuentra con la fe de José. Si Isabel había dicho de la Madre del Redentor: “Dichosa tú que has creído” (Lc 1,45), en un cierto sentido se puede también atribuir esta bienaventuranza a José, porque él respondió afirmativamente a la Palabra del Señor cuando le fue anunciada en este momento decisivo. José, es cierto, no respondió al anuncio del ángel como María, pero él “hizo lo que el ángel le había dicho: llevársela como esposa”. Lo cual es pura “obediencia a la fe” (Rm 1,5).
Se puede decir que lo que hizo José le unió, de manera muy especial, a la fe de María; aceptó como una verdad venida de Dios lo que ella había aceptado ya en el momento de la Anunciación. El concilio Vaticano II dice: “Cuando Dios se revela el hombre tiene que someterse con la fe. Por la fe el hombre se entrega entera y libremente a Dios, le ofrece el homenaje total de su entendimiento y voluntad, asintiendo libremente a lo que Dios revela (Dei Verbum, 5). Esta frase, que toca a la esencia misma de la fe, se aplica perfectamente a José de Nazaret.
Así él llega a ser, de manera singular, el depositario del misterio “escondido desde los siglos en Dios” (Ef 3,9), de la misma manera que María lo es en este momento decisivo llamado por el apóstol Pablo “la plenitud de los tiempos”, cuando “Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer… para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción.” (Gal 4,4-5)… José es, con María, el primer depositario de este misterio divino… Teniendo ante los ojos el texto de los dos evangelistas Mateo y Lucas, se puede igualmente decir que José es el primero en participar de la fe de la Madre de Dios y que así sostiene a su esposa en la fe de la Anunciación divina; Dios lo puso el primero en el camino de la peregrinación en la fe de María… El camino personal de José, su peregrinación en la fe, se concluirá primero…; pero, el camino de la fe de José sigue la misma dirección.
Se puede decir que lo que hizo José le unió, de manera muy especial, a la fe de María; aceptó como una verdad venida de Dios lo que ella había aceptado ya en el momento de la Anunciación. El concilio Vaticano II dice: “Cuando Dios se revela el hombre tiene que someterse con la fe. Por la fe el hombre se entrega entera y libremente a Dios, le ofrece el homenaje total de su entendimiento y voluntad, asintiendo libremente a lo que Dios revela (Dei Verbum, 5). Esta frase, que toca a la esencia misma de la fe, se aplica perfectamente a José de Nazaret.
Así él llega a ser, de manera singular, el depositario del misterio “escondido desde los siglos en Dios” (Ef 3,9), de la misma manera que María lo es en este momento decisivo llamado por el apóstol Pablo “la plenitud de los tiempos”, cuando “Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer… para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción.” (Gal 4,4-5)… José es, con María, el primer depositario de este misterio divino… Teniendo ante los ojos el texto de los dos evangelistas Mateo y Lucas, se puede igualmente decir que José es el primero en participar de la fe de la Madre de Dios y que así sostiene a su esposa en la fe de la Anunciación divina; Dios lo puso el primero en el camino de la peregrinación en la fe de María… El camino personal de José, su peregrinación en la fe, se concluirá primero…; pero, el camino de la fe de José sigue la misma dirección.
Contemplar el Evangelio de hoy
Día litúrgico: San José, esposo de la Virgen María
Texto del Evangelio (Mt 1,16.18-21.24a): Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.
Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado.
Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado.
Comentario: + Mons. Ramon MALLA i Call Obispo Emérito de Lleida (Lleida, España)
«José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer»
Hoy, celebra la Iglesia la solemnidad de San José, el esposo de María. Es como un paréntesis alegre dentro de la austeridad de la Cuaresma. Pero la alegría de esta fiesta no es un obstáculo para continuar avanzando en el camino de conversión, propio del tiempo cuaresmal.
Bueno es aquel que, elevando su mirada, hace esfuerzos para que la propia vida se acomode al plan de Dios. Y es bueno aquel que, mirando a los otros, procura interpretar siempre en buen sentido todas las acciones que realizan y salvar la buena fama. En los dos aspectos de bondad, se nos presenta a San José en el Evangelio de hoy.
Dios tiene sobre cada uno de nosotros un plan de amor, ya que «Dios es amor» (1Jn 4,8). Pero la dureza de la vida hace que algunas veces no lo sepamos descubrir. Lógicamente, nos quejamos y nos resistimos a aceptar las cruces.
No le debió ser fácil a San José ver que María «antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo» (Mt 1,18). Se había propuesto deshacer el acuerdo matrimonial, pero «en secreto» (Mt 1,19). Y a la vez, «cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños» (Mt 1,20), revelándole que él tenía que ser el padre legal del Niño, lo aceptó inmediatamente «y tomó consigo a su mujer» (Mt 1,24).
La Cuaresma es una buena ocasión para descubrir qué espera Dios de nosotros, y reforzar nuestro deseo de llevarlo a la práctica. Pidamos al buen Dios «por intercesión del Esposo de María», como diremos en la colecta de la misa, que avancemos en nuestro camino de conversión imitando a San José en la aceptación de la voluntad de Dios y en el ejercicio de la caridad con el prójimo. A la vez, tengamos presente que «toda la Iglesia santa está endeudada con la Virgen Madre, ya que por Ella recibió a Cristo, así también, después de Ella, San José es el más digno de nuestro agradecimiento y reverencia» (San Bernardino de Siena).
Bueno es aquel que, elevando su mirada, hace esfuerzos para que la propia vida se acomode al plan de Dios. Y es bueno aquel que, mirando a los otros, procura interpretar siempre en buen sentido todas las acciones que realizan y salvar la buena fama. En los dos aspectos de bondad, se nos presenta a San José en el Evangelio de hoy.
Dios tiene sobre cada uno de nosotros un plan de amor, ya que «Dios es amor» (1Jn 4,8). Pero la dureza de la vida hace que algunas veces no lo sepamos descubrir. Lógicamente, nos quejamos y nos resistimos a aceptar las cruces.
No le debió ser fácil a San José ver que María «antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo» (Mt 1,18). Se había propuesto deshacer el acuerdo matrimonial, pero «en secreto» (Mt 1,19). Y a la vez, «cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños» (Mt 1,20), revelándole que él tenía que ser el padre legal del Niño, lo aceptó inmediatamente «y tomó consigo a su mujer» (Mt 1,24).
La Cuaresma es una buena ocasión para descubrir qué espera Dios de nosotros, y reforzar nuestro deseo de llevarlo a la práctica. Pidamos al buen Dios «por intercesión del Esposo de María», como diremos en la colecta de la misa, que avancemos en nuestro camino de conversión imitando a San José en la aceptación de la voluntad de Dios y en el ejercicio de la caridad con el prójimo. A la vez, tengamos presente que «toda la Iglesia santa está endeudada con la Virgen Madre, ya que por Ella recibió a Cristo, así también, después de Ella, San José es el más digno de nuestro agradecimiento y reverencia» (San Bernardino de Siena).
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