Los cinco minutos de María
Marzo 27
Ninguna realidad puede causar en nosotros una alegría tan sentida y tan duradera como la de sabernos hijos de Dios e hijos de María. Saber que no somos huérfanos, sino que en el cielo tenemos un Padre, que es Dios, y una Madre, que es María.
El recuerdo de la madre siempre es tranquilizador y sedante; pero cuando esa madre es María, la paz inunda nuestra alma, la sonrisa aflora a nuestros labios, la alegría penetra en nuestra vida.
Piensa, pues, con frecuencia en María, hazla presente en todos los momentos de tu vida, invócala sobre todo en los tramos más difíciles y comprometidos; acude a ella en las tentaciones. Si vas con ella, no te desviarás.
Madre de Dios, ¡salve! Nadie podrá saludarte nunca de un modo más estupendo que como lo hizo un día el arcángel: “Salve, María, llena de gracia”
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