Dos misioneros recibieron una invitación del Departamento de Educación de Rusia en la cual se les pedía que se encargaran de enseñar sobre ética y valores morales basados en principios bíblicos, en sus escuelas públicas.
También debían transmitir sus enseñanzas en prisiones, hospitales, departamento de bomberos, policía y orfanatos.
También debían transmitir sus enseñanzas en prisiones, hospitales, departamento de bomberos, policía y orfanatos.
Todo transcurría de acuerdo a lo planificado, hasta que fueron al orfanato de la ciudad. Entre niños y niñas sumaban unos cien, estos habían sido abandonados, abusados y dejados en manos del Estado.
Se acercaban las fiestas navideñas y aquellos niños del orfanato iban a escuchar por primera vez lo que significaba la Navidad.
Les contaron la historia de José y María llegando a Belén; que no encontraron lugar en las posadas, por lo que debieron ir a un establo, donde finalmente el niño Jesús nació y fue puesto en un pesebre.
Mientras escuchaban la historia, los chicos y los empleados del orfanato no podían contener su emoción y asombro, algunos estaban sentados al borde de la silla tratando de captar cada palabra.
Les contaron la historia de José y María llegando a Belén; que no encontraron lugar en las posadas, por lo que debieron ir a un establo, donde finalmente el niño Jesús nació y fue puesto en un pesebre.
Mientras escuchaban la historia, los chicos y los empleados del orfanato no podían contener su emoción y asombro, algunos estaban sentados al borde de la silla tratando de captar cada palabra.
Al terminar de contar la historia, les dieron a los chicos unos pequeños trozos de cartón para que hicieran un pesebre. A cada uno de los chicos se le entregó material, papel de colores y todo lo necesario para realizar el trabajo, y ellos siguiendo las instrucciones, cortaron y doblaron el papel cuidadosamente colocando las tiras para simular la paja.
Con unos pequeños recortes de tela de un viejo vestido que una señora había olvidado, se hizo la manta para el bebé.
De un fieltro marrón que los misioneros habían llevado, recortaron las figuras de los pastores que visitaron al niño Jesús y de todos los que formaban parte de la escena.
De un fieltro marrón que los misioneros habían llevado, recortaron las figuras de los pastores que visitaron al niño Jesús y de todos los que formaban parte de la escena.
Mientras los niños estaban atareados armando sus pesebres, uno de los misioneros caminaba entre ellos para ver si necesitaban alguna ayuda.
Todo estaba bien hasta que llegué donde el pequeño Yakim estaba sentado, mirando con gran emoción su pesebre terminado. Parecía tener unos seis años de edad.
Cuando miré el pesebre quedé sorprendido al ver que no había un niño dentro de él, sino dos.
Llamé rápidamente al traductor para que le preguntara por qué había dos bebés en el pesebre.
Llamé rápidamente al traductor para que le preguntara por qué había dos bebés en el pesebre.
Yakim cruzó sus brazos y observando el pesebre comenzó a relatar la historia muy seriamente, por ser el relato de un niño que había escuchado por primera vez la historia de Navidad, la descripción era extraordinaria, pero lo sorprendente fue cuando comenzó a contarnos la parte donde María colocaba al bebé en el pesebre.
Fue en ese momento cuando aproveché y le pregunté: -¿Quien es el otro bebe que esta junto a Jesús?
Yakim, con absoluta seriedad e imaginación, empezó a explicarnos:
-Cuando María dejó al bebé en el pesebre, Jesús me miró y me preguntó si yo tenía un lugar para estar. Yo le dije que no tenía mamá, ni papá y tampoco un lugar donde quedarme.
Entonces Jesús me dijo que yo podía quedarme allí con Él, pero le dije que no podía, porque no tenía un regalo para darle.
Entonces se me ocurrió que un buen regalo podría ser darle calor.
Por eso le pregunté a Jesús: -Si te doy calor, ¿Ese sería un buen regalo para ti?
Y Jesús me dijo: -Claro que si, ese sería el mejor regalo que me podrías dar.
Por eso que me metí dentro del pesebre y me acosté a Su lado para darle calor, en ese momento Jesús me miró y me dijo que podía quedarme allí para siempre.
Yakim, con absoluta seriedad e imaginación, empezó a explicarnos:
-Cuando María dejó al bebé en el pesebre, Jesús me miró y me preguntó si yo tenía un lugar para estar. Yo le dije que no tenía mamá, ni papá y tampoco un lugar donde quedarme.
Entonces Jesús me dijo que yo podía quedarme allí con Él, pero le dije que no podía, porque no tenía un regalo para darle.
Entonces se me ocurrió que un buen regalo podría ser darle calor.
Por eso le pregunté a Jesús: -Si te doy calor, ¿Ese sería un buen regalo para ti?
Y Jesús me dijo: -Claro que si, ese sería el mejor regalo que me podrías dar.
Por eso que me metí dentro del pesebre y me acosté a Su lado para darle calor, en ese momento Jesús me miró y me dijo que podía quedarme allí para siempre.
Cuando el pequeño Yakim terminó su historia, sus ojitos brillaban llenos de alegría y de emoción como si ese pensamiento se hubiera transformado en realidad. Puso sus manos sobre su cara y lloro con un sentimiento muy profundo, porque por primera vez había encontrado a alguien que jamás lo abandonaría, ni abusaría de él. Alguien que le brindaría un amor incondicional y estaría con él para siempre.
Gracias a Yakim, aprendí una lección que jamás olvidaré y que además todos podemos vivir, sin necesidad de haber sido huérfanos, abusados, ni abandonados.
«Por muy confortable y cómodamente que vivamos. Aunque estemos, rodeados de nuestros seres queridos, de amigos y seamos amados, apreciados y respetados; todos sin excepción necesitamos estar al lado de Jesús para compartir ese calor a través del cual recibiremos amor, paz, aceptación y sobre todo, encontraremos nuestro lugar en el escenario de la vida»
¡¡Feliz Navidad!!
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