LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Setiembre 22
Dicen que el rostro es el espejo del alma; en él se manifiestan los distintos estados anímicos, las distintas disposiciones internas.
Si no quieres que tu rostro refleje la cólera o el mal humor, no lo fomentes en tu interior; no ofrezcas a tus familiares, a tus dependientes, a quienes tratan contigo o se mueven a tu alrededor, la triste escena de un rostro amargo, aplastado y repelente.
Ofrece más bien un aspecto alegre, optimista, emprendedor; la sonrisa es siempre más atractiva que el ceño adusto o el gesto amargo.
Y no sólo más atractiva sino también más constructiva; serás más, conseguirás más, serás más útil si en tu interior fomentas el orden, la tranquilidad y una serena paz.
Los demás te aceptarán mejor porque en tu exterior, en tu rostro, aparecerá tu interior.
“Yo glorifico a mi Dios, el Rey del cielo y mi alma proclama con gozo su grandeza; que todos lo celebren en Jerusalén” (Tob 13,9). Tú tienes sobrados motivos para alabar al Señor y para dedicarte a que todos cuantos te rodean se dediquen también a alabarlo. Todo lo has recibido de Él; vive permanentemente en acción de gracias.
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